ღ Ineffable husbands - ONESHO...

By No_giving_up

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┏━━━━━━━━━━━━━━┓ Crowley x Aziraphale y otras parejas paralelas del multiverso Michael Sheen-David Tenn... More

「✦」Dolor de corazón.
「✦」San Valentín.
「✦」Sabor dulce.
「✦」Demon!Aziraphale - Te tantum diligo.
「✦」Angel!Crowley - Colonenses 3:5
「✦」Después del No-Fin de los tiempos.
「✦」Illogical! husbands-Una nueva oportunidad.
「✦」REV!Omens- Te adoro.
「✦」Puedes mirar, ángel. ANGST.
「✦」IneffablesWives -Una noche de lluvia
「✦」Killer!Husbands - Hazme gritar.
「✦」Rev!-Por ti haría cualquier cosa.
「✦」Lujuria de Ángel.
「✦」Illogical husbands! Herida por herida
「✦」Human AU- Lenguaje floral
「✦」Omnia vincit amor (Roma)
「✦」Baroque Husbands!- Búscame en Londres
「✦」Crime! husbands-- Bajo sospecha pt. 1
「✦」Crime! husbands-- Bajo sospecha pt. 2
「✦」Inner Demons!- Tras la Caída
「✦」Una vez en el Cielo
「✦」Rev! Dolorosa tentación
「✦」Fem! Aziraphale-- Crawling back to you
「✦」Fem! Crowley -- La Esposa del Sr. Fell
「✦」Tras la s2 - «1 Timoteo, 2:6 »
「✦」Arrodíllate
「✦」Vampire AU! - La tua cantante
「✦」Mano de Santo
「✦」Primera tormenta (Edén)
「✦」Segunda tormenta (Mesopotamia)
「✦」Tercera tormenta (Tierra de Uz)
「✦」Huye. Quédate [Serial Killer Husbands]
「✦」 Baroque Husbands! pt.2- Completamente tuyo
「✦」Juego de posición [Fem!Aziraphale]
「✦」Juguetes [Fem!Crowley]

「✦」Sempiternus

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By No_giving_up


" Tras el Armagedón, Crowley y Aziraphale están en una de sus reuniones habituales charlando tranquilamente, cuando este último se decide a contar una anécdota cuanto menos interesante. Aziraphale relata que experimentó un enamoramiento por cierto ángel  antes de ser asignado a la Tierra y el demonio se sorprende encajando sus descripciones con los vagos recuerdos que conserva de su vida anterior en el Cielo" 


[Contenidos: Crowley es Raphael, Eventos tras la s. 1; mención del headcanon según el cual el nombre de Aziraphale comparte raíces con el nombre de Raphael por estar designado a ser su acompañante eterno, significando "Señor, mi fuerza, sáname" o, "Raphael, mi fuerza" "ayudante del caído"; smut, son felices porque esto es mera terapia]

- Givin

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           «Sempiterno es lo que durará siempre; 

                              que habiendo tenido un principio, no tendrá fin »

"  Sempiternus "

— Gabriel sigue mirándome raro desde que estuviste tú arriba. — Aziraphale reía suavemente mientras le comentaba como seguía el cielo tras aquel pequeño cambio de cuerpo hará unos meses atrás. — A veces le escucho rezar el rosario, Crowley. ¡El rosario! No lo rezamos desde que le enseñamos a los humanos a hacerlo.

El ángel se levantó del escritorio, recolocación el chaleco mientras tomaba asiento frente a Crowley. Desde que había sucedido aquello, sus vidas habían sido un remanso de paz, del cual podían aprovechar para pasar mucho más tiempo juntos.

Crowley, como siempre, oía sus anécdotas con una entretenida mueca en sus labios, tranquilamente rezagado en uno de aquellos sofás y guardando silencio hasta que el ángel hubo acabado.

— Ese Gabriel es un rarito sin más. Todo el maldito tiempo— bufó con una risita, deslizando una de sus piernas sobre la otra— Lo mejor de toda la estratagema fue verle el careto.

— Me lo puedo imaginar solo con verle ahora, ya sabes, a veces hay que entregar alguna documentación, pero... Se está bien sin tener que recibir llamadas o visitas inesperadas. — Aziraphale negaba con la cabeza. — ¿Quieres otra botella más?

El ángel señaló la copa ya vacía. Llevaban horas los dos sentados en aquella estancia, simplemente hablando y riendo. Para él, siempre era fácil aquellas conversaciones, la confianza que le transmitía Crowley, no solo por su forma de ser, sino en general, le hacia estar mucho más tranquilo.

— ¿Sabes? Hay algo a lo que le doy vueltas, desde hace unos años.

Crowley no tardó en asentir y en señalar brevemente su vaso, dispuesto a tomar algo más de aquel dulce brebaje.

— Me apunto a otra ronda— su sonrisa se hizo más evidente mientras agarraba la botella para servirse— Dispara, angelito.

El goteo del vino resonó sobre el cristal cuando las copas se llenaron una vez más y Crowley dejó la botella donde había estado en un inicio y se recolocó en su asiento, alzando las cejas, a la espera de que Aziraphale procediera.

— Puedes beber algo más antes si eso te suelta la lengua— seseó con picardía.

— Creo que suficiente tengo suelta la lengua contigo cerca.

Aziraphale carraspeó luego de unos segundos, reflexionando sobre sus palabras, pero tratando de correr un tupido velo. Se acomodó en el asiento, manteniendo su mirada fija en él. Estaba convencido de su pregunta, y sobre el punto de vista de Crowley hacia ella.

— A ver, en el Cielo se nos asustaba de muchas maneras. Bueno, y una de esas, era decirnos que vosotros, los caídos, — dijo señalando antes de continuar con una sonrisa nerviosa. — se os castigó por amar. Y claro, yo me estaba preguntando, si fue... Bueno, si fue tu caso.

Crowley tensó los labios como solía hacerlo cuando las palabras del ángel le pillaban desprevenido; no obstante, se esforzó por disfrazar su sorpresa puesto que no tenía aquellos cristales para ocultar sus ojos en la confianza de aquella reunión. También carraspeó suavemente, dando un asentimiento antes de sorber de su vaso.

— ¿Si caí por amar? —repasó la cuestión antes de darle su respuesta, con cierta timidez— No fue mi caso, pero conozco que era una posibilidad. Siempre creí que simplemente era un cuento chino que le contaban a los angelitos para que no se atrevieran a ello, la verdad. Yo sólo... me pasé de curioso, para el gusto de los planes del Cielo. Pensaba que tal vez te hubiese comentado algo antes.

Tras contestar, no dudó en refugiarse un poco tras el cristal de la copa, tragando algo más del vino. Crowley no compartiría historias tan personales con cualquiera, pero ya eran muchos años de amistad con Aziraphale y, por su parte, la confianza también era irreprochable entre ellos.

— Algo me comentaste sí. — murmuró Aziraphale tras escucharle, tomando su copa para darle un trago mientras pensaba. — Entonces, no entiendo. Si realmente algunos cayeron por eso, ¿por qué no fui con ellos? ¿Debería haber dicho la verdad y recibir la sentencia? Ni siquiera sé cómo, bueno... ¿Simplemente os tiraron?

El ángel comenzó a hablar casi sin frenos, hasta que por el rostro de Crowley, se dio cuenta que tal vez había dicho demasiado o quizás ni él mismo se había enterado de lo que estaba diciendo.

— Perdona, el vino. No puedo echar el freno.

Crowley bufó una risita, antes de inclinarse más cerca de la mesa, con los ojos bien abiertos por divertido interés.

— ¿Que tú qué? —carcajeó, dejando el vaso. Definitivamente, las ocurrencias de aquel ex-principado tan peculiar nunca dejaban de sorprenderle— ¿Me estás diciendo que tú, Aziraphale, el emisario más ingenuo, recto y papanatas de Dios, ha tenido un tierno romance angelical?

Para el demonio aquello era un cotilleo de lo más jugoso, recolocando su postura en el sillón para escuchar atentamente y con la lengua moviéndose en la cara interior de una de sus mejillas.

— Aún me sorprende que no seas tú el que esté en mi lugar. Ahí Arriba son estrictos con lo que les conviene— gesticuló con una de sus manos con cierta gracia, tratando de resolver alguna de aquellas cuestiones que había bombardeado Aziraphale con tal rapidez— Por supuesto, supongo que... si no compartiste tus pensamientos con nadie, no corrías el mismo riesgo que al informar a Dios mismo de tus dudas sobre su plan. Algo mucho más ofensivo para ella, si puedo opinar. Probablemente por ello no tienes sentencia, igual que no la tienes por tus otras muchas travesuras.

El rostro de Aziraphale enrojeció al escuchar a Crowley, su risa y sus burlas una vez más eran por él. Lograba entender que fuese casi impensable, pero no era mentira. Él nunca mentía, al menos, no a Crowley. No siempre.

— Dios sabe... Dios sabe todo lo que hacemos, incluso lo que haceis vosotros. Ella es consciente de todo eso. — trató de explicarse. Tomó aire y se encogió de hombros, apoyando su espalda en el respaldo del sillón. — No fue un romance. Era, — el ángel sonrió tratando de recordar aquellos días. — fue unilateral. Era un superior. Un día me descubrió observandole. Me gustaba mucho admirar su trabajo aunque no lo comprendiese, supongo que eso es lo que sentirán los humanos.

Crowley sólo ladeó el rostro con gracia y se relajó sobre el asiento, dándole a entender que le escuchaba con atención. No dejaba de estar sorprendido por algo así por parte de Aziraphale, a quien siempre había visto como "demasiado recatadito" si no estaba él por los alrededores; por no hablar de que, ahora que la historia había comenzado, necesitaba saber cómo continuaba.

— Esto parece un libro de Jane Austen— rió un poco, enseñando los dientes en una corta sonrisa, y pronto le dió un gesto apresurado con la mano, animándole a contar más— ¿Bueno? ¡Qué pasó! ¿Le dijiste cómo te sentías? o ¿qué te dijo?

— Idiota. — dijo Aziraphale entre risas. Movió su mano mientras volvía a tomar de su copa otro trago. — Jamás le dije como me sentía, eso lo guardé para mi. Siempre estaba trabajando, los serafines al principio tenían las tareas más duras, y las más preciosas. Con el tiempo llegué a apreciar su trabajo, tal y como siempre lo veía. — el ángel miró su copa, frunciendo ligeramente el ceño mientras cavilaba. — Esa expresión de orgullo, de apreciar la auténtica belleza, de... Bueno, de ver la obra de Dios. Jamás he visto a alguien mirar de esa forma. Ni siquiera a los humanos más enamorados.

El demonio se permitió sumergirse en aquel relato, con una plácida sonrisa en los labios que no podía controlar, cargada de nostalgia. Subió la mirada al techo, dando un sorbo al vino y suspirando poco después.

— Es una pena que jamás lo supiera— no olvidó puntualizar, torciendo la boca— Tal vez hubieses sido correspondido, angelito, ¿quién sabe?

Crowley dió un lento asentimiento después de hablar, llevando su mirada a la expresión distraída de Aziraphale. Sabía bien a qué se refería, no sólo a la parte de las emociones unilaterales pobremente contenidas; sobre todo a cómo era todo en aquellos días, en los que se laboraba el diseño de aquel hermoso universo. Él mismo había tenido la suerte de invertir su esfuerzo en todo tipo de galaxias, de estrellas, tan hermosas como ninguna otra cosa que hubiese atestiguado, como un lienzo fundido en miles de colores. Antes de caer.

— Aquello sí que era un espectáculo, una preciosidad. Una pena que se desperdiciase tal hermosura; pero ya sabemos lo que pasa con los necios que cuestionamos el plan de Dios— Crowley alzó un poco su copa en honor al recuerdo, dando un trago que endulzara los amargos recuerdos, aún difusos en ciertas secciones— ¿De qué tarea se encargaba tu ángel?

— Quien sabe... O hubiera sido amigo tuyo en lo más profundo de los infiernos. — bromeó el ángel alzando las cejas mientras miraba a Crowley. Las palabras del demonio le hizo soltar una suave carcajada, rememorando conversaciones con aquel ángel. — Una caja de sugerencias, hacia falta una. — la risa de Aziraphale se intensificó teniendo que tapar su boca unos segundos mientras reía hasta lograr calmarse. — Él creó formas y colores en el cielo, millones de estrellas que ahora el humano puede apreciar con esos telescopios gigantes. Seguro debe de estar orgulloso de que su trabajo finalmente se pueda ver, y no solo se quedase ahí como pensó.

El demonio carcajeó, echando hacia atrás el mentón para revelar más de su garganta.

— ¡Por Satán! Una maldita caja de sugerencias, a eso me refiero— coincidió con un asentimiento irónico, llevándose la copa a los labios— Lo dije mil veces y aquí estamos. Al menos me tranquiliza no ser el único incomprendido ahí Arriba.

Crowley estaba demasiado en su salsa para prestar atención efectiva a aquella narrativa, sus recuerdos le quedaban muy lejos y esperar que otros ángeles estuvieran insatisfechos sólo sonaba como algo lógico, esperable. No obstante, las últimas palabras de Aziraphale desintegraron sus comisuras alzadas lentamente, provocando que arrugase el ceño con extrañeza.

— ¿Su trabajo? ¿Como que...?, vamos a ver —las consonantes en la boca del demonio se remezclaron como solía suceder cuando estaba confuso. Si no había perdido completamente el juicio, aseguraría que algo como aquello había sido su trabajo, en particular; tampoco olvidaba el orgullo por su obra, aquel que le costó tanto— ¿Sabes cómo acabó la cosa para él? Si sigue como entonces.

Por momentos, Aziraphale pensó en lo bien que podrían haberse llevado aquel demonio con el serafín, quizás habían sido amigos en otra vida. El cielo era demasiado grande y extenso como para pensar lo contrario. El ángel movió la cabeza para observarle cuando Crowley se atragantó con sus propias palabras, extrañando de ello. Dio un sorbo a su copa, terminandola de aquel trago mientras negaba.

— Jamás lo sabré. Un día estaba ahí, y desde entonces no le volví a ver. Quizás Dios le dio otra tarea mucho más importante. Tal vez alguna tarea como la mía, o simplemente... Sigue arriba. — dejó la copa en la mesa e hizo un mohín con los labios. — Jamás supe su nombre. Recuerdo que cuando me habló estaba tan... Obcecado en su trabajo, que yo si lo hice; me presenté y él simplemente, admiraba lo que hacia. Por eso soy así, ¿sabes? Quiero estar igual de orgulloso que él con el trabajo que hago. Disfrutarlo tanto... Hacer mi vida de ello. Tener un sentido al fin.

Crowley arrugó el ceño con cierta confusión, aunque trató de no ser demasiado descarado en su consternación. Sin embargo, todo parecía encajar extrañamente, su vida anterior y este relato. Emitió un suave gruñido al llevarse una mano a las sienes, frotándolas ligeramente. Trataba de rebuscar entre sus recuerdos, cosa que siempre le provocaba cierta jaqueca, pero no lograba recordar si había tenido alguna interacción semejante con otro ángel cuando aún participaba del Cielo, cuando taimaba aquellos patrones estelares, que se maravillaba al accionar con su manivela.

Después de todo, es posible que fuese cierto y estuviese demasiado ensimismado en su proyecto como para prestarle atención, si es que alguna vez fue él el serafín con el que Aziraphale conversó, o si al menos lo llegó a conocer.

— Es posible que le conociese— arrugó más el ceño, con cierta frustración por su poco éxito en la rememoración— Sin embargo, no recuerdo ningún ángel que trabajase aquel sector. En mis tiempos, sólo estaba yo. Tal vez fue mi relevo cuando, bueno. Ya sabes.

— ¿Qué?

Aziraphale miró sorprendido a Crowley, dejando su boca abierta y mucho más confundido que mientras trataba de recordad aquellos años.

— No... No hubo relevos una vez creado, una vez castigados... No hubo nadie más allí. Me refugiaba en aquel rincón observando aquel tapiz estelar hasta que me mandaron a vigilar en el jardín. No había... Nadie más. — sus ultimas palabras salieron lentas, en un susurro. Aziraphale se levantó como un resorte y comenzó a caminar en la estancia. — No... ¿Qué estás queriendo decir, Crowley?

El demonio tragó saliva ante la contundente respuesta del ángel. No conocía aquellas circunstancias, había pensado verdaderamente que aquel amor pasado de Aziraphale seguiría allí, en algún rincón del Cielo. También se puso de pie, dando algunos pasos tras él. De todo aquello ser cierto, significaría que él mismo era ese serafín al que tan buenas palabras dedicaba, el encargado de las estrellas, el de la estúpida caja de sugerencias y la ambición desmedida.

Crowley bajó un poco la cabeza cuando sostuvo el brazo trajeado de Aziraphale con cautela, y se lamentó por aquella pérdida. Después de todo, para él Raphael ya no existía, ni volvería jamás. Se había esfumado, junto a sus sueños y a la alegría que le llenaba cuando contemplaba su creación.

— Lo siento, Aziraphale— frotó ligeramente, para ofrecerle algo de confort a su amigo, en un murmuro— Si las cosas son tal y como las recuerdo, tu ángel no está ya entre nosotros.

— ¿Quién era? — murmuró y se apegó de espaldas al cuerpo de Crowley, sintiendo que por momentos, le faltaban fuerzas. Había ansiado un encuentro que jamás se daría. — Le conocías, tu mismo lo estas diciendo. ¿Quién era? ¿Está contigo en el infierno? — otra probabilidad atravesó su mente como un rayo y se llevó las manos al rostro. — Dime que no lo hicieron desaparecer...

Aziraphale sentía que hiperventilaba, tratando de pensar, pero iba demasiado rápido. Demasiado para lo que acostumbraba. Se giró y buscó la mirada de Crowley. Sus orbes celestes, húmedos, buscaban y ansiaban una respuesta lógica si es que aquello debía de morir.

Crowley tragó una vez más, manteniendo la mirada que aquel le dedicaba desesperadamente, y pensando cómo es que debía abordar todo aquello, si debía ser sincero, aventurándose de esa manera; o si era más fácil dejarlo ir, cerrar la historia de esa vida anterior que apenas recordaba, como concluyendo un mal sueño.

— Lo conozco, supongo— inició con cierto nerviosismo, y agarró con más suavidad el brazo de aquel, queriendo inferirle algo de calma con un gentil vaivén— Ven, siéntate conmigo.

El demonio le guió con cuidado al sofá, sentándose junto a él y exhaló profundamente. La información se enmarañaba en su mente, mientras trataba de ordenarla con coherencia, hasta poder construir lo que fuese cercano a ambas versiones. Sus orbes amarillos subieron a los de Aziraphale y trató de hablar lo más suavemente posible.

— Tal vez me equivoque, ángel. Todo parece algo difuso aún. Sin embargo... de algo tengo certeza— la mirada de Crowley tomó un brillo más sereno, casi con cierta severidad— Sólo hubo una mente tras la composición de esas galaxias, estrellas, de ese cielo del que hablas. Y fue la mía. Lo taimé con tal amor cegador, que la ambición quiso ganar a los planes de Dios. Me atreví a "sugerir", como dijiste, cambios en él y ello acabó conmigo, sumergido en lodo y expulsado del proyecto.

Con una risa algo sarcástica, Crowley negó con la cabeza, pero mantuvo una sonrisa gentil en su boca, melancólica, que le dedicó sólo a él.

— Ese ángel del que hablas, Raphael. Sí que ha desaparecido y bueno, en parte no. No te abandonó nunca porque estoy aquí, frente a ti ¿Comprendes lo que te digo?

Aziraphale palideció mientras le escuchaba, sentado junto a él. Su cuerpo no se había movido de su posición y rostro observaba a Crowley mientras hablaba. Para el ángel era contarle la verdad sobre aquella idealización que había creado en su mente tras tantos milenios.

Entonces, ante aquella declaración, Aziraphale se quedó sin respiración. Y por un momento pensó que sería otra de las burlas de Crowley, para hacerle reir y que siguieran bebiendo, pero su mirada; aquella mirada le decía que creyese la verdad.

— Eras... ¿Eres tú? — el ángel sintió que el vello de su cuerpo se erizaba. Tomó una bocanada de aire, tratando de respirar de nuevo. — ¿No es ninguna broma?

— Todo apunta a ello, creo— Crowley habló con poco volumen y suspiró, asintiendo ligeramente— Colores en el cielo, millones de estrellas.

Volvió a saborear las palabras anteriores del Principado con cautela, atreviéndose a desviar la mirada por unos instantes.

— Yo lo compuse, lo accioné—el caído le buscó con sus orbes de nuevo, aún nervioso por aquellas enormes coincidencias. Contuvo una risa sin mucho éxito, a pesar de que se le humedecieron un poco los ojos— Pensaba que era ridículo que la Tierra no estuviese en el centro del espacio, al menos, para que se pudiera contemplar todo como lo merecía; ¿puedes recordar algo así...?

Crowley sintió el nudo en su estómago crecer, así como un estremecimiento recorrerle por completo ante aquella posibilidad, que hubiesen permanecido juntos a pesar de todo, como si el amor de Aziraphale le hubiese reconocido a ciegas, como destinados extrañamente a reencontrarse.

Aziraphale trataba de ordenar en su mente aquellos recuerdos, tratando de ubicar a Crowley en ellos, pero era extraño pensar que pudiera ser el mismo. Que fuera la persona de la que se enamoró, y por la que sentía algo que no debería existir.

Los ojos de Aziraphale se abrieron y brotaron unas lágrimas al oirle mencionar aquello. Lo recordaba, y por eso mismo lo había mencionado antes.

— El Hubble. Los humanos ahora pueden ver esos colores y las estrellas con el Hubble. — Aziraphale sintió que su cuerpo se movía solo, tambaleándose en el asiento. Dejó reposar su espalda y se llevó las manos al rostro. — Los humanos no pueden verlo a simple vista como... Como aquella lluvia de estrellas frente al tapiz estelar, pero... Las ven en fotos, las estudian, tratan de comprender cómo fue posible.

Todo su cuerpo se estremeció, abriendo sus ojos para buscar el rostro de Crowley, ruborizándose al darse cuenta de la confesión que le había hecho, cuando, sin duda alguna, debía de ser él.

El demonio sonrió cuando sus facciones se suavizaron al oírle hablar con tanta pasión.

— Me gustan los humanos por su osadía. Aunque tampoco tanto— comentó con cierta gracia, subiendo la mirada por instinto, como si pudiera ver aquel cielo del que Aziraphale hablaba en el interior de esa librería— Es algo que compartimos y que supongo que me ha hecho volver a ellos, que encuentren mi obra tal y como quería, después de tanto tiempo. Tal vez estaba destinado a ser y sólo fui impaciente.

Crowley se encogió de hombros con cierta vergüenza después de abrirse de aquel modo, regresando la mirada al suelo y, a continuación deslizándola hacia el Principado a su costado. Se percató entonces del alarmismo en su mirada y rió por lo bajo, llevando una de sus manos al hombro de Aziraphale.

— Siento que no haya sido como lo imaginabas. Ese ángel del que..., bueno, te enamoraste— susurró, finalmente descansando también su espalda en el sillón, con cierta amargura.

— Hay... Tengo un libro con imágenes sacadas de ese telescopio. Si un día quisieras recordar, solo... Solo dimelo, Crowley.

Aziraphale sonrió ligeramente, aún tímido y confuso por tal información. En su mente, era incapaz de ver el rostro de aquel ángel, había pasado demasiado tiempo, pero viendo el perfil de Crowley, comprendía un poco porque le calmaba. No era porque fuese él, sino aquellos íntimos momentos en la soledad del infinito, mientras veían aquel espectáculo, esos recuerdos bajo llave eran los que le ayudaban a sentirse así con él.

— ¿Qué? No, no, está bien, Crowley. — movió rápidamente sus manos, y dejó una sobre la rodilla del demonio. — Debo de sentirlo yo, por... Esas declaraciones inmorales. Lo lamento...

Aquel negó con la cabeza en respuesta, notablemente más nervioso. Conocer que Aziraphale hubiese tenido esas emociones por él, era una sensación agridulce. Por una parte, innegablemente se alegraba de, al menos en otro tiempo, haber sido de su interés; pero, por otra, sus dudas habituales le asaltaban de nuevo, reforzadas con aquella verdad. Siempre había pensado que Aziraphale no se sentía vinculado a él, como demonio, como lo que ahora era; sino con el resquicio de posible bondad en su ser, con el ángel que había sido tiempo atrás, con el convencimiento constante de que no estaba tan lejos de su bando celestial.

Después de aquel año juntos, de su colaboración frente al Armagedón, él y Aziraphale siendo una especie de equipo, había dejado de ser tan difuso; más bien se había consolidado con su victoria. Crowley diría que, por primera vez, el ángel parecía orgulloso de aquello y, sin embargo, tras estas revelaciones, volvía a sentirse insuficiente merecedor de su afecto, porque había cambiado, porque ya no era el Raphael del que se había enamorado.

—No te disculpes— le cortó rápidamente, tensando los labios al tomar la botella de nuevo entre sus manos, prefiriendo distraerse con aquellas acciones— Ni siquiera sabía que los ángeles podían enamorarse realmente. Me alegra de que lo hayas compartido conmigo. Me gusta que no seas como esos estirados, Aziraphale, que no temas a sentir como sientes, bondad y amor. Aunque a veces me enerva, tal vez eso sea lo que me ha atraído hacia ti de nuevo.

— Te lo dije... Unilateral... — Aziraphale bajó la mirada, hablando en voz baja mientras escuchaba a Crowley, incapaz de mirarle, o mejor dicho, de sostener su mirada. — ¿Sabías quién era cuando nos conocimos en el jardín del Edén?

El ángel pensó que nuevamente se había quedado sin aliento mientras le preguntaba. Ahora tenía demasiadas preguntas en su mente, y pocas respuestas. Estaba seguro de algo, que ese encuentro había dado lugar a todos los ya conocidos, a que estuvieran hoy ahí, bebiendo. Tomó la botella de entre sus manos, separándola de sus labios. Aquellas palabras, Aziraphale pensó que lo había incluso malinterpretado.

— ¿Cómo qué atraído? ¿De nuevo...?

Crowley suspiró cuando aquel retiró la distracción de sus manos y retiró la mirada con cautela, sintiendo las mejillas más cálidas.

— No lo sabía, pero había algo en ti que... me despertó curiosidad, una comodidad, como si ya te conociera de algo. Ahora puedo ver por qué— bufó una risa corta, negando con la cabeza. Sentía que debía continuar hablando, llegado el momento, confesar sus emociones de alguna forma; después de que se hubieran desvelado tantas cosas aquella tarde, y aunque el rechazo fuese doloroso— Bueno, es irónico, realmente. Tal vez mi verdadero castigo después de mi osadía. Ser aquel a quien amabas entonces y, una vez he dejado de serlo, ser yo quien te ame.

El demonio apresuró sus últimas palabras con duda, pesadas por su profundo significado y giró el rostro un poco más, como quien aguarda el inminente retumbar de un relámpago después de haber atisbado la luz entre las nubes unos segundos antes. Prefería no ver la compasión, la lástima en las facciones de Aziraphale después de sus palabras.

Aziraphale tomó la botella y la llevó a sus labios tras oirle, dando un gran trago antes de mirarle perplejo. Abrió varias veces la boca para hablar, pero sus palabras se quedaron ahogadas en su garganta, confuso, feliz, alterado... Pero se sentía completamente estático al oirle, siendo casi lo más irreal que podía oírle decir.

— Me... ¿amas?, Crowley, repítelo de nuevo por favor. — dejó la botella en la mesa y se levantó, colocándose de cuclillas frente a él, con las manos en sus rodillas buscando su mirada. — ¿Amar? ¿El mismo amar de los humanos?

Crowley se ocultó un poco en sí mismo al tenerle tan cerca, siendo imposible evadir sus ojos azules por más tiempo, y bajó el mentón con un profundo suspiro exasperado. Se pasó una de las manos por el rostro, y sus latidos se aceleraron cuando le creció el rubor.

— Aziraphale, no... — comenzó, en un hilo de voz. "No me hagas repetirlo", era lo que había querido suplicarle, deseando que aquel corte fuese rápido e indoloro, que el ángel no se regodease en sus patéticas emociones. Sin embargo, buscó su mirada cuando detectó en su voz una extraña impaciencia, casi como si desease oír su respuesta. — Yo... Sí. De esa misma manera.

Crowley musitó su confesión, tratando de leer lo que desentrañaba la mirada de Aziraphale, posada en él con semejante atención. De repente, el tacto de sus manos gentiles en sus rodillas, comenzaba a extender una cálida ola que abordaba todo su cuerpo.

— Lo he hecho desde el principio. Desde que perdiste tu estúpida espada llameante. Confié en que sólo era una curiosidad insignificante, pero... creció con cada encuentro posterior y se hizo más fuerte. Sé que es estúpido.

Finalmente, el ángel recordó como era respirar tras oir a Crowley. Un suspiro de alivio salió de entre sus labios, contemplando aquella mirada que para él, era la más hermosa de todas. Mientras hablaba el demonio, Aziraphale tanteó en busca de sus manos, apartándolas de él y sosteniendolas entre sus dedos. Miró sus manos, con la atención puesta en su voz, y besó la piel de sus nudillos, cerrando los ojos en su tarea.

— Hiciste de Shakespeare el dramaturgo más reconocido del mundo, idiota... — Aziraphale rio contra la piel de sus manos, apartándose para buscar su rostro. Liberó una de estas y subió su mano a su mejilla, acariciándola. — No es estupido, lo encuentro encantador... Bastante, diría... — las mejillas de Aziraphale acompañaron del mismo rosado que las que lucía Crowley en sus mejillas, sonriendo con timidez. — Lamento haberte hecho esperar...

El demonio se inclinó más cerca en su asiento, sorprendido por su respuesta y lo real que se sentía el cariñoso tacto en su mejilla y sus labios sobre sus nudillos. Congelado por la impactante sensación amorosa que se inyectó directamente en su corazón, Crowley balbuceó algunas cosas incomprensibles. Aquella suave sonrisa dedicada solamente a él y la adoración en los ojos de Aziraphale le inundaron de un nervioso júbilo, le resultaban de ensueño.

— ¿Hablas en serio? —alzó las cejas, mientras también se alzaban ligeramente sus comisuras, en una indiscreta sonrisa por aquel tierno cumplido; aunque pronto siseó un poco— Un momento, ¿estás diciendo lo que creo que estás diciendo?

Las manos de Crowley se posaron en los hombros de Aziraphale, ahora arrodillado frente a él y se acercó un poco más a aquel, inclinándose para observar su semblante más íntimamente. Dió una corta mirada a sus labios, a la espera de que pronunciaran nuevas palabras.

— Tan enserio como que estamos respirando. — Aziraphale acortó la distancia y besó castamente sus labios para luego seguir hablando. — Hiciste que me enamorara, y cayera por ti dos veces... Quizás más, porque había días en los que pensé que podría enamorarme de ti de nuevo, quiero decir... Me gustas desde hace mucho, no recuerdo cuándo pasó, pero sí fui consciente el día que protegiste mis libros, Crowley. Y no hablo del incendio, sino de la Iglesia.

El demonio curvó sus labios en una sonrisa, con el corazón revuelto después de aquel pequeño beso.

— Lo recuerdo bien —le susurró, descansando su frente contra la de Aziraphale y buscó una de sus manos, para tomarla entre sus dedos con cautela— Al igual que recuerdo el día del incendio. Después de aquello, no sabía qué hacer, me sentía tan perdido, tan sólo en la Tierra sin ti. Fue un alivio volver a verte.

— No creo que pudiera vivir sin ti. — Aziraphale rio de manera nerviosa, mordiendo su labio inferior mientras negaba con la cabeza. — El tiempo que pasamos separados, trabajando, me preguntaba cuando sería la siguiente vez en verte.

Los dedos de Crowley acariciaron su dorso suavemente, antes de acercar su mano a sus labios y ser entonces él quien besaba sus nudillos, arrugando un poco el ceño por la vergüenza, pero en respuesta a la misma promesa de amor silenciosa.

— Tal vez estaba en los planes de Dios desde el principio que... estuvieses siempre a mi lado; que, incluso tras mi caída, coincidiéramos en la Tierra, mi único compañero, y por ello te nombrara como lo hizo—le dijo, subiendo su mirada a Aziraphale, rebosante de devoción —Quiero pensar que estabas destinado a mí, sin importar la circunstancia.

Las mejillas del ángel se encendieron, mirandole a los ojos. Sentía como el corazón se agitaba en su interior, sin decir nada más, salvo aquellos besos.

— El plan de Dios es inefable. — Aziraphale le miró con una sonrisa, hasta que aquella mención a su nombre llamó su atención. — ¿Cómo me nombró? Recuerdo que me dijeron que era una alabanza a Dios para sanar la fuerza. ¿A qué te refieres?

Crowley sonrió con más suavidad, tomando la muñeca de aquel con cuidado y acercándola a su pecho, para dejarla descansar allí y que pudiese distinguir su pulso acelerado.

— Tu nombre: Aziraphale. Supongo que puedes interpretarlo de varias maneras. Una de ellas es esa. Es el nombre de Raphael el que tiene una vinculación a la sanación, desde el hebreo, y está presente en él— pensó por unos instantes, frunciendo los labios para contener de mala gana una sonrisa divertida— Si soy un poco egocéntrico, te diría que también puede traducirse como una alabanza a Raphael en sí mismo: "Raphael, es mi fuerza", o algo similar. Siendo más místicos, "ayudante del que desafía", te favorece igualmente. Conoces todas las lenguas igual que yo, angelito. Pensé que sabrías a lo que me refiero.

Trazó un recorrido ligero por sus falanges, disfrutando de la calidez que ofrecía el tacto de aquel ángel sobre su cuerpo, y buscó sus ojos una vez más, ladeando el rostro.

Aziraphale sintió que perdía las fuerzas en sus extremidades, sintiendo como todas sus emociones se agolpaban en su rostro; ardía, y se sentía sofocado tras escucharle.

— No... Nunca me dio por.... Por todos los ángeles, me siento un idiota. — ocultó su rostro con sus manos, dejando aun unida la que mantenía entrelazada con Crowley. — Dios no te quería solo... Te dejó a alguien para ti, parece que eras su ojito derecho.

Aziraphale miró a Crowley entre sus pestañas, aun ruborizado. Movió su mano y besó nuevamente sus nudillos, para dejar sobre esta su mejilla descansar.

— Siempre juntos, Crowley...

El demonio acarició la piel de aquella mejilla con su pulgar, sonriendo más efusivamente al detectar el calor de aquel rostro directamente contra sí.

— Siempre. Tú y yo— asintió como respuesta, permitiéndose inclinarse cerca del ángel para besar su semblante y rozarle con la nariz, de manera más cariñosa. Crowley arrastró sus brazos alrededor del cuerpo de Aziraphale, rodeándole y ocultando su rostro en el hueco de su cuello. Disfrutó de toda la cercanía que siempre había soñado tener con él, de la sensación de aquel latido contra el suyo— Sólo nosotros.

Aziraphale cerró los ojos, reconfortando en aquel abrazo junto con Crowley. Conforme hablaba, su mente las volvía a repetir, reafirmando aquella idea. El ángel sabía, desde hacía ya mucho, que aquello iba a ser así, ellos dos solos contra el mundo, pero afirmarlo, que Crowley reafirmara aquel pensamiento, era más de lo que su corazón celestial podía soportar.

— Quédate esta noche. — Aziraphale se movió buscando el rostro de Crowley y buscó su mirada. — Abrazados, dormir abrazados hoy... ¿Me concederías ese placer?

El demonio se suavizó cuando aquellos ojos encontraron los suyos y, a pesar de que su rostro se ruborizó ligeramente por la emoción; trató de mantener la compostura. Crowley asintió sin dudarlo a su pregunta, llevando una de sus manos a su cuello y distrayendo sus dedos con aquellos rizos dorados. Aziraphale apenas podía mantener sus ojos abiertos cuando sintió las caricias en su cabello, cerrando sus ojos y entreabriendo sus labios, suspirando.

— Idiota, no tienes que preguntarme— siseó con vergüenza, aunque una sonrisa le traicionó — Por supuesto que sí. Me quedaré todo lo que quieras.

Susurró aquello último sobre sus labios, inclinándose a buscar otro beso, esta vez en un contacto más relajado, disfrutando de la deliciosa sensación de la boca del ángel contra la suya.

Apenas pudo reaccionar a sus palabras cuando Aziraphale correspondió aquel beso. Los suspiros escapaban de entre sus labios, moviendo suavemente su cabeza mientras disfrutaba de aquel acto; de ser besado por su gran amor. Sus manos se aferraron a la camisa de Crowley, separándose para tomar aire.

— Deberíamos parar... Podría acostumbrarme a esto... — murmuró contra sus labios, buscando su mirada.

Crowley respiró una risa, volviendo a presionar sus labios juntos con facilidad aunque fuese durante un breve instante.

— Yo no— habló con cautela, llevando sus propias manos a las de aquel, tomándolas entre sus dedos— Quiero más. No creo que nunca tenga suficiente.

Su boca se movió hasta el oído de Aziraphale, besándolo con ternura y bajando un rastro sutil hasta su cuello. Buscó un nuevo objetivo con sus dedos y aflojó ligeramente aquella pajarita alrededor de la garganta del ángel, para tener hueco en el que posar sus labios, sobre su pulso. Aziraphale se sentía agitado, incapaz de reconocerse en aquellos jadeos mientras sentía los besos descender.

— Bésame más— el demonio hizo su petición volviendo a subir a su rostro para encontrar su mirada celeste, en un susurro que le calentó las mejillas, por lo descarado de sus propias palabras.

— Lo que desees... — susurró el ángel, cerrando sus ojos una vez más para tomar los labios del demonio. Sus manos se elevaron, acariciando sus hombros hasta tomar con una de estas su nuca, acariciando el inicio de su cabello mientras le besaba.

Era un beso lento, disfrutando de sus labios hasta que sintió la necesidad de más; entreabrió su boca y rozó su lengua contra su piel, deseando que Crowley ansiara aquello tanto como él.

El demonio suspiró cuando sus lenguas se acariciaron en un primer contacto, estremeciéndose de placer; y se aferró con más hambre a su camisa. Separó más sus propios labios y se fundió en aquel beso, que se profundizaba por momentos. Crowley relajó su organismo y se deleitó con la caricia en su cuello, con el candor que reflejaba Aziraphale y con el fogoso anhelo que crecía en su interior.

Aquella sensación era adictiva, demasiado dulce como para querer abandonarla. No creía poseer la fuerza de voluntad para negarle más y más de sus besos a aquel ángel, no cuando le inundaba su elegante perfume y sus manos serenas le rodeaban, invitándole a continuar.

Unos suaves sonidos abandonan los labios del ángel, amortiguados por los labios de Crowley; aquel sonido que jamás había sido oído ni siquiera por el propio Aziraphale, ni siquiera por Crowley. Pero quería entregarle aquello. Quería entregar todo lo que estuviese a su alcance si lograba así hacerle entender el amor que le procesaba. Se separó de sus labios, jadeando sobre estos.

— ¿Esto se siente siempre así? — murmuró extasiado, anhelante de sus labios una vez más.

Crowley respiró una pequeña risa, acariciando el puente de su nariz con la suya, en una suave caricia, antes de descansar una de sus manos en el pecho del ángel y ejercer ligera presión. Hizo que su cuerpo cediese lentamente para descansar sobre el suelo de la librería; aunque antes dejó que su otra mano llegase hasta la nuca de aquel y ascendiese a su cabeza, protegiéndole sutilmente al reposar en la dura superficie, al menos durante los primeros instantes.

Contempló a Aziraphale con interés en su mirada, trepando ligeramente sobre su cuerpo y apresándole como una auténtica serpiente atrapa a su objetivo.

— Sólo si lo haces bien— respondió Crowley, sonriendo con travesura cuando su mano volvió a encontrar la remilgada pajarita del ángel, y la aflojó por completo, deshaciendo su nudo para liberarle de aquel sofoco, de modo que pudiese disfrutar más cómodamente— Si es que te refieres a algo bueno.

— ¿Puede ser por algo malo en esta circunstancia? — la risa escapó de sus labios casi como una mecánica de defensa por sus nervios que se encontraban a flor de piel.

Aziraphale recordaba encontrarse alguna vez en aquella posición, pero eran durante los tiempos del jardín, jugando los dos casi como niños hasta reír tirados en la hierba. El ángel movió sus manos, acariciando a Crowley por encima de su ropa, desde su cuello hasta su torso.

— Significa esto... ¿Qué va a pasar? ¿Vamos a...?

Crowley siguió el trazo de sus manos con una sonrisa grácil, y se apoyó en uno de sus antebrazos, al lateral de su cuerpo recostado.

— Tranquilo— le reconfortó, mirándole suavemente— No tenemos que hacerlo todo seguido. De hecho, no tenemos que hacer nada. Podemos ir a nuestro ritmo, ¿te parece?

Sus dedos se divirtieron con la cinta alrededor de su cuello, y redujo el volumen cuando se inclinó cerca de nuevo para rozar sus labios.

— Me gusta esto— una risa baja abandonó la garganta del demonio en un suspiro contra aquella boca, arrastrando sus palabras como la miel— Y a ti también ¿verdad? Sólo haré lo que te guste.

Aziraphale asintió con su cabeza, incapaz de cerrar los ojos bajo el embrujo de Crowley. Si ya había sido difícil antes de saber que aquellos sentimiento eran correspondidos, ahora iba a serlo mucho más.

— Me gusta. Es solo... Pensarlo me avergüenza y no quiero darte con las alas si las despliego por los nervios... — susurró con un hilo de voz sobre sus labios, no resistiendose más y unirlos. Su voz se ahogó en su boca, dejando que Crowley tomara todo lo que quisiera de su ser.

Los labios del demonio vibraron suavemente con otra risa entre ese beso, y una de sus manos acunó el rostro del ángel, mientras la otra permanecía descansando sobre su pecho.

— ¿Por qué estás tan nervioso? —Crowley le sonrió, sabiendo cuál podía ser la respuesta, por el propio latido acelerado de su corazón— ¿Qué está pasando por tu cabeza?

Sus susurros estaban cargados de coquetería pero también de preocupación genuina. Lo cierto es que Aziraphale era demasiado interesante, y se moría por provocar cada pequeña respuesta en su organismo, cómo su semblante cambiaba y sus mejillas se coloreaban, cómo se moldeaba su voz. Crowley arrastró las palabras a su oído, antes de buscarle el rostro con la mirada.

— No te voy a comer, ángel— dijo, con una tenue sonrisa. Aunque, bueno, tal vez estaba mintiendo. — Tus alas no son ningún problema.

— Eso me dices ahora... — susurró el ángel. «Aunque quizá sea yo quien te quiera comer...», aquel pensamiento le sacó otro rubor, siendo incapaz de reconocer quien era en aquel instante. — Solo... Ya sabes que esto solo lo vi en humanos, no se nisiquiera que... O que debo hacer, y quiero que sea perfecto también para ti.

La mirada de Aziraphale viajó por sus estanterías hasta los ojos de Crowley, haciendole tragar lentamente. Para él, se debía de vere vulnerable, a pesar de la pasión que en el fondo de su ser ya había comenzado a arder, deseando todo de Crowley, pero temiendo no ser lo que esperaba.

Tal vez era su instinto, o simplemente Crowley lo conocía verdaderamente después de aquellos años intercambiando interacciones, pero pudo identificar cierta preocupación en los ojos azules del ángel y frunció el ceño.

— Esto no es un examen, es más... intuitivo, te diría— susurró con cautela, acariciando la piel de su mejilla coloreada— Estar así contigo ya es perfecto. Tú sólo... haz lo que quieras, y avísame si algo te molesta.

Las palabras de Crowley se difuminaron en un menor volumen conforme hablaba, con el calor agolpándosele directamente en el rostro. Agradeció que al menos estuviesen cerca y de esa forma no tuviese que hablar tan alto para que Aziraphale le oyese. Su nuez se sacudió en su garganta cuando tragó saliva, guiando una de las manos de aquel por su pecho suavemente, invitándole a explorar.

Aziraphale movió su mano guiada por la de Crowley, hasta que este la abandonó y se movió sola. Deshizo los botones de su camisa mientras su mano descendía, tragando saliva conforme veía asomar la piel de Crowley.

— Es... Es difícil concentrarme cuando siento que hay zonas de mi cuerpo endureciendose, Crowley...

El rostro del ángel se encendía conforme hablaba, susurrando su nombre al terminar la frase. Su mano se aventuró sobre la piel del demonio, soltando un jadeo cuando acarició su cálida piel.

Las mejillas de Crowley se enrojecieron, y no se contuvo de echar un vistazo rápido, confirmando cómo la excitación del ángel comenzaba a hacerse más evidente desde sus pantalones. Retornó la mirada a su rostro con algún balbuceo nervioso ante aquellas palabras inocentemente atrevidas abandonando la boca de Aziraphale. Oirle hablar de aquel modo, encendía un interruptor en su interior que el demonio ni siquiera sabía que tenía.

Crowley se concentró por mantener la compostura, a pesar de su pulso acelerado bajo aquellos dedos que ahora tanteaban su piel. Imitó los pasos del ángel y desabrochó los primeros botones del cuello de su camisa blanca, aunque antes de continuar, debió enfocarse en el chaleco sobre ella.

— Supongo que eso es buena señal. Significa que lo estás disfrutando— respondió con una suave sonrisa divertida, suspirando cálidamente cuando aquella mano curiosa se movía sobre él— Es normal, idiota. A mí me tienes así desde hace rato. Estás muy apetecible ahí abajo, lo sabes ¿no?

— Esto... ¿Esto es parte de la respuesta física? — preguntó totalmente confuso, sintiendo como su boca se secaba conforme su mano le acariciaba. — ¿Estás... también? — el ángel tragó nervioso, bajando la mirada con curiosidad hasta la dureza que se marcaba en sus pantalones ceñidos, volviéndola a subir a su rostro. — No... ¿No me dijiste que no me ibas a comer?

Aziraphale sonrió a medio lado. Subió ambas manos cuando retiró todos los botones y las pasó debajo de su camisa. Las yemas de sus dedos acariciaron sus hombros y su espalda, haciendo que la tela bajase lentamente por su cuerpo. Aziraphale le contemplaba con la boca entreabierta, viendo en el demonio, la belleza que aún rezumaba de su ser angelical.

Crowley se inclinó más cerca para besar su sien, después arrastró su beso a su oído, mientras sus dedos desabotonaban el chaleco con silenciosa habilidad y separaban sus solapas.

—Soy un demonio— rió contra él en un suspiro, moviendo su cabeza para sentir la caricia de aquella piel contra su rostro y poder inspirar más del dulce aroma que emitía— Te mentí.

El pelirrojo mantuvo la sonrisa en la boca cuando volvió a mirar a Aziraphale, para asegurarse de que capturaba la broma en sus palabras, que ya le había dedicado en otros momentos de complicidad, aunque ninguno tan íntimo como aquel.

Su rodilla se colocó astutamente entre las piernas del ángel y ejerció una ligera presión, para rozar la codiciable erección que cubrían las telas. Por su parte, la camisa que protegía el pecho de Aziraphale también había cedido a su desbarate a aquellas alturas, dejando expuesta la piel de su torso.

Crowley paseó sus orbes amarillos por él sin ninguna vergüenza, relamiéndose los labios cortamente y atreviéndose a imitarle y colar sus manos bajo la prenda, franqueando sus límites.

— ¿Cómo quieres que no esté así? Viéndote de esta manera— inquirió, con la excitación tomando su voz al deleitarse con los contornos de aquellas partes de su cuerpo desnudo.

El aliento del ángel abandonó sus labios cuando el roce contra su entrepierna se hacia más intenso. Sentía ganas de mover sus caderas, pero el temor a no gustarle, a pesar de sus palabras, era mayor al deseo que pudiese tener por él.

— ¿De verdad es por mi...? — habló con un ligero temblor en la voz. — Quiero decir, mi cuerpo no es como hace unos milenios, el acostumbrarme a comer y beber como los humanos... He cambiado. Mi cuerpo celestial cambió...

Aziraphale no trató de cubrirse, pero si se sentía expuesto ante los brillantes orbes de serpiente de su compañero; incluso intimidado, pero no en el mal sentido de la palabra. Las manos del ángel habían quedado quietas sobre la clavícula de Crowley, mordisqueando el interior de sus mejillas mientras sus dedos acariciaban las curvas de su cuello.

El demonio suspiró por la nariz con una sonrisa, como en respuesta a la obviedad.

— ¿Por qué iba a ser si no? —contestó, casi mirándole con ternura. Llevó su mano a una de las del ángel, que se distraía nerviosamente con su cuello y la aproximó a su propio cuerpo, concretamente a la región entre sus piernas, que ardía descaradamente por el deseo— Esto es culpa tuya, y de nadie más. Es el efecto que tienes sobre mí.

Crowley le miró a los ojos para permitir que entreviese el anhelo en ellos, acariciando aquella erección con su rodilla un poco más, en una provocación.

— En todas tus formas, no importa cual—se inclinó a besar sus labios y a bajar el rastro de besos por su clavícula, hasta su abdomen, adorando cada rincón de su cuerpo— Nunca logras salir de mi mente. Día y noche, he soñado con poder estar así de cerca de ti, Aziraphale, con tener el permiso para tocarte. Todo tú me fascina, me tienta a acercarme aún más.

Aziraphale alzaba suavemente su cabeza mientras unos suaves gemidos comenzaban a salir de entre sus labios al sentir la presión sobre su entrepierna, mientras que su mano palpaba y frotaba la dureza del demonio bajo su tela, calentando todo su ser a pesar de sus temores.

— Siempre has tenido permiso para tocarme... Solo tenía miedo de decírtelo. — gimió y sus ojos como acto reflejo se cerraron ante los besos sobre su cuerpo. — Se bueno conmigo, demonio... — murmuró con cariño, removiendose bajo su cuerpo, ante su toque.

Crowley sonrió contra su piel, alzando el rostro para mirarle por unos instantes, queriendo grabar en su memoria su expresión facial, disfrutando de su tacto.

— Sabes que suelo comportarme— bromeó un poco, mientras sus manos se deslizaban desde los costados del ángel lentamente, hasta el inicio de sus caderas.

El demonio buscó el broche de su pantalón y, bajo una mirada atenta, lo trabajó para abrirse paso a la ropa interior de Aziraphale y poder así acariciar su erección apropiadamente y aliviar su excitación. Crowley se relamió cuando su mano acunó aquel bulto vestido, comenzando la fricción sutilmente. Encontró el contorno de su miembro aún tras aquella capa y sus dedos buscaron rodearle, tomándole en un agarre más firme.

— ¿Y esto? ¿Es por mí, Aziraphale? —susurró al buscar sus labios, gruñendo ligeramente ante la sensación de su deseosa dureza contra la palma.

Aziraphale se encontraba duro. Duro y húmedo. El cuerpo del ángel reaccionaba ante las caricias de Crowley, jadeando contra los labios del contrario y gemir cuando sus dedos torturaron su miembro excitado. La humedad comenzaba a hacerse notable sobre la tela blanca de su ropa interior.

— Es... Es que me alegro de verte. — bromeó entre jadeos el ángel no resistiendo más a tomar sus labios una vez más, aferrándose a la piel de sus hombros desnudos y apegarle a su cuerpo.

Crowley respondió al beso deseoso, separando los labios para profundizar el contacto y su mano se coló bajo la tela para finalmente tomarle entre sus dedos. Movió su muñeca en las primeras estocadas, suspirando contra su boca. Sentir al ángel acercarle con tal agarre, le hacía estremecer, y poder ser testigo de su excitación más carnal era cautivante.

Se distrajo en su estimulación felizmente, paseando la mirada por cada esquina de su rostro y de su cuerpo, para estudiar aquella respuesta al placer, y grabar en su retina su piel enrojecida y el brillo de aquellos ojos bajo su figura. La yema de su pulgar acarició la parte superior del miembro del ángel, en tenues círculos que extendieron la humedad sobre la zona y le permitieron acelerar las estocadas. El demonio utilizó cada truco que sus manos conocían para darle placer de la mejor manera.

Las piernas de Aziraphale se contraían, tratando de cerrarlas a cada oleada de placer que sacudía su cuerpo. No conocía aquello, era la primera vez experimentando aquellas emociones humanas y tan difíciles de entender; su cuerpo reaccionaba de una manera placentera, pero a su vez activaba mecanismos de defensa para parar cualquier ejecución cuando la necesidad es la de alcanzar el clímax.

Aziraphale abría su boca para hablar, reclamarle, pero sus gemidos acallaron las palabras que querían salir. Los ojos del ángel se entrecerraban, pero aguantaban abiertos lo suficiente para contemplar la excitación en los ojos de Crowley.

Las piernas se estiraron, casi dejando los pies en punta entre las piernas de Crowley; algo se arremolinaba en su bajo vientre, algo que parecía sentirse doloroso puesto que su cuerpo y las lágrimas arremolinadas a en sus ojos no tendrían otra explicación para él.

— ¿Quieres... continuar? — le susurró Crowley con cautela, aún concentrado en sus labores, pero con la excitación en su cuerpo creciendo a causa de aquel contacto visual entre ellos en ese tipo de situación.

El demonio tenía la respiración pesada y el rostro enrojecido por el calor, los mechones de su cabello más alborotados de lo habitual, algunos de ellos escapando sobre su frente. Su mirada amarilla reflejaba una necesidad que no podía disfrazar; no obstante, aguardaba la confirmación de su ángel para seguir avanzando.

Por el momento, una de sus manos se desvió a su propio pantalón, buscando desabrocharlo y al menos eliminar algo de la presión sobre su dolorosa erección, sin dejar el vaivén de su otra muñeca alrededor de Aziraphale.

— No tenemos que hacerlo— Crowley se inclinó a besar sus labios cortamente, retirando la última capa de tela que cubría su miembro y jadeó cuando aproximó sus caderas al ángel y se produjo el roce entre ellos. Apretó los dientes al hablar para contener sus suspiros— Esto mismo ya... ya es más que suficiente.

— Dejame oirte, Crowley... — murmuró entre besos, mordiendo con suavidad el labio del demonio al separarse. — N-No, está bien esto... Pero quiero tocarte... — sus palabras salían casi sin pensar, solo hablaba su necesidad más primaria, la de tener al amor de su vida entre sus brazos como ahora.

— Deja que te toque, junto al mio... — las manos del ángel descendieron al pantalón abierto de Crowley, bajandolo junto con su ropa interior hasta dejar su miembro y nalgas expuestas.

Su mirada bajó, y tragó. Su aliento entrecortado y el deseo en su mirada era más que cualquier palabra que pudiera dedicarle en aquel instante. Arañó suavemente la piel de sus nalgas, pegando contra él hasta que el roce entre ambos volvia a ser intenso.

— Así.. Sigue... — gimió y apoyó su frente contra su hombro.

La anatomía del demonio se retorció sobre él cuando su espalda se encorvó para igualmente enredarse entre sus formas. Crowley llevó su rostro al hueco del cuello de Aziraphale y suspiró con fuerza sobre su piel, mientras depositaba una de sus manos en la nuca ajena, acariciando los rizos rubios de su nacimiento.

— Sí... hazlo, haz lo que quieras— gruñó desde el bajo de su garganta, inundado por el deseo, a la par que comenzaba a mover sus caderas según el ángel le instaba a acercarse— Maldita sea, Aziraphale...

Crowley continuó con el movimiento, sacudiéndose con las placenteras descargas eléctricas que el roce entre sus ansiosas erecciones enviaba por su columna. Llevó su otra mano a la del principado y la guió hacia ellos, para que les sostuviera como había sugerido, manteniendo su propio contacto sobre el de aquel.

— P-Puedes moverte— el demonio le instruyó, arrastrando su rostro fuera de su escondrijo y aproximándose a rozar sus narices juntas.

Aziraphale sostuvo ambos miembros, apretando suavemente para crear aquella deliciosa fricción que les hacia gemir y temblar a ambos por igual. Su ceño se fruncía y gemía contra la piel del torso de Crowley.

— D-Duele, Crowley, siento.... Que algo quiere salir, por... Por todos los ángeles... — el ángel mordió la piel de Crowley tensando su cuerpo sin poder mover sus manos debido a las contracciones. Gimió su nombre en un sollozo antes de poder hablar nuevamente. — A-Ayudame, Crowley...

El demonio tragó saliva antes de airear una risa débil, fruto de los nervios más que de otra cosa. La voz de Aziraphale, torturada por el desconocido placer de aquella forma, incendiaba mechas en su interior de las que no se sentía orgulloso.

— Es natural— le explicó, retomando él mismo aquel ritmo al rodearlos con su mano. Las estocadas de Crowley fueron menos gentiles, más ansiosas e intensas, pues era lo que exigían sus propios cuerpos, al borde de aquel cúlmen— Yo tampoco podré aguantar mucho más...

Buscó un mayor roce con las caderas, mientras su muñeca continuaba estimulándolos con todo el acierto posible, pero dificultado por los temblores en él. El nudo en su bajo estómago se arremolinó con más notoriedad, delatando el inminente desborde de su orgasmo.

— No te atrevas a contenerte— advirtió al rubio con un gruñido cargado de aire, mirándole con feroz deseo, pero también una sonrisa maliciosa— Déjame ver cómo te corres, ángel.

Que fuera Crowley quien se moviese, estimulando a sí mismo y a él, haciendo que aquella dulce presión aumentara y no se mantuviera estancada como el ángel había tratado de hacer. Sus piernas rodearon las de Crowley, y su cuerpo se sacudió cuando Aziraphale llegó a aquel desconocido orgasmo. Su cuerpo temblaba, manchando su propio torso y el de Crowley, tratando de aferrarse al demonio cuando la fricción sobreestimulaba su estado.

— Por... Por todos los cielos... — jadeó, hablando en un tono agudo mientras se apretaba contra el cuerpo de Crowley, sintiendo como aquellas estocadas superficiales continuaban hasta el culmen de su placer.

El demonio no tardó en derramarse igualmente entre ambos, encorvándose ligeramente por el placer y dejando salir un gemido ahogado al alcanzar su propio orgasmo. Su torso también se salpicó de aquellos cálidos fluidos que ahora adornaban sus pieles desnudas y contempló con los labios entreabiertos semejante visión. No se había dado cuenta de cuándo su mano se había aferrado a una de aquellas piernas a su alrededor, y retiró cautelosamente sus dedos que se presionaban con fuerza contra la blanda piel.

— ¿Cómo te sientes, ángel? ¿Todo en orden?—Crowley sonrió maliciosamente con el aliento aún agitado, tratando de regular la respiración. El dorso de su mano continuó la caricia por el muslo de Aziraphale para reconfortar el temblor en su cuerpo después de su liberación, hasta alcanzar su mano y ascender por su brazo.

— Me siento... Mareado. — Aziraphale mordió su labio inferior, sintiendo los dedos de Crowley en su piel, que desaparecían para acariciarle. Jadeó y giró su rostro, esperando la caricia de aquella cariñosa mano en su mejilla. — Lo... ¿Lo disfrutaste?

El ángel humedecía sus labios con la punta de su lengua, sin poder apartar la mirada del rostro aun jadeante de Crowley encima suyo. su mano izquierda alcanzó su propio pecho, tomando entre sus dedos los fluidos de ambos.

Su mirada bajó a estos, abriendo los ojos ligeramente sorprendido al notar la textura.

Las mejillas de Crowley se incendiaron rápidamente su mano viajó del rostro de Aziraphale a su muñeca con cierto apuro.

—A-Ángel, no toques eso —arrugó un poco el semblante por la vergüenza, aunque conteniendo su propia sonrisa divertida — Por supuesto que lo disfruté. Fue estupendo.

El demonio milagró que su mano culpable estuviese completamente limpia y pudo entonces seguir con las caricias en su mejilla, brillante por el sudor. Se inclinó a besar la frente del ángel antes de buscar su mirada, que parecía tan atenta sobre él.

— ¿Y tú?— ladeó el rostro para preguntarle, tomando asiento en el suelo para descansar sus rodillas adoloridas, por haber estado clavadas a ambos lados de su cuerpo.

Aziraphale se movió ligeramente adolorido, incorporándose mientras se tocaba la espalda. Lentamente, se sentó y apoyó su mejilla en el hombro del demonio adornando su rostro con una sonrisa.

— Ha sido... Bastante agradable. No sabría explicarlo de otra manera. Siento mi cuerpo mucho más relajado que antes. — la mano del ángel buscó entrelazar sus dedos con los suyos, observando sus manos unidas. — Creo que podría repetir... Un día de estos.

Crowley sonrió ligeramente y acarició la nuca del ángel contra él, dando un toque sereno a sus cabellos.

— Repetiremos las veces que quieras —le respondió con cierta picardía, dejando un beso cerca de su oído— La próxima vez puede ser en una cama, seguro que será mucho más cómodo.

Los brazos del demonio le rodearon en un tierno abrazo, en el que Crowley aposentó su mentón en su hombro con una sonrisa enamoradiza. Era complicado disimular la enorme felicidad que se agolpaba en su cuerpo después de todo aquello, de poder al fin compartir aquella cercanía con su ángel y dejar fluir sus sentimientos, de ser amado por Aziraphale como él lo había sido por sus ingenuas entrañas, desde el mismísimo Edén.

Tras la estratagema para engañar al Cielo y al Infierno, habían solidificado su bando, la compañía que habían compartido durante tantos milenios; y ahora, finalmente podrían hacer su vida juntos en la Tierra sin reparos de ningún tipo, tal y como Crowley siempre había soñado y creído imposible. Tenían todo el tiempo del mundo y, aún así, no quería deshacer aquel abrazo y alejarse.

— ¿Puedo pasar la noche aquí?— propuso.

Aziraphale simplemente rio en voz alta, sin contenerse, para luego besar la cabeza de Crowley. «Esta y todas las que desees...», pensó el ángel, correspondiendo aquel abrazo, sin ninguna prisa.


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(N/A) ¡Muchas gracias por leer! Recuerden que pueden hacer cualquier sugerencia en los comentarios de cosas que les gustaría leer ^^ Estaremos felices de leerlos, nos encanta leer sus opiniones.

Se les quiere. 

- Givin

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Escrito por @Yuukivic  y @No_Giving_Up 

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