Siempre que pienso que le importo a alguien.
Llega otra persona y me demuestra que no es cierto.
Que cualquiera puede reemplazarme y superarme, con el mínimo esfuerzo.
Pero cuando la primera persona es traicionada.
Siempre soy yo quien recoge los trozos de corazón roto esparcidos en el suelo.
Y en ese momento siento que de verdad soy necesario para alguien.
Siento que alguien me necesita.
Pero luego.
La cadena se repite.
Siempre me vuelven a reemplazar por alguien más.
Y me siento usado.
Pero el cariño por esa persona me ata, me hace seguir protegiéndola, aunque nunca le importe lo que hago.
Espero que algún día, para alguien llegue a ser irreemplazable.
Alguien que no me haga recoger sus pedazos de corazón.
Sino que me lo entregue completo en mis manos.
Confiada de que yo merezco y soy capaz de sostenerlo.
Sin dejarlo caer, sin romperlo.
Pero por ahora siento que la vida me traiciona.
Que rompe y tira al suelo los pedazos de mi corazón.
El problema es que...
Nadie, nunca, los recoge por mí.