OVERTIME

By Basummers2020

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Juancho Hernán-Gomez vuelve a casa después de su paso por la NBA. Lleno de sueños e ilusiones, afronta la tem... More

🏀 Tιҽɱρσ ɱυҽɾƚσ 🏀
1. El chico sacarina
2. Solo por un momento
3. La cocina
4. Si, es jugador de baloncesto
5. Consejos by HernánGomez
6. Si, es tuyo
7. Va de puta pena
9. Lo último que esperaba
10. Ni un momento de paz
11. También me importas tú
12. Tenía que venir aquí
13. Lo que él me escondía
14. Necesito tenerte cerca
15. Duerme junto a mi
16. Te quedas conmigo
17. Ven un momento, Natalia
18. La última oportunidad
19. No, no estás tonta Margarita
20. New Orleans
21. Las hormonas
22. Si, es mi novia
23. No es tuya
24. París
25. Confundida
26. Me faltan horas para quererte
27. De champan y hospital
28. Siempre cumplo mis promesas
Epílogo

8. Al 99,99 %

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By Basummers2020

📅 DÍAS DESPUÉS

📅 MEDIADOS DE NOVIEMBRE

Solo ha pasado una hora desde que Juancho y yo nos hemos hecho la prueba de ADN. No hemos tenido ganas de entrar en la cafetería. Estaba lloviendo a mares y ha sido Juancho el que ha sugerido que nos quedáramos en su coche. Me ha parecido una idea maravillosa, porque no me apetece mucho estar rodeada de gente. O bueno, más bien lo que quiero es estar a solas con él. 

Juancho ha ido a por un café para él, y un zumo para mi, además de un montón de cosas para desayunar. Por los altavoces del coche suena su playlist y tengo que admitir que necesitaba momentos así. Momentos con él. Aunque, no quiero hacerme ilusiones porque luego la vida se encarga de destrozármelas.

- ¿Cómo se acaba siendo cuñado de Mario Hermoso? –le pregunto muy curiosa. 

- Eso me pregunto yo todos los putos días –me contesta él riéndose. Juancho me cuenta como su hermana y Mario se conocieron. Me parece una historia bastante bonita y romántica. Andrea me parece una chica con las ideas muy claras. 23 años y ya casada. Se nota que deben quererse mucho.

- En serio, no sé como puedes comer tanto –le digo señalándolo, mientras él da cuenta de su tercer sándwich vegetal.

- Los entrenamientos y los partidos son muy duros. Quemo muchas calorías. Además, que este cuerpazo hay que cuidarlo -Juancho se levanta la camiseta, mostrándome unas marcadas abdominales, que con solo verlas se me hace la boca agua. 

- ¡Y que lo digas! –me muerdo el labio nada más salir las palabras de mi boca. Juancho alza una de sus cejas y me da una seductora sonrisa que hacen que todo mi cuerpo convulsione excitado.

- Tú apenas has tocado tu desayuno –me dice señalando la comida que aún tengo encima de mis piernas.

- Que no coma la mitad que tú, no quiere decir que no coma -le respondo dándole otro sorbo a mi zumo. Es natural. Y está delicioso. 

- Ahora tienes que hacerlo por dos.

Una tonta sonrisa se instala en mi cara cuando él baja su mirada hacia mi barriga. Un escalofrío recorre de nuevo todo mi cuerpo y cuando él alza sus ojos y los posa en los míos, sé que estoy perdida. Juancho se va acercando lentamente hacia mi hasta casi rozar mis labios con los suyos. Una de sus manos acaricia mi mejilla y se pierden por mi cuello.

- Tu boca es adictiva, Tali.

Cierro mis ojos unos segundos, y es entonces cuando siento como su boca cubre la mía. Al principio es sólo un pequeño roce, pero a medida que sus labios cubren más centímetros de los míos, su boca toma posesión de la mía, queriendo que su lengua se interne en ésta. Un jadeo sale de mi boca, estrellándose contra la suya. Una de sus manos sube por mi brazo, hasta posarse en mi cuello. Sus dedos se enredan en mi pelo, tirando un poco de mi, para tener más acceso a mi boca. 

Oleadas de placer recorren mi cuerpo cuando su lengua prueba la mía. Sus dientes mordisquean mi labio superior mientras sus dedos acarician la parte de atrás de mi nuca. Sus lentos movimientos de su lengua, acompañan las embestidas de sus labios contra los míos. 

El sonido de su móvil, nos hace separarnos. Juancho me da un pequeño beso y se relame los labios llevándose mi sabor en su boca.

- Es del hospital –me dice él contestando el teléfono. Pone el manos libres para que podamos escucharlo los dos- dígame.

- Señor HernánGomez -le pregunta una voz de hombre al otro lado de la línea, al que reconozco como el que nos sacó sangre hace un rato. 

- Si, soy yo –le responde Juancho, mientras siento unos enormes nervios en mi estómago. Y no debería estar así porque yo no tengo ninguna duda de que él es el padre, pero luego, me pongo a pensar que a veces estas pruebas fallan y que lo mismo tengo yo la mala suerte, de que uno de esos fallos me toque a mi. 

- Soy el doctor García. Tenemos los resultados de la prueba de ADN, se la envío por correo electrónico a usted y a la otra parte implicada. 

- ¿Y qué dice la prueba? -el tono de voz de Juancho es bastante ansioso. Algo que entiendo perfectamente y que de ser yo, estaría igual que él. 

- Que usted es el padre del bebé al 99,9 % -el suspiro que sale de mi boca, es incluso más elevado de lo que pensaba. Un escalofrío hace que me estremezca y que incluso me escuezan algo los ojos debido a la emoción del momento. 

- Bien, muchas gracias.

Muerdo mis labios esperando su reacción y sintiéndome más aliviada de que él, ya tenga confirmado que el bebé es suyo. Juancho echa hacia atrás su cabeza y cierra los ojos dejando salir un largo suspiro de su garganta. No me atrevo ni a hablarle porque no sé lo que puede estar pasando por su cabeza en este momento, ni, lo que pasará a partir de ahora. A los pocos segundos, abre sus ojos para mirarme a mi, esta vez, con un brillo que no le había visto hasta ahora.

- Di algo, Juan Alberto. Porque me voy a comer las uñas de los nervios –le ruego mordiendo uno de mis dedos.

- No tenía ninguna duda, Tali -su boca se curva en una sonrisa. Esto hace que los latidos de mi corazón se incrementen aún más y que mi estómago sufra un vuelco a causa de la forma que tiene ahora mismo de mirarme. 

- ¿De verdad? –le pregunto bastante confundida. Juancho coge una de mis manos y acaricia mis dedos muy despacio. El rubor de mis mejillas va acrecentando a medida que él acorta el poco espacio que nos separa.

- De verdad –asiente él rozando su nariz con la mía. Puedo sentir como su aliento cosquillea en mis labios haciendo que de nuevo quiera besarlo.

- Dime lo que piensas, Juancho, por favor. Aunque sea malo –mi mirada y mi voz son de súplica porque necesito saber que está pasando por su cabeza en este momento. 

- No es malo, tonta –su sonrisa acaricia mis labios y los prueba de nuevo dejándome sin aliento.

Me estoy acostumbrando a estos besos. A la sensación de su lengua dentro de mi boca, que me hace estremecer de placer. Una de sus manos se posa en mi cintura y se pierde en la parte baja de mi espalda. Recuerdos de aquella noche, la noche en la que concebimos a nuestro hijo, sacuden mi mente y hacen que todo mi cuerpo lo reclame. De nuevo los gemidos de mi boca son acallados por la suya. De nuevo siento todo mi pecho agitado y responder a cada uno de sus besos con la misma desesperación que él. 

- Todo esto es difícil de asimilar, Tali –me dice él separándose de mi boca. Sus ojos están clavados en los míos y la sonrisa en su cara es algo más amplia de lo que era antes.

- Lo sé. Si todo sale bien, esto nos va a cambiar la vida -le admito sabiendo perfectamente que los primeros cambios los tengo que hacer yo. 

- ¿Por qué no habría de salir bien? -me pregunta alzando una de sus cejas de manera interrogativa.

- Pueden pasar tantas cosas de aquí a que nazca. Los primeros meses son muy importantes... y...

- Ay, Tali. No estás acostumbrada a que te pasen cosas buenas, ¿verdad? –niego con mi cabeza sintiendo las lágrimas que quería evitar, acuden a mis ojos. Una de ellas resbala por mi mejilla y él la atrapa con uno de sus dedos- pues eso va a cambiar. Este bebé es esa señal que quizás necesitabas.

- Supongo que si –le digo encogiendo mis hombros y sin asumir todavía que mi destino o mi vida pueden cambiar. Y me da tanto miedo que no soy capaz aún de dar ese paso. 

- Tenemos que hablar de muchas cosas -su tono de voz no es de advertencia, es de sugerencia. Lo entiendo a él. Lo que siente y lo que tiene que estar pensando. Este embarazo es de dos y él se está implicando tal y como yo quería. 

- Lo sé. Pero aún no, Juancho –él se me queda mirando algo sorprendido y se aparta de mi mordiendo su lengua.

- Tali. Estás embarazada de mi bebé. Estás viviendo una mentira, y sabes que así no puedes continuar. ¿Tendré que ir a ver a mi hijo a la casa donde vives, con alguien que no sabes ni lo que es para ti?

Las palabras de Juancho me hieren. Y mucho. Porque todas esas preguntas son las que me llevo haciendo desde que le dije que estaba embarazada. Aparto mi mirada de la suya sintiendo como todo me tiembla. Tengo ganas de llorar. De la impotencia y de la rabia que es mi vida. Sé que tengo que tomar decisiones. Eso lo sé. Pero, estoy muerta de miedo. Quizás me he vuelto adicta a la comodidad en la que vivo. El no sentir, ni padecer. Solo mirar hacia adelante sin pensar en nada más. Así un día, y otro, y otro.

Ambos nos mantenemos en silencio unos buenos minutos. Hasta que es él quien lo rompe. Toma una de mis manos entrelazando sus dedos con los suyos. Sentir nuestros dedos unidos provoca en mi que una pequeña descarga eléctrica los recorra uno a uno.

- Lo siento de nuevo, Tali. Sólo soy el padre de tu hijo y estoy haciendo exactamente lo que hacen los demás contigo.

Desvío mi vista de la ventanilla para ver a Juancho como me mira bastante arrepentido. Trago saliva y dejo que un suspiro salga de mi garganta, a la vez que tomo aire para respirar.

- Dicen que los tres primeros meses de embarazo, son los más importantes y peligrosos, porque en ese tiempo es donde hay más probabilidades de que los embarazos sigan o no adelante –le digo a Juancho del tirón- dame ese mes y medio, hasta que vayamos a la primera ecografía, y después, hablamos de lo que tú quieras.

- ¿Porqué un mes y medio? -creo que él aún no es consciente de lo que le pido, así que le respondo con calma, intentando tranquilizarme y no echarme a llorar, que es lo único que me apetece. 

- Porque si lo pierdo... -muerdo mi labio inferior nada más pronunciar estas palabras. 

- Oh, por dios Tali. ¡Deja de decir eso, joder! Ten un poco más de fe -me pide él apretando mi mano. 

- Lo que tengo es mucho miedo, Juancho –las lágrimas salen ya de mis mejillas convirtiéndose en un sollozo ahogado.

Me llevo las manos a la cara y me dejo llevar poniéndome a llorar desconsolada. Siento sus brazos como atrapan mi cuerpo atrayéndome hacia su pecho y doy rienda suelta a todas mis lágrimas y a mis temores.

- No voy a dejar que tengas miedo –me dice él hablándome muy cerca del oído- voy a estar a tu lado pase lo que pase. ¿Sabes una cosa?

- ¿El qué? –le pregunto separándome de su pecho.

- Que estoy muy feliz de saber que voy a ser padre –su cara refleja por primera vez la sonrisa que yo esperaba por su parte. La confirmación de que él también quiere al bebé.

- ¿De verdad? -le pregunto sintiéndome emocionada por sus palabras y por lo que me está admitiendo. 

- Si, de verdad. Mira, te confieso que yo también estoy asustado. Entre mis planes de vida no pasaba tener aún un hijo, pero, la vida cambia en un segundo y ya lo quiero a pesar de que no haya nacido.

Las palabras de Juancho me hacen llorar de nuevo. Es lo que esperaba escuchar por su parte, y sinceramente, estoy más tranquila ahora que me ha dicho lo que siente.

-Un mes y medio, Tali. Y nos sentaremos a hablar. De nosotros y de nuestro bebé. Hagamos lo que hagamos, siempre será por el bien de el. 

Asiento a lo que él me pide, pues, tiene todo el derecho a hacerlo. Le sonrío como puedo recibiendo su respuesta en forma de caricia en mi mejilla. 

- De acuerdo entonces. Juancho, tengo que volver al trabajo. Dije en el estudio que tenía médico y debo recuperar un par de horas antes de ir a casa -le cuento con muy pocas ganas de volver a mis prácticas. 

- No te preocupes, ahora mismo te llevo.

Juancho deja un tierno beso en mi mejilla y se pone el cinturón de seguridad. Hago lo mismo y cojo aire para soltarlo lentamente mientras busco un pañuelo en mi bolso. Cojo mi móvil y busco en mi correo el documento que nos han mandado de la clínica, confirmando, que efectivamente, él es el padre de mi bebé. Sonrío guardándolo y enfoco mi vista en la ventana comprobando que ya ha dejado de llover.

- ¿Te gusta el baloncesto? –Juancho aparta su mirada un breve segundo de la carretera para mirarme a mi.

- No lo sigo mucho, pero si, me gusta -le admito pues es verdad que cuando hay algún partido importante, suelo verlo.

- El sábado jugamos contra el Betis. Me encantaría que vinieras a verme jugar -su petición viene acompañada de un pequeño ruego al que no me puedo resistir.

- ¿A qué hora es?

- Por la tarde, a las 18.00.

- No sé si podré ir, pero, lo intentaré –le digo mordiendo mi labio. Los fines de semana es cuando la madre de Hugo viene a casa y pasa con nosotros esos dos días. Alguien podría pensar que eso me da más libertad, pero, esa mujer me da más trabajo del que me quita.

- Es que mi bebé quiere ir a verme –me dice Juancho con una burlona sonrisa.

- ¿Vas a usar la carta del bebé siempre que quieras?

- ¡Por supuesto! –emito una carcajada y me pongo a reír viendo su cara de fingida indignación. Sienta bien reír, después de todo.

- Intentaré ir, te lo prometo. A mí también me gustaría verte.

Juancho me guiña un ojo y vuelve su vista a la carretera. Algo que le agradezco porque el sonrojo en mis mejillas es más que evidente. 

Nos enfrascamos en una tonta conversación sobre baloncesto y después, la derivamos al proyecto de la cocina de su hermana. Minutos después, él me deja en la puerta de mi oficina. Me quito el cinturón y nos quedamos mirando sin saber muy bien que decir.

- Te mandaré la entrada por correo electrónico -nuestras miradas están una sobre la otra, como queriendo alargar este momento todo lo que podamos. 

- De acuerdo. Gracias por el desayuno, Juancho -mojo mis labios uno contra el otro de los nervios que tengo.

- Cuando quieras, repetimos, y los besos también.

-¿Solo besos? -mi pregunta se refiere a lo que hicimos el otro día en el sofá de casa de su hermana. 

-Tali, a ti te doy yo todo lo que tú quieras, joder. 

Mis mejillas arden de nuevo y bajo mi mirada buscando como ponerme el bolso en el hombro. Me acerco a él para darle un beso en la mejilla, pero, él desvía su cara haciendo que nuestros labios vuelvan a unirse. Ya no es un lento beso que me da. Es uno hambriento de mi y de mi boca. Su codiciosa lengua busca la mía, acariciándola y lamiéndola provocándome miles de sensaciones, a cual más placentera. Uno mis manos detrás de su cuello y tomo su boca acariciando cada centímetro de ella. Su sabor es delicioso para mis labios. Y lo deseo aún más que aquella primera noche.

- No descarto bombardear de mensajes tu móvil –me dice él cuando nos separamos- para preguntar por mi bebé, ya sabes.

- Oh, si, claro que si, por el bebé. 

- Todo saldrá bien Tali, confía en mi -la mirada que él me da, es calmada y sosegada, y también con cierto toque de determinación que consiguen su propósito, que yo esté más tranquila. 

- Lo hago -le doy un pequeño beso en los labios antes de bajarme del coche. Voy a cerrar la puerta, cuando me agacho para hablarle de nuevo- tú también eres esa señal que necesitaba, Juancho.

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