ღ Ineffable husbands - ONESHO...

By No_giving_up

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┏━━━━━━━━━━━━━━┓ Crowley x Aziraphale y otras parejas paralelas del multiverso Michael Sheen-David Tenn... More

「✦」Dolor de corazón.
「✦」San Valentín.
「✦」Sabor dulce.
「✦」Demon!Aziraphale - Te tantum diligo.
「✦」Angel!Crowley - Colonenses 3:5
「✦」Después del No-Fin de los tiempos.
「✦」Illogical! husbands-Una nueva oportunidad.
「✦」REV!Omens- Te adoro.
「✦」Puedes mirar, ángel. ANGST.
「✦」IneffablesWives -Una noche de lluvia
「✦」Killer!Husbands - Hazme gritar.
「✦」Rev!-Por ti haría cualquier cosa.
「✦」Lujuria de Ángel.
「✦」Illogical husbands! Herida por herida
「✦」Human AU- Lenguaje floral
「✦」Omnia vincit amor (Roma)
「✦」Baroque Husbands!- Búscame en Londres
「✦」Crime! husbands-- Bajo sospecha pt. 1
「✦」Crime! husbands-- Bajo sospecha pt. 2
「✦」Inner Demons!- Tras la Caída
「✦」Una vez en el Cielo
「✦」Rev! Dolorosa tentación
「✦」Fem! Aziraphale-- Crawling back to you
「✦」Fem! Crowley -- La Esposa del Sr. Fell
「✦」Tras la s2 - «1 Timoteo, 2:6 »
「✦」Arrodíllate
「✦」Sempiternus
「✦」Vampire AU! - La tua cantante
「✦」Mano de Santo
「✦」Primera tormenta (Edén)
「✦」Tercera tormenta (Tierra de Uz)
「✦」Huye. Quédate [Serial Killer Husbands]
「✦」 Baroque Husbands! pt.2- Completamente tuyo
「✦」Juego de posición [Fem!Aziraphale]
「✦」Juguetes [Fem!Crowley]

「✦」Segunda tormenta (Mesopotamia)

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By No_giving_up

「 Serie de encuentros entre Aziraphale y Crowley durante los tiempos antiguos bíblicos, en los que se descubren disfrutando de su peculiar amistad y experimentando los primeros de sus acercamientos físicos a lo largo del tiempo」


[Contenidos: Referencias a la s.1; Crowley con presentación femenina canon,  referencias bíblicas (notas de autor), Crowley con vulva, smut]

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"Segunda tormenta: durante El Diluvio"

Parecía que había pasado ya una vida desde las noches en el jardín del Edén. Aziraphale había estado desde entonces vagando y haciendo algunos trabajos que recibía desde arriba; pero había algo que se mantenía en su mente y era el remordimiento. O eso pensaba.

Cada noche rememoraba aquellos besos con el demonio Crawley, pensando que debía olvidarlo, pasar página y no sacar jamás el tema. Había mancillado el cuerpo celestial que le habían ofrecido, y aún así, no se arrepentía de ello. Había sentido deseos por seguir buscando sus labios, para luego entrar en pánico y disfrutar de lo que quedaba de aquellas noches antes de desaparecer de su vida.

La mirada de Aziraphale seguía con nerviosismo a los animales que cruzaban frente a él, contando las parejas una y otra vez. Había oído aquellos murmullos, aquellos temores del cielo ante el estado emocional de la Todopoderosa, y el motivo por el cual, aquellos animales desfilaban hacia un enorme arca frente a él. Lo que no esperaba de aquel día es que Crawley, apareciera de nuevo en su vida. Apenas habían tenido tiempo para intercambiar un par de palabras cuando tomó su mano y movió su mano para aparecerse dentro de aquellas paredes de madera, cuando las primeras gotas comenzaban a caer.

— No se si debías de estar aquí, pero yo sí debo. Tengo que revisar una vez más de que estén todos.

El demonio miró a los alrededores cuando identificó el cambio, con una mirada curiosa que pronto regresó a Aziraphale. Parecía incapaz de borrar la sonrisa ladina que ahora tomaba sus labios. Fácilmente había identificado al ángel entre el gentío, con sus desentonantes ropajes claros y habían retornado a su mente los recuerdos de aquel primer y efímero encuentro.

— Bueno, está claro que esto es algo grande. Un gesto masivo y cruel de la Todopoderosa siempre es buena ocasión para sembrar dudas en las cabecitas de estos pobres creyentes, ya lo sabes— le respondió, acercándose a una de aquellas ranuras al exterior que pronto habrían de cubrir al completo, para observar el inicio de la lluvia— Ahí abajo no iban a perder la oportunidad de meter las narices. Así que aquí estoy. Me encontraba por los alrededores, igualmente; y me pareció oír algunos chismorreos sobre un tipo peculiar, extrañamente amable y vestido de claro.

Crawley se giró a ver al ángel de nuevo, evidentemente, burlándose de su falta de sutileza, con una mirada divertida que le recorrió de los pies a la cabeza. Se aproximó a él y ladeó la cabeza, tal y como había hecho al encontrarle, como quien examina un raro espécimen.

— No tiene gracia, Crawley... Se... Se que cuesta pensar que la Todopoderosa haga algo como esto, pero tendrá sentido. Tiene que tenerlo. — aquella última frase la murmuró, volviéndose mientras su mirada contaba a aquellos animales dentro de sus rediles. — Es parte del gran plan.

Aziraphale giró su rostro casi como un látigo hacia Crawley cuando mencionó aquello, frunciendo su ceño. Quería recriminarle, pero no pudo; no cuando comenzó a acercarse a él y los recuerdos volvían a su mente.

— ¿Q-Qué pasa? — murmuró recorriendo al demonio con su mirada, apretando ligeramente la mandíbula cuando reparó en su rostro. — ¿Por... Por qué vistes así, Crawley...?

El demonio siguió con su mirada el trazo de la de aquel, sobre su propio cuerpo. Vestía las túnicas de manera distinta a Aziraphale, apresándolas a su cintura como era tradicional en las mujeres de la época. Con sus largos cabellos, le era más sencillo pasar desapercibido de esa forma. En la expresión de su rostro se evidenció la diversión por la clara inquietud del ángel, que parecía nervioso a causa de su cercanía; tal vez simplemente incómodo con su nueva manera de presentar aquel cuerpo que poseía.

— ¿No te gusta? —respondió Crawley con otra pregunta, en su opinión, bastante más interesante—Al menos así no doy tanto el cante como otro que yo sé.

— A ver, si. No me desagrada pero...Es una novedad digna de mención — Aziraphale tragó suavemente y dejó escapar una risa nerviosa. — Es... Una buena vestimenta. Además, no puedo portar ningún otro color, lo sabes.

El ángel se percató de que no le había respondido realmente, asi que optó por poner distancia entre ambos, girando mientras tomaba aire.

— Además, iba a estar poco por aquí, si llamo un poco la atención no pasa nada... A los humanos les agrada mi presencia.

Crawley enarcó una ceja y alzó su comisura en una mueca torcida que pretendía ser una sonrisa curiosa.

— Eres un ángel, es lo tuyo— aportó insípidamente mientras descansaba la cadera en alguna de aquellas superficies para observarle dar vueltas a las estancias— ¿Qué ha sido de ti desde Edén?

El demonio bajó ligeramente el mentón cuando sus orbes descendieron por el contorno de la espalda de Aziraphale, tragando saliva crudamente. Después de tanto tiempo, lo ocurrido en los jardines parecía un lindo sueño difuso; no obstante, la reacción que había tenido su cuerpo al conocer que estaba allí y podría volver a verle era muy real, un vibrante regocijo le había recorrido al atisbarle en la muchedumbre. Crawley se consideraba afortunado de que, por segunda vez, hubiesen sido adjudicados a lugares remotamente próximos, como si de una especie de destino se tratase.

« Me alegro de volver a verte» quería decir; pero se sentía demasiado dulce para partir de su lengua, al menos, por el momento.

— Bueno... No se si te enteraste que hubo un leve conflicto entre los hijos de Adán y Eva. — Aziraphale borró su sonrisa al recordarlo. — La Todopoderosa castigó a Caín, lo marcó y lo dejó vagando durante años, pero no todo es malo, tuvo esposa y un hijo, Henok. Pero sigo lamentando lo de Abel... ¿Se encargó alguno de los tuyos de manipular a Caín? [N/A]

El ángel se giró para contemplar el rostro del demonio, tratando de encontrar en su rostro algún signo de afirmación; aunque sabía que aquello debía de haber sido culpa de los suyos.

— No creo que fuese siquiera necesario— Crawley se encogió de hombros, conociendo la ferocidad humana per se. La curva en sus labios podía no tener ninguna connotación específica, pero era poco probable —A nadie le gusta ser repudiado por Dios.

— Estuve todo este tiempo con Matusalén [N/A], ha ayudado a su nieto a hacer esto. — alzó sus brazos para señalar a todo lo que le rodeaba. Caminó hacia una de las ventanas que actuaban casi como respiradero allí dentro. — Ha decidido quedarse en tierra, ha vivido mucho, ¿sabes?

El demonio asintió a su relato, alzando el mentón para contemplar los techos y estructuras de madera sobre sus cabezas con un tarareo. Por la arruga que adquirió su ceño, era palpable que no estaba demasiado conforme con la información.

— ¿Y no vas a intervenir? ¿Dejarás que se suicide? —bufó, con una mueca— Creía que eso era pecado; pero ya no veo tan claro quiénes son los buenos y quiénes los malos aquí.

— Ha vivido más que cualquier hombre que hay en la Tierra. No tanto como suelen decir, pero si que mucho más que ellos. — Aziraphale rio con suavidad y negó con la cabeza. — Quiere descansar, y encontrarse con Dios, no puedo negarme a ello. No es pecado su deseo de morir en paz.

— Bah— Crawley resopló sin fuerza, dejándolo estar.

La mirada del demonio descendió a sus propios pies durante aquel silencio, sin saber de qué más hablar; antes de volver a contemplar de reojo la figura del ángel, frente aquel tragaluz, de manera sutil. Retiró el rostro cuando el calor le comenzó a subir por el cuerpo, amenazando con destinar en sus mejillas. Su estómago hormigueaba y sentía el pecho nervioso, en esta ocasión, no con curiosidad como la primera vez; sino con anhelo, con el deseo de volver a tener algo que ya había probado antes. Quería más.

Pensó en hablar de nuevo, pero ya había bombardeado al ángel con preguntas y no pretendía ser agobiante, así que sólo carraspeó ligeramente, para evadir la sequedad en su boca.

Aziraphale le dedicaba una mirada de reojo, que apartaba casi al momento al sentir como sus orbes dorados se fijaban en él. Carraspeó suavemente y sonrió, sintiendo los últimos resquicios de calidez del sol cuando el cielo se oscureció por completo.

— ¿Cómo te ha ido, Crawley? — Cerró el tragaluz, poniendo el seguro antes de acercarse al demonio. — Si te soy sincero, había extrañado un poco esto...

El demonio se meció un poco en su asiento, inspirando lentamente.

— Bueno, no he salido mucho a la intemperie. Abajo ha habido bastante papeleo últimamente con todo el tema de los Vigilantes [N/A]; hacer hueco a dos millones de ángeles caídos de una sentada es un auténtico coñazo— chasqueó los labios al torcer la boca en una mueca, por lo amargo del evento— Pero, bueno, entiendo que de todo eso ya estás bien enterado.

— Algo me llega. — Aziraphale había tratado de hablar con Miguel y Gabriel de ellos, pero había sido bastante imposible.

Crawley sabía con certeza que ante acontecimientos como aquellos, siempre solía correrse un tupido velo; sin embargo, el relato de una revolución de ángeles como aquella propagando sabiduría al género humano le parecía simplemente fascinante.

— Les faltó sutileza. Al menos, Kokabel les habló de las estrellas [N/A]— aportó, queriendo distraerse del acercamiento ajeno.

Se le aceleró el pulso al oír a Aziraphale, pero su torpe boca le traicionó con las palabras y sólo pudo alzar la cabeza para contemplarle, con ruborizada expectación.

El ángel sonrió y su mirada se volvió a su perfil, dándose cuenta de que si que era él, y apenas había cambiado en aquel tiempo, le parecía igual de hermoso que en aquel entonces.

— ¿Sabes? Se te ilumina el rostro cuando hablas de las estrellas. Esa noche también lo noté.

Crawley bajó la faz, como si quisiese que no pudiera contemplarla más; antes que quedarse mirando al ángel como un bobo, con los labios entreabiertos por la sorpresa y los colores en su piel avivando.

— No lo sé— se maldijo por responder tan ridículamente, pero pretendió estar sereno, distrayendo sus orbes con los tablones de madera a sus pies— Supongo... que extraño verlas. Han pasado muchos años desde entonces.

Su mirada recuperó el curso original y ascendió a Aziraphale una vez más, acompañada de una tenue sonrisa nostálgica. Que aquel tomase nota de detalles así, significaba que le había estado observando con atención y eso instauró una calidez en su pecho.

Al contemplar su faz, Aziraphale golpeó su hombro con el del demonio de manera cómplice. Debía de ser doloroso; él podía elegir estar en el cielo observando el infinito del universo, o estar allí. Estar cerca de él. Aquel pensamiento cortó su aliento, y se relamió para luego mirarle de reojo con recelo. Quería hablarle, y sin embargo, solo podía encogerse de hombros mientras le admiraba una y otra vez, sintiéndose estupido.

— Te... Te extrañé. Quiero decir, a estas charlas, hablar...

Crawley bajó el mentón ante la ternura de su mirada, con una sonrisa que no podía contener. Sólo Dios sabría la chispa de alegría que había sentido al oirle decir que le había extrañado, tal y como él mismo lo había hecho.

— Me halagas— respondió, deslizando sus orbes por cualquier otro rincón del interior del arca; y dió un asentimiento lento— Yo también lo hice. No soportaba las estúpidas conversaciones con otros demonios después de que charlaramos por primera vez. Nadie tenía nada interesante que decir, si sabes a qué me refiero...

El demonio suspiró, encogiéndose de hombros brevemente, y volvió a dar una profunda inspiración para prepararse para indagar un poco más en sus propias entrañas.

— Deseaba volver a verte— inició, hasta que comenzó a hacerse complicado— Yo, uh, también echaba de menos..., bueno..., quería- de nuevo-...

Crawley se frotó el rostro con las manos arduamente, gruñendo entre dientes a modo de derrota.

La risa de Aziraphale resonó en voz baja como una suave melodía, negando con la cabeza para luego apoyarla sobre su hombro. Una vez ya habían estado en una posición similar, apenas se conocían y sin embargo parecían llenarse el uno con el otro.

— No te pongas nervioso, ¿no se suponía que te lograba calmar? — murmuró Aziraphale alzando su mirada por encima de sus pestañas.

Crawley hizo una mueca, imitando sus palabras sin pronunciarlas.

— Idiota — resopló y negó con la cabeza, pero la sonrisa divertida seguía al borde de tomarle la boca.

Después de aquello, disfrutó el silencio que se construyó, más allá del repiqueteo de la lluvia en el exterior; y bajó la cabeza entre sus hombros. No era como la primera vez. Para Crawley, el hecho de que aquel ángel ya conociese lo que corría por su mente, condicionaba su estado de seguridad. Por algún motivo, enfrentar sus atentos orbes celestes era mucho más difícil en esta ocasión, tal vez porque ya sabía el efecto que tenían en él.

A pesar de girar el rostro, sus esbeltos dedos trazaron el camino por el antebrazo de Aziraphale con facilidad a causa de sus hombros juntos; y descendieron hasta su muñeca. Tomó su mano con cautela sin pronunciar palabra, tal y como había deseado hacerlo cuando estuvieron acurrucados juntos bajo su ala.

El ángel entrelazó sus dedos, girando suavemente su rostro para ocultar de Crawley la sonrisa en sus labios. Sentía como su corazón latía con avidez, y sus mejillas se encendían. Había extrañado por mucho tiempo aquel contacto.

— Siempre que coincidimos llueve...

Los dedos de Aziraphale apretaron suavemente el agarre de su mano, atreviéndose a girar el rostro para poder buscar su mirada. Trató de buscar las palabras correctas, tartamudeando ligeramente.

— Tú... Lo que hicimos aquella vez... ¿Sigue siendo nuestro secreto?

Crawley escaneó su semblante por unos breves instantes con una mirada interrogante, antes de asentir suavemente.

— Claro. Al menos yo jamás se lo conté a nadie— respondió, ladeando el rostro con una sonrisa más gentil de lo que le hubiese gustado reconocer— ¿Por qué lo preguntas?

Las caricias de los dedos del ángel en el dorso de su mano le hicieron estremecer, y las devolvió con el tacto fantasmal de su pulgar sobre la piel. Las mejillas del demonio ardieron en tono similar al de su cabello, y su nuez se removió cuando tragó saliva.

— Hay... Debe de haber algo mal conmigo, Crawley. Debí haberme sincerado ante Dios por... ¿Pecar? Pecar tantas veces en el pensamiento, de palabra y...

Aziraphale suspiró, alzando su otra mano hacia la mejilla del demonio, colocándose de puntillas ligeramente para tomar sus labios en un suave beso.

— Y obra... Y por omisión... — terminó murmurando contra sus labios con los ojos cerrados, incapaz de mantener su mirada sobre él.

Crawley echó su cabeza hacia atrás muy ligeramente, dejando ciertas pulgadas entre sus bocas. Asimiló el movimiento del ángel al cabo de unos segundos, en los que su mirada dorada no le abandonó. La insoportable chispa en su interior que se había esforzado por mantener aplacada, se inflamó rápidamente ante la oportunidad de poner de manifiesto sus deseos; y sus manos apresaron el rostro de Aziraphale para presionar sus labios juntos de nuevo.

— ¿Cuántas veces has pecado en el pensamiento? —murmuró entre sus besos impacientes, con la garganta vibrando en una risa apenas audible a causa del aire que sentía que le faltaba— ¿Qué importa? Tampoco yo debería sentirme como lo hago.

— No me hagas responder a eso... — trató de decir entre aquellos besos que correspondía con necesidad, suspirando suavemente. Aziraphale apartó el rostro al echarse ligeramente hacia atrás, buscando su mirada dorada. — ¿Cómo te sientes, Crawley?

El cuerpo del ángel se sacudió cuando el cielo tronó y aquella suave lluvia comenzó a ser torrencial. Había empezado.

Crawley enarcó una ceja y echó un vistazo rápido a las salidas al exterior para comprobar que, efectivamente, estaban completamente clausuradas; el arca vibró de manera inquietante, por lo que apegó sus cuerpos por instinto de protección.

A pesar de la momentánea distracción, enseguida giró su rostro al ángel de nuevo, con el aliento agolpado en la garganta.

— No pienso contestarte— se burló de su anterior respuesta, en un suspiro de anhelo cuando volvió a inclinarse sobre sus labios para repartir nuevos besos en ellos— No hables. Sólo bésame más.

Mientras le besaba, sus manos se deslizaron de sus mejillas a su cuello y por sus hombros, arrugando las telas que le vestían con vehemencia.

Por su lado, Aziraphale apretaba la oscura tela de su torso entre sus manos, como si aquello le mantuviese consciente de que aquel beso estaba sucediendo. Durante aquella separación, el ángel había pensado en ello, en qué haría si le volvía a ver, en como le besaría si volvía a suceder.

Movió su cabeza y entreabrió sus labios, separándose unos milímetros para acariciar con la punta de su lengua los labios del demonio. Aziraphale se negó a abrir los ojos, jadeando sobre su piel, esperando su respuesta.

Crawley gimió débilmente ante la electrizante sensación del cálido patrón sobre sus labios y la temperatura de su cuerpo se disparó. Tras los inocentes besos que habían intercambiado aquel día en el Edén, su mente le había torturado, constantemente regresando a ellos y haciéndole desear más. Se había convencido de que una segunda oportunidad sería imposible pero, ahora que tenía al ángel allí mismo, retener sus instintos era una ardua tarea.

Suspiró su nombre y no se contuvo de tomar la boca de Aziraphale de forma más profunda, dejando que sus labios danzaran contra los de aquel, libres de disimular su hambre. Sus lenguas se rozaban tímidas, conociendo separa lego dejarse llevar por unas emociones prohibidas para ellos.

Aziraphale emitía suaves gemidos cuando aquellas caricias entre sus besos se hacían demasiado placenteras para lo que podía soportar. Tenía miedo por la ira de Dios, y la ira que podría presentarse al ser conocedora de aquello; y sin embargo, la excitación, el placer, todo el pecado que experimentaba, podía ser capaz de renunciar a aquello por momentos, si aquel quien le sostenía contra su cuerpo, se mantenía a su lado.

Los nudillos de Crawley se tornaron blancos por la fuerza con que cerraba los puños alrededor de los telajes; conteniéndose de deslizar las manos según el rastro que deseaban seguir, de explorar aquella anatomía o dirigir esas inmaculadas muñecas hasta la suya propia, para que el ángel enterrase los dedos en su carne bajo la ropa sin reparo alguno.

Su mente demoníaca volaba repleta de ideas semejantes, fantaseando con cómo se sentiría aquel tacto en realidad. Sin embargo, la distancia que debió dejar entre sus bocas, girando el rostro para retomar algo de oxígeno; le sirvió para poder apoyarse en el pecho de Aziraphale y apartarle suavemente. Lo hizo por él.

— Aziraphale — seseó al nombrarle, con la respiración pesada, mientras su mirada ascendía a su rostro, prendida en llamas— Te deseo más que a ninguna otra cosa. Mi compostura pende de un hilo, cada vez más frágil. No podré contenerme si sigues tan cerca y teniendo tus manos encima. Así que... ¿Estás seguro de que... algo así es lo que quieres?

El ángel trataba de enfocar su mirada en él, jadeante con sus labios hinchados y mejillas sonrosadas. Aziraphale le deseaba, a un demonio. Aquello debía devolverle los pies donde debía, a la tierra; pero había palpado su piel, unos centímetros había sido suficiente para sentir cómo algo se removía en su interior.

Aquella confesión golpeó al ángel, lo golpeó tan fuerte que trató de buscar sus labios una vez más, pero aquella pregunta le frenó, siendo un balde de agua fría.

— T-Tienes razón... Me... Me debo a Dios, me debo a mi palabra, y ... — Aziraphale contuvo una maldición, dando un paso atrás para poner distancia con reticencia. — G-Gracias...

Cuando el ángel retrocedió, alejándose de su cuerpo, el aire fresco incluso en aquel interior llegó hasta el rostro de Crawley, que bajó la cabeza. No supo qué respuesta dar a aquello, principalmente por el lacerante nudo en su garganta; así que sólo movió la cabeza en un gesto trivial, y apretó los labios, dejando salir un sonido extraño a modo de contestación.

Era difícil ignorar la punzada en su corazón; pero le consolaba haber podido evitar que Aziraphale hiciese algo de lo que pudiese arrepentirse para siempre, de tomar cercanías como iba a hacerlo con una criatura como él.

— Dame las gracias de nuevo y te golpearé— le bufó, casi de manera cómica por lo evidente que era que no pensaba algo así; y dejó resbalar una sonrisa después, que acabase con la incomodidad creada y restaurase, de alguna forma, el confort que solía sentir cuando estaban juntos. Estaba bien aunque fuese sólo así.

— Lo... Lo siento. — Aziraphale le miraba desconcertado sin saber muy bien que decir, aun tratando de recomponerse.

Pasó sus manos por su túnica, haciendo un amago de quitar el polvo, o de quitar aquellos pensamientos, y el tacto de sus manos sobre su piel. Fue entonces cuando lo notó, y el ángel se giró, dando la espalda a Crawley.

— Ne... Necesito que me dejes a solas, por favor...

Crawley arrugó el ceño y la nariz y dió un paso más cerca, con confusión.

— ¿Hablas en serio? – bufó, creyéndose rechazado por aquel que le daba la espalda— Oh, vamos, ángel. Lo he pillado, me mantendré lejos y con las manos quietas.

El demonio abrió los brazos en gesto de sinceridad; no obstante, viendo que Aziraphale se negaba a enfrentarle y se decantaba por el silencio, decidió no franquear más sus límites. Dejó caer los brazos con un suspiro y volteó para dirigirse a alguna otra sección de la estancia. Tampoco es que pudiese ir mucho más lejos, dado que más allá de los umbrales de aquel arca sólo quedaba el diluvio mortal; sin embargo, había alguna que otra pared que pudiese interponerse entre ellos.

Aziraphale se resguardó sentado en el suelo, ocultandose entre las sombras creadas en el interior ante la falta de luz y apoyó su cabeza sobre la madera de la pared, frustrado ante el gesto de Crawley. No tenía la culpa, sabía que debía explicarse pero, ¿cómo debía decirle aquello?

— No es por ti, Crawley. — trató de decir lo suficientemente alto para que le escuchase.

Aziraphale apoyó su espalda en la madera, y bajó su mirada hacia aquel punto que había crecido entre sus piernas. El ángel había visto, presenciado, en varias ocasiones lo que sucedía con aquella zona; pero se había sorprendido de la misma manera hace mil años atrás, cuando tras haber pensado en aquellos pecaminosos besos, su zona inferior despertó. El ángel juntó sus manos y encorvó su cuerpo hasta pegarlas a su frente, rezando de manera silenciosa, mientras trataba de calmarse.

Crawley le oyó hablar más allá de la protección del tabique y asomó por el umbral de la habitación en que el ángel había permanecido sólo, silentemente. Sabía que no podía verle, parecía demasiado asfixiado en su terror de creyente; y el demonio frunció las cejas, sintiendo verdadera lástima por una criatura como él, condenada a las rígidas leyes del Cielo.

Hacía mucho tiempo, también Crawley había experimentado ese temor en sus carnes. Dió unos sutiles pasos para llegar hasta donde aquel se encorvaba sobre sí mismo y se agachó, quedando sentado a su vera sobre el suelo. El demonio posó su frente en el hombro de Aziraphale, acariciando la tela con la piel de su rostro y dejando que sus largos cabellos le hicieran cosquillas. No necesitó hablar para mostrar su apoyo al ángel. En su lugar, se sumergió en aquella íntima cercanía.

El rezo del ángel se detuvo cuando el aroma del demonio le inundó por completo, dejando de manera inconsciente que un jadeo abandonara sus labios. Mordió su labio inferior, alzando el rostro. Estaba contrariado por él mismo, por aquel que parecía no entender las órdenes, o no entenderle a él mismo.

— Esto... Debe de ser una penitencia, o una de vuestras torturas... — giró su rostro hacia él y su nariz rozó su cabello rojizo, haciéndole cerrar los ojos y hundirse en él. — No... No es la primera vez que me pasa esto, siempre es por ti. Maldita sea... Haces que me endurezca, Crawley...

El demonio descubrió el rostro de su lugar, y apoyó la mejilla entonces en las telas, comprendiendo lentamente lo que sucedía. Tragó saliva ante el inminente estremecimiento que le abordó cuando sus ojos atisbaron la erección bajo la túnica de Aziraphale, pregonada por sus eróticas palabras.

La clara visión de su deseo retornó el calor a su cuerpo y enrojeció sus mejillas; y buscó la faz del ángel, moviendo la cabeza para acariciarle aún con contención, que lentamente se desmoronaba. Percibía su respiración contra los mechones de su cabello y alzó el mentón en busca de los labios que la dejaban salir.

— ¿Es eso lo que sientes por mí? — habló en un suspiro abrumado por la excitación, mientras una de sus palmas abiertas trazaba un patrón por el pecho de Aziraphale— Debes saber que tú me torturas de la misma manera.

— No lo hagas más difícil... — rogó con un hilo de voz.

Crawley estiró el cuello para rozar la nariz ajena con la suya y finalmente encajar un apasionado beso en su boca

La voz de Aziraphale fue ahogada por los labios del demonio, correspondiendo al beso con necesidad; hambriento de algo que ni él mismo comprendía. Incentivado por sus palabras, la mano del ángel reposó sobre su pierna; la tela se sentía áspera sobre su mano conforme le acariciaba, temeroso de ascender su recorrido.

Se separó de sus labios, jadeante mientras apoyaba su frente contra la suya y abría sus ojos para contemplarlo.

— Solo... Dime que debo hacer, Crawley. — rozó sus labios, entreabriendolos sin culminar en un beso. — Para mi... Esto solo sirve para la reproducción... Las veces que sucedió, dejé que se apaciguara solo..

Crawley sonrió con picardía, la mano que acariciaba su pecho descendiendo lentamente por su abdomen mientras sus ojos le contemplaban con deseo.

— Déjame ayudarte— susurró contra los labios del ángel, presionando las yemas de sus dedos sobre la tela que le vestía, queriendo imprimir su tacto en la carne a pesar de la cubierta— Si dices que es culpa mía... Yo lo aliviaré...

Encontró fácilmente el contorno de la erección de Aziraphale, gracias a la ligereza de las vestimentas de la época, y le palpó con habilidad, gimiendo en respuesta a su dureza. La mano que aquel había posado en su muslo, parecía alborotar su temperatura sin obstáculos, extendiendo el calor desde allí donde reposaba.

— Puedes empezar acariciándome, así... —Crawley tarareó entre pequeños besos, mientras su mano libre buscaba la muñeca del ángel y comenzaba a guiar el sendero sobre su pecho, a través de su abdomen para finalmente llegar a la región entre sus piernas. No había ninguna abultada erección; sino una libidinosa humedad— No soy como tú, en esta ocasión...ya sabes, ahí abajo...

Aziraphale contuvo el aliento cuando su mano sintió la humedad entre sus piernas, sintiendolo por completo en su palma.

Sus ojos se abrieron con suavidad ante su voz, y sus caricias por encima de la tela, tragando con dificultad.

— ¿Puedo...? — murmuró mientras su mano palpaba por encima de la tela, queriendo adentrarse bajo esta y descubrir aquello, aprender como hacerle temblar con su mano. Un gemido ahogado abandonó sus labios, buscando la mirada del demonio en busca de respuestas.

Crawley jadeó al tacto sobre la zona, a pesar del tejido; con anticipación por sentir sus caricias de aquella forma, como había fantaseado en tantas ocasiones. Asintió con la cabeza frenéticamente y besó su boca.

— Por supuesto— suspiró al separarse, con una sonrisa traviesa tirando de sus comisuras; mientras su propia mano comenzaba a moverse en dirección al final de la túnica del ángel— Hazlo suavemente...

El demonio buscó su oído para derramar sus obscenidades sobre él, entre algunas mordidas delicadas en el hélix que no pretendían otra cosa que sensibilizar más la piel con sensuales caricias. A su vez, se infiltró bajo la tela finalmente, ascendiendo y arrugándola para encontrar a ciegas su miembro desnudo. Tragó saliva con el rubor agolpado en la nariz, rodeándolo con sus dedos después de algún tanteo.

Aquellos susurros obtenían los resultados que el demonio deseaba en Aziraphale; su piel se erizaba y sus reacciones se anticipaban a las propias caricias directas contra su piel. Era la primera vez que sentía la calidez de alguien más sobre su cuerpo, y de él tocando a otra persona. Su mano se había dentrado bajo la tela, y tomaba su intimidad bajo su palma, acalorandose al sentir la humedad que allí se había generado.

Gimió y sus dedos le separaron suavemente, tragando lentamente cuando le sintió, moviendo su mano de manera ascendente hasta aquella protuberancia en su cuerpo.

— ¿Aquí? — susurró el ángel entre jadeos, girando su rostro hasta rozar su piel.

Las caderas de Crawley temblaron ante su toque de pluma, y se mecieron contra su yema.

— S-Sí —respondió, con la voz atrapada en la garganta, ladeando el semblante en dirección a los labios del ángel, para poder acariciar el puente de su nariz con el suyo.

Comenzó a subir y bajar alrededor de su miembro, simulando lentas estocadas; a la par que su mirada dorada le buscaba, con intención de atisbar las reacciones y contracciones de su faz, y así, comprender poco a poco lo que más funcionaba con él.

— ¿Te gusta así...— el demonio susurró sus palabras con cierta picardía, pues le divertía inquietarle con su lenguaje, observar cómo se abrumaba cuando debía verbalizar pensamientos como aquellos— o quieres que vaya más deprisa?

Gimió contra su boca de maneras que ni siquiera sabía que podía efectuar, retorciéndose bajo el trazo de los dedos de Aziraphale sobre su clítoris.

— N-no tan rápido... Quiero disfrutar mientras... Mientras te oigo. — Gimió sobre la boca del demonio, no tardando en unir sus labios en un beso necesitado.

Aziraphale gemía cuando sentía que sus caderas se mecían, y que incluso las de Crawley buscaban el contacto de sus dedos. Estimulaba su centro de placer lentamente, recreándose en sus temblores, y en como gemía su nombre entre jadeos cuando sus besos lo permitían.

La tormenta del exterior ya no importaba, el retumbar de truenos y relámpagos, el agua que comenzaba a golpear la madera había pasado a un segundo plano, a un sonido mucho más tentador que el ángel sería incapaz de abandonar.

Las manos de Crawley obedecieron y su ritmo se redujo, acompasando su propio vaivén con los movimientos del ángel. De aquel modo, parecía que estaban más unidos si cabía. Mientras continuaba con las estocadas, acarició con la yema de su pulgar el humedecido glande de aquel entre sus dedos; esforzándose por mantener un ritmo coherente a pesar del placer en su mente, cada instante más cerca de su culmen.

— Ángel...— gruñó desde su garganta, con las caderas temblorosas, entre aquel erótico beso que Aziraphale había iniciado— Entra... con tus dedos...

El demonio le instruyó en un jadeo, a sabiendas de que todo aquello era nuevo para él, más allá de lo naturalmente necesario, tal y como le había comentado antes. Quiso invitarle a conocer los rincones más recónditos y placenteros de su cuerpo, a que explorase su anatomía sin tapujos, tal y como él mismo estaba permitiéndose hacer.

La mano libre de Crawley palpó el pecho del ángel por encima de sus vestimentas, y se detuvo a provocar uno de sus pezones con el tacto ligero de su pulgar, intensificando los movimientos sobre su miembro a la par.

Aziraphale se apartó de los labios del demonio, mirandole con sorpresa entre jadeos ante su toque. La sensación que le había invadido había sido tal, que su primer acto fue alejarse, tratando de entender qué sucedía. Su cuerpo reaccionaba; su miembro goteaba de líquido pre-seminal y sus pezones se endurecían ante las caricias, sintiendo aquella estimulación.

El ángel tomó los labios del demonio una vez más cuando sus dedos descendieron y buscaron su entrada. Acarició y tanteó un con dedo corazón, y sin apenas dificultad su dedo accedió siendo acogido por la estrechez y la calidez de sus paredes.

Un gemido de necesidad abandonó la garganta de Crawley, más ahogado y dulce que los anteriores, tras aquella reconfortante invasión; pero murió en el beso. El jugueteo de las manos del demonio por el cuerpo de Aziraphale continuó un poco más, mientras observaba alegremente el efecto que tenía en él, pues parecía que su anatomía se ofrecía de buen grado a recibir cada una de sus provocaciones.

Antes de causarle dolor, sus dos manos se enfocaron en la estimulación del miembro del ángel, una de ellas rodeándole, mientras la palma de la otra daba toques fantasmales en su glande.

Crawley separó los muslos y meció sus caderas, permitiendo que aquel malease su interior fácilmente, en búsqueda de los puntos de placer. Pronto se encontró suplicándole por que insertara un segundo, en un lastimoso susurro desgarrado por la frustración.

Aziraphale cumplió sus deseos con un segundo dedo en su interior, sintiendo la diferencia en su interior con aquellas suaves contracciones a su alrededor. Sus dedos salían y entraban lentamente, rozando con sus yemas sus puntos más sensibles.

El ángel gemía, tratando de concentrarse en el movimiento de su mano para hacerle disfrutar; pero las manos de Crawley sobre su cuerpo se estaba volviendo casi imposible de soportar, sentía como en su bajo vientre se arremolinaba todo aquel placer, dando suaves espasmos mientras trataba de controlar su voz.

Al demonio pronto comenzó a faltarle el aire, temblando a la pulsación de aquellos dedos en un punto especialmente placentero. Apegó su frente a la de Aziraphale, para así descender la mirada allá donde ambos se encontraban con el cuerpo del otro. Contempló cómo sus propias manos abrazaban la erección del ángel, tensa y temblorosa como si estuviese a punto de explotar; y cómo los nudillos ajenos se perdían entre sus piernas, avivando aquel delicioso chapoteo.

Crawley se esforzó por no cerrar los ojos, jadeando más fuerte según se aproximaba al clímax y distinguía los mismos síntomas en el cuerpo de Aziraphale. Se le aguaba la boca al pensar en la remota ilusión de que en lugar de sus dedos, irrumpiese en él el miembro que tenía en sus manos; pero sabía que aquello sería avanzar demasiado deprisa para el ángel en el plano real.

— Me voy a correr— suspiró en sus labios, sin saber si aquel siquiera sabía a qué se refería.

Aziraphale apenas oía las palabras de Crawley, mucho menos comprendía a qué se refería. Observaba de reojo su rostro, gimiendo y sintiendo como sus ojos querían cerrarse debido al placer acumulado. Su cuerpo emanaba calor, el mismo que recibía del demonio y se dejó llevar por las sensaciones. Sus paredes internas se estrechaban, dificultando el movimiento de sus dedos que seguían entrando y saliendo bajo aquel sonido obsceno que les envolvían.

El ángel gimió su nombre en alto y su cuerpo se sacudió cuando culminó en las manos del demonio con premura.

A la vista de su orgasmo, fue cuestión de algunas estocadas más que Crawley se retorciese de la misma manera, salpicando ligeramente sobre sus muslos internos y dejando salir un gruñido de placer. Los cálidos fluidos del ángel manchaban su túnica, pero más tarde lo limpiaría con un milagro sin más complicaciones.

Durante los segundos inmediatos, el lugar se llenó únicamente con el sonido de sus respiraciones pesadas, próximas como una embriagadora bruma, y los temblores a efectos del clímax. Crawley tragó para remediar la sequedad en sus labios separados, aún con el rostro tan encendido como aquel y permitió que sus frentes descansasen juntas algo más, cerrando los ojos.

Aziraphale se quedó quieto durante minutos, jadeando y cerrando sus ojos mientras que su respiración trataba de recuperarse.

Tragó lentamente y con cuidado, sacó los dedos de su interior; sus ojos se entreabrieron y el ángel contempló la textura con curiosidad, llevándolos a sus labios para saborearlo. Contrajo suavemente el rostro, y apartó la mano, limpiándose sobre su túnica y contempló a Crawley.

— Por un demonio, Aziraphale. No hagas eso— Crawley hizo una mueca con el semblante ruborizado por la vergüenza y dió un movimiento rápido con la mano que los limpió de cualquier rastro de lo sucedido. Su boca estaba cansada como para sonreír todavía pero aún así lo encontró gracioso.

Se removió un poco sobre aquel rígido suelo en el que habían estado sentados y se acomodó apoyando la espalda contra la pared, volviendo a cubrirse con sus faldas. Lentamente, sus orbes amarillos comenzaron a buscar al ángel de nuevo, ciertamente reticentes e incluso con cierto temor.

— Bueno... esto... — carraspeó, haciendo un gesto en seña del espacio entre los dos, para referir a lo acontecido instantes antes— ¿qué tal ha estado?

— Creo... Creo que ¿bien? Ha... Sido la primera vez que he hecho algo así, Crawley... — murmuró el ángel con cierto nervio. — Me siento calmado...

La mano del demonio buscó su mejilla con cierta reticencia, dándole una caricia tenue.

Aziraphale aun con el reciente orgasmo, no era consciente de la situación sucedida; unos remordimientos que quizás aparecerían al comienzo de un nuevo día, finalizando como aquella lluvia torrencial que se encontraba sobre ellos. 


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By Yuukivic y No_giving_up 

[NOTAS DE AUTOR]

(También serán comentadas en su fragmento correspondiente, pero por si se pierden, las dejo por aquí...)

* Caín fue el primogénito de Adán y Eva, su primer hijo. Según el relato bíblico, Caín y su hermano presentaron sus a en sus respectivos altares; al verlos, Dios prefirió la ofrenda de (las primicias y la grasa de sus ovejas) a la de Caín (dones de los frutos del campo),​ Caín enloqueció de y mató a su hermano. Fue el primer hombre en nacer y el primero en matar. [ vid. Génesis, 4,4].

*Matusalén fue hijo de Enoc y abuelo de Noé. En la Biblia es la persona más longeva del mundo, viviendo 970 años, aproximadamente. En alguna versión del relato, muere durante el diluvio. Vid. Génesis, 5-11.

*También en el libro del Génesis, se habla de la caída de los Grigori, del griego, los "ángeles vigilantes"; un grupo de caídos castigado por enamorarse de mujeres mortales, mantener relaciones con ellas; y descender a enseñar sabidurías a los humanos. 

* Kokabel fue el ángel vigilante que enseñó sobre la astronomía y las constelaciones al género humano.

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