La Niña de las Pesadillas.

By zaesov

352 9 7

En un mundo de fantasía, seres mágicos y cientos de probabilidades, las pesadillas no son precisamente algo c... More

Sinopsis
Prefacio
Prólogo
1
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo IX
Capítulo X.
Capítulo XI
2
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
3
Capítulo XXIII

Capítulo VIII

10 0 0
By zaesov

Capítulo VIII: Girls Like Us.

Lena se encontraba terminando unos arreglos de un ensayo que tenía que entregar el lunes. Su clase de estudio de los Acuerdos le gustaba bastante. No tenía nada que ver con que el maestro Tanner tuviera cinco doctorados en ciencias políticas y dictara la clase con una gracia increíble. En realidad Lena se sorprendió al descubrir que su verdadera motivación para implicarse tanto con la materia, era ver el rostro de su profesor.

Le daba vergüenza admitirlo, pero le parecía guapo.

Mandó el trabajo a imprimir, y se colgó la toalla al hombro mientras dejaba la impresora funcionando. Salió de su compartimiento y se topó de bruces con Sara quien venía entrando a la habitación.

Su hermana se había despertado temprano y había desaparecido, como era costumbre en ella los fines de semana. Lena se había quedado un rato más durmiendo y cuando despertó, no la encontró en el dormitorio.

—¿Vas a algún lado? —Cuestionó dándole un repaso a su aspecto. Sara tenía el cabello rubio atado en una cola de caballo alta, con dos mechones que caían a ambos lados de su rostro. Se había maquillado con tonos cálidos y tenía un labial rosa palo que le sentaba muy bien. Sus ojos azules estaban delineados y sus pómulos se veían más marcados debido al suave contorno que tenía. Vestía una falda de jean de cintura alta y una camisa blanca atada a la cintura.

La rubia sonrió ante la expresión de su hermana y dio una vuelta sobre sí misma modelando su atuendo.

—¿Qué tal me veo? —Preguntó con una sonrisa extasiada. Lena parpadeó.

—Bonita —respondió escuetamente y Sara hizo un puchero. Solo a ella se le vería adorable ese ridículo gesto.

—La próxima vez miente con más esmero.

—No te estoy mintiendo —dijo Lena y le sonrió forzadamente—. Te ves muy bien.

—Bueno, gracias —dijo volviendo a sonreír contenta. Lena pensó que parecía un rayito de sol.

—¿Vas a algún lado? —repitió Lena mientras se sacaba el buzo de la pijama. Sara se sentó en el sofá y tomó un espejo que había sobre la mesita de centro y se retocó el pintalabios.

—Vamos —corrigió la rubia sin mirarla—. Acabo de encontrarme con Lee Ann en el pasillo y acabamos de organizar una tarde de chicas: un picnic en el jardín.

—¿Qué? —Inquirió Lena pasmada. ¿Desde cuándo Sara y Lee Ann eran amigas y hacían planes?

—Así como lo oyes. Así que date prisa que quedamos en media hora en el lobby —dijo y Lena la miró consternada. Su hermana se metió a su habitación ignorándola y Lena decidió meterse al baño, donde se tardó cerca de una hora entre hacer sus necesidades, exfoliarse la piel y llevar a cabo su rutina de cuidado fácil. Y bueno, para fastidiar a Sara, quien llevaba exactamente media hora gritándole desde afuera con histeria.

Lena se rió terminando de secar su cabello en el espejo y finalmente abrió la puerta del baño.

—Todo tuyo, hermanita —repuso con burla señalando el baño. Sara la fulminó con la mirada. Lena pasó por su lado y cuando iba a cerrar la puerta, Sara interpuso su zapatilla deportiva antes de que ella pudiera trabarla.

Le sonrió angelicalmente.

—Hoy no te vas a vestir como vagabundo, te vas a poner bonita —determinó y caminó hacia el armario de Lena quien la miró con vehemencia.

—¿Disculpa? Yo no me visto como vagabundo —replicó y su hermana torció el gesto rebuscando entre su ropa—. Además, es mi ropa y mi aspecto, yo veré lo que me ponga.

—No —repuso Sara con tranquilidad y levantó una sudadera negra con gesto despectivo—. ¿Por qué tienes tanta ropa deportiva y grande? Lena esto es dos tallas más grande de la que deberías vestir y ni siquiera te ejercitas.

—Claro que sí lo hago —contradijo aferrando la toalla a su alrededor—. Estoy yendo al campo de entrenamiento con frecuencia.

—Bueno, felicidades, pero esto sigue estando fuera de tu talla —contestó la rubia volviendo a meter la sudadera en el armario—. Joder, no hay nada lindo y colorido aquí —cotejó resignada.

—Ehh, evidentemente. Es mi armario, no el tuyo o el de Elaine.

—Bueno, si yo te hubiera hecho la maleta no tendríamos este problema ahora.

—¿Qué problema, Sara? Es mi ropa, a nadie le importa cómo me visto.

—A mí me importa.

—Pues a mí no.

—Bueno, entonces no te importará que te preste un bonito vestido —repuso con una sonrisa ladeada.

—No me importa, porque eso no va a suceder —repuso cruzándose de brazos.

—Oh, ¿quieres apostar? —Inquirió con una mirada desafiante.

—Me debes cincuenta Kaex, hermanita —dijo Lena con tono jocoso mientras caminaban a través del recibidor en dirección al jardín delantero.

—Te odio, Chloe Helena —respondió Sara y Lena sonrió victoriosa—. Bueno, por lo menos estás bonita.

—¿Qué insinúas, Allen Saraeeh? Yo siempre estoy bonita —contestó con la sonrisa todavía apostada en su cara.

Sara no había conseguido que Lena se pusiera los vestidos más pequeños que tenía en su guardarropa y que seguramente le quedarían preciosos a su melliza, porque Lena era así de obstinada. Sin embargo, la pelinegra le había mejorado el ánimo al aceptar vestirse con algo corto y colorido.

Lena había recuperado de su armario un top roja que le llegaba hasta un poco más debajo del ombligo, con una falda negra de tiro alto, que casi nunca usaba. Se colocó una boina roja y unas botas sencillas negras y siguió a Sara hasta la cafetería para comprar golosinas y luego hacia el jardín donde estaban las chicas.

Ellas ya se encontraban en la parte oeste del jardín principal, bajo la sombra de un roble, sentadas sobre una manta de cuadros rojos y blancos y tenían una canasta con aperitivos a su lado. Lee Ann reía de algo que Lia decía.

Parecía que el código de vestimenta era ir lo más bonitas, femeninas y veraniegas posible —aunque estaban a mediados de octubre y las brisas propias del otoño tardío les exigían empezar a vestir con ropa larga y abrigada—.

Lia tenía unos shorts de mezclilla y una blusa de volantes color turquesa. Se veía tan atractiva como era lo usual. Lee Ann tenía un vestido blanco con estampado floral que la hacía ver delicada y hermosa.

Las Gray saludaron al acercarse y las chicas de inmediato les hicieron un espacio sobre la manta.

—¿Trajiste la cámara? —Preguntó Lia a Sara y ella asintió sacando el objeto de la bolsa que había traído con ella. Sacaron los aperitivos y Lena le quitó la cámara instantánea a Sara para empezar a tomar fotos de todas ellas haciendo lo que fuera. Riendo, hablando, sirviendo refresco de manzana en unas copas de plástico, brindando, comiendo... Lo que fuera.

Empezaron a hablar de trivialidades como las clases y el ritmo de vida en Zilhardt, mientras compartían los sándwiches que había comprado Lee Ann. Rieron de una anécdota que contaba la castaña acerca de un incidente que había tenido con la falda del uniforme en una clase de Especies que habían tenido en el jardín, mientras devoraban las papas fritas que había llevado Lia.

Sus amigas parecían encajar muy bien con Sara y Lena estaba tan contenta como anonada de pasar un rato agradable con personas que no fueran Aris y Wade; sino que en su lugar, era la melliza con la que vivía peleando y dos amigas nuevas que Lena había hecho en Zilhardt. Aquello era tan extraño como alucinante.

—¿Cómo es el mundo humano? —Preguntó Lee Ann de repente con auténtica intriga.

Lee Ann era un chica becada que provenía de una familia de clase media-baja. Allí en Thurstine el lugar de nacimiento y establecimiento era clave para determinar el rol en sociedad. Los estratos sociales eran una realidad. El hecho de que Lee Ann haya vivido en una vereda en Veroik ya explicaba de una manera bastante superficial, el poder monetario tan limitado del que gozaba su familia. No era algo que la avergonzara o que la hiciera sentir inferior a nadie; por el contrario, estaba orgullosa de las labores honradas de sus madres y cómo a pesar de las dificultades económicas habían conseguido brindarle una buena educación que había sido el pilar para que Lee Ann ganara la beca y tuviera el privilegio de ir a Zilhardt.

Ser de Veroik nunca fue algo que la acomplejara. Porque nunca salir de Veroik no le había permitido ver su propio mundo, y al interior de su distrito, ella era una igual, una más.

Pero la cosa habían cambiado un poco. Estaba en Zilhardt, la escuela más prestigiosa de la nación, que quedaba en Vanae, el distrito de la élite thurstiriana; codeándose con jóvenes de la alta sociedad y captando la atención de varios novicios por ser diferente.

Mientras los Gray se paseaban por ahí con anillos de zafiro, Lia y Wade con accesorios de esmeraldas, debido a que eran las símbolos que representaban a las dinastías de las que provenían sus familias; Lee Ann usaba un prendedor con un diseño de un girasol, porque a diferencia de sus amigos, sus apellidos no tenían ninguna relevancia histórica en el contexto sobrenatural.

En Thurstine las cosas eran así; la Aristocracia era la élite, porque su linaje provenía de periodos específicos en el tiempo en el que los submundos tomaban un papel relevante en las dinastías o imperios humanos.

Pero no todos los submundos fueron relevantes en la historia tanto humana como thurstiriana, y de ese mayoritario grupo de ignotos, provenía Lee Ann.

—Horrible —respondió Lena antes de darle un sorbo a su copa de jugo.

—Claro que no —contradijo Sara.

—Claro que sí —discutió Lena de nuevo—. Es horrible, las ciudades están llenas de basura, casi no hay selva, hay zonas o muy calurosas o muy frías. El aire está súper contaminado, lo digo en serio. Respiras y sientes que te intoxicas de veinte maneras diferentes. Los mares, los ríos y los océanos son vertederos de porquería y lo peor, es que no hay estrellas —contó con una mueca de disgusto.

—Sí hay estrellas —masculló Sara y ante la mirada de Lena se encogió de hombros—. Aunque no se ven debido a la contaminación.

La mirada de emoción de Lee Ann se fue apagando.

—Lia, quien nació y creció en el mundo humano puede dar testimonio de lo horrible que es ese lugar —murmuró Lena y Sara giró su cabeza hacia la mencionada, con algo de esperanza de que la apoyara.

—Lo siento, Sara, estoy de acuerdo con Lena —respondió Lia con una mirada de disculpa hacia la otra rubia—. A mí no me hace ninguna gracia vivir allí y seguro que a los humanos les parecerá gran cosa, pero mira lo que es Thurstine, es una maravilla de lugar. El mundo humano parece un moridero en comparación.

Lee Ann sopesó sus palabras y luego miró a Sara con fijeza

—Sara, tengo curiosidad, ¿por qué te gusta tanto el mundo humano? — Preguntó la castaña.

—Por sus novios humanos. A ella le gustan las personas simples —bromeó Lena con fanfarronería—. La humildad viene de familia.

—Helena, cállate —repuso Sara con fastidio, luego miró a Lee Ann—. Ignorala, se pone insufrible cuando escucha la palabra humano —comentó señalando a su hermana, quien rodó los ojos. Sara se tomó un momento silencioso para masticar su sándwich con gesto pensativo—. Mh, me gusta ver lo que el humano ha creado.

—¿Efecto invernadero? ¿Zoológicos y acuarios? ¿Calentamiento global? ¿Bombas atómicas? ¿Armas de fuego? ¿Capitalismo? Sí... Seguro sus creaciones son lo máximo —medió Lena con sarcasmo. Sara le dio un manotazo en el brazo para que se callara y Lena soltó una risita divertida.

—No, Lena, hablo de las culturas, la arquitectura, las naciones... —mencionó la rubia—. Me gusta la gente humana. —Lena la miró incrédula—. Me gusta lo lejos que han llegado sin la magia que nosotros poseemos. Me gusta la naturaleza, los animales que aquí escasean. Me gusta la nieve real, la arena caliente de la playa, que parece diamante en polvo. Incluso hay auroras polares —contó con entusiasmo.

—Aquí también hay auroras polares —interfirió Lia comiéndose una uva que estaba en la canasta.

—Sí, pero no son auroras de verdad. Son ilusiones ópticas hechas con magia.

—¿Eso les resta belleza? —Cuestionó Lena, robándole una uva de las manos a Lia, quien la miró mal.

—Les resta autenticidad, Lena —afirmó Sara—. Mira, todo lo que tiene que ver con magia es una ilusión, ¿cierto? —Lena movió la cabeza con desdén—. Thurstine es literalmente un mundo creado con magia, por ende todos los fenómenos naturales de aquí están hechos con magia, lo cual les quita todo lo natural. Así no tienen gracia.

—¿Es así? —Preguntó Lia ladeando la cabeza. Tenía un gesto confundido en el rostro.

—No —contradijo Lena sacudiéndose las migajas de pan del regazo—. A ver, que este lugar sea mágico, no significa que no sea natural. Recuerda, Sarita, que aunque sobrenaturales, nuestros poderes todavía están atados a la madre naturaleza, a las deidades terrenales, a los demonios terrestres, a todo eso. Seguimos siendo parte de la naturaleza —corrigió y Sara la escuchó atenta mientras aferraba la cámara con gesto ausente—. Ahora, un poco de teoría mágica. Thurstine existe en una dimensión alterna que forma parte de un mismo mundo, la Tierra. Somos Terrestres, al estar más allá de lo que los humanos consideran "natural", estamos atados a la Tierra, nuestros poderes vienen de allí, es por eso que en el espacio perdemos nuestros dones —explicó y las chicas la miraron atenta.

»Así que aunque estemos en una dimensión distinta, seguimos estando en la Tierra. Por ende, todos los fenómenos atmosféricos, como los meteorológicos, los ópticos y los hídricos, siguen formando parte de esta dimensión, porque sigue siendo parte del mundo que cohabitamos —continuó gesticulando con las manos—. Así que sí, es cierto que vivimos en un mundo mágico y que eso da pie a interpretaciones erróneas sobre cómo la magia afecta al mundo, y lo cierto es que la magia no es antinatural. Por lo menos no la nuestra, porque mantiene el balance oriundo de la Tierra.

—Vaya, en realidad no tenía ni idea, siempre he escuchado que nuestro mundo de alguna manera no es natural —reconoció Sara con ingenuidad.

—Sí, y estoy segura que la mayoría de los thustirianos lo creen, porque bueno, se tiene la creencia de que nuestro mundo es totalmente ajeno al humano. Lo cierto es que sí, lo es, pero no es ajeno a la naturaleza de la Tierra y ésta sigue presente en nuestra hermosa nación. Es por eso que nuestro cielo también es azul, la tierra es marrón, las hojas se secan en otoño, en algunas zonas nieva en invierno y llueve agua. Lo cual es un alivio, ¿se imaginan que lloviera otra cosa? ¿Se imaginan que lloviera lava, por ejemplo? —Bromeó con una sonrisa y sintió un fogonazo en la cara.

Lena parpadeó y miró a su hermana que acababa de sacarle una foto.

»¿Qué haces?

—Lo siento —se disculpó la rubia con una sonrisa que la contradecía—. Te ves bonita explicando cosas.

Lena se sonrojó de vergüenza y se escondió detrás de un mechón de cabello mientras las chicas reían.

—Woah, Lena, eres muy inteligente —halagó Lee Ann.

—Sí, ¿dónde aprendiste todo eso? —Cuestionó Lia con los ojos entornados. Lena se retorció los dedos de las manos y miró la manta sobre la que estaban sentadas, mientras se encogía de hombros.

—En casa —respondió con simplicidad—. Bueno, es que me gusta un poco la astronomía. Sé que es tonto, pero me gusta estudiar sobre mundos que nunca voy a poder conocer. Tiene su encanto —rió y las chicas la miraban atentas—. Y cuando se estudia un tema tan amplio, surgen otras dudas y cuestiones. Así que me intrigué un poco acerca de la composición de Thurstine y bueno, la verdad nunca está oculta para el que busca aprender. Es interesante, porque aunque muchas cosas se expliquen con magia, hay algunas otras que la ciencia respalda, como la naturaleza terrestre.

—Es increíble —comentó Lee Ann fascinada. Lia asintió dándole la razón.

—Nunca me habías contado sobre eso —dijo Sara con gesto afable.

Lena sintió una calidez inmensa. Que ellas la escucharan con tanta atención, como si genuinamente desearan escucharla parlotear, le hizo sentirse bastante reconfortada. Solo Aris y Wade la escuchaban decir toda clase de cosas y aunque no les solían interesar las mismas cosas, siempre estaban dispuestos a escucharla. Lena nunca había hecho muchos amigos precisamente porque solía decir cosas que no a muchos les interesaba escuchar.

Miró a Sara con interés. Era cierto que nunca le había contado a Sara sobre su interés por el cosmos o sobre meteorología, pero es que antes de que Sara tomara la iniciativa para hacer las paces —lo cual reconocía y agradecía enormemente—, Lena no solía plantearse contarle muchas cosas.

Era un alivio ver que si dejaban la hostilidad a un lado, podían congeniar muy bien. Incluso en ese momento estaban haciendo migas con Lee Ann y Lia. Aquello era asombroso.

—Bueno, te lo estoy contando ahora, ¿no? —respondió con un tono suave que hizo a su hermana sonreír.

Si no se satanizaban entre ellas, era bastante probable que se agradaran. No habían tenido el valor de descubrirlo con anterioridad, y tanto Sara, como Lena lo lamentaron en silencio. De todas las cosas que se habían privado de hacer juntas por una tonta enemistad... Como si no siguieran siendo hermanas y se interesaran por la otra.

Lo cierto era que ambas podían decir lo que quisieran, el brillo en sus miradas cuando veían a la otra, era bastante revelador. Se adoraban con locura.

—Tengo una idea —saltó Lee Ann de repente con una sonrisa acercando la canasta que había llevado hasta su posición. Lena se preguntó de dónde la había sacado—. Preparé un juego interesante.

—¿Verdad o reto? —Interrogó Lia con una sonrisa pícara.

—No, lo de los retos es más interesante cuando hay mucha gente y acordamos que esta sería una tarde de chicas que son amigas. Así que vamos a jugar yo nunca —respondió Lee Ann sacando una botella del interior de la canasta. La botella era totalmente negra, por lo cual Lena no tenía manera de saber lo que había en su interior.

—¿Qué es eso? —Preguntó la pelinegra. La sonrisa de su amiga creció.

—Vodka.

Las otras tres abrieron los ojos de par en par y miraron a su alrededor alarmadas. Pero claramente no había nadie. La mayoría de los novicios o estaban entrenando, o jugando en el patio trasero o encerrados en sus habitaciones. ¿Quién querría estar en la pequeña arboleda del jardín principal haciendo un picnic con amigos, rodeados de hojas secas, comiendo chucherías y... bebiendo alcohol? Bueno, nada más ellas cuatro.

Lia, Sara y Lena hablaron al unísono.

—¿De dónde carajos sacaste eso, Lee Ann? —Siseo Lia con el rostro tenso.

—¿Cómo conseguiste meter eso a Zilhardt? —Cuestionó Lena confundida.

—¿Podemos beber alcohol aquí adentro? —Inquirió Sara rascándose la frente.

Lee Ann parpadeó aturdida por sus preguntas e inhaló hondo.

—Yo no lo metí en Zilhardt, chicas —repuso con inocencia—. Les sorprendería las cosas que logran meter los de cuarto cuando la guardia de la academia anda descuidada. Algunos de ellos hacen cerveza artesanal aquí, ¿pueden creerlo? Otros, bueno, en sus salidas, traen alcohol, hierba, bebidas azucaradas y otras cosas y comercian con esto. Esta belleza se la compré a un brujo de cuarto A —dijo besando la botella. Lena la miró con desaprobación—. Y bueno, Sara, de poder... Pues, obvio no está permitido, pero si nadie nos pilla, no hay pecado cometido, ¿cierto?

Lia y Sara se lo pensaron seriamente, valorando cuán divertido sería. Ambas sonrieron y se encogieron de hombros, a lo que Lee Ann chilló de emoción.

—Eres una maldita bruja —comentó Sara con socarronería y Lee Ann le guiñó un ojo cómplice.

Lena cruzó los brazos.

—Y ahí va la credibilidad de la escuela más prestigiosa de la nación —ironizó Lia a lo que Sara estuvo de acuerdo—. Pero, bueno, unos chupitos no le hacen daño a nadie, ¿cierto?

—Ni hablar —contestó Lena el ceño fruncido—. No me voy a arriesgar y meterme en problemas por esto —señaló la botella—. Nos sancionarían o nos expulsarían y me rehúso rotundamente a quedarme sin estudios —objetó. Las otras tres rodaron los ojos.

—Vamos, Lena, puede ser divertido —repuso Lia—. Todavía no sé las reglas del juego, pero no importa la cantidad de alcohol que bebamos, no tenemos un organismo humano, ¿cuáles son las probabilidades de emborracharnos con eso?

—Las probabilidades de emborracharnos son de un once por ciento, pero las probabilidades de ser sancionadas, un cien por ciento, así que no —remarcó y Sara la zarandeó del hombro.

—Lena —insistió con una sonrisa adorable—. ¿Por favor? —Lena negó—. ¿Por mí? —Lena entrecerró los ojos, ¿qué era esa estrategia de manipulación?—. ¿Por nuestro inquebrantable vínculo de hermanas? —Lena gruñó.

—¿Cuál es la probabilidad de ser atrapadas? No hay nadie aquí —señaló Lee Ann.

—La probabilidad es de un veinticinco por ciento aproximadamente —contestó Lenade manera compulsiva. Al ver las sonrisas maquiavélicas de las otras, lo lamentó mucho—. Pero...

—Lena, por favor —objetó Lia haciéndole ojitos de cachorrito.

—He dicho que no.

Veinte minutos después, era ella la que estaba llenando las copas con el vodka.

Las chicas habían conseguido convencerla y ahí estaba ella, escuchando las instrucciones de Lee Ann acerca del juego.

—Vale, yo empiezo —dijo Lia tomando un papelito de la cesta. Lo desdobló con una sonrisa, pero esta se borró al instante al leer la pregunta.

—¿Qué dice?

—Yo nunca me he escapado de casa —leyó y Lee Ann soltó una risita. Lia y Sara tomaron un sorbo de sus copas.

—Bueno, cuenten cómo fue —dijo Lena.

—Un chico me había invitado a una fiesta y mamá no me dejó ir —contó Sara con un encogimiento de hombros—. Estuve castigada un mes entero.

—Y yo... —Empezó Lia e hizo una mueca—. Fue hace dos años. Planeaba escaparme con un chico que vivía cerca de la casa de mis abuelos en Verona. Lo conocí un verano y había decidido que era el amor de mi vida y que estaba dispuesta a relegar mi conexión con el submundo y vivir una vida humana a su lado... Patética e ilusa, lo sé. Tengo experiencia con los amores efímeros, créanme —objetó y suspiró con pesadez.

—¿Y qué pasó con este chico? —Inquirió Sara

—Que era un hombre —respondió con obviedad—. Chicas, nunca confíen en los hombres, son todos unos embusteros.

—Amiga, pero ¿qué te hizo? —preguntó Lee Ann.

—Íbamos a casarnos en Cerdeña. Habíamos planeado encontrarnos en Palermo y pillarnos una lancha hasta Cagliari, en Cerdeña. Yo tenía que hacer una escala en Roma, sin embargo, por lo que mi viaje iba a ser tedioso... les robé dinero a mis padres, me escapé de casa en plena madrugada y me pillé un vuelo de emergencia de Inglaterra a Italia. Cuando estaba en el Aeropuerto de la jodida Sicilia, esperándolo para cogernos un taxi hasta el embarcadero, el hijo de puta me envía un vídeo —contó—. Un vídeo teniendo sexo con mi prima.

Las otras tres la miraron perplejas. Lee Ann incluso tenía la boca abierta por la sorpresa.

»Adelante, ríanse, luego de regresar a Londres con el rabo entre las patas y llorar como la idiota que fui, yo me reí bastante —repuso encogiéndose de hombros.

—Mierda, Lia, ¿cómo vamos a reírnos de eso? —Cuestionó Lena y la rubia sonrió con burla.

—Porque es una historia graciosa —cotejó divertida—. Mi prima y mi novio, por el que crucé Europa para vivir un idilio propio de estúpidos. Es chistoso.

Lee Ann la miró con compasión.

—Es horrible —contradijo y Lena vio cómo sus ojos se llenaban de lágrimas—. Que te haya hecho pasar por una cosa así...

—Lo superé, tampoco era el chico más agraciado y listo de la Tierra.

—Dime que hiciste algo para vengarte —murmuró Sara con las cejas fruncidas. Lia sonrió con fingida inocencia y levantó los hombros.

—Solo hice lo que cualquiera haría—respondió con simplicidad—. Envíe un puñado de mi guardia para que lo secuestraran y le dieran una paliza. Y a mí prima le envié una caja mágica con cucarachas y ratones e hice que mis tíos la obligaran a casarse por tener sexo fuera del matrimonio. Son humanos y cristianos, así que eso era un pecado que remediaron casándola con ese bastardo y condenándola a un matrimonio sin amor. Porque ella es una arpía y él... Bueno, alguien que hace algo como lo que me hizo a mí no sabe lo que es el amor, ¿o sí?

Las chicas negaron con la cabeza.

—Pero tú, excelente —felicitó Sara con una sonrisa de orgullo y chocó los cinco con Lia.

—Bueno, siguiente pregunta —repuso Lia y Lee Ann sacó un papel.

—Yo nunca tuve hermanos —leyó con una sonrisa divertida.

Las chicas protestaron.

—Oye, eso lo pusiste ahí a propósito —acusó Sara antes de dar un sorbo a su copa.

Lena dio un sorbo al mismo tiempo que Lia, pero en comparación con su amiga, arrugó la cara cuando el líquido incoloro pasó su garganta y la sintió arder. Lia la miró con atención y levantó una ceja.

—¿Nunca habías bebido, Lena?

—No es eso —respondió—. Bueno, tampoco es que haya tomado demasiado. Solo un par de veces con Aris y Wade, pero no tomamos este. Y tampoco estoy acostumbrada.

—Bueno, ¿y qué te parece? —Inquirió Lee Ann con una sonrisa.

Lena arrugó la nariz.

—Bueno, como todo licor, no es especialmente agradable, pero tampoco diría que es horroroso... —contempló mirando su copa con interés. Olisqueó el filo del vaso. El fuerte olor a alcohol le picó la nariz y retrocedió—. Pero no me parece del todo desagradable, es decir, es un poco suave y puede que tenga un regusto dulce al final, ¿tal vez sea miel? —Divagó saboreando el regusto que le había dejado el sorbo—. Amargo, eso sí... Pero dulce; extraño. —Adoptó un gesto pensativo—. Mh, evidentemente el ardor proviene del etanol, el cual parece tener un volumen alrededor del 43% quizá —dudó—. Claramente es una bebida destilada, y me parece que... —hizo cálculos mentales—. Leí una vez algo, creo que es trigo o almidón, no estoy muy segura... Bueno, en fin, aunque sea un poco dulce, sigue siendo medianamente neutro —concluyó y las chicas se miraron entre ellas divertidas.

—Amo como sale con esas explicaciones de repente —dijo Lee Ann y el par de rubias se rieron.

—Siguiente pregunta —medió Lena tomando un papel y desdoblándolo—. Yo nunca he durado más de tres días sin bañarme —leyó y soltó un suspiro.

Esta vez, bebieron las cuatro.

—Sin comentarios —dijo Lia.

—Yo nunca he besado con lengua —leyó Sara el papel que acababa de agarrar. Todas tomaron, excepto Lena.

—¿Nunca has besado con lengua? —Preguntó Lee Ann con los ojos entornados.

—Tampoco he besado sin lengua —contestó con un leve encogimiento de hombros. Las tres la miraron sorprendidas, pero no dijeron nada.

Era medio extraño que a pesar de que socialmente eran adolescentes, estuviera tan normalizado haberse metido lengua con alguien a los dieciocho. Pero a Lena le daba igual. Besar no tenía nada de malo a su parecer.

—Yo nunca he plantado a una persona que estaba interesada en mí —dijo Lia. En esa ocasión, solo Lena bebió un sorbo.

Las miradas de espanto de las chicas se le hicieron muy graciosas.

—Suelta la sopa —exigió Sara acomodándose en su sitio.

—No es la gran cosa. Fue hace tres años; un chico de mi clase me pidió salir, pero le dije que no desde el principio.

—¿Por qué?

—Porque, primero, no me gustaba y segundo, íbamos en el mismo salón —respondió Lena con obviedad.

—¿Y eso qué tiene que ver? —Indagó Lee Ann confundida. Lena la vio horrorizada.

—Mira, para mí eso importa, ¿vale?

—Vale, pero entonces, ¿cómo lo plantaste? —Inquirió Lia con interés.

—Bueno —empezó y se removió incómoda—. Él me dijo que nos viéramos en una cafetería en Divenah, porque él es de allá... Yo le dije que no, que entendiera que no quería salir con él, pero hizo que Will me jugara una broma y básicamente por presión social le dije que sí.

—¿Qué broma te jugó Will? —preguntó Sara con curiosidad.

Lena apartó la mirada hacia el césped y suspiró derrotada.

—Le tomó fotos a las páginas de un libro de romance que estaba leyendo por esos días —confesó con voz trémula, dejó caer los hombros—. Precisamente le tomó fotos a las notas adhesivas que yo coloqué en algunas páginas —continuó y las chicas insistieron confundidas—. Ay, chicas, puse notas muy vergonzosas de niña de quince años llorándole a un bastardo violento con traumas insignificantes que tenía súper romantizado —soltó con exasperación—. Yo, Helena Gray, escribiendo poesía hermosa para un varón de poca monta... Will me amenazó con divulgarlas si no salía con este chico.

—¿Y qué es lo grave? —Interrogó Lee Ann. Lena sintió la cara arderle.

—Que tengo una imagen de chica mala que mantener, no quería que la gente supiera que estaba leyendo esa basura y mucho menos que estaba colada del protagonista —admitió con vergüenza.

Imagen de chica mala —repitió Lia—, claro —concedió con sarcasmo.

—¿Conozco al chico en cuestión? —Esa era Sara.

—A lo mejor, pero no recuerdo su nombre —dijo Lena—. La cosa es que acepté salir con él, pero luego pensé que no valía la pena ir a una cita a la que no me apetecía ir, por un mero chantaje de Will Burke. Así que nunca fui, y como no tenía su número telefónico, no pude avisarle. Pobre.

—Pero y ¿qué ganaba Will con todo eso? —Inquirió Lee Ann.

—Vete tú a saber el trato que había hecho ese demonio con el otro idiota —repuso Lena rodando los ojos—. El demonio es Will, por supuesto —aclaró.

—Bueno, igual no valía la pena salir con un imbécil que seguramente había planeado con el otro la manera de chantajearte para salir con él —repuso Lia—. ¿Es que lo ven? Los hombres son unos idiotas.

—Siguiente pregunta —objetó Lee Ann y aunque ya todas sabían que no era precisamente una pregunta, lo dejaron pasar—. Yo nunca he besado al mejor amigo de mi hermano o hermana.

—Lee Ann, esas no valen, tú no tienes hermanos —refunfuñó Lena y la castaña solo se encogió de hombros de una manera angelical ante la mirada mortífera que le lanzaban las otras tres—. Sarita, bebe.

Lia y Sara bebieron.

Cuando Lia se dio cuenta de lo que había dicho Lena, abrió los ojos de par en par.

—Espera, Lena y Aris tienen el mismo mejor amigo —murmuró—, eso significa que...

—Que te besaste con Wade —completó Lee Ann con expresión sorprendida.

Las mejillas de Sara enrojecieron y Lena sonrió divertida.

—Fue su primer beso de hecho.

—¡Lena! —riñó la rubia.

—Cuenta —demandó Lia a Sara. Ella bufó.

—Fue a los siete años. El era inseparable a Lena y siempre estaba detrás suyo. Él solía ir mucho a casa y pasábamos mucho tiempo juntos, jugando —contó—. Ese día, Aris lo había invitado a ver un partido de fútbol con papá. Luego de eso, nos encerramos los cuatro en el cuarto de juegos y cuando nos agotamos, volvimos a la sala de estar y vimos una película. Aris lo había convencido de quedarse a dormir, pero mis adorados mellizos se quedaron rendidos a la media hora de película y nos dejaron a nosotros dos solos viéndola —reprochó lanzándole una mirada furibunda a su hermana.

—Ya te lo expliqué, Sara —masculló Lena—. Yo estaba muy cansada porque me habías obligado a jugar en la tonta máquina de baile y sabes que Aris no sirve para ver películas, es muy inquieto.

—Como sea —continuó la Gray rubia—. En la película había una escena de un beso y yo le pregunté de la manera más inocente posible si eso eran cosas exclusivamente de adultos, a lo que él respondió que su padre le había dicho que los besos eran algo que hacían las personas que se querían —masculló y ladeó la cabeza—. Yo me puse nerviosa. Es decir, ustedes lo han visto, ese chico es lindísimo. En ese entonces también lo era... La cuestión fue que yo le pregunté si él me quería y me dijo que sí, que me había tomado mucho cariño en esos últimos meses. —Lena se mordió el labio para no reírse a carcajadas—. Así que le dije: "yo también te quiero a ti. Si nos queremos, ¿no deberíamos besarnos?" —Imitó una voz más aguda que hizo a las otras sonreír—. Y él me respondió: "supongo que sí" —imitó un tono más grave—. Y entonces nos besamos.

Las otras tres se carcajearon al unísono, mientras Sara enrojecía.

—Wade no se apareció por la casa durante seis meses debido a la vergüenza, luego de que Aris le explicara que era algo que hacían los novios o las personas que se gustaban mucho —agregó Lena una vez logró controlar la risa—. Porque no se gustaban, claramente. El cariño era fraternal.

—Lo peor no fue eso —medió Sara—. Lo peor fue que nuestra hermanita menor había desarrollado alguna especie de fascinación por él y cuando se enteró, se enojó muchísimo conmigo y se lo contó a mamá para que me castigara —resopló—. A mamá le hizo gracia pero igual me castigó, ¿quieren saber cómo? —Lia y Lee Ann asintieron—. Se lo contó a papá y ambos se encargaron de contarlo a sus amigos. Como si tuviera demasiada importancia un tonto beso entre dos niños.

Las otras volvieron a reír y ella terminó sumándose a las risas.

—Bueno, Lia, tú también bebiste —acusó Lena y la rubia sonrió.

—No tengo una historia tan interesante. Salí por dos meses con el mejor amigo de mi hermano mayor. —Las chicas la miraron curiosa y ella rodó los ojos—. No éramos el uno para el otro. Él era dos años mayor, le interesaban otras cosas y resultó ser gay, así que terminamos luego de que lo encontré besándose con mi hermano —finalizó con una sonrisa burlona.

Sara, Lena y Lee Ann estaban anonadadas.

—¿Hablas en serio? —Interrogó Lena.

—Siempre hablo en serio —contestó la rubia—. Chicas, no se sorprendan tanto. Tengo infinidad de historias así.

—Pero, ¿por qué? —Inquirió Lee Ann con semblante preocupado.

—Hay dos opciones —respondió Lia—. O no sé escoger pareja y el problema soy yo, o los hombres son basura y el problema son ellos. Y la verdad es que antes que cuestionarme y odiarme a mí misma debido al daño que otros causaron, prefiero aborrecerlos a ellos.

—¿Sabes? Esas historias tan trágicas, merecen un brindis. Chicas, las copas —dijo Lee Ann y todas chocaron las copas de plástico en el aire y luego bebieron al unísono.

—Yo estaría de acuerdo contigo, pero sé que hay chicos que son geniales —repuso Sara.

—Estoy segura de que sí, siempre que se queden como amigos. Digo, Wade es increíble. Aris... Bueno, es Aris, es bastante, coqueto y lanzado, pero está bien, supongo —dijo Lia frunciendo el ceño—. Aunque tenga ganas de matarlo cada vez que abre la boca... Me agrada de alguna forma. Pero estoy segura que si empiezo a verlos como algo más, todo cambia, chicas, piénsenlo objetivamente. Sé que hay chicos geniales y sé que habrá chicos que son la excepción a la regla de que todos son basura. Sé que habrá alguien bueno que sepa amar y valorar lo que soy —contempló y torció el gesto—, pero la verdad es que no me quedan ganas de encontrarlo y correr el riesgo de volver a sufrir.

—Bueno, eso tiene sentido —dijo Lena y le acarició el hombro. Lia le sonrió en agradecimiento.

—Pero, ¿en serio estás bien con todo eso? —Preguntó Sara preocupada.

—Sí, en serio —respondió con sinceridad—. Me ha costado bastante, pero sí, ahora estoy bien. No necesito a ningún chico en mi vida para ser feliz. Ni siquiera a mi padre —añadió divertida—. Mi madre siempre es la que medio me ha cuidado y por lo menos pretende que se preocupa por mí. De hecho, considero que era mejor la idea de no haber tenido a papá en mi vida, ¿saben? Me ha causado más daño estando presente que el que me hubiera generado de haberse ausentado.

—En serio, lo siento, Lia —dijo Sara acercándose a abrazarla. Lee Ann se unió al abrazo dándole besos cortos en la frente a su amiga y Lena se limitó a tomarle la mano a Lia y acariciarle el dorso. Lee Ann se inclinó hacia ella y le depositó un beso en la frente.

Lia se quejó y se apartó riendo.

—Bueno, basta. Ya. Mis anécdotas son para que se rían, trío de tontas —repuso con gracia—. No para que me compadezcan. Ya saben que soy un tempano de hielo y nada me afecta —dijo con socarronería y las otras tres la miraron mal.

—Siguiente pregunta —dijo Lena—. Yo nunca he prendido la cocina en llamas —leyó entre dientes y cerró los ojos mientras maldecía en voz baja.

Lena fue la única que tomó y las otras solo rieron.

—Y no pasó una sola vez, he de aclarar —añadió Sara y sacó otro papelito—. Yo nunca he tenido sexo.

Fue el turno de las otras tres de beber. Lena sonrió triunfante.

Luego la sonrisa desapareció.

—Sara —dijo con tono de advertencia. Su hermana abrió los ojos alarmada.

—No me hagas hablar de eso, por favor —pidió con ojos de cachorrito.

—Habla —sentenció Lia señalándola con un dedo mientras se encargaba de rellenar su copa y la de Sara que tenían menos contenido.

Sara resopló.

—Fue el año pasado, en la víspera de año nuevo. ¿Recuerdas el novio que Aris anunció que tenía en la fiesta de inicio de año? —Se dirigió a Lena, quien asintió. Aris lo había anunciado con el objetivo de conseguir que sus padres la obligaran a terminar la relación. Lo cual pareció surtir efecto, porque dos semanas después, terminó enterándose por Elaine, que Sara había terminado con ese chico—. Bueno, teníamos un mes saliendo y en serio me gustaba mucho. Era humano, claramente porque yo vivía en San Diego. Pero como viajamos a Thurstine para navidad e íbamos a volver para año nuevo, tuvimos una fuerte discusión. Él dijo que no lo quería, aunque yo le aseguraba que sí.

—¿Y lo querías? —Preguntó Lee Ann.

—Claro que no —dijo Sara de inmediato—. Solo teníamos un mes de relación. Sin embargo, me gustaba bastante y no quería que termináramos así que acepté acostarme con él para... —Lena entendió por dónde iba la historia y la sangre le hirvió de rabia—. Para convencerlo de que sí lo quería y... Bueno, así fue como sucedió. La segunda semana de enero, me botó porque dijo que ya no le servía.

—¿Me estás hablando en serio? —Escupió Lia con las mejillas rojas de la rabia. Parecía a punto de coger un cuchillo y empezar a apuñalar al hombre y Lee Ann lucía indignada.

—Sara, te manipuló para que tuvieras sexo con él, eso era todo lo que quería —comentó la castaña con una expresión lastimera. Sara tenía el semblante disgustado y agachaba la mirada con vergüenza.

—Espera, ¿Aris sabe de esto? Estoy segura de que no, sino mi hermano estuviera preso por homicidio y perjurio a la vida humana —respondió Lena con cólera—. ¿Sabes a quién no le va a importar terminar en una correccional por matar a ese desgraciado? A mí, porque voy a...

—Dame su nombre y lugar de residencia —solicitó Lia enderezando la espalda—. Le voy a mandar un séquito de dhampir que te juro que le van a triturar los huesos y...

—Chicas, no —cortó Sara con gesto divertido—. No vale la pena. Además, yo fui la tonta que aceptó.

—No eres ninguna tonta, Allen Saraeeh —recriminó Lena señalándola con un dedo—. El hijo de puta ha sido él, que te ha ilusionado, te ha manipulado y se ha aprovechado de ti. Es que deja que le diga a Aris y a Wade porque vamos a...

—Chloe Helena, que no —sentenció Sara—. No vas a contarle eso a nadie. Es vergonzoso y ya él no me importa. No vale la pena en lo absoluto si quiera pensar en él —decretó—. Si Aris se entera, quién sabe lo que haría.

—Seguro tampoco se lo has contado a Will, teniendo en cuenta que ese inútil sigue respirando —dedujo Lena y Sara se lo confirmó con la mirada—. ¿Sabes qué haría Aris? Se aliaría con Will y buscarían la forma de escaparse al mundo humano para cortarle las pelotas... Yo los ayudaría.

—Se lo tiene merecido —objetó Lee Ann con el ceño ligeramente fruncido.

—Bueno, eso no va a pasar —reiteró Sara tratando de recuperar el control de una Lia y una Lena que se habían enfrascado en una discusión sobre la forma ideal de hacerlo sufrir por la manera en la que había tratado a Sara—. Además, con él descubrí que el sexo tampoco es algo del otro mundo. Me decepcioné —añadió y tanto Lia como Lee Ann jadearon horrorizadas.

—Para rematar mal polvo —cotejó Lia iracunda—. ¿En serio jugó contigo y ni siquiera te lo hizo bien?

Lena abrió los ojos de par en par.

—¿Se suponía que tenía que ser bueno? —Interrogó una Sara muy intrigada. Lena la miró con fijeza.

—Bueno, desde luego no tenía que decepcionarte —farfulló Lee Ann.

—Yo tengo una ley, chicas —intervino Lia—. Si un tipo va a ser un idiota, por lo menos debe saber coger, sino, es un desperdicio al cuadrado.

Lena la miró anonadada. Sara empezó a reír junto a Lee Ann de las palabras de Lia.

—El sexo puede llegar a ser increíble, Sara, te lo puedo jurar —aseguró Lee Ann.

—Pero bueno, ustedes son las expertas entonces —dijo la Gray rubia—. Lia, tú turno. Cuéntanos tu experiencia.

—¿La primera o la última?

Lena abrió la boca.

—Para empezar, ¿con cuántos has estado? —Interrogó Lee Ann curiosa. Lia torció el gesto.

—Cinco, creo. —Se lo pensó—. No —se corrigió contando con los dedos—, seis con el irlandés y siete con la chica de la última vez.

—¿Te gustan las chicas? —Reparó Sara.

—¿A quién no? —Fue todo lo que dijo metiéndose una uva a la boca—. Pero bueno, ¿tú con cuántos, Lee Ann?

—Solo con dos —respondió de manera escueta.

Para ese punto, Lena tenía las mejillas ardiendo y las orejas iban a explotarle de lo caliente que las sentía. No sabía si llamarlo promiscuidad o simple cotidianidad. Ella no era ninguna tonta, sabía que la gente tenía sexo. Sabía que de hecho, los submundos, al ser una raza más desarrollada que los humanos, tenían un despertar sexual bastante intenso. Las hormonas los azotaban durante la pubertad y los volvían un toque inestables. Lena había recibido una educación sexual excepcional. Al menos en lo teórico. Sabía que ya no eran unos niños, que ya tenían dieciocho años y que con la adolescencia, venía un frenesí de emociones que los controlaban en la mayoría de los casos y los impulsaban a experimentar todo tipo de cosas.

Los adolescentes eran hormonales y tontos, eso era lo que había sabido siempre.

Sin embargo, Helena Gray era una chica demasiado recatada. No sabía si era un problema suyo o si era más común de lo que pensaba, pero ella no había tenido el mismo despertar sexual que la mayoría. Nunca, en realidad, se había sentido atraída con vehemencia a alguien. Lena no solía salir de su zona de confort, porque se hallaba muy cómoda en la teoría de las cosas que aprendía, debido a que estaba segura que la mayoría de ellas, nunca iba a ponerlas en práctica.

No descartaba el sexo del todo, pero tampoco pensaba demasiado en ello. Aunque su visión de las personas que la rodeaban se asemejaba más a jóvenes adultos que a adolescentes, lo cierto era que Helena seguía pensando que todavía estaba en etapa de crecimiento, que eso podía esperar un poco más, que no había ninguna prisa y tampoco sentía excitación por vivirlo.

De igual manera, no juzgaba a las chicas, ni juzgaba a su hermano, ni a cualquier persona que haya decidido empezar su vida sexual en la adolescencia, a Lena le daba más o menos igual —pues era consciente que eso formaba parte de la privacidad de cada individuo—, siempre que supiera que se estaban protegiendo.

Y tal vez, su incomodidad en aquel momento se debía la inexperiencia de Lena en el campo o a la vergüenza de estar, por primera vez, en medio de una conversación donde abiertamente se hablaba sobre sexo. Y no era que fuera un tema tabú, simplemente nadie lo hablaba con Lena y ella tampoco sacaba el tema a relucir.

Lena carraspeó y las chicas pararon de reír de algo que había dicho Lee Ann y que Lena prefería no repetir.

—Sara, siguiente pregunta —indicó señalando los papelitos.

—Yo nunca he besado a mi mejor amigo o amiga —leyó ella obedeciendo a su hermana.

Ninguna tomó en esa ocasión.

—Lena, me da curiosidad —murmuró Sara—. ¿Nunca te has besado con Wade?

La susodicha frunció el ceño.

—¿Por qué haríamos eso? —Preguntó incrédula.

—Yo también me preguntaba eso —confesó Lee Ann ladeando el rostro—. Ambos son demasiado atractivos, se conocen muy bien. Se entienden a la perfección. Se adoran. Tú siempre estás pendiente de lo que hace y él siempre te está cuidando.

—Aunque esas parecen razones suficientes para gustar de alguien, solo somos mejores amigos —comentó Lena divertida.

—¿En serio nunca ha pasado nada entre ustedes? —insistió Lia.

—Que no, chicas —reiteró—. Que me pregunten eso es como si me preguntaran si me he besado con Aristoteles. Ugh, no. Wade es como mi hermano.

—Excepto que no lo es —repuso Lia con una sonrisa pícara. Lena la miró con los ojos entrecerrados y la rubia rió.

—Ahora que lo pienso, hermanita —retomó Lena girándose hacia la mencionada—, tú también tienes dos mejores amigos —insinuó levantando las cejas—. ¿Nunca te has besado con Elai o con Levi?

—No —respondió Sara con obviedad. Lena enserió la expresión.

—¿En serio? —Cuestionó extrañada—. Qué raro. Levi es... bueno, Levi —suspiró como si esa fuera la respuesta a todas las preguntas. Lia y Lee Ann levantaron sus copas, a primera con una mueca sugerente y la segunda de acuerdo con lo que había dicho Lena. Sara sonrió con sorna, pero negó con la cabeza—. Y Elai se besa con todas las que se le atraviesan.

—Mh, eso puede ser cierto —contempló Sara pensativa y terminó encogiéndose de hombros—. Pero nunca conmigo. Somos exclusivamente amigos.

Lia sacó un papelito de la canasta.

—Yo nunca he estado enamorada —leyó ella e hizo una mueca.

En esa ocasión, solo bebieron las dos rubias.

—Bueno, vamos una por una —decretó Lee Ann—. Lena, ¿nunca has estado enamorada?

—¿Por qué me preguntan eso? —Habló con gracia—. Si no he tomado es obvio que no.

—Tengo curiosidad solamente —respondió la castaña con los ojos entornados en su dirección.

—En realidad, ni siquiera me ha gustado alguien en toda mi vida —reconoció con simplicidad.

—¿Qué? —Intervino Sara.

—Estoy segura que eso es literalmente imposible —objetó Lia.

—Cierto, yo nunca he estado enamorada, pero me han gustado muchos chicos —secundó Lee Ann.

—Nunca me ha gustado alguien, lo juro. Puedo apreciar la belleza ajena y reconocer cuando alguien es atractivo —respondió encogiéndose de hombros—. Pero, lo que conlleva gustar de una persona... Nunca lo he experimentado. Al menos no de personas reales —susurró la última parte, luego enfocó sus ojos en Lia—. Además, estadísticamente no es imposible, porque...

—Es solo que es tan extraño —interrumpió Sara mirando a su hermana alucinada—. Pero, ¿crees que es algo que puedas llegar a hacer?

—¿Enamorarme de alguien? —Su hermana asintió—. Seguro, si consigo un Darcy en la vida real. Ese es mi humilde estándar.

—De todos los clichés literarios que existen, tenías que mencionar justamente al señor Darcy —murmuró Lee Ann divertida.

—Oye, actualmente aborrezco el romance, pero tuve mi época de aficionada hace unos años y obvio tenía que leer una de las novelas de romance más trilladas de la historia. Era lo básico —masculló—. Pero aunque ya no me guste ese género literario, y en particular, nadie nunca me ha llamado la atención, estoy segura que si conociera al señor Darcy, me enamoraría profundamente.

—Puedes ser patética de vez en cuando, ¿eh? —Bromeó Lia y Lena chasqueó la lengua—. Como sea, Lee Ann —llamó y la castaña la miró, entendió lo que exigía al instante.

—Solo he tenido dos novios y terminamos porque no llegaron a gustarme lo suficiente —respondió.

—Lia, tu turno, ¿de cuántos idiotas te has enamorado? —Esa era Sara. Lia sonrió.

—Oye, que haya salido con una infinidad de idiotas, no significa que haya estado enamorada de todos. Para empezar, la mayoría fueron relaciones fugaces y bueno, eran idiotas —recalcó con obviedad.

—Bueno, cuéntanos entonces —farfilló Lee Ann con una sonrisa dulce.

—Me he interesado profundamente por varios de ellos —prosiguió Lia—. Digo, uno no atraviesa el mediterráneo por alguien que no le despierta emociones, pero la verdad es que también fui muy crédula. Digamos que crecí con una idea del amor errónea y me embalé de manera muy estúpida con gente que no sabía lo que quería... pero hubo un chico, hace tiempo —contó y sus ojos verdes se iluminaron por un segundo—. Digamos que fue especial, excesivamente efímero y me marcó de una manera bastante... Singular.

—¿No era una basura de chico? —Retó Lena haciendo reír a su amiga.

—En su momento, fue la persona más sincera e increíble que había conocido nunca —rememoró con algo de nostalgia en la voz—. Pero estoy segura que ahora debe ser un idiota —concluyó y las chicas sonrieron—. Bueno, Sara, cuéntanos tu historia.

La susodicha se metió varias uvas a la boca y Lena se echó a reír y Lee Ann y Lia protestaron ante la clara evasiva.

—¿Saben por qué dijo lo de que sabía que algunos chicos eran geniales? —Dijo Lena y Sara la miró consternada—. No fue por Aris o algún chico que puedan imaginarse.

—¿Entonces...? —Esa era Lia.

Sara masticó las uvas con parsimonia, se secó el sudor de las palmas en su falda y tomó una respiración profunda antes de hablar.

—Es por Dylan —masculló por fin. Al ver que se perdía en sus pensamientos, Lia le chasqueó los dedos frente al rostro. Sara espabiló.

—¿Y quién es Dylan? —Repuso Lee Ann.

—El idílico amor de la vida de Sara —contó Lena con un suspiro dramático.

—Fue mi primer amor —continuó la Gray rubia, sus mejillas enrojeciendo violentamente—. Y el único hasta el momento —reconoció con una suave exhalación—. Tampoco es la gran historia que esperan, chicas. Es un humano, nos conocimos a los doce porque vivía a unas manzanas de mi nueva casa en San Diego. Habían trasladado a mamá a la sede principal del departamento y nos mudamos desde Tokio a California. Era nueva en la ciudad y Dylan se hizo mi amigo muy pronto —narró con la mirada perdida en el césped. Lena sabía de la existencia de Dylan, porque Aris solía molestarla con eso y algo le había dicho Ela, pero en realidad no conocía la historia. Se metió el cabello detrás de las orejas y se acomodó para escuchar a su hermana.

—Nos gustamos desde el primer momento. Él era muy dulce y divertido. Y estaba muy colado por mí... Tuvimos un noviazgo de niños... Ustedes saben, tonto, inocente, crédulo —enumeró con una sonrisa melancólica—. Yo estaba encantada. Dylan era un niño muy atractivo.

—Sí consideras a los espantapájaros atractivos —intervino Lena ganándose una mirada venenosa por parte de su hermana. Lena levantó las manos con inocencia y fingió cerrarse la boca con una corredera, sellarla con un candado y tirar la llave.

—Es cierto que Dylan siempre estaba despeinado. Pero, Helena, tú no lo conociste, solo viste una foto que le sacó el idiota de Aris.

—¿Aris sí lo conoció? —Interrogó Lee Ann.

Sara y Lena rodaron los ojos al tiempo.

—Fui novia de Dylan por tres años y el idiota de mi hermano solo nos visitaba con frecuencia para acapararlo. Mamá siempre lo molestaba con que le importaba más Dylan que nosotras, pero él solo le decía que no fuera tonta, que Dylan era como su Wade humano —contó Sara divertida—. Una comparación extraña, pero bueno, es Aris.

—Sí, sí, tu hermano el rubio teñido —farfulló Lia fastidiada—. Ahora cuéntanos qué pasó con tu galán.

—Estaba enamorada. Digo, si una niña de quince era capaz de sentir amor de ese tipo, yo lo sentí de la manera más férrea e inocente —valoró antes de suspirar con pesadez—. Dylan nunca me había llevado a su casa, porque decía que sus padres eran muy recelosos con sus amistades. Me juró que lo mejor era mantener nuestra relación a escondidas de sus padres, pero con quince, era bastante mandona y no me gustaba que me tratara como un sucio secreto frente a su familia. Me sentía mal, llevaba tres años ocultándoles nuestra relación a sus padres. Empecé a insistir con que me los presentara, y me volví tan intensa con el tema, que terminó aceptando —continuó y se pasó la mano por la frente para disimular el nerviosismo—. Ojalá no lo hubiera hecho...

»Verán, de las veces que Dylan me dijo que sus padres eran terriblemente estrictos, no hubo una sola vez que yo no le dijera que estaba exagerando —explicó—. Teníamos quince, éramos unos niñatos, nadie nos tomaba en serio, aunque nos quisiéramos de verdad... Y es que repito, teníamos quince, joder, nadie sabía si un día nos íbamos a aburrir, si íbamos a madurar amándonos, si íbamos a pelear un día y nos olvidaríamos. Nadie sabía si solo éramos un romance prematuro o dos almas gemelas que habían tenido la fortuna de encontrarse temprano. —Sus ojos se oscurecieron—. Para sus padres fue claro que Dylan y yo no íbamos a soltarnos en un futuro próximo y decidieron, apenas me vieron cruzar la puerta de la casa, que yo no era digna de su hijo. Me corrieron a las patadas, sin dejarme presentarme siquiera y encerraron a Dylan cuando intentó venir conmigo a consolarme. Dylan me adoraba y para sus papás, yo no era merecedora de esa adoración.

—Eso es tan horrible —comentó Lia—. Y tan desconcertante.

—Lo sé. No entiendo qué les provocó una reacción tan irascible, pero no me querían cerca de su hijo. Estaban paranoicos esa noche, como si fuese el demonio entrando en su casa —contempló Sara—. Fui a buscar a mamá, quien luego de conseguir que me calmara y estuviera en condiciones de decirle lo que estaba sucediendo, se acercó a la casa de la familia de él, para tratar de solucionar el embrollo. Pero ni bien habíamos cruzado la calle, vimos el auto rojo que el padre estaba encendiendo. No hicieron maletas, no se llevaron ninguna pertenencia de su hogar. Tomaron todo lo básico, lo metieron en unas mochilas, tomaron a su hijo, lo subieron al carro y se marcharon sin decir adiós.

Para ese punto, Lena tenía un gesto triste, Lia estaba consternada y Lee Ann estaba llorando por la historia.

—Dime que no desapareció de tu vida para siempre —berreó la castaña con la voz rota.

Sara sonrió con abatimiento.

—La última vez que vi a Dylan fue esa noche. Me miraba a través de la luna trasera del coche, arrodillado sobre los asientos y llorando mientras gritaba mi nombre. No podía escucharlo, pero le leía los labios. Sentía su voz retumbándome en el pecho —contestó con un nudo en la garganta—. Nunca más supe de él.

Lee Ann chilló con más fuerza y Lia la miraba con escepticismo. Lena se acercó a su hermana que estaba al borde del llanto e inesperadamente la rodeó con los brazos. Sara le devolvió el gesto y escondió la cara en el hueco de su cuello. El olor a vainilla y uvas de Lena era embriagante. Dulzón y atractivo. La hizo sentirse protegida y amada. No se había dado cuenta de lo mucho que había necesitado ese abrazo, hasta ese momento. Su madre la había abrazado cientos de veces las noches que lloraba desconsolada y hacía rabietas por su amor perdido. Ela la había abrazado también durante los días en los que Sara se rompía de la nada a llorar porque extrañaba a Dylan. Incluso Aris, su padre, Will y Aaron la habían abrazado durante aquel tormentoso tiempo; pero Sara necesitaba a Helena también. Lo notaba ahora.

—Todo está bien, cariño, no llores —consoló acariciándole el cabello rubio luego de escucharla sorber por la nariz. Pero Sara no iba a llorar. Ya había llorado suficiente por eso. Ya habían pasado tres años.

—Si yo no hubiese insistido tanto, si no hubiese ido a su casa ese día, si no hubiese sido yo, tal vez...

—Allen Saraeeh, no —cortó, alejándose un poco de ella y acomodándose los cabellos a escasos centímetros de su rostro.

—Es tan triste, Lia —lloriqueó Lee Ann al fondo, mientras Lia la rodeaba con el brazo y le daba palmaditas de consuelo en la espalda. Tenía una mueca de disgusto, pero no soltaba a la desconsolada castaña.

—No es tu culpa lo que pasó. Tenías derecho a querer conocer a sus padres, tenías derecho a insistir —prosiguió la pelinegra aferrándole las mejillas con firmeza—. No hay una sola cosa que te señale culpable. Tenías quince años, Sara, ¿qué carajos le pasaba a esa gente? No importa, los que estaban mal eran ellos. Los locos y maleducados fueron ellos. No tú. ¿Qué cosa pudiste haber hecho tú para no agradarles? Eres literalmente un rayito de sol.

Sara sonrió, sosegada.

—Gracias Lena.

—Bueno, si ya terminaron, siguiente pregunta —intervino Lia—. Lee Ann —siseó llamando la atención de la castaña que se secaba las lágrimas con un par de servilletas.

—Lo siento —se disculpó sonándose la nariz. Lia la miró con una mueca de asco—. Es que tu historia es muy triste —dijo en dirección a Sara que la miró de manera adorable y le acarició una mano.

—Sí, muy trágica y triste. Escribiré un libro sobre eso —informó Lena metiéndose una uva a la boca.

—Voy a publicar la historia en un foro de internet antes y cuando publiques el libro, te voy a demandar por plagio —comentó Lia con toda la naturalidad del mundo.

Lee Ann y Sara rieron.

Tres horas después, ya se habían terminado la botella y era curioso porque no se encontraban en sus cinco sentidos aunque juraban que sí lo estaban. Los submundos tenían un organismo desarrollado, debido a sus poderes de curación sobrenatural podían consumir cantidades imprudentes de alcohol sin embriagarse, pero era algo que se entrenaba y desde luego no funcionaba cuando se bebía vodka. La tolerancia nula de aquellas cuatro tontas tampoco servía de mucho.

Las cuatro recogieron las cosas, porque ya estaba atardeciendo y se encaminaron al interior de la academia. Lena iba abrazada a Lia mientras caminaban, sosteniéndose la una a la otra y Lee Ann y Sara tenían los brazos enganchados mientras se tambaleaban de un lado al otro. Durante esas últimas horas, habían hablado y compartido anécdotas, habían reído hasta que les doliera el estómago e incluso habían llorado estúpidamente.

Consiguieron entrar al lobby de la academia y para Lena fue una total alegría encontrarse a sus chicos reunidos.

Bueno, sus chicos y Will y Aaron.

—¡Hermanito! —Gritó anunciando su presencia. Se soltó de Lia abruptamente quien fue sostenida por Sara para no caer. La Gabbana hipó viendo a Lena abrir los brazos mientras corría hacia adelante.

Los cuatro chicos se voltearon y observaron a una Lena inusualmente contenta acercarse hacia ellos. Interrumpió el círculo que habían formado y se abalanzó hacia Aris que la recibió con los brazos abiertos y un gesto extrañado.

— ¡Hermanita! —Clamó rodeándola y soportando su peso cuando ella se apoyó por completo en él.

—Joder, al fin aparecieron, ¿dónde estaban metidas? Estábamos preocupados. —Escuchó a Wade decir.

Lena se removió gustosa en el agarre de Aris y escondió la cara en su pecho dejando escapar un suspiro. Aris la olisqueó e hizo una mueca cuando un fuerte aroma le embargó el olfato.

—Apestas a alcohol —observó apartándola un poco de él y viéndola al rostro. Tenía la mirada ida y una sonrisa tonta en los labios. Ladeaba la cabeza—. Diablos, Chloe Helena, ¿estás ebria?

Lena parpadeó procesando lo que él decía y levantó la mano. Separó un poco el dedo índice del pulgar, dejando un espacio minúsculo y cerrando un ojo, hizo un gesto adorable.

—Solo un poquito —balbuceó y Aris miró sobre su hombro preocupado, notando a las acompañantes de Lena. Todas se paraban de manera inestable y se reían de manera escandalosa de un cuadro colgado en la pared—. Wade, tengo que decirte algo —anunció soltándose de Aris y lanzándose a los brazos de Wade, que la sostuvo con firmeza. Will Burke, a un metro de distancia, solo observaba—. Las chicas creían que tú y yo habíamos tenido algo en algún momento —rió mientras jugaba con las solapas de su chaqueta.

—¿En serio? —Cuestionó Wade con escepticismo, sujetando a Lena para que no cayera al suelo. Era un alivio que la recepción estuviera vacía a excepción de ellos—. ¿Por qué pensarían una tontería de esas?

Lena se encogió de hombros y se giró para preguntarle a sus amigas por qué pensaban eso. Pero sus ojos se abrieron con horror y ahogó un chillido.

Sara se dobló de la risa y al levantarse, un fuerte mareo la embargó y trastabilló hacia atrás. Lia intentó agarrarla, pero terminó tropezando y Lee Ann las miró caer al suelo mientras abría la boca de la impresión y se llevaba las manos a la cabeza, dejando caer la canasta que sostenía.

Will fue el primero que reaccionó. En una exhalación había llegado hasta donde estaba una Sara que había empezado a llorar por el dolor en el trasero debido a la caída. El segundo que se movió, fue Aris, que sostuvo a Lia del torso para levantarla en medio de sus protestas.

Aaron se acercó a levantar la canasta del suelo y se encargó de sujetar delicadamente por el brazo a una Lee Ann que en ausencia de Sara, no podía mantener el equilibrio.

Lena rió al ver a Lia peleando con su hermano.

—Que me su-sueltes, que no necesito ayuda, carajo —discutió arrastrando las palabras mientras intentaba apartar los brazos de Aris que la mantenían en pie. El rubio la complació liberándola, pero cuando se vio sin agarre, Lia trastabilló hacia atrás y terminó aferrando la manga de la sudadera de Aris—. Bueno, tal vez necesite un poco de ayuda —reconoció con dificultad.

Aris rodó los ojos y la levantó en brazos en medio de protestas de ella.

—¿Cuánto bebieron? ¿Y dónde estaban? Las estábamos buscando por todos lados —objetó Aris mientras Lia rodeaba su cuello con los brazos para sujetarse.

—Buscaron en todos lados, excepto en el jardín —respondió Lee Ann con voz suave, mientras Aaron la sostenía.

—Para empezar, ¿de dónde sacaron alcohol? —Preguntó Wade con una Lena pegada a su costado.

—Unos chicos de cuarto lo meten de contrabando y lo venden —contestó Will consolando a una Sara que lo abrazaba con fuerza.

—¿Por qué no me sorprende que tú sepas eso, eh? —medió Lena con desdén. Will la miró escéptico—. No me sorprendería en lo absoluto que incluso tuvieras algo que ver con eso —acusó arrastrando las palabras, debido a que sentía la lengua pesada.

—Bueno, unos kaex extras no le vienen mal a nadie —escupió con rabia sintiéndose ofendido por su acusación.

—No tenemos tiempo para esto —intervino Aaron—. Tenemos que sacarlas de aquí, porque si alguien nos ve, vamos a estar en un gran problema —reflexionó.

—¿Y a dónde las vamos a llevar? El patio exterior es un hervidero de gente y los dormitorios siempre están custodiados —murmuró Aris—. Burlar a los dhampir de seguridad no va a ser nada fácil.

—El laboratorio del tercer piso —sugirió Will—. Es el único salón que no tiene cámaras de seguridad, porque están dañadas y podría jurar que está vacío.

—Si yo supiera de un salón que no tiene cámaras de seguridad, estaría facturando entradas de novicios para darse el lote —respondió Lena con la cabeza ladeada hacia un lado—. Unos kaex extras no le vienen mal a nadie —repitió y Will la miró con los ojos entrecerrados.

—No creo que muchos sepan lo de las cámaras —respondió el chico.

—¿Cómo lo sabes tú? —retó ella.

—Eso no es asunto tuyo, Chloe —sentenció el pelinegro ganándose una mirada mortífera que lo hizo sonreír.

—Bueno, vamos allá —decretó Wade.

—Espera, pero, ¿el tercer piso? —Cuestionó Aris—. El trasero de Lia pesa y ¿esperan que suba tres pisos con ella encima?

—¿Me estás diciendo gorda? —Protestó ella dándole un golpe en el hombro.

—Desde luego que no, barbie —contestó él—. Y será mejor que te quedes quieta si no quieres que te lleve en brazos hasta la oficina de Melton por estar bebiendo alcohol en la escuela.

Lia empezó a tararear una canción de Taylor Swift haciéndose la loca.

—Bueno, vamos —señaló Will hacia las escaleras y todos empezaban a subir,

En efecto, el laboratorio tenía las cámaras dañadas. Lena lo supo por el ángulo irregular del cable y porque la luz estaba fija en lugar de titilar.

Wade la sentó sobre una banca y Lena apoyó la cabeza sobre la superficie de la mesa.

Will dejó a Sara en una silla y se acercó a la canasta que sostenía su primo, quien había acomodado a Lee Ann en una banca antes de salir a buscar agua y energizantes a la cafetería. El Levi le entregó la canasta en las manos y el contrario rebuscó en el interior hasta dar con la botella negra que las chicas se habían bebido. Quitó la tapa y acercó su nariz a la boquilla. Alejó el rostro de inmediato con una mueca de molestia en la cara.

—Mierda, esto tiene hidromiel —repuso volviendo a cerrar la botella.

—¿Vieron, chicas? —Habló Lena levantando un brazo sin despegar la cara de la mesa. Wade le colocó un pañuelo bajo la mejilla—. Yo les dije que esa mierda tenía un regusto a miel.

—Si sabías que estaba adulterado, ¿por qué lo tomaste y permitiste que las otras lo bebieran? —Recriminó Will.

—Will, será mejor... —Empezó Aris con voz calmada.

—Porque yo no sé tanto de alcohol como tú, genio, ¿cómo iba a saber que estaba adulterado? —Contestó Lena con enojo. Sentía que el alcohol bullía en su sangre caliente—. Nunca había probado esa cosa, no sabía que no tenía que llevar miel.

—Burke, déjala en paz —masculló Lia con fastidio—. ¿Por qué la regañas? Solo se emborrachó.

—En Zilhardt —recalcó él quitándole un embudo a Sara de las manos—. No sé cómo serán las cosas en mundanolandia, Gabbana, pero aquí podrían llevarte a la correccional por esta tontería.

—Yo estaba feliz, ¿por qué tenía que venir a fastidiar? —Le preguntó Lena a Wade en un tono que creyó prudente, pero todos la escucharon. Will se removió incómodo en su asiento—. Yo siempre creí que eras un fiestero de mierda, ¿por qué te importa esto de repente?

—¿Estás viendo a tu hermana? —Señaló a una Sara que le susurraba cosas a Lee Ann en el oído para que se riera—. Ahorita empieza a llorar por Dylan, seguro.

—Dylan —repitió Sara saboreando el nombre, luego sus ojos se cristalizaron.

—Y va a ser tu culpa, sin duda —repuso Lena levantando la cabeza. Will la miró mal.

—Borracha eres más insoportable de lo usual.

—Es un alivio que no haya pedido tu opinión.

—¿Sabes lo que es la libertad de expresión? —Inquirió él con los ojos entornados. Lena resopló—. Es política básica, Chloe...

—¿Por qué no la dejas en paz? —Medió Wade lanzándole dagas con los ojos.

—Ay, ya salió el defensor del pueblo —ironizó Will.

—¿Quieres ver qué tan defensor soy, imbécil? —Gruñó Wade poniéndose de pie. Lena lo sostuvo del brazo cuando lo vio amagar rodear la mesa para acercarse al otro.

Los ojos de Will brillaron con malicia.

—Déjalo, no vale la pena —murmuró Lena antes de girarse hacia Will—. ¿Cuál es tu maldito problema, eh?

—Yo no tengo ningún problema —farfullo Will—. Yo solo hice un simple comentario y tu mascota aquí presente saltó a ladrar como el perro rabioso que es.

—¿Perro rabioso? —Repitió Wade con el ceño fruncido en un claro gesto de enojo—. Te voy a mostrar qué tan rabioso me puedo poner...

—Uy, qué miedo.

—Bueno, basta —intervino Aris con expresión de hastío.

—Basta nada —espetó Wade antes de señalar a Will—. Te voy a romper los dientes.

—Suerte con eso —provocó Will—. Aunque, me pregunto si conocerás al menos los nombres de los dientes, siquiera.

—No necesito saberlos para arrancartelos.

—No, pero es más interesante cuando quien me amenaza es una persona culta —prosiguió Will enderezando los hombros cuando Wade lo miró fulminante.

—¿Qué carajos le sucede a los hombres? —Interrogó Lia en un susurro bajo con diversión.

Sara se cubrió la boca con las manos, conteniendo una carcajada.

—¿Cierto? Parece un show de cavernícolas —agregó Lee Ann las tres soltaron risitas cómplices.

Aris las miró de reojo cuidando que no se cayeran de los taburetes o que se golpearan las cabezas entre ellas en medio de sus aparatosos movimientos.

—Bueno, te aseguro que aprendo rápido —continuó Wade y Lena rodó los ojos.

—Tú no vas a hacer nada —ordenó ella tirándolo de la manga de su sudadera. Wade la miró con fijeza—. Lo mejor es pasar de él.

Wade estuvo de acuerdo y volvió a sentarse junto a su mejor amiga, mientras ella apoyaba la cabeza en la mesa, amagando con dormirse.

—Vamos a jugar verdad o reto —sentenció Lia zarandeando el hombro de un Aris obstinado—. Yo empiezo. Lena, ¿verdad o reto?

—Verdad —respondió ella con voz soñolienta, sin replicar por haber sido el conejillo de indias.

—¿Qué es la cosa más cuestionable que sabes hacer? —Preguntó pícara soltando a Aris y mirando a su adormilada amiga con interés.

Lena lo pensó unos segundos, buscando en su desorden de ideas, la respuesta a lo que Lia le había preguntado. Incluso empezó a mover el dedo índice en el aire para buscar concentración.

—Ah —balbuceó cuando lo tuvo bastante claro—. Sé preparar benzoilmetilecgonina —informó con voz pausada causando la confusión de todos.

Will se pasó la mano por la boca para no reír, pero igual terminó haciéndolo. Miró a Lena con impresión.

—¿Y eso qué es? —Masculló Sara hacia el chico.

Aaron apareció en ese momento con cuatro botellas de energizante, y le dio una a cada chica ebria.

—¿Se supone que tenemos que saber lo que es un benzoblablabla? —Cuestionó Lia escéptica—. Habla, Gray —exigió a su amiga antes de dar un trago a la bebida.

—Se refiere a la cocaína —intervino Will antes de que Lena pudiera responder.

Todos abrieron los ojos de par en par excepto Will y Lena. Wade abrió la boca y la cerró varias veces sin saber qué decir. Aris había empalidecido y Sara fruncía el ceño intrigada.

—¿Sabes hacer coca, Lena? —Interrogó Lee Ann con curiosidad.

—No me gusta esa palabra. Prefiero llamarlo perico [1] o por su nombre científico —aclaró.

—Bueno, ¿y tú dónde aprendiste eso? —Demandó Aris con gesto serio.

—No te enojes conmigo, hermanito —pidió mirando a su hermano fijamente—. Y no me pregunten cómo lo aprendí, confórmense con saber que la sé preparar —murmuró—. Chicos, nunca se metan esa cosa, por favor. El porcentaje de alcaloides concentrados que tiene es una total locura.

Lena luego les explicó por qué químicamente las personas solían desarrollar dependencia hacia esta sustancia y fue un alivio para todos cuando se durmió y pudo dejar de parlotear. Fue un alivio para que los chicos descansaran de su efusividad y el resto de las chicas insistieran en que ya se sentían mejor para volver a sus respectivos dormitorios.

Entre las tres arrastraron a Lena hacia el campus femenino.

Cuando Lia y Lee Ann se despidieron de Lena, estuvieron a punto de llorar y Sara se enterneció tanto que lloró.

No importaba si más tarde iban a arrepentirse de aquello, si la resaca las iba a abordar de una manera desastrosa. No importaba si luego Lena se quejaría hasta el cansancio por la mala decisión que habían tomado y no importaba si luego de eso hacían un pacto para no volver a tomar alcohol jamás.

No importaba, porque en ese momento estaban felices, eufóricas, en un estado muy vulnerable, pero tranquilas, porque sabían que se protegerían las unas a las otras.

En ese momento, sabían que unas chicas justo como ellas, habían nacido para encontrarse y ser amigas. Cada una tenía su propia historia que contar, y las otras tenían toda la disposición de escuchar y apoyar hasta las últimas consecuencias.

____________________________________________________

[1] Perico: manera coloquial de llamar a la cocaína en Colombia.

Continue Reading

You'll Also Like

911K 31K 110
When Grace returns home from college, it doesn't go like she thought it would. With her past still haunting her everyday choices, she discovers a sid...
70.1M 6.9M 49
[COMPLETADA] Una noche fue suficiente para cambiarlo todo, para destruirlo todo. Él acabó con mi familia, con todo lo que amo y por alguna razón me d...
282K 13.6K 61
My name is Alex Cruz, I'm a omega, so I'm just a punching bag to my pack. But Emma, Queen of werewolves Sam, queen of dragons Winter, queen of vampi...
17.2K 1.5K 31
Una vez más. ¡No! Varias veces más. ¡Yo! Casi estoy en el límite. ¡Pero! Quiero tener un hijo. Esta novela trata de los esfuerzos de Juvia y Gray Ful...