Redención (Inazuma Eleven-Axe...

By Otra_chica_loca

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[Segunda temporada de El torneo (Inazuma Eleven-Axel Blaze)] Dicen que el humano es un ser para la muerte. Lo... More

Sinopsis
Prólogo
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capitulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV (Parte I)
Capítulo XXV (Parte II)
Capítulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Capítulo XXXI
Capítulo XXXII
Capítulo XXXIII
Capítulo XXXIV
Capítulo XXXV
Capítulo XXXVI
Capítulo XXXVII
Capítulo XXXVIII
Capítulo XXXIX
Capítulo XL
Capítulo XLI
Capítulo XLIII
Capítulo XLIV
Capítulo XLV
Capítulo XLVI
Capítulo XLVII
Capítulo XLVIII
Capítulo XLIX
Capítulo L
Capítulo LI
Capítulo LII
Capítulo LIII

Capítulo XLII

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By Otra_chica_loca

Baje el ritmo hasta que fuera un trote suave y giré, deteniéndome y esperé con paciencia a que Axel me alcanzara.

— ¿Unos cuantos kilómetros son suficientes para dejar sin aire al jugador de fuego?

Él se detuvo, llevando las manos a sus rodillas y respirando a bocanadas. Una vez, dos veces.

—Cállate. —dijo cuando pudo volver a respirar lo suficiente para formar palabras. —El trabajo administrativo me esta matando.

Me largué a reír, le extendí la mano y le permití apoyarse en mi mientras terminaba de recuperarse. Él me abrazó por los hombros y negó con la cabeza.

—Ocurre que tienes mejor resistencia que antes. —dijo Axel.

—Ya. —dije. —Ocurre que has dejado de entrenar mientras que yo no.

Él gruñó y no dijo nada más. Yo sonreí satisfecha. Nos detuvimos a tomar descanso en un puesto de comida al aire libre justo al lado de la ciclovía que seguía la rivera de Inazuma.

Axel se desplomó en uno de los asientos mientras yo ordenaba un par de limonadas y algo para comer. El amanecer estaba desplazándose con lentitud por el horizonte, los primeros rayos anaranjados pincelaban las aguas del rio en tonos dorados y rosados. La brisa se levantaba con suavidad y se deslizaba entre las mesas, enfriando el sudor de mi cuerpo.

Miré con una sonrisa de medio lado a Axel ya recuperado por completo. Miró con los ojos entrecerrado el menú para ordenar algo más. Su remera negra y pantalones cortos del mismo color estaban empapados de sudor.

Extendió sus brazos por sobre su cabeza y esperó que volviera la muchacha para pedir más comida. Luego me miró, atrapandome observándolo.

—¿Vez algo que te guste, Whitelaw?

Apoyé mis codos en la mesa entre nosotros y luego reuní mis manos para apoyar mi barbilla en ellas. Lo miré juguetona.

—Mucho. —admití. —Pero estaba pensando que realmente tendré que preguntarle a Edgard si él ha continuado entrenando. Parecías como si fueras a infartarte hace un momento.

Axel entrecerró sus ojos y me lanzó una mirada de advertencia.

—Graciosa. —murmuró.

Le guiñé un ojo y me aparté cuando la chica del local llegó con la limonada.

Axel esperó a que la chica se fuera para inclinarse sobre la mesa y levantar una ceja.

—Supongo que no puedo estar al cien por ciento en el día si te ofrezco todo por la noche. —sus dedos largos giraron un mechón de mi cabello y lo observó con toda la atención del mundo, antes de volver a acomodarlo detrás de la curva de mi oreja. La mirada franca de deseo me atravesó por completo. — ¿No estás de acuerdo?

Luego, se las arregló para levantarse por sobre la mesa y besarme, su boca jugando con la mía en una cadencia lenta e insinuante que me dejó sin aliento. Solo él podía vencerme solo con un beso.

— ¿Tess? – insistió, separándose y sonriéndome.

—Muy de acuerdo. —admití, derrotada ante él.

Axel regresó a su asiento y sonrió con orgullo, completamente satisfecho con mi reacción. Resoplé sonrojada, ignorando las miradas de curiosidad de mesas vecinas.

— ¿Qué planes tienes para después? – preguntó Axel.

—Ocupada. —mentí, negándome a seguir cayendo en sus perversas y atractivas tentaciones. —Muy ocupada.

—Una lástima. Había conseguido unas visitas para que pudieras ver lo estadios de la ciudad disponibles para que pudieses entrenar a tu hermana. ¿Será para otro día, supongo? Ya que en la noche tenemos la cena con Nelly y Mark.

Mordí mi labio inferior, sin mirarlo. Estaba cayendo de lleno en el tornado de atracción de Axel Blaze. Los días pasaban muy rápido a su lado, en su departamento, en su cama. Era demasiado fácil seguir la corriente de su fuego y una prueba hercúlea negarme a él.

— ¿No tienes que trabajar? —repuse.

El me guiñó un ojo.

—Es domingo, cariño.

Claro, domingo. Los días pasaban muy rápido. Tenia que ponerme al día con Edgard y Vesta pronto. Ir a ver a Nehalennia, que de seguro me estaba extrañando un montón.

—Tengo que ir a comprar ropa para la cena de hoy. —repuse, persuadiéndolo de abandonarme por ese día hasta reencontrarnos en la noche. ¿A que hombre le gustaba acompañar de compras? Era un plan perfecto para disuadirlo de ser mi sombra.

—Creo que yo también podría pasar a comprar algo. —asintió Axel pensativo. – Si encontramos buenas opciones, quizás podríamos pensar en combinar nuestra ropa esta noche. ¿Qué dices?

Lo miré.

— ¿No te molesta ir de compras?

El me miró extrañado.

— ¿Debería?

Negué con la cabeza un poco contrariada. Iba a decir que era extraño, pero ¿Cuándo iba a recordar que no había más hombres como Axel Blaze? Él era capaz de llevar jeans y remera en el día a día sin pensar mucho en el asunto, pero era vanidoso. Le gustaba destacar cuando lo requería.

Ese era el problema con él, nos parecíamos demasiado.

Era demasiado fácil pasar el tiempo a su lado, aunque fuera solo una simple conversación. Y era imposible negarme a estar junto a él cuando sus ojos se oscurecían de otras intenciones que nada tenían de inocente.

Estaba enamorada de él, pero más allá de eso, estaba completamente segura de que no había otra persona ni para mi ni para él que nos pudiera comprender de la forma en que nosotros nos compenetrábamos.

Axel sacó su celular para revisar si tenía algún mensaje importante. Sin mirar, Axel extendió su mano sobre la mesa y antes de yo pensarlo, mi mano se estaba cerrando sobre la de él. Sus dedos acogieron los míos.

Si jamás nos hubiésemos conocido, ¿hubiéramos vagado años sin encontrar nuestro eco el uno en el otro?

Bebí de la limonada, pensando en eso. Y dándome cuenta de que no podría no luchar por conservarlo.

Era domingo.

Estaba contra el límite de tiempo para realizar la llamada que le había prometido a Iwan Sarsfield.

[...]

Elegimos llevar el postre de la ocasión. Escogimos un pastel de nueces y ciruelas que encontramos en una pastelería cerca de centro comercial después de comprar la ropa.

Axel me abrió la puerta de copiloto, extendiéndome su mano para ofrecerme su elegante compañía. Lo miré encantada, dejándome llevar por la situación. Acomodó mi mano en su brazo con toda la galantería y en su otra mano el llevó la caja del pastel.

Me reí al ver su expresión de solemnidad mientras caminábamos hacia la casa de Mark y Nelly Evans.

—Te queda muy bien el color verde. —le susurré en su oído.

El color favorito de Axel era el rojo. Yo, contrario a lo que otras personas pudiesen pensar, mi color favorito no era el dorado. Amaba el verde esmeralda.

Su traje verde grisáceo era una obra de arte y el lo lucia a la altura. Desde el pantalón al chaleco con dos corridas de botones de tela verde que se ajustaba a su torso. Por encima, la chaqueta abierta con aire casual. Los vendedores de la tienda se habían sonrojado cuando Axel salió de los vestidores para preguntar que tal le quedaba. Y una de las vendedoras casi se había desmayado.

Axel no había dejado de alardear sobre él hecho durante todo el camino.

Pero la corbata la había escogido él, escogiendo aquella color oro que le habían ofrecido los vendedores. Y en sus muñecas, ajustando los puños de la camisa, había comprado unos gemelos dorados en forma de sol. Me había guiñado un ojo cuando me pidió que se los pusiera.

—Tenia que esforzarme por estar a tu altura. —repuso Axel, sonriéndome.

El vestido lo había comprado él. Y habíamos llegado a un acuerdo entre ambos para escogerlo. Largo y ajustado, la tela verde esmeralda me envolvía como una segunda piel.

Tocamos el timbre, pero ante de que pasara un segundo, la puerta se abrió. La mano de Nelly se cerró como una garra alrededor de mi brazo y me tiró hacia dentro.

—¡Tessa, ven conmigo! —me urgió. Sin mirar a Axel, y arrastrándome al interior de la casa, gritó sobre su hombro. — ¡Axel, ve con Mark y ambos vayan a dar una vuelta! ¡No vuelvan en menos de treinta minutos!

Antes de poder procesar que estaba sucediendo, logré darle una mirada a Axel hacia atrás que me miraba con la misma expresión aturdida. Nelly cerró la puerta de la cocina detrás de nosotras y perdí a Axel de vista.

Vi a Nelly llevar las manos a su rostro. Me di cuenta de que estaba llorando. El delantal que cocina blanco que cubría su vestido rosa estaba sucio con manchas de carbón y chamuscado en algunas partes.

Mi boca se abrió al ver a la cocina.

Axel siempre era cruel y bromeaba con que Nelly era un desastre, pero Axel era perfeccionista. Siempre pensé que estaba siendo demasiado duro con ella.

Pero al ver la cocina carbonizada, tuve que admitir que quizás Axel no había sido tan cruel.

— ¡Se incendió de golpe! —sollozó Nelly. — ¡De pronto saltaron chispas del horno y el fuego llegó después! Tuve que amenazar a Mark para que no se asomara y viera el desastre, pero no sé qué hacer. Te lo juro Tessa que por primera vez estaba quedando bien. La comida era sabrosa y ahora ha sucedido todo esto...

Ella se encogió sobre se misma y se abrazó, llorando desconsolada.

Aturdida, solo atine a abrazarla y acogerla en mis brazos, acariciando su espalda y dejando que llorara un poco sobre mi hombro, mientras miraba el desastre sin palabras.

—Axel jamás olvidará esto. —sollozó Nelly. —Es un maldito chismoso. Se lo dirá a Caleb y Caleb se lo dirá al resto. ¡Jamás lo olvidarán! Seré el hazmerreír de toda esta ciudad.

Alguien tocó la puerta de la cocina.

— ¿Tess? ¿Eres un rehén de Nelly? —se oyó la voz de Axel desde el otro lado. —Estoy seguro de que huelo a humo. Encanto, ten cuidado con que te haga probar algo que parezca carbón.

El rostro de Nelly se descompuso. Y las lagrimas regresaron con fuerza.

Tragué saliva, maldiciendo no haber tomado todas aquellas oportunidades en que alguien se había ofrecido a enseñarme a cocinar. Era tan inútil como una piedra en este asunto.

Puse mis manos sobre los hombros delgados de Nelly.

—Echaré a los chicos por una hora de la casa. —le dije. —Luego, veremos que hacer y pensaremos en algo. Vamos, Nelly, seca esas lagrimas y estamos juntas en esto. Lo arreglaremos. Abre esa ventana para sacar el olor a humo de aquí. Vuelvo en un minuto.

Nelly sorbió su nariz y asintió, haciendo lo que le pedía.

Corrí a la puerta, evitando que Axel la abriera y entrase.

— ¡Da un paso atrás! —advertí, antes de abrir yo la puerta. Lo escuché retroceder. Entonces, me deslicé hacia afuera y cerré tan rápido que él no fue capaz de dar un vistazo hacia el interior.

Vi en su cara que el mas o menos tenia una idea clara de que estaba pasando.

—Déjame adivinar. —ronroneó Axel, oscuramente divertido. — ¿Incendió la cocina? Sabré si mientes, Tess. Siento el rastro de fuego en esa cocina.

Vi a Mark asomarse con cara de preocupación.

— ¿Todo bien? —preguntó.

Hundí mi dedo en el pecho de Axel, mirándolo con toda la seriedad del mundo.

—Llévate a Mark a dar una vuelta. Asegúrense de demorar al menos una hora antes de decidir regresar.

Axel se rio.

—Vamos a un restaurante. Estoy seguro de que alcanzamos a encontrar una mesa para todos. —dijo quitándole importancia. — ¿Qué más da si es aquí o en otro lugar?

—Estoy hablando en serio, Axel. Es importante esta cena para Nelly.

Él frunció el ceño, sin entenderlo.

— ¿Estoy entendiendo mal, Tess? Por que parece que estas en el lado de Nelly.

Arqueé una ceja con aire demandante.

—Muévete. Ahora.

Él solo frunció más el ceño. Miró a la cocina, luego a mí. Parecía extrañamente dolido.

—No estoy escogiendo bando. —dije a mi pesar. —Nelly esta embarazada, Axel. Necesita comprensión.

—Ya. —dijo no muy convencido. Miró con escepticismo hacia la puerta de la cocina. —Pasa que Nelly siempre es así. Pero tu ganas, volveremos en una hora. No sé qué harán ustedes dos en una hora si ninguna de las dos sabe cocinar, pero tu mandas Tess.

Lo tomé de la corbata y lo jalé hacia mí. Con tacones, estábamos a la misma altura.

—No me subestimes, encanto. —dije antes de besarlo. El gruñó contra mi boca, pero asintió. Se veía más convencido que antes.

—Avísame si necesitas que compre comida en el camino. —susurró, dándome otro beso. Luego, se separó de mi y arregló su corbata con una nueva determinación. —Mark. ¿Alguna vez has ido al casino para apostar?

Mark nos miró desde la distancia. Se giró hacia Axel confundido.

—No, ¿Por qué?

Axel sonrió como demonio.

—Es tu noche de suerte, entonces.

Le lancé una mirada de advertencia, pero Axel me guiñó un ojo. Con paso ligero, se llevó a Mark mientras le iba hablando sobre las reglas básicas de una apuesta. Mark miraba con aire triste hacia la cocina donde Nelly se había encerrado, sin escuchar nada de lo que describió Axel.

— ¿Nos avisaras si ocurre algo? —me preguntó antes de abrir la puerta de salida.

—Tienes mi palabra, Evans. —prometí.

No viéndose tan convencido, él asintió y se fue con Axel hacia el supuesto de casino del cual no se salvarían de la interrogación ninguno de los dos cuando volvieran a la casa.

Arreglé la falda de mi vestido y me armé de valor para volver a la cocina.

Nelly estaba sentada en el suelo abrazando sus piernas contra su pecho.

Me puse en cuclillas frente a ella, haciendo equilibrio con esos tacones altos que ya me estaba arrepintiendo de haber elegido.

—Nelly Evans no se rinde, ¿Bien? —le dije, haciendo que ella me mirase. —Armemos un plan.

Ella levantó su rostro lleno con los surcos de las lágrimas. Sorbió con su nariz enrojecida y aplastó sus palmas contra sus ojos.

—No tenemos cocina, sin eso no podemos hacer nada. —señaló con fatalidad.

—Y yo no se cocinar. —repuse. —Eso significa que necesitamos a una tercera persona que sepa cocinar y que además tenga una cocina.

Ella bajó las manos de su rostro. Me miró con aire derrotado.

—Ya, resulta que no hay nadie cerca con esos requisitos.

—Depende. —dije pensativa. — ¿Qué tan bien conoces a tus vecinos?

Nelly arrugó su rostro mientras lo pensaba.

—No mucho. —admitió. —Nunca he sido muy buena para hacer amigos.

Le ofrecí una sonrisa gigante.

—Oh, pero tienes suerte que yo soy excelente para persuadir a personas con mi aura. Vamos.

Ella me miró con desconfianza.

— ¿Eso es legal?

— ¿Te importa a estas alturas?

Nelly se tomó un minuto para pensarlo. Luego, me miró con aquellos ojos castaños que ya no estaban llorando.

—Tienes razón. No me importa si con eso salvamos la cena.

Se levantó del suelo y se limpió el rostro con una servilleta que se había salvado del pequeño incendio. Se quitó el delantal y con aire decidido, se dirigió a la salida de la casa.

Con una nueva actitud me miró hacia atrás y frunció el ceño al ver que yo no me había levantado del suelo.

—Tessa. —me dijo. —Date prisa. Los muchachos van a volver en una hora.

Levanté una ceja, preguntándome si aquellos cambios de humor se podían explicar por el embarazo o solo era la personalidad tirana de Nelly de siempre.

—Te sigo. —repuse, poniéndome en pie y taconeando detrás de ella.

[...]

Nelly se abrazó a si misma esperando que abrieran la puerta. Era un milagro que su delicado vestido rosa no había sufrido daños en todo el asunto. A pesar de que estábamos cerca del verano, las noches eran más frescas que tibias.

— ¿Cómo funciona? —preguntó, sonando más curiosa que nada. — ¿La persona abre y al verte ya está a tus ordenes?

La dediqué una mirada de fastidio.

—No soy una medusa moderna, ¿Sabes?

Nelly se encogió de hombros como disculpa.

Reprimí un gruñido. ¿Qué imagen tenia de mí? No quería saberlo. Nelly sonrió al ver mi malhumor.

—Vamos a preguntar primero. —señalé. —Si se niega, entonces recurriremos a otros métodos.

La puerta se abrió. Y mi corazón se desplomó al ver a una mujer anciana recibirnos con una sonrisa enorme. No, definitivamente tocaríamos otra puerta. Ni yo era tan canalla como para obligar a una viejita a que nos ayudara.

—Perdón. —dije, dando un paso atrás. —Nos equivocamos.

Nelly me frunció el ceño.

—No, de hecho, no. —dijo ella, dando un paso al frente. —Hola, soy Nelly. Somos vecinas.

—Creo que te he visto antes. —dijo la mujer. A pesar de los lentes y las arrugas surcando su rostro, no parecía frágil como pensé en un principio. —Los recién casados, ¿Verdad?

Nelly se sonrojó, pero asintió.

—Me llamo Martha. —se presentó la mujer. —Pero mis niñas, está haciendo mucho frio y ustedes con eso vestidos tan delgados como el papel. ¿No quieren pasar?

Nelly estaba a punto de aceptar, pero la detuve por el brazo. Tragué saliva. No había pensado muy bien mi plan, ¿Verdad? Simplemente había pensado que habría una persona que supiera cocinar y la obligaríamos a ayudarnos. Pero Martha cambiaba todo mi esquema mental.

—Ocurre que estábamos haciendo una cena. —expliqué. —Pero...la cocina se ha estropeado y con eso, la cena también.

Martha levantó una ceja gris.

— ¿Quemaron la cena, verdad? ¿Se han venido a ocultar de sus esposos o...?

El uso de la palabra esposos, en plural, me perturbo demasiado. Lo suficiente para quedarme sin palabras. Nelly tomó la palabra en mi lugar.

—No, los hemos echado de la casa y los amenazamos para que volvieran en una hora. Queríamos saber si es que nos podría prestar su cocina y también si nos ayudaba a preparar la cena. —dijo Nelly, implacable. —Podríamos pagarle, claro.

Martha se largó a reír. Nelly y yo nos miramos. Ella me hizo un gesto hacia las manos, como si esperase que yo atacara con mi aura a esa pobre mujer de inmediato y dejásemos de perder el tiempo.

—Ay, queridas. Me han traído recuerdos. Cuando recién me case no podía hacer nada sin que saliera humo. Los bomberos ya sabían la dirección de esta casa de memoria. —Martha abrió más la puerta. —Entren, vamos a ver que podemos hacer para esos hombres que tienen. Es un dolor de cabeza ser recién casados. Nadie vende manuales de instrucciones.

Fulminé a Nelly con la mirada.

— ¿Ves, Nelly? Te dije que tu vecina nos podría ayudar.

[...]

Axel estaba mirando el pollo asado con el ceño fruncido. Miraba la comida, luego a Nelly, a Mark que comía como si jamás hubiese probado bocado en toda su vida y luego a mí.

El movió sus labios, dibujando una palabra en silencio "¿Cómo?".

Lo ignoré abiertamente. Que se quedara con la duda. Eso se ganaba por no creer en mí.

Me serví otra porción de comida e intercambiamos miradas cómplices con Nelly. Ella estaba resplandeciente, ni siquiera parecía posible que hace una hora la había encontrado llorando en el suelo sin esperanzas.

Y Martha era un ángel caído del cielo.

No solo nos había ayudado a preparar la cena, sino que nos había enseñado con toda la paciencia del mundo.

—La gente ocupa relojes para todo. —había dicho ella agitando una cuchara de palo como una maestra en su podio. —Piensan que la cocina se puede medir y los platos replicar como si fuera tan fácil. Pero cocinar es un arte y el arte no se replica. Se debe poner todo tu corazón y alma en cada platillo y ninguno es igual al anterior. Nada de cronómetros ni termómetros, muchachas. Aprendan a ocupar sus sentidos. El pollo les dirá cuando esta listo. ¿Oyen ese borboteo y sienten ese aroma? Esta casi en su punto.

La mujer se había compadecido de Nelly y le prometió que ella le enseñaría todos sus secretos. La haría su alumna por completo. Nada de libros ni recetas mecánicas, le había dicho. Ella le ayudaría a despertar a su cocinera interior. Nelly no daba más de felicidad.

Cuando la velada terminó, Nelly me abrazó y me agradeció por todo.

Algo atónita acepté su abrazo.

—Si tienes tiempo, podríamos volver juntas a visitar a Martha. —me propuso. —No dejes que Axel sea el único que pueda cocinar. Verás como le borras la sonrisa de la cara.

—Sigues siendo una tirana, Nelly Evans. —me reí. Pero ella sonrió radiante. —Tengo que admitir que la idea tiene lo suyo. Lo pensaré y te avisaré. ¿De acuerdo?

Ella asintió, feliz con esa respuesta. Nos llevaron a la salida para despedirnos.

Axel me miró receloso cuando volví donde él, mirando de Nelly a mi y viceversa.

— ¿Me he perdido de algo? ¿O parece que ya están compartiendo confidencias?

Le guiñé un ojo, con aire misterioso.

— ¿Celoso?

El me hizo una mueca, sin responder.

— ¿Qué tal las apuestas? —pregunté en cambio.

—Pésimo. —admitió Axel. —Estuvimos casi una hora en el control de seguridad.

— ¿Y eso? —preguntó Nelly. — ¿Llevaste armas, Blaze?

Axel miró malhumorado a Mark, quien se sonrojó.

—La punta de mis zapatos tiene metal. —admitió Mark avergonzado, tirando de su corbata gris en su cuello. —No tenia idea de eso al comprarlos.

—El guardia casi nos desnudo por completo. —gruñó Axel. —El sensor de metal continuaba encendiéndose cada vez que pasábamos. Y no sé porque, pero Mark se quitó casi toda la ropa, excepto los zapatos, por lo que cada vez que pasábamos seguíamos activando la alarma. Jamás he pasado más vergüenza en mi vida.

Me tapé la boca con la mano, riéndome de la cara de mortificación de Axel. Podía imaginarlos perfectamente.

— ¿Y qué paso después? —quiso saber Nelly, preocupada.

—El guardia tenia una sensor de metal de manos. —explicó Mark, rojo por completo. —Lo fue pasando desde la cabeza a los pies. Se activo al llegar a mis zapatos.

—En ese punto solo estábamos en ropa interior en la entrada del casino. —gruñó Axel. —A vista de muchas personas. Estaban a punto de llamar a la policía. Estoy seguro de que mañana habrá imágenes en internet de eso.

—Pero la cena estaba deliciosa. —dijo Mark, viendo el lado positivo. —valió completamente la espera.

—Es cierto. —admitió a regañadientes Axel. —Un misterio, sin duda.

—Mmh. —dije, dando toquecitos a mi labio inferior con la punta de mis dedos. —Hay cosas que es mejor aceptar sin preguntas, ¿Sabes?

Nelly dio un gritito cuando Mark la levantó del suelo y la besó, haciéndola girar entre sus brazos. Nelly lo abrazó y ambos se olvidaron de cualquier otra persona que no fuera el uno del otro.

Intercambiamos miradas con Axel, dándonos cuenta de que nuestra presencia sobraba en el hogar de aquellos recién casados. 

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