Piccolo, el show debe continu...

By GabuZequeira

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🏠PRECUELA DE EL CAMINO A CASA🏠 Un omega adolescente llega a Brooklyn desde Italia, buscando cumplir su sueñ... More

∘✦Rosa nera✦∘
∘✦Avvertenze✦∘
❃Agradecimientos❃
∘✦Guía Básica ABO con modificaciones✦∘
∘✦Prefacio✦∘
❃Aroma incantevole❃
❃Rosa con spine❃
❃Bacio all' anima❃
❃Giocare con il fuoco❃
❃Tu sei la mia salvezza❃
❃Fenix❃
❃Lasciami andare❃
❃Sogno realizzato❃
❃Resilienza❃
❃Venus❃
❃Destino troncato❃
❃Vicino al tuo cuore❃
❃Amare troppo❃
❃Fedeltà❃
❃Delusione❃
❃Seminare nemici ❃
❃Positano❃
❃Le Ciel Sale❃
❃L'inizio della fine❃
❃Decisione irrevocabile❃
❃Il finale❃
❃Sogni morti❃
❃Ceneri❃
❃Promesse infrante❃
❃Chi sei?❃
❃Baco❃
❃Ritorno inaspettato❃
❃Ritorno a casa❃
❃Indietro nel tempo❃
❃Lo spettacolo deve continuare❃
❃Occhio per occhio❃
❃Il mio posto sicuro❃
❃Vendetta cruda❃
❃Come eravamo destinati ad essere❃

❃Il mio piccolo alfa❃

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By GabuZequeira

 —Bienvenidos otra vez —saludó amablemente la doctora Stone.

Zayn entró primero al consultorio seguido de Damiano quien no le soltaba la mano.

—¿Cómo has estado, Damiano? —preguntó la obstetra mientras preparaba la libreta del omega para completar con los resultados de la consulta de hoy.

—Estoy cansado de vomitar —dijo con voz extenuada.

—Es normal en el primer trimestre de embarazo —respondió amablemente la doctora Stone—. Ven aquí. —Señaló la balanza invitando al omega.

Zayn le sostuvo la campera, la cual apoyó sobre sus rodillas una vez que se sentó en una de las sillas. La doctora movió la pesa plateada de la balanza y luego chequeó el pesaje del omega del mes anterior.

—Has bajado tres kilos, Damiano. Eso no está bien —reprendió amablemente.

—Vomito mucho —se defendió.

—¿Han aumentado la actividad física? —le preguntó a Zayn.

—Un poco —admitió.

—Damiano ya no puede entrenar a la par tuya, papá. Lo hemos hablado en la cita anterior —reprochó—. Cuéntame, mami. ¿Qué es lo que cambió?

El omega evitó rodar los ojos al escuchar a la obstetra llamarlo de esa manera.

—La próxima semana es la final del concurso y estamos ensayando mucho —explicó en tanto se bajaba de la balanza y caminaba hacia su alfa.

—¿Cuánto es mucho? —preguntó la doctora anotando en la libreta.

—No lo sé —mencionó Damiano con molestia—... ¿Cinco o seis horas diarias? —Miró a Zayn, quien con el rostro serio asintió a sus palabras.

La obstetra levantó la vista y miró fijamente al alfa.

—¿Más el entrenamiento de todas las mañanas?

Zayn asintió y la mujer negó despacio con la cabeza.

—Damiano —llamó seriamente al omega—. Comprendo que ustedes se dediquen a eso, pero estás atravesando la primera etapa del embarazo, la cual es la más riesgosa y debes reducir la actividad física —reprendió con amabilidad—. No está bien que hayas bajado tanto de peso. Pero te daré una dieta especial para que comas rico en proteínas y grasas naturales y algo de carbohidratos que tu cuerpo también necesita.

—No quiero engordar y ya tengo panza... —se quejó el omega.

La obstetra sonrió cariñosamente.

—Entiendo. Ven, déjame ver tu pancita. —Extendió la mano hacia la camilla para que el omega se acostara allí y se sentó frente al ecógrafo.

Damiano respiró profundo mientras se acostaba. Zayn se sentó a su lado y le tomó la mano, el italiano no había dejado de mirarlo en ningún momento.

—¿Cuándo se irán los vómitos y el malestar? —cuestionó el omega.

—Estás en el primer trimestre, mami. Es normal.

—Pero ya pasaron los tres meses —reprochó el italiano.

—... A veces el malestar puede extenderse un poco más —mencionó concentrada en la pantalla del ecógrafo ultimando los detalles para comenzar.

—Genial —masculló Damiano con desagrado y Zayn le sonrió comprensivo, acariciando su mano delicadamente.

—Pronto te sentirás mejor, tesoro —aseguró el alfa con dulzura, robando una sonrisa al omega.

—Bien. Comencemos. Primero revisaré tu pancita —anunció alegremente mientras descubría el vientre del omega—. No mentías con respecto a que ya tenías panza —dijo sonriente.

—¿Puede ser porque el bebé sea grande? —preguntó Zayn.

—Es probable —consideró la doctora untando el vientre de Damiano con el gel para comenzar con la ecografía—. Ahora lo sabremos.

La mujer apoyó el transductor sobre el vientre de Damiano y comenzó a producir sonidos extraños hasta que la doctora se detuvo en un sitio determinado y unos acelerados y fuertes latidos se escucharon con claridad.

—Aquí está el causante de tanto vómito, papis —bromeó.

Era la primera ecografía que Damiano se hacía. Y a pesar de que ninguno de los dos comprendía nada de lo que se reproducía en la pantalla sus corazones comenzaron a latir con fuerza.

La sonrisa de Zayn se ensanchaba cada vez más a medida que la obstetra les explicaba lo que estaban viendo. A Damiano parecía no interesarle lo que se veía en la pantalla, porque no le quitaba la mirada de encima a su alfa. Los ojos de este estaban llenos de agua y su encantadora sonrisa le alegraba el alma. Damiano amaba tanto a Zayn que haría lo que fuera necesario para que esas resplandecientes avellanas llenas de felicidad no se apagaran nunca.

—¿Quieren saber el sexo? —preguntó la doctora con la vista en la pantalla.

Zayn miró a Damiano con ilusión, pero con duda, hasta que el omega asintió con la cabeza.

—Sí, por favor —pidió el alfa apresurado.

—Es un varón —confirmó la doctora.

Zayn volvió a mirar a Damiano y como si fuera posible sonrió aún más.

—Un varón, tesoro... —dijo con dulzura y acarició el rostro de su omega quien sonreía al verlo tan ilusionado.

—Déjenme tomar sus medidas y podré decirles la casta.

—¿Podemos saber su casta? —preguntó el pelinegro emocionado.

—Sí. Por el tamaño y el peso del bebé podemos conjeturar su casta. Es bastante preciso, pero si desean saberlo con exactitud deberíamos hacer una punción.

—Ni en mil años —rezongó Damiano.

La doctora sonrió y en cuanto terminó las mediciones miró a la pareja.

—Es un alfa.

El corazón de Zayn pareció estallar en ese momento. Damiano pudo sentir su alegría a través del lazo y no pudo evitar sentir lo mismo que su alfa. La felicidad de Zayn le hacía olvidar el descontento y la frustración que tenía desde que se enteró que estaba embarazado. No deseaba encontrarse en situaciones como la que estaba. Detestaba cada modificación y limitación con la que su cuerpo se enfrentaba día a día. Pero, tal como lo hacía cada mañana, se recordaba que por amor a su alfa haría lo que fuera necesario para hacerlo feliz.

—Nuestro pequeño alfa —le dijo Zayn a Damiano antes de besarlo. El omega le limpió una lágrima que, intrépida se deslizó por su mejilla, antes de que volviera la vista a la pantalla—. Mi pequeño alfa —susurró mientras se deleitaba con las imágenes que no lograba comprender.

Sin embargo, la felicidad que embargaba su corazón era inconmensurable. Sería papá y desde que los tres test de embarazo habían arrojado un positivo, se había prometido ser el padre que él nunca tuvo. Darle a ese bebé todo el amor que nunca había recibido. Protegería y amaría a su familia más que a nada en este mundo. Sus tesoros, los ángeles que lograron salvarlo de la maldad que habitó en él, la que se había extinguido gracias al amor que Damiano le brindaba.

Luego de finalizar todos los controles, salieron del consultorio con una dieta balanceada para que el omega siguiera al pie de la letra, además de las recomendaciones de disminuir la actividad física.

—¿Hacia dónde te diriges? —preguntó Damiano en tanto Zayn se desviaba del camino al estudio de danzas.

—Vamos a almorzar, piccolo.

—¿A comer antes de ensayar? ¿Estás loco, amor? —preguntó con indignación.

—Amor... No puedes saltarte las comidas. ¿No escuchaste a la doctora?

Non me ne frega niente delle loro raccomandazioni. Non mangerò prima delle prove. / Me importa una mierda sus recomendaciones. No comeré antes del ensayo —murmuró de mala gana.

—Vas a comer igual, Damiano —dijo seriamente—. Si comes como ella te explicó, no te sentirás pesado. El bebé necesita que te alimentes bien, mi amor...

Con la vista en la ventanilla, Damiano rodó los ojos y dejó escapar un pesado suspiro.

—Está bien —respondió con molestia, apretando las manos. Jamás comía antes de los ensayos y le molestaba tener que hacerlo entonces. Probablemente mi rendimiento será pésimo, pensó sintiéndose enfadado.

—Es por el bien de los dos, tesoro —explicó Zayn al sentir las emociones de su omega—. Y tampoco quiero que te descompenses.

Damiano volteó hacia él y al mirar la sonrisa de su alfa, el malestar fue desapareciendo poco a poco. Asintió con una pequeña sonrisa y Zayn no se demoró en agarrarle la mano y llevarla hasta su rodilla apoyándola ahí mientras conducía.

El almuerzo en verdad le había caído bastante bien al omega. Sentía unas leves náuseas, que ya se habían vuelto cotidianas, pero nada que no pudiera sobrellevar. Al llegar al estudio, Zayn había insistido que el precalentamiento fuese tranquilo, a lo cual Damiano protestó una y otra vez, aunque no pudo salirse con la suya esta vez.

Cuando la canción comenzó a sonar, las indicaciones de Camille no se detenían. Les exigía según su nivel de experiencia y la capacidad de superarse que tanto Damiano y Zayn tenían. Que fuera un ritmo lento, no significaba que la coreografía fuera fácil. Entre los tres la habían planeado compleja y con acrobacias que a medida que los días transcurrían, se complicaba más para el omega.

La parte del puente de la canción se acercaba y la acrobacia que habían evitado durante semanas realizarla de manera completa, en ese momento debían ejecutarla correctamente y sin las colchonetas que el alfa exigía que se utilizara para que, si su omega cayera, lo hiciera sobre ellas. Zayn debía levantar a Damiano y sujetarlo del abdomen para impulsarlo a que este girara en el aire dos veces y luego terminara en los brazos de Zayn.

—Estaré bien —aseguró Damiano a su alfa mientras se preparaba para que este lo cargara.

Zayn asintió y gracias a su fuerza y al impulso correcto de Damiano, logró levantarlo hasta colocarlo por sobre su cabeza, pero cuando debió llevar toda la presión a su mano que sujetaba la parte baja del abdomen del omega, sintió miedo de lastimar al bebé y su agarre se desvaneció ligeramente causando que Damiano perdiera estabilidad. Previendo que su omega caería, Zayn lo sujetó firmemente arrojándose al piso primero para amortiguar la caída del italiano que cayó sobre él.

Zayn sintió un tirón en la rodilla, donde la cadera del omega golpeó al caer, pero sin darle importancia, inclinó la cabeza de inmediato para corroborar que Damiano estuviera bien.

—¿Te golpeaste? ¿Estás bien, amor?—preguntó el alfa con preocupación.

Camille apagó la música y corrió hacia ellos.

—¡¿Qué haces?! —reprochó Damiano intentando ponerse rápidamente de pie.

—¿Están bien? —quiso saber la francesa.

—Lo siento —dijo enseguida el pelinegro—. Sí, yo estoy bien —le respondió a su coach.

—¿Por qué me soltaste? —preguntó Damiano.

—¿Estás bien? —continuó preguntando Zayn a su omega.

—¡Sí, estoy bien! —respondió molesto— ¡¿Por qué me soltaste?! —reprochó otra vez cuando ya estaba de pie.

Zayn se sujetó la rodilla mientras su rostro evidenciaba el dolor que tenía en esa zona. Comenzó a masajearse en tanto Camille se acuclilló a su lado.

—¿Te lastimaste? —preguntó ella revisando que la rodilla de Zayn no estuviera rota.

—¡¿Puedes responderme?! —exigió el omega.

Zayn levantó la vista en tanto continuaba intentando aliviar el dolor.

—Te apreté la barriga... y tuve miedo de lastimarte.

Damiano cerró los ojos con molestia durante unos segundos e inclinó la cabeza hacia atrás.

—No puedo creerlo... —masculló disgustado.

—Iré a buscar hielo —avisó Camille antes de ponerse de pie y correr hacia el refri.

—No quise apretar al cachorro... Lo siento.

—¡Dios! ¿De qué manera podrías hacerlo, Zayn? Es imposible.

—No lo sé, amor. Quizá deberíamos cambiar esa parte —sugirió apenado—. No quiero lastimarte.

Damiano bufó descontento y negó con la cabeza.

—No hagas esto...

—¿Qué es lo que hago, omega?

—Exagerar. Eso haces. Estoy embarazado, no inválido —recriminó.

—Damiano —advirtió e intentó ponerse de pie. El dolor en la rodilla iba en aumento y pensó que probablemente se había hecho un esguince. Se acercó al omega y lo tomó de la cintura, no hizo falta que el italiano dijera algo más, estaba enfadado y Zayn podía sentirlo—. No exagero, estoy cuidándolos. Creo que es un truco que podríamos modificar para que los dos estemos seguros al hacerlo.

—Tú eres el único inseguro aquí —acusó—. Eres ridículo.

—Amor —advirtió una vez más—. Solo estoy cuidando de ti y del pequeño alfa —explicó con un dulce tono de voz.

El omega negó con la cabeza y juntó sus labios en una línea recta.

—Alfa... Ya son suficientes todos los cambios por los que estoy atravesando, así que, por favor... No me hagas sentir más inútil todavía.

—¿Inútil? —cuestionó Zayn y acarició el vientre de su chico—. Estás dando vida aquí, omega. Estás muy lejos de ser un inútil.

Damiano miró fijo al alfa y al contemplar sus avellanas, su corazón fue desacelerándose poco a poco, hallando calma.

—¿Eso crees en verdad?

—Claro que lo creo, mi amor. Y estoy muy orgulloso de ti.

El italiano sonrió y envolvió con sus brazos la cintura de su alfa.

—Te amo.

—También te amo, omega gruñón.

—¿Me seguirás amando cuando mi cuerpo ya no tenga forma y yo ya no tenga vida por cuidar al cachorro? —preguntó con tristeza.

Zayn frunció el ceño y acarició suavemente el rostro de su omega, este cerró los ojos disfrutando del dulce contacto.

—Tesoro... Si pudieras comprender que mi amor por ti está mucho más allá de todo eso... Te amo y te amaré siempre, no importa qué. Entiéndelo —enfatizó.

—¿Estás hablando en serio? —La voz de Camille llamó la atención de la pareja, que volteó hacia ella al escucharla y la vieron hablando por su celular—. Es tan poco serio y profesional. —La mujer se acercó a ellos y le extendió la bolsa de hielo al alfa quien enseguida se la puso en la rodilla—. Okey, quedare atenta a tu llamado. Gracias, Christine. Adiós.

—¿Te llamó Christine? —preguntó Damiano sorprendido de que la asistente de Hunnam llamara a su entrenadora. Se acuclilló frente a su alfa para ayudarle a ponerse el hielo.

—La final se retrasó dos meses.

—¡¿Dos meses?! —espetó el omega y se puso repentinamente de pie.

—Así es. Hunnam alegó problemas personales y que la final se llevará a cabo dentro de dos meses.

Damiano miró a Zayn y este, antes de que su omega dijera algo, ya sabía lo que estaba pensando.

—¡En dos meses no podré bailar! —espetó— ¡Tendré barriga! —Cerró los ojos lamentándose. Había soñado tanto con esa final y no la podría llevar a cabo. Todo estaba arruinado. Sus sueños, su carrera, su vida. Se agarró el cabello y lo haló con fuerza en tanto comenzaba a caminar por el lugar.

—Amor, encontraremos la manera de que bailes.

—¡¿Cómo?! ¡¿Cómo harás?! Temes cargarme ahora. Cuando mi barriga crezca más ni siquiera podrás sujetarme —cuestionó al borde del llanto.

—No lo sé... ¿Podemos conseguir un reemplazo? —sugirió Zayn a Camille, quien ni siquiera tuvo oportunidad de emitir algún sonido.

Damiano volteó hacia el alfa y lo miró fijo.

—¡Qué fácil es para ti! ¿Verdad?

—¡No es así! Para mí tampoco es fácil... ¡Solo estoy intentando resolver esto!

—¡No me grites! —le exigió el omega.

—¡No estoy gritándote a ti, Damiano! ¡La situación es una mierda!

—Chicos, cálmense —quiso conciliar la francesa, sin embargo, la pareja la ignoró completamente.

—¡No me llames Damiano! —pidió en cuanto estalló en llanto.

—¡¿Y cómo mierda te llamas, omega?!

¡Vaffanculo! —le gritó al alfa y corrió hacia la salida del estudio.

—¡Damiano! —gritó Zayn también.

Camille se llevó una mano a su frente con preocupación y el alfa comenzó a correr detrás del omega, olvidando por completo el dolor en su rodilla. La francesa negaba con movimientos lentos de cabeza ante la situación, pero podía comprender ambas posturas.

El italiano abrió la puerta y chocó contra un pecho y unos brazos que lo sujetaron con firmeza.

—¿A dónde vas tan apurado, italiano?

Damiano se sobresaltó y se detuvo a mirar al recién llegado.

—¡Ian! —espetó hundiendo el rostro en el pecho del beta, quien lo abrazó enseguida—. Sácame de aquí.

El rubio levantó la mirada hacia Zayn ya que había llegado a ellos y se detuvo detrás de Damiano. Este negó con la cabeza mirando a su amigo.

—Muy bien. El ensayo terminó —advirtió en un tono gracioso—. Espero que me invites a tu casa a comer esa mierda de spaghetti al pesto que cocinas tan bien, porque estoy muerto de hambre, omega.

❁❁❁❁

La casa de Zayn y Damiano se asemejaba a una tradicional casa de Italia, debido al aroma a pesto que había cocinado el omega y que invadió el lugar. Damiano no se atrevió a cuestionar el pedido de Ian ya que hacía algunas semanas que no lo veía.

—¿Quieres helado? —preguntó cariñosamente Zayn a su omega. Este lo miró de reojo con seriedad y subió y bajó el hombro ligeramente haciendo que el alfa riera por causa de eso—. ¿Qué sabores quieres? —Se animó a acariciar su mejilla a pesar de que sabía que Damiano todavía estaba enojado con él por la discusión en el estudio.

—Chocolate y limón —respondió con aspereza.

Zayn asintió sonriente y se levantó de la mesa en busca de las llaves de la camioneta.

—Yo no quiero, eh. Gracias —dijo el beta con ironía.

—Tú no estás embaraz-... —calló abruptamente el italiano.

Ian parecía haberse congelado ante la actitud del omega, sin embargo, Zayn se acercó a Damiano y le tomó la mano, este se apoyó en él para levantarse y correr hacia el baño y vomitar toda la cena. El alfa lo siguió y en el momento en que el omega se arrodilló en el retrete, Zayn le recogió el cabello mientras le acariciaba tiernamente la espalda.

—Ya pronto pasará, mi amor —alentó cariñosamente, aunque Damiano estaba imposibilitado de responder.

El omega dejó escapar un suspiro audible en cuanto vació su estómago.

—Ya está —avisó a su alfa quien le acarició el cabello y dejó un beso en su coronilla.

—Enseguida regreso, mi amor —dijo Zayn antes de caminar apresuradamente por el pasillo hasta la salida de la casa.

—Mas te vale que me traigas helado —advirtió el rubio, pero no recibió respuesta de su amigo quien había cerrado la puerta del departamento sin mirar atrás.

Mientras tanto en el baño, Damiano enjuagaba su boca y limpiaba las lágrimas que no cesaban de caer por sus mejillas, en esa oportunidad, no eran las arcadas lo que le ocasionaban el llanto. Se miraba al espejo en tanto los latidos de su corazón golpeaban frenéticamente su garganta.

Su vida estaba arruinada. Sería madre a los dieciocho años. Su cuerpo estaba sufriendo tantos cambios que se sentía desorientado, los malestares lo tenían agotado. Los diferentes olores le afectaban a niveles que no lograba comprender. Se sentía irritado, siempre de mal humor, cansado y con muchas ganas de pasarse el día durmiendo. Y lo peor de todo, no podría concursar la final por la que se había esforzado durante meses. Su carrera estaba acabada. Cuando naciera el cachorro debería ocuparse exclusivamente de él, entonces tendría que matar sus sueños y sus metas. Sus días se basarían en amamantar, cambiar pañales y no dormir nunca más en su vida; la que definitivamente estaba arruinada.

Cubrió su rostro con sus manos y comenzó a llorar desconsoladamente. Quizá porque era la primera vez que tenía un momento a solas desde que supo que estaba embarazado, ya que Zayn no lo dejaba a sol ni a sombra. No lo culpaba, era un alfa protector y Damiano sabía que Zayn lo hacía para cuidarlo, pero el omega no estaba preparado para lo que estaba atravesando.

—Hey... —Ian acarició delicadamente su espalda—. ¿Estás bien, omega?

Damiano descubrió su rostro y miró a su amigo. Negó con la cabeza mientras su llanto se acrecentaba.

—Ven aquí.

El rubio lo tomó de la cintura acercándolo a su cuerpo para abrazarlo con fuerza. Fue lo que necesitaba el omega para llorar desconsoladamente en los brazos de su amigo.

—Llora lo que tengas que llorar... —alentó Ian cariñosamente mientras sobaba la espalda del italiano.

—No quiero esto, Ian... —dijo en medio del llanto—. No quiero este bebé. —Al fin pudo decir en voz alta lo que llevaba ocultando hacía dos meses desde esa mañana en el baño cuando supo que estaba embarazado.

El rubio frunció el ceño y tomó al omega de los hombros alejándolo un poco para verlo a los ojos.

—¿De qué estás hablando? —preguntó sorprendido.

Damiano negaba con su cabeza en tanto las lágrimas continuaban cayendo por sus mejillas.

—No quiero ser madre, no estoy preparado. No quiero.

Ian permaneció mirándolo en silencio por unos momentos en los que Damiano odió ese silencio. Si había alguien en el que sabía que podía confiar ciegamente, ese era Ian y que este reaccionara de la manera en que lo estaba haciendo, solo lo hacía sentir una peor persona, más de lo que ya se sentía.

—Ven. Vamos al sillón —pidió llevando al omega de la cintura. Una vez que se sentaron, al fin Ian se pronunció al respecto—. Zayn no está enterado de nada, ¿no es así?

El omega negó con la cabeza.

—Él está tan ilusionado... —La mirada del italiano se perdió en algún punto de la sala—. Si hubieras visto sus ojos esta mañana cuando vimos y escuchamos al bebé... Es un alfa también. —Ian sonrió con ilusión y Damiano se volvió a sentir nuevamente el villano de esta historia—. Lo siento mucho... Siento no estar ilusionado como el resto... Lamento no soñar con el rostro del cachorro... No... —se relamió los labios con angustia—. No deseo este embarazo... No puedo, Ian... No puedo.

—Puedes esperar y darlo en adopción —sugirió de pronto.

Damiano unió sus labios en una fina línea.

—No entiendes... Yo no quiero exponer mi cuerpo a los cambios que estoy sufriendo... —Bajó apenado la mirada, pero se recordó que estaba hablando con Ian, entonces podría ser completamente sincero—. No puedo verme cada mañana al espejo y notar como mi cuerpo está cambiando. Llevo cuatro meses de embarazo y me duele la espalda como si llevara kilos de peso sobre ella. Me cuesta bailar —admitió con tristeza—... A veces ni siquiera tengo ganas de hacerlo, pero debo recordarme que siempre fue mi sueño. Y lo peor de todo es que ni siquiera podré bailar la final, porque la retrasaron y es en dos meses y tendré una barriga nivel Dios... Pero, por sobre todas las cosas —dijo con voz sería una vez más—, no quiero que mis sueños mueran.

—Damiano...

—No... No me digas que no morirán, porque una vez que el cachorro nazca, mi vida no volverá a ser igual... Me ataré a esa persona que deberé criar, Ian... —haló sus cabellos con desesperación—. Yo ni siquiera sé lo que es ser hijo. ¿Cómo se supone que sabré ser madre? No puedo continuar con esto —determinó con seguridad.

El rubio permaneció mirándolo por unos momentos. Damiano pudo percibir una clara desesperación en la mirada de su amigo, quien no la supo disimular.

—Debes hablar urgente con Zayn —pidió con la voz entrecortada—. No puedes seguir ocultando esto.

—No puedo... —dijo lleno de dolor—. Mientras hablo esto contigo el hijo de puta de mi omega parece que estuviera masticando mis entrañas. Me he callado porque ver feliz a mi alfa es lo único que deseo y que, sobre todo, mi omega desea. Le daremos un hijo y ¿qué omega no quiere eso? Mi lobo, es mi peor enemigo, Ian.

—En algún momento deberás hablar con Zayn. No puedes dejar pasar más tiempo, Damiano.

—Le causaré el peor dolor... —aseguró sintiendo a su lobo enfadado, tal como lo sentía desde hacía cuatro meses. Su omega amaba a ese cachorro y Damiano se sentía un extraño en su propio cuerpo.

—Le dolerá, sí. Pero si le explicas esto que te está pasando lo entenderá.

—No... —dijo con dolor—. Él ama a este cachorro...

—Pero más te ama a ti, imbécil, entiéndelo de una vez. —Tomó firmemente de los brazos al omega y lo miró fijo—. Escúchame con atención, Damiano —pidió con voz seria, una que el omega nunca había escuchado en el beta—. Debes hablar con Zayn. No hagas ninguna estupidez sin hablar primero con él. He crecido junto a tu alfa y lo conozco demasiado bien como para decirte que, si le ocultas algo así, lo conocerás, Damiano... —advirtió—. Tú crees conocer la maldad de Zayn, pero te aseguro, tú no la conoces.

Damiano permaneció observándolo con el ceño fruncido por unos instantes en los que su corazón logró reconocer la amenaza detrás de esa advertencia. Sin embargo, cuando las llaves en la cerradura anunciaron la llegada de Zayn, Ian recuperó su postura despreocupada y le sonrió a su amigo, quien traía bolsas de cartón en las manos.

—Llegaron los helados —anunció el alfa con una sonrisa mientras dejaba las bolsas sobre la mesada de la cocina. Volteó hacia el omega y miró su postura rígida—. ¿Estás bien, amor? —Miró luego a Ian, pero este estaba hurgando entre las bolsas buscando el helado que le correspondía.

—Espero que hayas comprado los sabores que me gustan, imbécil —advirtió el beta.

Zayn volvió la mirada a su omega y caminó hacia él. Se acuclilló frente al sillón y levantó su mentón.

—¿Estás bien? ¿Pasó algo mientras yo no estuve? —susurró.

Damiano tragó saliva y miró a su alfa a los ojos.

—No. No pasó nada...

Zayn apoyó la mano en el pecho de Damiano.

—Tienes miedo... —aseguró.

Damiano reconoció esa voz que advertía que su alfa estaba en un estado de alerta, entonces carraspeó batiendo sus pestañas en un intento de recuperar una postura casual.

—Es por la final del concurso, estábamos hablando de eso.

—¿Y por qué eso te provocaría miedo? —preguntó incrédulo—. Omega... —advirtió después.

—¡No puedo creer que conseguiste pistacho! —espetó Ian desde la cocina.

Zayn ladeó apenas la cabeza, continuaba prestando absoluta atención a Damiano.

—Me dirías si algo más está sucediendo, ¿no es así?

El italiano se esforzó en sonreír de manera convincente y asintió ligeramente.

—Sabes que lo haría —aseguró tomando las mejillas del alfa—. Solo quiero bailar la final, no quiero perderme eso...

El alfa asintió con seriedad.

—Encontraremos la forma, amor... Si debemos cambiar la coreografía para que puedas hacerlo, lo haremos. Te lo prometo, tesoro.

Damiano asintió, sintiéndose un ser completamente despreciable.

—Te amo, alfa... —dijo apoyando la frente sobre la de él.

—Te amo, mi amor... Los amo —aseguró acariciando el vientre de su omega.

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