La Sombra del Magnate © #2

By Rosmarlynmateo

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La Sombra del Magnate #2 Las inmensas y ardientes llamas de un sentimiento infernal llevaron hasta las ceniz... More

Nota
Tráiler
Prefacio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43

Capítulo 34

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By Rosmarlynmateo

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Capítulo 34

Aurora Flecher

Habían pasado unas cuantas horas desde que entré a la cajuela de uno de los vehículos que encontré en las afueras de la casa de Alexander. Minutos después de que ingresé aquí, el auto comenzó a correr hacia su destino, y desde entonces no se ha detenido.

Las horas pasaban y no podía evitar pensar en que en algún momento nos quedaríamos sin tiempo. Cerré los ojos en busca de paz, pero en su lugar, solo había un rugido que proveniente de mi estómago, tomé aire, lo expulsé, e intenté acomodarme en el vacío y oscuro espacio. Dejé que mis pensamientos vagaran, y en una que otra ocasión me inquieté al no saber de mi hijo.

Pronto estaremos juntos, mi amor.

Me moví un poco más, y no sé cuándo me quedé dormida.

La claridad golpeó mi rostro sin piedad, y entre el sueño y el calor me pregunté — ¿De dónde viene esa luz?

—Acabamos de llegar al pueblo. — escuché a lo lejos.

—¿Aurora? — una voz me hizo abrir ojos.

Aún con sueño, diseñé una sonrisa para Dimitri.

Me pasé una mano por el cuello, y como si nada, salí de la cajuela.

—¿Qué haces...? — lo interrumpí y le respondí de inmediato

—Estoy aquí para ayudar. No soy ninguna muñeca a la que tienen que proteger y tratar con mucho cuidado, por miedo a que se vaya a caer o romper. No soy una muñeca de porcelana, y por si lo han olvidado, yo ya me he caído y también, me he roto, pero como ven, estoy de pie, y bien reconstruida — miré a todos los hombres que me rodeaban — Me van a decir cuál es el plan, y qué hay que hacer para llevarlo a cabo.

De un momento a otro, unos hombres altos sacaron una mesa de no sé dónde, la pusieron frente a mí, y encima de ella colocaron una especie de mapa que a mi parecer, correspondía a este pueblo.

—Nos trasladaremos a la casa del bosque — habló Dimitri señalando un punto en el mapa. — No destruyan absolutamente nada, nadie puede saber que estuvimos aquí — dijo — Y si encuentran lo que estamos buscando no duden y tráiganlo a mí — Utilizaremos este camino — trazó un camino imaginario en la mesa con la punta de su dedo corazón — Alexander en varias ocasiones llegó a decir, que por ahí hay un río, y cruzarlo nos llevaría menos tiempo que rodear el pueblo — su explicación me hizo recordar — Ustedes, a la casa — miró a un grupo y después a otro —Tú, tú, y tú se quedarán aquí — fruncí el ceño — Y el grupo de seis — los señaló — Irán detrás de mí — Dimitri golpeó la mesa — ¡Tomen las armas y muévanse! — ordenó.

Los uniformados se fueron tras Dimitri terminar.

El de cabello oscuro y ojos grises se quedó mirando fijamente la mesa.

Aunque desde que nos volvimos a ver, él se ha mostrado sonriente y seguro, yo sé que le duele estar en esta situación, y si yo que soy la madre de su sobrino me duele, ¿qué será de él que es su hermano?

Apreté mis labios, di unos pasos hasta llegar a él, y sin pensarlo dos veces, lo abracé.

—Yo sé que lo vamos a lograr, encontraremos el antídoto — susurré con mi rostro pegado a su pecho.

—Lo sé — pronto sentí sus brazos rodear mi espalda.

—¡Señor! — gritaron desde lejos.

—Vamos a unirnos a ellos — nos despegamos, asentí y seguimos.

—Será mejor que recojan todo esto, no sabemos que nos podemos encontrar aquí — hablé con quienes se quedaban a resguardar el lugar y los vehículos.

—Así lo haremos, señora — asentí y me fui con Dimitri.

—¿Por qué les dijiste que no destruyeran nada? — pregunté.

—Las personas que te trajeron, aún pueden estar aquí —obtuve mi respuesta.

—Todo es tan extraño, nunca supe por qué me trajeron —tragué.

El tío de mi hijo suspiró — Después de que Alexander y tú regresaron, él se dedicó a hacer algunas investigaciones, y descubrió que el traerte a este pueblo solo fue una distracción, para que algo mayor pudiera ser organizado o, llevado a cabo — la confusión resurgió — Sin contar que logró enterarse de unas cosas más.

—¿De cuáles? — inquirí.

—Eso debe decírtelo él — contestó.

Me mordí el labio inferior —Me debes muchas respuestas — me detuve — ¿De qué más se enteró?

Dimitri cerró los ojos por un momento — Hay una persona muy cercana a ti que está revelando información a alguien que nos quiere ver caer.

Me llené la boca de aire, y luego, lo liberé.

¿Quién será?

Los rostros de todas las personas que han estado cerca de mí pasaron por mi mente.

No me atrevo a dudar. En estos tiempos no puedo confiar en nadie.

—¿Y él no te dijo quién es? — no aceptaba más preocupaciones por hoy.

—No — negó.

Miré a mi alrededor como quien busca respuestas mirando el cielo, pero entre más miraba, más preguntaba yo me generaba.

—Espera —toqué a Dimitri.

—¿Qué ocurre? — preguntó.

—Aquí debería de estar un parque viejo y unas casas de madera — susurré.

En mi mente el recuerdo se reproducía.

Cuando menos me lo espero, ante mi aparecen unas cuantas casas de madera, un lugar que parece ser un parque, pero uno en el que ninguno de los juegos funciona. El tobogán luce oxidado, los columpios no se ven en buen estado, de hecho, me atrevería a decir que las cadenas que sostenían los pequeños asientos no son para nada seguras.

—No los ves, porque todo eso fue destruido — ¿Qué? — Cuando Alexander estaba aquí, dijo que hubo un momento en el que encontró todo hecho trizas. Después, nos enteramos de que realmente todo fue puesto aquí, las casas, el parque, e incluso, las personas.

¡Qué retorcido!

—Quien esté detrás de todo esto, juega con nosotros, y sí que sabe cómo mover sus fichas — junté mis cejas.

—Pero ¿este pueblo también lo crearon? — inquirí.

—No, este pueblo siempre ha estado aquí. De hecho, aquí traían a Alexander a entrenar cuando era adolescente.

Sonreí ante ese dato.

—¿Por qué nunca lo buscaste? — Dimitri entendía a qué me refería.

—Cuando supe que tenía un hermano, mi padre no me permitió acercarme a él, pero mi madre, sí que entendió mis sentimientos, me hablaba de él cada noche antes de dormir, yo deseaba conocerlo, pero esa oportunidad no se dio hasta que Alexander y tú se encontraron en su luna de miel — Dimitri me dio una mirada extraña.

—¿Qué? — alcé una ceja.

—Nada— dijo con una sonrisa.

—¿Qué? — volví a decir.

—No es nada — habló.

—¿Cómo me dices que no es nada? Te estás riendo — rodeé los ojos.

—Es que, si el asunto de mi padre no los hubiese molestado, tal vez hoy en día no solo existiría Aleph, una hermana lo acompañara — abrí la boca y entre cerré los ojos.

—¡Qué atrevido eres! — grité.

De alguna forma agradecí que Dimitri no haya permitido que la tristeza reinara en mi interior. No quería llenarme de malos sentimientos y energías, porque algo dentro de mí me decía que encontraríamos la solución para Alexander. Llorar no podía ser una opción en este momento.

Después de una hora y unos minutos estábamos en el interior de la casa del bosque. Para buscar lo que necesitábamos había tres grupos conformados por 10 personas cada uno: El primero, se encargaba de las habitaciones, pasillos y baños; el segundo, la cocina y sus componentes, y el tercero, del sótano, en ese estábamos Dimitri y yo.

El polvo que había aquí abajo era increíble, al igual que los insectos.

—Esas cajas de allá no tienen nada de importancia — dijo uno de los hombres vestidos de negro.

—¿Por qué siempre están vestidos de negro? ¿No hay más nada en sus vestidores o qué? — pregunté en lo que atravesaba por una crisis de alergia.

—Ese es el único color que Alexander les permite utilizar a estos pobres infelices — contestó Dimitri.

—¡No me sorprende! — exclamé.

Recosté mi cabeza en la pared buscando aire puro, pero para que pudiera obtenerlo debía salir del sótano, y no lo haría.

Cerré los ojos y pensé en mi hijo.

—Sube a refrescarte — abrí los ojos.

—No, no lo haré — seguí sacando papeles de unas cajas.

Teníamos mucho tiempo aquí, y solo habíamos estado sacando cajas con cosas viejas, electrodomésticos, y...

—¿A dónde llevas eso? —puse mis ojos en unos papeles que se habían caído al piso.

Junté las cejas.

—Préstame eso, por favor — señalé las hojas.

En segundos tuve los papeles en mis manos, y al leer no pude hacer más que llevarme una mano a la boca.

Nombres: Evans José.

Apellidos: Paniagua Rodríguez.

Nacionalidad: Dominicano.

Llegaron a mí las palaras de Johanna:

—Recuerdo que, en una de mis investigaciones, leí que era dominicano. — susurró perdida entre los trazos.

Cambié de hoja, y leí otra.

Escrituras de compraventa de inmueble.

—¡Maldita sea! — Dimitri estrelló una caja contra la pared.

—Con razón todo estaba tan limpio aquella vez que vinimos — dije.

—Él vive aquí — el de ojos grises pasó las manos por su pelo.

—Pero ¿cómo obtuvo esta casa? — pregunté.

Empecé a recordar, y varias cosas se unieron por sí solas.

—Según supe, Alexander no contrató a Evans, ahora bien, quien sí lo hizo fue Damián, pero utilizó a Sanya para hacerlo — pensé en voz alta.

—Cuando Sanya te culpó, Damián le vendió esta casa por unas monedas a ese infeliz, todo para ocultarlo, pues de una u otra forma, él te quería alejar de Alexander, por eso contrató a Evans y él no lo logró, pero Sanya no falló, ella sí te alejó. — todo lo que dijo Dimitri encajó, era una pieza del rompecabezas.

—Estás bien enterado de todo — medio sonreí.

—El chisme no siempre es malo — dijo Dimitri. —Mira esto — el hombre frente a mí me enseñó otros papeles — Evans hizo una especie de curso para aprender ¿argentino? — alzó una ceja.

Solté todo y me llevé las manos al rostro.

¡Qué estúpida fuiste!

—Pues no aprendió nada, porque lo habla horrible, pero para engañarme sí que funcionó — me obligué a traer los recuerdos de aquellos días en los que hablábamos y ahora sí que encontré inconsistencias en su falso acento, y las palabras que utilizaba.

—¿Cómo pude haber sido tan estúpida? — suspiré.

La voz de Alexander se adueñó de mi mente

—Quiero el apellido del tal Evans —pidió Alexander con enojo.

¡Este chico tiene serios problemas emocionales!

—¿Otra vez con eso? —pregunté esperando a que el mesero trajese los platillos.

—¡Dímelo! —ordenó.

—¿Para qué quieres saber? —pregunté curiosa.

—Dime —volvió a decir.

¡Pero qué hombre más necio!

—Dime tú. —Sonreí.

—Hace unos años, en mi luna de miel, después de que conocí a Evans, Alexander me pidió su apellido y yo pensé que era por celos, o no sé, pero... —Dimitri me interrumpió.

—Tal vez sí estaba celoso, pero no preguntó solo por eso, puede que él haya sospechado algo — negué con la cabeza.

—Esta sí que me la voy a cobrar — susurré.

Salimos del sótano, verificamos lo que los grupos tenían para enseñarnos, pero no estaba lo que esperábamos; el antídoto.

Dimitri observó su reloj y dijo — Solo nos quedan un par de horas, y no hemos encontrado nada. — envolví mis dedos y convertí mis manos en puños.

El vacío que sentía había duplicado su tamaño.

Todavía hay esperanza, yo lo sé.

—¿No hay otro lugar? — pregunté — Debe existir otro lugar, ¿no? — alcé mis cejas.

—Pueden existir muchos lugares, pero no tenemos tiempo suficiente — sus ojos grises me dejaron ver el liquido cristalino que estaba a punto de inundarlos.

—Pero lo podemos intentar — la boca se me secó, y los latidos del corazón se me dispararon.

Él me sonrió — Me alegra que te hayas entrado en esa cajuela — yo le devolví la sonrisa.

Me volteé hacia donde estaban los hombres de Alexander y les dije —¡Quemen esa porquería! — grité.

—¡Sí, señora! — respondieron al unísono.

Volkova extendió su mano y yo la agarré.

Un helicóptero había aterrizado en medio del espeso bosque; nos vinieron a buscar. Dimitri y yo corrimos hacia él, y luego de unos minutos nos encontrábamos dependiendo de las hélices de la aeronave.

Nos tardamos demasiado en este lugar, y me temía lo peor.

—No llegaremos a tiempo — dijo el de cabello negro mirando su reloj.

—Sí llegaremos — afirmé.

—Necesito más tiempo con él — confesó — Estuvimos toda una vida lejos, y ahora que estamos juntos, sucede esto — él no ocultó sus lágrimas y yo lo aprecié — Todavía debo ir con él a esquiar, y él enseñarme a tomar café negro — sonreí ante sus palabras.

—Lo harán, ya lo verás — trataba de contener las lágrimas.

No podía permitirme llorar, si llegaba a derramar, aunque sea una lágrima, si iba a poder detenerme.

Los ojos, nariz y labios de Dimitri se tornaron rojos, y me hizo acordarme de su hermano hace algunos años.

El hombre que en algún momento vi fuerte y misterioso, cayó rendido junto a mí, con su cabeza en mi hombro, y los ojos muy bien cerrados. Tomé la muñeca de Dimitri y respiré hondo cuando vi la hora.

Tardamos demasiado:

Seis horas para llegar al pueblo.

Una hora caminando para trasladarnos a la casa del bosque.

Una hora buscando el antídoto.

Y ahora, tres horas de vuelo.

El tiempo se encargó de pasar lento, y eso provocó que a mi mente llegaran los pensamientos menos positivos.

Recosté la cabeza, respiré profundo y cerré los ojos.

—Aurora llegamos — abrí los ojos tan rápido como pude.

—¿Me quedé dormida? — pregunté.

—Sí — afirmó Dimitri.

—¿Dónde estamos? — volví a preguntar.

—En el hospital — me contestó.

Fruncí el ceño al verme casi acostado en un mueble oscuro, cubierta con una manta.

—¿Dónde está Alexander? — me bajé del mueble.

No esperé la repuesta y me fui corriendo hacia la habitación del padre de mi hijo, y casi muero cuando vi el reloj que estaba en una de las paredes.

¿Qué sucedió?

Solo quedaba una hora. 


╔═══════ ≪ •❈• ≫ ═══════╗

Nota de Autora 

¡Hola, feliz semana! 

(Se aleja lentamente). 

Quejas y traumas, aquí. 

¡Todos los asuntos que quedaron pendientes han regresado!

Pd: Ya estoy en tik tok,  estaré publicando 

algunos videos sobre mis novelas, nos vemos por allá. 

Tik tok: Rosmarlyn Mateo 

(Se vuelve a alejar lentamente).

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