El juego de Lucifer.

By MarDMMD

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Frialdad, inteligencia, sensualidad y sarcasmo, son palabras que pueden describir perfectamente a Lucille Fer... More

Sinopsis.
Rangos y Advertencias.
Prólogo.
Capítulo 01.
Capítulo 02.
Capítulo 03.
Capítulo 04.
Capítulo 05.
Capítulo 06.
Capítulo 07.
Capítulo 08.
Capítulo 09.
Capítulo 10.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.

Capítulo 11.

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By MarDMMD

Capítulo 11. Hipocresía familiar.


Se alejó de la ventana para comenzar a bajar las escaleras en silencio.

―¿A dónde va? ―Cuestioné, levantándome con cuidado de la cama.

No respondió.

Ah.

Bastardo maleducado.

―Oiga.

Él solo continuó bajando las escaleras, así que no me quedó más remedio que fruncirle el ceño y seguirlo con los pasos más rápidos que pude dar.

―¡Detente! ―Lo volví a llamar, pero él solo continuó ignorándome.

Finalmente al llegar al final de las escaleras, se giró para observarme. Tuve que sostenerme de la pared ante la vista que tengo.

Él mirándome desde abajo, su cabello ligeramente despeinado, sus ojos fijos en mí y su cuerpo tenso.

Lleva chaleco antibalas, así que seguramente le llamé mientras regresaba de su trabajo.

Delicioso.

Siempre me han gustado los uniformados.

―Lo sabía, ¿no? Por supuesto que lo sabía si tiene una puta ventana que da a mi puta casa ―Gruñó bajo.

Me crucé de brazos.

―No sirve de nada negarlo y por supuesto yo no soy una mentirosa ―Fruncí los labios―. Sí, sé que somos vecinos. Es triste porque no me ha dado una bienvenida apropiada.

Me miró mal.

―Tiene que estar jodiéndome ―Masculló y negó con la cabeza―. Definitivamente usted está completamente loca.

―¿Qué tiene de malo comprar una casa? ―Inquirí, bajando un escalón más―. Ah, espere. Cree que me he mudado por usted.

―Esto es ridículo ―Soltó una risa baja y entredientes.

Se dio media vuelta para comenzar a caminar a la salida.

―Fue una casualidad de la vida enterarme de que somos vecinos. Simplemente un día mirando por la ventana lo vi a usted en la cocina y por eso se me hizo fácil llamarlo esta noche, porque sé que llegaría rápido, aparte porque de alguna manera estúpida confío en usted.

―Con usted nada es casualidad ―Murmuró, aún sin detener sus pasos.

―Le digo la verdad. No crea que lo estoy acosando, no es así.

No respondió.

Joder, él pretende marcharse.

―Oiga ―Lo llamé pero él solo caminó e ignoró mis palabras―. ¡Oiga, no me ignore, bastardo!

Nada.

Tomé uno de los jarrones medio destruídos y lo aventé con fuerza hacia él. Este golpeó su espalda lo suficientemente fuerte como para que él se detuviera en seco.

―¡Tiene que protegerme!

Giró con lentitud para observar lo que lo golpeó y ahora se encuentra en el piso, después subió su mirada a mí.

―Definitivamente usted no está bien de la cabeza.

―No parecía opinar lo mismo hace semanas mientras me comía la boca.

Su mandíbula se tensó.

―Tiene razón, me mudé para estar cerca de usted y seducirlo. Compré esta casa solo por usted, capitán, porque quiero aprovecharme de lo que sea que se le remueva dentro cada vez que me ve o me tiene cerca. Solo por usted estoy aquí.

Solté una carcajada alta al ver esa expresión en su cara. Me llevé la mano al pecho, sintiéndolo vibrar a causa de la risa, mis ojos se entrecerraron y el cuerpo me dolió porque realmente no debería reír cuando estoy herida.

Él solo me observó.

―Ay, capitán. ¿Ve lo ridículo que suena si lo piensa? Así que no piense que estoy en esta casa por usted, sí es una casualidad ―Me encogí de hombros una vez que paré de reír. Aún así no borré mi sonrisa―. No se crea tan importante.

―Siendo así, no tengo nada que hacer en esta casa.

―Sí tiene. He sido atacada, prometió que me ayudaría y ni siquiera ha terminado de revisar toda la casa.

―¿Lo prometí? ―Ladeó la cabeza―. Recuerdo solo haber preguntado su dirección.

―No sea cínico.

―Ya no parece tan asustada ahora, ¿no? ―Inquirió, cruzándose de brazos―. La recuerdo decir que estaba aterrada, la recuerdo llorando pero ahora...no hay rastro del miedo que juraba tener. No habrá planeado todo esto solo para tenerme aquí, ¿cierto, señorita Feramore? No haría quedar bien a quien asegura que no soy importante.

Intenté disimular mi sonrisa.

No es tan estúpido como creí.

―No mentí y no planeé esto. ¿Usted realmente considera que estoy lo suficientemente loca como para hacerme esto yo sola? ―Me señalé―. Me ofende. Si quisiera retenerlo aquí, estaría desnuda y sin un solo rasguño, claro, solo los que usted quiera hacerme.

―Ya va a empezar...―Masculló con los dientes apretados―. Voy a creerle esta vez y voy a averiguar quién entró a su casa. Será mejor que contrate un guardia de seguridad para que cuide la casa durante las noches, del resto me encargaré yo.

―¿Promete que va a encontrar a la persona que me hizo esto?

―No hago promesas ―Zanjó de mala gana―. Haré todo lo que esté en mis manos y si hay buenos resultados, se los haré llegar, pero no voy a prometerle nada.

Enfocó mi brazo lleno de sangre y después mis demás heridas.

―Siéntese ―Me ordenó, haciendo un movimiento sutil de cabeza hacia el sillón.

Hice lo que exigió mientras lo veía movilizarse por toda la casa para seguir inspeccionando que no hubiera aún algún colado. Por supuesto no lo habrá.

Fruncí el ceño cuando se acercó a la puerta corrediza que lleva al jardín. Quitó el seguro y la deslizó para abrir, al instante dándole la oportunidad a Sultán de que ingrese a la casa.

―El perro...―Comencé.

―No me asusta.

Sultán lo observó atentamente mientras Causer volvía a cerrar la puerta. Después se giró hacia él y también lo observó.

Después pasó de él y se acercó a mí.

―¿Dónde guarda el botiquín?

―En la cocina, el cajón a un lado del fregadero.

Asintió y fue hasta allá. Observé atentamente todos sus movimientos y me tomé la libertad de relajarme al ver al hombre "tengo un palo en el culo" moverse por toda mi casa para atenderme.

Finalmente cuando regresó, le regalé mi mejor sonrisa.

―¿Será mi superhéroe y me pondrá banditas en las heridas? Es tan dulce ―Insinué, llevando mi mano a mi mejilla―, siempre quise que alguien me curara las heridas, es un gesto tan romántico.

Me dio una sonrisa tensa.

Me lanzó el botiquín a los pies.

―Tendrá que hacerlo usted, solo por culpa de sus comentarios estúpidos ―Dijo con sequedad―. Le avisaré si tengo noticias de su agresor. Buenas noches, Lucifer.

―¿Se va a marchar sin que hablemos del beso que nos dimos esa noche?

Se detuvo antes de llegar a la puerta.

―¿Tiene algún sentido hablar sobre eso? ―Cuestionó, pareciendo indiferente―. Ni siquiera fue un beso que haya valido la pena.

Y dicho esto, escuché que salió de mi casa y cerró la puerta.

Me recargué contra el respaldo del sillón y solté una risa baja.

―Sigue resistiéndote ―Susurré―. De todas maneras, me gustan los juguetes complicados.

Abrí el botiquín y el resto de la noche, me dispuse a curar yo sola mis heridas.

***

Los siguientes días no tuve noticias de él aunque le dije a la persona de seguridad, que si alguien llamado "Dean Causer" viene a preguntar, que lo dejen entrar sin avisarme.

Dígamos que es una persona totalmente bienvenida a mi casa.

Casa que por cierto, vinieron a limpiar y cambiarle los muebles. Tuve que comprar tantas cosas para reemplazar las que se rompieron, pero nada importante.

Las heridas en mi rostro también han desaparecido casi por completo, lo cual es bueno para las cámaras.

Suspiré, alejándome del borde de la piscina para volver a nadar al otro extremo. En el agua me siento relajada, libre. Nadar es como la mejor de las terapias y lo mejor es que puedo hacerlo completamente sola.

Nadaba en la mansión, pero no hay nada mejor que nadar en mi propia casa, en mi soledad y en donde me siento segura como para desnudarme por completo.

Sí, esto me hace sentir tan jodidamente relajada.

―Señorita Feramore ―Escuché el llamado del hombre de seguridad. Lo ignoré hasta que llegué al borde de la piscina.

―¿Sí?

―Tiene visita ―Me avisó, señalando al hombre a unos pasos que mira en esta dirección.

Mi sonrisa creció al instante.

―Puede dejarnos a solas ―Le pedí a mi empleado.

Él asintió y se marchó del lugar.

―No esperaba verlo, mi capitán.

―No soy su capitán ―Gruñó bajo.

―Uhm, que mal genio tiene siempre ―Hice un puchero―, ¿sabía que nadar y el sexo ayudan a quitarlo? Como no podemos hacer lo segundo, puedo invitarlo a hacer lo primero. Quítese la ropa y métase al agua conmigo, le prometo que le gustará.

―Ahorrese sus jugueteos ―Alzó la mano―. Vine para darle noticias acerca de su ataque.

Alcé una ceja.

―¿De verdad?

―Sí.

―Deje salgo para que platiquemos con más calma.

Subí los escalones con lentitud para salir de la piscina, en el proceso llenando el suelo de las gotas de agua que resbalan por todo mi cuerpo.

Sonreí ampliamente cuando el hombre tomó la toalla que se encontraba sobre la silla. Miró en otra dirección y extendió la toalla en la mía.

―Cúbrase por favor.

―¿Por qué? No me avergüenza mi desnudez ―Dije, esta vez más cerca.

―Cúbrase ―Insistió, por lo que mi sonrisa creció.

Puse mis manos en mis caderas.

―¿Por qué no me mira? ―Cuestioné―. ¿Nunca ha visto a una mujer desnuda? ¿Es tímido?

Lo vi apretar los dientes.

―Se casó, ¿no? ¿Acaso no tuvo noche de bodas? ¿O solo folla con la luz apagada? ―Mi tono tenía ese matiz de burla que a la gente suele enfadarle.

Y nuevamente acabo de confirmarlo con él.

Está furioso.

―Que se vista ―Masculló, de nuevo intentando darme la toalla.

Una risita suave y baja escapó de mi interior cuando lo noté más tenso que antes.

―¿Y por qué? Hasta donde yo sé, estoy en la piscina de mi casa y no fui avisada de su visita ―Me encogí de hombros―. A la próxima llame antes de venir y no sé, tal vez tenga suerte y lo reciba un poco más...presentable.

―Señorita Feramore...―Siseó.

―O también podemos hacer esto ―Me relamí los labios y me pasé delante de él. Sus ojos me encontraron, viajaron por todo mi cuerpo con lentitud, hasta que nuevamente los volvió a apartar―, mire, cada vez que usted venga a visitarme, aumentaré una prenda. A la próxima lo recibiré en bragas. Así que dígame, ¿qué color prefiere? ¿El rojo o el negro?

―Mejor váyase a la mierda.

Tiró la toalla al suelo, se dio media vuelta y con zancadas fuertes y furiosas, fue en dirección a la salida.

―Que tenga un lindo día, capitán Causer.

Me quedé plantada en mi lugar unos cuantos segundos, preguntándome si debería seguirlo o no.

Uhm...

―De acuerdo, él gana ―Me encogí de hombros y tomé la toalla del suelo para cubrirme e ir a él. Está saliendo de la casa y se dirige a las escaleras.

―Oiga ―Lo llamé.

―He sido muy paciente con usted, pero llegué a mi límite ―Lo escuché decirme―. No vuelva a dirigirme la palabra y no vuelva a pedir mi ayuda.

―Pero no camine tan rápido.

―Es irrespetuosa, cínica, descarada, a veces pienso que tal vez tiene alguna discapacidad mental que la hace ser como es ―Comenzó a enumerar todo lo que para él son defectos, pero para mí son mis virtudes―, es...

―No tengo ninguna discapacidad mental, no. Simplemente mi personalidad es muy explosiva, pero usted lo sabe porque es lo que le atrajo de mí ―Lo interrumpí, ladeando la cabeza―. Le gusta el fuego que provoco en usted con solo ser como soy, no puede mentirme.

Soltó una risa baja y entredientes.

―Lo que provoca en mí es cansancio.

―A su edad es normal.

Me echó una mirada asesina.

Le sonreí dulcemente.

Abrió la puerta para salir a la calle mientras yo aún lo seguía a sus espaldas. Él me notó venir y no sé cómo es que de un momento a otro terminé con la espalda pegada a la pared y su mano extendida sobre mi pecho.

Sus dedos están sobre mis clavículas y se alcanzan a rozar contra mi cuello. Su palma está en mi pecho, su muñeca sobre mis senos y el resto de su brazo está estirado mientras su cuerpo sobresale a la calle y a mí me mantiene como una prisionera gracias a su mano.

Una buena y enorme mano.

Con dedos grandes.

Dios.

¿He sido bendecida?

―Capitán Causer, sabía que vivía por aquí, pero no tenía idea de si era esta casa o la de al lado ―Escuché una voz masculina―. Estaba por tocar el timbre.

―Eres el periodista, ¿no?

―Sí, el mismo. Mi nombre es Willy, no sé si lo recordaba ―Carraspeó el hombre―. He estado un tiempo intentando averiguar sobre usted.

―¿Me ha estado investigando?

―Tengo algunas preguntas para usted.

―Preguntas que no voy a responderle, así que mejor marchese ―Zanjó Causer de mala gana.

Da igual su tono, yo estoy más enfocada en sus dedos sobre mí.

Llevé mis manos a la suya para deslizar un poco su mano para que esta vez sus dedos sean los que se presionen contra mis senos en lugar de que sea su muñeca.

Su simple tacto me endurece los pezones y me acelera la respiración.

Él volvió a subir su mano y presionó con más fuerza para mantenerme quieta, solo que esta vez alrededor de mi garganta. Después se asomó y me dio una mirada de advertencia.

Es mucho más atractivo cuando se pone así de molesto.

Definitivamente he sido bendecida.

―Sé que usted no es Dean ―Me quedé completamente inmovil al volver a escuchar a "Willy"―. He encontrado una fotografía antigua del Abbey, una en la que Dean Causer aparece a mi lado y en definitiva no se parece ni en las pestañas a usted, capitán.

¿Abbey?

¿El orfanato?

¿Qué mierda?

―Jamás he estado en el Abbey, usted simplemente se ha confundido de persona y se lo aclaré la primera vez que nos vimos ―El tono de Dean fue brusco―. ¿Simplemente no se le ocurrió que somos dos personas completamente diferentes que compartimos el mismo nombre? ¿Tiene idea de cuántos hombres estadounidenses se llaman Dean?

―Dean Causer solo uno en Chicago. Usted. Además, lo he seguido al cementerio y lo vi llevarle flores a los Lane. Dean Causer comenzó a trabajar para los Lane cuando dejó el Abbey.

―Oh, se me cayó la toalla ―Susurré, mirando como la tela blanca ahora está en el suelo.

―Esto es ridículo, señor ―Zanjó de mala gana―. Le tengo que pedir amablemente que se retire de aquí y me deje en paz o a la próxima, mi petición no será nada agradable para usted.

―¿Qué ha pasado con el Dean Causer de la foto?

―Tal vez se mudó a un lugar en el que jodidos imbéciles como usted no puedan encontrarlo.

―Señor Causer...

―Marchese y no regrese. Es una advertencia.

Y le cerró la puerta en la cara.

El capitán giró y casi al instante, sus hombros bajaron al notarme totalmente desnuda de nuevo.

―Que no fue mi culpa, me tiene inmovilizada y no pude estirarme para tomarla y cubrirme ―Hice un puchero.

Se giró para mirar en otra dirección y me soltó para darme total libertad.

―Cúbrase.

―Ya, ya, ya ―Mascullé, estirándome para tomar la toalla y volver a envolver mi cuerpo con ella―. ¿Quién era el hombrecillo intenso?

―Nadie que le interese.

―Que genio ―Le fruncí el ceño―, ¿siempre debe ser tan seco? Usted se queja de que soy cínica y descarada, pero usted es tan...ogro. Está enojado todo el tiempo.

―No, solo estoy enojado cuando usted está cerca ―Gruñó bajo―. Es realmente irritante y lo peor es que ni parece darse cuenta.

―O no me importa, que es otra posibilidad.

―Claro.

Abrió la puerta de nuevo y se aseguró de que no hubiera nadie. Supe que no porque salió sin decir ni una sola palabra, sin dirigirme la mirada ni nada. Simplemente cerró y me dejó a mí plantada al final de las escaleras.

Al menos aún siento su mano sobre mí.

El ardor de su tacto...no se va.

Me llevé dos dedos a los labios y entorné los ojos.

―¿Qué le ha pasado al Dean Causer de la foto? ―Repetí las palabras de aquel hombre.

Parece que el capitán tiene más secretos de los que pensaba. Claro, si resulta ser verdad lo que dijo ese hombre.

Me encogí de hombros y volví escaleras arriba para ir a mi habitación y tomar una ducha larga y relajante.

Tengo una cena importante hoy.

Y quiero ir lo más relajada posible, aunque después de esa visita del capitán, después de haber tenido su mano sobre mí mientras deseo que toque otras zonas de mi cuerpo, no ayudará en nada para poder superar esta noche.

Sé que debo hacerlo.

Verlos a todos reunidos no me va a amedrentar como antes.

Después de ducharme, fui al armario para tomar el vestido rojo que estaba guardando para este momento.

Es a las rodillas, ceñido al cuerpo como una segunda piel, de tirantes y un escote precioso que realza mis senos. El vestido posee una abertura en una de las piernas, haciéndolo más corto de ese lado y con el detalle de unas tiras de diamante que rodean mi muslo. La tela es fina y suave.

Combinado con unos tacones altos y una gargantilla de diamantes, al igual que unos pendientes a juego.

Mi cabello va suelto y en ondas que caen como cascada por mi espalda. Mi maquillaje es suave y natural, pero mis labios brillan gracias al labial rojo intenso. Tan intenso como el vestido.

Una vez perfumada y lista, tomé mi abrigo y mi cartera antes de salir de casa para ir al garage y subir a mi auto. No he ido en todo el día a la mansión, así que realmente espero que mi madre se haya preparado adecuadamente para no tener que escuchar los reclamos del gobernador.

Conduje por un rato largo hasta que finalmente estuve estacionando en la propiedad. Ya hay varios autos a mi alrededor, así que está claro que todos ellos están aquí.

Tomé una respiración profunda y bajé.

Una empleada de servicio se llevó mi bolso y mi abrigo al verme. Me abrió la puerta y me guió a donde ya todos esperaban como si yo no supiera dónde está la jodida estancia de mi casa.

El lugar enorme y con los muebles más finos, está lleno.

Mi abuela paterna.

Mi tío Enzo y su esposa Mirelle.

Mi tía Gianna y mi prima drogadicta. Perdón, mi prima Fabiana.

Mi primo Fabrizio y su dulce y hermosa prometida; Stella Di Santi.

Y por supuesto mi madre; la gran Eve Bianchessi.

Le sonreí a la familia cuando todos me vieron entrar.

Mi abuela, la tía Gianna y mi prima me miraron de arriba abajo con disgusto, listas para empezar a criticar.

La esposa de mi tío Enzo solo puso los ojos en blanco e ignoró mi presencia.

Stella me observó con curiosidad mientras su prometido me come con la mirada.

Mamá me sonrió de una manera tan dulce y amorosa que me fue imposible no devolverle el gesto, además de un beso en la mejilla.

―Mamá ―La saludé―. ¿Cómo estás?

―Estoy bien, cielo. Justo platicaba con tu abuela sobre eso ―Me comentó―. Ella piensa que luzco más delgada.

―Porque lo está. Tan solo mírala, parece que no come nada, está toda esquelética y ojerosa.

―Mi madre tiene una buena figura, heredada de los Bianchessi ―Le contesté a mi abuela―, cosa que no se puede decir de los Feramore. Me alegra tanto tener la genética de la familia de ella.

―Por supuesto, para ir desfilando esos vestidos diminutos.

Vieja loca.

Suelo usar vestidos largos y poco reveladores.

―Abuela ―La reprendió Fabrizio, haciendo un gesto disimulado hacia su prometida.

Quiere causar una buena impresión y la vieja loca no ayuda en nada.

―Espero que hayan tenido un buen viaje ―Les dije con amabilidad―. Sé que el clima estuvo terrible, así que espero que no hayan tenido inconvenientes a causa de eso.

―Un poco de turbulencia nada más ―Habló el tío Enzo.

―Entiendo ―Asentí―. ¿Mi padre aún no llega?

―No tarda en llegar ―Fue Fabrizio quien respondió―. Stella y yo daremos un recorrido, desea conocer la mansión.

Ella nos dio una sonrisa amable antesde que él se la llevara lejos de nosotros.

―Sabía que aparecerías luciendo de esa manera. Después de todo, quieres que todo se trate de ti ―Me recriminó mi prima―. ¿No puedes pasar un día sin ser el centro de atención?

―Lo siento, pero no puedo disimular el que soy bastante llamativa y atrayente.

Ella puso los ojos en blanco.

―No hagas caso, Fabiana. Ya sabes que a tu prima lo que le gusta es que la traten como a una zorr...

―¡Basta! ―Bramó mi madre, sonando completamente autoritaria―. Esta casa le pertenece a mi hija, así que les prohibo faltarle al respeto aquí y en cualquier lado.

La tía Gianna iba a despotricar algo más, pero se calló en el momento que mi madre le lanzó una mirada de advertencia.

―Como si tuvieras más autiridad que mi hijo ―Masculló mi abuela.

―¿Perdón? ¿Qué ha dicho?

―Que no tienes más autoridad que Alonzo Feramore. El es la cabeza de esta familia, por lo tanto el único que puede dictar que hacer.

Mamá dio un paso hacia enfrente.

―Que no se le olvide, suegra, que aunque Alonzo sea la cabeza de esta familia, es mi apellido el que pesa más. Todos ustedes saben muy bien que sin los Bianchessi, los Feramore no son nada.

Tuve que contener mis impulsos de aplaudirle a mi madre.

Puede sacar las garras de vez en cuando.

Todos se quedaron serios cuando se escuchó la puerta de la entrada cerrándose.

Él ha llegado.

Y lo confirmé cuando sus pasis se escucharon acercándose y finalmente llegando a la estancia en la que se encuentra toda la familia.

Él le sonrió a su madre y se acercó a besar su mejilla. Después saludó al resto de la familia con toda la delicadeza del mundo.

Puaj.

―¿Está lista la cena? ―Se dirigió a mi madre.

―Sí, solo esperábamos a que llegaras.

Después de unas cuantas palabras más, tuvimos que pasar al comedor para iniciar la cena. El gobernador se sentó a la cabecera y los demás tomamos asiento en el resto de las sillas. Me tocó a un lado de mi madre y al otro, tengo a la perra de mi abuela.

La aborrezco tanto como aborrezco a la tía Gianna.

―¿Y qué novedades nos tienes respecto a tu carrera política, hermano? ―El tío Enzo fue el primero en romper el silencio un rato después de que nos sirvieran la cena.

―Este es el último año que seré gobernador, pero confío que ganaré las próximas elecciones para la presidencia.

―Por supuesto que lo harás, eres el favorito en las encuestas, el pueblo te adora, querido.

Mi abuela lla aduladora.

Mi padre rió y negó con la cabeza.

―Pero no estamos aquí para hablar de mí, sino de Fabrizio y Stella ―Insinuó mi padre y enfocó a la pareja recién comprometida―. ¿Ya fijaron una fecha para la boda?

―Agosto nos parece un buen mes.

―¿Agosto? ¿No falta mucho para eso? ―Inquirió la tía Gianna.

―Stella quiere que sea en agosto, mamá.

Mi tía Gianna le dedicó una sonrisa a la prometida de Fabrizio.

―Oh, de acuerdo. Entonces será como Stella lo prefiera ―Su tono tiene ese matiz de falsa amabilidad―, eso sí, déjame decirte que te estás adentrando a una familia extraordinaria. Los Feramore somos muy unidos y damos toda por la familia.

Basura.

Por poco río.

―Realmente amarás pertenecer a nosotros ―Chilló Fabiana con toda la emoción del mundo―. Realmente estoy tan feliz por tu matrimonio con mi hermano, sé que serán tan felices juntos.

Stella le dio una sonrisa amable.

―¿Y tú no dirás nada para felicitar a la pareja, prima? ―Inquirió Fabiana, brindándome una mirada de reproche.

Por supuesto.

Sonreí y me levanté de la silla, ganándome la miradade todos los presentes. Tomé mi copa de vino y la alcé casi frente a mi rostro.

―De hecho yo quiero brindar por ellos. Quiero brindar por Fabrizio y Stella, que sé que serán totalmente felices después de su unión. Sé que formarán una familia hermosa y fuerte como la que se ha formado entre nosotros después de años ―Comencé a hablar, por lo que ella me miró atentamente―. Es un honor que todos estén aquí para celebrar a Stella y Fabrizio. Ah...no todos, pero confío en que muy pronto, mi tío Dante estará aquí para mostrarle cómo es esta familia en realidad, cómo es cada persona que está en esta mesa.

Incliné la copa hacia ella y le sonreí un poco.

―Bienvenida a la familia, Stella.

Una familia que tiene tantas deudas.

Cada uno de ellos me debe algo.

Y cada uno de ellos me pagará cuando llegue el momento.

Salud.

Y finalmente, bebí de mi copa.

*
*
*
*
*

N/A.

Omgggg

Amé todo este capítulo.🛐
Espero que les haya gustado tanto como a mí.

Nos leemos prontoooo.
Besoos.💋

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