Blood White I (La historia de...

By Idoia_G

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Bianca aparece sin saber cómo en un almacén. Una preciosa mujer le dice que le dará la libertad, pero Bianca... More

Apertura y consejos.
Sinopsis
Intro Bianca
Intro Gabriel
Intro Sila
Cap. 1
Cap.2
Cap. 3
Cap 4
Cap 5
Cap 6
Cap. 7
Cap 8
Cap 9
Cap 10
Cap 11
Cap 12
Cap 13
Cap 14
Cap 15
Cap 16
Cap 17
Cap 18
Cap 19
Cap. 20
Cap. 21
Cap. 22
Cap. 23
Cap. 24
Cap. 25
Cap. 26
Cap. 27
Cap.28
Cap. 29
Cap. 30
Cap.31
Cap. 32
Cap. 33
Cap. 34
Cap. 35
Cap. 36
Cap. 38

Cap. 37

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By Idoia_G


25/01/2011

Hoy es mi cumpleaños. Y por primera vez estaba deseando que llegase. Despierto cuando siento cosquillas en mi espalda. Los dedos de Gabriel recorren mi desnuda piel haciendo que sufra continuas descargas eléctricas. Anoche se presentó en el piso. Me llevó a cenar a un restaurante, luego me compró una tarta y nos vinimos a casa. Estuvimos toda la noche haciendo el amor. Porque no tiene otro nombre. Ha sido dulce, pausado y tierno conmigo. Mi mejor regalo de la noche.

Me visto y preparo un desayuno ligero.

— ¿Podemos quedarnos aquí todo el día? —le digo a Gabriel.

— No —me da un beso en el cuello mientras termina de abrocharse la camisa—. Sila tiene un regalo para ti.

— ¿Un regalo?

— Sí, creo que te puede gustar.

— ¿Qué es?

— ¿Qué clase de novio sería si te dijese cuál es tu regalo?

— ¿Eres mi novio? —me aproximo a él y rodeo su cuello con mis brazos.

— Soy lo que tú quieras que sea.

Nos besamos durante algunos minutos más. Terminamos de vestirnos y Gabriel me lleva hasta el club. Estoy nerviosa. ¿Sila tiene un regalo? Desde hace unos días, me mira extraño y no estoy segura de ser de su agrado. Quizá porque sabe que hay algo entre Gabriel y yo. O igual estoy equivocada, no sabe nada de nosotros y me aprecia de verdad.

Llegamos al club y las chicas vienen directas hacia mí. Me besan y me felicitan, así como algunos de los camareros, el gerente y algunos de seguridad.

Me hacen reír mientras Gabriel se dirige al despacho. Después de varios minutos hablando con todos me dirijo al despacho yo también.

Sila está sentada en su silla de cuero con Gabriel tras ella.

— Bianca —me sonríe—. Tengo un regalo de cumpleaños para ti —ella me habla mientras se levanta y se apoya en su mesa del despacho con un traje de diseño, su porte y ese perfume a rosas que siempre tiene. Tan poderosa, tan oscura. La dueña de todo esto.

— ¿En serio? Ya me has dado muchos regalos en este tiempo —. La verdad es que no necesito nada. Pero me intriga.

— Créeme. Este regalo es especial. ¿Gabriel? — Mira hacia atrás.

Gabriel le asiente. Están como conectados y la entiende solo con la mirada. Solo parece desconectar de ella en las noches que se refugia entre mis brazos, olvidando por un momento quien es y a quien le pertenece. Porque, aunque Gabriel lo niega sé que jamás me pertenecerá a mí. Es exclusivamente de ella. Y es algo que debo digerir y con lo que debo convivir.

— Sí, mi señora —Gabriel se inclina hacia ella.

— Vamos a bajar al sótano. Lo quiero todo listo.

— Bien —y él comienza a teclear en el teléfono.

— Bianca, vamos a bajar juntas —. Se levanta con su largo pelo rubio suelto. Tan liso, tan brillante. Parece un ángel. Mi ángel salvador. Le debo la vida. Pero a la vez, la veo como la mujer que puede acabar conmigo cuando le plazca. Y amo a su hombre. Lo que me hace poder estar en el punto de mira siempre.

Salimos del despacho por una puerta oculta y la sigo. Entramos en un ascensor, nunca había usado este ascensor. Es algo tenebroso y parece anticuado. Sólo se accede a él a través de las dependencias privadas de la dueña o con una llave especial que obviamente yo no tengo. Cuando el ascensor pita indicando que hemos llegado, las puertas se abren. Entramos en un pasillo oscuro, muy mal iluminado. No hemos bajado a un sótano cualquiera. Hemos bajado a la planta menos tres. La última. Huele a humedad y la limpieza en este lugar parece brillar por su ausencia. Esperamos en una especie de recibidor.

— ¿Y qué tal la terapia Bianca? Aún no te había preguntado —Su extraña sonrisa me incomoda.

— Ya —Miro a mi alrededor. No sé qué hacemos en un lugar como este—. La terapia bien. Estamos trabajando el tema de los sueños repetitivos. Y el control de mi angustia frente a ellos. Voy durmiendo mejor, pero aún tengo miedo.

— ¿A qué tienes miedo? — Me mira con sus intensos ojos, tan claros como el hielo, tan fríos como la noche en Moscú.

— A que me encuentre —le digo.

— ¿Te refieres a tu esposo?

Asiento y trago saliva. Me coge con sus fríos dedos por la barbilla y me hace mirarla a los ojos directamente.

— Jamás volverás a tener miedo Bianca. Ese será mi regalo de cumpleaños.

— ¿Cómo? ¿Vas a... —¿Va a matarme?

— Ya lo verás —me corta.

Gabriel, llega con nosotras en ese momento y pierdo el contacto con ella. Él saca un manojo de llaves que no he visto nunca antes. No me había fijado que frente a nosotros hay una puerta de acero bastante oxidada. Las llaves entran y se abre la puerta con un fuerte estruendo. Y, en realidad, estoy muerta de miedo.

— Pasa — Sila me deja entrar primero. Enciende las luces y me encuentro en una sala cuadrada con un sofá de piel viejo. Las paredes llenas de humedad y un olor nauseabundo. En el centro de la sala hay una especie de cuadrado interior tapado con una especie de tela negra y un lazo gigante rojo.

Miro a mi alrededor. No hay nada más. Veo que Sila se acerca a una de las paredes y abre una especie de armario que parece estar empotrado en la pared. Dentro hay armas. Muchas y muy diversas.

— ¿Es una sala de torturas? —La pregunta sale de mis labios sin pensar. Miro dentro con curiosidad. He visto una sala como esta. Klaüs las usaba para torturar a sus enemigos.

— Sí. ¿Te gusta?

— No —niego con la cabeza.

¿Por qué me iba a gustar? Van a torturarme como Klaüs lo hacía conmigo. He llegado a pensar que ella me había salvado por algún motivo, no se me había pasado por la cabeza que era para acabar conmigo con sus propias manos.

— Las odio con todo mi ser —titubeo.

— Bueno esta no está tan mal. Ya lo verás. Escoge un arma, la que quieras.

— ¿Yo?

— Sí —me sonríe y esta vez no me da miedo. Es una sonrisa cálida. Como una madre le sonríe a su hijo.

Cada vez me sorprende más la capacidad que tiene de cambiar el gesto y la energía de un segundo a otro.

Miro las armas. Todas y cada una de ellas. Me llama la atención una especie de machete no demasiado grande. Lo cojo.

— ¿Para qué es? —la curiosidad me puede.

— ¡Gabriel! —Su tono es frío y autoritario.

Él ha debido entenderla, porque, se dirige a una especie de mesilla al lado del sillón. Hay unos botones y presiona uno de ellos. De repente la tela del centro se mueve y se cae al suelo en suaves ondas. Miro y veo a...

— Klaüs —me tapo la boca con las dos manos tras susurrarlo.

Mi marido, ese hijo de puta, está atado en el centro de una especie de Jaula. Pero no hay barrotes. Solo una especie de tarima. Está desnudo y lleno de golpes. La sangre ensucia su viejo, gureso y asqueroso cuerpo.

Me entran ganas de vomitar.

Veo como tiene sus ojos ensangrentados fijos en mí. Esa mirada que me da miedo y asco. Sila se acerca a él, agarra las cuerdas que le atan al techo y las suelta. Klaüs cae al suelo de un golpe y grita de dolor.

— PUTAAAAA

Sila le agarra del pelo levantándolo como si no pesase. Nadie diría que esta preciosa mujer de negocios, con su fino traje y su olor a rosas, tendría tanta fuerza.

— ¡Eres un perro! —y le escupe en la cara. Gabriel se acerca por detrás de ella con una silla. Ella le arrastra y le levanta hasta sentarlo en la misma. Ella sola. Increíble— ¿Ves a esa mujer? —me señala. Él asiente sin hablar, solo me mira— Tu mujer, Bianca. ¿La recuerdas? —él sigue moviendo la cabeza afirmativamente— ¡Acércate, preciosa! —me dice con voz dulce.

Me dejo guiar por su voz aterciopelada. Me acerco, llevo el machete en la mano. Lo aprieto con fuerza sin darme cuenta, me tiembla todo el cuerpo. Las imágenes de ese sucio y asqueroso se agolpan en mi mente. He trabajado para disiparlas estos meses, estas últimas semanas. Desde lo de Michael, pero ahora mismo no puedo luchar contra ellas.

— Es tuyo —se dirige a mí mientras se separa y se pone tras mi marido. Ella no le suelta del pelo para que mantenga la mirada en mí. Veo el frío en sus ojos negros.

— No puedes hacer esto Bianca. Eres una débil ramera. Tú no matarías ni a una mosca —Klaüs se dirige a mí, mientras le sale sangre de la boca. Sigo acercándome a él, despacio. Observo sus heridas, no son recientes. Bueno... no son de hoy, pero están frescas, la sangre a su alrededor aún no está reseca. Cuanto más me acerco, más fuerte es el olor a sucio, a basura, a mierda— ¡Bianca, no lo hagas! —de repente veo el miedo en sus ojos. Y en los míos, él debe ver ira.

Coloco la punta del machete en su pecho, Sila suelta el pelo de él, pero él deja su mirada en la mía.

— Eres débil, no vales nada, zorra. Solo vales para follar.

— Yo... —me tiembla el pulso aún más, no voy a ser capaz de hacer esto.

Debería poder hacerlo. Hace apenas unos minutos estaría segura de que podría hacerlo. Pero estar frente a él me hace hacerme pequeñita. Vuelvo a ser esa cría indefensa que le miraba por primera vez con terror. Con pánico. Un pánico irracional, uno que me bloquea.

— Puedes hacerlo Bianca. Este es tu regalo —escucho la voz de Dila, quiero hacerlo, pero, no puedo. ¿Y mi hijo? ¿Qué le pasará en manos de su ramera? Ella odia a su hijo. Y a mí. Y si nunca me ha hecho nada es porque estaba Klaüs de por medio. Pero, si le mato, puede que nunca vea a mi hijo, puede que le pierda para siempre—. Él desaparecerá de tu vida. Para siempre. Eres fuerte Bianca. Sé la mujer fuerte que me has mostrado.

— ¡CÁLLATE ZORRA! ¡DÉJALA EN PAZ! ¡ELLA NO ES COMO TÚ! ¡KOZLOV VENDRÁ A VENGAR MI MUERTE, PUTA! —él levanta la cabeza aún más, ahora le grita a ella ¿Kozlov? Qué tiene que ver él en todo esto. Ese es el tipo que nombraron cuando conocí al traficante.

Sila sigue en su espalda, sin mostrar ni un ápice de sentimiento, miedo o asco. Nada. En un movimiento rápido Klaüs me golpea y caigo de culo al suelo.

¡Mierda! Soy una mujer muerta.

Estoy muerta.

Él se lanza sobre mí y agarra el machete con sus manos atadas. Va a matarme. Cierro fuerte los ojos y simplemente espero el momento.

— ¡Llevo años esperando encontrarme a ese Hijo de Puta! No huiré cuando venga —. La voz de mi jefa es dura y fría, y resuena sobre todo lo demás.

¡BANG!

Abro los ojos y Klaüs cae sobre mí, sus ojos abiertos miran al vacío. De su cabeza mana un río de sangre. Un disparo. Sila, que está de cuclillas a mi lado se levanta, coge el cuerpo y lo aparta de manera que yo pueda moverme. Pero no lo hago. Estoy en shock.

— Hoy aprenderás la lección más valiosa de tu vida Bianca. Siempre sobrevive quien mata el primero.

Y definitivamente quiero ser como ella. Tan fuerte, tan valiente. Y me queda un largo camino aún.

La veo levantarse con sus ojos color hielo mirando los míos, una sonrisa en la boca y su piel tan blanca, salpicada de sangre. La sangre de mi libertad. Aunque esto sé que no ha hecho más que empezar. Porque mi marido no es mi único enemigo. Con él, al menos sé que mi hijo y mi familia estaban a salvo. Pero Klaüs, manteniéndome a su lado me hizo estar en la mira de "ella".

Ahora no tengo otra opción. Debo irme, buscar a mi familia, traerla aquí y mantenerla con vida.

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