ღ Ineffable husbands - ONESHO...

Von No_giving_up

73.1K 3.5K 1.1K

┏━━━━━━━━━━━━━━┓ Crowley x Aziraphale y otras parejas paralelas del multiverso Michael Sheen-David Tenn... Mehr

「✦」Dolor de corazón.
「✦」San Valentín.
「✦」Sabor dulce.
「✦」Demon!Aziraphale - Te tantum diligo.
「✦」Angel!Crowley - Colonenses 3:5
「✦」Después del No-Fin de los tiempos.
「✦」Illogical! husbands-Una nueva oportunidad.
「✦」REV!Omens- Te adoro.
「✦」Puedes mirar, ángel. ANGST.
「✦」IneffablesWives -Una noche de lluvia
「✦」Killer!Husbands - Hazme gritar.
「✦」Rev!-Por ti haría cualquier cosa.
「✦」Lujuria de Ángel.
「✦」Illogical husbands! Herida por herida
「✦」Human AU- Lenguaje floral
「✦」Omnia vincit amor (Roma)
「✦」Baroque Husbands!- Búscame en Londres
「✦」Crime! husbands-- Bajo sospecha pt. 1
「✦」Crime! husbands-- Bajo sospecha pt. 2
「✦」Inner Demons!- Tras la Caída
「✦」Una vez en el Cielo
「✦」Rev! Dolorosa tentación
「✦」Fem! Aziraphale-- Crawling back to you
「✦」Tras la s2 - «1 Timoteo, 2:6 »
「✦」Arrodíllate
「✦」Sempiternus
「✦」Vampire AU! - La tua cantante
「✦」Mano de Santo
「✦」Primera tormenta (Edén)
「✦」Segunda tormenta (Mesopotamia)
「✦」Tercera tormenta (Tierra de Uz)
「✦」Huye. Quédate [Serial Killer Husbands]
「✦」 Baroque Husbands! pt.2- Completamente tuyo
「✦」Juego de posición [Fem!Aziraphale]
「✦」Juguetes [Fem!Crowley]

「✦」Fem! Crowley -- La Esposa del Sr. Fell

1K 54 13
Von No_giving_up

[ ¿Podría un ángel sentir celos?

Aziraphale espera a Crowley como es habitual en el Ritz, para su sorpresa la demonio aparece vestida de manera formal, un conjunto nunca antes visto que logra hacer que el propio ángel y los humanos alrededor pongan su atención sobre ella.]

- Yuukivic

[Contenidos: Smut, Female!Crowley, celos, Azi ha tenido pensamientos impuros antes y Crowley se muere por sus huesos para variar, car sex, oral]

___________-

"La esposa del Sr. Fell"

El zarandeo del Bentley no suponía ningún obstáculo para el pulso de Crowley, estaba más que acostumbrada a viajar a aquellas velocidades por las carreteras sinuosas de Londres, incluso con alguna mano ocupada. Dejó que sus gafas oscuras se deslizaran un poco por el puente de su nariz para contemplarse en el reflejo de aquel espejito apropiadamente, tratando de seguir el patrón de sus labios con aquella barra color carmín. Era importante llegar puntual a su reunión con Aziraphale en el Ritz, pero más aún hacerlo estando guapa.

—Joder, ¡vamos, muévete! — siseó por la ventanilla, dandole un toque insistente al claxon para alarmar a los vehículos delante que le obstaculizaban el paso.

Pocas cosas le hacían más feliz que ir a cenar con el ángel a aquel lugar que solían frecuentar, sería otra buena noche para contemplarle comer pastel y beber un buen vino mientras tanto.

— Por mil demonios... — Crowley se apresuró en aparcar y abandonar el coche, alisando el tejido negro de su falda antes de encaminarse a la entrada del restaurante con sus peculiares andares serpenteantes. Refunfuñó por lo bajo hasta que distinguió a Aziraphale felizmente sentado en su mesa de siempre, con su educada postura y su abrigo perfectamente colocado.

La pelirroja caminó por detrás de él hasta dirigirse por la derecha a su propio asiento, una manía que tenía al respecto y alzó las comisuras un instante como saludo silencioso.

Aziraphale esperaba en la mesa con dos copas de vino ya preparadas, junto con la botella abierta en su cubitera. Esperaba con sus manos sobre el regazo, atento a las conversaciones ajenas con una sonrisa en sus labios. Aziraphale era feliz cuando aquellos humanos lo eran, y aquellas aventuras que lograba oir era como leer el mejor de los libros.

Su postura se enderezó cuando a su nariz le llegó el aroma de aquella demonio, a la cual esperaba. Era normal para Aziraphale llegar siempre unos minutos antes, de cortesía, para dejar todo bien preparado, y tener todo listo para cuando llegase.

Su sonrisa se amplió y giró su rostro para terminar de ver como Crowley se sentaba frente a él, inclinando suavemente su cabeza.

— Es bueno verte de una pieza, Crowley. — su mirada la había recorrido por unos segundos antes de volver a centrarse en su rostro. — Tienes el ceño ligeramente fruncido, ¿te encuentras bien, querida?

Aquella asintió antes de recolocarse en el asiento de manera más cómoda, cruzando las piernas bajo la mesa.

— Todo en orden— frunció un poco los labios al responderle, dispuesta a darle el primer buche a su copa— El tráfico habitual en los putos viernes noche.

Crowley probó el vino con un suspiro en respuesta al agradable sabor. Lo importante era que estaba allí de una vez, no nublaría más su juicio con sus oscuros pensamientos dedicados a todos aquellos conductores incompetentes.

— ¿Me engañan mis viejos ojos o eso es un chaleco nuevo, ángel? —no disimuló la sonrisa traviesa en sus labios al distinguir el detalle, ladeando la cabeza. Sabía lo mucho que le gustaban a Aziraphale aquellas apreciaciones.

— Te diste cuenta. — dijo en voz alta, aunque había pensado que lo decía para si mismo, como un pensamiento. Su sonrisa se volvió tímida y llevó las manos al chaleco. — Hace... Bueno, hace unos siglos dijiste que te había gustado para mi, y volví a comprarlo. Pensé que era un buen momento para estrenarlo. ¿No crees?

Aziraphale volvió a ocultar sus manos, aunque solo por unos segundos. Tomó la copa y la acercó a Crowley.

— Por... ¿Por qué te gustaría brindar hoy?

La serpiente agradeció que aquellos cristales le cubriesen parcialmente, o su mirada de embelesamiento sería demasiado evidente, no obstante, bufó una risa enternecida por aquel adorable comportamiento. Esa elegancia suya siempre conseguía arremolinar una sensación extraña en el estómago de Crowley, podía detestarla y adorarla al mismo tiempo, dependiendo del momento.

— Qué honorable ocasión— arrugó la nariz un poco al alzar su propia copa, acercándola al centro del mismo modo— Por nosotros, qué mejor motivo ¿no?

Mantuvo sus ojos sobre Aziraphale a la espera de una respuesta, aunque no pudo evitar deslizarla sutilmente hacia abajo, por su cuerpo, aprovechando que aquel no podría notarlo. Lo cierto es que podría brindar en homenaje a esa nueva prenda, si fuera por ella, porque le quedaba como un guante; pero prefería ser discreta y no escandalizarle con sus coqueteos demoníacos.

— Por los buenos amigos. — brindó su copa con la de Crowley, haciéndola sonar con un suave choque para luego dar un sorbo. — Pedí lo de siempre. Estaban esperando a prepararlo para cuando llegases. ¿Te parece bien?

Aziraphale trataba de hablar con normalidad, porque había algo que la demonio no sabía; aquellas miradas lograban perforarle por completo. No lograba saber qué, o qué cosa podía llevar encima que le causaba tanta curiosidad o rabia, según moviese sus cejas, pero sin duda, todo se concentraba en él.

Por su parte, Crowley tragó saliva, manteniendo la sonrisa en el rostro pero más bien tensa como una mueca, por preservar educación incluso frente a aquellos inocentes baldes de agua fría que Aziraphale en ocasiones le arrojaba, devolviéndola al mundo real y a su patética situación sentimental de manera dulcemente cruel.

— ...Por supuesto. Eso funcionará — respondió en un susurro a su brindis con un asentimiento y arrimó su propio vaso a los labios, dando también un sorbo.

El dulce sabor del vino aligeró el amargo sabor de boca que salía a flote cuando la frustración atrapada en el fondo más recóndito de su mente era rememorada. No importaba qué vistiese, cuánto pensase en su cabello o su maquillaje, su perfume o sus palabras. Para Crowley, Aziraphale siempre permanecía... inmutable. En su mirada jamás había resquicios de más que ese amor angelical que sentía por toda criatura por defecto; pero, en ocasiones, era suficiente para confundirla.

— También podríamos brindar por el poco y agradable trabajo que tenemos. Agradezco cada día que Gabriel no venga de repente a buscarme para hacer algo. La librería ocupa mucho tiempo y dejarla... Es difícil.

— La librería... Ni que vendieras algún libro— comentó la demonio con trivialidad, haciendo su papel de siempre. Contempló cómo el mesero llegaba junto a ellos con la comida pedida antes de su llegada y asintió ligeramente, incómoda por su descarada mirada humana— Gracias.

— Hay que ver la librería más como... Un refugio. Refugio de información e historias. Claro que no los voy a vender. — reclamó el ángel, volviendo a su normal calma cuando el camarero llegó.

Su mirada había ido al camarero cuando notó el gesto en Crowley, frunciendo suavemente su ceño mientras le agradeció su servicio con un tono ligeramente agrio. Siguió al humano con su mirada, girando el rostro hacia su compañera a los segundos.

Aziraphale tomó los cubiertos para comenzar a comer, tratando de dejar atrás la extraña situación vivida. Debajo de la mesa, la horma de su zapato rozó la pierna de la demonio, dejando su mirada fija en ella.

Aquella se sobresaltó ligeramente, aunque no tardó en arquear una ceja y torcer la boca, como era habitual.

— ¿Qué estás haciendo? — habló entre dientes, pausando cada una de sus palabras en la cuestión. Por acto reflejo, retiró nerviosamente su pierna; ya que su cuerpo reaccionaba como le placía sin importarle sus intentos de sonar amenazante— No pienso pedir servilletas o algo así. El tío este se acaba de ir.

— ¿Qué? — murmuró Aziraphale bajando la mirada mientras empezaba a comer. Su mandíbula se tensó cuando sintió que Crowley se apartaba de su toque, dejando los cubiertos en la mesa y fijando su mirada en ella. — No quiero servilletas, querida. Quería recordarte que estabas aquí conmigo, no para intercambiar miradas con el camarero.

La mandíbula de Crowley cayó ligeramente, dejándola con los labios separados como primera respuesta perpleja a aquel comentario, extrañamente pasivo-agresivo para lo que era Aziraphale.

— ¿Intercambiar miradas? ¿Con aquel? –susurró la última parte, arrugando la cara al señalarle con disimulo. Ni siquiera se había parado a posar sus ojos en él, por lo que giró el rostro en aquella dirección con incrédula curiosidad, antes de regresarlos al ángel — Los humanos son interesantes, pero un poco efímeros para mi gusto.

Después de responder, Crowley estrechó la mirada en una falsa sonrisa que duró unos segundos, avergonzada por la sutil mofa, que más bien se acercaba a una provocación.

— No sabía que además de ese papeleo insípido de ahí arriba también controlabas a quién le echo el ojo y a quién no, ángel. Tal vez te crees demasiado perspicaz— fue su turno para burlarse, con una risita maliciosa.

Un tic sobre la ceja de Aziraphale se hizo presente al escucharla, inspirando profundamente por su nariz mientras entrelazaba sus manos sobre la mesa. Juntó sus labios, haciendo un mohín antes de hablar.

— Todo lo que tenga que ver contigo, si, Crowley; me interesa. — chasqueó con suavidad su lengua, antes de tomar nuevamente los cubiertos y dar un nuevo bocado, bajando ligeramente la mirada. — Así que... Juegas con los humanos de esa manera entonces. No es la primera vez.

Crowley negó con la cabeza con gracia, tratando de retener la carcajada que le amenazaba con salir.

— Eres un completo idiota— bufó, dejando que una de sus comisuras se alzara irremediablemente, para después dar otro sorbo a su copa.

Si no fuese Aziraphale quien se sentaba en frente, diría que se percibía un cambio en su lenguaje corporal, como si verdaderamente algo de aquello le molestase. Crowley supuso que era porque se apiadaba de ellos, de esos humanos, y de la posibilidad de que fueran sus peones en alguna estrategia del Infierno.

— No tengo planes de trabajar aquí, es una noche de descanso —aclaró, aún alzando una ceja al rubio— Si es eso lo que te preocupa. Aunque tal vez te estoy mintiendo.

Los hombros del ángel se tensaron al oirla, alzando la cabeza y el mentón suavemente mientras continuaba hablando. Su ceño se volvió a fruncir, soltando los cubiertos, esta vez de manera sonora.

— ¿Entonces te los llevas para estar con ellos? — preguntó sin un ápice de temblor en su voz. Miró a su alrededor, moviéndose en la mesa con cuidado de no mancharse mientras acercaba su rostro a ella. — ¿Ahora te dedicas a cambiar milagritos demoníacos por placer carnal, Crowley?

La alegada dejó salir una risa aireada cargada de incredulidad, mirando cortamente a los lados, antes de inclinarse más cerca, arrugando la frente al pronunciar su ceño fruncido.

— ¿De qué coño estás hablando, Aziraphale? Por Satán— Crowley le enseñó los dientes al susurrar, confusa por la repentina reprimenda del ángel que engrandecía su orgullo cuando había ejercido una tentación de manera exitosa; pero que en aquel momento no sabía bien cómo encajar— No me dedico a... nada de... lo que sea que quieres decir con ¿eso?

La demonio movió sus manos de manera algo desordenada en un pequeño gesto que realzase su desagrado por la temática y las insinuaciones abordadas por un malentendido.

— Sólo le dije "gracias" y no voluntariamente, precisamente. Pero cuando no lo hago me haces caritas, ¿me explicas de qué va todo esto?

— Él te estaba — Aziraphale suspiró hastiado, frunciendo el ceño para hablar en un tono más bajo — , te estaba mirando con esos ojos de deseo que tanto me ha costado entender de los humanos. Siente deseos por ti, le correspondes la mirada y cuando te toco simplemente huyes. ¿Qué quieres de mí, Crowley...?

Aziraphale mantuvo su mirada fija en ella, para luego negar con la cabeza y suspirar derrotado.

— Será mejor que dejemos la cena hoy aquí, no me apetece seguir comiendo. Voy... Voy a pagar la cuenta, si me disculpas... — el ángel se levantó de la mesa, caminando hacia la mesa de la recepción para pagar allí directamente.

La pelirroja boqueó un par de veces, tratando de responder algo pero lo cierto es que la incredulidad no le permitió formular nada coherente, sólo inútiles líos de consonantes. La velocidad con que Aziraphale había parecido zanjar la cuestión era cuanto menos, impactante.

El ceño y semblante arrugados de Crowley permanecieron en su lugar unos segundos más de la repentina soledad en esa mesa e incluso después de levantarse de su sitio. Prefirió aguardar al ángel fuera del local para no hacer ninguna escena, y , a la par, aprovechando esa prórroga para tratar de comprender qué demonios había sucedido en la conversación para concluir tan rápido y en forma de regaño.

— Oh, no, no. Ven aquí — Se apresuró a hablar cuando Aziraphale salió por la misma puerta y avanzó algunos metros, como dispuesto a marchar sólo. Siguió su breve ruta lo más rápido posible a pesar del molesto repiqueteo de sus tacones contra el húmedo suelo y pudo atrapar el groso de su bícep en un agarre— Joder, Aziraphale, ¿qué he hecho? No le correspondí ninguna mirada a ese paleto, por Dios.

— Por... Por todos los cielos, callate. — gruñó Aziraphale girando mientras se soltaba del agarre de Crowley.

Tomó las mejillas de la demonio, y unió sus labios en un casto beso, que apenas duró cuando entreabrió su boca y rogó con su lengua un leve espacio para tomarla por completo. Una de sus manos descendió a su cintura, pegando el cuerpo de la joven a su cuerpo conforme caminaba a ciegas al callejón más cercano, alejado de las miradas de los transeúntes.

Crowley se congeló entre sus brazos, aún así incapaz de no separar sus labios al sentir el avance del repentino beso sobre su boca. Sus manos palparon aquellos anchos hombros de manera caótica, como en una ligera lucha, antes de aferrarse con fuerza a la tela del abrigo que los cubría. Deseaba un contacto como aquel con el rubio más que nada, pero, por algún motivo, no era así como lo había imaginado, tan abrupto y descorazonador.

Protestó contra la boca del ángel y arrastró los pies torpemente en la dirección que había marcado, con el semblante ensombrecido por el rubor.

—¡Aziraphale! —pudo dejar salir en un jadeo cuando retiró el rostro, con un débil hilo de voz. Sólo un acto como aquel había incendiado el interior de su cuerpo— ¿Te... te has vuelto loco?

Tras la voz de Crowley, Aziraphale dio un paso atrás, siendo consciente de lo que había hecho, y de lo que había intentado hacer. Se llevó las manos a los rizos, ahogando un quejido frustrado mientras bajaba la cabeza en total arrepentimiento.

— Eres tú quien me lleva a este estado, Crowley. Siempre tu. — quizás hablaba en el calor del momento , o realmente eran los sentimientos que estaban más enterrados en su interior. — Si no te veo soñando despierto, solo pienso en ti. Y si no, de repente apareces. ¿Cómo no me vas a volver loco si eres lo único que puedo tener en la mente, eh? — Aziraphale contrajo su ceño, mordiendo su labio inferior. — Lamento mi comportamiento nada respetuoso...

La demonio permaneció en silencio y rígida al oirle, principalmente por lo poco que hubiese esperado esa selección de palabras abandonando los labios del ángel. El furioso latido de su corazón le zumbaba en los oídos, mientras se implantaba en ella una extraña esperanza, la misma que le acompañaba siempre que soñaba alguna escena similar, justo antes del crudo despertar.

— ¿Yo...? —Crowley parpadeó, con la boca seca y sus manos se quisieron acercar a Aziraphale, como para aliviar su sufrimiento— Ángel, esto... ¿desde cuándo?

Aziraphale le devolvió una mirada de soslayo, encogiéndose suavemente por los hombros.

Aprovechando la intimidad del resguardado callejón, retiró los lentes de su rostro para clavarle la mirada al principado, tratando de leer algo más de él con desconcierto. Sus confesiones parecían algo ilógico, cuando le había tenido frente a ella tantas veces y no había obtenido más que sonrisas educadas. O eso había pensado hasta el momento. Impactaba más pensar que durante todo ese tiempo, realmente, Aziraphale sí hubiese recopilado cada detalle.

No pensó en mejor respuesta que aferrarse a las solapas de su abrigo una vez más y tirar de él, para tomar sus labios en un segundo beso, esta vez esperándolo firmemente.

Un suspiro abandonó sus labios cuando sintió los de Crowley besarle. Sus manos sostuvieron su cintura, terminando por rodearla en un abrazo mientras correspondía al beso, deleitándose en aquellos segundos que esperaba que nunca acabasen.

Se separó de sus labios, y tembló. Tembló por el miedo que le acechaba pensando que había hecho algo mal, o que Crowley se marcharía tras el beso.

— No sé... No sé cuando empecé a verte así, Crowley. Es reconfortante mirarte, que vengas tan seguido, y que te pongas así de preciosa. Bueno, siempre estás preciosa. —juntó sus manos, pellizcando sus dedos con nerviosismo. — Simplemente pensé... Pensé que tenías otros intereses y que me dejarías a un lado.

Crowley mantuvo sus manos sobre su pecho, con una sonrisa deslizándose por sus labios sin ningún disimulo.

— Ángel, ¿estás de coña? —permitió que una risa le abandonase, con incluso una timidez algo repentina— Tú eres... mi principal interés. Pensé que lo sabrías. Mis ojos están sobre ti todo el tiempo. Aún llevo ese estúpido perfume de hace al menos cuatro décadas porque una vez dijiste que era tu favorito sobre mí. Hoy... por ejemplo, me puse esto para ver si tal vez con un estilo más formal... En fin, me entiendes.

La demonio gesticuló con sus manos para señalar aquella falda ajustada negra hasta por encima de las rodillas, aún no muy concentrada en sus propias palabras por el hecho de seguir pensando en sus bonitos cumplidos. Carraspeó un poco avergonzada por abrirse de aquella forma, pero sus emociones habían estado embotelladas durante mucho tiempo.

— Sé que es de ser una arrastrada. Lo hago inconscientemente, buscando algo de tu atención, pero... pensé que todo eso no te importaba. Quiero decir, te sigo a todas partes como un perro. En el barrio deben creer que soy tu asistente o alguna mierda así en la librería— Crowley rió con gracia, negando un poco con la cabeza— Parecías demasiado puro para todo esto.

Aziraphale se inclinó mientras la escuchaba, olfateando con cuidado su aroma. En su mente, los recuerdos de aquellos paseos por París, de cuando habían decidido acercarse a una tienda y que, le había dicho a aquella joven que aquel perfume de Chanel le quedaría totalmente exquisito. Desde su posición, bajó su mirada, recorriendo una vez más su cuerpo. La respiración de Aziraphale se volvió ligeramente irregular, dándose cuenta de lo ciego que había estado, porque aquello, lo hacia por él.

Suspiró y cerró sus ojos, pegando la frente a la de Crowley, sin soltar el agarre de su cintura. Una media sonrisa se formó en sus labios cuando terminó de hablar.

— En el barrio... Piensan que somos pareja. O que nos divorciamos pero seguimos viéndonos de esa manera. — se apartó para poder contemplar su rostro. — "La esposa del señor Fell." Así te suelen llamar.

El rostro de la serpiente se coloreó de manera más pronunciada silenciosamente. Había algo en aquello que tenía un cierto efecto directo sobre ella. Ser considerada suya a ojos de otros, ser declarada como tal. Una ligera emoción se le asentaba en el pecho al pensar sobre ello; y se enfatizaba al imaginar la respuesta de Aziraphale al respecto, qué sería lo que llenaba su cabeza frente a dichas afirmaciones, si le agradaba como a ella o simplemente le era agobiante.

—¿Tú tenías idea de eso? —inquirió Crowley con algo de malicia, dejando que sus frentes reposasen juntas unos segundos más antes de retirarse ligeramente para contemplar la expresión en su rostro— Jamás me dijiste nada.

Sus manos serpentearon hasta aquellos anchos hombros que tanto le gustaban, para después dirigirse a la parte bajo su garganta, distrayendo su tacto con la suavidad del cuello de su chaqueta, y de la pajarita que nunca abandonaba su lugar. Siempre había deseado poder acariciarle de aquella forma, aún superficialmente, poder percibir mejor su perfume y confirmar si el tacto de su cuerpo era como lo había imaginado en tantas ocasiones.

— A veces me gusta ser codicioso cuando se trata de ti... — bajó su mirada a su rostro, viendo como sus manos se movían sobre su torso. Una sonrisa asomó por los labios del ángel antes de seguir hablando. — No sabía como te lo tomarías, así que solo les mandaba saludos de tu parte y que pronto volverías por el barrio, que tenías mucho trabajo fuera. No era una mentira del todo.

Aziraphale buscó las manos de Crowley, tomándolas y besando sus nudillos uno por uno. Sus deseos habían sido parecidos a los del demonio durante siglos, y acostumbrarse a una realidad en la que podía ser libre de transmitirle su amor aun era extraño para él.

— Caí en una de las peores tentaciones; el deseo. El desearte a ti día y noche. Tenerte en mis pensamientos hasta el punto del éxtasis... Un ser celestial corrupto por un ser de los infiernos, que llega a ser incluso más benévolo que cualquiera de los arcángeles.

Aziraphale apoyó ambas manos de Crowley sobre su pecho mientras hablaba, tratando de aguantar su mirada y hablar sin tartamudear.

Una extraña ola de calor recorrió el cuerpo de aquella al oirle confesar su pecado de semejante forma; mientras sus orbes amarillos se negaban a abandonar la embriagadora visión que eran las facciones del ángel al formular sus palabras, el movimiento de sus labios al verbalizar su deseo por ella.

— No quería corromperte— susurró Crowley algo más cerca de su boca, queriendo besarle pero conformándose con desviarse a rozar su comisura en un ligero contacto, respirando con suavidad su perfume— Pero... también te deseaba cada día. Te deseo. Lo he hecho desde hace milenios. Quería que tus manos me acariciasen, que tocases mi cuerpo.

Mientras sus propias palabras le abandonaban, Crowley se permitió acercarse al oído del ángel y seguir derramándolas casi en un hilo de voz sin volumen. Sus manos disfrutaron el tacto de su pecho aún bajo las de aquel en su agarre gentil.

— Te he observado atentamente. He contemplado cómo esos malditos chalecos se ajustaban a tu cuerpo, cómo remangas tus mangas antes de escribir, la manera en que te relames al saborear el vino o la comida... desde las sombras, todo el tiempo. Y te he anhelado en todos los instantes. Quería ser tuya; no sólo el objeto de tu deseo, sino el de tu adoración más absoluta. Como tú eres el mío.

Cada palabra de Crowley quedaba grabada en lo más profundo de su ser, sintiendo como sus entrañas y cada parte de su cuerpo se calentaban de un modo inexplicable. Era dificil aceptar las palabras que toda su vida había oido sobre ellos, sobre los demonios, cuando la que tenía frente a él profesaba tal amor y devoción.

Aziraphale soltó sus manos y sostuvo entre sus palmas las mejillas de Crowley, acercando su rostro a ella hasta que sus narices chocaron ligeramente.

— Fui sentenciado a ti, a tus pies y completamente tuyo desde antes de yo mismo ser consciente de lo que sentía.

Finalmente, unió sus labios nuevamente. Un beso ansioso, pero tan lento que lograba hacer que su vello se erizase. Por su parte, los brazos de Crowley se deslizaron alrededor de su cuello casi al instante, fundiéndose gustosamente en aquella nueva cercanía entre ellos.

Ladeó el rostro para encajar mejor sus labios, saboreándolos sin prisa ninguna y tarareó suavemente al deslizar la punta de su lengua por el labio inferior de Aziraphale, queriendo tener más de él incluso entonces. Con apasionada insistencia, Crowley dejó que su cuerpo se presionara contra el de aquel, hasta forzarle a retroceder algunos pasos y presionar su espalda contra la pared del callejón.

— ¿Y cómo piensas escapar ahora? —bromeó ligeramente contra su boca, entre cortos besos, apoyando sus manos sobre la superficie a ambos lados del cuerpo ajeno, y siseó su nombre descaradamente— Dime, Aziraphale.

La demonio le contempló desde abajo con un brillo hambriento en los ojos, tratando de ofrecer su mejor mirada seductora al principado, y esperando que aquello le instigase a continuar.

— ¿De verdad crees que quiero escapar? — murmuró en tono bajo.

Aziraphale contempló durante unos segundos el rostro de la demonio, antes de sostener su cintura con una mano y girarla, cambiando de posición y tenerla a ella contra la pared del callejón, apoyando su mano libre sobre la pared, al lado de su rostro.

— Vamos a continuar... Pero no aquí. Te mereces algo mejor que un callejón... — el ángel se había inclinado para susurrar a su oido, mordiendo el lóbulo de su oreja cuando terminó. Al apartarse, pasó la punta de su lengua entre sus labios, humedeciendolos bajo su atenta mirada. — ¿Vamos?

Crowley gimió por lo bajo al sentir la ligera mordida en su piel, sobre aquella zona tan sensible. Su temperatura corporal comenzó a elevarse aún más, conforme se acrecentaba también la excitación, principalmente presente en forma de piernas temblorosas.

Denegar cualquier petición de Aziraphale era imposible, sabía que cedería incluso al favor más incordiante si era él quien se lo pedía. Mucho menos rechazaría una petición como aquella, con la que había fantaseado tanto pero que jamás esperaba llegar a oir de su boca.

— Sí, sí... Por favor, ángel —la demonio asintió con urgencia, acariciando la nariz del rubio con la suya propia— ¿Dónde? ¿La librería?

Desvió su mirada a las calles, atisbando el Bentley aparcado en la acera próxima. Era una buena opción, por supuesto, también tenían su apartamento; aunque prefirió aguardar a oír su preferencia.

— A la librería, a tu hogar, o mismo como hacen los humanos, pero por todos los ángeles... Quiero estar cerca tuyo, Crowley... — la mano de su cintura descendió, acariciando su cadera hasta su muslo por encima de la ropa. — Quiero tocarte mucho más, querida...

Aziraphale rogó, alejando su rostro para observar sus orbes dorados, enmarcados dentro de aquella rojiza tonalidad. Su mirada siguió la suya, sonriendo al ver el Bentley que parecía esperarles a los dos. Tomó su mano y tiró con suavidad, guiándola hasta el coche. Después de todo, decidieran lo que decidiesen, tendrían que tomar el vehículo.

Crowley acompasó sus pasos hasta que llegaron allí, y abrió el coche con un pensamiento. Sostuvo la puerta del copiloto para su ángel y le dedicó una sonrisa nerviosa. Aún sentía el fantasma de aquellas caricias en su piel, pues dejaban un trazo cálido por allá donde pasaban; como huellas que no se borrarían.

— Entonces mejor actuar deprisa —ronroneó con gracia antes de entrar por la otra puerta y quedar sentada frente al volante como solía ser.

Agradeció mentalmente la privacidad que ofrecían esas puertas cerradas y se inclinó para tomar los labios de Aziraphale en un beso apasionado. Se removió ligeramente en el asiento, comenzando a sentir que aquella prenda le incomodaba, por la excitación inminente entre sus piernas.

— No puedo esperar para tener tus manos encima... —suspiró contra la boca del rubio, tomando con gentileza una de sus manos y posándola en su pierna, para guiarla en un rumbo lento que ascendía por su muslo, hasta deslizarse bajo el inicio de su falda ajustada— Mira... Tú has provocado esto.

Con un jadeo suave, le dirigió al punto más caliente de su cuerpo, aquella zona entre sus piernas, aún bajo la prenda, para que pudiese sentir la humedad, fruto de su efecto sobre ella y del deseo que sentía por él.

Un gemido resonó gutural en la garganta del ángel cuando sus dedos sintieron la humedad entre las piernas de Crowley. Su mirada se oscureció, y Aziraphale tomó nuevamente sus labios, moviendo su mano suavemente entre sus muslos.

— Querida, aquí... Aquí con los humanos no puedo hacer todo lo que está pasando por mi mente. — jadeó entre los besos. Sus dedos jugueteaban con el inicio de su tela interior, haciéndole tragar e inspirar profundamente. — Quiero que grites mi nombre, aquí no podrás...

Crowley se estremeció en respuesta a su tacto, alzando su mano para acariciar la mejilla de Aziraphale mientras disfrutaba el sabor de sus labios.

— Tú mandas, ángel— rió un poco, separándose para redirigir su torso al frente, posicionando una de sus manos sobre el volante y la contraria sobre las marchas, relamiéndose ligeramente— Te llevo a donde quieras.

Le dedicó un guiño sutil con una sonrisa coqueta y arrancó el motor, tratando de concentrarse e ignorar el tacto de Aziraphale aún sobre sus piernas, que incendiaba su interior cada vez con más facilidad. Evaluó con la mirada la zona y se planteó buscar algún callejón reservado, o tal vez el camino más rápido a su apartamento o la librería. Lo cierto es que a las velocidades a las que conducía, llegarían en un abrir y cerrar de ojos a cualquiera que fuese el destino final decidido.

Aziraphale al acomodarse mantuvo la mano sobre el muslo de Crowley, sintiendo como la calidez de su piel le quemaba por completo su mano. Ahogó para si mismo un jadeo, y ascendió por su muslo, levantando su pulcra falda en su recorrido. «¿Qué me haces...? », pensó Aziraphale para sí mismo, viendo como el cuerpo de Crowley le atraía como abejas a la miel. El ángel se relamió cuando nuevamente, su mano alcanzó la cúspide entre sus piernas, acariciándola lentamente mientras conducía.

Aziraphale ni siquiera sabía de donde había nacido aquellos pensamientos que tenía, aquellas escenas que se agolpaban en su mente que le gustaría recrear. Su entrepierna se sentía cada vez más dolorosa en los ajustados pantalones, haciendo que se removiese en el asiento.

— Crowley, para... Para donde sea.

La dirección del Bentley se desvió ligeramente en el avance, a causa del temblor en el cuerpo de la que estaba al volante. Crowley clavó las uñas en la superficie del piloto entre sus dedos, apretando sus muslos algo más juntos, con un suave gemido escapando tortuosamente de sus labios.

— Joder, ángel —jadeó entre dientes, apresurándose en dirigir el auto a uno de los callejones más recónditos de la zona, frenando con un impaciente derrape— Me vas a volver loca...

Una vez detenidos, la pelirroja no titubeó en volver a tomar su boca con urgencia, besándole de una manera más lasciva, pues ya no había necesidad de disimular su excitación. El bulto en los pantalones de Aziraphale no le había pasado desapercibido, nada en él podía hacerlo, porque siempre se encontraba volviendo a dedicarle alguna mirada de reojo.

Sus finos y hábiles dedos buscaron aquella zona, acariciando la entrepierna del ángel por encima de su ropa, y gimió débilmente al sentir la evidente erección contra su tacto.

Aziraphale correspondió el beso con urgencia, enredando sus dedos en el cabello de la demonio, tirando con suavidad mientras movía su rostro para profundizar con sus lenguas. Ante la intromisión de sus dedos sobre su erección, el ángel gimió sobre os labios de Crowley, separandose para mirarla con el deseo quemando en su mirada.

— A la parte de atrás, querida... Túmbate. — pidió entre jadeos, deshaciéndose lentamente del nudo de su pajarita, abriendo los primeros tres botones de su camisa.

Aziraphale se desconocía de aquella manera, pero estaba tan deseoso de su cuerpo, y de poder enterrarse dentro de ella, que olvidó por completo quien o que era. Solo existian él y Crowley.

La demonio asintió, mirándole con la misma intensidad y sin retirar los ojos de su cuerpo al ver cómo se desvestía. Deslizó su propia chaqueta por los hombros, lentamente y se relamió con cautela, prestando descarada atención a los gestos de Aziraphale. Aquel en rara ocasión dejaba ver su carácter, manteniéndose amable y educado, y; sin embargo, en ocasiones como aquella en que era algo más autoritario, Crowley no podía hacer más que obedecer. Se le hacía la boca agua y contemplarle inundado por el deseo de aquella manera era fascinante.

Fueron transportados a la parte de atrás en un instante y la serpiente se permitió apoyarse en sus manos para también subir sus piernas a la tapicería amplia del acolchado. Mantuvo sus rodillas juntas durante unos breves segundos, acomodando sus finos tacones sobre la superficie a un ritmo lento y deslizando sus muslos separados, para revelar más de sí mientras los ojos de Aziraphale siguiesen posados en ella.

Crowley bajó el mentón y se esforzó por no retirar la mirada de sus facciones a la par que abría sus piernas, embelesada por su reacción a aquella tentación silenciosa, a causa de la que estaba segura que, desde su lugar, el ángel podía distinguir su ropa interior tras aquella falda.

— Dijiste que disfrutabas mirarme ¿verdad? —susurró, con las piernas ya separadas por completo, ofreciendo el espectáculo de su humedad tras la tela, con una risa baja— ¿Qué es lo que piensas cuando me ves, ángel?

El ángel suspiró sin apartar la mirada de su cintura hacia abajo. El embrujo en el movimiento de sus piernas, en cómo las abría y finalmente, descubrir como aquella zona parecía llamarle, reclamar atención.

— Pienso en lo mucho que me gustaría devorarte. ¿Me conderías ese deseo, querida?

Aziraphale preguntó mientras acercaba su rostro a la piel desnuda de su pierna besando y mordiendo mientras descendía hasta el interior de sus muslos. Sus manos acariciaban y seguían el mismo camino de sus labios, salvo que cuando llegaron a la ropa interior, tiró de esta para retirarla.

Un gruñido salió de Aziraphale al ser consciente de la posición y que tendría que apartarse del manjar que tenía frente a él, por lo que tiró con fuerza, rompiendo la fina tela y dejando que cayese en el suelo del Bentley.

— Solo tienes que decirmelo, y lo haré... — mordió la cara interna de su muslo, respirando lentamente sobre la húmeda piel que le esperaba preparada y sensible frente a él.

Crowley apretó los labios para retener su tarareo gustoso en respuesta a aquellas caricias sobre su piel. Se le aceleró la respiración a cada pulgada de su avance, temblando ligeramente por la anticipación ante el choque del cálido aliento del ángel contra aquella zona.

— P-Puedes —le concedió con un pequeño gruñido frustrado, dando un asentimiento de necesidad— Haz lo que quieras, ángel. Sabes que tienes mi permiso.

Habló con cautela, mientras uno de sus tacones se deslizaba sobre el bulto entre las piernas de Aziraphale, suavemente para no lastimarle demasiado, pero ejerciendo una presión tortuosa a propósito. Lo removió hábilmente, asegurándose de provocar placer en él.

— Dime... ¿te has tocado antes...? —inquirió Crowley, disfrutando de aquella obediencia.

Aziraphale gimió al sentir aquella presión sobre sus pantalones, contrayéndose para luego dar un beso sobre la húmedad de Crowley. Respiró pesadamente en la zona, retrasando aquellos minutos de placer, torturandose a sí mismo y a ella.

— Pensando en ti, y en esto. — gruñó y sus manos tomaron sus nalgas, tirando de ella cuando su rostro se escondió entre sus piernas.

El ángel lamía lentamente la humedad, centrándose en movimientos circulares sobre su clítoris. Era mejor que en sus pensamientos, y Aziraphale se deleitó de cada rastro de su piel, bebiendo como si fuese el único manantial en la tierra.

Aquella se retorció contra el trazo de su lengua, perdiendo la fuerza en sus brazos y acabando por apoyarse en sus codos. Crowley separó los labios para dejar salir aquellos gemidos de placer que le arrancaba el ángel, acariciando con cautela su ansiosa piel sensibilizada.

A pesar de sus estremecimientos, se esforzó por mantener los ojos abiertos y poderle contemplar haciendo su labor, para grabar en su mente la imagen de Aziraphale entre sus piernas sosteniendo su carne y curioseando con sus rincones más vulnerables como si tuviese frente a él el manjar más interesante.

— Y-Yo... también pensaba en ti... Te imaginaba— respondió Crowley, tratando de ser coherente con las palabras— Incluso cómo sería... cuando te tocases tú mismo.

Aziraphale se apartó unos segundos de su piel para contemplarla, relamiendo los restos de sus labios antes de sonreir con cierta picardía, desconocida para él.

— ¿Pensabas ya en esto cuando me tentaste con comida y bebida aquella vez? — tomó aire, queriendo estar preparado para hundirse de nuevo entre sus piernas. — Podría enseñarlo... Pero prefiero esto.

El ángel alzó sus cejas antes de volver a desaparecer entre sus piernas. Los movimientos lentos, tiernos, dieron paso a unos más salvajes, hambrientos del ser que tenía sosteniendo entre sus manos. Sus dedos arañaban la palida piel que ocultaba la falda, acercando todavía más para estimularla.

La risa aireada de Crowley escapó por un instante entre sus gemidos.

— Es posible que más bien aquella imagen fuera el origen —jadeó, aunque su sonrisa no tardó en caer, concentrándose en aquel enorme placer y perdiendo ligeramente la cordura en la situación— Ángel... No puedo más. Me voy a correr...

Sus musitadas palabras se asemejaron a una súplica, por el esfuerzo de ser coherente en el enredo de respiraciones pesadas que era. Una de las manos de Crowley buscó los rizos dorados del Principado, para mantenerle cerca. La construcción de la expectación había sido tan lenta y larga, que su cuerpo, desesperado por aquel contacto, se desarmó con facilidad en un rápido orgasmo, que la dejó sacudiéndose suavemente por unos instantes.

Aziraphale contrajo sus piernas, y cerró sus ojos mientras tomaba cada rastro del orgasmo de la demonio. Sabía perfectamente que sus pantalones eran un absoluto desastre, y ahora más, que Crowley estaba entregándose a él. Con toda su amplitud, lamió su entrada hasta el clítoris, dejando un tierno beso antes de incorporarse, volviendo a relamerse. No le importaba en absoluto quedar manchado en aquel momento.

— Voy a complacerte, Crowley. — susurró arrodillándose en el asiento, apoyando uno de sus pies en el suelo del Bentley. Aziraphale deshizo el cierre de su pantalón bajandolo hasta retirar y liberar una de sus piernas. Su erección se irguió y el ángel la sostuvo entre sus manos mientras miraba a la mujer frente a él. Quería ver su rostro una vez liberada, después de todo en los viejos tiempos, se habían visto desnudos, pero no de aquella manera.

El ceño de Aziraphale se contrajo igual que su cuerpo cuando comenzó a mover lentamente su mano desde la punta hasta el final de su tronco, gimiendo profundamente.

— Déjame hacerlo —le pidió ella, reincorporándose ligeramente sólo para alargar su brazo hasta él, con deseos de acariciarle— Tocarte.

Crowley trató de regular su pesada respiración después de aquel orgasmo, con el rostro acalorado en un rubor. Sus dedos no dudaron en rodear el miembro del ángel, cuyo estado enfureció más el color de las mejillas de la pelirroja. Parecía necesitado de atención, húmedo y duro en su mano, e incluso ligeramente enrojecido por la dolorosa erección sin atender.

La demonio se relamió ante la apetecible imagen, mientras su otra mano se dirigía a los botones restantes de la camisa de Aziraphale, desabrochandole. Inició su vaivén sobre aquel, simulando estocadas en su trazo de arriba abajo. Se distrajo unos instantes jugando con él, pero no tardó en alinearle frente a su entrada, desesperada por qué irrumpiera en su interior, incluso si era de una manera abrupta y deliciosa.

— E-Entra ya... No me lastimarás, no te preocupes.

— Mis disculpas, querida... — susurró entre jadeos. Que Crowley le hubiese tocado solo había logrado aumentar la excitación ya presente, endureciendose más cuando rozó su entrada.

Aziraphale tomó su miembro, ejerciendo presión conforme trataba de entrar. Su respiración era pesada, y sus mejillas se tornaban rojizas conforme la presión le alcanzaba, queriendo estar dentro de ella. De una estocada, entró profundo en Crowley, gimiendo su nombre en alto cuando sintió que su cálido interior le rodeaba, le daba la bienvenida y le acogía de aquella dulce manera.

Las manos de aquella le rodearon y se aferraron a su cuerpo con desesperación, clavando las uñas en la piel de su espalda, cuando la invadió.

El ángel rodeó la cintura de Crowley con una mano, apoyandose en el Bentley con la otra y comenzar el vaivén con suaves embestidas, disfrutando de cada gemido y del rostro rojizo de la demonio.

— Por todos los ángeles, Crowley... — gimió y pegó su frente a la de ella cuando de una embestida entró por completo nuevamente. — Eres deliciosa, perfecta...

La alegada se estremeció ante sus alabanzas, derramadas amorosamente sobre ella. Rodeó a Aziraphale con sus piernas esbeltas, apresándole contra su cuerpo, mientras disfrutaba de la estrechez que ofrecía que la penetrase de aquella forma, sin nada más que su propio lubricante natural. Tener al ángel así, clavándose en sus entrañas sin piedad despertaba un tortuoso placer que se engrandecía con cada estocada, y haciendo que no pudiera controlar los sonidos que la abandonaban ni sus espasmos.

— Jod...Joder...—Crowley cerró los ojos con fuerza, notando cómo su excitación crecía cuando le oía susurrarle de ese modo, con la adoración que siempre había soñado obtener del rubio, que la sostenía como si fuese lo más preciado en el universo— Me vas a matar, hablándome así...

— Espero — Aziraphale tomó una bocanada de aire, hablando entrecortado por los jadeos — que eso signifique que puedas terminar con solo mi voz, porque esto solo ha empezado, querida.

El ángel se rio ligeramente con sorna, tomando los labios de Crowley al empezar a mover las caderas con embestidas cortas pero más rápidas, queriendo que le sintiera, y que no le olvidase. Aziraphale se desconocía. Junto a Crowley era una persona diferente, un ángel diferente, y aquello le gustaba.

Los brazos de la pelirroja subieron hasta su cuello, rodeándole para besar sus labios más cómodamente, mientras continúan moviéndose. Aquellas estocadas golpeaban un lugar en su interior que sólo la acercaba más y más rápidamente a su segundo orgasmo y, sin embargo, no creía que fuese a tener jamás suficiente de aquello ahora que lo había probado.

Nada de lo que hubiese soñado nunca estaba a la altura de ser envuelta por el ángel de esa forma, por su cuerpo, su voz, su aroma y el amor que le transmitía.

—Aziraphale — le llamó lastimosa, con la mirada cristalizada por el placer abrumador, tratando de acompasar sus embestidas con sus propias caderas— Puedes... hacerlo más fuerte... No me voy a romper.

Quiso sonreirle entre suspiros, dispuesta a enfrentar su versión más liberada, sin necesidad de recatarse y de mantener ninguna compostura, de ser cuidadoso o gentil, la faceta más indómita de Aziraphale.

— Por... Por lo más sagrado, Crowley... — Si la demonio tenía debilidad por sus dulces palabras, Aziraphale las tenía con aquella lengua desvergonzada. Había algo en aquel sucio vocabulario que era incontrolable.

Aziraphale ocultó su rostro en el hueco de su cuello, mordiendo su piel conforme se movía. Sus movimientos cedieron, buscando una postura más cómoda para sujetarla con ambas manos y finalmente, volver a moverse, tomándola de las caderas para intensificar el movimiento en su interior, cada vez más estrecho.

Crowley arqueó la espalda ligeramente, deshecha entre sus brazos a raíz del placer. Arañó la piel del ángel mientras aquel se enterraba en su interior, sin aliento para articular palabra alguna más allá de quejidos, su nombre y algunos otros balbuceos quebrados.

A aquel nuevo ritmo, la estimulación de aquel punto en su interior la aproximó rápidamente a un segundo clímax, provocando que sus músculos se tensaran, y se contrajera alrededor del ángel. Apoyó la mejilla en el hombro de Aziraphale, permitiendo que las sensaciones la invadieran por completo y culminando al cabo de algunas estocadas más.

El cuerpo de la demonio se tornó lánguido, aún así, recibiendo gustosamente los movimientos de Aziraphale, que se sentían doblemente después del orgasmo. Sus orbes amarillos no quisieron perder detalle del ángel frente a ella, deseando verle disfrutar y llegar a su punto más álgido, y regocijándose con la idea de conseguir efecto tal en él.

Aziraphale gimió al sentir como temblaba y le rodeaba con fuerza tras el orgasmo, moviendose cada vez más rápido en busca de su propio placer. Gimió en un susurro desgarrador el nombre de Crowley, alcanzando el climax en su interior con una profunda embestida.

Tratando de recuperar el aliento, Aziraphale se quedó quieto, rodeando con sus brazos el cuerpo de Crowley, dándose cuenta de lo pequeña que parecía en sus brazos en realidad.

— Ha sido... Esto... ¿Te ha gustado...? — preguntó confuso, incorporándose con cuidado aun en su interior, colocando a Crowley en horcajadas sobre su regazo. Las manos del ángel acariciaban su espalda para reconfortar, sintiendo como aun temblaba.

La serpiente le rodeó el cuello suavemente para mantenerse cerca de él en aquel íntimo abrazo, cerrando los ojos para sentir apropiadamente el acelerado latido del corazón de Aziraphale bajo la piel de su pecho, contra el suyo. Asintió tímidamente, sin saber demasiado bien qué decir después de haberse dejado ver en un estado tan obsceno; además, aún la llenaba un suave nerviosismo cuando tenía la oportunidad de compartir su afecto con él, su amor por él de aquella manera. Parecía demasiado bueno para ser real.

— Mucho —musitó en respuesta, dejando un beso gentil en su cuello. El tacto del ángel en su espalda era reconfortante tras tanta estimulación— ¿Y... a ti? ¿Ha sido como lo imaginabas?

— Mucho mejor incluso... — murmuró con una sonrisa, apegando su cuerpo más al suyo. Sentía todavía sus nervios a flor de piel, al igual que la de Crowley, que brillaba trémula. — Para ser la primera vez... Tendría que haber traído flores, o haber sido más romántico, ¿quizá?

Aziraphale se rio, rodeando su cintura con los brazos para estrecharla junto a él. Aspiró suavemente su aroma y se mantuvo pegado a ella con una sonrisa borracha en el rostro.

— ¿Te parece bien...? — preguntó con un ligero temblor, nervioso de los tantos significados que podría tener aquella pregunta.

Crowley rio suavemente, acariciándole el cabello en el abrazo y se alejó unas pulgadas para contemplar su enamoradiza sonrisa.

— Es una buena excusa para repetir en una segunda cita... Si es que esto cuenta como primera oficial— le respondió, reconfortando los nervios del ángel con el tacto sobre su cuero cabelludo y cuello— Pero para mí ha sido perfecto.

A causa de sus propias palabras, la demonio repasó los acontecimientos, recordando el agridulce conflicto que había desencadenado en aquel beso y, de esa forma, en que por fin hubieran dejado salir las emociones retenidas durante tanto tiempo.

—Aunque... ángel, tengo que preguntarte algo— inició Crowley de nuevo, ladeando la cabeza con un tono malicioso y le buscó la mirada— Lo molesto que estabas en el Ritz... era acaso ¿porque estabas... celoso? Un poquito, al menos.

Arrugó la nariz al reir inevitablemente después de preguntar, mostrando los dientes en una sonrisa cargada de picardía.

Aziraphale besó a Crowley tras su pregunta, ocultando el rubor de sus mejillas por unos segundos. Tras apartarse giró el rostro e hizo un suave mohín con sus labios, suspirando sonoramente.

— ¿Te molesta si estaba celoso? — miró de reojo a la demonio, encogiendo suavemente sus hombros. — Ese camarero te miraba deseoso. Esperaba algo de ti que es solo para mi. Claro que estaba loco de celos... Es estupido, pero no quiero que nadie te mire de esa manera.

Crowley frunció los labios, aunque era evidente la sonrisa que seguía tras ellos, y asintió graciosamente.

— No me molesta— alzó el mentón al negar con la cabeza, aún con sus orbes sobre el ángel con diversión por su comportamiento e incluso algo de ternura tal vez— Me gusta, de hecho. Me estimulan las malvadas oleadas de envidia que salen de ti.

Al hablar, agravó su voz y ralentizó sus sílabas como si describiese una terrible pesadilla, evidentemente entretenida por la exageración y por la preocupación que invadía al ángel cuando jugaba de aquella forma.

— Estoy de broma, estoy de broma— se apresuró Crowley en aclarar al atisbar el brillo consternado en el semblante de Aziraphale— No noté nada; pero... es cierto que me gusta. Sólo porque no es común en ti.

— No me asustes así... — Aziraphale había llevado su mano al pecho, sintiendo el mayor de los temores, pero se calmó mientras seguía escuchándola. — Igual que tu puedes ser buena, amable, gentil... Quizás tu haces que sea avaricioso, celoso y — se acercó a su oido, besando su mejilla en el camino. —, un total depravado solo contigo.

Aziraphale notaba como su cuerpo se relajaba por completo, bajando con cuidado sus manos para ayudar a Crowley a levantarse, saliendo de ella, pero dejándola acomodada en su regazo.

— Prometo que limpiaré todo esto... Y podemos tomar un baño en la librería...

El semblante de Crowley se tiñó de un rojo intenso que hacía rivalidad a su propio cabello, tras recibir aquel sensual susurro cerca de su oído. Se dejó manejar y gustosamente permaneció acurrucada contra el cuerpo de Aziraphale, deslizando sus piernas de manera lateral.

— Definitivamente podría acostumbrarme a que seas tan obsceno— susurró con una pequeña risilla nerviosa, dando un toque gentil a la punta de la bonita nariz del ángel— Quiero oír más de ese lenguaje sucio en el futuro.

Después de aquello, se alzó para dejar un beso en la mejilla cálida de aquel, mordiendo con cautela la blanda superficie de manera muy corta.

La idea de ese baño relajante sonaba espléndida y muy tentadora, además. Crowley se preguntó internamente si sería normal que aquel ser celestial pareciese ser más hábil que ella en el arte de la tentación, con su talento para seleccionar las palabras en una propaganda excepcional.

— No creo que se me ocurra nada mejor— respondió a la propuesta de Aziraphale, con un suspiro cansado, que se incentivó frente al pensamiento de sus siguientes palabras— Puedes conducir esta vez, siempre que no le cambies el color. Tengo las piernas hechas gelatina.

— Por supuesto... Aunque el amarillo le quedaba bien, era del color de tus ojos. — aclaró Aziraphale besando con mimo su frente y mejillas. El ángel se mordió el labio inferior, llevando su mano a la mejilla de Crowley, acercando su pulgar a los carnosos labios de ella, separandolos suavemente sin apartar la mirada de estos. — Quizás cuando te recuperes, podamos darle trabajo a estos...

Aziraphale sonrió, sabiendo que estaba adentrándose en un juego peligroso, del que iba a disfrutar por completo. Con un chasquido, ambos quedaron acomodados en los asientos delanteros, siendo él el conductor. Miró a Crowley y besó su mano derecha antes de poner rumbo a su biblioteca. Tenían toda la noche y lo que le restase al universo para disfrutarse el uno al otro.

__________

@Yuukivic & me

Weiterlesen

Das wird dir gefallen

316K 15.5K 51
𝘏𝘢𝘪𝘬𝘺𝘶𝘶! | 𝘖𝘯𝘦 𝘚𝘩𝘰𝘵𝘴 ılı.ıllı
89.7K 16.1K 50
Jimin es un humano común y corriente, un día va a una excursión en el bosque y al recostarse en un árbol es transportado a un mundo mágico, llamado f...
128K 18.5K 60
nacido en una familia llena de talentos aparece un miembro sin mucho que destacar siendo olvidado sin saber que ese niño puede elegir entre salvar o...
75.8K 8.5K 14
Tras la victoria de Max en los X-Games Bradley se encarga de ser el chico de las toallas del equipo de patinaje de Max, ambos se ven forzados a iner...