ღ Ineffable husbands - ONESHO...

By No_giving_up

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┏━━━━━━━━━━━━━━┓ Crowley x Aziraphale y otras parejas paralelas del multiverso Michael Sheen-David Tenn... More

「✦」Dolor de corazón.
「✦」San Valentín.
「✦」Sabor dulce.
「✦」Demon!Aziraphale - Te tantum diligo.
「✦」Angel!Crowley - Colonenses 3:5
「✦」Después del No-Fin de los tiempos.
「✦」Illogical! husbands-Una nueva oportunidad.
「✦」REV!Omens- Te adoro.
「✦」Puedes mirar, ángel. ANGST.
「✦」IneffablesWives -Una noche de lluvia
「✦」Killer!Husbands - Hazme gritar.
「✦」Rev!-Por ti haría cualquier cosa.
「✦」Lujuria de Ángel.
「✦」Illogical husbands! Herida por herida
「✦」Human AU- Lenguaje floral
「✦」Omnia vincit amor (Roma)
「✦」Baroque Husbands!- Búscame en Londres
「✦」Crime! husbands-- Bajo sospecha pt. 1
「✦」Crime! husbands-- Bajo sospecha pt. 2
「✦」Inner Demons!- Tras la Caída
「✦」Una vez en el Cielo
「✦」Fem! Aziraphale-- Crawling back to you
「✦」Fem! Crowley -- La Esposa del Sr. Fell
「✦」Tras la s2 - «1 Timoteo, 2:6 »
「✦」Arrodíllate
「✦」Sempiternus
「✦」Vampire AU! - La tua cantante
「✦」Mano de Santo
「✦」Primera tormenta (Edén)
「✦」Segunda tormenta (Mesopotamia)
「✦」Tercera tormenta (Tierra de Uz)
「✦」Huye. Quédate [Serial Killer Husbands]
「✦」 Baroque Husbands! pt.2- Completamente tuyo
「✦」Juego de posición [Fem!Aziraphale]
「✦」Juguetes [Fem!Crowley]

「✦」Rev! Dolorosa tentación

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By No_giving_up

[ Según el AU de Reverse Good Omens de @quietsubway en tumblr: Wrong Omens]

[ Después de cierto tiempo, como es habitual, Fell se pasea a sus anchas por los despachos de Raphael, en su sede en la Tierra. El gusto por el orden del arcángel choca fácilmente con el irritable talento del demonio para sacarle de sus casillas y, como también es habitual en sus extraños encuentros, discuten antes de desatar sus pasiones ]


                                                                       "Dolorosa Tentación" 

Las noches de aquel tipo siempre le brindaban algo de tranquilidad al arcángel. Inundado en papeleo y refugiado en la estructura del escritorio de esa serena madera tan hermosa que los humanos solían emplear para sus oficinas, Rafael organizaba su trabajo de la mejor manera.

Estaba sólo y en paz, la ciudad estaba prácticamente muerta a aquellas horas de la noche y el único sonido que acompañaba el desliz de su pluma sobre el papel era el repiqueteo de la lluvia contra el cristal a su espalda, en aquel gran ventanal.

La clara luz grisácea del cielo nocturno respaldado por las nubes y el brillo de la luna era más que suficiente para iluminar el folio en el que trabajaba, en el que componía su redacción con su magnífica caligrafía habitual.

Un resoplo escapó de sus labios cuando se removió en el asiento de cuero, sus orbes castaños siguiendo el patrón de la tinta formando aquellas letras. Estaba estresado por la cantidad de administraciones pendientes; pero a la vez, tenía los nervios aplacados gracias al silencio a su alrededor, que siempre apreciaba sobremanera.

— No lo puedo creer– refunfuñó en baja voz alguna cuestión, tomándose un instante para dar un sorbo desesperado al café frío a su derecha– Lo dije mil veces.

Rafael se pasó las manos delgadas por el rostro, retirando aquellos mechones de raíz oscura pero color claro de su semblante. Prefirió mantener su postura varios instantes, como tejiendo en su mente la forma de continuar. Cuando creyó haber llegado a la resolución perfecta, el desagradable sonido de su puerta captó su atención. Detestaba cuando no existía un elegante llamado sobre la superficie que anticipara el rechinar del mueble al abrirse. Sólo una persona invadía tan libremente el templo que era su solitario despacho. Sólo un demonio, más bien. Y uno muy insufrible, en particular.

— Fell —Adivinó, no queriendo dirigir sus orbes a otro lugar que no fuese el papel que tenía entre manos– ¿Qué cojones quieres esta vez?

— Menudo recibimiento, angelito. — murmuró Fell mientras movía las llaves una y otra vez en su dedo, haciéndolas sonar mientras giraban. — Venía a visitar a mi buen amigo, como siempre. Un poco de compañía no está mal.

La sonrisa socarrona de Fell se hizo notable conforme caminaba hacia Raphael. Movió la silla frente al escritorio, sentándose en ella de la peor postura posible; pero a la vez cómoda para aquel demonio: una de las piernas sobre los reposabrazos y el resto de su cuerpo descansando sobre el respaldo. Unió sus manos sobre su vientre y centró su mirada en el arcángel frente a él. Fell sabía lo nervioso que le ponía, no de la manera en la que podríamos imaginar, nervioso de lograr que un ser celestial se le erizase el vello de su nuca.

Raphael chasqueó la lengua cuando el sillón de visitante sonó angustiosamente ante la tortuosa postura que aquel había tomado sobre su cuidada tapicería. Arrugó el ceño, repiqueteando por instinto la parte trasera de su pluma contra el papel.

— Digamos que tu compañía, concretamente, es... complicada— El arcángel estrechó los ojos cuando tensó sus labios en lo que pretendía ser una sonrisa pero no fue más que una mueca— Sobre todo cuando tengo intención de trabajar.

Sabía con certeza que su molestia era evidente para el demonio frente a él, pues ya acostumbraban a lidiar con aquella extraña relación entre ellos. Por ello, no tuvo que disimular la manera en que puso los ojos en blanco al disipar el gesto de falsa amabilidad de sus labios, regresando la atención al tintero.

— Así que no des más rodeos. Sólo ve al grano y dime qué quieres– se pronunció con severidad, alzando la mirada hasta el de cabellos rizados una vez más.

— Me ofendes. — Azirafell miraba los ojos oscuros del arcángel con cierta incredulidad a su trato.

Llevó una de sus manos al pecho, acompañando al gesto mientras negaba con la cabeza y terminaba por sentarse correctamente en la silla. Desde lo más profundo de su garganta una risa comenzó a nacer, negando con la cabeza. Sonaba ronca, oxidada, después de todo habían pasado años desde la última vez que algo le había parecido tan divertido, o absurdo como para reírse.

— De verdad, que me sorprendes, ángel. — pasó la punta de su lengua por sus labios, humedeciendolo mientras mantenía su mirada fija en la suya. — ¿Algún día serás capaz de aceptar esto? — movió su mano en el espacio que había entre ambos. — Siempre, siempre. Siempre volviendo a lo mismo, Raphael. Contigo soy como una garrapata aferrada a un estupido animal, aceptalo, ángel.

El interpelado guardó silencio por unos instantes que parecieron interminables. Retiró la mirada del individuo frente a su mesa y dejó salir el aire contenido en sus pulmones antes de seguir trazando algunos renglones más.

Raphael gustaba de la poca transparencia que era capaz de ofrecer, a menudo se refugiaba en su compostura para dejar aquellas cuestiones correr. No era fácil saber si las palabras de Fell le hacían reflexionar verdaderamente o sólo las esquivaba, sin interés en detenerse en la complejidad que representaban, como pretendiendo hacer oídos sordos a la realidad que le acechaba.

— Lo he aceptado– El arcángel frunció los labios, alzando un poco los hombros al redactar— No significa que debo estar cómodo. Es posible acostumbrarse a una garrapata que tienes pegada al pellejo. Pero te sigue chupando la sangre cada día.

Dejó descansar el instrumento de escritura sobre la madera, postrando la espalda en el sillón y entrelazando sus propios dedos frente a él. No titubeó al alzar la vista hacia el demonio, tensando la boca.

— No habrá un día en que esto sea apropiado para mí. Soy un alto cargo y tengo responsabilidades estrictas en el cielo— le recordó, como tantas veces se había visto haciendo a lo largo de aquellos siglos— Sé que lo sabes bien, Fell. Del mismo modo que sé que por eso te interesa este jueguito que ves como un desafío, ¿o acaso me equivoco?

— No eres el único con un gran cargo, Raphael. Solo que algunos tratamos de disfrutar esta vida eterna que nos han concedido. — Azirafell juntó sus manos y alzó la vista al cielo, en tono burlesco antes de levantarse y caminar hacia él, rodeando el escritorio. — Un desafío, un juego... ¿Qué más dará cómo lo llamemos?

Fell le apartó las manos, sentándose en el escritorio frente a él, con una sonrisa ladina en sus labios. Tomó su muñeca con una de sus manos, y acarició su pulso con el pulgar, manteniendo la mirada fija sobre la suya.

— Niegalo tantas veces gustes, pero esto lo adoras. Tanto o más que yo.

Cuando arrugó la expresión, el ceño fruncido de Raphael se pronunció más; así como el rubor que le comenzaba a cubrir las mejillas, a causa de la cercanía de aquel, sentado sobre su mesa como el mejor de los tentadores.

— Si lo que quieres es divertirte, hazlo con otro de los tuyos– trató de retirarse de su agarre con un ligero movimiento. Sin embargo, tragó saliva al sentir aún aquellos dígitos presionados contra la piel de su muñeca temblorosa.

— Con los míos, si... — replicó con un tono de voz suave, observandole.

La estrecha distancia entre su cuerpo desde el asiento que le correspondía y el de Fell, envió una ola de calor que invadió lentamente su semblante y oídos, no sólo por la vergüenza; sino también por la ira. El demonio era experto en pulsar los botones apropiados para hacerle perder la paciencia en cuestión de segundos.

—No puedo— Raphael remarcó las palabras con fuerza en las sílabas, aunque prefirió mantener la mirada en cualquier otro lugar que no fuese aquel rostro— Esto está mal.

Habían sido tantas las ocasiones en que había pronunciado esa misma selección de palabras, con la esperanza de que Fell pudiese llegar a respetarlas. Siempre acababan siendo en vano de una manera u otra, pero el remordimiento en su conciencia jamás le abandonaba tampoco.

No importaba cuántas veces lo conversaran. Realmente perdía sangre cada vez que permitía que el demonio estuviese tan cerca de él. Similar a una especie de droga, Fell conseguía infundir las sensaciones más intensas en su piel, para a su marcha, dejarle más débil que en la ocasión anterior. Raphael sentía que perdía algo más de su pureza con cada instante que se mantenía en su presencia, como si realmente un parásito estuviese aferrado a él.

— Nadie te va a culpar... — murmuró en voz baja, con un suave gruñido al final de la frase cuando sus dedos acariciaban la piel en el interior de su manga. — Me vuelves loco cuando eres travieso, Raphael.

Fell no mentía. Su arcángel era el ser más tentador que había tenido frente a él, y desde que le conoció, sabía que jamás podría alejarse de su lado, siendo como un boomerang volviendo una y otra vez al inicio.

Movió sus piernas, aferrándose al sillón para tirar de este hacia él, acercando a Raphael unos centimetros más a su cuerpo. Su mano libre aferró el cabello cercano a su nuca, enredando sus dedos en las hebras caobas. Fell se inclinó a la vez que hacia que Raphael alzase la cabeza hacia él, acercó su rostro a su cuello, cerrando los ojos mientras se impregnaba de su dulce aroma.

Su naríz rozó con suavidad la piel de su cuello, en la unión con su oreja, dejando escapar su aliento.

— Solo una palabra, ángel...

El arcángel tembló en respuesta a aquel susurro tan cercano a su oído, que mandó un escalofrío por todo su cuerpo. Ni siquiera podía decir que detestase el dolor que aquellos ásperos dedos enterraban en su cuero al tirar de su cabello.

— Azirafell, por favor. No me hables de esa forma.

Raphael tragó saliva al dejar salir aquel patético susurro, mientras sus manos ascendían por instinto a los anchos hombros ajenos. Se aferró a las solapas de su chaqueta y apretó tanto que sus puños se emblanquecieron, haciendo fuerza para empujarle lejos sin éxito. Su cuerpo se sentía débil irremediablemente a causa de la embriagadora cercanía, contra la que trataba de luchar.

En cierto momento entre aquel forcejeo, Raphael dejó de tener claro si los violentos gestos que dejaba en el cuerpo ajeno seguían siendo un desesperado intento de escapar de su tacto o buscaban aferrarse más fuerte a él, para que no pudiese separarse ni un ápice.

— ¿Por qué me haces esto? –dejó escapar como una súplica, cargada de aire en un suspiro, mientras el latido de su corazón vibraba en sus oídos y el calor en el rostro le ardía la piel.

— ¿Qué por qué? — gruñó contra la piel de su cuello riendose en voz baja. — Haces que te desee, Raphael. Mirarte es como tener lo más anhelado entre tus dedos. El agua para un sediento, la fe que tanto profesas para un creyente... Si tan solo me permitieras ser solo un devoto de ti, de tu cuerpo, y alma... Aceptame, Raphael.

Rogó. Sus dientes rozaron con suavidad la piel de su cuello para luego suspirar y cerrar los ojos.

— Deseame de esta misma manera, y no permitas que solo sea yo un estupido loco, embriagado por tus encantos...

El arcángel se permitió dejar caer sus párpados, cerrar los ojos y ahogarse en las palabras que su infatigable amante le dedicaba, en susurros que se grababan en su piel y que sabía que volverían a su mente cuando estuviese sólo, que le perseguirían cada noche.

Maldijo lo que fuese que hiciera para resultar objeto de tal deseo, para infundir semejantes emociones en Azirafell, cuando se esforzaba tanto en mantenerle lejos, siendo tan frívolo y crudo como su cordura le permitía siempre que estaban juntos.

— No eres ningún loco— se atrevió a musitar Raphael, en un gruñido, bajando el mentón para que sus ojos se encontrasen con los del demonio contra su cuerpo– Pero no puedo permitírmelo. Anhelarte como lo hago.

Detestaba sentir ese mismo deseo, al que trataba de no sucumbir, prendiendo fuego a cada centímetro de su piel. Movió una de sus manos hasta el rostro ajeno, acunando su mejilla e inclinándose más cerca. Plasmó un beso casi imperceptible en la sien de Fell, dejando que sus labios le recorriesen lentamente.

—Jamás quise esto, Azirafell. Y aún así, ya es tarde para mí.

— No te van a condenar a los infiernos por esto, ángel. Nunca lo han hecho...

Fell se separó ligeramente de Raphael, contemplando su rostro en su totalidad. Su mirada le recorrió lentamente, manteniendola fija unos segundos sobre sus labios.

— Desde hace milenios que eres así, querido... Tienes suerte que haya sido yo quien haya puesto mis ojos en tí. Y mis manos, y todo mi ser. — su tono de voz fue bajando conforme hablaba, acercando su rostro a Raphael, acariciando sus labios lentamente, sin besarle. — Embriagador...

Con sus palabras se implantó el nudo que siempre acababa por tomar el estómago del arcángel cuando cedía para permitir que estuviesen cerca, juntos. Ascendía como una cruda acidez que le tensaba la garganta y le retenía el aire en los pulmones. Cerró los ojos despacio, liberando su suspiro con la primera lágrima solitaria que se deslizó por su mejilla.

— Te detesto.

Siempre era de aquel modo, siempre se prometía no dejar que se repitiese y, del mismo modo, siempre retornaba al calor de aquellos brazos. Las emociones que le florecían en el pecho en compañía de aquel insufrible demonio le atravesaban como un puñal, le recordaban que jamás podría disfrutar esos momentos en calma. Su existencia estaba condenada y, sin embargo, todo parecía marchar bien cuando se dejaba acariciar por él.

Raphael ladeó el rostro y se acercó para acabar con la distancia entre ellos, derrotado por completo. Besó sus labios con cautela, en una caricia fantasmal, admitiendo en silencio aquellos sentimientos.

Fell entreabrió sus labios, tomando la boca del arcángel en un suave beso, tan lento que le ardía como las mismas llamas del infierno. Su mano descendió hasta tomar su cuello, acunando su nuca y dejando el pulgar sobre su pulso.

Como si su piel estuviese recubierta con una fina capa de agua bendita, le alejo de sus labios, no sin antes morder con suavidad su labio inferior.

— Detestame más, si siempre va a ser así, ángel.

Las manos del más esbelto subieron hasta el cuello ajeno, rodeándole con los brazos antes de buscar sus labios una vez más. El ligero dolor que había dejado en su boca no le molestaba. Le besó de forma más profunda, buscando el aire que sentía que le faltaba cuando estaban tan cerca.

Su respiración se había vuelto algo irregular, tal vez por los nervios o la urgencia. Había algo en la manera en que aquellos dedos acunaban su piel, como si fuese lo más preciado del mundo. El deseo de Fell era más que palpable y, sin embargo, parecía que hubiese más que eso.

Raphael a menudo fallaba en evitar que le revolotease el corazón ante el pensamiento, pero la forma en que aquel acariciaba su cuerpo, le besaba y le mantenía cerca le engañaban. Sus sentidos se nublaban dudando acerca de si habría realmente afecto tras los gestos del demonio tal y como él lo percibía, o se trataba sólo de un mero talento para la seducción.

Agarró las solapas de la chaqueta de aquel para abrirla y retirarla, deslizando el abrigo por sus anchos hombros.

Fell se dejó hacer, dejando que le retirara su chaqueta, no obstante, paró sus manos cuando fueron directas a deshacerse de su camisa. Chistó con suavidad mientras se bajaba del escritorio para levantar a Raphael de su asiento. La mano que le acunaba bajó y le tomó de la cintura, subiendole de un movimiento ahora a él al escritorio.

El demonio gruñó en voz baja, contenido por sus labios cuando se buscó un pequeño hueco entre sus piernas, pegando al ángel a él. Su excitación había comenzado a crecer mientras que su lengua tanteaba la de Raphael, jugando y succionando el interior de su boca. Meció con suavidad sus caderas, haciéndole entender al ángel lo que lograba provocarle. Siempre había sido asi. Desde tiempos inmemoriales cuando, él mismo, había sido un siervo de Dios. La devoción que sentía por Raphael en aquel entonces, su superior, había sido tan intensa como para volverse una obsesión, hasta el pecado. No lo había logrado comprender hasta caer, hasta volverle a ver en su nueva vida, cuando supo finalmente que él era el centro de su todo.

La sensatez y moderación que Raphael se había esforzado tanto por mantener en el pasado, se derrumbaba irremediablemente con cada toque de aquellas manos. Le daba vueltas la cabeza, el conflicto habitual se arremolinaba en su mente; a la par que sus dedos se aferraban a la fina tela de la camisa de Fell, rodeando el fuerte contorno de su espalda con los brazos.

El abrasador roce contra su pelvis le arrancó un hilera de patéticos gemidos, que no tardaban en morir contra los labios ajenos. El arcángel presionó nuevos besos con mayor insistencia, con intención de acallar sus propios sonidos. Podía sentir el pulso acelerado del demonio contra su propia piel y percibir su respiración pesada le hacía estremecer.

Deseaba tenerle aún más cerca, si aquello era posible, y alzó una de sus manos a los rizados cabellos del contrario con esa exigencia. Apresó los desordenados mechones grisáceos de su nuca para tirar de él en un enfurecido beso más desesperado. Sabía que era inútil tratar de imponerse a los deseos de Fell, e incluso a los suyos propios; y aún así, había algo embriagador en luchar contra la fuerza de aquellas manos que le sujetaban en busca de control.

La voz de Raphael era un detonante para el demonio, a pesar de que sus sonidos se opacaban en sus labios, era más que suficiente como para hacerle perder la cordura por completo. Movió su cabeza e intensificó el beso cuando el arcángel decidió llevar por momentos la voz cantante. Le gustaba ver como su querido compañero se esforzaba en tener el control. Uno que se escapaba a sus encantos angelicales. A una parte más bien.

Fell acarició su cintura, pasando sus manos al frente para sacar su camisa, abriendola de un tirón, desgarrando por completo la tela. Jadeó contra sus labios y sus manos ascendieron por la piel de su vientre, arañando con suavidad conforme ascendía a su torso.

Con el rostro encendido, se separó de sus labios, descendiendo sus besos por su mandíbula hasta su cuello. Sus dientes se clavaban con suavidad en su piel, torturándolo para luego lamer y succionar la zona, dejando unas suaves marcas en su piel pálida.

Por su parte, las manos de Raphael buscaban el cuello de su camisa, desordenándolo y sacando la corbata que elegantemente cubría su chaleco. Tiró de ella para acercarle, para dejarle ver que quería más de aquello, antes de deshacer también su nudo y aflojarla. Era complicado mantener un pulso firme para desabrochar los botones del trajeado, mientras se deshacía bajo aquellas caricias.

El arcángel dejó salir un resoplo cuando contempló a aquel vistiendo sólo la camisa restante, arrugada por sus movimientos hambrientos.

— Odio que hagas eso– gruñó contra la boca de Azirafell, buscándola por un instante.

Le enfurecía que destrozase la ropa, de hecho, que destrozase todo a su paso, la manera en que irrumpía en su ordenado despacho y lo ponía siempre todo patas arriba. Estaba seguro de que el demonio lo sabía con certeza y que por ello seguía haciéndolo, parecía adorar exasperarle en cada ocasión posible.

— Trata de convencerte así si es lo que deseas, querido. Pero tu cuerpo siempre me dice lo contrario. — lamió los labios de Raphael, devorando una vez más sus labios para luego inclinarse sobre su cuerpo.

Besó lentamente su torso conforme descendía. Sus manos acariciaban sus costados mientras que su boca iba directa a su pezón. Mordió con suavidad su sensible piel, recreandose en el dulce sonido de su voz conforme seguía. Su mano descendió al cierre de su pantalón, deshaciendo el cinturón y dejandolo caer a un lado. Mordió su costado cuando aquel dichoso botón se le dificultaba.

— Alzate, quiero quitarte esto... — le exigió mientras se ayudaba con ambas manos para bajar el pantalón y la ropa interior.

Cuando levantó ligeramente la cadera, Raphael contempló cómo la tela de su pantalón y ropa interior se deslizaban por sus muslos. Tragó saliva mientras el color se le subía al rostro con furia, ciertamente incómodo por el repentino encuentro del aire fresco y su piel. Su vergonzosa erección declamaba la evidente excitación que le recorría en aquellos instantes y le obligó a retirar la vista.

—Ni una palabra. No necesito tus burlas– susurró el arcángel con un tenue gruñido, a la par que sus manos trataban de equilibrar la balanza, buscando la hebilla del cinturón ajeno.

El tintineo al retirarlo reforzó la emoción que se arremolinaba en el fondo de su estómago, ansioso como si fuera la primera vez que sus comedidos dedos se centraban en tan impúdicas acciones.

— Jamás me burlaría de esto, ángel. —murmuró llevando su mano a su erección, tomándola con amplitud en su palma. Sus labios se entreabrieron y un gruñido abandonó su garganta desde lo más profundo, cuando comenzó a masturbarle. — Raphael... Deja que me dedique a ti un rato...

Fell alzó su mirada, buscando la del arcángel, que trataba de desnudarle. Sentía aquel deseo y necesidad, que solo lograba llenar aquel ego que le consumía cada vez que se encontraba a su lado.

Los orbes castaños de Raphael le encontraron con algo de duda, nublados por la lujuria y accedieron a lo que proponía. El apresurado ritmo de sus esbeltos dedos se detuvo cuando las placenteras sensaciones le sacudieron.

— Está... está bien— accedió el arcángel en un hilo de voz, ocultando su semblante entre sus propios hombros al descansar su peso sobre el escritorio.

Los hábiles movimientos de Fell lograban desarmarlo por completo, dejar ver la imagen más degradante e impía de sí mismo. La vergüenza le ardía en todo el cuerpo mientras sus caderas temblaban patéticamente contra la nada, en busca de más de la estimulación que le ofrecía la mano que marcaba aquellas estocadas.

— Azirafell– le llamó, aferrándose a uno de sus fuertes brazos, tenso al tocarle— Ve despacio, por favor... De esta forma... No podré aguantar mucho.

— La idea, querido, es que te sometas a mi. Da igual cuantas veces aguantes, o que tan agotado estés... Vas a ser todo para mi en estas horas...

El tono de Fell sonó bajo, una promesa que iba a cumplir sin mediar más palabra. Sus dedos continuaron con su tarea, y tras una sonrisa, el demonio se cernió sobre su cuerpo. Besó suavemente el vientre del arcángel, acercándose a su miembro de manera premeditada. Jadeó contra su sensible piel, y no fue hasta que sintió aquellos espasmos, que finalmente metió el miembro en su boca.

Fell ahogó un gemido mientras cerraba los ojos, concentrándose en el movimiento de su mano y su cabeza, estimulando al arcángel hasta la base; por completo. Su mano libre arañaba el torso angelical, aferrándose a su piel debido a la excitación.

Raphael no tardó en enterrar sus dígitos en la desordenada cabellera rizada del demonio, guiando sus movimientos sobre el hambriento ritmo de sus caderas. Liberó de sus pulmones un gemido bajo antes de dejar caer su cabeza ligeramente hacia atrás.

—Maldición– gruñó entre dientes, recorriendo su propio rostro con la mano libre, que no apresaba aquellos cabellos.

Su cuerpo se tensó del placer, envuelto por la cálida y asfixiante trampa que eran aquellos labios alrededor de su miembro.

—Sí, lo haré– Accedió a la propuesta de Fell con un patético resoplo.

El arcángel no acostumbraba a ceder, gustaba demasiado del orden y el control para hacerlo. No obstante, deseaba en lo más recóndito de su ser que aquel destrozase todo rastro de cordura en su mente, que le liberase de aquellas responsabilidades y sólo tuviese que pensar en poder respirar apropiadamente durante su placentero tormento.

Aquella afirmación recibió como respuesta un gemido gutural, ahogado en su boca conforme estimulaba al arcángel. Para Fell, sentir tan vulnerable a Raphael, e incluso aquellos oscuros deseos que trataba de ocultar era lo más tentador y gratificante que podía recibir de aquel ser celestial.

Su mano descansaba en su vientre, sintiendo las contracciones conforme estimulaba con su boca y su mano; de vez en cuando, miraba a través de sus pestañas para ver como se retorcía y se dejaba llevar por él, dejando a un lado su rectitud divina y seriedad, dejando ver al Raphael que de verdad era en el fondo. Cuando sintió que iba a culminar, se separó, apretando suavemente su mano sobre su miembro, dejando inmovil, con el suspiro del orgasmo en sus labios.

— No, querido mío... — se relamió para luego suspirar excitado mientras veía como brillaba por el sudor. — Hasta que no esté dentro de ti, no te correrás...

Fell se movió, sentándose en el sillón y tomó a Raphael de su cintura, ayudandose para acercarle a su rostro. Acomodó una de sus piernas sobre su hombro, acariciando su piel antes de hundir su rostro entre sus piernas, dedicándose en cuerpo y alma a Raphael, a lamer cada parte pecaminosa de su cuerpo y prepararle para su recibimiento.

El arcángel bufaba y se retorcía sobre aquella mesa, tembloroso a causa del placer abrumador. Dejó salir un gruñido de cierta frustración pero, más que nada, de dolor. Retenido de aquel orgasmo, su miembro ardía en el firme agarre de Fell, de una manera tortuosa pero que a la vez enviaba deliciosas olas de placer por todo su cuerpo.

— Me duele... –admitió con un gemido destrozado que no ocultaba en absoluto su disfrute a raíz de la sobreestimulación. El trazo húmedo de la lengua ajena hacía ese sufrimiento más llevadero, pronunciando aún más aquella mezcla de dolor y placer— No puedo-...

Raphael sabía que ni siquiera tenía sentido que luchase al respecto, de igual modo, no parecía formular nada con coherencia alguna. Bajó el mentón para poder deleitarse con la vista frente a él, del semblante de Fell apresado entre sus muslos, dedicándose por completo a lubricarle apropiadamente.

—Usa tus dedos– a pesar de su estructura de demanda, era consciente de que aquello le había abandonado más cercano a una súplica, con un gruñido desesperado.

— Como desees. — murmuró el demonio ante su suplica.

Fell besó el interior de sus muslos, y con un suave movimiento de mano, y quizá un milagro pequeño, su mano se encontraba untuosa de lubricante. Mordió su sensible piel y acercó sus dedos a su entrada. Con dos de sus dedos, comenzó a trazar suaves circulos en su entrada, para luego empujar ambos con suavidad en su interior.

Había pasado tiempo, pero parecía recordarle perfectamente. Fell gruñó ante la presión que sentía en sus falanges, y comenzó a moverlas lentamente, curvando con suavidad estas tratando de estimular todo lo que podía.

El arcángel se retorció cuando las yemas de aquel pulsaron cierto punto en su interior, enviando una traicionera oleada de placer por su espalda. Trató de incorporarse para poder rodearle con los brazos, aferrándose al cuello ajeno. Necesitaba tener a Fell cerca, percibir mejor su aroma y la calidez de su cuerpo. Sólo aquellas manos le habían hecho sentirse amado alguna vez o al menos algo cercano a ello, pues le sostenían con insistencia pero, al mismo tiempo, con un innegable mimo, como si fuese lo más preciado de la creación. Parecía mentira que pudiesen pertenecer a un demonio.

—Lo he echado de menos— Raphael suspiró en un susurro, ahora que estaba cerca de su oído por aquel abrazo y no debía enfrentar su mirada, ya que el hueco de su cuello le resguardaba a la perfección— Esto. A ti.

— Eres incorregible... — murmuró Fell habiendose acomodado para estar junto a Raphael, compensando aquella necesidad, y cuidandole, « si es que se podía decir de esa manera».

Fell aumentó con un tercer dedo, recreándose en los gemidos que emitían, y en aquel dulce aroma que le embriagaba por completo. Raphael olía a necesidad, a lujuria, temor... Y era demasiado tentador para el demonio. Todas las cosas que adoraba, en su persona más amada, a pesar de que el arcángel, parecía ignorar aquella realidad.

— Eres mío, Raphael. Esto, todo tú, tu divinidad, es completamente mía. — gruñó guturalmente, mostrando sus dientes antes de esconder su rostro en su cuello, marcando su piel de manera posesiva. — Y te voy a tomar, aquí mismo, junto a este odioso papeleo...

Fell se apartó, terminando por bajar sus pantalones y ropa interior, pero sin sacarlos del todo. Tomó su erección y se posicionó en su entrada, generando una dulce presión que comenzaba lentamente a acogerlo, hasta que finalmente, entró con una estocada. Su espalda se encorvó ante la calidez y estrechez en su interior.

El arcángel dejó salir un ligero grito dificultoso por el nudo en su garganta debido a la intensidad de la situación. Hacía un tiempo desde la última vez que su cuerpo había sido invadido de aquella forma y, aún así, el ardor no duró más de unos instantes antes de que el placer fuese lo principal.

Rodeó la ancha espalda de Fell con sus piernas, apresándole más cerca y trató de regular su respiración mientras las embestidas comenzaban sin ningún tipo de piedad. El ansioso ritmo contra él le arrebataba el aliento con cada sacudida, pero se mezclaba deliciosamente con su propia urgencia. Disfrutaba la palpable necesidad del demonio por tenerle, su impaciencia, el hecho de que hubiese estado anhelándole y deseándole a pesar de las temporadas de distancia aleatoria entre ellos, hasta no poder contenerse ahora que le tenía enfrente.

–Tanto como tú eres mío– gruñó, entre sus jadeos– Mírate, volviendo a mí irremediablemente... No importa el tiempo que pase...

Raphael enterró los dígitos en la espalda de aquel, sin piedad ninguna a la hora de ser brusco, a modo de lidiar de mejor manera con el insignificante dolor inicial y con el incesante abuso del punto placentero en su interior.

Los gemidos del demonio se entremezclaron con una profunda risa al oirle, negando con su cabeza mientras rozaba sus rizos contra su frente.

— Me lanzaría a diario a tus brazos para sostenerte, pero tengo una reputación que mantener, querido. — sus embestidas se profundizaron, arrancando varios gruñidos conforme sus dedos se perdían en la blanca piel del arcángel. — Por eso tengo que tenerte así, para que me recuerdes hasta nuestra próxima aventura...

Fell rodeó a Raphael por la cintura, tomándolo y alzandole, sabiendo que sus piernas le sujetaba la cintura. Se sentó en el sillón de Raphael, con él sobre su regazo y se colocó, acomodando mientras que sus manos viajaban a sus nalgas. Arañó con suavidad su piel antes de tomarle con fuerza, guiando el ritmo que debía de llevar sobre él.

Los miembros del arcángel se aferraron a él, rodeándole como si fuese una serpiente. En aquella postura, lo que era carnal también se acercaba a una conexión más emocional. Podía abrazar a Fell por el cuello y estar aún más cerca de él. Sentía el acelerado latido de su corazón contra el suyo propio, a partir de sus torsos presionados juntos.

A pesar de lo áspero y severo que trataba de ser la mayor parte del tiempo, Raphael no dejaba de ser un ángel y en muchas ocasiones temía lo que hubiese significado ser una criatura ingenua como las había visto en el Cielo. Cómo habría sufrido sucumbiendo a aquellos encantos demoníacos del que le sostenía, su coquetería por naturaleza y sus mentiras. Cómo se habría desgarrado el corazón al intentar encontrar en ellos algo de amor cuando yacieran de aquella forma.

Por supuesto, a él le consolaba pensar que no era así en absoluto. Más le valía no serlo.

—Una reputación– repitió en un jadeo, con una risa cargada de ironía. No comprendía la tozudez de Fell, encaprichado por tenerle a pesar de que no podía ser de aquella forma de cara a la galería, a pesar de que para él sólo era una estúpida aventura— ¿Y no crees que sería mejor no hacerlo? Recordarlo.

Azirafell encaró una ceja a la vez que jadeó, dejando de mover a Raphael sobre su cuerpo. Alzó el rostro para mirar al arcángel y fruncir el ceño.

— Quiero que pienses en mí todos los días y a todas horas, angelito. Que recuerdes quien te llega, y quien está a tu lado para... — Fell pasó la punta de su lengua por sus labios, humedeciendolos de manera nerviosa, dándose cuenta de lo que parecía aquello. — ¿No te sirve simplemente que estemos bien así? ¿Que nos divirtamos mientras pecamos en el deseo carnal, Raphael?

La selección de palabras del peligris removieron algo en la mente del aludido, que siempre tenía presente pero que en ocasiones se esforzaba por olvidar.

—¿Tú... tú te oyes? –le abordó al enfrentar también la mirada de Fell, con un resoplo de incredulidad— Pecar, deseo carnal...

Raphael se pasó una mano por el rostro con cierta exasperación, levantándose de aquel lugar, como saliendo de la embriaguez de la propia debilidad que le provocaban sus emociones, tras un balde de agua fría que le esclareciese el juicio.

—Soy un estúpido. Eres un demonio. Y te esfuerzas en tratarme como a otro de tus estúpidos vicios– Habló, alargando la mano hasta sus pantalones, que aguardaban en el suelo— Puedes tener lo que quieras, desquitarte con lo que quieras. Y, aún así, te obsesionas en arrastrarme a mí contigo, en poner en riesgo todo lo que soy sin importarte lo más mínimo.

Cuando se enfurecía siempre tensaba los labios de aquella forma, y resoplaba por la nariz. No fue distinto mientras se recolocaba aquellas prendas inferiores. Raphael dió un tirón del inicio de sus pantalones para poder aproximarlos al cierre como era debido, prefiriendo volver a refugiarse en su deber y no en su preferencia.

—¿Este jueguecito egoísta engrandece tu ego de alguna forma porque es más arriesgado que simplemente ir a follarte a algún demonio?

Fell se había quedado quieto en el sillón, observando como Raphael simplemente, le abandonaba, dejándole completamente en la necesidad. Su lengua rozaba la cara interior de su mejilla, tratando de comprender lo que el arcángel trataba de decirle.

— No me atraen los putos demonios, Raphael. Joder, ¿qué coño te pasa ahora? Siempre quieres, terminamos y acabas radiante. Y, — gruñó por lo bajo, levantandose del sillón para colocarse la ropa interior y los pantalones, gimoteando cuando tuvo que cubrir su aun notable erección. — hoy me dejas con las pelotas azules. ¿Sabías que esto no es sano?

Fell revolvió su propio cabello mientras resoplaba. Alzó la cabeza y contempló a Raphael, lejos de él.

— Si ahora te quieres poner mojigato, y rezarle a San Pedro, adelante. — el peligrís se acercó al arcángel y le señaló, clavando ligeramente su dedo en la piel expuesta de su torso. — Me vas a rogar por una mamada. Recuerdalo, angelito.

Raphael guardó un silencio pesado mientras le oía, su ceño fruncido se pronunció en una mueca de ligera perplejidad. Le sorprendía la distancia que había entre sus intereses, lo lejos que quedaban sus complejas emociones y su enredo constante de Fell, cuyo principal problema era no correrse aquella noche. Sus orbes castaños se clavaron en los celestes al frente, manteniendo la mirada en su semblante.

—¿Eso es todo? – le bufó, acomodándose el cinturón.

Dió un lento asentimiento con los labios fruncidos, dejando que la decepción pasase por su cuerpo. No por la respuesta de aquel, sino hacia sí mismo, por haber olvidado la realidad del asunto entre ellos. Verdaderamente había sido ingenuo, pensando que tal vez pudiera haber alguna buena intención detrás de Fell y del engañoso agarre de sus brazos a su alrededor. Cuando dejaba sus emociones fluir, Raphael sentía que llegaba a esperanzarse e idealizarlo tanto que, en el instante en que el demonio volvía a abrir la boca, parecía encarar a un completo desconocido.

—Largo de aquí– Retiró la mirada con desagrado y dió un severo gesto con la cabeza hacia la puerta— No quiero volver a verte. Si lo hago, nadie sabrá que llegaste a existir.

Le clavó los ojos una última vez, sentenciando aquel encuentro con una amenaza definitiva.

— Bien. Perfecto. Me largo de... Esta aura angelical antes de que se me engarrote un miembro y esté cantando junto al coro de Dios como tu.

Fell llevó sus manos a los bolsillos del traje, asegurándose de no haber dejado nada de lo que portarse, y que debía de llevar allí abajo. El demonio alzó su mirada y enfrentó a los ojos oscuros del arcángel, pasando por su lado para salir.

Un roce. Ese mínimo roce entre sus brazos le hizo parar unos segundos, girar su rostro y cerrar los ojos para inspirar aquel ligero aroma que desprendía. El único recuerdo que parecía que podría llevarse de Raphael en mucho tiempo. Mordió su labio inferior con frustración, retomando el paso hacia la salida, cerrando la puerta tras él con un gran golpe, para luego simplemente, desaparecer. 



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By @Yuukivic  y yo

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