El juego de Lucifer.

By MarDMMD

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Frialdad, inteligencia, sensualidad y sarcasmo, son palabras que pueden describir perfectamente a Lucille Fer... More

Sinopsis.
Rangos y Advertencias.
Prólogo.
Capítulo 01.
Capítulo 02.
Capítulo 03.
Capítulo 04.
Capítulo 05.
Capítulo 06.
Capítulo 07.
Capítulo 08.
Capítulo 09.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.

Capítulo 10.

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By MarDMMD

Capítulo 10.- Los valientes aprenden a nadar primero.




Él ha estado evitándome.

Definitivamente ha estado evitándome.

Ha sido así desde hace semanas después de la gala. Después de que el hombre "soy casado" me diera un beso que definitivamente no daría alguien que juró amor eterno en un altar.

Oh, definitivamente alguien que es indiferente a otra persona, no le besaría de esa manera tan ardiente e intensa.

Y mierda, realmente debo concentrarme y dejar de pensar en eso.

Resoplé antes de darle un trago a mi café, ese que me ayuda mantenerme despierta noches como esta: noches en las que la inspiración viene a mí como un tornado y tengo que aprovecharme de ella para contar esas historias escalofriantes y oscuras que adoro contar.

Recuerdo exactamente cómo fue la primera vez que escribí.

Claro, no fue en una computadora como ahora. No, fue en un cuaderno con hojas viejas y duras, con un bolígrafo antiguo que le robé a mi abuelo: el padre de mi madre.

Tenía casi dieciséis en ese entonces.

No era terror. No, no era terror y por supuesto no era un libro de muchísimas páginas como los que escribo ahora.

Era un cuento mal escrito en hojas en las que mis lágrimas caían mientras las llenaba de tinta.

Fue después de lo del ático.

Fue después de que mi padre asesinara a mi perro.

Fue después de que tío Dante se marchara aún después de prometer que estaría con mamá y conmigo siempre para protegernos.

Fue después de la noche en el establo.

La protagonista de mi relato, lograba hacer justicia sola y lograba ser libre del infierno que la carcomía todos los días.

Lograba acostarse en el pasto, mirar al cielo y sonreír porque finalmente había terminado. Su dolor había cesado y la esperanza había llenado cada parte de su ser.

¿Yo alguna vez me acostaré en el pasto, miraré al cielo y sabré que ha terminado?

¿Alguna vez cesará el dolor que convertí en odio y frialdad?

Creo que esto último es imposible, sé que aún después de que consiga vengarme de los que me dañaron tanto, los que me convirtieron en esta víbora maldita con un corazón de piedra y un alma congelada, el odio no se irá.

Jamás se irá.

Y la niña dulce, inocente y llena de vida que era antes de todo lo que me pasó, jamás regresará.

Jamás seré ella de nuevo.

Respiré profundamente y llevándome mi taza de café, apagué la laptop que decidí subir a mi habitación para poder observar por la ventana cada vez que desee. Cosa que hago justo ahora.

Son más de las tres, así que las luces de su casa están completamente apagadas, solo la cortina de la ventana de la cocina está abierta, pero está a oscuras.

Torcí un poco los labios.

―Definitivamente arderé en el infierno...―Silbé un poco, aún sin apartar los ojos de su casa.

Por el reflejo pude notar a Sultán, quien se encuentra en mi cama, alzar las orejas al escuchar mi silbido.

Me giré sobre mis talones para caminar a él.

―No te hablo a ti ―Murmuré, llevando mi mano a su cabeza para comenzar a rascarlo―. Te he comprado una cama cómoda y grande, ¿por qué estás en la mía?

Él solo está contento mientras rasco su cabeza.

Sonreí un poco.

Aún recuerdo el día que llegó a mí.

Fue hace casi cuatro años, en una de las ocasiones que viajé para buscar al tío Dante. Fue en Alemania, era septiembre y casi nos marchabamos después de no encontrar nada de mi tío, ni una señal de él.

Recorríamos las calles hasta que un criador de perros nos detuvo y nos ofreció alguno de la camada. No recuerdo cuánto costó, ni siquiera me encanta esto de la venta de animales, pero...al verlo, al ver que este perro tenía la misma mirada que el Sultán que murió en mis brazos, no pude resistirme. Lo traje conmigo y desde entonces, he cuidado muchísimo más de él de lo que lo hice en el pasado.

Esta vez, no dejaré que me lo arrebaten de esa manera tan espantosa, no dejaré que me lo quiten después de que encontró su camino de regreso a mí.

Dejé de acariciarlo y le di un último trago a mi café para bajar a la cocina, lavar la taza y volver arriba. Me cepillé los dientes y me preparé para dormir.

En cuanto Sultán me vio acostarme en la cama, él bajó para ir a la suya. A veces sí disfruta subir a mi cama y acaparar un gran espacio.

Estaba por cerrar los ojos y permitirme descansar, cuando mi teléfono vibró en señal de una notificación. Estiré el brazo para tomarlo de la mesita de noche y echar un vistazo.

Me incorporé enseguida en cuanto noté qué era.

Un movimiento.

Un jodido movimiento en el banco.

Tío Dante retiró dinero.

Comencé a revisar los detalles, rastrear desde donde fue el retiro y pasaron algunos minutos hasta que finalmente lo conseguí como todas las veces.

Jodida mierda.

¿Corea del Sur?

Me levanté de la cama de un brinco y comencé a llamar a Leo mientras iba al armario para vestirme y preparar mi equipaje para un par de días.

―¿Diga? ―Gruñó, sonando muy cansado.

―Prepárate, en un hora partimos a Corea del Sur.

Se quejó.

―¿Tiene que ser justo ahora?

―Sí, tiene que ser justo ahora.

―Contactaré con el piloto ―Me informó en un tono bajo, seguido de un bostezo―. Realmente deberías aumentar mi sueldo.

―Lo haré, lo aumentaré.

Finalmente terminé de preparar todo para salir de casa y subir al auto. Esta vez, no me molesté en avisar a Carla, ella está en un viaje ocupándose de otros asuntos que tienen que ver con los múltiples negocios de la familia Feramore, así que no voy a interrumpirla después de que yo misma le asigné esa tarea.

Al llegar al hangar, Leo ya me esperaba tomando una bebida energizante.

Alcé la ceja al verla.

―Si no tomo esto, no podré mantenerme despierto ―Suspiró con pesadez―. Tengo que decirlo; jodido Dante Feramore que se pone a hacer sus apariciones por la madrugada. ¿Qué carajo le pasa?

―Leo, son como las siete de la tarde en Corea.

―Da igual, es un cabrón.

Solté un resoplido de burla.

Pronto tuvimos que abordar para que nos llevara a nuestro destino. Leo por supuesto que se durmió durante el viaje, no le sirvió de nada esa bebida energizante.

Yo por el contrario, no pude pegar ojo en todo este rato. No hay sueño, cualquier rastro de sueño se esfumó en cuanto tuve noticias de él.

No suele moverse más de una vez por año, a veces no más de una vez cada dos años.

Y ahora...

Hace apenas unos meses hizo un movimiento y ahora también lo ha hecho.

Espero dar con él esta vez.

Suspiré con pesadez y me acomodé en mi silla.

Ignoré el mensaje de la empleada de servicio que contraté hace unas semanas. Me informa que llegó a casa, pero no respondí simplemente porque tiene llevas y puede entrar a asear y alimentar al perro.

Intenté descansar, al menos cerrar los ojos para matar el tiempo. No funcionó.

Estuve despierta hasta que bajamos del avión privado y estuve despierta cuando nos dejaron el auto que Leo conducirá a nuestro destino. Dante retiró dinero en una tienda de víveres ubicada en una localidad poco excéntrica. Las casas son más pequeñas y antiguas aquí, aunque el vecindario se mira limpio, las personas y los niños van por las calles. Es temprano, así que algunos vendedores ambulantes van en sus motos por las calles del lugar.

―¿Crees que él viva por aquí? ―Cuestionó Leo una vez que estacionó frente al autoservicio. Este es el que manda el gps, aquí se hizo el movimiento en el banco.

Miré a mi alrededor.

―No lo sé ―Fruncí los labios―, pero...conociendo a mi tío, él podría adaptarse incluso a vivir en una cueva―. Espera aquí.

Lo vi asentir antes de bajar del auto.

Caminé hasta la entrada del autoservicio y las puertas se abrieron automáticamente. Me paseé por los pasillos, tomé una bebida y algo de comida para Leo. Una vez con todo entre mis manos, me acerqué al mostrador.

Hola ―La saludé en su idioma; por suerte el coreano es una de las tantas lenguas que he aprendido con los años.

Hola ―Me regresó en un tono entusiasta―. ¿El pago será en efectivo o tarjeta?

Tarjeta ―Respondí, viendo cómo ella pasaba todos mis productos por el escáner. Una vez que terminó, me dio el total y yo pagué.

No me fui.

¿Puedo...ayudarla en algo más?

Una sonrisa que mostraba mis dientes perfectos, se extendió por mi rostro.

Sí, puedes ayudarme en algo ―Confesé, sacando la fotografía de mi bolso―. ¿Has visto a este hombre? Es más viejo ahora, claro, pero seguro puedes reconocerlo por las cicatrices.

¡Oh! Yo no lo vi porque no vino en mi turno, pero la chica que lo atendió por la noche me dejó dicho que alguien vendría a preguntar por un hombre de cicatrices o máscara blanca ―Pareció emocionada―. Me dijeron que dejó esto para la persona que preguntara por él.

Ella buscó algo en los gabinetes detrás de ella y después se giró para tenerme un sobre blanco.

Está sellado, pero parece ser importante porque mi compañera especificó que el hombre comentó que se lo entregara solamente a quien preguntara por él.

Tomé el sobre cuando ella insistió en que lo tomara. Puedo sentir un objeto duro en el interior, la curiosidad no me detuvo a detenerlo.

Y al hacerlo, me encontré con una sola llave y una hoja pequeña.

Está escrita en coreano, pero aún no entiendo qué quiere decir. Son números y letras al azar.

―¿Qué significa esto...? ―Susurré, levantando la mirada hacia la chica―. ¿Sabes qué quiere decir esto?

Ella miró los ojos y frunció un poco los labios.

Es una dirección, está por la zona ―Formuló, levantando una puerta de la barra para poder salir y tomar mi mano―. Venga.

Ella me arrastró a las puertas que se abrieron apenas si estuvimos delante de ellas. Me hizo mirar hacia la calle y después comenzó a darme una dirección, me dijo que alguna de las casas tres calles de aquí, es la que busco, que solo debo fijarme si los números coinciden.

De acuerdo.

―Anda, tenemos que marcharnos ―Le informé a Leo una vez que volví a subir al coche―. Te guiaré.

Le indiqué en camino que me dijo la mujer, al mismo tiempo que observaba por la ventana para asegurarme de que no estoy equivocándome con lo que dice la nota. Por suerte no fue así y pronto pudimos encontrar la dirección.

Es la casa más pequeña del vecindario, también la más escondida de todas.

―Espera aquí.

―¿Segura? ¿No prefieres que te acompañe? ―Inquirió, girando sobre su asiento para verme―. Podría haber alguien más adentro.

―¿Crees que no puedo defenderme sola?

―Oh, sé que puedes. Me preocupa lo que pueda pasarle a cualquiera que esté dentro de la casa y decida atacar a alguien como tú ―Hizo una mueca―. No duraría ni dos minutos de pie.

Bufé con diversión.

―Me controlaré. Ahora, aguarda aquí y ten el auto encendido por cualquier cosa.

Él asintió y sin esperar otra respuesta, salí para adentrarme a la propiedad. La puerta pude abrirla con la llave que venía en el sobre, así que eso me puso más alerta.

La casa cuenta con un pasillo largo que conduce a cuatro puertas o entradas: la primera se trataba de una sala de estar pequeña y acogedora, sin televisión o muebles grandes. La segunda se trataba de una cocina y comedor.

Revisé ambas muy bien sin hallar nada antes de ir a la tercera puerta.

El baño.

Tampoco hay nada.

La última fue la habitación. La cama está hecha y todo está perfectamente ordenado.

Revisé debajo de la cama y no encontré nada. Revisé el armario y tampoco nada, ni siquiera algo de ropa lo que quiere decir que...se fue.

¿Por qué sigo haciendo esto?

¿Por qué sigo buscándolo cuando él ni siquiera quiere que lo encuentre?

―Estoy empezando a odiarte ―Gruñí bajo―. Y ni siquiera creí que algún día sería capaz de odiarte a ti.

Me dejé caer sobre la cama, con los brazos extendidos a mis lados.

―Te estás comportando como todo un bastardo, Dante. Creí que eras el mejor de todos tus hermanos ―Bufé mientras miraba el techo.

Salté a sus brazos y reí con fuerza cuando él me atrapó.

―¡Lo hice! ¡Lo hice! ―Chillé emocionada―. ¡Quiero contarle a mi mami!

―Entonces vamos a contarle a tu mamá.

Él aún conmigo en brazos, salió de la piscina para llevarnos a donde mi madre descansa. Está sobre una tumbona, usa un sombrero enorme y lentes oscuros, unos que se quitó en cuanto nos vio acercarnos.

Extendí los brazos en su dirección, por lo que mi tío Dante me inclinó hacia ella para que esta vez mi madre pudiera tomarme en brazos. Me sostuvo sobre su regazo y me quitó el cabello húmedo de la cara.

―Pareces muy contenta, mi amor.

Asentí frenéticamente.

―¡Mi tío Dante me enseñó a nadar! ¡También a flotar en el agua! ―Le conté, consiguiendo que ella me regalara una sonrisa bonita―. ¡Ya puedo nadar!

―Ella aprendió muy rápido ―Habló mi tío Dante detrás de mí―. Para tener solo seis años, es una niña bastante inteligente.

La sonrisa de mamá creció.

―Por supuesto que sí, mi bebé es la niña más inteligente de todas.

Ella me dio un beso en la frente.

―Me da gusto saber que te divertiste con tu tío Dante, cielo ―Me dijo cuando se alejó un poco―. ¿Ya le agradeciste por enseñarte a nadar?

Hundí las cejas un poco.

Seguro que mi rostro se llenó de preocupación.

Lo olvidé.

Giré para mirarlo.

―Muchas gracias por enseñarme a nadar, tío Dante. Papi nunca quiso enseñarme, dice que no tiene tiempo, pero a Chiara sí le enseñó ―Suspiré con tristeza―. Tú siempre tienes tiempo para mí, por eso quiero que tú seas mi papá. ¿No puedes serlo? Ya tenemos el mismo apellido y eres muy bueno conmigo.

Sentí el cuerpo de mamá tensarse mientras aún me rodeaba con sus brazos.

―Lucy...no le digas esas cosas a tu tío.

Él negó con la cabeza y sonrió.

―Está bien, no me molesta ―Carraspeó y se puso de cuclillas para igualar mi altura―, pero...

―¿Pero? ―Repetí.

―Escucha, cielo. No me molesta que quieras que yo sea tu padre, pero...a tu padre sí que podría molestarle si te escucha decirlo ―Suspiró y llevó su mano a mi mejilla―, por eso no puedes decir algo así, podría meterte en problemas con él.

De manera involuntaria, un pequeño puchero se formó en mi boca.

―Tu tío tiene razón, amor ―Escuché a mamá―. A tu padre no le hará gracia si te escucha decir algo como eso.

―Pero a mi papi no le intereso, a mi tío Dante sí ―Me quejé bajo y después lo miré a él a los ojos―. ¿O es que ya no me quieres?

Su sonrisa creció.

―No te quiero, yo te amo, Lucille.

Me decidí a finalmente levantarme para salir de la inmunda pocilga en la que decidió esconderse y dejar tan pronto tomó dinero de su cuenta. Me sacudí la ropa, me alisé la falda y di un paso hacia enfrente.

En cuanto mi pie tocó la madera debajo de mí, esta crujió ante el tacto. Mi vista fue de inmediato hacia abajo solo para notar que uno de los mosaicos de madera se movió solo unos milímetros, pero lo suficiente como para que sea visible el espacio que los demás no tienen.

Apoyé mis rodillas sobre el suelo y llevé las manos a ese tablón para alzarlo, solo así descubriendo un objeto. Es un cuadro pequeño y de cristal.

Son colores azules de varias tonalidades, cada uno en un cubito y cada uno de ellos está separado por bordes negros. Además en el centro hay más cubos de otros colores; dorados y verdes. Los verdes parecen simular una enredadera alrededor de esos cubos dorados que parecen ser la base de algo.

¿Faltará la mitad del cuadro?

Debe de, sino no tendría sentido la figura que sea que quieran representar.

Le di la vuelta al cuadro y ahí sí me encontré con una nota.

Una hoja pequeña y pegada al cuadro.

«Sé que estarás aquí y lamento no poder estar para recibirte, pero estoy huyendo de gente que podría lastimarte si te encuentran conmigo.

Aún así te juro que nos vamos a encontrar, nos veremos cuando puedas encontrar las otras dos piezas del cuadro, ellas te llevarán a mí sin que corras riesgos.

Hasta entonces, lamento que sientas que huyo de ti, niña».

―Definitivamente eres un bastardo ―Susurré―. Me lo harías más fácil si solo hubieras dejado la jodida dirección a la que debo ir.

Tomé una respiración profunda y volví a acomodar el tablón en su lugar. Aún sosteniendo el cuadro entre mis manos, salí del lugar para reunirme nuevamente con Leo.

En cuanto subí al auto guardé el objeto en mi bolso.

―Déjame adivinar...―Lo escuché decirme―. Nada. No estaba aquí.

Suspiré con pesadez.

―Anda, solo conduce y llévanos a una cafetería.

―De acuerdo.

Mientras él conducía, yo no pude evitar sacar el cuadro nuevamente y observarlo con detenimiento. Deslicé mi dedo por cada centímetro de él, sintiendo los relieves al pasar por cada cubo.

―Quieres hacer las cosas de esta manera, entonces bien ―Hablé bajo, solo para mí.

Pronto llegamos a la cafetería más cercana, así que ambos bajamos e ingresamos a ella para pedir nuestros alimentos en el mostrador. Una vez pagados, solo nos tocó esperar en una de las mesas vacías.

Yo me dediqué a observar a las personas que van pasando sobre la acera. Algunos van con prisa, otros distraídos y otros tantos con toda la tranquilidad del mundo.

Una de las que caminaba a paso acelerado, pisó mal y rompió su tacón. Su pie se torció, pero un joven de su edad alcanzó ayudarla como una linda película romántica.

Dejé escapar un bufido lleno de burla.

―¿Qué es lo que te gusta en una mujer, Leo?

Sentí la mirada del hombre casi de inmediato.

―¿Qué? ―Alcanzó a formular.

Posé mis ojos en él y acomodé mis codos sobre la mesa para dejar descansar mi barbilla sobre mis manos.

Le sonreí amablemente.

―¿Qué es lo que te gusta en una mujer? ¿Qué te atrae de ellas además de su físico?

Ladeó la cabeza y hundió las cejas.

―Bueno...me gustan las mujeres fuertes que saben defenderse y que siempre tiene algo que decir. Me gustan las que te llevan la contraria y hacen oír su opinión.

Asentí con lentitud.

―¿Crees que a todos los hombres les gusten el mismo tipo de mujer que a ti?

―No, por supuesto que no. A muchos hombres les gustan las mujeres dulces y frágiles a las cuales proteger. No lo sé, supongo que eso los hace sentirse fuertes y les agranda el ego.

―¿Dices que ser el héroe que salva a la chiquilla en peligro les agranda el ego y por eso buscan ese tipo de mujeres?

―Bueno, a veces.

Volví a asentir con lentitud.

―Una mujer frágil a la que proteger ―Repetí en voz baja.

Sin decirle algo más, volví a enfocar a la pareja de la ventana que justo acaban de conocerse esta tarde.

Fruncí un poco los labios.

―¿Qué tipo de hombre será él? ―Susurré solo para mí.

Tal vez podría acercarme más.

***

―Golpéame.

Carla me frunció el ceño.

―¿Estás practicando para tener sexo sadomasoquista con alguien? ―Alzó y bajó las cejas sugerentemente―. ¿Lo conozco?

La miré mal.

―¿Qué? ¿Si no es por eso entonces por qué otra razón querrías ser golpeada? ―Inquirió, un tanto confundida―. No te juzgo, a mí me va el rollo de los azotes y...

―Carla, Carla ―La interrumpí, moviendo las manos para detenerla―. Cierra la boca y golpeame como si te hubiera atacado.

―¿Pero por qué?

―Porque yo necesito que alguien crea que me han atacado.

Volvió a contraer el rostro.

―¿Por?

―Para tenerlo cerca, para que note que estoy muy cerca y que eso es lo que desea.

―Estás loca, ¿cierto? Ya pasó. Simplemente ya perdiste el único tornillo que te quedaba en Corea ―Suspiró con pesadez―. Sí, definitivamente enloqueciste.

Gruñí bajo.

―Él me evita, así que estuve meditando y llegué a la conclusión que si pido su ayuda en calidad de víctima atacada en su propio hogar, él no va a dudar en brindarme su protección. ¿Qué clase de hombre sería si no me tiende la mano en mi peor momento, cuando esté asustada y vulnerable? Hasta podría conmoverlo verme en ese estado ―Me llevé la mano al pecho―. Así que, ¿vas a golpearme sí o no?

―Si lo que quieres es salir con él, no sé, envíale un texto o algo normal.

―Casado.

Sus labios formaron un círculo.

―El militar ―Soltó con reconocimiento.

Le hablé un poco sobre él.

―Sí.

―Lucille, ¿realmente necesitas algo de él o solo se volvió un capricho? ―Me cuestionó―. Porque hasta ahora, no le veo la utilidad a él en todo esto más que la de ser un objeto que te empeñas en poseer.

―Es necesario, Carla ―Zanjé de mala gana.

Suspiró con pesadez.

―De acuerdo, voy a ayudarte, pero realmente espero que tu plan funcione. Dios, mejor que tu plan sea jodidamente bueno.

Le guiñé el ojo.

―Lo es.

―Muy bien, al centro.

―Procura no dañarme tanto la cara. Solo golpes que pueda cubrir con maquillaje.

―Muy bien.

Ambas nos colocamos en nuestra posición y ella se preparó para tener que golpearme. Saltó en su lugar, preparó sus puños, giró su cabeza de lado a lado y después lanzó el primer golpe.

Fue directo a mi estómago y al no buscar defenderme, solo jadeé al quedarme sin aire.

Bien, puedo aguantarlo.

―¡Ay, Lucy! ―Chilló, sacudiendo sus manos una y otra vez―. ¡Es que no quiero golpearte si no te vas a defender!

―Solo hazlo.

―¡Es que Lucy!

Me llevé las manos a la frente y solté un resoplido.

―Joder.

Miré en todas las direcciones intentando encontrar a alguien que no se ponga a gritar apenas da el primer golpe y al encontrarlo, le hice una seña.

―¡Tú, ven a golpearme! ¡Te daré diez mil dólares si salgo de aquí tambaleándose por el dolor! Ah, solo no me golpees la cara, salgo en la televisión.

El hombre se acercó a la colchoneta.

―¡Oye! ¡A mí no me ofreciste dinero! ―Me reclamó Carla, quien aún se encuentra detrás de mí.

―Porque eres mi amiga, iba a ser un favor que no pudiste hacerme.

Bufó.

―Ojalá te dejen el ojo morado.

―Siempre tan dulce.

Finalmente el hombre hizo lo suyo, todo exactamente se lo pedí; golpeó mi estómago, mi cuerpo, también mi rostro porque era necesario para hacer más creíble el drama. Cuando me tiró al suelo me pateó algunas veces y mientras estaba ahí, realmente me pregunté si estoy bien de mis facultades mentales.

Definitivamente no estoy bien.

¿Mandarme a golpear solo para que a un hombre se le ablande el corazón y quiera protegerme? Sí, definitivamente crucé los límites.

Carla me ayudó a levantarme después de que me entregó mi bolso, del cual saqué mi chequera para hacerle el cheque al hombre.

―Está al portador ―Mascullé, haciendo una mueca pequeña de dolor―. Buen trabajo.

―¿No va a comentarle esto a su padre, verdad?

Entorné los ojos en su dirección.

―No.

Él asintió y se marchó de inmediato.

―De verdad espero que ese capitán valga la pena ―Murmuró Carla mientras me acompañaba hasta el ascensor.

―Lo vale.

Sus secretos, el desprecio a mi familia y su sed de ahondar en ella para descubrir nuestra verdad, sí que valen la pena.

Sé que él siente esa necesidad de acabar con mi apellido. Esa misma necesidad que siento yo.

La pregunta es; ¿por qué? ¿Y qué tan lejos es capaz de llegar?

Al llegar a mi auto, me ayudó a subir en él. Por suerte ya es de noche, así que puedo poner en marcha la segunda parte del plan.

―Conduce con cuidado y avísame cualquier novedad ―Me pidió ella―. Y por favor no marees al pobre hombre con ese carisma tan peculiar que tienes.

―No prometo nada de lo que mencionaste.

Resopló bajo y negó con la cabeza.

―Ya, anda.

―Chao.

Cerré la puerta y antes de comenzar a conducir, llamé a Leo y lo puse en altavoz. Esperé pacientemente hasta que se dignó a responder.

―Llegaré a mi casa en veinte minutos, por favor procura estar atento para la segunda parte del plan.

―Lo estoy. Estoy aguardando.

―¿Su esposa llegó a casa?

―No, parece que sigue fuera de la ciudad.

―Muy bien ―Asentí y colgué la llamada.

Durante los siguientes veinte minutos me dediqué a conducir y a aguantarme el dolor provocado por los jodidos golpes. Tuve que aferrarme al volante cuando una oleada intensa de él me llegó.

Puedo soportarlo.

No soy de piedra, por supuesto siento dolor, pero siempre aguanto.

Después de todo, no es la primera vez que me golpean sin que pueda defenderme.

Presioné el botón del control remoto para abrir la cochera una vez que entré. Por el retrovisor, pude ver una figura encapuchada y con máscara colándose a mi casa.

Ignoré esto y bajé del coche para ir al interior del lugar una vez que la puerta se cerró.

Al estar dentro, me giré sobre mis talones solo para encontrarme con el que de la capucha me sigue.

―Espera aquí, sacará a Sultán al jardín.

Silbé y con esto conseguí que mi perro viniera inmediatamente.

―Mejor. No quiero que me ataque solo porque creerá que voy a lastimarte ―Me respondió Leo.

Reí un poco antes de llevar a Sultán al jardín y cerrarle la puerta de vidrio para que no pueda entrar.

―¿Te aseguraste de que la cámara te captara?

―Sí.

―Bien, entonces rompe todo lo que puedas. Y ah, procura no dejar evidencia de que estuviste aquí.

Mientras él se encargaba de destrozar este espacio y mi habitación, yo me dediqué a descansar y cerrar los ojos para ignorar que mi cuerpo está completamente adolorido. Sultán ladra en el patio trasero al escuchar todo el escándalo y es por eso que lo dejé ahí, es completamente capaz de atacar a Leo solo por pensar que me hace daño.

Alrededor de media hora después, le indiqué a Leo que huyera. No dejó rastro de que estuvo aquí, las cámaras no vieron su rostro y no viene en auto como para ser identificado.

Está bien.

Me levanté del sofá y fui a la cocina para tomar un trapo blanco y nuevo. Al volver a la sala, me incliné lentamente para tomar uno de los trozos de cristal solo tocándolo con el trapo.

Presioné el filo contra mi brazo y hundí considerablemente para después realizar un corte. Siseé de dolor, dejando caer el trozo de cristal para presionar esta vez el trapo sobre la herida y así detener la hemorragia.

Después fui a mi bolso, de él saqué mi celular y marqué el número que conseguí esta mañana.

Carraspeé y me volví a sentar.

Uno.

Dos.

Tres.

Puse los ojos en blanco.

Cuatro.

―Diga ―Una voz masculina y profundamente agradable se escuchó del otro lado después de varios timbrazos.

―¿Capitán Causer? ―Mi voz fue un susurro lastimero―. ¿Sí es usted capitán Causer?

Unos segundos sin respuesta hasta que finalmente se dignó a contestarme con otra pregunta;

―¿Cómo mierda consiguió mi número?

Sollocé con fuerza.

―¡Necesito su ayuda! Alguien se ha metido a mi casa, me atacó, estoy herida y...y estoy aterrada ―Me costó hablar por culpa del llanto―. No sé...no tengo idea de qué buscaba, pero tengo miedo de que regrese y me lastime y...

―Llame a su padre, para eso tienen guardaespaldas ―Gruñó bajo―. No vuelva a llamarme.

―¡No! ¡Aguarde! Se lo suplico, por favor no me cuelgue ―Hice una mueca de dolor―. Necesito su ayuda, tiene que ayudarme.

―¿Por qué no habla con su padre?

―Porque él no sabe que me mudé de la mansión, no lo sabe y no quiero que se entere aún. Nunca hemos estado en buenos términos y...no quiero que me haga regresar a ese lugar ―Volví a sollozar―. No tengo a nadie más, no sé a quién más recurrir porque irán a contárselo a él. No sé qué más hacer, por favor, capitán.

Silencio.

Más silencio.

Y...finalmente un suspiro pesado.

―Envíe su dirección.

―Se lo agradezco, se lo agradezco tanto ―Susurré antes de colgar para enviarle un texto con la dirección de esta casa.

Dejé el teléfono sobre el sofá y sin secarme las lágrimas, sonreí.

―Solo tienes que dar unos cuantos pasos y llegarás a mí.

Subí las piernas al sillón y me recosté mientras esperaba hasta que el timbre sonó.

Pasaron diez minutos desde que lo llamé.

Hmm...se demoró más de lo que creí.

Algo disgustada, me levanté para bajar las escaleras y así abrir puerta de la entrada. Por supuesto que me forcé a llorar antes de ir por él.

Al abrir, el hombre no tardó en reparar en mi estado.

Sucia, golpeada, despeinada y ensangrentada.

Para nada la glamorosa y despampanante mujer a la que se besó en esa terraza.

Él se quedó quieto cuando me tiré a sus brazos para continuar llorando en su pecho.

―¡No se imagina lo terrible que fue! ¡Ese loco se metió y comenzó a golpearme! ―Chillé con fuerza sin apartarme―. ¡Creí que me mataría!

Él me tomó de los hombros para apartarme de su pecho.

Mi labio inferior tiritó mientras sus ojos examinaban mi rostro.

―Por favor tranquilícese ―Me pidió, sonando demasiado serio.

Asentí frenéticamente.

―Está bien ―Musité.

Miró alrededor antes de regresar la vista a mí.

―¿Esta es su casa? ―Preguntó en un tono bajo.

―Sí, venga.

Lo tomé del brazo para llevarlo escaleras arriba. Por supuesto, mis pasos fueron lentos por culpa del dolor.

―Lamento mucho molestarlo a esta hora, pero no sabía a quién llamar y lo primero que pensé fue en usted ―Carraspeé y lo miré cuando estuvimos en la sala.

El hombre miró todo el desastre frente a sus ojos.

Sí, me tocará cambiar de muebles así que espero que esto valga la pena.

―Dígame cómo pasó todo.

―Sí, sí ―Hablé rápido―. Llegué hace un rato a casa y todo estaba normal hasta que entré. Cada vez que llego a casa, saco a mi perro al jardín para que haga sus necesidades, así que eso hice y volví a la sala para descansar.

Señalé el sofá.

―Entonces alguien llegó por detrás y comenzó a agredirme. Busqué defenderme, pero era muchísimo más grande que yo así que no pude ―Me llevé una mano al pecho―. Logré zafarme y corrí escaleras arriba para esconderme en el baño y llamar a emergencias, pero él me alcanzó y me arrastró del cabello hasta acá. De nuevo me golpeó, me arrojó contra los muebles y me corté con un pedazo de vidrio. Cuando creí que él no se detendría, simplemente paró y salió huyendo.

―¿Se fue así nada más?

―Sí, así nada más.

Él asintió con lentitud.

―¿Por qué corrió escaleras arriba en lugar de abrir la puerta para su perro? Estaba más cerca y por el ladrido que se escucha, es un perro grande que perfectamente pudo defenderla.

―¿Alguna vez ha sido atacado de la nada en su propia casa?

Me observó fijamente.

―No.

―Bueno, si algún día le pasa entenderá que una persona se bloquea por completo en ese tipo de situaciones y hace lo primero que si tiene suerte, le viene a la cabeza ―Mencioné sin apartarle la mirada.

Suspiró con pesadez.

―Daré un recorrido para asegurarme de que no vino acompañado.

―Gracias.

Él subió las escaleras, por lo que yo lo seguí y lo vi entrar al baño para revisarlo, después hizo lo mismo con el armario y cuando salió de él...sus ojos enfocaron los ventanales que dan la vista perfecta a su hermosa y enorme casa.

Me senté en el borde de mi cama mientras él daba pasos lentos hacia la ventana. Y a medida que se acercaba, se le veía más aturdido y confundido que antes.

Sí, quería que vieras esto.

Sin apartar sus ojos de ella, me preguntó;

―¿Realmente usted vive aquí?

Lo miré.

―Sí, capitán, esta es mi casa ―Mi tono fue bajo―. ¿Hay algo de malo con eso?

Giró lentamente para observarme.

No dijo nada.

No dijimos nada.

Pero soy perfectamente capaz de entender lo que cada uno quiere expresar.

Él expresa desconcierto.

¿Y yo?

Yo expreso el placer más puro que incluso, la sonrisa que creció justo ahora en mis labios, me fue difícil de ocultar.

*
*
*
*
*
*
N/A.

Holaaaa.♡

Lamento haber estado tan desaparecida, estuve muy enferma y ni siquiera tenía energía para sentarme a escribir:(
Por suerte ya estoy mejor, así que aquí tienen su capítulo.💘

Espero que lo hayan disfrutado💘

Nos leemos prontooo.
Besooos.💋

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