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By spruandrafts

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A Juan le gustan las galletas. A spreen no. π–―π–Ίπ—‹π–Ύπ—ƒπ–Ίπ—Œ π—Œπ–Ύπ–Όπ—Žπ—‡π–½π–Ίπ—‹π—‚π–Ίπ—Œ 𝘀𝘒𝘳𝘳𝘦 𝘹 𝘲𝘢𝘒𝘀𝘬π˜ͺοΏ½... More

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By spruandrafts

Spreen se encontraba acostado en su cama, viendo sus zapatos apoyados en la pared, pensando en cómo y por qué todo se había vuelto tan extraño entre juan y él. Suspiró con tristeza mientras sacaba una de las lindas galletas que su madre le había comprado a juan esa misma tarde, las había tomado a escondidas y empezó a comerlas, sintiéndose demasiado deprimido para poner atención al hecho de que estaba comiendo algo que creyó odiar durante mucho tiempo.

Hasta que un lindo chico apareció en su vida ofreciéndole las mejores galletas.

-¡Spreen!

Estúpida mala costumbre de sus amigos de entrar a su habitación como si nada.

¡Toquen la puerta!-exclamó asustado y molesto, metiendo las evidencias
de su gran secreto bajo su almohada con rapidez.

-Lo siento, tu mamá dijo que podíamos pasar-rió carre antes de mirarlo de manera sospechosa por sus acciones.

-Si, a la casa, no a mi habitación rodó los ojos ¿Qué hacen aquí a esta
hora? ¿No tienen casa?

-Duh, claro que si-dijo Robleis, acostándose en la cama-De ahí vengo, pero quiero pasar tiempo con mi mejor amigo que últimamente está más amargado de lo normal-acomodó la almohada bajo su cabeza, pero un peculiar ruido lo hizo prestar atención.

-Mejor habla con nosotros, ¿por qué estás tan amargado?-se sentó en la cama el más bajo de todos.

-¡Son galletas! ¡Estabas comiendo galletas!-interrumpió Robleis al sacar todos los envoltorios y la galleta a medio comer debajo de la almohada del pelinegro.

-¡Spreen, te gustan las galletas!-exclamó ahora, Carre-Esto es demasiado para procesar-puso su mano derecha en su frente, fingiendo que estaba por desmayarse de manera dramática-Sucio mentiroso, me das asco.

Spreen tapó su rostro, había sido descubierto.

-Ni una sola palabra, a nadie-dijo de manera amenazante, tomó los
envoltorios y los dejó en su escritorio-Es que estoy deprimido, es eso.

-Lo sabía, no puedes odiar las galletas de Juanito-sonrió carre mientras movía sus cejas con picardía —Están hechizadas o algo así, por eso estás tan loquito por él.

-Ya, si, me gusta mucho él y sus galletas, ¿felices?

-Ladrón, de seguro se las quitas a tu madre en lugar de pagar por las tuyas—señaló Robleis.

-¡No es cierto! Siempre le dejo dinero en compensación de la desaparición de sus galletas se encogió de hombros Pero ya, si me gustan, dejen el tema.

Ambos chicos asintieron con una enorme sonrisa en sus bocas, pero sus expresiones cambiaron al verlo tan desanimado, y es que últimamente había estado así, todo lo irritaba, además, supieron por Quackity y rubius que juan había estado muy diferente también, demasiado silencioso y triste.

-¿Por qué estás tan desanimado?-preguntó directamente robleis-Y antes de que lo niegues o evites el tema, Juan está igual.

-No me habla— respondió sin darle vueltas al asunto, no tenía ni las energías para evadir el tema, era mejor enfrentarlo con sus amigos para desahogarse-No sé por qué, quizás porque lo besé, aunque no creo porque luego de eso todo siguió normal... A lo mejor se sintió mal después.

-Espera, ¿besaste a Juanito?-preguntó robleis, poniendo su palma en su boca en señal de sorpresa.

¡Besaste al niño!-exclamó Carre, abrazando con más fuerza la almohada que estaba a su lado.

-Ay por favor, ¿acaso no has besado a Quackity?

-Eh, no, aún no.

-Lento-se burló Robleis, riendo por lo bajo.

-Ustedes, besucones de menores.

-No molestes, Carre-hizo un puchero robleis, dirigiendo su total atención a spreen-Quizás lo besaste mal y no le gustó.

-No seas ridículo, no creo que sea eso, se hubiera molestado en ese momento.

-Bueno, busca la manera de arreglarte con él porque su cumpleaños está cerca y no puedes faltar a la fiesta que Abril está planeando hacer, aunque dijo que sería algo muy pequeño porque no tienen mucha gente para invitar.

-Dios, es cierto, su cumpleaños—spreen lloriqueó, necesitaba encontrar una forma en la que juan volviera hablarle como siempre.

Esa noche, Spreen no pudo dormir, pensando en una manera de ser perdonado por cualquier cosa que haya hecho para que el lindo gafitas dejara de hablarle, y justo antes de quedar dormido, una idea apareció en su cabeza.


-Juanito, ¿quieres algo especial para tu cumpleaños?-preguntó la rubia cuando salieron del asilo en el que acababan de visitar a su madre.

-Mmm, no lo sé, cualquier cosa está bien, ¡pero nada de cosas caras!

Ari rió, tenía el dinero suficiente para darle algo bonito y que lo hiciera feliz, pero también estaba segura de que posiblemente no lo aceptaría, y en caso de que lo hiciera, sería a la fuerza, así que debía pensar muy bien qué le daría.

-Muy bien, pensaré en algo bueno entonces-tomó su muñeca mientras el menor caminaba por encima de una grada un poco alta, tratando de hacer equilibrio.

-¿Y si mejor solo vemos una película y descansamos todo el día?-sugirió, saltando hacia el suelo de nuevo.

-No lo sé, ya veremos.

Juan hizo un puchero y asintió. Su cumpleaños dejó de ser gran cosa hace un par de años atrás, pero su hermana siempre estaba muy emocionada al respecto, regalándole ropa o llevándolo a comer.

-¿Qué tal una comida con Quackity y rubius?-volvió a sugerir, quería algo simple y tranquilo, rodeado solo de las personas que quería.

El pensamiento de que le gustaría que spreen fuera invitado apareció, pero todo iba a ser muy incómodo, sobre todo porque no se hablaban desde el viernes que estuvieron en su casa, ni siquiera había tenido el valor de acercarse a su casa para vender galletas como siempre hacía. Toda la situación lo estaba agobiando, a lo mejor sí debía hablar con su hermana, dejarle en claro que no había nada entre spreen y él, que solo había sido una amistad pasajera.

-Eso suena perfecto-sonrió la mayor, abrazándolo por los hombros con cariño.

Juan sonrió, al menos no sería algo muy caro y podría pasarla bien, solo no quería seguir pensando en cierto pelinegro amante de los gatos que lo traía un poco enamorado.

-Entonces, ¿nos vemos el martes en la fiesta de juan?-dijo Carre cuando
detuvo el auto frente a la casa de quackity.

-Claro-sonrió hacia el mayor. Lo miró por un momento y se llenó de todo el valor del mundo para tomar su mano, sintiéndola tan suave con la propia -Sé que es tonto preguntar y muy repentino, pero yo... ¿Aún te gusto?

-Por su puesto que si respondió casi automáticamente, sobo su mejilla con su mano libre, sonriendo al momento de ver como el menor se dejaba mimar¿Por qué lo preguntas?

-Es que...- miró hacia todos lados, buscando una respuesta que no lo avergonzara tanto. Segundos después, sus ojos volvieron a parar los del mayor que lo miraban con intriga, respiró hondo y se decidió por hablar- ¿Por qué no me has besado?-se sonrojó ante las palabras que salían de su boca, preguntándose de donde había salido esa pregunta.

Carre abrió sus ojos con sorpresa, mirando los avergonzados ojos del de gorro frente a él. Siempre que estaban juntos, sentía ganas de besarlo hasta el cansancio, porque ante sus ojos, era el chico más lindo que había visto, además de tener una personalidad demasiado dulce. Creía que, si tomaba el valor para besarlo, se enojaría por atrevido o algo por el estilo, principalmente porque se ponía tímido cuando le tomaba la mano o lo abrazaba.

-P-Pensé que eso te asustaría-dijo aún con sorpresa-Es decir, eres muy lindo y me gustas, claro que quiero besarte cada vez que te veo-se sonrojó levemente, acunando el rostro de quackity entre sus manos.

-Nada de eso-negó el menor con una pequeña sonrisa-Sé que soy muy
tímido la mayoría del tiempo, pero también me gustas mucho y quiero que me beses.

Carre sonrió ampliamente, sintiéndose feliz porque de cierta forma, tenía el permiso para hacerlo, porque según él, si tomaba la iniciativa, podría asustarlo, y lo que menos quería era alejarlo.

Un cálido silencio reinó por unos segundos, Carre sobando el suave y bonito rostro de Alexis, perdiéndose en sus bonitas mejillas que ahora se veían más bonitas de cerca. Se acercó y dejó un pequeño beso en su mejilla derecha, lo miró con atención y se dio cuenta del suave sonrojo, haciéndolo sonreír de ternura. Se acercó de nuevo y besó su pequeña nariz, causando que el menor riera por lo bajo, su corazón latiendo muy rápido y nervioso. Se detuvo en sus ojos una vez más, mirándolo con ojos brillantes y llenos de emoción, hasta que, por fin, luego de unos segundos más, cortó la distancia entre los dos, suspirando con satisfacción al sentir como quackity ponía sus pequeñas manos alrededor de su cuello.

Ese no era su primer beso, claro que no, pero estaba seguro de que no quería besar a otra persona nunca más, porque los labios de quackity eran totalmente diferentes.

Alexis por su parte, sentía que su corazón saldría de su pecho por la emoción, por fin, carre lo estaba besando, ambos moviendo sus labios con torpeza al principio, pero volviéndose armónico poco a poco, acoplándose a la perfección.

Carre dejó un último beso en los labios de quackity antes de separarse por completo. Quackity rápidamente rodeó el cuerpo del mayor, apoyando su cabeza en su pecho, sintiéndose totalmente feliz y pleno, sabía que no quería estar con nadie más, que sus ojos no podían ver a nadie más, que su corazón le pertenecía totalmente al lindo chico al que le dio su primer beso, y quizás no era algo demasiado importante, pero a él le emocionaba la idea de poder besarlo muchas veces más y de sentirse querido en los brazos de carre.


-Maldito horno, te odio a ti y a esta estúpida cocina, ¿pero sabes qué? No podrán contra mí, estoy harto-habló enojado, Spreen de cuclillas frente al horno de su cocina, viendo atentamente que su tercera mezcla del día no se echara a perder.

Limpió sus manos en el delantal que tomó prestado de su mamá y siguió sin apartar la vista, frunciendo el ceño por el calor, se estaba desesperando. -Ni se les ocurra quemarse tontas galletas... Lo mismo para ti, pastel ridículo siguió hablando.

La emocionante y arriesgada idea de hacer el pastel de cumpleaños había sido una idea que apareció como una oportunidad de enmendar sea lo que sea que había hecho, sabía que a juan le gustaría ya que era un chico que apreciaba los pequeños detalles y el esfuerzo de los demás. Al principio, todos se negaron ante la idea, seguros de que lo arruinaría y de que lo haría mal, la única que estuvo de acuerdo fue Ari, dándole el voto de confianza. Y luego de una larga charla en la que todos opinaron sobre el por qué spreen no debía encargarse de eso dando obvios argumentos, terminaron accediendo gracias a la rubia, ya que minutos antes, Spreen le había comentado las intenciones tras esa idea, a lo que rápidamente aceptó sin preguntar mucho el por qué estaban ambos actuando de esa manera, pero si se había dado cuenta de que algo pasaba, y conociendo a su hermano, no podría resistirse.

Spreen entrecerró los ojos aún viendo como las galletas empezaban a tener una forma... extraña, pero no se veían quemadas, lo cual, ya era un enorme avance. Cuando la alarma que puso en su celular para que le avisara que ya debía sacar la bandeja sonó, rápidamente se puso los guantes de cocina, abrió el horno y solo sacó las galletas, las puso en la mesa y las revisó, sonriendo ampliamente al ver que habían quedado decentes.

-¡Ya era horal-exclamó, quitándose los guantes. Al verlas mejor, hizo una
mueca porque habían quedado extrañas, pero al menos, no estaban
quemadas.

-¡Ivan Buhajeruk!-apareció su madre en la entrada de la cocina, viendo el desorden de ingredientes y trastes sucios en todos lados-¡¿Qué es este desorden?!

-Mamá, no lo creerás, pero subí de nivel y no se me quemaron las galletas- sonrió satisfecho mientras le enseñaba lo que había hecho-Quizás se ven raras, pero la cocina no me venció esta vez-dijo con superioridad.

-¿Desde cuando a mi hijo que odia las galletas hace galletas?

-Desde que Juanito me regaló una en forma de gatito, y para mí, él es como un gatito muy lindo y suave-respondió sincero sin apartar la vista de la bandeja, hablando de más sobre sus sentimientos.

-Jesús, el niño te ha hechizado-rió la mujer, acercándose a limpiar el
rostro lleno de harina de su hijo.

-Ni que lo digas-suspiró con una sonrisa.

Segundos después, la señora Buhajeruk sintió un peculiar olor saliendo del horno, miró directamente a su hijo quien seguía muy enfocado en hacer unas mezclas raras de colores.

-Iván.

-Dime-respondió sin prestar mucha atención.

-¿Tienes algo más en el horno?

-¡Mierda, el pastell

-¡Vocabulario, Iván Buhajeruk!

Y entonces, Spreen tuvo que empezar de nuevo.


4 caps más y s acaba

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