"¿Por qué te gustan las tormentas? Porque demuestra que incluso la naturaleza necesita gritar a veces."
-E.D
Moví suavemente los músculos de mi cara para inspeccionar el daño. Terminé yendo con Amycus después de cenar. Lo pensé por un momento y aunque Draco había sido demasiado grosero, tenía razón. Me había defendido a mí misma y a los demás, pero rechazar el castigo por ello era buscar problemas. Me ofrecí como voluntaria para lastimarme en lugar de los de primer año, por lo que habría sido hipócrita de mi parte no presentarme.
Resultó en algunos moretones y algunos cortes, pero sabía que había sido suave conmigo. Los Gryffindors habían sufrido un castigo mucho peor. Al final, casi todos aceptaron realizar la maldición Imperius en la siguiente lección, Tracey y yo también. Podía hacerlo sin lastimar a otras personas.
Sin embargo, no realizaría la Maldición Cruciatus en un estudiante de primer año y la mayoría de los demás también se negaban a hacerlo. Prefiero que un estudiante de primer año me lo haga a mí que al revés. Sólo eran niños.
–¿Se encuentra bien, señorita Selwyn?– He oído. Me di vuelta para encontrarme con Kreacher.
–Kreacher, me preguntaba cuándo tendría noticias tuyas– le sonreí.
–Kreacher acaba de recibir la carta de Harry Potter, señorita Selwyn– se inclinó ligeramente.
–Espero que estés contento con la noticia.
–Lo estoy, señorita, pero sus heridas deben ser atendidas. ¿Debería Kreacher buscar a la enfermera para la señorita?– preguntó.
–No te preocupes por eso. Me arreglaré en mi dormitorio, no es la gran cosa. Mientras tanto, ¿Deseas seguir trabajando en las cocinas de Hogwarts o preferirías otro trabajo?
–Cualquier cosa que la señorita quiera que haga.
–Bueno, me gustaría tenerte cerca si te parece bien. Si te gusta trabajar en las cocinas, puedes quedarte allí durante mi tiempo en la escuela, pero no es necesario– dije. Ahora era dueña de este elfo, pero no quería que fuera mi pequeño asistente. Sólo quería que fuera más feliz.
–Kreacher trabajará en las cocinas, señorita– volvió a inclinarse.
–Genial, avísame si necesitas algo, necesito volver a la sala común ahora, pero te visitaré pronto.
–Sí, gracias, señorita– dijo antes de alejarse.
–¿No era el elfo de Potter?– Tracey frunció el ceño. Se veía un poco peor que yo, ya que no era sangre pura, pero ella también se salvó de la mayor parte del acoso.
–Larga historia– suspiré.
–¿Lea?– Tracey preguntó lentamente, deteniéndose frente a la puerta de la sala común.
–¿Sí?
–Se avecina una guerra, ¿No? ¿Otra Guerra Mágica?– Ni siquiera había visto a Tracey lucir asustada, no se asustaba fácilmente, pero en ese momento parecía terriblemente inquieta. Ella era una Slytherin porque era astuta y feroz, pero no estaba del lado de Voldemort como la mayoría de los Slytherin. Ella no sabía lo que estaba pasando, obviamente estaba legítimamente asustada.
–Me temo que sí– susurré, mirando hacia abajo. No pensaba mucho en ello, pero se estaba creando una guerra. Quizás no sucedería mañana, pero no pasaría mucho tiempo. Nunca pararía hasta que Harry Potter o Voldemort estuvieran muertos.
–Mucha gente murió en la primera guerra, Lea. No quiero morir todavía– dijo Tracey, con la voz ligeramente temblorosa.
–Oye, no vas a morir Trace– le dije y la abracé –Esta guerra no se trata de nosotros, se trata de Potter y el Señor Tenebroso. Puede que ni siquiera nos demos cuenta de nada, y tú eres una Slytherin mestiza, Tracey. Quien gane la guerra, no tendrás problemas. El lado de Voldemort confiará en ti, aceptan a todos los Slytherin y el otro lado confiará en ti cuando descubran que no estás involucrada en absoluto con el Señor Tenebroso.
Tracey asintió y apretó el abrazo poco antes de soltarse.
–Simplemente no quiero que nadie salga lastimado. Sé que no lo digo a menudo, pero me gusta estar aquí. Te tengo a ti, a Daphne, a Blaise e incluso a Draco y Theo, y no quiero que eso se separe. No hablas mucho de eso, pero sé que tú y Draco están en una posición peligrosa, Lea. Yo tampoco quiero que mueras.
–No voy a hacerlo, ¿De acuerdo? Todos estaremos bien. Nos cuidamos los unos a los otros– Tracey se secó las lágrimas que se avecinaban y esbozó una sonrisa.
–Sin embargo, voy a aniquilar por completo a Amycus si tengo la oportunidad. Me arruinó la cara, y estos hermosos pómulos son mi mejor atractivo– bromeo. Me reí y agarré su mano, llevándola a la sala común. Limpié la pequeña gota de sangre que goteaba de mi ceja, era sólo un pequeño corte, pero dolía con cada expresión facial.
La sala común ya estaba casi vacía. Habíamos estado en la oficina de Amycus hasta el toque de queda. Daphne, Blaise, Theo y Draco se sentaron en un rincón, presumiblemente esperándonos.
–Oh, maldita sea ¿Qué te hicieron?– Daphne jadeó cuando entramos.
–No seas dramática, no es tan malo– me reí entre dientes.
–¿No es tan malo? ¡Te agredieron físicamente!– ella gritó.
–Vamos a limpiarte– dijo Blaise y se llevó a Tracey a su dormitorio. Mis ojos se posaron en Draco, que parecía estar furioso.
DRACO.
Me odié a mí mismo. Ella fue a la estúpida detención porque yo se lo dije. Le dije que dejara de ser difícil y ahora está aquí cubierta de cortes y moretones. ¿Cómo pudieron lastimarla así porque se negó a realizar una Maldición Imperdonable?
Mi sangre estaba hirviendo y tenía que hacer algo al respecto. Tal vez podría chantajear a Snape para que hiciera algo.
–¿A dónde diablos crees que vas?– Daphne gritó cuando ya estaba a medio camino de salir por la puerta. No planeaba responder, pero entonces una puerta se cerró de golpe, haciéndome girar. Escaneé la habitación, pero Eleanor ya no estaba allí.
–¿Qué tal si le preguntas a tu novia si está bien? ¿O si necesita algo? ¡Dale al menos un maldito abrazo!– Daphne enfureció antes de correr tras Eleanor.
Suspiré y cerré la puerta de nuevo. No era bueno en cosas como esta, me preocupaba profundamente por Eleanor, pero no era el mejor para demostrarlo. Ella no necesitaba que yo hiciera algo al respecto, solo quería que yo estuviera ahí para ella, como no lo había estado en todo el día. No había tratado de entender su punto de vista y no había tratado de calmarla cuando estaba claramente molesta después de nuestra visita a la oficina de Snape. Las relaciones son algo difíciles.
–Momentos como estos me hacen sentir muy agradecido de estar soltero– se rió Nott antes de levantarse y caminar hacia nuestro dormitorio, dejándome solo en la sala común.
Caminé hacia los dormitorios de chicas y llamé a la puerta.
–¡Vete a la mierda, Draco!– Daphne gritó desde el otro lado de la puerta.
–Sólo quiero hablar– dije, pero no hubo respuesta. Suspiré y regresé a la sala común. Quizás sólo necesitaba algo de tiempo.
Me senté en uno de los sillones frente al fuego. No iba a arruinar esto con Ellie el primer día de clases, de ninguna manera.
El problema era que nuestras creencias se habían distanciado mucho durante el verano y los desacuerdos no eran una base sólida para una relación. Yo necesitaba descubrir a quién iba a apoyar. Desafortunadamente, Ellie ya no tenía ninguna familia que la apoyara del lado de Voldemort, pero yo sí. Mi madre todavía estaba de ese lado, mi padre también. No podía simplemente huir con ella si Voldemort ganaba la Guerra Mágica. No podía dejar a mi madre atrás así, por mucho que amaba a Eleanor.
Pero Eleanor no iba a quedarse de este lado. Preferiría morir antes que vivir su vida pretendiendo ser una chica Selwyn supremacista de sangre pura que apoya al lado oscuro. Tuvo que fingir durante tanto tiempo y ahora la única persona que la mantenía allí era yo. Ella se quedó por mi culpa, todo el verano. ¿Y ahora esperaba que ella hiciera eso por el resto de su vida?
Pero no podía dejarla ir. Tal vez sería mejor si tomáramos caminos separados, pero lo habíamos intentado antes y no salió tan bien. Ella era la indicada para mí y la necesitaba cerca para mantenerme cuerdo, para mostrarme lo que significaba ser feliz.
Me froté la cara, cansado de un día entero pensando demasiado. Tenía que elegir entre mi familia actual y la que quería en el futuro.
Si elegía permanecer del lado de Voldemort y ellos ganaban, arrastraría a Ellie a una vida de la que ha estado tratando de escapar. Si no ganaban y yo permanecía de su lado, probablemente me enviarían a Azkaban de por vida, dejando atrás a Ellie.
Si decidiera alejarme del lado de Voldemort y ellos ganaran, probablemente nos matarían a mí y a Ellie o al menos nos abandonarían por ello. Esto último no sonaba tan mal al principio, pero sería una vida muy pobre. Si me alejaba y el lado de Voldemort no ganaba, entonces tenía un futuro con Ellie, pero estaría traicionando y dejando atrás a mis padres. Ellos serían enviados a Azkaban. ¿Era eso lo que quería?
Estas no son las decisiones que debería tomar un joven de 17 años.
Escuché una puerta abrirse, así que mi cabeza se disparó hacia el dormitorio de Ellie. Ella se paró en la puerta con una expresión sospechosa en su rostro y al verla me relajó. Lo había dicho antes, no importa lo que creas, hasta que tengas que tomar una decisión. Esta elección no sería hasta que la guerra llegue a su clímax, así que, aún tenía algo de tiempo.
Noté que me había levantado y caminado hacia ella. Se quedó allí de pie un poco incómoda, con los brazos alrededor de ella como si no supiera qué hacer con ellos. Nunca quise que ella se sintiera incómoda conmigo.
–Lo siento– dije con un suspiro tembloroso. Ella no me miró a los ojos, sino que enroscó un mechón de su cabello húmedo alrededor de su dedo. Ella acababa de salir de la ducha cuando olí el fuerte aroma a bayas que tuve que extrañar durante todo el verano. Por eso amaba tanto a Eleanor, era fuerte, hermosa, elegante, tranquila e inteligente, pero no era completamente eso. Tenía ese factor único, ese rasgo de personalidad que la distinguía. Tenía una intensa dosis de empatía de la que carecían los demás y tenía que dejar de castigarla por ello. Era lo más hermoso de ella, su factor baya personal.
Y yo la había llamado estúpida, era un idiota.
–Perdón por lo que dije, no fue mi intención– continué –No eres estúpida, yo soy el estúpido de nosotros dos. Estaba estresado y me desquité contigo, no debí haber hecho eso, lo siento– Abrí mis brazos para ella, dudó por un momento, pero finalmente se acercó y aceptó el abrazo. Dejé escapar un suspiro de alivio cuando sentí sus brazos rodeándome también. Apoyó su cabeza en mi pecho y cerró los ojos.
–Hueles bien– susurré y una pequeña sonrisa apareció en su rostro. A ella le gustaban los pequeños cumplidos como estos, aunque no costaran ningún esfuerzo.
–No quiero pelear, Draco, pero simplemente estoy cansada. No quiero actuar más, solo quiero ser yo– Su voz sonaba pequeña, tan frágil, que me rompió el corazón. La guié suavemente hasta el sillón en el que estaba sentado hace unos momentos y la senté en mi regazo. Apoyó las piernas en el reposabrazos mientras apoyaba la cabeza en mi hombro.
–Yo tampoco quiero pelear– susurré –Veamos cómo va, me avisas cuando esté siendo un idiota y trataré de mantenerte fuera de problemas, ¿De acuerdo? Tú y yo contra el mundo– Ella levantó la vista nuevamente con esa misma sonrisa en su rostro que tanto amaba.
–Suena bien– dijo. El corte en su frente se curó por completo, pero aún quedaban algunos pequeños hematomas visibles. Ella todavía se veía hermosa. Golpeada o con un vestido de fiesta en Nochebuena, siempre lucía hermosa.
–Quiero hacer algo– dije –Quiero bailar contigo– Ella levantó la vista de nuevo, con las cejas fruncidas y un brillo divertido en sus ojos.
–¿Quieres... qué?– ella se rió entre dientes.
–Quiero bailar contigo– le dije y me levanté, dejándola suavemente en el sillón –Recuerdo que en el baile del Ministerio me sentía desanimado porque no podía bailar contigo en ese entonces. Quería ir contigo como mi cita, tomarte del brazo, traerte una bebida, decirte que luces impresionante y luego pedirte que bailes conmigo.
–¿En serio? ¿Querías hacer esas cosas?– ella cuestionó.
–Por supuesto que sí. Tenía que verte bailar con uno de los Rosier– fruncí el ceño, haciéndola reír.
–En realidad, era bastante espeluznante– se encogió de hombros –Demasiado emocionado y demasiado intenso para mí.
–¿No soy demasiado intenso para usted, señorita Selwyn?– Pregunté mientras la agarraba por la cintura y la acercaba a mí. Ella pareció sorprendida por un breve momento antes de que sus labios se curvaran en una sonrisa.
–Me gusta tu intensidad– me susurró al oído. Ella fue un milagro absoluto. Saqué mi varita y apunté al piano en la esquina que nadie había usado. Sabía que Ellie era buena tocando el piano, pero nunca quiso demostrármelo porque tenía malos recuerdos relacionados con el instrumento. Una música suave llenó la sala común vacía.
–¿De verdad quieres bailar conmigo?– preguntó ella con una sonrisa en su rostro.
–Tengo muchas ganas de bailar contigo– respondí. Suavemente puse mis manos en su cintura mientras ella envolvía sus brazos alrededor de mi cuello. Nos balanceamos hacia adelante y hacia atrás mientras yo miraba sus ojos color avellana. Ella tenía razón. Un lugar favorito no era un lugar real, era una persona.
Ella era mi lugar favorito, mi persona favorita.