En la Trampa del Lobo (Comple...

By AlysaKai

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Breen Madrigal es una abogada Junior a la que de repente su jefe le asigna el caso de una fusión empresarial... More

Disparador
Sinopsis
Moodboards
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo 76
Capítulo 77
Capítulo 78
Capítulo 79
Capítulo 80
Epílogo

Capítulo 47

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By AlysaKai

La boda se celebraría en el jardín de la nueva casa de los Mike-Jordan a las 6:00 de la tarde. Breen había acordado esperar por Lobo, sin embargo, en un ataque de paranoia, decidió que pediría un taxi y se marcharía sola. La idea de ir juntos, volver juntos y con Leo de por medio una vez más, le parecía excesiva.

Si bien durante esos tres días ellos se habían estado dedicando ciertas miradas en la empresa, mayormente en el horario de almuerzo, la oportunidad para hablar nunca se concretó. Lobo ocupaba su mente con lo relacionado al lanzamiento de Zaf-Wash y ella le daba vuelta a los asuntos que la aturdían cada vez más. A consecuencia de no ser únicamente Lobo quien le lanzara miradas, sino también Jorge Olbert. Él se había encargado de recordarle su trato con más de una expresión facial.

Breen tenía a su favor la visita de su hermana, por ende, dicho motivo serviría de excusa ideal para ausentarse los próximos días. Aunque, de momento, nada de lo concerniente a su acuerdo con Jorge era la prioridad. La boda lo era.

— ¡Bienvenida, Breen! –saludó Richi de primero.

Ver allí a Los Alborotadores era similar a reconectar con un pedacito de Kmarrú. El resto de entre ellos la saludó, menos la novia a la que todavía estaban preparando. Eicko y Aldo hicieron fila para propinar cumplidos a Breen sobre su particular atuendo: un lindo top en color naranja pálido, acompañado por un pantalón recto y zapatos de tacón. Su cabello lo llevaba suelto, alisado, y con look mojado. Por lo cual, los amigos de Lobo tenían razón al decirle que se veía impresionante, o que resaltaba, pues, incluso Leire usaba un vestido, así como la mayoría de las asistentes. Si bien valía destacar que la elección de Volcán había sido en color rojo, para levantar murmuraciones relacionadas con el enunciando: «quien viste de rojo en una boda es amante del novio».

Breen se rio divertida tras volverse parte de la broma. En efecto constató que más de una persona susurraba en la distancia viendo en dirección a la madrina de la boda. No obstante, se le esfumó la sonrisa cuando fue testigo de la llegada de Leo. Sintió que se tambaleaba a causa de lo que percibían sus ojos grises. Lobo llevando a Lina de la mano, haciendo gala de flamante pareja, en tanto se adentraban en el jardín.

Breen quería creer que alucinaba. ¿Por qué estaba Lina ahí?, pensó al tiempo en que daba media vuelta. A su paso, buscó dentro de su cartera el móvil y encontró varias llamadas perdidas de Lobo. Ella no tenía volumen puesto al teléfono, ni lo había visto en la última hora. Por consiguiente, maldijo en tono bajo yendo rumbo a uno de los baños a toda velocidad. Al entrar, pasó las manos por su cabello y se vio al espejo.

— Breen –Lobo daba golpecitos a la puerta–. Richi me dijo que está aquí.

Ella abrió, enfrentándolo con la mirada, sin darle espacio para entrar. Con todo, él caminó hacia adelante en busca de hacerla retroceder; lo consiguió y se adentró en el baño cerrando la puerta con gesto apresurado. Breen tomó distancia entes de hablar.

— ¿Qué hace aquí?

— Escucha: supo que asistiría a una boda por culpa de una distracción de Mauro. Se apareció en casa, vestida y con la intención de acompañarme. Te llamé, pero nunca contestaste –relató–. No pensé que estarías aquí..., perdón.

Mientras Breen experimentaba por primera vez el significado de ser la otra, Lobo meditaba en la mejor manera de pedirle que se fuera. Sin embargo, no contaba con el coraje para hacerlo. Quiso abrazarla, aunque ella rehuyó del contacto.

— Breen...

— No; si es que debe ser ella quien te acompañe, no yo. Yo soy la que debe permanecer oculta ¿no es así? Yo soy la que sobra aquí.

Lobo no agregó palabra, y al no hacerlo tampoco la desmintió. Su mirada dirigida al suelo delató aquello que la chica podía sospechar, y que no deseaba creer. A propósito de ello fue grande su ira al igual que su decepción.

— ¡Habla! –golpeó al pecho de él.

— Si ella te ve aquí seguirá haciéndose ideas en la cabeza. Y eso no debe pasar.

— ¿Qué, exactamente?

— Ella es mi prometida... y debe seguir siéndolo. Breen, por favor...

«Márchate»

Lo dicho fue un bumerán sin retorno. Ahí Breen entendió que lo vivido en Kmarrú había sido parte de la diversión del viaje.

— ¿Hay alguien? –llamaba Richi– ¿Lobo? ¿Breen? –susurró algo más bajo la segunda vez.

— Pasa.

Ya eran tres dentro del baño. No obstante, solo uno contaba con la disposición para crear un plan de escape a la situación.

— ¿Qué haremos? Hay que mentir –consultó a su amigo–. Diré que es mi novia, o una prima segunda, las posibilidades son

— No –lo interrumpió Lobo.

— ¿Por qué no?

Richi los observó a ambos de hito en hito, no pasando por alto el rostro sonrojado de la chica.

— Lina la conoce. No pecará de ingenua.

— Me iré, Richi. De todas, formas no tengo derecho a estar en esta celebración.

— ¿Qué dices? Heila querrá verte... oye no puedes

En el acto buscó la mirada de su amigo, aunque, al parecer ya ellos habían tomado una decisión antes de que él llegara a la escena. Lina llamó al móvil de su prometido en ese instante, por tanto, Lobo mintió alegando estar junto a la novia. En acto seguido, se retiró y Richi quedó viendo a la abogada con pena.

— Si sabes que mi amigo te quiere a ti...

— Ahora mismo eso no sirve de nada. No es ella la que se escabullirá, ni seré yo quien lo sostenga a él del brazo durante la ceremonia.

En el departamento Breen se topó con una nota de Andrea: «Salí con el chico del delivery. Llevo encontrándomelo tantas veces en otros sitios que creo que es el destino. Por cierto, espero hayas bailado toda la noche abrazada al cuello de Lobo».

Breen estrujó la nota, porque ella había planeado justamente eso y con todo, allí estaba. Ni boda, ni bailes y mucho menos Lobo. Cambió su atuendo por una ducha, se lavó la cabeza, secó y peinó su cabello después de haberse acomodado dentro de su pijama. Luego, embutió más de una barra de kitkat sentada en el sofá hasta decidir que se iría a la cama. De tal forma quizá consiguiera dejar estar lo ocurrido.

Tras despertarse horas más tarde, Breen dio un vistazo al reloj sobre la mesa de noche con gesto afligido para confirmar dos cosas: uno, Aldo y Heila ya deberían estar casados, y dos: todavía no pasaban las horas suficientes como para que fiesta de ellos acabase. Por ende, Lobo de seguro habría zafado ya su corbata, además, debía de estar bailando con Lina. Durarían toda la noche juntos porque el festejo se extendería hasta el amanecer. Y ella no estaría presente; ella tenía sus ojos llorosos, una casa vacía, y una culpa que la arrollaba por dentro.

Kmarrú había sido un error.

De repente, el silencio se nubló cuando Breen escuchó un silbido por intervalos hasta ser sustituido por una melodía. Arrugó el entrecejo, atenta para descifrar la canción. Se oía muy cerca.

«Making love out of nothing. »

Continúo sonado a la par mientras Breen abandonaba su cama yendo a averiguar la procedencia de la canción. Abrió la puerta del departamento. Entonces, parpadeó sintiéndose incapaz de emitir palabra al tiempo en que reconocía sus sentimientos encontrados a consecuencia de toparse con Lobo. Él cargaba una enorme caja rectangular encima de la cual estaba el móvil reproduciendo la canción.

— ¿Qué haces? –interrogó ella al verlo arrodillándose.

— Pedir perdón.

— ¿Y eso? –se refirió a la caja con desdén– ¿Otra botella de vino?

— Algo más grande que una botella de vino...

— Deberías estar en la boda

— La boda no me importa –cotó él–. Lo haces tú; esas cosas que deseas, las que yo te puedo dar...

Breen resopló molesta consigo más que con él. Pues, el peso de su curiosidad igualaba la intensidad de sus leves sospechas. Asimismo, la alegría de entrever que Lobo había abandonado la boda, a sus amigos, y a Lina, por ella.

— ¿No vas a mirar dentro? –insinuó.

— Veamos...

Breen sonrió en ademán complacido tras comprobar que el vestido rojo granate de falda de tul se encontraba doblado y envuelto en papel de seda. No obstante, de inmediato puso fin a su sonrisa.

— ¿Cómo lo conseguiste?

— Hice varias llamadas, cobré favores, y conseguí que me lo enviasen por pedido rápido.

— Yo no voy a usarlo.

— No tienes que hacerlo –replicó Lobo, al levantarse–. Puedes conservarlo para que sea admirado.

— Oye, no sé qué persigues con venir aquí a estas horas, la verdad. Para mí lo de esta tarde fue suficiente.

Ella al darle la espalda se adentró en el apartamento dando espacio para permitirle a Lobo entrar. Él no se lo pensó dos veces para perseguirla. Dejó la caja en el suelo antes de acercarse a su loba de ojos grises. Estaba vuelta una fiera, enojada y herida a la vez.

— Fui un patán, lo sé. También lo siento así. No tienes idea de cuánto me dolió haberte pedido que te fueras.

— Sí: no tengo idea –convino–. Yo solo sé cuánto me dolió a mí.

— Escúchame.

— No; escúchame tú. ¿Dónde quedó eso de no casarte con Lina? Ya sé que dije que no era necesario, pero mentía. ¡Mentía como una reverenda boba!

Tomó una pausa para no quebrarse. Cerró sus ojos, mientras se preguntaba si seguir aceptando cada uno de sus sentimientos frente a él era lo correcto.

— No planeo casarme.

— Me dijiste que debe seguir siendo tu prometida –evocó–, lo quieres. O de lo contrario, me habrías cogido una mano y habrías salido conmigo del baño para llevarme a acompañarte. Te hubiera importado un carajo que ella sapa nada. ¡Pero no! Tú dijiste –imitó–: Breen, por favor...

— Te quiero a ti, ¿eso no es suficiente?

— No –afirmó sin rodeos, manteniendo al límite las ganas de llorar–. Porque no quiero compartirte con ella, o mucho menos, sentir que es ella quien te comparte conmigo.

— No es así.

— No sé... yo ya no sé qué esperar de esto –señalo sus figuras–. En Kmarrú era todo más sencillo, solo estábamos tú, yo, y Leo que no se enteraba de nada. Ahora, aquí, hay muchas personas y situaciones de por medio.

— Necesito confianza, Breen. Mi intención de conservar el compromiso no significa que lo vaya a consumar, aun así, necesito algo de tiempo y paciencia.

Ella se alejó hacia el sofá, con gestos compungidos. Los cuales cubrió con taparse el rostro.

— Además –mencionó Lobo, acercándose–, te he traído otro regalo.

Breen volteó. Lobo sacaba del bolcillo de su pantalón un estuche rosado de gas pimienta para alzarlo. E indiscutiblemente ambos sonrieron.

— De todos modos, ya no lo necesitarás después de empezar con las clases de manejo –indicó–. Luego vendrá el auto, y se terminarán los taxis en tu vida. Lo tienes que aceptar.

— Trae acá.

Él lo lanzó para comprobar que ella lo atrapaba. Entonces, tomó asiento a su lado fijándose en como la chica examinaba el gas pimienta. Para cuando sus miradas se encontraron, Lobo sostuvo el rostro de Breen.

— Tú no me compartes con nadie, yo soy tuyo. Edición limitada.

Breen sonrió sin poder evitarlo. Pues deseaba hacer borrón y cuenta nueva esperando no arrepentirse por ello. Admitirlo, no hacía que ella tuviese menos autocontrol, sino muy claros sus sentimientos.

— No puedo perderte, Breen; no ahora.

Ella tampoco podía. Eso era lo peor.

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