La Amante de mi Esposo (ℭ𝔞𝔪...

By angelXXVII

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+18 (fanfic hot) Camila Cabello va tras la supuesta amante de su esposo para exigirle explicaciones. Lo que... More

Presentación de los personajes
01 • Treason
02 • Overcoming
03 • You again?
04 • (L) The Biggest Mistake
05 • Camila Mendes
06 • Jaguar's Agency
07 • You're Welcome
08 • From Home
09 • (F) Sweetest
10 • Bets and Surprises
11 • (F) Without
12 • The pression
13 • Good and Hot Blackmail
14 • (L) All Night
15 • (C) She Loves Control
16 • Revenge
18 • Charlotte
19 • (L) Take a Shower
20 • Hackers
21 • Loyalty
22 • Meeting
23 • Karla Camila
24 • Miami Beach
25 • (F) This Love
26 • Discovery
27 • Precipitation
28 • Playing dirty
29 • (L) Lustful desire
30 • November 25th
31 • If there's love...
32 • Fifteen minutes
33 • (L) Tokyo
34 • Gift
35 • (C) Leash
36 • Christmas Night
37 • Alexa Ferrer
38 • Back to Black
39 • (L) Solutions
40 • Last Piece
41 • (L) Table
42 • The Judgment
43 • Santa Maria, Cuba
44 • Michael's Promise
45 • (F) My Husband's Lover
(L) ESPECIAL 1 MILLÓN DE VIEWS

17 • Lauren's back

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By angelXXVII

•°•°•

Cuando un funcionario se ausenta, sea cual fuera el motivo, el departamento responsable de ese empleado lo siente. Algunos empleados asumen una doble responsabilidad, otros se desesperan al ver que la actividad es exclusiva del responsable, equivocadamente, porque es el único que sabe hacerlo.

Y cuando la dueña de, en palabras más sencillas, un imperio, se niega a presentarse en un día laboral útil, toda una agencia se resiente de su ausencia. Ya seas guardia de seguridad, limpiadora, responsable de RRHH o incluso modelo, si la persona responsable de tu salario y de las decisiones más importantes de la empresa no se encuentra bien, automáticamente se produce el caos.

De este modo, la morena se dirigía con pasos apresurados hacia el piso superior. Tras dos semanas en su colonia de vacaciones en Francia con su esposo, acababa de regresar en un momento en que las cosas estaban divididas en Jaguar's. Por un lado, la contratación de la modelo cubana "perfecta" se había producido sin su ayuda, así como el contrato con la "Trinidad". Jaguar's Agency había puesto un pie en el mercado mundial al conquistarlo. Sin embargo, siempre estaba a un paso de retroceder con dos, ya que lo que crece rápidamente tiende a retroceder al mismo ritmo, cuando se cometen errores simultáneos.

— ¿Lauren? — en lugar de llamar a la puerta, la golpeaba con la rabia que sentía tras visitar la empresa de su jefa.

En todos sus años, como su asistente personal, nunca había experimentado un comportamiento semejante. Digo, ¿Faltar al trabajo, siendo Lauren la única intermediaria directa para que las cosas no se descontrolaran en la institución? Era inaceptable.

— ¡¡¡ABRE LA PUERTA!!! — utilizó ambas manos y el resto de la paciencia que había adquirido durante las vacaciones para llamar la atención de la magnate. Por fin, Olivia volvía a insertarse en el mundo de los negocios. — LAUR...

A punto de patear la puerta de madera, la ojiverde acudió a su llamada, evitando accidentes y otras cosas que ocurrirían si no cumplía con lo ordenado. Sus esmeraldas se hicieron más visibles al ensanchar los ojos y observar, por primera vez, el nerviosismo de Olivia. La mujer casada nunca había sido de las que discutían o hablaban alto; al contrario, algunos la comparaban con Keana, ya que a menudo era demasiado gentil, utilizando siempre palabras formales y educadas.

— ¿Rodrigo? — casi se le cae al suelo el móvil que sostenía. — Tú...

— ¡¿Qué crees que estás haciendo, Lauren?! — Como un huracán, avanzó hacia Lauren, que dio un paso al costado. Olivia dio un portazo. Luego apuntó con el dedo a la nariz de la dueña de la agencia de modelos. — ¿Quieres arruinarlo todo? — gesticuló desesperada. — Tenías una reunión con la empresa textil brasile...

Ella gritaba desesperada a Michelle hasta que desvió la atención por un momento, mirando a su alrededor y viendo botellas de bebida esparcidas por el suelo, un piso desordenado y a una Lauren en chándal y camiseta blanca.

La asistente se calló de inmediato, incrédula. Volvió a mirar a su alrededor para asegurarse de que no se había equivocado de residencia, pero desgraciadamente no era así. Este era el piso de la poderosísima Lauren Jauregui.

— Lauren... — Olivia podía hablar tres idiomas, pero en aquel momento no le vino a la mente otra palabra que no sea el nombre de la otra mujer.

— Es que yo... — bajó la cabeza, incapaz de completar la frase al sentirse avergonzada por la forma en que se había presentado a Olivia. De hecho, no la esperaba allí. No después del mensaje que le había enviado por la mañana, explicándole que no se encontraba bien y pidiéndole que no viniera.

— ¿Tú...?

Nuevamente, intercambiaron miradas en completo y vergonzoso silencio.

— Que es... — la midió de arriba abajo. — ...esto... ¿Qué es esto, Dios mío? — se susurró a sí misma. — ¡EXPLÍCAME QUÉ ESTÁ PASANDO AQUÍ, LAUREN!

Olivia Rodrigo se encontraba horrorizada, porque aquella imagen desastrosa representaba mucho más que una mujer abatida, representaba que la magnate Lauren Jauregui se había rendido a algo, estaba desesperanzada e intimidada. Así que, si antes su imponencia contagiaba a su equipo como para ofrecer resultados inimaginables, probablemente su impotencia les desanimaría de igual manera. Aquello que comandaba de manera absoluta, tiende a retroceder con los gobernados cuando se cometen errores. En otras palabras, tener de esa manera a Lauren Jauregui significaba que el poder de una institución decaerá.

— ¡Respóndeme, Lauren! — Dejó caer su bolso de diseño sobre la mesita del desordenado salón.

Y si Lauren había cerrado todas las cortinas del balcón y apagado las luces para mantenerse en un ambiente cálido y oscuro, con tal de que nadie viera sus profundas ojeras moradas, su nariz roja y su cara de resaca, había fracasado miserablemente.

— No tenías que estar aquí, Rodrigo. Vete a Jaguar's, inmediatamente. — fue lo que dijo después de soltar tres carraspeos con el puño sobre la boca y recogerse el pelo castaño en un moño.

— Oh, ¿no debería estar aquí...? — arqueó una ceja, sonriendo sarcásticamente. — ¡No debería estar aquí del mismo modo que tú deberías estar en tu agencia, pendiente de tus reuniones, de tu equipo que está a un paso de salirse a los golpes y de las cuentas que no cuadran con la reserva de capital que tenemos! — por poco no se descabellaba. — Malversación de fondos, desaparición de archivos importantes, cancelación de servicios con la empresa de contabilidad y tú... ¡Estás bebiendo y tienes resaca! — Volvió a apuntar ferozmente con el dedo a la cara de la ojiverde. — Por cierto, me quedé fuera quince días y descubro que estás pagando 20 mil dólares a una modelo principiante, aceptaste un retraso en el pago por parte de los empresarios latinos para ganar un porcentaje por encima, con intereses...

— Acepté porque me lo pidieron y sería rentable...

— ¿Rentable en qué circunstancias, Lauren? — la interrumpió. — Si pasamos cinco meses sin recibir nada, ¡no tendremos dinero ni para comprar el café en polvo que usan en tu taza! — Jauregui tragó saliva mientras Olivia continuaba sin cesar: —¡Porque nuestro activo corriente está por debajo, mientras que nuestro pasivo corriente no hace más que aumentar! ¡Ya no estamos consiguiendo equilibrar nuestros gastos con nuestros ingresos, Lauren!

— Tú...

— ¡¡¡¡Nuestro MPL se desplomó un 30% desde entonces, lo que significa que nuestras acciones son un 65% más baratas en el mercado!!!! Tu agencia va a la quiebra, Lauren, ¿y me mandas un mensaje a las diez de la mañana diciendo que no vas a trabajar porque no te encuentras bien? — lo dijo todo de un golpe, al final, parando para respirar hondo, para recuperar el aliento. Una vez que lo consiguió, continuó: — El balance de comprobación muestra lo que necesitas recaudar en las próximas dos semanas para evitar cerrar las puertas al no pagar tus impuestos y facturas.

— Estás exagerando...

— ¿Lo estoy? — Volvió a usar y abusar del cinismo. — ¿O no has mirado los documentos?

— Eso es imposible. Revisé todos los documentos que trajo Ariana anteayer. — Se dio la vuelta y se dirigió al sofá más cercano, donde probablemente se sentaría porque se sentía cansada y mareada después de pasar la noche en vela.

— ¿¡¡Realmente lo miraste o estabas ocupada teniendo sexo!!! — Volvió a cerrar la cara, cruzándose de brazos. Sin alternativas, no podía medir lo que decía, se sentía tan enfadada.

— ¡Nunca confundiré mis compromisos, Rodrigo! — Se tumbó exhausta en el sofá, mientras los gritos de Olivia estimulaban su dolor de cabeza.

— Y esas marcas moradas en el cuello, ¿eh?

Al replicarla, trajo alivio al pecho de Lauren, ya que por un momento había pensado que todo el mundo estaba ya al corriente de su supuesta aventura con la modelo casada. Entonces, si Olivia estaba preguntando, significaba que Camila y ella estaban haciendo un buen trabajo ocultando su sexo sin compromiso.

— ¡¿De verdad vas a quedarte mirando al techo y fingir que no está pasando nada, Lauren?!

Olivia no se rendiría. En primer lugar, porque conocía la ambición de Lauren por mantenerse en lo más alto. En segundo lugar, porque verla cabizbaja afectaba directamente a la forma en que su trabajo como asistente personal sería visto en los medios de comunicación, si alguien la fotografiaba así. Combinando lo útil a lo agradable, sintió que era su papel reanimar a la mujer de treinta y seis años.

— Señor... — murmuró, poniendo los ojos en blanco, al ver que los párpados de la empresaria caían al suelo, tan sutil, como una pluma. Michelle parecía agotada, así que una siesta parecía ser suficiente para que descansara y que su cabeza dejara de palpitar de dolor. — Lauren. — caminó apresuradamente en su dirección, agachándose y, respectivamente, sacudiendo ligeramente su cuerpo. — ¿Por qué estás así? — agarrándola del brazo derecho, donde volvió a tirar de él. — Por favor, Lauren... Todo el mundo te necesita para que las cosas vayan al 100% en la agencia... — con un tono de voz más bajo, Olivia gimoteó. — Hemos perdido el acuerdo con la empresa textil, ahora estamos perdiendo accionistas... Y todo eso en un maldito día en el que decidiste no presentarte en Jaguar's...

— Yo... — suspiró derrotada. — Hoy no tengo ganas de ir ni de pensar en mi agencia. Lo siento, Rodrigo.

— ¿Por qué?

— Porque no me encuentro bien. — Le dio la espalda a Olivia, soltando el brazo que su asistente tenía sujetado. — ¿No puedo sentirme mal, como cualquier otra persona en el mundo, por una vez en la vida? — su voz salió amortiguada porque tenía la boca sobre el cojín negro.

— ¡Porque hasta entonces eras tú la que pensabas y llamabas a eso de tontería y de ser un debilucho! — siseó. — Lo definiste así a Lovato cuando pidió cinco días para recuperarse de su divorcio y dijiste lo mismo de Willians cuando tuvo aquella crisis de dos semanas después de que la asaltaran.

— ¡Basta! — Se tapó los dos oídos con las manos. Por Dios, si su asistente le gritara una vez más, Lauren estaba segura de que le estallaría el cerebro.

— ...¡¿Y ahora que tu empresa más te necesita, decides beber y tumbarte en un sofá?!!! — se sintió sin aliento y al mismo tiempo segura, por lo que estaba sacando fuerzas para enfrentarse a su jefa. — ¡¿Crees que hay cosas más importantes que el sueldo que pagas a tus funcionarios y tu carrera?!

— ¡No! ¡Tú sabes que no!

— Eso es lo que parece, ¡al huir de tus responsabilidades como una perdedora!

Lauren abrió los ojos, furiosa. Sintió un fuerte ardor en la garganta, y esta vez estaba segura de que ya no se trataba de una simple náusea provocada por las bebidas, sino por la forma en que estaba siendo regañada por una empleada. Sí, en su difícil mente, nada era más vergonzoso que ser regañada por un inferior. Vergonzoso, pero necesario. Pensó. Olivia era su asistente personal, no su socia, pero mismo así estaba actuando como tal, entregándose de cuerpo y alma a la empresa de su padre. Su actitud despertó, por fin, la conciencia de Lauren.

— ¿Qué día es hoy? — la morena se levantó preocupada, buscando en su bolso el móvil para comprobar la fecha.

Sabía que había un día concreto en el que Lauren, de luto, se ausentaba de sus responsabilidades. Jamás se perdonaría a sí misma si estuvieran "en el día", más aún por haberle gritado a la otra mujer.

— Dios... ¿Dónde está esa mierda? — murmuró nerviosa.

— No, todavía no es el 25, Rodrigo. — Jauregui se armó de valor y se levantó con gran dificultad. — Es solo un mal día. Eso es todo. — O mejor dicho, una mala noche. Lauren se corrigió rápidamente en pensamiento. — Dios, ¿puedes traerme unos analgésicos del armario? — Se masajeó las sienes con movimientos circulares. — Me duele mucho la cabeza. Argh...

— Por supuesto... — le dedicó una sonrisa esperanzada al ver su reacción. — ¡Mejor! Ve a darte una ducha fría mientras te preparo un jarabe anti resaca. — Lauren asintió. — ¿Bebiste mucho de madrugada?

— Un poco. — dijo, poniéndose las chanclas, con un aspecto decaído y diferente al que Olivia y todos los demás estaban acostumbrados a ver. — No volverá a ocurrir. Te lo prometo.

— ¿Y cuál era el motivo? — Ahora en la cocina, Olivia buscaba los ingredientes para su té casero.

— No fue nada. — Lauren se iba deshaciendo de las botellas de cerveza que había dejado tiradas por el suelo y la alfombra del salón.

— Te conozco, Lauren. — la miró brevemente.  — He trabajado contigo durante cinco años, te vi superar un divorcio sin derramar una sola lágrima, también te he visto pasar por situaciones horribles, y ni por eso perdiste la cabeza emborrachándote toda la noche.

— Te dije que fue un desliz, un error mío. Ya estoy bien. — Volvió a bajar la mirada, avergonzada.

— ¿Te sientes presionada por la situación en Jaguar's? — Vertió agua en la jarra. Luego la puso sobre la placa.

— En cierto modo, sí, todos estos asuntos me están volviendo loca... — Se dirigió hacia el dormitorio para recoger algo de ropa decente antes de entrar en el cuarto de baño.

— ¿Qué es entonces? — alzó la voz, siendo que había unos metros entre la cocina y la habitación de Lauren.

— ¡Nada, Rodrigo! ¡Nada! — Sin ninguna ropa en la mano, apareció Lauren, dándose palmadas en el cuerpo como si estuviera estresada. — ¿Podrías olvidarlo? ¡Ya estoy de pie como querías! — Lauren la miró enfadada por primera vez.

— ¿Y por qué estás tan nerviosa?

— ¡Porque estoy con dolor y me estás interrogando! — pisoteó el suelo como una niña mimada de cinco años.

— ¡Porque quiero y necesito saber qué está pasando para que estés así de repente!

Se instaló el silencio en la cocina. Lauren se preguntó si debería o no abrirle su corazón a su fiel asistente, mientras se miraban fijamente. Jauregui pensó que no tenía el deber de hablar de algo que ni ella misma estaba segura de estar sintiendo. No sabía si eran celos, fastidio o simplemente egoísmo, porque no quería compartir a Camila con otras personas. Pero que la mantuvo frustrada durante toda una noche, tomando docenas y docenas de botellas de cerveza. Las pruebas estaban por toda la casa.

— No vas a rendirte, ¿verdad? — Olivia endureció la mandíbula, negando con la cabeza. — Vale.

— ¿Vale...? — la mujer casada frunció el ceño. — ¿No vas a decírmelo?

— No. — Se dio la vuelta, sobre todo porque necesitaba encontrar un atuendo decente que ocultara las marcas de su cuello y un accesorio moderno que cubriera sus ojeras y sus ojos rojos carcomidos por el cansancio y el sueño.

— Lauren... — la amenazó con un tono serio.

— Es la una de la tarde, Rodrigo. Seguro que has venido sin comer. Elige un sitio bonito para que vayamos a almorzar.

— Es por alguna mujer que estás así, ¿no?

Jauregui se quedó paralizada en medio del salón, sintiendo que un escalofrío le recorría la espina dorsal.

— No. — se giró para mirar a Olivia. — ¡Claro que no!

— ¿Quién es? — Ella se humedeció el labio inferior, esbozando una sonrisa maliciosa mientras cortaba el jengibre.

— ¿Cómo qué quién es, Rodrigo? — se rio incrédula, incluso un poco nerviosa, sacudiendo las manos y la cabeza. — Y luego soy yo la que no está bien de la cabeza...

— ¿Quién es, Lauren? Puedes decírmelo... — su tono era duro, petulante, al igual que su disimulada sonrisa. — Si no es la agencia, si no es tu padre... Solo hay otra cosa en el mundo que te desestabiliza y llama tu atención.

— Mira, Rodrigo. — mostró la señal de "alto" con la mano. — Sé que como mi asistente personal, tienes la obligación de ocuparte de mi vida, pero eso no significa que quiera que te ocupes de todo, significa que tu trabajo se limita a mi vida social en los medios de comunicación. Por lo tanto, no quiero hablar de mis asuntos personales. — Sus fosas nasales se inflaron. — Terminamos este asunto aquí y ahora.

— Seguro que es una mujer. Vamos, Lauren. ¿Te llamó Alexa? — se burló, haciendo que los nervios de la mujer le saltaran por los brazos y el cuello.

— ¿Alexa? — la miró con desprecio. — Por favor, Rodrigo... — se rio burlonamente. — Mírame a ver si tengo pinta de volver a algo que decidí dejar en el pasado.

— ¿Quién es entonces? — Olivia insistió.

— No te importa.

— ¿Es la mujer que te marcó el cuello?

Una vez más, Lauren vio cómo se le hiela la sangre en las venas.

— ¿Por qué piensas eso?

— Porque nunca dejaste que nadie te marcara. — esbozó otra de esas sonrisas maliciosas. — Si ella lo hizo... Es porque seguramente es más especial que las demás.

Y lo era.

Camila era única de pies a cabeza para la magnate. Desde el rizo de su pelo castaño, hasta los moldes perfectos de su cuerpo. Su aroma, el sabor de su beso. En aquel momento, Lauren se perdía en la conversación, pensando en la infinidad de características que diferenciaban a Camila de todas las demás mujeres con las que se había acostado. Soltó un fuerte suspiro. Michelle no sabía si era por el carácter mandón que la otra tenía. No entendía si era por su lado travieso, pero al mismo tiempo decente. Los gemidos, el tacto, el sabor. La piel, la voz, el agarre. Exactamente, cada detalle, físico o no, la sacaba de su zona de confort, todo para intentar entender de una vez por todas por qué se sentía tan atraída por una mujer casada, alias su modelo.

— ¿Hello? ¿Todavía estás ahí? — agitó las manos, riéndose disimuladamente del estado de trance en la que entró su superior, después de su afirmación. — Sea quien sea esa chica, se te clavó bien duro, para que estés en las nubes.

— Voy a ducharme. Con permiso. — Tragó en seco.

— No quiero que estés bebiendo por mujeres mientras Jaguar's está por el borde del precipicio, Lauren. — le avisó, conteniendo la risa mientras casi termina de preparar el té de jengibre para Jauregui. — Ahora que estoy aquí, estaré vigilándote a ti y a tus relaciones. — bromeó.

— Ya te dije que no se volverá a repetir, ¿¡Podrías dejarme en paz y olvidarlo!? — se marchó en dirección al baño principal, sin importarse con su ropa ni su ropa interior.

Al fin y al cabo, para Lauren, ir por la casa envuelta en una toalla le parecía menos embarazoso que enfrentarse a Olivia en aquel momento. Sería menos embarazoso que explicar el motivo de su dolor de cabeza durante las últimas veinticuatro horas.

. . .

Lauren Jauregui P.O.V.

Yo generalmente bromeo diciendo que dos toros no pueden estar en el mismo evento por el riesgo que someten al torero. Es prácticamente imposible esquivar a los dos o intentar controlarlos, saliendo sano y salvo, al mover el capote rojo.

Hace siete años entré en el campo de batalla para dirigir un espectáculo. Con bastante experiencia por los años de aprendizaje que adquirí con mi universidad y con Michael Jauregui, fundador de lo que hoy es Jaguar's Agency, he llegado a aportar entretenimiento al público y capital a los colaboradores. He ido perfeccionando el legado de Michael, convirtiendo su empresa en la mayor en el mercado, de agencias de modelos, del Estado, sobre todo ampliando sus valores e insertándola a nivel global.

Durante años, y con mucha dedicación, he estado calculando y aprendiendo de las palizas que recibí de la industria de la moda, o mejor dicho, de mi toro. Palizas capaces de arrancarme hasta el último dólar del bolsillo y despojarme de toda la dignidad que mi padre había construido con celo.

Cuando acepté el mando de un imperio, al igual que un torero, acepté el peligro que me proponían, por el puro placer de la adrenalina y el reconocimiento. Fueron años, sobre todo al principio de mi jornada, recibiendo amenazas de muerte con cada evento que completaba o cada contrato que firmaba. El crecimiento de Jaguar's era sinónimo de peligro para las empresas que ya estaban al frente del mercado, a su vez, sin ninguna innovación y muy cómodas en sus posiciones. A base de mucho trabajo, me esforcé día y noche, cerrando eventos baratos, ganando clientes mediocres, con tal de alcanzarlos, como un principiante hambriento. Sin embargo, los ingresos no acompañaban: uno de sus eventos recaudaba cinco veces más que mis eventos más rentables. Así que invertí fuertemente en marketing, activos no corrientes y un equipo comprometido a darme resultados, pero seguía sin parecerme suficiente, eso porque había empezado mal, pensando que podía hacerlo sola.

Y si realmente quería vencer a mi toro, domarlo, tendría que hacer como ellos, tendría que entrar de una vez por todas en el Oligopolio y unirme a los más fuertes. Era tan básico, solo había que seguir la ley de la supervivencia.

Pensando en eso, la propuesta del multimillonario Sr. Fonsi y sus aliados, llegó tras cinco meses de estatización total de mi negocio, cuando casi cerrábamos las puertas, y como resultado de un importante esfuerzo de todo mi equipo por encontrar y negociar el ansiado contrato que me devolviera al cuadrilátero.

— Cómo eché de menos este lugar... — Olivia jadeó y se deshizo en cumplidos, ajustándose el cárdigan beige para cubrirse los hombros.

Cintas con los colores de la bandera italiana colgaban del techo, ramas secas con limón siciliano estaban esparcidas por la mesa, y la decoración, que era más que encantadora, acurrucaban los clientes del lugar. Pallet's Italian era el nombre del establecimiento, gloriosamente blasonado en el cartel sobre la puerta de entrada. Era ridículo que estuviera tan cerca de mi piso, pero que si no hubiera sido por la insistencia de mi asistente, nunca habría ido allí ni habría escuchado su nombre.

— Te encantarán la Focaccia y la Muffuletta. Son las mejores.

Como buen diner americano, en cuanto Olivia abrió la puerta, se escuchó el tintineo de la campana, donde indicaba la llegada de los clientes. El local no estaba muy lleno para una tarde de viernes. Así que, mi asistente eligió una de las mesas cercanas a la ventana que daba acceso a la calle principal, concretamente a la hermosa puesta de sol de nuestra ciudad.

— Buenas tardes. — Llamé la atención de una de las funcionarias, que llevaba uniforme y un delantal estampado, lleno de detalles que indicaban símbolos culturales e históricos de Italia.

La rubia de grandes ojos marrones me miró atónita en cuanto se dio la vuelta. Y aunque nunca hubiera puesto un pie en esta cafetería, recordaba claramente la vez que la vi con Camila, delante de mi edificio, sujetando mi modelo para que se controlara.

— ¿Te conozco...? — Enarqué las cejas.

— No, no me co-conoces. — lo dijo con los ojos muy abiertos. — ¡Jamás te he visto en mi vida! C-con permiso... — Pasó de largo con tanta prisa, mientras agachaba la cabeza, que incluso chocó con mi hombro.

Debí equivocarme, pero en fin, qué buena cortesía para mi primera impresión...

Creo.

— Dios mío, ¿qué fue eso? — Riéndose de mi inexpresividad, Olivia se sentó en la mesa. — Ella reaccionó como si hubiera visto un fantasma.

— ¿Hay algo de malo conmigo? — Rodrigo movió la cabeza negativamente.

A pesar de las gafas oscuras entre la nariz y el pañuelo en el cuello, no creo que estuviera tan mal vestida como para provocar tal reacción, ya que mi ropa social estaba en buen estado.

Empiezo a mirarme y a olerme para ver si encuentro algo malo.

— Un momento... — se levantó rápidamente, haciéndome un gesto con el dedo índice para que me acercara. — Ah, sí... Se te ha corrido un poco el carmín.

— Oh... — Saqué el móvil para comprobarlo. Era cuestión de centímetros, pero como se notaba, tendría que arreglarlo. — Lo voy a arreglar.

Miré a mi alrededor y justo a la izquierda vi la placa que indicaba el bañero femenino.

— Rodrigo, ya ve haciendo los pedidos.

— Vale, ¿Qué vas a querer?

— Para mí, una Muffuletta, por favor. — Olivia asintió.

— ¿Quieres algo de beber?

— Tráeme una de las que prefieras, no conozco el menú de este lugar.

— De acuerdo.

Enderecé la postura antes de dirigirme al lavabo, percatándome de las miradas maliciosas que me lanzaban las cajeras y el personal de la cocina, mientras caminaba. Los analicé en la misma medida solo para verlos, en cuestión de segundos, agachar la cabeza avergonzados. Patéticos.

Solo había una persona en el mundo que no bajaba la cabeza en estos momentos sintiéndose intimidada.

Lo recordé mientras me humedecía el labio inferior. Después de humedecerlo, también me regañé en pensamientos. Creo que mis últimas veinticuatro horas pensando y martirizándome por ella hayan sido más que suficientes para que empiece a cuidarme de mis sensaciones.

"Es prácticamente imposible esquivar dos toros o intentar controlarlos, saliendo sano y salvo, al mover el capote rojo".

Pensé que aceptando el contrato con Luis, el empresario cubano, pondría fin a lo que me ponía en peligro dentro del cuadrilátero, es decir, el toro. Me alegré enormemente de cerrar el trato, pero no me di cuenta de que al aceptarlo estaría entrando en otro desafío, y lo que es peor, en un desafío del que desconocía las reglas.

— Oh... — Tras girar la manija, vuelvo a toparme con la camarera rubia de aspecto familiar.

Ella pasó con ambas manos cubriéndose la cara, como si se estuviera escondiendo, lo que en cierto modo me instigó a averiguar el porqué.

— Cielos... — fue lo que salió de mi boca después de verla allí dentro. Mis manos, a su vez, actuaron por impulso y cerraron la puerta. Era como si mi propio cuerpo reaccionara deseando una conversación larga y clara sobre lo que ella me estaba haciendo sentir.

Karla Camila vestía una holgada camiseta de viscosa a rayas, que la tenía sujetada con un cinturón negro, alrededor de su falda vaquera de cintura alta. Y en medio de esta hermosa aparición, tal vez la más hermosa de mi día, no me privaría de cortejarla, especialmente cuando tenía un atuendo que detallaba cuidadosamente el cuerpo de mi modelo.

Con mucha suerte, aún podía ver el brillo que emanaba de las pantorrillas de la cubana, muy probablemente debido a ese aceite corporal de rosa mosqueta que tanto me gustaba.

— Genial. — dijo ella, como siempre cruzando los brazos bajo los pechos y manteniendo ese semblante enfadado que me hacía perder el hilo, debido a su encanto.

— Hola. — dije con un hilo de voz, intentando controlar mis labios que siempre, repito, siempre se curvaban en una sonrisa automática cuando la veía así.

Camila era mi nuevo gran reto.

Ella llegó cuando menos lo esperaba, simplemente desordenando todos mis valores e ideologías. Las palizas que me daba con cada sermón desmedido, podrían ser tan brutales como en el mercado de la moda. Pero a diferencia de este problema anterior, extrañamente sentía cierto aprecio por Camila y su forma de ser genuina y a menudo grosera. Así que no me importaba la manera que fuera, con tal de conseguir calmarla al final del día, no me importaría poner dos toros en un mismo campo de batalla, es decir, ceder al fuerte sentimiento que me arrastraba hacia ella, aunque eso supusiera mi momentánea inestabilidad como líder de una agencia.

— Hola. —me devolvió el saludo, al parecer, se estaba arreglando en el baño.

Verla allí no hizo más que confirmar mi duda inicial: la camarera rubia era la misma mujer que había estado con Camila el día que apareció gritando delante de mi piso. Era su amiga, por lo que recuerdo de la discusión.

— Me estás siguiendo, ¿verdad?

El color de la camiseta con mangas de Camila contrastaba perfectamente con las zapatillas blancas que había elegido para la ocasión. Además, llevaba aretes medianos y pulseras plateadas en ambos brazos, aportando estilo y demostrando su personalidad casual al llevarlas. Y como la intención de Camila era el de sorprender a su mejor amiga en su día libre, se limitó a recogerse el pelo en una desordenada coleta, dejando a propósito que algunos mechones resaltaran el encanto y el formato de su rostro, sin cualquier pizca de maquillaje aparte del brillo de frambuesa que relucía en sus suaves labios.

— ¿Por qué iba a seguirte? — Como en un baile, di un paso adelante y Camila dio uno atrás. — No tengo tiempo para eso.

— No te hagas la cínica, Lauren. — Negó con la cabeza, usando ese tono áspero que me llenaba de excitación. — ¡Deja de hacerte la cínica por un minuto!

— No sé por qué me estás hablando así, Srta. Cabello.

Por muy frustrada que estuviera esa noche, pasando horas y horas pensando en cómo iba a tratar a Camila Cabello e intentar dar un paso en lo que se refería a la conversación sobre el "sexo sin compromiso", no fui capaz de cambiar mi tono para contestarle como debería. Y mucho menos interrumpirla.

— ¡Me estás siguiendo, Lauren! ¡No te hagas la tonta porque ya sé que lo estás haciendo! — Levantó las manos al aire como si se le hubiera acabado la paciencia. — ¿¡Qué, eh!? ¡¿Qué quieres?!

Así como no era mi culpa sentirme tan insatisfecha, no tenía forma de adivinar que Camila estaría en el club a cuatro cuadras de mi departamento. Si eso aliviara esta desafortunada casualidad, daría lo que fuera por poder retroceder en el tiempo y no permitirme salir de copas para despejar la mente, justo después de leer los duros mensajes de mi modelo.

— Srta. Cabello, siento informarle, pero desgraciadamente no puedo evitar que el destino nos ponga en los mismos lugares, ya que estoy aquí por pura e inevitable coincidencia. — Dije de manera sencilla, deslizando ambas manos en los bolsillos de mi pantalón. — Veo que tal vez necesites más días de descanso para mejorar ese tu temperamento.

— ¡¿Mi temperamento?! En serio, Lauren, tengo ganas de... — me enseñó las dos manos y las retorció como hace una persona cuando lava la ropa. Me encantaba cuando se veía así. — ¡Tengo ganas de renunciar para no tener que mirarte la cara nunca más!

Y la multa de dos millones me vendría muy bien si Camila tuviese el dinero para financiarla y si, a cambio, no me quitase un contrato de mil millones al marcharse.

— Genial, porque eso resolvería mis dos problemas. — Se me escapó.

— Perfecto. — Se acercó al lavabo, echando humo por las fosas nasales, y como un niño de seis años, se lavó las manos y las "secó" salpicándome agua encima, que estaba a su lado intentando arreglar mi pintalabios manchado.

— Tú no hiciste eso... — refunfuñé indignada, mientras miré las manchas de agua que dejó sobre mi traje.

— ¿La zorra que está contigo te manchó el pintalabios? — se detuvo a mi lado, arrancándome un largo suspiro y luego, escalofríos, al preguntarme de un modo tan serio y bajo.

— ¿Qué más da, eh? — Endurecí la mandíbula, arqueando la espalda.

— Nada. No me importa en absoluto tu vida privada, Lauren. — Respondió con extrema seguridad, y tuve que contenerme para no sellar nuestras bocas en el momento equivocado.

El carácter perseverante de Camila era mi punto débil. Un hecho. Nunca conocí a nadie que fuera así, y aunque lo hiciera, por alguna razón instintiva, siento que no me estremecería de la manera en que esta latina me estremece. Bastaba con que me mirara con esos ojos marrones, en una mezcla adictiva de encanto, furia y grandeza, para que me rindiera fácilmente a esa mujer.

— No respondiste mi pregunta. ¡¿Fue ella quien te manchó el pintalabios?!

Podría mentir y decirle que sí, que estaba saliendo con Olivia para ver si ese sentimiento frustrante la consumía de la misma manera que a mí, cuando me provocaba.

— No... — pero yo era la más débil y vulnerable en la discusión, no estaba aquí para buscar pelea, estaba aquí para arreglar el lío, para empezar algo mucho más interesante que una disputa verbal. — No, ella no me manchó el pintalabios.

— Entonces, ¿qué estás haciendo aquí con ella? Tendrías que estar trabajando, por lo que sé. — preguntó.

También necesitaba urgentemente averiguar cómo quitarme de en medio cada vez que Camila hipotéticamente me ponía contra la pared al hacer una pregunta, porque cuando menos lo esperaba, su boca me hacía perder la concentración. La mirada. Su forma de ser. De repente, todo volvía a reducirse a una sola cosa: besarla. Ella me estaba volviendo loca.

— Mi día no fue tan interesante. — Respiré hondo, intentando mantener la cabeza y los pensamientos en el lugar. — Mucho menos mi tarde después de lo que vi, Srta. Cabello. — Pero para cuando pensé en detenerme, ya había soltado lo que me afligía por dentro, y ahora iría hasta el final. — ¿Por qué no me hablas sobre tu día libre, hm? Seguro que has aprovechado el doble tu noch-

El ardor en mi mejilla izquierda ya era un dolor conocido. Camila me dio una bofetada.

— ¡No hables en ese tono de voz como si yo fuera una cualquiera, Lauren! — me señaló la nariz con el dedo índice, mientras mis mejillas adquirían un tinte rojizo. — ¡Porque haces cosas mucho peores y lo sabes muy bien!

— ¡Pero si no fui yo la que se ligó a dos personas anoche en un lugar público! — Intentando contener el escozor, me puse una mano sobre la cara golpeada.

— ¿Por qué, eh? — Camila me dedicó una sonrisa cínica. — Es poco, ¿no? Estás acostumbrada a cuatro o cinco, ¡y eso solo para el primer polvo de la noche!

— ¿Quién te lo garantiza? — repliqué— ¡¿Has estado alguna vez conmigo mientras estaba en la cama con otras mujeres?!

Camila tardó, pero dio un paso atrás. Inmediatamente, dejé de hablar, porque no quería intimidarla alzando la voz. Eso no estaba en mi carácter.

— No necesito estar para saberlo. — Cambió por completo el tono que solía utilizar al hablarme. — No engañas a nadie con esa tu cara de empresaria, de persona honesta, Lauren. De hecho, ¡tu reputación no te deja engañar!

— ¿Te molesta, Camila? — Me arriesgué, volviendo a mirarla a los ojos.

— ¡Nunca!

— Porque hablando así, me da la ligera impresión de que lo estás.

— ¡Que te jodan! — volvió a gritar, furiosa.

— ¿Con quién? ¿Con la chica que traje a comer?

Sabía que después de esa frase, la mano de Camila impactaría contra mi cara o mi pecho, golpeándome a su antojo. Por las dudas, me preparé para ambas posibilidades y la agarré por las muñecas, inmovilizándola. Cuando su cuerpo se quedó a escasos centímetros del mío, volví a sentir esa mezcla de adrenalina en el estómago, un escalofrío que más me envolvía en la situación de lo que me dispersaba.

— Déjame decirle algo, Srta. Cabello. — Susurré sin mover los labios, observando cómo sus iris conectaban con los míos. Estoy segura de que no fue intencional, pero la intensidad que puso en este gesto podría paralizar mis acciones. — Nadie más que tú me ha manchado el pintalabios. — Al escuchar esto, Camila dejó de forcejear.

— Oh, por supuesto... — mi cuerpo no tocaba el suyo, porque no quería nada más que su total atención. — Lauren... — se tragó lo que tenía que decir, seguramente después de humedecerme el labio inferior, porque ahora mi modelo lo estaba mirando.

— No me diste ninguna razón para querer a otra persona desde que llegaste a mi vida. — Ese perfume, ese intercambio de calor entre nuestros cuerpos, aunque estuviéramos separados, exactamente todo jugaba con mi cordura cuando se trataba de Karla Camila y la manera insana con la que respondía a sus gestos. — Ahora tú... — le solté las muñecas. — Te juro, Camila, que aún no entiendo qué te llevó a buscar a esa pareja en ese club.

— Tengo derecho a explorar mi sexualidad.

— ¿Pero no he estado haciendo un buen trabajo para ti en cuanto a eso? — Esbocé una sonrisa disgustada, dejando que mis manos vagaran por el aire mientras apretaba la mandíbula. — Dime, Camila. — Me rasqué la garganta con un carraspeo, temiendo su respuesta. — Dime que no te satisfago y que por eso te fuiste a buscar a otras personas por ahí y prometo dejarte en paz.

Juro que esperaba una dura respuesta de Camila en el momento en que la puse contra la pared. Pero en lugar de eso obtuve algo, si cabe, aún peor.

— ¿Te vas a quedar callada, Camila?

Ahora entrecerré los ojos, viéndola mordisquearse el labio inferior, mientras permanecíamos en una posición nada cómoda debido a nuestra distancia y el silencio. Sus mejillas enrojeciéndose, donde pude notar su tensión. Su pecho agitándose con cada respiración profunda. Sus ojos inquietos entre los míos o cualquier otro rincón de este baño.

— Te odio, Lauren.

— ¿Eh?

— Te odio por estar en todas partes. — Camila recuperó el poder del habla, murmurando sin mover los labios, mientras daba unos pasos hacia atrás, como si se dirigiera a uno de los cubículos de los retretes. — Te odio por saber siempre qué decir o hacer, por ser un puto fastidio y, por si fuera poco... — su misteriosa pausa me puso los pelos de punta. Así que moví la cabeza y la mano derecha para animarla a continuar. — Tú todavía...

Sus labios carnosos cubiertos de brillo, me estaban haciendo la boca agua, sobre todo porque permanecían entreabiertos mientras Camila pensaba en sus justificativas.

— ¿Todavía qué...? — Instintivamente me moví hacia ella, dejándonos a un paso de entrar en aquel cubículo y a un centímetro de sellar nuestras bocas.

Bajé la cabeza con mucha cautela, dispuesta a recibir sus labios en caso de que prefiriera iniciar el beso como respuesta, en lugar de seguir hablando. Pero Camila movió lentamente la cara, negando y mirándome fijamente. Estábamos solas, así que tuve la oportunidad de escuchar su tranquila respiración. El dulce olor de su perfume se me quedó grabado tanto como la caricia que comenzó a hacer sobre mi piel, en mi mejilla, con una de sus manos.

Después de este evidente muestra de afecto, tuve la certeza de que me esperaba una enorme confesión. Quizás no estaba sola en esto. Tal vez Camila también sentía algo diferente entre nuestros besos, caricias y tantas otras cosas. Y todo lo que ella tenía que hacer era hablar un poquito sobre sus sentimientos, que yo estaría enseguida allí, desahogándolos.

Camila volvió a abrir ligeramente la boca como si fuera a decir algo, y yo asentí con la cabeza, como un gesto no verbal para que continuara con lo que tan desesperadamente necesitaba decir.

— Creo que tenemos que dejar lo que sea que estamos haciendo, Lauren...

— ¿Qué? — El corazón me dio un vuelco y lo único que pude hacer fue abrir ligeramente los ojos, llevarme las dos manos a su cintura y apretarla contra mí.

— Fuimos demasiado lejos... — estaba destrozada, completamente diferente de la Camila explosiva de hace dos minutos.

— Mira... — Sujeté cuidadosamente su mandíbula con la punta de los dedos, haciendo que sus ojos marrones volvieran a mirarme. — Podemos hablar mejor sobre esto...

— ¡No, no, no! Hablar solo empeorará las cosas. No quiero más, Lauren. Se acabó. — Ella chocó su mano en el brazo que estaba apoyado en su pecho, tocando su barbilla. — Si de verdad quieres ayudarme... Aléjate de mí.

Alejarme...

Alejarme de Camila era sinónimo de paz y calma para mi psique. Mi vida monótona y aburrida volvería a su cauce, eso porque un toro dejaría el cuadrilátero y automáticamente me haría concentrarme en el otro animal, a lo que podría domarlo sin demasiadas dificultades ni aventuras.

Si ella al menos supiera el placer que siento por la adrenalina y las cosas nuevas, y que por eso sigo aquí, Camila se daría cuenta de que lo último que podría hacer en este momento crucial de mi vida, era justamente alejarme de ella.

Así que nunca pensé que lo diría con todas las letras, pero nunca me había parecido tan interesante tener dos toros en un mismo evento. Dos, tres, cuatro. No importa. No mientras ella se acueste conmigo y me haga olvidar de las palizas que eso me generaría.

— Me tengo que ir. — Pero esa mano sobre su cintura le detuvo el paso. — Lauren...

— ¿Por qué no quieres más? — pregunté justo después, donde las palabras salieron sin mi permiso.

— No quiero hablar. — Ella volvió a tragar saliva.

— No quiero ser una molestia, Camila, pero necesito saber por qué. — Prácticamente, supliqué en voz baja. — Por favor... Solo dime qué hice de malo...

— No hiciste nada malo. Es solo que ya no quiero. Créeme, es para nuestro bien.

No, no lo es. No para mí, al menos.

Pensé.

Pero si Camila tenía esa idea encerrada en su mente, no iba a ser yo quien, especialmente en el bañero de una cafetería, la convencería de lo contrario. Así que me limité a asentir, manteniendo una expresión neutra, sin mostrar el torbellino de sentimientos que me había tomado desprevenida tras aquella petición.

Cerca de la puerta, giré las llaves para abrirla, donde le doy a la latina una última mirada por sobre los hombros.

— Hasta luego, señorita. — ella me respondió con una sonrisa a medias, parecía apenada, pero mismo así me dedicó una sonrisa.

Entonces, salí inmediatamente del bañero, llevándome conmigo su silencio, su indecisión y decenas de cosas más que tendría que encontrar la manera de cambiar.

— Vaya, hasta que apareces. ¿Qué pasó? ¿Te encuentras bien?. — Olivia entrecerró las cejas, agarrando una servilleta, dispuesta a probar su Focaccia. — Todavía tienes la boca manchada... ¿Qué te fuiste a hacer en el baño?

— Solo pensaba.

La actitud de Camila era definitivamente rara. Anteayer casi durmió en mi casa, ayer durmió con dos personas y hoy renunció a nuestras noches. Claro que ella tenía todo el derecho a intervenir en lo que hacíamos en cualquier momento, lo sé, pero al menos tenía que dar una explicación decente después de volverme una adicta a su cuerpo. Era lo mínimo que me merecía por importarme.

— ¿Lauren?

Empecé a pensar en varias posibilidades de lo que pude haber hecho para dejarla de esa manera, aunque Camila haya progresado en muchos aspectos desde que está a mi lado, entre ellos el rescate de su autoconfianza y la autoestima. No recuerdo haberle faltado al respeto en ninguna ocasión, ni haber sido un fastidio, como para llevarla a tal decisión.

— ¿De verdad estás bien? — preguntó Olivia, con un tono explícito y preocupado.

— Sí, estoy bien. — Me senté a su lado, perdida en una burbuja de pensamientos.

El sexo no podría ser la razón, a menos que ella hubiera simulado todas aquellas expresiones de placer, todos aquellos gemidos y orgasmos. Es más, si el sexo fuera el verdadero problema, no lo habríamos repetido en días y horas diferentes, ya que Camila no se habría molestado en venir a mi piso a las once de la noche de un día laboral, escondiéndose de su esposo.

Vale, si no es el sexo, la convivencia o incluso una falta de respeto por mi parte, ¿qué otra cosa podría ser?

— ¿No te vas a comer la Muffuletta?

El esposo de Camila sería muy probablemente el punto que la haría dar marcha atrás, ya que me parece que sigue siendo el imbécil de siempre, sin tiempo, y sería aún más inviable de la personalidad de Camila perdonarlo para reiniciar la relación tóxica, justo después de que ella misma hubiera decidido que iba a vivir su vida, es decir, sin él.

— ¿Lauren?

Tampoco podría estar enganchada por el sexo de aquella pareja, ya que su noche duró menos de cincuenta minutos con esos dos, tiempo que utilizábamos para las preliminares, besándonos.

De todos modos, tenía que haber una razón y lo descubriría. Solo necesitaba más tiempo con Camila. Solo un poco más.

— Rodrigo, ¿Te acuerda de las propuestas de Carolina del Norte, Texas, San Diego, Detroit, Los Ángeles, Boston, Chicago, Atlanta y muchas otras...? — fue la primera alternativa que encontré para solucionar mis problemas, y como quien no quiere la cosa, tomé la servilleta para agarrar y darle el primer mordisco a mi bocadillo.

— ¿Sí...?

— Acéptalos. — ¡Un sabor delicioso! Olivia tenía razón. — Sin excepción. — Gemí de satisfacción mientras saboreo la verdadera culinaria italiana. La Muffuletta estaba divina.

— ¿Todos?

Tragué lo que estaba masticando con tanta devoción antes de contestarle.

— Ya me escuchaste. — me humedecí los labios, para solo entonces mirarle a Olivia. — Mientras que el pago de Luis no entra en nuestra cuenta, no puedo dejar a mi empresa con las manos vacías. Voy a traer algo de dinero en las próximas dos semanas.

— De a-acuerdo... — y si antes se había mostrado ansiosa, preocupada por mi desaparición, el ambiente había dado paso a una Olivia asustada, porque sabía que el calendario de alojamientos, entrevistas, reuniones y, sobre todo, la solicitud de transporte serían responsabilidad suya. — Y-yo...

— Sí, sí... Puedes volver a tu café. Luego llama a Ariana al móvil para que te ayude a organizarlo todo. Verónica y Demi pueden encargarse de la agenda del alojamiento si crees que eso te ayudará a terminarlo más rápido. También pueden encontrarse en la empresa si así lo prefieres.

— Sí, señora.

— Me gustaría irme si es posible, mañana, Srta. Rodrigo. Cuanto antes, mejor. — Mi asistente confirmó con educación. — Por cierto, dile urgentemente a la Srta. Cabello, la modelo principal, que la quiero en todos los eventos, conmigo.

— ¿Será tu booker? ¿Volverás con esa tarea? — preguntó boquiabierta, tras valorar la idea.

Ah... ¿Hace cuánto tiempo que no me encargo de ser el booker de mis modelos? Según mis cálculos y la falta de tiempo que tengo, mucho tiempo.

El Booker se encarga de gestionar los contratos y toda la burocracia relacionada con el trabajo de las modelos. Así que, debe negociar los precios y seleccionar a las modelos que los clientes deben analizar. No es que esta responsabilidad difiriera mucho de lo que venía haciendo desde que Luis se incorporó al negocio, pero el papel de intermediaria ya tenía una dueña prepotente, y lo estaba desempeñado muy bien Alexa durante sus siete años en la empresa.

De hecho, seguía siendo su trabajo gestionarlo.

Pero ahora no...

— Una hora u otra el mercado exige que trabajes el doble. — di otro bocado, observando discretamente cómo los ojos marrones de Camila me miraban con curiosidad, por detrás de la puerta del baño. Inmediatamente, volví a centrar mi atención en Olivia, para no perder el enfoque. — E insisto en acompañar mis negocios de cerca.

— ¿Esta modelo sabe lo de la cláusula de su contrato que la obliga a viajar por tiempo indeterminado? Porque odio explicar esas cosas... — resopló, dejando el aperitivo en el plato.

No podía evitar burlar el acuerdo que habíamos hecho en mi piso, el de no hablar de negocios durante las comidas, ya que Camila me obligaba a romper las reglas. No fue diferente en mi sala, y mucho menos en los bastidores y en tantos otros lugares inapropiados donde tuvimos contacto, y ella me había obligado a centrarme en sus necesidades en lugar de en lo más importante, que eran mis quehaceres. Olivia no era más que otra víctima.

— Puede que sí, puede que no... Hay muchas cosas que probablemente ella no sepa que existan, si no ha leído el papeleo con atención. — Le guiñé un ojo a Rodrigo, tratando una vez más de devolverle el buen humor y el espíritu de la firma, que la llevaron gritando a mi piso. — Y por desgracia... — También esbocé un pequeño puchero, fingiendo simpatía. — No puedo hacer nada. — Eché el pelo a un lado, usando y abusando de mi voz sarcástica para transmitir un falso tono de empatía. — Simplemente, llámala y pídele que se presente en la agencia mañana por la mañana, para nuestro primer evento. También quiero otras diez modelos que serán responsabilidad de Alexa.

— ¿Y nuestro equipo? ¿Quién va a ir?

— Haré una lista más tarde de los que participaran en esta serie de desfiles.

— Vale... — Olivia bajó la cabeza, aparentemente escribiendo en su móvil bajo el mantel. Debería estar avisando a sus colegas de mi cambio de planes. — Me gusta verte así... — dice con voz lujuriosa, dedicándome una sonrisa ladeada. — Esa es mi jefa. La Lauren que no desaprovecha las oportunidades ni el dinero.

— He vuelto, Srta. Rodrigo. ¿Y sabes quién puede contra mí cuando vuelvo a estar en la cima? — Miré a mi alrededor, observando de nuevo a Camila, espiándome desde la puerta tanto como su amiga, que hacía lo mismo, solo que sin discreción y directamente desde la caja, intentando escuchar lo que mi asistente y yo decíamos en voz baja, en un diálogo.

— ¿Y alguien puede contra ti? — Olivia me miró con una sonrisa incrédula en los labios, frunciendo ligeramente el ceño.

— No. Nadie. Ese es el chiste, porque nadie puede. — dije rápidamente, donde una sonora carcajada resonó de mi garganta, seguida de Rodrigo.

Una risa victoriosa de alguien que ya podía saborear la excepcionalidad de mi plan. Y yo estaba de vuelta. Estaba para ella, sobre todo para conquistarla nuevamente.

•°•°•



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