ღ Ineffable husbands - ONESHO...

By No_giving_up

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┏━━━━━━━━━━━━━━┓ Crowley x Aziraphale y otras parejas paralelas del multiverso Michael Sheen-David Tenn... More

「✦」Dolor de corazón.
「✦」San Valentín.
「✦」Sabor dulce.
「✦」Demon!Aziraphale - Te tantum diligo.
「✦」Angel!Crowley - Colonenses 3:5
「✦」Después del No-Fin de los tiempos.
「✦」Illogical! husbands-Una nueva oportunidad.
「✦」REV!Omens- Te adoro.
「✦」Puedes mirar, ángel. ANGST.
「✦」IneffablesWives -Una noche de lluvia
「✦」Killer!Husbands - Hazme gritar.
「✦」Rev!-Por ti haría cualquier cosa.
「✦」Lujuria de Ángel.
「✦」Illogical husbands! Herida por herida
「✦」Human AU- Lenguaje floral
「✦」Omnia vincit amor (Roma)
「✦」Baroque Husbands!- Búscame en Londres
「✦」Crime! husbands-- Bajo sospecha pt. 1
「✦」Crime! husbands-- Bajo sospecha pt. 2
「✦」Inner Demons!- Tras la Caída
「✦」Una vez en el Cielo
「✦」Rev! Dolorosa tentación
「✦」Fem! Aziraphale-- Crawling back to you
「✦」Fem! Crowley -- La Esposa del Sr. Fell
「✦」Tras la s2 - «1 Timoteo, 2:6 »
「✦」Sempiternus
「✦」Vampire AU! - La tua cantante
「✦」Mano de Santo
「✦」Primera tormenta (Edén)
「✦」Segunda tormenta (Mesopotamia)
「✦」Tercera tormenta (Tierra de Uz)
「✦」Huye. Quédate [Serial Killer Husbands]
「✦」 Baroque Husbands! pt.2- Completamente tuyo
「✦」Juego de posición [Fem!Aziraphale]
「✦」Juguetes [Fem!Crowley]

「✦」Arrodíllate

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By No_giving_up


[ Contiene referencias a lo sucedido en la temporada 2]

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[ Crowley y Aziraphale se congratulan de su exitoso espectáculo en el West End en el camerino, hasta que Furfur se presenta allí para amenazarles y hacer gala de sus encuentros anteriores con el pelirrojo. En cuanto se marcha, Aziraphale deja ver sus celos y exige una compensación carnal a su demonio, que está feliz de proporcionársela. ]


Contenidos: Aziraphale dom, smut, oral, orgasm denial, Aziraphale enfadado y Crowley con traje porque ugggg, referencias s2.

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" Arrodíllate"

Un segundo. Dos segundos. Tres. Crowley tragó saliva con fuerza. Repentinamente el cuello de su camisa se sentía ajustado y su corbata era incómodamente asfixiante.

Por su parte, sus piernas estaban alargadas tranquilamente en aquel sillón de tapicería rojiza, en el camerino del eufórico ángel, que acaba de finalizar su número de éxito en el West End. El primero y el último. Habían estado conversando sobre ello con gracia, orgullosos de que el ridículo número del disparo no hubiese acabado en sesos y sangre a borbotones. Sin embargo, poco después había hecho su entrada en la habitación un demonio que decía conocerle. Crowley sólo había mantenido las cejas arrugadas en una mueca, sin recuerdo alguno que valiese la pena y le incluyese. Parecía responder al nombre de Furfur y definitivamente había ido allí a buscarse problemas. El pelirrojo contuvo sin mucho éxito la sonrisa ante la clara expresión de molestia en el rostro de Aziraphale.

Aquel desgraciado había irrumpido allí para hacer gala de su cercano vínculo con el demonio, con el mentón muy alzado y soberbia. Para colmo, había errado en la pronunciación del nombre del Principado al menos cuatro veces.

La energía en el camerino había cambiado, también la de Aziraphale. Aquello era algo a lo que Crowley no acostumbraba, y ahora estaba allí, su mirada moviéndose entre el peliblanco y Furfur, que parecían fulminarse en silencio.

— Disfrutad vuestra última noche— les había amenazado al mostrarles una foto en la que posaban juntos sobre el escenario, que el pelirrojo había sostenido entre sus dedos por unos instantes.

Suspiró con fuerza, molesto por aquellas tácticas que ahora lo arrinconaban de la peor manera y no obstante, se estiró aún más en el sofá para reflejar una insoportable indiferencia, recolocando su sombrero negro sobre el rostro. Crowley había hecho lo que le había dado la gana toda su existencia y, de algún modo, siempre se salía con la suya cuando se trataba del Infierno. No comenzaría a temerles ahora, y mucho menos a un demonio de bajo rango como aquel. No obstante, su insistencia era un verdadero grano en el culo y sus orbes sobre él de manera constante, aún más, allí de pie como un maniquí ridículo. La ira silenciosa de Aziraphale crecía por momentos y Crowley no sabía si quería estar allí para atestiguar la resolución de los acontecimientos si perdía los estribos. O bueno, seguramente sí que quería estar, sí.

Aziraphale seguía atento a la fotografía entre sus dedos, mirando la imagen con el rostro más sereno que podía tener, e indiferente. Un truquito de manos y simplemente la imagen había acabado en su bolsillo, cuando aparentaba meterla nuevamente en el sobre y entregarla al demonio que tenía frente a él. Buscó de reojo la mirada de Crowley, quien ahora parecía ocultarse bajo su sombrero.

— Así que os conocéis. — murmuró el ángel con una pasividad que ocultaba mucho más.

— Estáis condenados, tú y ese demonio de ahí. — Furfur parloteaba señalando a Crowley. — Tanto tiempo invertido en...

— ¿En qué? — le cortó Aziraphale cuando notó la duda en su voz, frunciendo el ceño mientras taladraba con la mirada a Furfur.

— Tuvimos nuestros momentos. Cuando aún se dejaba llamar Crawley.

— Ah, ya... — Aziraphale pasó su lengua por la cara interna de su mejilla, rascándose luego aquel bigote falso pintado mientras se acercaba al demonio. Palmeó su espalda y le susurró al oído mientras señalaba a Crowley con el dedo. — Él y yo ahora si vamos a tener nuestro momento, y si no quieres ver como le hago de rogar conmigo dentro, mejor largate.

Crowley alzó el ala de su sombrero con los ojos como platos al oirle hablar de aquel modo, un escalofrío recorriendo todo su organismo a la par que la temperatura de su cuerpo se le agolpaba en el rostro. No era arriesgado decir que jamás había visto a Aziraphale de aquella forma, reclamándole tan abiertamente. Probablemente se debiera a que pocas veces se había enfurecido verdaderamente frente a él. Sabía que su poder no era moco de pavo, tampoco su rango o su autoridad, pero aquello estaba fuera de toda expectativa por su parte.

El semblante de Furfur se decoró con un ceño fruncido mientras le plantaba los ojos encima, siguiendo la señal del rubio. Crowley torció un poco la boca, en la misma postura que hace unos segundos, como una figura de mármol.

— ¿Quién dice que no quiero verlo? — El otro demonio resopló por la nariz con una sonrisa amenazando con tirarle de la boca y se encaró a Aziraphale. La serpiente reaccionó con aquello y exhaló con fuerza, levantándose del sofá.

Aziraphale dio un paso al frente ante la respuesta, encarándose al demonio cuando respondió con altanería. No fue hasta que escuchó a Crowley que tensó la mandíbula y simplemente le mantuvo la mirada desafiante.

— Se acabó el puto espectáculo — se colocó bien la chaqueta al aproximarse, clavándole sus orbes amarillos tras aquellas gafas a Furfur. Podía permitir posesividad de alguien como su ángel, por quien, hablando claro, se moría de hace milenios. Sin embargo, no continuaría observando aquel estúpido enfrentamiento, como si él fuese alguna especie de premio sin ninguna opinión.

Con un pensamiento, el demonio intruso había desaparecido de la sala y los hombros de Crowley se destensaron, sin saber bien qué decir después de las palabras de Aziraphale.

El ángel relajó sus músculos cuando Furfuro desapareció, acercándose al espejo para limpiarse el bigote pintado. Observó su rostro en el reflejo, no reconociéndose a sí mismo de aquella manera; con tanta rabia, ira.. Tan celoso. Su mirada fue directa al reflejo de Crowley y frunció el ceño para luego golpear la superficie con sus manos.

— ¿¡Se puede saber qué fue eso!? — Aziraphale alzó la voz, por primera vez en milenios. Se giró y buscó enfrentar la mirada del demonio. Alzó su mano hacia donde quedaba el recuerdo de Furfur. — ¿¡De verdad te estuviste con ese imbécil!? Y no trates de negar lo que estaba diciendo ese demonio, porque no he notado ni una sola mentira en él.

Crowley mantuvo los labios sellados, y alzó las cejas tras sus gafas de sol, guardando silenció por unos instantes, a la par que decidiendo no desviar la mirada de aquellos orbes desafiantes. Estaba perplejo ante semejante comportamiento, aunque también reflejaba un brillo extraño, como ofendido y orgulloso a partes iguales.

— Supongo que lo estuve. Tampoco es que recuerde nada. — respondió el demonio, atento a sus movimientos. Quería ver más de aquella inexplicable cólera que había asaltado a Aziraphale aquella noche, bifurcar los límites de su paciencia para ver hasta dónde llegaría, qué tanto se atrevería a regañarle como a un crío.

— ¿Qué mosca te ha picado, angelito? No sabía que algo así pudiese alterarte — siseó con la curva de una sonrisa, acercándose a dejar su sombrero sobre el escritorio.

— Lo que tenga que ver contigo, efectivamente Crowley, me altera. — su tono de voz fue tajante. Aziraphale pasaba la lengua entre sus dientes, aun con aquella tensión en el cuerpo mientras observaba a Crowley. — Es que no me cabe en la maldita cabeza que hayas estado con... Con eso. — masculló entre dientes, girando una vez más mientras se aferraba a la madera de la mesa.

El ángel trataba de entender de donde salían, o donde había estado residiendo aquellos celos durante milenios. Y muy en el fondo lo sabía. Había estado al lado de Crowley desde el Edén, habían compartido cientos de años juntos, viéndose, disfrutando de los placeres humanos, y él, parecía que no le veía. Pero si vió a Furfur. Una vez más, apretó su mandíbula ante aquel pensamiento, sintiendo como su cuerpo temblaba de la propia rabia.

El demonio dió un paso más cerca, atisbando el rostro iracundo de Aziraphale desde la reflexión en aquel espejo, al mirar de reojo el contorno de sus dos figuras plasmadas en él.

— No le des más importancia, ese tipejo podría descorporizarse esta misma noche y yo dormiría tan plácidamente —Comentó, girándose para apoyar su cadera contra la mesa y dejar a Aziraphale a su costado.

Las manos de Crowley se apoyaron también en el mismo lugar a ambos lados de su cuerpo. Se sentía nervioso. Las palabras del ángel podían haber sido seleccionadas sin la menor intención secundaria y aún así su pecho se estrujaba un poco más con cada declaración de aquel tipo, como si realmente le molestase no ser quien hubiera sido cercano a él de ese modo. Aquella contestación era su forma de indicar que nadie más que él le importaba, que Furfur no significaba nada para él. Las mejillas de Crowley se calentaron al pensarlo y traqueteó con sus dedos la madera, intentando con todas sus fuerzas no engañarse con sus propias emociones.

— Sobre la foto... ¿Crees que nos dará problemas?— inquirió, recordando que aquel se había marchado con ella supuestamente.

— No nos dará problemas. — murmuró mientras quedaba pensativo en las palabras de Crowley. Giró su rostro, y observó detenidamente el perfil del contrario, apretando suavemente su mandíbula mientras le recorría con la mirada. — ¿Dormirás plácidamente si me descoporizara yo?

Aziraphale se quedó quieto, haciendo de sus manos un puño mientras esperaba la respuesta en aquel silencio. No había pensado, simplemente había dicho lo primero que atravesó aquella confusa mente.

— ¿Qué demonios dices? —la primera respuesta de Crowley había sido mirarle como si de su boca hubiese salido el mayor de los disparates, clavándole una mirada perpleja.

Cuando sus ojos encontraron los del Principado sintió la boca seca, evaluando que no había un ápice de broma en su rostro. Le contemplaba esperando a que se pronunciase, con un ceño fruncido tan consternado como el suyo propio. El rostro del demonio se coloreó sutilmente. Sabía que, en ese tipo de encerrona, sólo le quedaba verbalizar sus emociones y no era algo a lo que estuviese habituado, esa extraña tensión e intensidad entre ellos, que provocaba que el latido le resonase en los oídos.

— Aziraphale, no digas sandeces —gruñó, llevándose una mano al rostro y desviándolo de aquellos dardos azules— Tú eres diferente, y lo sabes. Es incomparable. No dormiría plácidamente si desaparecieras. N-No creo que durmiera, de hecho. Bueno, tal vez por el derrotismo; pero estaría desconsolado.

«Estaría desconsolado», repetía una y otra vez la voz resonando en la cabeza de Aziraphale. Pero en el fondo, sabía que no podía solo sonreírle y darle unas palabras de aliento, para luego, volver a ser los de siempre. No podía esta vez.

— Arrodillate. — Aziraphale se separó de la madera de la mesa, observando a Crowley. — Si de verdad eso es lo que sientes. Arrodíllate frente a mí, Crowley.

El demonio tragó saliva, preso del embrujo de aquellos ojos autoritarios sobre él. En cualquier otra ocasión, probablemente habría tratado de no dejarse ver sucumbir frente a ningún emisario del Cielo y; sin embargo, guardó silencio y clavó la primera rodilla en el suelo.

No titubeó en hacer lo que le pedía, porque sabía lo que significaba, que Aziraphale era el único para él y estaba a su merced, como un auténtico devoto. Sus ojos no abandonaron el rostro del Principado mientras descendía, clavando también su segunda rodilla.

— ¿Contento? — murmuró, con la voz algo ronca a causa de la innegable excitación que subía por su cuerpo lentamente.

Aziraphale respiró lenta y profundamente mientras veía como Crowley se arrodillaba frente a él y asintió con la cabeza en un solo movimiento. Su interior se calentaba, y sentía su cuerpo temblar de anticipación. Su ceño se contrajo ligeramente y se inclinó suavemente. Su mano derecha viajó hasta su cabello, y lo que en un principio iba a ser un movimiento para levantarlo, el ángel aferró sus dedos en su cabello.

Sus ojos se estrecharon haciendo que Crowley alzara la cabeza hacia su rostro. Aziraphale rozó sus narices ligeramente antes de hablar.

— Mi Crowley... — susurró contra sus labios, separándose hasta tomar distancia sin separarle. — ¿Qué se supone que debo de hacer contigo?

Las pestañas de Crowley revolotearon ligeramente antes de que finalmente cerrase los ojos. Dejó que su mente se inundase con el tono de la voz del ángel al pronunciar su nombre de aquella forma, afectuosa pero rezumando una oscura posesividad que jamás había detectado. Su nuez se movió cuando tragó saliva, estremeciéndose ante la cercanía entre sus rostros y, por instinto, separó los labios.

El demonio volvió a abrir los ojos para mirarle cuando no existió ningún contacto, engrandeciendo el deseo en su interior y tanteó la expresión facial de Aziraphale, en un intento de desentrañar qué es lo que pasaba por su mente, cuáles eran sus planes para él. Aquella posición tan sugerente arrastró con facilidad ideas obscenas al cerebro del pelirrojo, que deslizó su mirada por unos instantes al pantalón del ángel, concretamente, a la zona de su entrepierna, entonces a la altura de su rostro.

— Déjame mostrarte más— dirigió su atención al semblante sobre él de nuevo, con aquel profundo susurro— Lo que haría por ti.

— Hazlo. — dijo con voz grave, sintiendo como la excitación recorría su cuerpo celestial. — Aunque, no será ningún castigo para ti, ¿verdad?

Aziraphale rio suavemente, tomando a los segundos con más fuerza el agarre de su cabello, obligándolo a acercarse a su entrepierna. Había visto como Crowley le miraba, y aquello había terminado por encender todo su ser, e incluso aquello bajo la tela de sus pantalones. Aziraphale tembló al sentir la cercanía de su calidez contra su miembro inferior, inspirando profundamente por su nariz.

Crowley siseó ante el agarre en su cabello, arrugando un poco el rostro; pero inmediatamente dirigió sus manos al pantalón del traje del ángel, desabrochándolo con cautela. Subió su mirada a él mientras lo hacía, para provocarle y, sobre todo, para detectar cualquier cambio en su semblante, aún ligeramente incrédulo por que Aziraphale hubiese aceptado semejante propuesta.

Movió el rostro más cerca de su cuerpo y posó sus labios en la zona aún cubierta por las telas, acariciándola con deseo y tomando una profunda inspiración.

— No — sentenció sin mentiras y clavó sus colmillos de manera muy superficial, mientras sus manos pasaban a los muslos ajenos, arrastrando su toque.

El demonio había anhelado ser físico con él demasiado tiempo y, si no obtenía su beso o algún afecto, al menos contentaría su apetito obedientemente, esperando que así su ser inundase la conciencia de Aziraphale más a menudo.

El ángel masculló una maldición al sentir sus dientes y sus manos tocarle, tirando una vez mas de su cabello para que alzase el rostro y le mirase.

— ¿No os enseñan ahí abajo a no jugar con la comida, Demonio? — Aziraphale gruñó, soltando suavemente su agarre para masajear su cuero cabelludo.

Se apoyó en la madera de la mesa, dejando ambas manos sobre la superficie mientras separaba ligeramente las piernas, dejando a Crowley vía libre a sus deseos.

Crowley tarareó sobre la tela, retirando finalmente la capa de aquel pantalón y abordando la erección bajo la ropa interior, abultada contra sus labios. Respiraba pesadamente por la nariz, puesto que su boca estaba en otras labores, y sentía el calor agolpado en el rostro. Poder estar tan cerca de Aziraphale infundía en él el más profundo deseo, con su entrepierna adolorida por la excitación.

Después de algunas caricias más, se deshizo de la última capa de tela, liberando el miembro del ángel frente a su rostro. Tragó saliva y contempló su desnudez con descaro, deslizando su fina lengua bífida por la longitud cautelosamente, hasta detener su recorrido sobre el glande enrojecido de Aziraphale, trazando círculos a un ritmo muy lento y casi imperceptible, como para tantear su sensibilidad de manera tortuosa.

Aziraphale abrió sus labios soltando un profundo suspiro cuando la calidez de su lengua le rozó con tal cautela, ansiando más de aquella sensación. Sus manos se aferraron a la madera con fuerza, sintiendo como sus muslos tensarse a cada movimiento de la boca de Crowley. Su mirada no había abandonado al rostro del demonio, contemplando como cada pocos segundos, alzaba sus ojos dorados para observarle. Aziraphale se relamía, excitandose, sabiendo que podía tener o ejercer algún tipo de poder sobre él.

Crowley siempre le había embrujado, siempre había hecho o mejor dicho, hubiera hecho cualquier cosa que él le hubiera rogado, como en esta situación. Su existencia dependía de un demonio al cual entregaría su vida eterna sin parpadear.

Crowley se relamió mientras le tomaba entre sus dedos, acercándole con más éxito a su boca y suspiró su nombre en un tenue susurro. Finalmente, se inclinó lo suficientemente cerca para poder rodear el miembro del ángel entre sus labios, tomándole por completo después de descender hasta su pelvis.

Ahogó los gemidos en su garganta iniciando el vaivén a un ritmo lento para comenzar, simulando aquellas estocadas sobre el cuerpo de Aziraphale con el rostro encendido. Se aferró a sus piernas, ascendiendo cautelosamente el tacto de sus dedos a las caderas del ángel; no obstante, una de sus manos buscó la suya, reposando en la mesa y acarició sus nudillos. Quería que aquellas manos estuviesen sobre él, aunque fuese únicamente sobre su cabello para guiar sus movimientos.

Las manos de Aziraphale se relajaron ante el contacto de los dedos acariciando su piel, mordiendo su labio inferior mientras trataba de controlar su voz por completo, pero no era posible. Sus gemidos resonaban por aquel camerino y su mano buscó deshacerse de a pajarita, abriendo los primeros botones de la camisa.

— M-Me gusta, Crowley... — gimió en un hilo de voz, llevando su mano libre a su cabello, sujetándolo del cabello aunque esta vez no demasiado rudo. La mano que sostenía Crowley, la movió buscando entrelazar sus dedos.

El demonio se estremeció cuando aquel tomó su mano con aquel tacto suave y sereno. Sentía que podría derretirse, con el corazón martilleándole en el pecho como un loco. Prestó atención a aquellas palabras y aumentó la intensidad de los movimientos de su cabeza, cerrando los ojos con algo más de fuerza para intentar respirar apropiadamente en el proceso. Los dedos de Aziraphale permanecían en su cabello, acompasando su ritmo con buena insistencia, probablemente a causa de la ira que se había retenido en su cuerpo hace unos instantes. Sin embargo, a Crowley aquella situación no hacía más que excitarle, incluso la falta de oxígeno se le hacía placentera, nublándole el juicio como si estuviera viviendo un delirio.

Tomó el miembro de Aziraphale con su mano para liberar sus labios por un momento, dejando salir un jadeo. Siguió estimulándole con el puño cerrado a su alrededor, antes de subir sus ojos hasta su rostro, cargados de lascivia.

— Ángel —suspiró, aún con algo de saliva mojando su mentón— ¿Puedo tocarme?

Una risa salió entre sus gemidos, haciendo que Aziraphale fuera consciente de lo que allí sucedía. Su mirada viajó hasta la entrepierna del demonio, haciendo que su erección creciera y una sonrisa ladina comenzara a decorar su rostro mientras jadeaba.

— No, querido. Esa va a ser tu penitencia. — el pie del ángel aterrizó de manera posesiva entre las piernas del demonio, sintiendo la dureza bajo su pie. — No tienes derecho a tocarte, ni a correrte sin mi permiso.

El calor abordó el cuerpo del demonio rápidamente y un gemido ahogado le abandonó en respuesta al tortuoso contacto sobre su entrepierna, de aquella forma tan retorcida pero que tanto le gustaba. Había algo en ese tipo de juegos que tenía un innegable efecto en él; sobretodo si era Aziraphale quien le martirizaba y se burlaba de su piel, denegando su orgasmo. No obstante, jamás habría imaginado que el ángel estuviera dispuesto a tomar parte.

Aziraphale movió la mano que sostenía la de Crowley y la acercó a su mentón, limpiando los restos y acercando el dedo a su labio para que lo lamiera. Su mirada se mantenía ante él, en una orden silenciosa.

Crowley le había contemplado embelesado todo el tiempo, separando sus propios labios por instinto. Adoraba que aquellas manos pudieran ser ásperas sobre él y a la vez reflejar instantes de puro cuidado como aquellos. Deseaba sus labios más que nada, pero se contentaría con aquello que Aziraphale le ofreciese.

— In...Intentaré aguantar —murmuró, bajando el mentón para rodear el dedo con sus labios, jugando con él con su lengua una vez estuvo entre sus dientes. Su respiración se volvió pesada a causa de la excitación, cuando sus ojos se encontraron con los del ángel, mientras su lengua aún le recorría.

— Bien... — gimió Aziraphale, apretando sus labios mientras veía y sentía que lamía su dedo, a la vez que tampoco paraba su mano en su miembro. — Devuelve esa boquita pecaminosa a donde debería.

Apartó el dedo de entre sus labios, para acariciar su mejilla. Aziraphale le miraba con los labios entreabiertos, jadeante mientras su lengua recorría entre sus labios, relamiéndose. La mano que sostenía su cabello hizo que Crowley girase su cabeza hasta su miembro. Su mirada estaba cargada de deseo, uno irremediablemente incontrolable por quién tenía a sus pies. Sus caderas se mecieron suavemente, necesitado de más.

—Maldita sea, Aziraphale —suspiró aquel ante la orden, sin esforzarse en contener la lascivia en su voz.

La cabeza de Crowley volvió a descender entre sus piernas, aún con una de sus manos en el tronco de su miembro. El cálido y húmedo contacto de su lengua le rodeó de nuevo, durante unos instantes, antes de tomarle entre sus labios.

El demonio gruñó de placer cuando la sensación llenó su garganta de aquella abrumadora manera, con el tacto en su cabello ahora más duro. Los sonidos que abandonaban los labios de Aziraphale y la fuerza de su mano guiando sus movimientos sólo acrecentaban más y más la dolorosa excitación que le recorría todo el cuerpo.

Crowley ahogó un gemido estrangulado cuando apretó ligeramente los muslos por reflejo, y el pie que seguía entre sus piernas le ofreció un delicioso roce en aquella zona tan necesitada. Movió su cabeza con insistencia, subiendo y bajando el trazo de su boca a lo largo del miembro del ángel con hambre; mientras su mano libre subía a su corbata roja, a aflojarla ligeramente para tratar de menguar el calor acumulado en su organismo.

Aziraphale no podía parar de observar como su miembro se perdía entre los labios de Crowley, sintiendo como alcanzaba lo más profundo de su garganta. El ángel tomó la cabeza de Crowley por su cabello con ambas manos, gimiendo en voz alta mientras marcaba el ritmo de su cabeza, en busca de un orgasmo que no tardó en sacudir su cuerpo mientras gemía su nombre y terminaba en el interior de su boca. Su cadera se sacudía en espasmos mientras gemía, apretando suavemente su agarre hasta soltarle, para sujetarse en la madera tras él.

— Joder... Por todos los ángeles... — Aziraphale farfullaba entre jadeos, aun con el orgasmo sacudiendo su organismo.

Crowley cerró los ojos para tragar todo antes de poder tomar distancia y toser ligeramente. Tomó unas buenas inspiraciones una vez se liberaron sus labios y bajó la cabeza, limpiándose el mentón con la muñeca. Sus orbes se desviaron hacia el ángel, contemplando con deleite cómo se sacudía tras el clímax. La boca del demonio permaneció ligeramente abierta en agape, recorriendo cada expresión en el semblante de aquel con la mirada.

Aziraphale miró a Crowley, tomando aquella dichosa corbata entre sus manos para tirar de él y levantarle del suelo, pegándole a él y a su rostro.

— Ni se te ocurra, ni una sola vez más, ni en los más absurdos pensamientos el estar con otra persona que no sea yo... — gruñó contra los labios de Crowley. — ¿Lo entiendes, Crowley?

El demonio se estremeció cuando su cuerpo se amortiguó contra el de Aziraphale, sus manos aterrizando sobre la madera del escritorio con cierta torpeza, a causa de sus rodillas ligeramente flojas. Estaba seguro de que sus mejillas se habrían coloreado por aquellas palabras, suspiradas tan cerca de su boca, por lo que podía desentrañar de ellas .

— Lo entiendo — siseó, tragando saliva con fuerza. Crowley estaba hecho un desastre, ansioso por algo de su toque; pero, aún así, le miró con cierta altanería— Pero dime, ¿desde cuándo te importa algo como eso, ángel?

— ¿Un ángel no puede guardar secretos, querido? — Aziraphale ronroneó sus palabras, como si fuera la lirica del cielo, pero sobre los labios del demonio.

Entreabrió sus labios, y sacó la lengua, lamiendo lentamente la comisura de los labios de Crowley, para luego suspirar al colocar la espalda recta y separarse. El ángel observaba el rostro ruborizado a juego con su cabello del demonio, tratando de aguantar una sonrisa ladina. Sentía cosas que no debería de sentir, como su deseo, y aquella excitación bajo su ropa de la que trataba de no mirar demasiado de reojo.

— Sigues sin poder correrte, Crowley. La orden se mantiene.

El demonio gruñó por lo bajo, arrugando el ceño. Llevó una mano al cuello de su camisa y aflojó ligeramente el nudo de su corbata, sofocante contra su piel a aquellas alturas. Le dolía la entrepierna y las ropas cada vez eran más incómodas sobre su cuerpo caliente.

— Tú y tu estúpido secretismo —retiró un poco el rostro, para que el ángel no pudiese contemplar el rojo en él con tanta sorna y atención— Entonces ¿qué? ¿Sólo soy tu juguete para cuando estás aburrido, bastardo?

Crowley maldijo y subió sus manos a los hombros de aquel para retirarle con un ligero empujón, consiguiendo dar unos pasos lejos de la mesa y finalmente deslizar aquella tediosa chaqueta oscura por sus hombros. La retiró y colocó sobre una silla, bufando una risa sarcástica, girándose ligeramente para volver a mirar a Aziraphale.

— Jamás vas a admitirlo ¿verdad? Lo mucho que deseabas mi boca. He visto con qué lujuria me mirabas cuando estaba de rodillas frente a ti. Sigue renegando esos pensamientos obscenos tuyos todo lo que quieras, pero nunca desaparecerán.

Aziraphale entreabrió los labios confuso, observando a Crowley con el ceño fruncido mientras hacia aspavientos con las manos y le hablaba de aquella forma tan ruda.

— Para, Crowley. Por... Por todos los malditos ángeles, ¿porque te pones ahora así? — dio un paso hacia él, levantando las manos para revolver su cabello platino. — Pensé... Por Dios... Crowley, pensé que te gustaría esto. Si, estaba y estoy celoso de Furfuro, pero creí que te gustaría verme así, y... Bueno, se ha dado la situación.

Aziraphale bajó la cabeza y casi como un resorte se colocó nuevamente la ropa, escondiendo su miembro con vergüenza en aquel instante.

— No te respondí porque pensé, que querías que siguiera distante y misterioso. Y si, no podré admitirlo nunca con palabras, solo con acciones, pero... Maldita sea, Crowley. Puedo ser todo lo remilgado que desees, que te persiga como un cachorro, pero tambien tengo derecho a desearte de esta manera, a mi merced... ¿Aún no lo entiendes, estupido demonio?

Crowley alzó el mentón, y tragó saliva ante aquel último insulto, sintiendo que un estremecimiento le tomaba el cuerpo con rapidez. El atrevimiento en las palabras del ángel tenía un efecto en él que no acababa de comprender, que dejase de lado su rectitud para declarar cuestiones como aquella.

— Me gusta estar a tu merced. Como ahora —saltó, dando unos rápidos pasos hacia el ángel y tomó su camisa. Sus orbes amarillos le buscaron con desesperación, el rojo aún flotando en su rostro por la vergüenza — Pero quiero oírtelo decir, maldito idiota. Lo mucho que me deseas, aunque sea de rodillas ante ti.

Aziraphale le observó, alzando su vista de su mirada hasta sus labios, y simplemente, le besó. Un beso corto, unos segundos para luego separarse y mirar a Crowley con el rostro ladeado.

— Está mal para un ángel desear... Desear a un demonio es impensable... Y sin embargo, lo hago... Desde aquel día en el Edén, desde que compartimos aquellos primeros rayos de sol, la lluvia y las tardes en el jardín...

El corazón de Crowley se hinchó cuando le oyó, decantándose por inclinarse hacia él una vez más y por fin sentir que tenía permitido buscar sus labios en un roce. Después su mirada se mantuvo en la de aquel ángel, pidiéndole más con su cuerpo.

— No necesitaba oir más que eso— susurró, acariciando su nariz con la suya propia, ladeando el rostro para besarle de nuevo, de manera más profunda — Pero ¿Distante y misterioso? Eres divertido, tengo que reconocerlo, angelito.

Crowley contuvo una risa hinchando las mejillas al retirarse, caminando hacia el tocador de Aziraphale y apoyando allí su cadera. Tomó asiento en la madera y cruzó las piernas, dejando su peso reposar en sus manos tras de sí.

— Y tienes razón. Sí que me gusta verte así, que no seas gentil conmigo, que me utilices para tu propio placer— el demonio bajó la voz y su tono se oscureció por la excitación lentamente, bajando un poco las pestañas— ¿cuándo termina mi penitencia?

Aziraphale miró a Crowley entrecerrando sus ojos, con una sonrisa en los labios, tratando de ocultar la diversión y la pillería que escondía. Sus manos fueron a sus piernas, separándolas para quedar entre ellas y poder acariciar con su palma la dureza en sus pantalones. Aziraphale jadeó y se acercó a su oído para poder susurrar.

— Hoy no... — mordió con suavidad el lóbulo de su oreja antes de acercarse divertido a recoger su chaqueta. — ¿Nos vamos a comer?



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By @Yuukivic &  @No_giving_up

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