Conociendo a S. (Severus x OC)

By nesseire

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(+18) ¿Quién es la señora S.? Múltiples rumores hacen su identidad aún más misteriosa ¿De verdad fue una mor... More

1- La versión de Lucius
2- La versión de Narcissa
3- La luna de miel
4- La estancia en Azkabán
5- La partida de ajedrez

6- La versión de Selene

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By nesseire

Selene daba los últimos retoques al maquillaje.

A través del reflejo del espejo podía ver cómo Severus la miraba en silencio, paseando sus ojos sobre su cuerpo, lentamente, y ella, adivinando en parte sus pensamientos, se acaloró imperceptiblemente. Le gustaba cuando él la miraba de esa forma, pero no quería distraerse. Sabía que si le respondía, no irían a la cena.

Aunque había sido ella la que había insistido para aceptar la invitación, en las últimas horas se había ido poniendo más nerviosa.

No sabía hasta qué punto estaban los Malfoy enterados de su condición de squib, y además, acababa de recordar que Narcissa era hermana de su antigua tutora Bellatrix.

-Estoy empezando a dudar de que esto sea una buena idea -confesó-. Estoy convencida de que lo único que quieren es reírse de nosotros, o cotillear.

Severus, sin embargo, se limitó a cruzarse de brazos y esbozar una sonrisa.

-Coré, es demasiado tarde para rehusar la invitación -a él tampoco le agradaba la idea de tener que aguantar toda la noche en la casa de los Malfoy, como si no tuviese nada mejor que hacer, pero conocía demasiado bien a Lucius. No les iba a dejar escapar tan fácilmente-. Sólo tenemos que seguirles la corriente para que se queden satisfechos y no nos vuelvan a molestar durante una buena temporada.

-Ya sé que no podemos declinar la invitación, pero es que... no creo estar a la altura -murmuró ella-. Confieso que me intimidan un poco -inclinó la cabeza para mirar al suelo, y su movimiento liberó un mechón de su pelo, que le tapó la cara.

Severus, comprendía lo que quería decir. Él conocía mejor que nadie los ideales elitistas de Lucius, y también estaba preocupado por cómo se desarrollaría la noche.

-Claro que estarás a la altura, Coré -alargó la mano sin pensar, para apartarle el mechón de la cara. Últimamente, sus gestos se habían vuelto más esporádicos y menos ensayados, y ya no tenía que recordarse mentalmente que Selene deseaba tener contacto físico-. No deberías preocuparte por eso.

No supo si sus palabras ayudaron o no, pero el contacto de sus dedos con la piel de ella produjo una especie de cosquilleo que recorrió a ambos, haciendo que se mirasen a los ojos sin decir nada.

Últimamente, cada vez que se tocaban notaban algo parecido, pero la sensación era nueva, diferente al habitual deseo que ya conocían. Esto era algo más suave y más profundo, que les dejaba confundidos.

Selene rompió el contacto visual y se centró en el aspecto del hombre para disimular su azoramiento.

-Bueno, ya que no tenemos más opción que ir, podrías arreglarte tú también -dijo, estirando con un gesto experto la túnica de Severus. Él no hizo nada para detenerla, pero tampoco por ayudarla-. ¿Es que no vas a tener remedio? -preguntó Selene, al ver que la túnica seguía arrugada.

-Si lo tuviera, ya lo habrías notado -respondió con ironía-. Déjalo ya, Coré, nadie le va a dar importancia a mi aspecto -Severus sujetó a la mujer de las muñecas, para que dejase su túnica en paz.

-¡Pero yo sí! -replicó ella, con más vehemencia de la que pretendía. Severus la miró con una ceja levantada, sorprendido por el ímpetu de su comentario, pero Selene se mantuvo firme y muy tiesa, a pesar del repentino rubor de su cara-. Me refiero a que... pensarán que soy una mala esposa si te dejo ir a esa cena vestido como vas -explicó.

-¿A estas alturas todavía te importa lo que piensen de ti? -bromeó Severus, sin soltarla.

Sabía que Selene se esforzaba por parecer segura de sí misma. Su confianza había aumentado desde su estancia en la universidad, pero estaba claro que había una parte de ella que no terminaba de sentirse cómoda desde la pérdida de su magia.

-Pues sí, y a ti también debería importarte -respondió Selene, soltándose con brusquedad y dándose la vuelta, para ponerse los pendientes.

Severus rio para sí, curioso por el comportamiento de la mujer y su repentino rubor, pero terminó dándole el gusto y colocándose la ropa a espaldas de ella. Selene le vio por el reflejo del espejo y sonrió triunfal.

-Coré, vamos a llegar tarde -le recordó Severus, al ver que ella comenzaba a demorarse, seguramente con el propósito de incordiarle.

-Tampoco será tan grave. Por cierto ¿algún día me dirás qué significa Coré?

Desde la primera vez que Severus pronunció ese nombre, Selene había sospechado que significaba algo más que un diminutivo cariñoso de su apellido. Pero él no la llamaba de otra manera, incluso en sus cartas se dirigía a ella así.

-Ellos aprecian la puntualidad, y yo también -Severus, ignoró la pregunta, sin mirarla a los ojos-. Además, cuanto antes lleguemos antes nos marcharemos de allí.

Selene suspiró, frustrada, pero se apresuró en terminar de arreglarse.

Utilizaron la aparición para presentarse frente a la mansión de los Malfoy, pero cuando ya se acercaban a la puerta, Selene se detuvo en seco.

-Fue aquí -sus ojos se abrieron con confusión y terror. Severus la miró sin saber de qué hablaba-. Aquí fue donde me entrenaron como mortífaga.

-¿Estás segura? -él miró por encima de su hombro hacia los muros elegantes e imponentes de la mansión.

-Era en el sótano. Entrabamos por una puerta secreta... Allí, junto a esos árboles -señaló con el dedo tembloroso. Las imágenes de los largos y cruentos meses pasaron a toda prisa por su cabeza.

Repentinamente aterrada, Selene retrocedió, y comenzó a hiperventilar, presa de un repentino ataque de pánico.

-Coré, tranquila, mírame -Severus le cogió la cara entre las manos. Ella respiraba agitadamente, de forma entrecortada-. Mírame. Respira hondo. No pasa nada, respira -esperó a que la mujer se calmase, mientras pensaba a toda prisa en lo que debían hacer-. Pensaba que no conocías a Lucius -dijo, confuso.

-Le conozco de vista, de Hogwarts -boqueó ella. Se había quedado muy pálida-. Pero nunca hemos hablado. Yo no sabía... sólo vi el sótano.

-El muy estúpido cedería su casa al Señor Tenebroso, pero nunca se molestó en saber lo que pasaba allí -masculló Severus-. Así no tendría que ocultar información si los aurores le interrogaban. Típico de Lucius.

-¿Qué vamos a hacer? -Selene trataba de contener sus emociones, pero sus ojos estaban rebosantes de lágrimas. Si no salía corriendo era porque las manos de Severus seguían sosteniendo su cara.

-Si nos han invitado esta noche, es porque ellos no saben nada de lo que te ha pasado -Severus pensaba en voz alta-. Lucius es un idiota, pero no se arriesgaría a ofenderme de esa manera. Quiere mantener una buena relación conmigo porque soy cercano a Dumbledore -explicó-. Así que no creo que se le ocurra hacer nada para insultarte o ponerte en peligro.

-¿Y qué pasa con Bellatrix? -Selene seguía aterrada-. Ella es la hermana de Narcissa ¿y si viene esta noche?

-Ellos no han mencionado nada por el estilo. Solo estaremos los cuatro -trató de tranquilizarla, pero Severus podía ver el pánico en los ojos de la mujer. En un intento por calmarla, bajó la voz, convirtiéndola en un susurro-. Y si no es así, nos marcharemos.

Selene le miró fijamente, tratando de controlar el ritmo de su respiración.

-¿Lo dices en serio? -su voz era un tenue susurro. Severus agachó la cabeza, apoyando su frente contra la de ella.

-Te prometo que no dejaré que te pase nada -acarició la cara de la mujer con las manos-. Confía en mí, Coré.

Ella inspiró hondo, para simular una fuerza que no sentía, y asintió levemente con la cabeza. Severus la soltó, pero cogió su mano, y caminó junto a ella los últimos metros que los separaban de la puerta de la mansión.

Un elfo domestico abrió la puerta, y les hizo pasar hasta el recibidor, donde los Malfoy les esperaban.

Narcissa fue la primera en darles la bienvenida, con una alegría sincera y sin inhibiciones, seguida por su marido, quien también fue cortés pero mucho más protocolario. Tras los saludos pertinentes y la disimulada observación de Selene por parte de los anfitriones, pasaron al salón para cenar.

-Selene, por favor, concédeme el placer -Lucius señaló a la silla situada a su derecha, para que ella se sentase. Sin embargo, los ojos de la mujer estaban fijos en el enorme mastín negro que aguardaba con pose de guardián al lado de Lucius.

Debido a los meses infernales sufridos bajo las continuas torturas de Bellatrix, Selene había desarrollado un terror irracional hacia los perros. Ya de por si nerviosa por estar de nuevo en el mismo edificio donde tanto había sufrido, Selene palideció.

Sabía que no podía ofender a su anfitrión, quien nada sabía de su fobia y que actuaba con toda la cortesía del mundo, pero no podía acercarse ni un paso más hasta la silla, al lado del perro.

Afortunadamente para ella, Severus también había visto al perro, e intuyó de inmediato a qué se debía la repentina inmovilidad de la mujer.

-No -intervino, antes de que ella intentase dar un paso-. Yo me sentaré allí.

Lo dijo con un tono de voz que no daba lugar a réplica, pero Selene, que había aprendido a leer todos sus gestos, y recordaba las historias que él le había contado acerca de su adolescencia, comprendió que él había decidido sacrificarse, sentándose al lado de un animal al que aborrecía con toda su alma, para ahorrarle ese mal trago a ella.

Severus se mantuvo impasible, como si su gesto no tuviese mayor importancia, pero se ganó una mirada de gratitud por parte de Selene, una de sorpresa de Narcissa y otra de reproche de Lucius, quien no había entendido el comportamiento de su amigo.

Comenzó la cena, y Lucius, como buen anfitrión, llevó la conversación todo el tiempo, rompiendo el hielo, aunque poco a poco se fue interesando por Selene, ya que sentía curiosidad por ella. Al tenerla sentada frente a él, le resultaba muy fácil poder observarla sin disimulo.

-Aunque no te conocía personalmente, Selene, he oído hablar de ti. También asististe a Hogwarts ¿no es cierto?

-Si, pertenecí a la casa Ravenclaw -Selene trató de ser cordial, luchando contra su nerviosismo.

-Ah, eres una mujer de gran inteligencia -Lucius le hizo un cumplido, y ella lo aceptó con una pequeña sonrisa-. Imagino que mi amigo no estará disgustado. Recuerdo lo mucho que le gustaba enzarzarse en discusiones intelectuales -bromeó, mirando a Severus con una sonrisa maliciosa-. ¿Es por eso por lo que te tenía escondida? ¿No quería compartir tus habilidades? -Selene no comprendió lo que quería decir ¿Acaso insinuaba que Severus la mantenía encerrada?-. ¿O no quiere ser comparado con alguien de intelecto superior? -añadió, lanzándole una mirada de burla a Severus.

-Distas mucho de ser gracioso, Lucius -Severus replicó con serenidad, pero parecía molesto.

-Perdóname, Severus, pero has de reconocer que no nos has facilitado conocerla -parecía que Lucius seguía bromeando, pero él también tenía los ojos serios-. Daba la impresión de que la estabas ocultando.

-Ya te he dicho que no nos era posible reunirnos antes.

-Ah si, el terrible Dumbledore te vigila como un perro de presa -sonrió Lucius-. Pero eso no impide que tu encantadora esposa pueda recibir visitas.

-No la hubieseis encontrado. Selene está estudiando en la universidad -aunque su tono era hosco, Selene creyó detectar un deje de orgullo en sus palabras.

-Desconocía esa noticia -Lucius volvió a centrar su atención en Selene-. ¿Qué estás estudiando?

-Derecho. Me preparo para ser abogada -respondió-. Terminé los exámenes esta semana.

-No podría imaginarme en semejante aprieto ¿Te ha resultado difícil?

-Un poco más de lo normal -sonrió ella-. Al empezar el curso más tarde tuve que estudiar en un trimestre las asignaturas de todo el año -Selene miró de reojo a Severus, y pudo percibir una ligera sonrisa de satisfacción en sus labios. A pesar de las burlas de Lucius, no le importaba presumir de lo inteligente que era su mujer.

-Maravilloso. Por una futura y brillante abogada -Lucius levantó su copa, brindando por ella. Entonces se giró hacia Narcissa, quien le estaba dejando llevar el peso de la conversación-. Cissa, te dije que no estaba equivocado -le comentó-. Había escuchado rumores de que había una talentosa bruja de Ravenclaw sirviendo en el bando tenebroso -explicó, mirando de nuevo a Selene-, pero no teníamos ni idea de quién era. Me alegra saber que se trata de ti. Al fin y al cabo, tu talento se queda dentro de la familia -comentó, señalando a Severus. Este le miró, sorprendido y extrañado al verse mencionado como "familia"-. Disculpa mi curiosidad, pero ¿provienes de una familia de mortífagos?

Selene casi se atragantó al escuchar la pregunta, pero logró salir del apuro y bajó el tenedor sin perder la compostura, aunque su cabeza funcionaba a toda velocidad para dar la respuesta adecuada.

-No... mi padre trabaja en el Ministerio, y mi madre proviene de la familia Travers, pero ellos no fueron mortífagos -respondió evasiva, manteniendo la calma. Podía sentir la mirada de Severus clavada en ella, listo para salir en su ayuda.

-Travers... ¿Eres familia del joven Travers? -Lucius se giró para mirar a Severus-. Eso no me lo habías dicho. Teníamos dos primos en el bando tenebroso y no me había dado cuenta.

-Thadeus y yo no hablamos mucho -añadió Selene, a toda prisa-. Nuestras familias se pelearon por motivo de una herencia.

Lucius se rio entre dientes, y bebió de su copa de vino.

-Ah, las viejas desavenencias familiares -comentó-. Entonces ¿llegaste a hacerte mortífaga? Según tengo entendido, no está claro si tienes la Marca o no -Narcissa carraspeó, lanzándole una mirada de advertencia, pero la pregunta ya estaba hecha, y Selene se sentía presa de la mirada de Lucius.

Una mirada amable, que podría cambiar en cualquier momento.

-Bueno, yo... -Selene miró de reojo hacia Severus sin saber qué decir. No quería hablar de su lesión y la pérdida de su magia-. Ellos me...

-No dio tiempo, el Señor Tenebroso fue derrotado antes de poder marcarla -intervino Severus. Con aquella mentira, había protegido el secreto de Selene, salvando su orgullo y su honor.

-Supongo que te ahorró muchos quebraderos de cabeza con los aurores -Lucius sonrió de forma irónica-. Nosotros estuvimos meses sin poder movernos de casa. Fue de lo más molesto, ¿verdad Cissa?

-Quizá no sea el momento de recordar aquello, Lucius -Narcissa sonreía amablemente, pero sus ojos le lanzaron una mirada de advertencia a su marido. No quería incomodar a sus invitados.

Selene se lo agradeció, aunque se sentía molesta y ofendida. Los Malfoy habían estado encerrados en su lujosa mansión, mientras que Severus y ella habían sido prisioneros en Azkabán. Parecía que, incluso entre los mortífagos supervivientes, había diferentes clases de castigos.

-Tienes razón, querida, he hablado de más -Lucius inclinó la cabeza en dirección a Severus, como si acabase de recordar que él sí había pasado por la cárcel, y se arrepintiese de sus palabras. Sin embargo, volvió a centrar su atención en Selene.

-Dime Selene ¿quién te entrenó?

-Bellatrix Lestrange -respondió ella, con un sabor extraño en la boca. Pudo ver en su mente como iba a desarrollarse la conversación, al igual que si fuese una partida de ajedrez. Se le revolvió el estómago al pensar que tendría que mentir y alabar las bondades de Bellatrix como maestra.

-Vaya, así que teníamos a alguien en la familia que te conocía y no nos dijo nada -comentó Lucius, sonriendo como si estuviese diciendo un chiste-. Tu hermana nos guarda muchos secretos -le dijo a Narcissa, con un guiño. Entonces se volvió a girar hacia Selene-. ¿Y qué tal es nuestra Bella como profesora? ¿Es tan buena como dicen?

Selene no supo qué contestarle; le parecía muy grosero decirle a Lucius que su cuñada era un monstruo sangriento que se aparecía en todas sus pesadillas, pero no era capaz de mentir, ni siquiera para evitar ofender a sus anfitriones.

Era muy consciente de la presencia de su varita en el bolsillo de su vestido. La varita que nunca jamás podría volver a usar, gracias a Bellatrix.

-Lucius, ya sabes cómo es -había sido Severus el que volvía a interceder por ella, y Selene le miró, confusa pero agradecida por su ayuda-. Pero si quieres más detalles, creo que la propia Bellatrix estará encantada de darte clases particulares -añadió con sequedad.

-Gracias por tu intervención, Severus, pero le estaba preguntando a ella ¿Acaso no tiene permiso para hablar? -Lucius estaba irritado por su comportamiento, al que tachaba de prepotente y fuera de lugar-. Selene, de verdad que me gustaría saber en qué consistían exactamente esos entrenamientos -insistió con amabilidad.

Selene deseó poder hundirse en la silla y desaparecer. Sentía como la ansiedad volvía a adueñarse de ella.

-Coré, no es necesario que digas nada -le dijo Severus, sabiendo los motivos de su vacilación. Era la primera vez que la llamaba así en toda la noche, y el uso de ese apodo no pasó desapercibido.

-Pues yo creo que sí debería decirlo -intervino Lucius, irritado.

Selene vio nerviosa cómo los dos hombres se miraban enfadados y no supo cómo reaccionar. Afortunadamente, Narcissa intervino con su voz suave pero inflexible.

-Ya está bien Lucius, este tema no es adecuado para una cena -su sonrisa forzada lo decía todo, y Lucius accedió a guardar silencio-. Dime, Selene ¿habéis viajado a algún sitio después de la boda? -preguntó, inclinándose hacia Selene, y dándole la oportunidad de entablar una conversación privada con ella.

Selene parpadeó, sorprendida por el cambio de tema, pero en seguida se repuso, y sonrió agradecida. Al menos no tenía que seguir soportando la inquisitiva mirada de Lucius.

-Sí, fuimos a Venecia -respondió, con una tímida sonrisa.

Su memoria voló momentáneamente a los momentos más felices de ese viaje, y notó cómo un sentimiento cálido y cosquilleante se adueñaba de ella. En frente de ella, los dos hombres volvían a hablar con cierta tirantez.

-¡Venecia! Es una ciudad preciosa, según he oído. Todavía no he estado allí, de hecho, no he pisado Italia. Nuestra luna de miel fue en Francia -Narcissa sonreía con amabilidad, y había algo en ella que hizo que Selene se sintiese más cómoda.

-Pues es una lástima -Selene estaba más relajada, y tenía ganas de hablar con ella-. Merece la pena viajar hasta allí, aunque luego siempre falta tiempo para hacerse una idea de lo espléndida que es la ciudad.

-¿Es cierto que por las noches se pueden ver las luces de la ciudad mágica reflejadas en los canales?

-Si, y es un espectáculo increíble. Hay muchas maravillas que dejan con la boca abierta.

-¿Cuál fue tu parte favorita?

-Había una librería que visitábamos todos los días -Selene sonrió, recordando, y un agradable cosquilleo le recorrió el pecho-. Quizá no fuese el lugar más bonito, pero tenía algo... diferente -sonrió al recordar su rincón favorito, donde le había enseñado a Severus cómo interpretar los libros de ajedrez.

Él la había llamado Coré por primera vez allí.

Un ligero rubor coloreó su cara, ante la atenta mirada de Narcissa. Sin embargo, la conversación de los hombres atrajo de nuevo su atención.

-¿Has oído hablar de la nueva ley del Ministerio? -preguntaba Lucius.

-¿La de la protección de muggles y mestizos? -inquirió Severus, y Lucius asintió-. Sí, algo he oído.

-Menuda basura -masculló Lucius, bebiendo más vino-. Pretenden igualarnos con los sangre-sucia ¡No tenemos bastante con soportarlos en la comunidad mágica para además tener que protegerles!

-Sí, es verdad que es irónico -pero Severus apenas le escuchaba. Tenía su atención puesta en Selene, quien charlaba con Narcissa sin rastro de su anterior inquietud, y se alegró de ver que por fin la mujer estuviese sonriendo.

-Es una auténtica idiotez -siguió diciendo Lucius, de forma airada-. Nosotros descendemos de familias de magos que provienen de la Edad Media. Es una auténtica vergüenza que nos obliguen a proteger a esos bastardos inútiles que no se merecen llevar el nombre de magos -Severus asintió, más por llevarle la razón que por estar de acuerdo, pero Lucius siguió con su discurso-. En fin, es una lástima que debido a la situación actual no podamos imponer el verdadero orden que deberían tener las cosas -suspiró Lucius-. Ahora sólo podemos mantener un perfil bajo -entonces reparó en que Selene le estaba escuchando, y que le miraba con los ojos muy abiertos, sin prestar atención a lo que Narcissa le decía-. ¿Qué opinas tú?

Selene se quedó con la copa en la mano, mirando a su anfitrión como si no supiera qué le estaba preguntando.

-Lucius, ella no te va a decir nada que no...

-Severus, por favor -estalló Lucius-. Deja que sea ella la que hable.

-En realidad... no estaba escuchando -mintió Selene con timidez.

-Le estaba diciendo a tu marido que, si las circunstancias fueran diferentes, deberíamos arrasar el mundo mágico y eliminar a todos esos muggles, sangre-sucias y squibs, tal y como el Señor Tenebroso había planeado ¿Qué opinas tú de eso?

Selene se quedó muda de nuevo. Fue dolorosamente consciente de las cicatrices con la palabra "squib", apenas visibles en su brazo, y de su varita inservible en el bolsillo ¿Qué diría Lucius si supiese la verdad?

Notó como el corazón le daba un vuelco en el pecho, y su estómago se revolvía. No iba a ser capaz...

La copa le estalló en la mano, cortándole la piel. El vino le salpicó el vestido, manchándolo de rojo.

Ella se quedó estática y avergonzada, sin comprender cómo había podido pasar eso, pero Narcissa reaccionó con rapidez.

-Vamos, Selene, ven conmigo para que te lo limpie -se apresuró a decir.

Las dos mujeres salieron del salón, y Severus las vio marchar, con la mano aún dentro del bolsillo. Él había hecho estallar la copa. Lamentaba tener que hacerle pasar a Selene aquel rato de vergüenza, pero sabía que era la única forma de que Lucius la dejara en paz.

-No deberías tratarla así -dijo Lucius, en un tono reprobatorio.

-¿Qué? -Severus cogió su copa de vino, para disimular.

-Me refiero a tu mujer. Parece que es una niña por cómo te comportas con ella.

-Lucius ¿por qué no te metes en tus asuntos? -replicó Severus irritado.

-Porque no me voy a callar mientras veo cómo te dedicas a humillar a una mujer que no es nada menos que tu esposa -respondió Lucius, airado.

-Lucius...

-No, me vas a escuchar -se impuso Lucius-. Esa chica no se merece el trato que le das. Ya sé que no te agrada estar casado, y menos con ella, pero deberías intentar... no sé, Severus, al menos guardar las apariencias.

-Mira, Lucius, en primer lugar, tú no tienes ni idea de por qué me comporto como lo hago, y en segundo, como tú bien dices, Selene es mi esposa, y yo sé mejor que nadie cómo la tengo que tratar y por qué.

-Severus, no estoy dispuesto a permitir que sigas comportándote así con ella -Lucius había levantado la voz, y Severus le miró enfadado.

-¿Estás insinuando que la maltrato? -siseó, entrecerrando los ojos peligrosamente. Lucius se irguió como una vara.

-Físicamente, lo desconozco, porque la veo sana, pero hay otras formas de maltrato.

-¿Qué estás diciendo?

-¿Crees que no veo cómo la desprecias? ¿Cómo la humillas? ¿Cómo te burlas de ella?

-Te recomendaría que no hablaras de lo que no sabes -Severus estaba cada vez más furioso.

-¿De lo que no sé? ¡Por Merlín, Severus, que te he estado viendo toda la noche! No la dejas hablar, ni opinar, y casi no le permites ni moverse ¿Y me vas a negar que no te burlas de ella cuando la llamas Coré?

-Valiente demostración de protección -se burló Severus, tratando de desviar el rumbo de la conversación-. Y sin embargo, no tienes reparos en ponernos en peligro a todos, hablando del pasado, y de los "buenos tiempos".

-¿Acaso no puedo expresar mi opinión en mi propia casa? -Lucius le miraba molesto.

-Ese tipo de opiniones son muy peligrosas, más aún cuando espían cada movimiento que hacemos -le regañó Severus-. ¿Qué explicaciones crees que tendré que darle a Dumbledore, después de lo de esta noche?

-Tú y tus miedos ¿Por qué te importa tanto lo que piense ese viejo loco? -bufó Lucius-. Te han declarado inocente, estas libre, igual que yo. No pueden acusarte de nada.

-No, mientras siga manteniendo un perfil bajo. Y eso incluye evitar que me asocien con el Señor Tenebroso de nuevo. Piensa un poco, Lucius -le espetó, mirándole con enfado-. ¿Crees que Selene aguantará otro interrogatorio, sin confesar todo lo que sabe? -Severus sabía a ciencia cierta que la mujer no le había traicionado en Azkabán, y que no lo haría ahora tampoco, pero necesitaba que Lucius dejase el tema de una vez por todas-. Ahora tienes un hijo ¿no crees que podría verse perjudicado por tu falta de sutileza?

-Sigo pensando que exageras -replicó Lucius-. Y falsa preocupación por tu mujer no hace que retire mis palabras. Hazte un favor, y a ella también. Divórciate y bórrale la memoria, si tanto te asusta que te traicione. Pero no es necesario que sigas con esta farsa. A no ser que disfrutes haciéndole daño -las palabras de Lucius destilaban veneno, y Severus tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no sacar la varita y maldecirle. Sentía que temblaba de ira.

-Lucius... -pero Severus cerró la boca al ver que las mujeres regresaban.

***

Narcissa llevó a Selene a uno de los múltiples aseos de la mansión, sin dejar de parlotear con su voz cantarina.

-Perdona a Lucius, ha estado muy nervioso desde... la noche de Halloween -explicó, diplomáticamente, mientras le curaba la mano-. A veces no se da cuenta de que no a todo el mundo le interesan sus ideas -decía, observando cómo las heridas se cerraban-. Pero no ha tenido mala voluntad, en serio, estoy segura de que no pretendía molestarte.

-No estoy molesta... es que no me gusta ser el centro de atención -mintió Selene, quien sí se había ofendido por la pregunta de su anfitrión. Pero Narcissa la creyó y la miró comprensiva.

-A mí me pasaba igual al principio, pero en cuanto acudas a un par de cenas más, habrás dominado tus miedos por completo -la consoló.

-Eso espero -susurró Selene, sinceramente agradecida por la ayuda y la amabilidad de la mujer.

-De todas formas, y perdona que te lo diga de esta manera, Severus también está un poco extraño esta noche. Me pregunto qué le pasará... -hizo una floritura con la varita, arreglando su vestido manchado-. Se comporta de una forma inusitadamente protectora contigo. Nunca le había visto así -comentó, con una mirada inquisitoria. Selene se puso roja.

-No le gusta dar explicaciones acerca de su intimidad -murmuró, evitando los ojos de Narcissa.

-Intimidad ¿eh? -la mujer sonrió.

-No quería decir... -Selene notó cómo una nausea la ahogaba de repente.

La tensión de esa noche no había hecho nada por aliviar los síntomas de su reciente enfermedad. Bruscamente, se abalanzó sobre el inodoro, vomitando ruidosamente. Profundamente avergonzada, se incorporó, tosiendo.

-Lo siento mucho -se disculpó.

-No tiene importancia -Narcissa la interrumpió con suavidad, y la ayudó a limpiarse de nuevo-. A mí me pasaba todo el tiempo. Todo mejora después del primer trimestre -comentó-. ¿De cuánto tiempo estás? -le preguntó, mirándola de arriba a abajo.

-¿A qué te refieres? -Selene la miraba sin comprender.

-¿Cuánto tiempo llevas embarazada?

Selene abrió mucho los ojos, y casi perdió el equilibrio. Tuvo que sostenerse contra el lavabo para no caerse.

-No estoy embarazada -dijo con un hilo de voz-. He estado enferma. Hubo un problema con la comida en la cafetería...

-Discúlpame, no es asunto mío -Narcissa agitó la cabeza, sin insistir más.

-No estoy mintiendo -protestó Selene. Pero una parte de su cabeza empezaba a hacerse la misma pregunta ¿Estaba embarazada? ¿Cuándo había sido la última vez que había tenido el periodo? ¿Antes del episodio de intoxicación?

-No tienes que darme explicaciones -Narcissa le cogió de la mano, con suavidad, sonriendo amablemente. Parecía que hablaba en serio.

Entonces, un elfo doméstico se acercó a ellas.

-Señora Malfoy, el señorito Draco se ha despertado -anunció con su voz chillona.

-Discúlpame, será solo un segundo. Mi hijo no es capaz de dormirse hasta que no le cojo en brazos -le dijo a Selene. Luego se giró hacia el elfo-. Lleva a la señora Snape a la biblioteca, iré a buscarla cuando termine.

Selene siguió al elfo, totalmente distraída. Se puso las manos sobre el vientre, preguntándose si Narcissa tendría razón. Debería asegurarse por la mañana ¿Como se lo diría a Severus? ¿Qué pensaría él de eso? La felicidad y el nerviosismo la inundaban a partes iguales.

Por fin habían empezado a convivir como una pareja casada. Si era cierto que ella esperaba un bebé... aquello lo cambiaría todo.

Selene miro a su alrededor, procurando calmarse. No le convenía agitar más a su maltrecho estómago.

Entonces, sus ojos se posaron sobre un gigantesco libro plateado, que ocupaba un lugar privilegiado, sobre un atril. Al acercarse a él, no pudo evitar sonreír de forma irónica. Por supuesto que los Malfoy se habían hecho con el libro más caro y preciado que podía existir, "El libro que lo sabe todo".

Comprobando que no había nadie a su alrededor, Selene se inclinó sobre el libro.

-¿Que significa Coré?

El libro se abrió, y las páginas pasaron a toda prisa, hasta detenerse en un párrafo en concreto.

-Coré, referido al centro, el núcleo, la zona más importante. En su forma más arcana también significa lo más querido, lo más amado... -Selene leyó en voz alta-. Mi amor... -comprendió, sintiendo que toda la sangre de su cuerpo había ido a parar a su cara. De repente se sintió eufórica, deseando reír y saltar, pero se contuvo a tiempo y se limitó a sonreír. Sentía cómo la invadía una felicidad sin límites.

En ese momento Narcissa regresó, y miró a Selene con curiosidad.

-¿Te encuentras bien? -le preguntó, fijándose en sus mejillas sonrojadas. Selene cerró el libro con suavidad.

-Si, solo quería... sentía curiosidad -respondió Selene, un poco más colorada. Notaba un cálido hormigueo en el estómago y tenía ganas de reír sin parar, pero logró mantener la compostura, a excepción de una débil sonrisa.

Narcissa no insistió, prefiriendo respetar su privacidad, y la llevó de vuelta al comedor. Cuando entraron en la habitación, vieron que los dos hombres estaban discutiendo, pero estos se callaron al verlas llegar.

Selene miró a Severus, y volvió a notar ese cosquilleo en el estómago, cada vez más intenso, y no pudo evitar sonreír con disimulo.

La tensión se había adueñado de la mesa, y no hablaron mucho mientras terminaban la cena con aire sombrío. Selene, sin embargo, estaba ausente del aire enrarecido, sin prestar atención a los débiles intentos de Narcissa por volver hablar de algo; se sentía como en una nube, y por unos momentos se permitió disfrutar de esa sensación, viendo cómo se resolvían de golpe todas sus dudas y preguntas.

Pero su tranquilidad duró hasta que Narcissa recibió una nota, entregada por un elfo doméstico.

-Es de mi hermana. Dice que Rodolphus, Rabastan y Barty vendrán con ella, después de terminar unos asuntos -le informó a Lucius.

Al oír eso, Selene perdió su sonrisa y volvió a quedarse blanca. El tenedor tembló en su mano y de repente se vio incapaz de tragar.

-¿Todavía siguen empeñados en encontrar el paradero de...? -pero Lucius miro a Severus de reojo, y no dijo nada más-. ¿Dice a qué hora llegarán?

-Ya sabes que a Bella no le gusta dar demasiados detalles -Narcissa dobló la nota, y la dejó a su lado.

Selene paseaba su mirada nerviosa, de uno a otro. La cálida felicidad que la había inundado unos minutos antes se había evaporado por completo. Severus vio su expresión asustada y también agrió el gesto.

-Nos vamos -anunció, poniéndose en pie.

Lucius y Narcissa le miraron desconcertados, al igual que Selene, que intuía que esa precipitación se debía a ella.

-No es necesario -dijo ella, transmitiéndole con la mirada que podía aguantar todo lo que fuese necesario, incluso la presencia de la temida Bellatrix, pero Severus no estaba dispuesto a ceder sólo por no ofender a Lucius y a Narcissa.

-Si lo es, Coré -la miró a los ojos, y ella se sintió embargada por el alivio.

Había prometido que la protegería, y lo iba a cumplir. Selene se emocionó, sin saber por qué. Era como si de repente le hubiesen quitado un enorme peso de encima.

Se levantaron todos de la mesa, los anfitriones sin saber muy bien cómo reaccionar, y los invitados ansiosos por irse de allí. Cuando Selene se despidió de Lucius, le miró suplicante, pidiéndole perdón por aquella precipitada huida. También abrazó a Narcissa.

-Muchas gracias por todo -le susurró, con una tímida sonrisa. La mujer le devolvió una mirada de complicidad.

-Estaremos en contacto -prometió.

Severus le cogió del brazo, con suavidad, pero con firmeza, y la sacó de allí.

Una vez de vuelta en los jardines, respiraron a fondo el aire frío de la noche, como si les faltase la respiración, y no pudieron negar el alivio que les producía el dejar atrás el cargado ambiente de tensión.

Severus relajó la presión de su mano, y utilizó la aparición para trasladarse frente a su casa con Selene. Entraron en el edificio y se dirigieron al salón, aún sin decir nada.

Severus se derrumbó sobre el sillón y hundió la cara entre las manos, exhalando el aire de sus pulmones y sintiéndose muy cansado. Selene se apoyó en la mesa, mirándole, y ninguno dijo nada durante un buen rato.

-¿Cómo está tu mano? -preguntó Severus al fin, levantando la cabeza.

-Mejor. Narcissa me la curó, y ya no me duele -respondió ella, mostrando la palma de la mano.

-Fui yo el que rompió la copa -confesó Severus-. Fue lo único que se me ocurrió para sacarte del apuro en el que Lucius te había metido -explicó, a modo de disculpa.

-No me molesta, aunque aún huelo a vino -Selene esbozó una pequeña sonrisa-. Es más, te lo agradezco... todo -añadió, refiriéndose a todo lo que él había hecho por ella durante la cena-. Me has ayudado mucho esta noche.

-Es lo mínimo que podía hacer -murmuró Severus.

-¿Crees que se habrán enfadado? -preguntó Selene, refiriéndose a los Malfoy.

-Ni lo sé ni me importa. Que hagan lo que les dé la gana.

-No deberíamos haber actuado así, era su cena.

-Era un teatro. No sabían qué hacer para poder observarnos a su antojo, y por eso nos han hecho ir. Aun no entiendo qué le pasa a Lucius por la cabeza. Quizá pretendía espiarme o amenazarme...

-Yo creo que simplemente se ha dejado llevar por el vino -apuntó ella-. Me da la impresión de que le cuesta dejar atrás su antigua posición como mortífago.

-Eso lo convierte en más idiota aun -gruñó Severus. Ambos se quedaron en silencio otra vez.

Selene se pasó las manos por el vientre, pensativa.

-A mí no me importaría fingir por cortesía de vez en cuando -dijo en voz baja-. No quiero pasar el resto de mi vida escondiéndome, y creo que asistir a un par de cenas cada... unos cuantos meses, no estaría mal... Me gustaría volver a ver a Narcissa -confesó- Todo irá bien, siempre y cuando pueda evitar a Bellatrix -añadió.

-No te preocupes, no permitiré que ella vuelva a tocarte -aseguró Severus, en un arranque de energía protectora que le sorprendió incluso a él.

-Gracias -ella también estaba sorprendida.

-No me las des -contestó él-. Sólo quiero ayudarte, Coré.

Ella se quedó asombrada y conmovida ante aquel despliegue de sinceridad. También sintió de nuevo aquel cálido cosquilleo en la boca de su estómago. Pensó en todas las veces en las que él la había llamado por ese nombre, comenzando por aquel día en la librería de Venecia, y notó como le temblaban las piernas ¿Se había sentido así por ella, desde entonces?

Muy despacio, sintiendo de nuevo ese calor cosquilleante en su interior, Selene se acercó a Severus y se sentó junto a él.

Ya no tenía tanto miedo de lo que pudiese pasar al día siguiente, cuando comprobase definitivamente si las sospechas de Narcissa eran ciertas o no. Selene estaba segura de que, en caso de poder comunicar una buena noticia, ésta sería recibida con alegría.

Cogió las manos de Severus entre las suyas, y acercándose a él, le miró a los ojos.

-Sevgi, me pediste que fuera siempre sincera contigo -recordó. Él levantó una ceja, sorprendido.

-¿Cómo me has llamado? -pero Selene se limitó a esbozar una sonrisa misteriosa.

-Ya lo has oído -susurró, acercándose más a él. El corazón le latía con fuerza en el pecho-. Yo también te quiero -y cruzando el escaso espacio que les separaba, le besó en los labios.

Fue un momento especial, en el que pareció detenerse el tiempo, mientras que ese beso tímido ocupaba todo el protagonismo, creando lazos que un contrato matrimonial no podía igualar, y derribando de un plumazo las pocas barreras que aún quedaban entre los dos.

No se habían abrazado, y no se tocaban más de lo necesario, pero en su interior, Selene sonreía.

Severus le estaba devolviendo el beso.

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Si te ha gustado esta historia, prueba a leer otro de los Fanfiction que he publicado

La serpiente y el león (Severus x OC)

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