Acepta que nos hemos enamorad...

By LittleRadioactive

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¡Disponible en todas las librerías de México y Amazon para todo el mundo! ¡Ganadora Wattys 2016! Gracias por... More

Acepta que nos hemos enamorado.
Capítulo 2. "Recuerdos dolorosos"
Capítulo 3. "La despedida" parte 1
Capítulo 3. "La despedida" parte 2
Capítulo 4. "Rosa chillón y un nuevo amigo"
Capítulo 5. "Plan: huida rápida"
Capítulo 6. "Los Alfa y sus tonterías"
Capítulo 7."¿Mala suerte? Empezamos mal"
Capítulo 8."¿Corazón roto?"
Capítulo 9."El plan"
Capítulo 10. "La pequeña Amy"
Capítulo 11."Cristina esta de vuelta"
Capítulo 12. "Una chica de verdad"
Capítulo 13."Nada de chicos"
Capítulo 14."James West"
Capítulo 15."Me gusta un chico"
Agradecimientos.
¡Historia en Físico!
Libro es físico - aviso
El viaje de Gres.

Capítulo 1. "Recién graduada."

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By LittleRadioactive

—Courtney—

Las luces en las esquinas del auditorio comienzan a cegarme un poco. Las manos me comienzan a sudar y mis documentos comienzan a obtener un peso extra mientras siento las manos temblorosas gracias a los nervios. 

Me aclaro un poco la garganta mientras doy unos pasos más hacía en presidium y con una mano, intento desdoblar la maltrada hoja donde está escrito mi discurso de graduación. 

Dejo los papeles en el presidium y tomo fuertemente ambos extremos, como si estuviera recordándome que todo esto es real y que no tengo que hacer el ridículo.

Miro al frente, pero las luces enfocándome evitan que vea con claridad a las personas sentadas debajo del escenario. Sólo puedo ver sus siluetas.

Por unos segundos, intento visualizarme con mi birrete de graduada y la rara túnica negra, pero los nervios me lo impiden. Intento buscar a mi madre entre la gente, pero sigue siéndome imposible. Me aclaro de nuevo la garganta mientras miro las puntas de mis converse rojos y comienzo a prepararme mentalmente.

Es tu momento, Courtney. 

Pero creo que antes de seguir, tendría que resumir que fue lo que pasó en este año, antes de este momento, en el que Courtney Grant, una de las chicas con mejor promedio, fue escogida para que dijera el discurso de fin de año, así que...

Después de aquel triste día en que fue el baile de graduación, me la pase llorando dos días seguidos mientras intentaba seguir normal con mi vida, pero muy dentro de mí, sabía que iba a extrañar a Matthew aunque me obligara a decir que no. Tuve unas raras vacaciones en la playa en la que Justin y yo nos perdimos mientras íbamos en un grupo de turistas; Íbamos los seis caminando con el grupo de casi veinte personas, pero por alguna extraña razón, me detuve a ver una pecera llena de unos extraños peces cafés que parecían serpientes. Justin se acercó a donde estaba y quince minutos después, cuando ambos quisimos volver con el grupo, ya los habíamos perdido.  Estuvimos el día entero buscándolos e intentando regresar al hotel, pero lo único que conseguimos fue perdernos aún más. 

Al final del día, cerca de la media noche, después de discusiones con Justin y que el provocara que comenzara a llorar de miedo gracias a sus historias de chicas secuestradas, llegamos al hotel sin querer, en donde comenzamos a discutir de nuevo, pero mamá dijo que bajáramos al bar a divertirnos y olvidarnos del tremendo susto que habíamos pasado. Ellos se divirtieron, yo sólo estaba sentada en la barra viendo curiosamente mi bebida de colores.

Una semana antes de entrar a la escuela, Lucas nos marcó a Cristina y a mi sólo para gritar de felicidades mientras nos decía que sus padres le habían devuelto su motocicleta y que el viejo jetta sería cosa del pasado. Para su desgracia, el viejo jetta se volvió su mejor amigo después de chocar su motocicleta con un árbol para evitar atropellar a una ardilla que estaba en medio de su camino.

En ese año, las personas cambiaron demasiado, incluyéndome, claro; Lucas perdió el miedo al coqueteo con las chichas, pero su novia Stacey lo asesinaba con la mirada cada que intentaba coquetear con la chicas. Con el paso del tiempo, volvió a ser el mismo Lucas.

Cristina, ella no había cambiado ni un poquito, seguía siendo ella misma. Jennifer, la loca Jennifer, ella fue la que tuvo el cambio más grande en la humanidad: Dejo de usar minifaldas para usar vestidos de niña buena hasta la rodilla, zapatos de piso y ni una gota de maquillaje. Ya no presumía su manicura francesa ni sus bolsas de diseñador. Caminaba por la escuela como si quisiera ser ignorada, pero por su cambio, todos hablaban de eso. 

El día en que me sentaron con ella en la clase de Historia, se me ocurrió preguntarle el por qué de su cambio.

—Bueno, querida, el año pasado me di cuenta que Matthew Smith se enamoró de ti.—Explicaba.— Y tu te vestías muy mal para ser chica... en realidad te vestías como chico, pero eso no evitó que Smith se enamorara de ti, por lo que he decidido cambiar mi look por uno más casual.

En realidad era la cosa más estúpida que había escuchado, pero para ella era inteligente y audaz. 

En todo el año, intente centrarme más a los estudios y volverme otra vez la gusano de libros, por lo que jamás volví a ir a una fiesta. 

Otra cosa interesante que pasó, fue cuando Andrew y Connor fueron a mi casa a despedirse, ya que ese mismo día, ambos se irían a su lejana Universidad. Ambos me regalaron un libro... y se disculparon por la ausencia de Matthew, pero me dijeron la hora en que su avión salía hasta Inglaterra. Justo a las ocho de la noche.

Media hora después, llegó Peter a despedirse, pero con el fueron las cosas un poco diferente, ya que el intento hacerme saber que tenía su apoyo. Incluso me dio su número telefónico para cualquier cosa que necesitara.

Ese mismo día, cerca de las siete y media de la noche, tomé el valor necesario para marcarle a Cristina y decirle que me llevara el aeropuerto, que necesitaba ver a Matthew. No se negó, al contrario, enseguida dijo que sí y en menos de quince minutos estaba frente a mi casa.

Llegamos al aeropuerto a las ocho con veinte minutos y tuve que detenerme a ver la pantalla para ver en que puerta salía en vuelo de Matthew. 

Corrí como en aquella películas en las que el chico intenta detener a la chica, o al menos intenta despedirse antes de su largo viaje.

Corrí igual de rápido como aquella vez que me quede dormida y me fui corriendo a la escuela, pero igual como aquella vez, llegue tarde. Aunque Cristina me recordó que no había mi culpa, si el hubiera querido despedirse, lo hubiera hecho. Logré ver su espalda caminando por aquel pasillo que lo llevaría al avión. No me tomé la molestia de gritar su nombre para que me viera llorando y corriera a abrazarme, porque era verdad, si hubiera querido despedirse, lo hubiera hecho, pero el sólo se fue sin decir nada.

Regresé a casa como si nada hubiera pasado y Cristina y yo acordamos jamás hablar de aquel tema.

En casa, Maddie y yo habíamos hecho una relación como hermanas reales, a pesar de nuestras discusiones al conocernos.  Justin y yo casi no hablábamos, de hecho, nunca hablábamos. Nathan, el y yo también eramos los hermanos inseparables, o bueno, eso comenzó desde que me vio mal por Matthew. Steve y yo hablábamos de vez en cuando. Mamá y yo eramos como siempre; hablábamos con normalidad y cada que tenía tiempo gracias al trabajo, pero seguíamos teniendo confianza a pesar de que jamás le dije lo de la apuesta.

Intento deshacer el nudo de mi garganta. Suspiro y entonces comienzo a leer lo que escribí en la madrugada.

—Buenas tardes, personas presentes, mi nombre es Courtney Grant y tengo el honor de decir que  hoy se terminan aquellos tres años que para algunos fueron eternos y para otros cortos.—Levanto la vista para buscar de nuevo a mi mamá, pero lo único que consigo es que las piernas comiencen a temblarme.— Para algunas personas fueron los tres mejores años de su vida.. para otros, todo lo contrario. 

Intento buscar la parte que sigue, pero gracias a los nervios me pierdo y levanto la vista para improvisar y evitar quedar en rídiculo.

Ay no, la estupidez de Courtney regresa...Comienza a hablar antes de todos se burlen.

-¿Qué digo?

Una experiencia, una historia, un chiste, yo que coña voy a saber, eres tu la del discurso.

-Rayos, rayos, rayos...

—Mi madre me dijo que la preparatoria es una de las etapas en la que aprendes o pierdes.—los murmullos cesan.— Aprendes de tus errores o sigues tropezando con la misma roca. Y personalmente, yo aprendía a odiar la escuela.—Todo se queda en silencio.— Aprendí a odiar los lunes, levantarme temprano y todos los estereotipos que se escuchan en la escuela y a los chicos egocéntricos que te ponen el pie sólo porque eres su diversión matutina.—Comienzo a mirar a todas partes.— A este paso, varias persona creo que ya se dieron cuenta que gracias a los nervios, me perdí en la lectura de mi discurso y que ahora, estoy improvisando, pero, según las frases motivacionales que salen en las redes sociales, dicen que todo en ésta vida es improvisado.

Para mi sorpresa, se escucho algunas carcajadas y los nervios cesan.

— Y creo que eso es real, porque no todo lo planeamos. Y lo que planeamos nunca sale como queremos, pero eso, en estos momentos en algo contradictorio, ¿El por qué?—Me muerdo el labio.—Nos hemos visto obligados a elegir lo que queremos ser para toda la vida a la edad de diecisiete años, por lo que no podemos improvisar... tenemos que estar seguros, pero para eso, se necesita un largo camino de caídas y raspones en las rodillas. Y por experiencia propia, se que por más consejos que existan, hay lecciones de la vida que siempre aprendemos a la mala.—tomo aire— Es como aquella persona que toda su vida ha reprobado matemáticas o le desagrada química; intentará una carrera que no tenga esas materias. 

Por unos segundos, intento dejar los nervios atrás y fingir que estoy hablando con la pared, como la noche anterior intentaba hacerlo mientras intentaba encontrar las palabras exactas para el discurso.

— Pero también he aprendido, que el mundo está lleno de genios que creen ser idiotas porque siempre fueron malos en lo que se supone deberían ser buenos.—Sonrío.— Ya estamos la edad en la que tenemos que vernos por nosotros mismos, saber que lo que haremos es un error pero quizá estamos dispuestos a cometer ese error por el simple hecho de que va acompañado de cierta persona que tiene un raro efecto en nosotros.

Un vago recuerdo pasa por mi mente, el de aquella noche en la que Matthew y yo teníamos planeado hacer algo que al final, no resultó. Sonrío levemente intentando ser fuerte.

— Cierta persona me dijo que ya estábamos en la edad de cometer errores y de no verlos como error, si no como algo que queremos en el momento... pero también me enseño que si no abres los ojos desde un inicio, con el tiempo, comenzará a pesarte.—Miro al frente.—Muchas veces vamos a estar solos, intentando ser nuestro propio héroe mientras vagamos solos por ese pasillo de universidad tan desconocido. Muchos de nosotros aquí presentes, tendremos la oportunidad de ir a una buena escuela, terminar nuestro estudios, otros simplemente se irán por le camino fácil y andarán de fiesta en fiesta para que con el tiempo, vayan de casa en casa buscando al padre de su pequeño, gastando dinero en pañales en vez de boletos de conciertos y educar a un pequeño en vez de salir con tus amigos.

A esté paso, presiento que mis palabras no tienen sentido y coherencia. Y que quizá para muchas personas sea algo cruel y vulgar. 

—El punto de esto es, que con tantos errores cometidos, tantas personas que conocimos y nos faltan por conocer, aquella dirección errónea que provocó que vagáramos por horas, aquella comida que nos cayó mal por semanas, ese beso que no nos atrevimos a dar al igual que las miradas que nunca dedicamos, ese "hola" que nunca dijimos, el chico lindo del camión, ese vestido que no compramos por el precio, esas lágrimas derramadas por la madrugada, aquellos secretos que nos matan y ese chico de la mirada cautivadora. —Tomo la hoja del discurso y la hago bolita.— Es sólo un poco del camino que vamos a seguir. Sólo se necesita un corazón roto y una noche de insomnio para poder hablar de dolor, pero cuando finalmente la noche de insomnio se convierte en una tarde de sonrisas y un corazón recuperado... no necesitaremos preguntarnos lo que queremos... simplemente, lo sabremos.—sonrío—Gracias.

Una persona comienza a aplaudir, la que podría jurar es mamá, después dos, luego tres, cuatro, diez, veinte, y por último, todas las personas en el auditorio comienzan a aplaudir.

— ¡Esa es mi chica!—Escucho a Cristina Gritando.

Comienzo a reírme, y no sé si de nervios o de felicidad.

Lo haz hecho, mi pequeña.

Ahora, sólo faltaban cinco años más para la graduación de verdad. 

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