La Amante de mi Esposo (ℭ𝔞𝔪...

By angelXXVII

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+18 (fanfic hot) Camila Cabello va tras la supuesta amante de su esposo para exigirle explicaciones. Lo que... More

Presentación de los personajes
01 • Treason
02 • Overcoming
03 • You again?
04 • (L) The Biggest Mistake
05 • Camila Mendes
06 • Jaguar's Agency
07 • You're Welcome
08 • From Home
09 • (F) Sweetest
10 • Bets and Surprises
11 • (F) Without
12 • The pression
13 • Good and Hot Blackmail
14 • (L) All Night
15 • (C) She Loves Control
16 • Revenge
17 • Lauren's back
18 • Charlotte
20 • Hackers
21 • Loyalty
22 • Meeting
23 • Karla Camila
24 • Miami Beach
25 • (F) This Love
26 • Discovery
27 • Precipitation
28 • Playing dirty
29 • (L) Lustful desire
30 • November 25th
31 • If there's love...
32 • Fifteen minutes
33 • (L) Tokyo
34 • Gift
35 • (C) Leash
36 • Christmas Night
37 • Alexa Ferrer
38 • Back to Black
39 • (L) Solutions
40 • Last Piece
41 • (L) Table
42 • The Judgment
43 • Santa Maria, Cuba
44 • Michael's Promise
45 • (F) My Husband's Lover

19 • (L) Take a Shower

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By angelXXVII

•°•°•

Camila Cabello P.O.V.

Las tardes de domingo suelen ser melancólicas y frías. Las horas pasan más deprisa, mientras suplicamos que no se vayan. Y en Detroit no fue diferente. Considerada la ciudad más grande del estado de Michigan, en el Medio Oeste, Detroit tiene tantas atracciones turísticas como deudas externas con el gobierno estadounidense. Yo podría mencionar la gastronomía, los museos o tantos otros lugares de interés neoclásico de allí. Sí, realmente podría, esto es, si hubiera estado allí.

Ya fuera por la apretada agenda de la agencia o por la exagerada preocupación de Lauren, por el aterrador índice de violencia urbana, tuve que disfrutar de mi noche de domingo en una habitación de hotel, sola.

Si me hubieran parado hace poco menos de un mes, no habrían visto toda esta frustración mía por estar sola.

Y si yo estaba así, era por su culpa, al fin y al cabo, la noche en Charlotte había malacostumbrado a mi ansiedad. No solo en Charlotte, por supuesto, ya que habíamos tenido la misma experiencia en Los Ángeles, San Diego, Boston y Seattle.

Desde entonces, no hubo noche de este viaje en la que haya estado sin ella. Por desgracia, Detroit iba a ser la primera, ya que Lauren estaba ocupada en Atlanta, organizando los próximos eventos. Estaría fuera por dos días más. Y te garantizo que nadie podría echarla tanto de menos como yo me estaba sintiendo ahora mismo.

Más que el placer carnal, era la forma en que la mujer se convirtió en mi confianza mientras desfilaba.

Así que, para no atormentarme por el "casi bochorno" que había causado en las pasarelas de Detroit, no me quedó más remedio que descansar durante la noche.

Tras un baño caliente y una cena que ordené, me tiré en la enorme cama, poniéndome los auriculares inalámbricos, porque si no podía tenerla conmigo esta noche, al menos podría recordar lo que era sentirla como lo había hecho en Charlotte.

Flashback on

Eran exactamente las 23:45 cuando Lauren y yo bajamos de la limusina. Nos reíamos a carcajadas de la botella de champán que se había derramado sobre el asiento y sobre su cuerpo. Nos reímos de la posible cara del conductor al darnos cuenta del ruido que habíamos hecho durante aquellos tres rapiditos. Nos reímos aún más cuando ella cerró la puerta, el conductor arrancó el coche y noté que me había olvidado el móvil y los tacones en el coche.

— Él volverá a recogerte, no te preocupes. — fue lo que dijo en cuanto cesaron las carcajadas.

— Solo quiero recuperar mi móvil. — mi respiración se hizo más lenta al sentir mis muslos completamente resbaladizos por la lubricación. — ¿Dónde estamos? — miré a mi alrededor, me encantaba el paisaje verde del lugar, sobre todo porque las casas estaban a cinco o seis árboles de distancia de aquella en la que nos encontrábamos.

Patios cubiertos de césped, buzones en su debido sitio, las casas geométricamente bien planificadas en un rectángulo vertical y un barrio aparentemente tranquilo.

— En un barrio noble de Charlotte. — Como si estuviera en su posesión, Lauren me rodeó la cintura con uno de sus brazos. Luego me guio hasta la puerta principal del adosado.

— Ah, sí. — Le dediqué una media sonrisa apenada y volví a mirar alrededor, esta vez temerosa de que alguien pudiera estar espiándonos.

— Relájate, baby... — La vi sacar una llave de su bolso. Aun así, no me soltó de su brazo. — Aquí es mucho más privado que en la limusina. — bromeó y enseguida siento que me ardían las mejillas.

— ¿Y dices que va a volver? — me referí al chófer.

— Sí. — Abrió la puerta y me dejó pasar.

— Quizá no quiera volver a verle nunca más después de lo de hoy... — Esbocé una tímida sonrisa, haciendo lo que Lauren me sugirió.

El dicho "no juzgues el libro por su portada" no se aplicaba a este adosado de Charlotte. Para nada, para ser sincera. Era cierto que la casa no era ni de lejos tan espaciosa o lujosa como el piso de Lauren, pero por alguna razón era más acogedora y más bonita. Era perfecta. Muebles de colores claros, mezclados en beige, marrón y blanco. Grafitis de un tamaño malla 10 en algunos sitios. El piso, el sofá gigante.

Lauren dijo alguna cosa mientras yo admiraba cada detalle de la casa y la para nada discreta lámpara de araña que la iluminaba.

— [...] Le pagaron muy bien para que guardara silencio. — dijo, dejando el bolso sobre la mesa redonda de cristal. — Si eso te preocupa, quiero que sepas que todo está bien. — Deshizo el moño que había desordenado dentro el coche, mientras me corría en sus dedos. — ¿Camila? — me llamó la atención mientras babeaba por aquel estante de libros. Era tan bonita que parecía hecha a mi gusto. Para mí. — ¿Qué te pareció?

— Me encanta. — Mi piso tendría que tener una decoración parecida. Pensé. Un estante, una alfombra, esos jarrones, una tele, quizá todo.

— Qué bien. No quise alquilar algo demasiado grande, solo quería que estuviéramos cómodas. — Puse mis ojos en el cuerpo de Lauren justo en el momento equivocado. Justo cuando ella estaba desabrochando la camiseta blanca que yo casi había rasgado dentro de la limusina.

Entonces Lauren lo hizo sin prisas. Su salvaje pelo castaño le rodeaba los hombros, cubriéndole parte de la cara y el torso. Su boca entreabierta, mordida e hinchada por nuestros besos. Parpadeé y fue en esa fracción de segundo cuando sus pupilas se dilataron. Su blusa se deslizó por sus anchos hombros, dejando al descubierto su abdomen y sus hoyuelos, hasta que cayó al suelo del salón. El sujetador negro con encaje rosa claro, el maldito perfume invadiendo cada rincón de la casa. Ni muebles, ni adornos, ni cuadros, lo más bonito de la casa era una mujer de treinta y seis años que ni siquiera era de Charlotte.

Todo iba según lo previsto hasta que Jauregui sonrió con picardía y me di cuenta de por qué estaba aquí.

Maldita sea, cómo podía hacerse aún más seductora y sexy con solo una sonrisa.

— ¿Te gustaría ducharte conmigo? — Se humedeció el labio inferior y caminó hacia mí.

Sentí que me flaqueaban las piernas y tantas otras cosas en cuanto aquella mujer se detuvo frente a mí, sin llevar nada más que un sujetador, una falda negra y tacones. Me miró en silencio de una forma que me desnudó psicológicamente de la peor manera. Una de sus manos trazó un camino hasta mi cintura. Tal vez porque sabía que eso me aportaría seguridad y consuelo.

— ¿Hm? — Bastó con tocarme la barbilla para hacerme perder la cordura. Desde el primer día, en el club nocturno, había temido la cercanía de Lauren. Lo temía porque cada detalle suyo me instigaba, me tentaba a rendirme ante ella. Sus ojos eran mi mayor debilidad y cada movimiento que hacía, me daba más certeza de que ella estaba consciente del poder que tenía sobre mi cuerpo. — Respóndeme, bab...

Acerqué nuestros rostros, cerrando los ojos y, respectivamente, sintiendo el cálido e incontrolado aliento de la otra chocar contra mi cara.

La sentí apretarme por encima del vestido cuando empecé el beso con un sutil roce de nuestras bocas, sujetando con cuidado los mechones de Lauren y pasando los dedos por ellos. No había planeado que saliera tan suave, tan delicioso, trayendo una oleada de gemidos a la silenciosa habitación, combinados por tanta delicadeza y encaje.

Y no había nada mejor que besarla lentamente, escuchándola gemir roncamente contra mis labios. Sentir su aliento en una adictiva mezcla de champán y chicle de menta. Su boca suave y dulce, manchada de carmín. Sus brazos, mostrándome posesión con cada segundo que pasábamos en esa posición.

En el momento en que introduje mi lengua, fui recibida por los suaves labios de Lauren en forma de chupetón, donde no pude evitar apretar su pelo un poco más fuerte al saborear de su suavidad en un gesto tan sencillo. Tan único que me produjo escalofríos.

Lauren pareció darse cuenta de mi sensibilidad al sonreír con un suspiro, compensando al mordisquearme el labio inferior y tomando el control del beso. Nuestros rostros se movían y nuestras bocas se tocaban sin prisa. Cuanto más intenso se volvía el beso, más atrapada me sentía.

— Hm... — Gemí, al sentir que mi espalda chocaba sin fuerza alguna contra la pared, definitivamente no tenía idea de cómo habíamos llegado a la otra parte de la habitación. Pero como ya que estábamos allí, no hacía mal disfrutar de la deliciosa presión que los pechos y la cintura de Lauren ejercían sobre mí.

Al llevar un vestido, no tuve mucha dificultad en colocar intencionadamente uno de mis muslos entre los suyos, ya que no llevaba bragas.

Otro utensilio que se había quedado accidentalmente dentro de la limusina.

— Camila... — Conocía ese tono. Me encantaba, porque demostraba que ella estaba cediendo a algo. — ¿Qué te dije en el coche, eh? — Ella deslizó su boca por mi cuello y torso. Literalmente, sin ponérmelo fácil.

— Que se joda. Quiero correrme otra vez... — Murmuré dulcemente mientras me agarraba a su pelo y ponía los ojos en blanco. — Por favor... — Ya estaba mojada, completamente rendida y deseando sentir aquel cuerpo pegado al mío.

— El baño, nena... — Paradójicamente, mientras hablaba, también chupaba y mordisqueaba ligeramente mi piel, poniéndome aún más caliente al contemplar la escena. — Tendrás todo lo que quieras después de nuestra ducha. — Volvió a mover su boca por mi torso, poniéndome la piel de gallina, si cabe, una vez más. — Te lo prometo. — Se detuvo justo antes de llegar a mis labios, mirándolos fijamente.

— ¿Entonces por qué te burlas tanto de mí, maldición? — jadeé impaciente, mientras intentaba dejar de frotarme contra las piernas de Lauren. Solamente esta noche, en el coche, ya me había corrido dos veces en ella.

— Fuiste tú la que me besó primero. — Su lengua jugaba con mis límites, mojando mi labio inferior, como si el gesto no significara nada para mí.

— ¡Y fuiste tú quien nos trajo a esta pared! — Cuando deslicé ambas manos por su cuerpo, moviéndome sutilmente hacia sus pechos llenos y exuberantes, Lauren dio un paso atrás. — ¿Lo ves? Eres una zorra... — puse mala cara, denunciando su malvado juego con mi sensibilidad, al verla dedicarme una de esas sonrisas lujuriosas que tanto odiaba.

— Voy a por nuestras batas, ¿vale? — No le contesté. — ¿Quieres otro beso, baby? — se acercó toda coqueta, pero me tocó darle la espalda. Al contrario de lo que esperaba, Jauregui se rio nasalmente de mi actitud. — Así tendré que robarte un beso... ¿Dónde está mi sonrisita hermosa, eh? — Jauregui se acercó por detrás, con cara de "no quiero nada", hasta que rodeó mis caderas en un abrazo. — Oye, no te enfades conmigo...

— Sal, Lauren. — Le pedí y de inmediato siento un aleteo en el vientre. — Ya no te quiero más también. — Antes de cruzarme de brazos y levantar la nariz, tuve que ajustarme el vestido y taparme parte de mis muslos que dejaba al descubierto mi lamentable situación. — Para... — Cerré los ojos cuando la sentí llegar a mi nuca, acariciándola con besos rápidos y cariñosos. — Lauren... — Cerrando los ojos mientras me invadía otra oleada de escalofríos, volteé ligeramente la cara para mirarla, ya sonriente. — Ve a buscar nuestras batas, ve.

— Me encanta cuando te enfadas. — Se mordisqueó el labio inferior mientras presionaba suavemente mis caderas con sus muslos. — Creo que voy a tener que desestresarte después del baño, de la mejor manera posible.

— ¿Y por qué no en la ducha? — pregunté, también llena de malicia. — ¿Ya estás cansada, Jauregui? ¿Por eso lo pospones? — me burlé al final.

— Nunca. — Dejó otro sutil beso sobre mi piel. — Estoy a tu disposición, Srta. Cabello, siempre y especialmente esta noche... — Sus manos se deslizaron por mi cuerpo, deteniéndose en mis hombros, donde comenzó un delicioso masaje. — Para cualquier cosa que quieras probar o hacer.

— Lo que yo quiera, ¿eh? — Me humedecí el labio inferior, susurrando con una voz cargada de excitación, cuando de pronto me retorcí al sentir cómo me mordía y chupaba la punta del lóbulo. Lauren conocía como nadie mis puntos más sensibles. — ¡Dios, Jauregui! — Golpeé el suelo con el pie, alejándome rápidamente de aquel cuerpo tentador y de sus precisas caricias. — Si no quieres follarme aquí, ¡no actúes como si quisieras!

— Vale, vale, voy a por nuestras batas.

Asentí con la cabeza, intentando contener la sonrisa que se formaría, automáticamente, al verla apresurar sus pasos solo para... ¿Ducharse conmigo?

Cada día que pasaba, más sentía que Lauren me estaba malacostumbrando. Quiero decir, no es cualquiera que alquilaría una casa como ésta solo para pasar la noche conmigo. Probablemente, optarían por un motel o lo que fuera más barato. De todos modos, aquí estábamos, solas, pudiendo disfrutar de la comodidad de la casa sin preocuparnos por la hora o de si lo que tocábamos había sido esterilizado o no por una limpiadora.

Pasé discretamente por la cocina y vi dos bolsas de cartón sobre la mesa. Eso indicaba que había comprado algo para que comiéramos. Y en cierto modo, me alegraba pensar que no me había invitado a esta casa solo para satisfacerse. El gesto de invitarme a bañarme con ella, de comprar comida y alquilar una casa acogedora para las dos, demostraba que Lauren realmente se preocupaba, y mucho, por darme una noche increíble, llena de placer en todos los sentidos de la palabra.

Atravieso la puerta, observando al principio mi vergonzoso estado de cuerpo y alma. Mis piernas sucias con mi corrida. ¿Mi pelo? Desordenado por los dedos de Lauren, o incluso porque echaba mi cabeza hacia atrás cada vez que estaba cerca del clímax. Mi maquillaje era una causa perdida para comentarlo, donde me preguntaba ¿Cómo podía ella haberme encontrado sexy en ese momento, cuando tenía una pestaña postiza pegada a la frente, así como el delineador todo emborronado y toda sudada?

Era por estas y otras razones por las que me encantaba pasar las noches, o quién sabe algunas tardes, con Lauren. Con ella no había timidez. No había nada, ni nadie, sobre la faz de la tierra que pudiera interponerse en nuestro loco deseo de follar, una vez que el beso entraba en el ritmo. Así que no me importaba si había perdido o no una pestaña durante nuestro salvaje acto sexual, si el vestido que estaba sucio, era de un diseñador norteamericano, o si el chófer de la limusina nos estuvo escuchando mientras yo le suplicaba a ella que me hiciera suya en aquel coche; todo sucedió, y mejor aún, de la forma más natural que dos seres humanos podrían hacerlo.

— No sé qué cara voy a poner para entregar este vestido, Lauren. — Empecé a quitarle el tirante al vestido, justo después de quitarme las dos pestañas postizas de la cara. — En serio, está todo sucio.

— No te preocupes, baby, me las arreglaré. — Colocó las batas en las perchas y se bajó de los tacones, mientras me analizaba atentamente en el reflejo del espejo.

Me encantaba cómo nada le parecía difícil o imposible. Digo esto porque cuando estás atrapada en un matrimonio, incluso un pedido para salir a cenar parece absurda, una molestia por tu parte, porque estás desempleada y no puedes ayudar a la otra persona. Me cansé de contar las veces que dejé de pedirle a Shawn — desde el regalo más caro, como un viaje, hasta el más sencillo, como una caja de bombones — para evitar lo que habría sido un sermón sobre sus interminables gastos.

Lo que me dolía ni siquiera era que me dijera que no, porque era mi esposo, conocía su historia y sabía que cada día el hombre luchaba por pagar la millonaria deuda que le había dejado su padre, antes de morir de cáncer de próstata. Lo que me dolía, y me sigue doliendo cada vez que me paro a pensarlo, es lo insignificante que Shawn parecía tratar todos mis pedidos, en el sentido de que ni siquiera mostraba ningún esfuerzo por cumplir algo que yo quería y pedía, con mucha vergüenza, pero de todo corazón.

Por mucho que amase a mi esposo en aquella época, siempre me di cuenta de que el hecho de no especializarme en algo, para dejarlo todo y vivir "el sueño de la esposa perfecta" fue el peor error que he cometido nunca.

Debido a mi falta de formación y conocimientos técnicos, no pude encontrar un buen trabajo en Miami y no conseguí la dignidad para que las otras personas dejaran de verme solo como una inmigrante que venía a "empobrecer" su país. Ni siquiera casarme con Shawn me permitió exigir respeto en ciertos lugares, ya que los discursos xenófobos sonaban menos agresivos que el acoso moral que sufría por, aparentemente, "dar la impresión de ser una mujer fácil, por ser latina", a los señores a los que entregaba currículums y me entrevistaban para los trabajos.

Todo esto y tantas otras cosas por las que pasé, empezaron a desanimarme para continuar en este inútil intento de encontrar mi primer trabajo en tierras norteamericanas. Al final, como no encontré un trabajo que fuera mínimamente rentable y que respetara mis valores, tuve que vivir a costas de mi esposo, tan avergonzada que, al parecer, me conformé con lo mínimo que me había dado a lo largo de los años.

— ¿Pensativa, Camila? — Lauren volvió a tocarme los hombros, devolviéndome al presente.

— Tal vez un poco. — Dejé escapar una tímida sonrisa, mientras admiraba su cuerpo completamente desnudo detrás del mío. La sensación de sus pezones rígidos tocando mi espalda nunca caería en la costumbre.

— ¿En qué estás pensando, baby? — Otra cosa que me cautivó de su forma de ser es, sin duda, su genuina atención a las cosas más sencillas que yo podía decir o hacer, como por ejemplo, pararme a pensar.

Lauren no lo hacía para fingir interés por el tema o para quedar bien. Lo hacía porque realmente le importaba lo que yo decía y sentía. De una forma muy extraña, pero bonita, desde que nos conocimos, ya fuera en la discoteca o en la confusión frente a su piso, ella parecía amar mi libertad de expresión. Siempre intentaba escucharme, dejar que me expresara antes de sugerirme una nueva idea.

— Son muchas cosas, créeme. — respondí después de un rato.

— Tengo toda una noche para escucharte, si quieres. — Me acarició la cintura, poniéndome automáticamente los pelos de punta. — Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad?

— ¿Puedo? — Entrecerré las cejas en un irónico gesto de desconfianza.

— Sí, puedes. — respondió con firmeza, segura de su decisión, y luego giró mi cuerpo en un gesto sutil para poder mirarme a la cara. — Estoy aquí para lo que necesites... — Asentí un poco incómoda ante su afirmación, siendo que aún estaba aprendiendo a mantener una conversación con Lauren, mientras ella permanecía desnuda a escasos centímetros de mi cuerpo. — Y no solo para el sexo, ¿vale?

Lauren estaba demostrando ser servicial, al darle atención a mis lamentos. El caso es que hablar con ella de mi matrimonio, de mi insatisfacción y de mi pre-divorcio, serían cosas que desviarían la atención de la verdadera razón por la que estábamos aquí.

— Ahora te siento distante... — Me agarró ambas mejillas con las manos, acariciándolas mientras me miraba a los ojos perplejos. — ¿Te preocupa algo?

— No.

Estar pensativa era distinto de estar preocupada, ¿no?

— ¿Te avergüenzas de mí por el baño?

— No, no es eso.

Era demasiado duro tener que comparar a dos personas en un momento tan inoportuno como este. Comparar lo que una había hecho por ti en menos de un mes, que el otro no había hecho en casi ocho años de matrimonio. Y no, definitivamente no me refería al lujo que me estaba dando al pasar las noches con Lauren. Mi frustración venía por estar dándome cuenta poco a poco de mi relación con Shawn, seguida de los años que perdí pensando que aquello era suficiente para mí. Que me merecía solo aquello.

— Ven aquí... — me producía escalofríos cada vez que trazaba líneas imaginarias sobre mi piel, deteniéndose en alguna parte necesitada de mi cuerpo. Cuando me rodeó la cintura con sus brazos, solo me permití sellar nuestros labios en un beso prolongado, abriendo otra tímida sonrisa poco después. — Déjame darte ahora un buen baño caliente... — sentí que mi cuerpo actuaba en modo automático. Había perdido la cuenta de cuántos escalofríos había sentido solamente aquella noche. El efecto de Lauren en él era inexplicable. — Te prometo que te haré olvidar lo que sea que estés pensando.

Si al menos supiera que era por estas y otras actitudes amables por las que me martirizaba en pensamientos, Lauren no se habría atrevido a quitarme el vestido mirándome a los ojos, y mucho menos a guiarme tiernamente hasta la ducha, por detrás, pegadas, besando mi cuello necesitado. Y por si fuera poco, agarró dos ligas que estaban colgadas junto al gorro para ducha, donde sujetó no solo su pelo, sino también el mío para que no se mojara.

La sensación de saciedad era instantánea, cada vez que me sentía tomada por aquel cuerpo cálido y algo fuerte. Era delicioso sentirse a salvo en los brazos de aquella mujer, segura y comprendida.

Entonces Jauregui abrió la ducha, haciendo que el calor del agua tibia disipara poco a poco mis pensamientos, mientras yo también sentía que el calor de la temperatura corporal de Lauren me aportaba nuevas sensaciones cada vez que me abrazaba así por detrás. Poco me imaginaba que, al aprovechar tan cuidadosamente de sus caricias, en un futuro próximo me convertiría en un rehén y dependería por completo de este tipo de tratamiento.

— Tu piel es tan suave... — susurró roncamente junto a mi oído, mientras empezaba a enjabonarme lentamente con jabón y esponja, despojándome de los últimos hilos de cordura que me quedaban desde que salí de la limusina. — ...Suave y grácil. — dijo mientras me daba un beso en el hombro. Por poco no me desplomé, al tambalear de debilidad, en el suelo del cuarto de baño en cuanto la escuché. — Oh, sí... Eres muy guapa.

Asentí ante su cumplido y esbocé otra sonrisa débil y avergonzada.

Era extrañamente agradable que Lauren me elogiara en una tensión distinta a la de nuestros rutinarios preliminares. Era una ocasión diferente a lo que estaba acostumbrada. Tenía si su apretones, sus besos lentos o su mirada galanteadora que me hacían perder la cabeza. Tenía todo lo que una noche gloriosa con Lauren Jauregui debería tener, pero no solo eso. Y fue mientras me enjabonaba y que las gotas de agua masajearan mi cuerpo, cuando me di cuenta de la nueva sensación que se apoderaba de mis venas, haciendo que mis mejillas se sonrojaran y que la maldita sonrisa no se quedara en mis labios. Empecé a desear a Lauren de una forma que nunca había imaginado que desearía a alguien. La quería para mí de esta o de cualquier otra manera. Era un sentimiento egoísta, lleno de salvajismo, aunque sonara aterrador, bueno, arriesgado y seguro al mismo tiempo. Sonaba como el infierno al que me había llevado aquella mujer desde el momento en que se presentó como la amante de mi esposo.

— Esto me gusta, ¿sabías? — Parpadeé al ser interrumpida de mi burbuja. — Me gusta estar así contigo.

Mi nerviosismo me hizo reír ante sus palabras. Abrí ligeramente los ojos e intenté rápidamente corregirme y no dar una impresión equivocada de lo que sentía. Que, por cierto, era demasiado confuso para explicarlo con palabras.

— También me está gustando... — en contrapartida contesté. — Me encanta, en realidad.

Lauren abrió una sonrisa pura, tan genuina como sus ojos, que casi se cerraron al escuchar mi respuesta. Sus manos me tocaban los pechos. Los latidos de mi corazón acelerándose. Entonces la miré mientras Lauren me tocaba. Con eso, me di cuenta de que a veces las cosas que suceden de forma natural, pueden pillarte tan por sorpresa como las cosas que has planeado durante días y al final salieron mal. Estaba adicta a la forma en que me deseaba esta mujer, sobre todo sabiendo que podría ser la única en dejarla así.

— ¿Así que te encanta esto? — preguntó, frotándome los hombros con jabón y esponja. Qué deliciosa era la sensación de cuidado que Lauren transmitía al hacerlo.

— Sí. — Me puse de frente a la mujer.

El día doce de septiembre, me había entregado a alguien que no era Shawn Mendes, mi esposo. Había experimentado por primera vez la suavidad del beso femenino y sus caricias precisas y sutiles. También ese día había prometido divorciarme de Shawn para repetir más noches como la del día doce. Juré que no volvería a encariñarme con nadie, igual que juré que no volvería a llamar a Lauren después de lo ocurrido. Era extraño pensar que todos mis juramentos tenían algo que ver, aunque fuera una parte, con ella. Que todas mis confusiones, placeres y descubrimientos empezaron con ella.

— Te encantará aún más lo que te preparé para después del baño. — Su voz ronca, acompañada de toques de malicia, logró cambiar el ambiente en cuestión de segundos.

Y yo aprovecharía la ocasión.

— ¿Ah, sí? — Me uní al juego.

Porque entre el ambiente "romántico", si se puede llamar así, y uno de pura tensión sexual, elegiría lo segundo porque ya era algo más íntimo y porque estaba conforme a mis planes de no apegarme emocionalmente a alguien, aunque me estuviera adaptando bien a la primera idea.

Demasiado bien, de hecho.

— Dime qué vas a hacer... — Me humedecí el labio inferior, sintiendo cómo la mano de Lauren y el jabón se deslizaban hasta cierta zona... — Lauren... — lo frotó, haciéndome clavar los dedos en sus hombros, apretando la suave piel en un gesto de refugio.

— Eres muy sensible. — Volvió a utilizar el jabón como herramienta de tortura, presionándolo contra mi zona íntima, mientras lo frotaba exactamente sobre mi clítoris. — Y eso me gusta tanto de ti, que no puedo cumplir mi promesa de hacer que te corras solo después de esta puta ducha.

— ¿Sabes lo que me deja aún más "sensible"? — Me mordí el labio inferior, mientras devoraba las intensas esmeraldas oscuras de mi jefa. Eran tan peligrosas y sexys como su voz ronca.

— ¿Qué?

Posesión. — repliqué. — Me encanta sentir que pertenezco a alguien.

Lauren empezó a frotar el jabón más deprisa entre mis pliegues, probablemente sintiendo los efectos de mis provocaciones.

— ¿Te gusta, nena? Dime.

— Me encanta... Hm...

— ¿Y cuándo te follo así? — Dejó el jabón y, en un ágil gesto, me penetró con tres dedos. Su otra mano también soltó la esponja al suelo para sujetarme la espalda, apoyando sus cinco dedos firmemente sobre mi piel mientras me llenaba. — Te sientes de alguien cuando te follan así, ¿eh? — Jauregui apoyó su frente en la mía al mismo tiempo que empezaba a penetrarme en un ritmo mucho más aplicado y delicioso. Empujones profundos y rápidos, como a mí me gustaba. — ¡Contéstame cuando te hago una pregunta! — Me apretó el culo con la mano que me sujetaba la espalda.

— Sí, ¡oh! — Eché la cabeza hacia atrás, sin molestarme, en mojarme el pelo y mucho menos en el agua caliente que ahora cubría nuestros cuerpos. Jauregui había entrado bajo la ducha al apoyarme contra el azulejo.

— ¿A mí? — El apoyo de Lauren sobre mi columna siempre era muy bienvenido, pero confieso que lo prefería cuando lo dirigía hacia mi muslo, obligándome a colocar una de mis piernas alrededor de su cintura, dejándome así aún más expuesta a sus embestidas.

A ti. Solamente a ti. — Jadeando, aún encontré fuerzas para exponerme mirándola a los ojos. Las pupilas de Lauren se dilataron. Se me pusieron los pelos de punta. Sus dedos entraron con más fuerza, golpeando la pequeña parte esponjosa que hacía que mis dedos de manos y pies se crisparan. — ¡Así! ¡Sí!

— Gime mi puto nombre... — gruñó como si la invadiera la lujuria. — Grita el nombre de la que te come rico...

Y fue gimiendo el nombre de Lauren que me derramé en uno de esos orgasmos intensos que eran mucho más que la sensación de plenitud, sino más bien de la presencia que ella traía al ambiente cada vez que se excitaba de esa manera. Las palabras la dejaban tan alucinadas, pero tan alucinadas, que Lauren no dejó de meterme ni cuando me vio llegar. Su sesión de embestidas duró tres corridas consecutivas más. Todo esto sin acercar sus labios a mi boca, sin devolver mis intentos de empezar a besarla, pues ella parecía querer hacerlo mirándome a los ojos. Memorizando el momento.

Al final, tras una casi interminable recopilación de besos, conseguimos salir de la ducha, más sucias que cuando habíamos entrado. Aún me preguntaba si había sido culpa mía por haber cambiado el ambiente de la noche con aquella provocación barata. En cualquier caso, me sentía saciada y mi noche ya la tenía por ganada, porque nada me parecía mejor que correrme para aquella mujer. Mis dudas y confusiones habían desaparecido. Todo se basaba en ella y en cómo podíamos satisfacernos mutuamente.

— Ponte la bata por ahora. — Me cubrió cariñosamente con la bata. — Espérame en el sofá, tengo una sorpresa para ti.

— Está bien.

— Espero que no estés cansada, Camila. — dije, subestimándome mientras levantaba una ceja.

— En absoluto. — Me levanté la nariz como si estuviera ofendida.

— Perfecto, porque va a ser una noche larga... — Me sujetó la barbilla con una mano. Llevaba el pelo recogido en una toalla, al igual que su cuerpo, cubierto con una bata blanca. — Espérame allí.

Obediente, me dirigí al salón y me senté en el sofá tapizado de cuero. Las luces estaban parcialmente apagadas, quedando solo algunas lámparas para dar al lugar la seriedad y tensión que requería.

Al tratarse de un sofá cama, enseguida me di cuenta de lo que me estaba sugiriendo al mencionarlo todo el rato.

Miré a mi alrededor y me fijé en una botella de vino acompañada de dos copas de cristal sobre la mesa central de la sala. No siendo suficiente, también trajo una... fondue bañada en chocolate y fresas para agarrar con los tenedores. El kit, a su vez, estaba en una mesa carrito de aluminio.

Inmediatamente, me crucé las piernas para contener la emoción de mi cuerpo. Aquello era una atención tan grande para mi persona, que me emocionó tanto, que quise gritar de entusiasmo.

— He vuelto, baby. — dijo, despertando mi curiosidad por lo que llevaba en la mano.

Al parecer, la botella era un aceite corporal.

Interesante.

— ¿Tienes hambre? Aquí ha-

— No, ¡no! — Sonreí nerviosa, respondiendo torpemente a la pregunta de Lauren. — No tengo hambre. — No hasta que averigüe por qué Lauren estaba depositando ese aceite sobre la mesa. — Solo si tú lo estás, claro...

— No vine a cenar, Camila. — dijo mientras me miraba fijamente, estableciendo un silencio en la habitación que hizo que mis oídos se agudizaran.

Entonces Lauren comenzó a caminar a pasos lentos, dejando las chanclas a merced del suelo para acomodar los pies sobre la alfombra del salón. Llevaba el pelo suelto y húmedo, al igual que el mío, por nuestra ducha.

Era un privilegio poder analizar los rasgos de aquella mujer sin maquillaje y aun así no encontrar ni un solo defecto. Digo, sus marcas, lunares, pecas o lo que fuera que tuviera en la piel; combinaban con ella y con sus colosales ojos verdes. Su belleza natural era una de sus mayores virtudes y sin duda podría contemplarla durante toda una noche, tal y como lo estaba haciendo ahora.

— ¿Te gustan las fresas? — Se acercó a donde estaba la Fondue. Luego agarró uno de los palillos, lo clavó en la fresa y luego lo sumergió en el recipiente.

Observé este sencillo gesto como si fuera la escena más interesante de mi vida. Estábamos en silencio, lo que en cierto modo contribuyó a que mi atención permaneciera fija en ella y en sus movimientos.

— Te pregunté si te gustan las fresas, Camila.

— Me gustan. — Parpadeé desconcertada por mi falta de atención — ¡Sí, me gustan! — Tragué saliva al decirlo de golpe.

Pude ver que Lauren no llevaba nada debajo de la bata. Al estirar el brazo para untar los frutos rojos en chocolate, dejó que se le abriera sutilmente una parte de la bata y sus pechos se hicieron visibles a mis ojos.

— ¿Por qué no lo pruebas? — su voz me hizo perder parte de mis sentidos esenciales al ser pronunciada con tanta dulzura, claramente en tono burlón. — Ven aquí, baby... — y me levanté, aún con la mirada fija en la parte abierta de la bata de Lauren. Hipnotizada. — No, espera, tengo una idea mejor... — se sujetó del carrito. — Me iré ahí.

Así que, demasiado débil para moverme o simplemente sentarme, esperé sus órdenes, dejándola hacer lo que quisiera mientras mantenía esa postura jodidamente sexy y autoritaria. Poco después, ella y el carrito de fondue se detuvieron frente a mí.

Atrevidamente, la observé mientras sacaba el palillo de la olla. Su atención se alternaba entre mis ojos marrones y el palillo, convirtiendo nuevamente un gesto tan simple como agarrar una fruta, en algo puramente sexual, haciéndome vibrar silenciosamente de pies a cabeza como si fuera mi cuerpo el que estuviera a punto de chupar y morder en lugar de la fresa.

— Mira... — Lo bastante cerca como para sentir el calor de su aliento, Lauren se humedeció sin prisas el labio inferior, mirándome a los ojos, donde enseguida me hizo seguir su movimiento también con la mirada.

Sus dedos se apretaron contra el tenedor, acercándoselo lentamente a la boca. Atenta, observé la escena con los labios entreabiertos como en éxtasis. Los humedecí dos veces seguidas solo porque Lauren había dejado lo que estaba haciendo para mirarme, con una sonrisa victoriosa en el rostro, la angustia que me causaba por estar mordisqueando una simple fresa.

— ¿Quieres un poco? — su labio inferior quedó manchado de chocolate, tras dar el primer mordisco al fruto rojo.

Y no tardó en humedecérselo, insinuando algo más mientras lo hacía lentamente, mirándome.

— Quiero... — era como si me faltara el aire en los pulmones, y empecé a resollar. El aura sensual de Lauren emanaba de una forma que nunca había imaginado en aquella habitación. Quería decirme algo, podía sentirlo.

La mujer mayor empujó el carrito un poco más cerca del sofá, utilizando la tapicería para apoyar sus gruesos muslos mientras se sentaba. Se ajustó la bata para que, si era posible, sus piernas estuvieran aún más al descubierto. Su sexo a la vista, así como sus pezones endurecidos.

— Siéntate aquí, conmigo... — Con la mano libre, Lauren se dio un golpecito en el muslo, haciéndome señas para que me acercara.

Y yo estaba tan débil por la tensión, por los orgasmos, que si Jauregui hubiera estado unos centímetros más lejos, juro que no habría tenido fuerzas en los pies para caminar. Pero como afortunadamente estaba a solo tres pasos de distancia, no dudé en acomodarme sobre una de sus piernas, y fui cálidamente recibida por esa misma mano, cuando comenzó a tocar mi cintura hasta adueñarse por completo de ella, envolviéndome, haciéndome sentir segura y al mismo tiempo suya.

— Muérdelo, baby...

Dios, "débil" se convirtió en un cumplido al lado de lo que empecé a sentir en el regazo de Lauren.

Era una opresión salvaje y caliente, recorriendo las venas de mi cuerpo. Era tan intenso que simplemente cerré los ojos, respiré hondo y me retorcí, rogando a mi cerebro que se calmara, porque estaba actuando como si estuviéramos haciendo esto por primera vez.

Estar encima de Lauren era como tomar parte de su poder para mí. En esta posición, me sentía más deseable, más hermosa, más valiente. Me sentía literalmente en el control, porque no era como si fuera una presa, después de todo, estaba encima, mirándola a los ojos e incluso un poco más alta que ella. La de abajo contemplaría, tocaría y se saciaría. Me gustaba esa regla. Era solo una mujer queriendo satisfacer a la otra y nada sonaba más excitante a mis oídos que eso.

— ¿Qué pasa, eh? — empezó a notar mi respiración agitada, mi cuerpo tembloroso. Eran dos de las reacciones de una excitación que nunca antes había visto, y mucho menos sentido durante las preliminares.

Para relajarme, Lauren suavemente empezó a repartir besos húmedos a lo largo de mi mandíbula y mi cuello, tocándome ligeramente la cintura mientras yo apretaba las piernas, nerviosa y muy, muy excitada.

— Lauren... — mi pecho se llenaba y vaciaba de aire. La miré fijamente mientras, de forma extremadamente perversa, la misma empezó a ensuciarme la piel con el chocolate de la fresa y lo lamió lentamente enseguida. Sin poder decir ni una palabra más, vi cómo Lauren marcaba mi cuello, bajaba hasta mi torso, deteniéndose justo encima de mis pechos mientras intentaba desatar el nudo de mi bata. — Oh... — cuanto más me chupaba, más me costaba contener lo que tenía atascado en la garganta. — Joder, hm... — Sus labios se movían de un lado a otro, mientras me apretaba la cintura tratando de juntar mis pechos a los suyos. Era delicioso sentirlos tan duros contra mi erizada piel. — Lauren... Hm... — Sentí que intentaba pasarme el tenedor con la fresa, ya que parecía estar ocupada, besando, mordiendo y ¡Oh! ¡Me encantaba cuando las chupaba también! — Esto es tan... Ah.... — mi coño se contrajo tanto, pero tanto, que algunas palpitaciones me llegaba a doler por toda la calentura acumulada. — Oh, Dios, ¡Qué rico! — Así que sujeté el tenedor igual que Lauren sujetaba mi cuerpo, ahora con ambas manos.

Mordí la fruta como si estuviera mordiendo otra cosa, todo por aliviar las malditas punzadas de mi vientre que me hacían mojarme vergonzosamente sobre su muslo.

— Nadie te coge tan bien como yo, ¿no es así, Camila? — volvió a mirarme justo cuando estaba con los ojos en blanco. — Oh, sí... — Sus dedos trazaron un nuevo camino por mi piel, deteniéndose en mi duro pezón izquierdo. Lo apretó con el índice y el pulgar. — Sé que no lo hacen... — me manoseó el culo con la otra mano. — ¿Sabes por qué, baby? — Me contuve para no volver a poner los ojos en blanco. — ¿Sabes por qué solo yo tengo todo este control sobre tu delicioso cuerpecito? — Si tan solo tuviera algo que decir en ese momento... pero creo que mi cuerpo, débil como estaba, ya estaba respondiendo lo que ella quería escuchar.

Entonces Lauren se rio nasalmente cuando mi sufrido gemido resonó en la habitación en un intento fallido de responder "no".

Dejé que el tenedor y la fresa cayeran a la alfombra cuando la mujer ajustó nuestra posición. Mis dos piernas rodearon su cintura mientras las mangas de nuestra bata caían sobre los hombros. Lauren desnuda de cintura para arriba, con los mechones mojados y mirándome por debajo de las pestañas, era, sin duda, una de las visiones más eróticas que podría imaginar.

— Porque eres mía, Camila.

Lo dijo palabra por palabra, mirándome a los ojos.

— Solo mía. — Sí, solo suya... —  Repítelo para mí. — Se humedeció el labio inferior mientras apretaba mi carne.

Mi cuerpo se estremeció en un intenso escalofrío. La forma en que Lauren se estaba comportando, llena de seriedad, de celos, de deseo; era, sí, otro de mis puntos débiles. Y sabía que no actuaba así, por lo que le dije en la ducha, como una mera "fantasía sexual". Esto se debía claramente al "resquicio" que yo le había dado al decirle sobre mi fetiche de posesión, que fue suficiente para que ella mostrara sus verdaderas intenciones en nuestro sexo sin compromiso. Nos guste o no, esa era Lauren Jauregui: la mujer orgullosa que obtenía, cuidaba, derrochaba y contemplaba sus conquistas.

— Solo tuya... — gemí largamente.

— ¿Esos dos te mojaron tanto como lo estoy haciendo yo?

Su intención al traerme aquí era aclarar la noche del club. Era muy buena jugadora.

— No, ¡oh! — gemí en cuanto me dio una palmada en la cadera con una mano. — Solo tú, Lo... — confesé contra mi voluntad, al estar tan perdida en nuestra burbuja y mis sensaciones— Solo tú puedes dejarme así...

— Buena chica... — Me analizó con la mirada, deteniéndose en mis pezones. — Si sigues así, tendrás una gran recompensa... — las roncas palabras de la magnate me dieron justo en el blanco, haciéndome sentir el cálido líquido de la lubricación mojando mis muslos. — Soy la única que puede tenerte así a partir de ahora... — Bajó su boca hasta uno de mis pezones, rígido y dolorido por la aflicción. — Solo yo, Camila... — Desesperada, pasé ambas manos por su pelo mientras cerraba los ojos y sentía los deliciosos movimientos de vaivén de los labios de Lauren sobre mi pezón. — Son tan ricos, nena... — dio unas cuantas succiones, obligándome a echar la cabeza hacia atrás. — Mira, como me gusta chuparlos, mira... — pero ni siquiera pude abrir los ojos, donde solo sentí su aterciopelada lengua rodeándolos, dándoles besitos. — ...míos... — besó mi pezón derecho — ...solo mío... — y cuando se atrevió a besar mi pezón izquierdo, sentí que todo mi cuerpo se convulsionaba. La energía vibrante se había apoderado de mí. — ... Shhh... — inmediatamente, se me acercó, sujetándome de la barbilla. — Mírame... — los apretones hacían que mi coño se contrajera cada vez más. Tuve que frotarme contra sus muslos en busca de alivio. — Baby, no... Hey, mírame... — mis ojos estaban aguados por el orgasmo. — No te vas a correr ahora. — Apreté su pelo castaño con más fuerza, moviendo mis caderas cada vez más rápido contra sus muslos— ¡Karla Camila! — Me dio una palmada en el culo mientras me recogía el pelo en un moño. Me vi obligada a abrir los ojos y a controlar la respiración en cuanto la miré. — ¡Solo vendrás cuando te lo permita!

— ¿Y por qué eso ahora?

Me quejaba como alguien realmente enfadada o molesta porque Lauren se hiciera de la difícil después de nuestra ducha. Me quejé, agité las manos, fruncí el ceño...

pero por dentro... Ah... por dentro me estaba encantando toda la escena, que me estaba poniendo aún más caliente.

— Tómalo como... — me dedicó una sonrisa diabólica — ... un castigo por haberte acostado con aquella pareja.

— Pero...

— Shhh. — soltó mis mechones para colocar su dedo índice sobre mis labios. — ¿Entendiste lo que te dije? — Asentí, en silencio, mordiéndole la punta del dedo y luego dedicándole una sonrisa a juego. — Perfecto. Entonces nada más cumple con lo acordado si quieres correrte bien rico para mí. — dijo, ya consciente del estado en que le había dejado los muslos.

A la descarada le encantaba la sensibilidad que me provocaba, y ahora que conocía mi pequeño y sucio secreto sobre "amar el sentirse pertenecida", podía actuar según sus instintos, echar unas cuantas verdades durante los preliminares, excitarme y seguir saliendo impune del juego.

Siguiendo su ejemplo, me colocó cuidadosamente sobre la tapicería de cuero. Miró hacia la alfombra, sonriendo en cuanto vio el tenedor y la fresa allí tirados como si nada. Luego, de espaldas, se quitó la bata, ofreciéndome una hermosa vista de sus gruesas y turgentes caderas, moviéndose de lado a lado mientras se acercaba a la mesita.

Lauren agarró el aceite y se volvió hacia mí, destapándolo con una mirada enigmática.

— ¿Ya te han dado un masaje, Camila?

La vibración se apoderó nuevamente de cada parte de mi cuerpo, poniéndome los pelos de punta.

— Sí.

— ¿Por todo el cuerpo? — Se mordió ligeramente los labios mientras hacía su típica revisión visual de mi cuerpo.

— Sí.

Era una sensación indescriptible mirar a Lauren, cortejar sus grandes y duros pechos y esa lubricación entre las piernas que brillaba en sus muslos. Definitivamente, podría morirme de placer al pensar que aquella mujer estaba así por mi culpa: teniéndome en su regazo, moviéndome y gimiendo.

— ¿Ya? — Insistió en el tema, arqueando la ceja para desafiarme.

— Sí... — Respiré hondo, intentando que mis emociones no me "dominaran" antes de la hora.

— Quítate la bata, Camila. — Otro escalofrío, me quedé aún más desconcertada por la fuerza que emanaba aquella voz cada vez que la pronunciaba en tono ronco y serio. — Eso. — alabó Jauregui después de que hiciera lo que me ordenó, completamente desorientada. — Ahora quiero que te tumbes boca abajo, baby... — Sabía que no tenía que tener miedo de Lauren, porque todo lo que habíamos hecho hasta entonces, siempre había contado primero con mi consentimiento. Así que me tumbé tal y como ella me había ordenado: boca abajo, completamente desnuda y usando los brazos como almohada para esperar lo que estaba por venir. — No me mires hasta que te lo pida, ¿vale?

Confirmé la pregunta de Lauren con un "hunrum", tan excitada como quien tendría su primer orgasmo de la noche. Era increíble los efectos insaciables que me causaba solo con estos jueguecitos.

— Perfecto, bien. Asimismo.

Encogí un poco más la cabeza entre los brazos, ansiosa por saber qué pretendía, sugiriéndome un masaje.

Así que, esperaba que empezara por mis pies, apretándolos, masajeándolos, en fin, lo que se espera de un masaje rutinario. Sin embargo, al contrario de lo que había imaginado, sentí un escalofrío recorrerme la espalda cuando Lauren extendió aquel aceite sobre mi piel sin previo aviso. Al principio, solo me lo echó en la espalda, sin tocarlo ni extenderlo. Por suerte que el sofá estuviera tapizado en cuero, de lo contrario...

— Nunca olvidarás esta noche, Camila. — Lauren susurró eso más para sí misma que otra cosa. En cualquier caso, había captado el mensaje. — Me aseguraré de que no lo olvides... nunca.

Lo que vino después de esa promesa fue precisamente un cuerpo cálido y fuerte, superponiéndose al mío. Ella se puso encima, doblando las rodillas alrededor de mi cintura mientras empujaba su coño caliente y húmedo sobre mis caderas. Estaba encima, al mando, sin darme la oportunidad de salir si quisiera. Sus manos se extendieron por mi columna, apretando mis hombros y esparciendo el líquido.

— ¿Te gusta así, Karla? — Se movió hacia delante y hacia atrás, cubriéndome con la pre-lubricación de su corrida y el aceite. — ¿Hm? ¿En este ritmo?

Podía sentir los pliegues y los nervios de Lauren deslizándose por mi piel a una velocidad tortuosa. Lento... muy lento. Sus manos, apoyadas, forzaban este contacto mientras seguía masajeándome los hombros. Todo este mar de nuevas sensaciones me estaba volviendo loca.

— Sí... — jadeé. — Me encanta sentirte en mi piel... — Me mordí el dedo índice, cerrando los ojos. — Por favor, sigue... — Cada vez me dolía más aguantar esta excitación. Pero lo aguantaría. Aguantaría porque sentía que valdría la pena.

— ¿Y así?

Sin poder mirar hacia atrás, mantuve los ojos cerrados para saborear mejor las sensaciones. Jauregui acababa de pegar sus pechos a mi espalda. Los pegó, me acarició el pelo y depositó un beso en la parte superior de mi cuello. Su peso no parecía haber sido depositado del todo, aunque si hubiera sido así, no habría sentido ninguna molestia de todos modos.

La presión de Lauren sobre mi cuerpo no hacía más que darme esa famosa sensación de estar completamente tomada por ella. Su sexo presionaba contra mi culo, mientras sus pezones lo hacían contra mi espalda. El aliento de la mujer estaba contra mi cuello en ese mismo momento, al igual que sus labios y su lengua, arrastrándose.

— Eso es... — empezó a deslizar sus pechos por mi columna. Se arrastró por mi cuerpo, disipando mi tensión en diminutas partículas con aquel delicioso masaje, a pesar de que lo estaba acumulando todo en mi vientre. — Oh... — Volví a morderme la piel. — ¡Hazlo otra vez! ¡Por favor!

Como una serpiente, Lauren se agachó para iniciar una deliciosa y resbaladiza sesión de movimientos por mi espalda. Su coño se deslizó por allí y luego nuevamente por mi culo. Estábamos tan resbaladizas que no le costó mucho recorrer mi cuerpo, conocerlo.

— Más delicioso que este masaje, baby... — subió para susurrármelo al oído. — Es follarte así... — Me chupó el lóbulo, engulléndome con su cuerpo, que ahora estaba completamente encima, deslizándose sobre el mío.

Nuestros gemidos, nuestra respiración agitada, el sonido de nuestros cuerpos rozándose. Todos los sonidos me envolvían de una manera como nunca antes lo había hecho.

No siendo suficiente, ella estaba utilizando sus pezones cada vez más rígidos, para encender algunos puntos secretos de mi cuerpo que yo misma desconocía, amenazando con deslizarlos hasta en medio de mis caderas, pero desgraciadamente solo amenazando.

Sus caricias se hicieron más intensas, más deseosas, pues ahora puso ambas manos en mi cintura, de vez en cuando, presionándome contra el tapizado con su fuerte cuerpo, mientras seguía con aquel juego de interminables y tortuosos deslizamientos sobre mi piel.

— Tu culo es tan delicioso... — La escuché gemir, mientras aumentaba la velocidad con la que utilizaba mi cuerpo para darse placer. — Voy a correrme en él, Camila... Voy a marcarte para que sepas que ahora tienes dueña. — Aunque no me tocara, empecé a gemir salvajemente con Lauren.

Era tan satisfactorio escuchar a aquella mujer de treinta y seis años, disfrutar y aliviarse sobre mi cuerpo. Escucharla ronronear me revolvía el vientre. Mi centro palpitaban más fuerte y se mojaba con solo escuchar aquellos gemidos arrastrados y roncos por mi culpa.

— Oh... — dejó de apretar sus pechos contra mi espalda, para entonces arañármelas con las uñas. — Joder, joder, ah... — ahora se frotaba con más fuerza contra mis caderas, y cuanto más excitada estaba, más duro se volvía su clítoris, hinchándose, deslizándose contra mi culo de esa forma que me hacía poner lentamente los ojos en blanco. — Joder, qué rico culo, hm. — Mi cuerpo se estremecía con cada embestida y mi boca se derretía y descansaba sobre mis brazos. Estaba lista para recibirla sobre mi piel. — Me voy a correr... — apretaba mi piel y su coño contra mis nalgas. No hacía falta mirarla para saber que cerraba los ojos y se mordía los labios mientras hablaba. — Oh, qué rica eres, oh... — gimió, volviendo a mover lentamente las caderas hacia delante hasta que le sobrevino una contracción.

Juro que la punzada de Lauren fue tan fuerte, pero tan fuerte, que yo, que estaba tumbada, pude sentir el instante en que dejó de frotarse y empezó a retorcerse, apretando su sexo varias veces, hasta que se derramó en una corrida caliente y abundante sobre mis caderas, gimiendo.

Los chorros calientes escurrieron en medio de mis nalgas, ya que ella se había corrido entre ellas.

— Oh... — Estaba demasiado rendida para intentar asimilar lo que estaba pasando. De momento solo podía escuchar los suspiros de Lauren y algunos murmullos. — Eso estuvo delicioso, nena... — mi cuerpo empezaba a mostrar signos de calambres de cintura para abajo. No iba a poder aguantar más. — Espero que tú también lo hayas disfrutado... — hablaba sin prisas, incluso para tomar aire en sus pulmones cuando sintió que una serie de espasmos se apoderaban de su cuerpo. — ...porque... me encantó correrme en tu trasero... — el líquido chorreaba lentamente. Se mezclaba con el mio. — ...y me va a encantar aún más chupártela y poder sentirlo en tu coño dentro de un rato.

El olor a aceite, jabón y ahora la excitación de Lauren llenaba la habitación. Cada detalle parecía encajar como un rompecabezas. Exactamente, todo me hacía adicta a ese tacto y a esa noche.

— Ven aquí. Sé que tú también lo deseas...

Sujetando una de mis piernas, Lauren ya parecía saber el camino que tenía que seguir para conseguir lo que planeaba. A su vez, empecé a apretarme desesperadamente mis pechos, viéndola encajarse entre mis piernas, sentándose sobre mi coño, que a estas alturas debía de estar vergonzosamente chorreante de humedad. Ahora iba a aliviarme.

— Oh... — fue lo que gemimos juntas al sentir el intercambio de calor y humedad entre nuestros coños.

Sus pechos estaban bajo mi pantorrilla y su boca cansada, descansaba sobre mi talón. No podía pedir mejor posición ni mejor vista que aquella para correrme.

Para aprovechar al máximo las sensaciones, cerré los ojos mientras la mujer buscaba nuevamente apoyo sujetándome la pierna. Lentamente, se frotó contra mí, mojándome cada vez más, gimiendo cada vez que nuestros hinchados puntos de placer se encontraban. Su pelo desordenado y húmedo, pegado al cuello y a la espalda, le daba un aura aún más sexual. Acabaron conmigo. Sentí cómo sus labios mayores se abrían al deslizarse por mis labios menores. Podía sentir su ya duro clítoris estimulando el mío, mientras se deslizaba deliciosamente sobre él. Esa deliciosa fricción no tardaría en llevarme al clímax.

Estábamos tan, pero tan mojadas, que con cada embestida que Lauren daba, podía sentir cómo su corrida o la mía nos golpeaban con un chorro, intensificándose y colaborando aún más con la forma en que nos tocábamos.

— M-me voy a correr... — gemí, prematuramente, debido a mi excitación, que ya estaba por un hilo desde el principio. — Por favor, no... — Abrí los ojos para mirarla con dificultad — Oh... ¡Te lo suplico! — Sus pupilas se dilataron — ¡No pares, Lauren! Por favor, ¡no pares ahora! — entonces ella aumentó la velocidad con la que se frotaba contra mí, donde tuve que poner ambas manos alrededor del sofá para sujetarme. — ¡¡¡¡¡¡oh, así, hmmm!!!!!! — Puse los ojos en blanco, mientras asentía y repetía una y otra vez lo que ella tenía que hacer.

Bastaron con retorcer unas cuantas veces los dedos de manos y pies, para que aquella explosión alcanzara mi intimidad hasta casi aplastar mi útero. Mi voz dejó de salir de mi garganta. Mis paredes internas se apretaron violentamente unas contra otras. ¿Y yo? Me permití relajar hasta liberar toda la corrida que fuera suficiente para calmar esa excitación fuera de lo normal que sentía.

— ¡Venga, joder! ¡Córrete en tu mujer!

Ella gritó y me mordió la piel, inmediatamente, al recibir mi chorro caliente, tan fuerte y abundante como el suyo. Recuerdo haberme convulsionado literalmente debajo de Lauren, que se desplomó sobre mi cuerpo, todavía chorreando sobre de mí.

También recuerdo mirarla, que sonreía cansada, satisfecha, apoyando la boca en mi pecho. Intenté acariciar sus suaves mechones aun observando como me ensuciaba con su corrida. Lo intenté, pero no tenía fuerzas suficientes.

Así que eché la cabeza hacia atrás, contra la tapicería, dejándome llevar por la oleada de respiraciones jadeantes, corazones palpitantes y tantas otras sensaciones típicas que un sexo recíproco e inolvidable tendría. Era increíble cómo podíamos venirnos juntas, independientemente, de si acabábamos de tener un momento a solas o no. Nuestros cuerpos se acompañaban mutuamente, así que parecía que nunca se trataba solo de que yo quedara satisfecho con lo que ella me daba. Nuestras noches eran más como "mira, me corro por ti, ahora te toca a ti corresponderme".

Era un deseo tan inconmensurable como el tamaño del universo. Tan fuerte como su peso. Tan incontrolable como las leyes de la inercia.

Fue mirando aquel cuerpo medio sudado, medio reluciente por el aceite corporal y muy cansado que descansaba sobre el mío, cuando me di cuenta de que eso era lo que quería para siempre.

Ya fuera por momentos como el que habíamos tenido antes de la ducha, o por ese polvo salvaje que acabábamos de echar — me daba igual, aunque, por supuesto, que ella estuviera allí, conmigo, divirtiéndose y disfrutando igual — me entregaría a ella. Porque ella era la que hacía que mi vida volviera a tener sentido. Y si me estaba recuperando de todo lo que había pasado, era gracias a ella. Fue a través de noches como esta, que me encontré a mí misma y comprendí mis valores. Entendí que no era tontería lo que sentía y de que podía encontrar a alguien que me tratara bien.

Flashback off

Apagué mi lista de reproducción y me acomodé en la cama.

:. ¿Eh? ¡Hola?! — Contesté aturdida a la llamada de Dinah.

:. ¿Qué es esa voz? — Respiré profundamente. — Joder, Camila, no estabas teniendo sexo, ¿verdad?

:. ... no... — Tragué en seco mis suspiros jadeantes.

Mis dedos de la mano derecha estaban sucios, goteando de excitación.

:. ¿Te estabas tocando?

:. ....

:. ¿Lo hacías?

:. No...

:. Ay, Chan...

Mi mente seguía vagando llevándome de vuelta a esa noche. Vagaba en momentos como este, cuando tenía que mantener mi atención en la conversación.

:. Sé lo que pasó allí, amiga, ya me lo dijiste. ¡Y esa voz traviesa tuya no me engaña!

Me trajo recuerdos de cómo saboreábamos juntas aquellas fresas con chocolate, acurrucadas, intercambiando algún que otro, cumplido de vez en cuando, cuando guardábamos silencio.

:. Te entiendo, lo juro.

En cómo tuvimos un poco más de sexo después de las fresas y la forma en que se las arregló para hacerme venir, a cuatro patas, frotando el pezón de su pecho entre mis pliegues.

:. Si yo fuera tú, me quedaría sin huellas dactilares de tanto tocarme.

Lauren no pudo haber terminado la velada de una manera más gloriosa, que regalándome uno de esos orales de los dioses que solo ella sabía hacer.

:. ¿Camila?

Después de otra ducha con Lauren, pasamos el resto de la noche besándonos y tocándonos sin malicia. Sabíamos que teníamos una cita por la mañana, pero ni siquiera por eso dejamos de hacerlo.

:. ¿Estás ahí?

Hubo muchas declaraciones, muchas confesiones durante nuestro sexo. Tanto ella como yo sabíamos lo que significaba y lo peligroso que sería para ambas si lo profundizáramos.

:. Joder, no te estarás tocando otra vez, ¿verdad?

:. ¡No, no, Chee! ¡Solo estaba pensando!

Quizás Lauren sabía dónde quería llegar después de esa noche en Charlotte. Quizás lo había planeado solo para pillarme desprevenida y ponerme el mundo del revés. ¡Quizás, quizás, quizás!

El caso era que ahora no podía quitármela de la cabeza. Y de tanto que repitió los pronombres "mía", "tuya", "nuestra" en aquel sofá, más empezaba mi mente a creérselos. Era un sexo sin compromiso, que ahora podía llamarla, cómodamente, "mía" sin sentir, necesariamente, el peso en mi conciencia al pensar en una relación. Podía muy bien verla organizando la agenda de "nuestras" próximas noches, porque sabía que en su mente el gesto de "estar conmigo" era más que suficiente que llevar un anillo de compromiso.

A partir de Charlotte, ni Lauren ni yo dudaríamos en buscar nuevas compañías para pasar la noche. Al fin y al cabo, ¿para qué buscar a alguien si ya habíamos encontrado lo que buscábamos?

Y yo estaba muy satisfecha de mis noches calientes de sexo recíproco con Lauren, más aún sabiendo que ya no correría el riesgo de pillarla en la cama con otra mientras estaba conmigo. Tenía una mujer extremadamente guapa, sexy y convencida de ofrecerme lo mejor. No necesitaba etiquetarla, no mientras estuviera en esta situación previa al divorcio y mientras Lauren no se cansara de mí, por supuesto.

Mientras esas dos cosas no ocurrieran, disfrutaría sin límites de lo que Charlotte me había devuelto después de mucho drama: mis increíbles noches con Lauren y mi esperanza de poder realizar con ella, todo lo que había planeado hacer al contraer un matrimonio sin principio ni fin con Shawn.

•°•°•

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