ღ Ineffable husbands - ONESHO...

By No_giving_up

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┏━━━━━━━━━━━━━━┓ Crowley x Aziraphale y otras parejas paralelas del multiverso Michael Sheen-David Tenn... More

「✦」Dolor de corazón.
「✦」San Valentín.
「✦」Sabor dulce.
「✦」Demon!Aziraphale - Te tantum diligo.
「✦」Angel!Crowley - Colonenses 3:5
「✦」Después del No-Fin de los tiempos.
「✦」Illogical! husbands-Una nueva oportunidad.
「✦」REV!Omens- Te adoro.
「✦」Puedes mirar, ángel. ANGST.
「✦」IneffablesWives -Una noche de lluvia
「✦」Killer!Husbands - Hazme gritar.
「✦」Rev!-Por ti haría cualquier cosa.
「✦」Lujuria de Ángel.
「✦」Illogical husbands! Herida por herida
「✦」Human AU- Lenguaje floral
「✦」Omnia vincit amor (Roma)
「✦」Baroque Husbands!- Búscame en Londres
「✦」Crime! husbands-- Bajo sospecha pt. 1
「✦」Crime! husbands-- Bajo sospecha pt. 2
「✦」Una vez en el Cielo
「✦」Rev! Dolorosa tentación
「✦」Fem! Aziraphale-- Crawling back to you
「✦」Fem! Crowley -- La Esposa del Sr. Fell
「✦」Tras la s2 - «1 Timoteo, 2:6 »
「✦」Arrodíllate
「✦」Sempiternus
「✦」Vampire AU! - La tua cantante
「✦」Mano de Santo
「✦」Primera tormenta (Edén)
「✦」Segunda tormenta (Mesopotamia)
「✦」Tercera tormenta (Tierra de Uz)
「✦」Huye. Quédate [Serial Killer Husbands]
「✦」 Baroque Husbands! pt.2- Completamente tuyo
「✦」Juego de posición [Fem!Aziraphale]
「✦」Juguetes [Fem!Crowley]

「✦」Inner Demons!- Tras la Caída

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By No_giving_up

Inspirado en el AU de Millerizo.art Inner Demons, en el que Aziraphale ha caído del Cielo por mancharse las manos de sangre y se ha convertido en demonio en algún punto de la historia original. Crowley, devastado por la situación, huye como primera reacción y desaparece durante un buen tiempo, por lo que Aziraphale parece guardarle rencor.

Ya saben un buen angst, enemies to lovers y demon!Aziraphale (+ Crowley con cuello alto) ¿cómo nos ibamos a resisitir? JAJSHSDJ [Escrito en 2020]

¡Echenle un vistazo a su cómic que es espectacular!

Los diseños son los siguientes, todos los créditos reservados al artista:

CONTENIDOS: Smut, humillación, angst, etc. 

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"Tras la Caída"

Fell se había acomodado en su sillón de la librería, cerrando los ojos por el cansancio acumulado. Había estado teniendo reuniones aquellos días, y apenas descansaba lo suficiente; algunos documentos se empezaban a acumular a un lado del escritorio, pero ya le dedicaría su tiempo en algún punto de la semana.

Tan solo tenía la intención de descansar unos minutos, pero Fell ni siquiera se dio cuenta de que el cansancio le venció hasta ser acunado por Morfeo; pero nada le tenía que agradecer, siempre soñaba con aquel doloroso recuerdo de su caída.
Cuando el rostro de Gabriel se acerca al suyo propio, con aquel desdén y le recuerda su soledad, unos pequeños golpes en la puerta hacen que se despierte sobresaltado, llevando sus manos a su rostro, frotando su sien antes de alzar la voz y dejar pasar a quien fuese.

Cuando el demonio que le había acompañado hasta el pasillo abrió la puerta, Crowley frunció su ceño en seriedad y le asintió en agradecimiento, observándole marchar. El pelirrojo llevaba el cabello corto y las gafas de sol cubrían sus ojos a la perfección. Sin embargo; detrás de estos, una mirada angustiosa se presentaba, al recorrer el cartel que encabezaba aquel despacho. Crowley tomó una bocanada de aire y caminó en la sala, vistiendo aquella ropa negra, casi de luto.

— Demonio Azirafell — habló sin mucha expresividad, acercándose hasta su escritorio a dejar un par de documentos que traía consigo, contemplándolo tras la mesa, sin intención de tomar asiento. Prefirió limitarse a hacer su trabajo y a no sufrir en sobremanera, ni siquiera estaba seguro de si Aziraphale le recordaría, es decir, después de su caída.— Parece que eres el elegido, o al menos muy apto para entregar al anticristo en el día. Son ordenes de... ¿más abajo?


El rostro de Azirafell se tornó serio e impasible conforme Crowley llegaba al frente de su escritorio. Vestido de negro y sus ojos ocultos bajo aquellas gafas que recordaba vagamente. Fell notó una punzada en su pecho ante los recuerdos que le traía tenerlo frente frente a él. Observó el documento sin demasiado ánimo, y apoyó su codo en el reposabrazo, sujetando así con su mano su cabeza sobre la mejilla y alzó la cabeza.

— Apto, ya... Me da la sensación de que se equivocaron de persona, o ya no confían en su demonio favorito, ¿no, Crowley? —el peligris ladeó la cabeza y bajó la mano, apoyando esta vez ambos en el escritorio para incorporarse.— Estos años te han vuelto un maleducado, ya ni siquiera saludas a los amigos.

Algo se removió en el interior del organismo del de mechones cobrizos, que tragó saliva, con cierto sudor frío deslizándose por su nuca. Crowley dejó escapar un suspiro, sin siquiera saber cómo encarar la situación, sintiendo un nudo formarse en su garganta.

— Estoy más bien oxidado. Yo no doy las órdenes. — La serpiente arrugó su ceño y dejó el resto de aquella documentación sobre la madera de la mesa, queriendo salir de allí lo antes posible. Su voz no escapó con demasiado volumen, aunque flotó en aquel incómodo ambiente. — Eres mi superior, te hablo con respeto. No con confianza.

— Con que ahora eres el recadero... Bueno es saberlo.—apenas había oído hablar de Crowley durante su corta estancia allí abajo. Como quien dice, era un recién llegado, que se había ganado con honores uno de los mejores puestos. Algo que yo no había pedido, se recordó Fell a sí mismo, desde alguna zona perdida de su subconsciente.— Como tu superior, —comenzó a decir Azirafell mientras rodeaba el escritorio y se acercaba lentamente hacia la posición del otro demonio.— te ordeno a que me trates como a un igual, y te expreses como mejor te venga en gana.

Fell buscó su mirada tras aquellos cristales de sus gafas, apoyándose contra el escritorio antes de desviarla y tomar los documentos con un suspiro, ojeandolos por encima. Aquello iba a ser algo tedioso, y lo más seguro es que el otro bando, estaba preparándose, sin lugar a dudas. Era algo que debía de preocuparle al demonio, sin embargo, su mente tan solo trataba de entender, como Crowley podía estar frente a él sin remordimiento alguno en su faz.

Lo que Azirafell no sabía es que el cuerpo del pelirrojo se sentía como si estuviese relleno de ácido, que lo corroía por dentro y provocaba un dolor insoportable en sus entrañas, que se extendía hasta su pecho. Trató de hablar lo menos posible, para evitar el temblor en su voz, aún atrapada en aquel nudo del que parecía no poder deshacerse.

— Entendido. — Crowley susurró, deslizando su vista hacia cualquier otro lugar que no fuera aquel rostro. Aún podía distinguir entre el vello y el ceño fruncido, los rasgos que alguna vez caracterizaron a su ángel, al que tanto amaba y que le había acompañado durante tantos siglos. Sin embargo, no pudo evitar reflexionar aún así sobre lo sucedido aquel fatídico día, en el que había sentido tanto miedo que sus rodillas temblaban más que el mismo suelo, y el universo le arrebataba el aliento, al ver que su mundo se hundía en azufre, con sus brillantes alas blancas.— ¿Algo más?


La serpiente giró su rostro para mirarle de reojo, pálido como la nieve, prefiriendo ocultar sus manos tras su espalda, agarrando una de ellas entre sus dedos, al sentir su temblor.

Azirafell intentaba contener su rabia interior, al ver que de nuevo, Crowley quería desaparecer de su vista; huir y no volver más. Pero no le iba a dejar, debía enfrentar a sus demonios, y ese era él mismo. No pudo evitar contenerse y arrugó el documento antes de dejarlo en el escritorio.

— Claro. Aún hay más. —Fell sonrió levemente bajo su tupida barba. Una sonrisa que no tenía nada que ver con aquella preciosa y alegre sonrisa de cuando una vez fue ángel. Sino una mezclada con la tristeza, el dolor y la crueldad que existía en su interior. Alargó su brazo y retiró las gafas que ocultaban los ojos de serpiente de Crowley, fijando su mirada en ellos.— ¿Cómo te sientes?


En aquel instante, el pelirrojo ni siquiera se movió, sino que guardó silencio. Los cristales se retiraron de su rostro y sus ojos cargados de dolor descansaron en el semblante de Azirafell, cristalizados y enmarcados por sus cejas fruncidas, aunque impasible, mientras una débil lágrima escapaba de sus pestañas para deslizarse por su mejilla. Crowley ni siquiera prestó atención a ello y no despegó su mirada del rostro del otro demonio, que esperaba con furia su respuesta. Sin embargo; no había palabras que salieran de los labios de las serpiente. No sabía qué responder en aquellas circunstancias, sentía vergüenza de sí mismo.

— ¿Y tú? — Su voz habló cargada de aire, mientras escaneaba el semblante ajeno con sus orbes amarillos, dejando de lado aquella pregunta que el peligris había lanzado, cuya respuesta realmente no importaba. El pelirrojo estaba preocupado, preguntándose si realmente aquel hombre frente a él había conseguido adaptarse a su nueva vida.

— Descendí a los infiernos, ¿cómo crees que puedo estar?—Fell alzó una ceja en respuesta mientras contemplaba su rostro. Sujetó sus mejillas entre sus dedos y una leve risa apareció, acompañada de un leve movimiento para ver aquella lágrima descender.— Ah, ahí está... Lo que yo quería ver.


El peligris apretó ligeramente su agarre y tiró del pelirrojo para que se acercase más a él, haciendo que se agachase. Entrecerró sus ojos contemplando el rostro del pelirrojo, y entonces lamió aquella lágrima, pegando sus labios a su oído.

— No tienes derecho a llorar por mi, ni a sentir pena, Crowley. No necesito que un cobarde como tú lo haga.

Un escalofrío recorrió la espalda del pelirrojo al oír su voz, podía sentir cómo la lástima en su mirada hacía que Fell ardiese de ira; sin embargo, no era algo que pudiese evitar. Trataba de disfrazarlo, pero ahora estaba totalmente al descubierto.

— Tú no eres así. Lo sé, te conozco.— Crowley afrontó su mirada celeste, tomándole con cautela de los hombros, y frunció aún más sus cejas en consternación, echando una mirada a los papeles en el escritorio, para volver a girarse hacia él, con el llanto a punto de desbordarse, pero que se tragaría hasta que le fuese imposible.— No tienes porqué hacer esto.

— ¿Qué me conoces? —dijo incrédulo antes de carcajearse y soltar su mejilla, para tomarle esta vez por el pelo con fuerza y fruncir el ceño, tirando de su cabello hacia atrás y poder mirarle con el rostro serio.—Tú me convertiste en esto, Crowley. Sesenta y tres años dan para muchos cambios en la vida de un demonio, ¿no crees igual?


Claro que no tenía porque hacer aquello; podría haber simplemente despachado a Crowley y seguir con su rutina como cada día, encargarse de sus tentaciones, su nueva vida normal. Pero no. Quería saber qué sentía aquel demonio al ver en lo que se había convertido su amor, aquello que simplemente desapareció en el momento en que las alas de Fell se tornaron negras como el azabache. No podía sentir más que rabia, dolor y decepción al ver el rostro del que una vez había sido su amante, aunque en su interior, muy profundamente, la tristeza le consumía hasta casi ahogarlo por completo; había sido traicionado por su único amor. La única persona por la que el una vez ángel, había podido pecar sin temer a nada, ni a nadie.

Crowley cerró los ojos con fuerza en una expresión de dolor, mientras sus manos se posaron desesperadamente sobre la muñeca de Azirafell que sujetaba su cabello. Sin embargo, no ejerció fuerza alguna para retirarle, sólo abrió como pudo uno de sus ojos y le contempló con dificultad, sus dientes se apretaron junto con su lastimosa expresión.

— Aziraphale —Susurró débilmente, con la voz rota. Sabía que todas y cada una de aquellas palabras eran ciertas. A pesar de no haber sido el causante de su pecado, su mente no estuvo preparada para afrontar la escena que contempló en aquel instante al entrar en la iglesia: ver a aquel Ángel cubierto de sangre, con una pistola entre sus dedos. En cuanto vió su expresión aterrorizada quiso acercarse, tomarle entre sus brazos y decirle que todo estaría bien. Sin embargo, su cuerpo se movió sólo y el terror tomó su organismo, huyendo en desesperación. Cuando quiso volver a aquella iglesia, era demasiado tarde y había cometido el peor error de su vida. Unos segundos que lo significaron todo. — Lo siento.


Crowley tembló al sentir las lágrimas derramarse de sus ojos, sabiendo que eso no serviría de nada. Simplemente no podía contenerlas, no en aquel momento. Llegó a pensar que no podría llorar más después de todas las lágrimas derramadas a lo largo de esos años, pero estaba equivocado.

— Fue un error, estaba aterrorizado. —La serpiente habló entre su llanto, confesando aquellas palabras en deplorable estado. Cerró los ojos, incapaz de mirarle. —Cuando quise volver, era demasiado tarde... yo... te juro que lo intenté.


La respiración de Fell se aceleró conforme dejaba a hablar a Crowley. Era la primera vez que escuchaba su versión de lo que había sucedido, pero en vez de aliviar su pobre alma, aquello hacia que su dolor fuese mayor. Y mucho más su traición, lo que sentía que lo fue.
Soltó su agarre y simplemente golpeó su mejilla con el puño cerrado, haciendo que cayese frente a él. Alzó su rostro con el zapato y le observó lleno de rabia, por encima del hombro.

— Es Azirafell. No lo olvides, demonio. —gruñó entre dientes antes de soltarle y moverse, agachándose ligeramente frente a él.— ¿Qué estabas aterrorizado? ¡Grité y lloré por tí! ¡Supliqué por que volvieras a mi lado y que no me abandonarás! Estaba completamente solo, y tú huiste. Y no miraste hacia atrás. —Fell ni siquiera tenía ya lágrimas para afrontar aquello. Solo podía gritarle con el rostro enrojecido por la ira y el dolor, que se contrae conforme recordaba aquel día.— Y tuvo que ser Gabriel el que me recordase todo. Fue su rostro el que vi, no el tuyo, Crowley. Intentarlo no lo es todo, tú lo has dicho; fue tarde y mi corazón ardió con las propias llamas del infierno.


El pelirrojo sintió el sabor metálico en su boca tras aquel puñetazo y escupió algo de sangre, pues sus propios dientes habían herido su labio. Si las facciones de Crowley no eran un despojo al entrar a aquella oficina, maltratadas por el dolor de los años, ahora lo eran aún más, con su labio ensangrentado y aquellas ojeras a la vista. Escuchó cada una de las palabras de Azirafell, con las rodillas posadas en el suelo, así como su mano, después de aquel golpe. Aquellos gritos penetraron en su cabeza y cerró los ojos con fuerza, sin poder detener las lágrimas de regar sus pálidas mejillas y ni siquiera encontrar la fuerza para responder algo entre aquéllas frases.

— No... no pude —La serpiente balbuceó casi con miedo de decir algo, su voz sacudida por la pena, mientras su mirada se fijaba en el suelo, sobre el que se encorvó dolorosamente. —Yo... fui un cobarde. Esos segundos me costaron todo... Es algo que me persigue cada noche. Debí haber estado ahí.


Crowley llevo una mano a su rostro y se sacudió entre aquellas lágrimas, limpiandolas suciamente con el puño de su manga. Trató de arrastrarse algo más cerca del peligris, deslizando sus rodillas sobre aquel suelo y aferrándose dolorosamente a la tela del pantalón del otro demonio. Sus palabras escaparon casi inaudibles, cargadas del aire de aquellos sollozos.

— Por favor.


Fell contemplaba con desdén a Crowley mientras lloraba a sus pies. Se trababa con sus propias palabras y sus lágrimas mientras intentaba articular sus frases. El peligris se había vuelto a apoyar sobre la mesa, con ambas manos en el escritorio y cruzando una pierna por encima de la otra. Toma su cabello y tira de él para alzar su rostro, mientras Fell giraba ligeramente el suyo alzando una ceja.

— Tus súplicas no sirven de nada. — se sacudió sus manos al soltarle el cabello y se cruzó de brazos contemplando el estado lamentable en el que se encontraba el pelirrojo frente a él.— ¿Qué esperabas que sucedería? ¿Qué te abriría los brazos y proclamaríamos nuestro amor como si nada hubiese pasado? Fue un error que estando yo en el otro bando, me enamorase de ti. Mi vida no hubiera desaparecido como cenizas.


Crowley se apoyó en una de sus rodillas para incorporarse una vez más, con cierta dificultad. Sus cejas se fruncieron en lastima al oír aquellas palabras pero la impotencia tomó su voz, que se alzo, clavando su mirada en el contrario, con el corazón en un puño.

— ¡Por supuesto que no! Sé que es imposible. Pero quería decirte todo aquello que no había podido decirte en todos estos años. Que supieras lo que pasó en realidad y lo mucho que he sufrido a causa de mi error. —El pelirrojo se acercó a Fell y tomó la tela de su chaqueta para acercarle a él, enfrentando su mirada fría. —Sé que tú también has sufrido ¡Es evidente! ¿Crees que no sé lo que se siente al arder en azufre mientras tanto tú como el resto de Ángeles me observan desde una asquerosa nube?

— Lo que nos diferencia a ti de mi, Crowley, es que yo aun siendo un ángel, intenté salvar a uno de los caídos.—tensó su mandíbula al finalizar la frase. No podía rebatirle aquello, después de todo, Crowley había sido de los primeros que cayeron.

— ¿Acaso crees que yo no intenté salvarte?


Azirafell inspiró por la nariz, notando como se tensaba al oír aquella pregunta de los labios de Crowley. Estaba creyendo en su verdad, la única que se había formado y aceptado a lo largo de aquellos años.

La serpiente dejó escapar una lágrima una vez más, involuntariamente, al dejar salir todo aquel dolor, aún más punzante al transformarse en palabras.

— Nunca quise hacerte daño. Te amaba profundamente. Te... —Crowley tragó saliva y le zarandeó levemente, sacando valor para terminar lo que había empezado. —Te amo tanto que me destruye.

— Deberías olvidarte de ese amor, Crowley. Ya no existe. —suspiró y buscó sus manos para zafarse del agarre sobre su camisa.— Lo único que puedo sentir al verte es dolor y rabia.

— Jamás. — La respuesta del pelirrojo fue rotunda y alzó su mandíbula para observarle, a unos pies de distancia, pues el contrario le había empujado lejos, con las lágrimas secas en sus mejillas, coloreadas por el llanto.— No he podido y no podré ahora. Desde que existo...


Crowley tragó saliva y bajó un poco la cabeza, arrugando el ceño y deslizando su mirada hacia otro lado por un instante, dudando si debía terminar aquella frase. Se decidió a hacerlo, volviendo a encarar la mirada de Fell.

— Y hasta que deje de existir. Aziraphale. —Una sonrisa derrotada tomó sus labios, sin miedo a mencionar su nombre anterior de nuevo, cayendo sobre sus rodillas de nuevo y sus hombros bajos, sin dejar de mirar su rostro. Una risa lastimosa escapó de sus labios por un momento, aunque su rostro se pintaba de pena. —Haré lo que sea.

— Deja de nombrar ese maldito nombre de ángel. Ya no existe, Crowley, ni va a volver. Acostumbrate.


Fell terminó la frase con el rostro impasible, viendo como se hacia pequeño en sí mismo, incluso ridículo. Un estado lamentable del que, si su otro yo aun siguiera ahí, sufriría de estar viéndolo de aquella manera.

— ¿Lo que sea? —preguntó con un ligero toque de diversión y alzó uno de sus pies hacia él, señalándole.—Bésalos.


Crowley bajó las pestañas hasta él, sintiendo como el poco orgullo que le quedaba mandaba torrentes de vergüenza a su cuerpo. Sin embargo, no era como si pudiese sentir mucho más que dolor en aquel instante. Asintió débilmente y se acercó, aún de rodillas ante él y tomó su tobillo entre sus dedos, inclinándose para dejar un casto beso sobre su zapato. La serpiente alzó su mirada, enmarcada por sus pestañas hasta el rostro de Azirafell cuando retiró su boca con cuidado, sin romper aquel contacto visual.

Fell mantiene la mirada fija sobre Crowley, observando cada uno de sus movimientos; como le tomaba con cuidado y dejaba aquel beso sobre el zapato. Unos labios que no hace demasiado, besaban su propio rostro con alegría.

El pelirrojo alzó su mirada y Fell sonríe a medio lado con un ligero toque de diversión, aflojando el nudo a su cuello.

— Tocate, Crowley. Si consigues ponermela dura, quizás podamos divertirnos un poco al menos. Si es que eres capaz.



Anthony abrió los ojos en cierta sorpresa a causa del repentino giro de los acontecimientos, tragando saliva. No estaba seguro de si aquello era solo para ver si sería capaz de hacer algo así. Seguramente, en cuanto empezase a hacer algo, sería apalizado por su lamentable aspecto. Sin embargo, si esto era lo único que podría obtener de su una vez Ángel: ser objeto de burla y desahogo, así lo aceptaría. Crowley cerró los ojos por un instante y dejó escapar un suspiro, dudando siquiera si sería capaz de tener una erección en aquellas condiciones anímicas.

— No hay mucho que ver. —El demonio susurró, alzando las pestañas hasta la mitad de sus párpados, para bajar la mirada hasta su propia entrepierna. Deslizó su mano por su propia cadera hasta su cinturón, que desabrochó, con cierta vergüenza. Cuando se bajó la bragueta, sacó su miembro de la ropa interior para poder tomarlo entre sus dedos sin necesidad de desvestirse.

— Eso no es lo que recuerdo. —respondió Fell a su susurro, completamente expectante de ver si realmente iba a ser capaz de hacerlo.

Crowley comenzó a acariciarse de manera superficial, tratando de despertar algo de excitación en su organismo. Aunque fue difícil, sentirse objeto de observación mandó una corriente eléctrica por su espalda que no supo catalogar y sus pestañas bajaron, observando sus propios movimientos con las mejillas coloreadas. Se estimuló simulando embestidas lentas alrededor de su miembro con los dedos y un gemido débil escapó de sus labios, que mantuvo separados y relamió. Cuando su voz escapó por segunda vez, cerró los ojos y frunció las cejas para morderse el labio.

Fell observó cómo su rostro tomaba color conforme se acariciaba y su mirada comenzó a bajar lentamente hasta su miembro, para seguir el movimiento de su mano, de manera totalmente desinteresada. Pero en cuanto gimió un escalofrío recorrió el cuerpo del peligris, casi como si pudiese recordar con aquello, las veces que habían compartido lecho antes de acabar de aquella manera. Fell humedeció con la punta de su lengua sus labios y ladeó ligeramente el rostro.

— Se que puedes hacerlo mejor, Crowley, esfuérzate. —susurró y se levantó del escritorio, acercándose a su posición hasta quedar frente a él con su mirada fija en su movimiento y en su rostro.— Recuerda como me lo hacías, como me hacías gemir tu nombre y rogarte.


Crowley agachó la cabeza, y alzó las pestañas brevemente, con una mirada de aflicción en su rostro. Aquellos recuerdos que, en otra situación, le habrían encendido como nunca, ahora sólo le apenaban. No venían a su mente como algo lascivo, sino como buenos momentos mágicos que no volvería a tener consigo. Sólo visualizar a Aziraphale entre sus brazos con una adormilada sonrisa hacía de él ruinas y polvo.

— No puedo — Crowley plañó en un hilo de voz, aún tratando de cumplir con los deseos ajenos y deslizando sus dedos a través de sí, con el rostro inevitablemente tintado de rojo por la vergüenza. Se dobló muy ligeramente, aun en aquella postura sobre el suelo y con la mirada divagando en sus propios gestos. —Duele.

— Claro que puedes, además, no te gustará que me aburra.—Fell tomó su rostro y lo alzó, intentando corregir su postura y echar una mirada más abajo.— Si no estás erguido no puedo observar.


El rostro del peligris abandonó un segundo el cuerpo de Crowley al oír movimiento fuera de su despacho, gruñó ligeramente molesto y chasqueó los dedos para cerrar por completo la puerta y nadie pudiera interrumpirlos en aquel instante. Resopló por la nariz antes de volver a bajar su mirada y colocarse de cuclillas. La mano de Fell se posó sobre la de Crowley en su miembro, siguiendo su movimiento y apretando ligeramente.

— Así, se más firme y lentamente, disfrutalo.


La mirada del pelirrojo se deslizó hasta el semblante de Fell, algo incrédula, al sentir su mano sobre la suya y su deplorable expresión se enfocó en aquel movimiento, lento y desgarrador, que le hizo cerrar los ojos y dejar escapar una tibia lágrima antes de tomar una bocanada de aire. Un cálido suspiro escapó de su boca inevitablemente, sus pestañas se alzaron y contempló el vaivén de su mano, que se dejaba guiar por el ritmo ajeno. Crowley sintió cierto nerviosismo y tragó saliva, cuando su cuerpo comenzó a sentirse algo más cálido, separó los labios para dejar salir un suave gemido. Asintió silenciosamente a aquellas palabras, a las que prefería ni siquiera responder, y se estremeció a causa de la cercanía del cuerpo del peligris al suyo, que tanto había añorado, aunque no esperaba que volviese a darse de aquella forma y en aquellas circunstancias. Aquellas estocadas comenzaron a surtir efecto en su cuerpo y el perfume de Fell le hizo sentir mareado.

Fell permanecía impasible, como si nada de lo que estaba sucediendo; los jadeos, los gemidos de Crowley, le afectasen. Pero hacían, aunque no lo admitiese. Los gemidos que comenzaba a emitir Crowley iban directos a su entrepierna, a pesar de que intentaba, no rememorar escenas en su mente que le parecían dolorosas en aquel instante. El peligris suspiró ligeramente aturdido antes de soltar su miembro e incorporarse, sosteniendole del brazo para tirar de él y se moviese a la par.

— Puedes continuar. —le dijo cuando le dejó pegado a su escritorio, lo suficiente para que se apoyase o se sentase.— Podré verte mejor así.


Las caderas de Crowley se posaron en aquella mesa, sirviéndole de apoyo y su mano libre se posó en esta igualmente, ligeramente desconcertado por aquel repentino cambio de lugar. El pelirrojo alzó una ceja levemente y miró a varios puntos antes de volver a bajar la mirada a su propio miembro con cierta duda, tomándolo de nuevo con sus dedos. Sus mejillas ardieron y su ceño se contrajo algo más, suspirando al retomar aquel débil agarre.

— ¿Esto es lo que quieres? ¿Regodearte en tu asiento mientras me ves tocarme a mí mismo?— Su mirada amarilla se encontró con la celeste del peligris y un suspiro escapó por su nariz. Aunque bajó un poco la cabeza, no rompió aquel contacto y bajó sus pestañas, volviendo a mover su muñeca, haciendo que un cálido jadeo huyese de su boca. — Mírate. Y ni siquiera tienes el valor de ponerme las manos encima.

— Para lo único que sirves y servirás de ahora en adelante, es para matar mi tiempo. —Fell alzó su rostro y gruñó ante sus palabras, apoyandose a ambos lados de él y acercando su rostro al del pelirrojo.—¿Eso es lo que quieres? ¿Que toque tu cuerpo como tu hacías conmigo? Ni siquiera seré amable, aunque me lo supliques.


Mantuvo su mirada fija en sus ojos de serpiente, esperando algún movimiento o reacción a sus palabras, a aquella distancia que les separaba; tan siquiera eran unos escasos centímetros. Esa distancia le habría puesto tremendamente nervioso en su otra vida, con un rubor decorandole las mejillas y una sonrisa tímida; sin embargo, solo la adornaba una sonrisa burlesca y aquella mirada casi gélida.

El ceño de Crowley se frunció en impotencia, y un suspiro escapó de sus labios. A cada segundo que pasaba en esa habitación estaba convencido de que estaba perdiendo el tiempo, y que aquella persona frente a él era un completo desconocido, que se retorcía hablando de su traición, pero era capaz de ser dos y tres veces más cruel.

— ¿De qué serviría?— El pelirrojo alzó la barbilla para enfrentar la mirada casi impenetrable de Fell, y relamió algo de sangre que aún permanecía en sus labios, por el golpe recibido anteriormente. Realmente se lo preguntaba, si merecía la pena seguir arrastrándose deplorablemente. Se había dejado ver como un absoluto despojo y había confesado sus más dolorosos pecados, y aún así, todo parecía seguir su mismo curso. Comenzaba a convencerse de que todo el rencor presente en la mente de Fell era irreversible. — Creo que ya no hay nada aquí para mí ¿o lo hay?


La serpiente cuestionó retoricamente, a sabiendas de la respuesta que obtendría, sin siquiera necesitar oirla. Su mirada se paseó tristemente por el rostro del peligris, ahora más cercano al suyo y negó la cabeza, lamentando todo aquello en lo que ahora su ángel digno de adoración se había reducido. Crowley bajó la mirada a su mano y la retiró de su miembro, tirando levemente de la tela de su pantalón para abrocharlo.

Fell tomó la muñeca de Crowley cuando comenzó a colocarse la ropa, alzandola hasta cerca de ellos sin apartar su mirada de su rostro, quizás buscando las palabras más apropiadas, pero del demonio tenía razón, no había nada para él allí. Nada que él pudiese recuperar.

Separó su mirada de su rostro hasta su mano, por la que deslizó su lengua de manera lenta, hasta volver su mirada a sus ojos.

Un suspiro escapó de los labios de Crowley, que se estremeció en cuanto su lengua se deslizó por su piel y sus ojos se enfocaron en él. Pudo sentir la temperatura subir en su cuerpo, sin embargo; de igual modo, el nerviosismo tomó un lugar.

— Deberías olvidar las viejas compañías, podrías divertirte mucho más.—hizo girar su mano y dar suaves mordiscos en sus falanges. Si algo no había olvidado Fell, era lo placentero que podía ser el sexo, y sobretodo con él. Aunque muchas cosas iban a cambiar y a diferenciarse de aquellos tiempos.—Si decidieras hacerlo, dejaría de torturarte así y te haría sentir orgulloso de lo que me enseñaste.

— ¿Divertirme? — La voz de la serpiente se presenció sin demasiado volumen, con verdadera duda en sus palabras. Le aturdía pensar que , a pesar de todo el odio que parecía guardarle, estuviese dispuesto a algo así. Algo le decía que eso más allá de sanar su dolor, le rompería más el corazón; sin embargo, Crowley no podía evitar sentirse tentado, y su cuerpo le extrañaba. Gimió con suavidad al notar aquellas débiles mordidas sobre sus dedos y bajó la mirada con bochorno, avergonzado por su propia sensibilidad. — ¿Cómo podría ?

— La persona que recuerdas ya no existe, solo al que tienes frente a ti. —Fell respondió pausadamente, inspirando por su nariz al oír su gemido. El peligris podía detestarle, odiarle y guardarle todo el resentimiento que quisiera, pero no podía obviar lo que parecía no olvidar su cuerpo. Su mano descendió y se abrió paso por la abertura de su pantalón hasta su ropa interior, tocando sin pudor alguno su miembro directamente. Pegó su rostro a su oído, susurrando en el con la voz grave.— Suplicame, y te daré todo el placer que llevas reprimiendo durante estos años. Tu cuerpo lo está pidiendo a gritos, tan solo mirate.


Crowley cerró los ojos con algo de fuerza, estremeciéndose al oírle tan cerca y mordió su labio, sus caderas se removieron a causa del contacto directo. Un gemido escapó de su boca y sus manos se aferraron a aquel escritorio. El pelirrojo, con su mirada algo aturdida a causa de la excitación, la deslizó desde la mano ajena hasta el cuerpo de Fell y su rostro, más próximo. Su piel contra la suya se sentía bien, su cuerpo reclamaba más, aunque la serpiente tratase de hacer oídos sordos. Tal vez Azirafell tenía razón y tenía que asumir que todo ahora era diferente y que lo más cerca que iba a estar de disfrutar del amor y la pasión que él y el una vez ángel compartieron, era aquello.

— Por favor. — Terminó por susurrar el demonio, después de unos segundos de duda, con voz temblorosa. Alzó la pestañas para mirar al contrario con necesidad.— Azirafell, te lo suplico.

— Eso es. Buen chico, mi querido Crowley. —susurró incluso con cierta dulzura el demonio Azirafell al oír sus súplicas. Su cuerpo reaccionaba a los gemidos provenientes de la boca del pelirrojo; una respuesta involuntaria, o quizás su propio interior alegrandose de poder oirle y tenerle entre sus brazos, a pesar de todo.


Fell no apartó su mano de su rostro, tan solo pegó sus frentes y rozó ligeramente su nariz, mientras su mano imitaba lentamente a las embestidas, alternandolas con acariciar su glande, recordando lo sensible que podía llegar a ser.

La voz del peligris reconfortó en sobremanera el alma de Crowley, que notó sus rodillas débiles sólo con oír aquellas palabras salir de sus labios, y sintió casi ganas de abrazarse a su cuello y llorar. Sin embargo; mantuvo la compostura, suspirando por la nariz y cerró los ojos, acercando más su rostro a aquella mano que lo acunaba con suavidad, disfrutando de su tacto sin decir una palabra. Al rozar la nariz de Fell, las pestañas del pelirrojo se alzaron levemente y correspondió aquella enigmática mirada profunda en la que quedó sumido.

Crowley gimió en respuesta a aquellos movimientos sobre su miembro y sus mejillas ardieron, moviendo tímidamente sus caderas a aquel compás y llevando una de sus manos al antebrazo de Azirafell más cercano a su rostro.

Los labios de Fell se entreabrieron ligeramente, jadeando al sentir las oleadas de calor en su cuerpo. Sus mejillas se encendían ligeramente, pero no apartó su mirada sobre la de Crowley.
Su mano no cesó su movimiento y el peligris notó como apretaba incluso sus propios muslos, ligeramente agitado. Se estaba dejando llevar, y lo que había empezado como una forma de burlarse del dolor y el amor que sentía Crowley por su yo angelical, se iba a transformar en algo que ni él mismo podría controlar. Su interior palpitaba, y Fell ahogó un gemido leve al morder su propio labio inferior antes de moverse y con su brazo, lanzar al suelo lo que había sobre su escritorio.

— Súbete y túmbate, Crowley. —un jadeo salió de entre sus labios, mientras entrecerraba los ojos, terminando por desatar su corbata y abrir ligeramente su propia camisa, bajando sus manos a su pantalón, desabrochandolo y dejándolo caer a un lado mientras observaba a Crowley.


Los labios del pelirrojo se separaron levemente en perplejidad, aquello le había pillado por sorpresa y sus orbes afilados se deslizaron por el cuerpo de Fell, cubierto ahora únicamente con su ropa interior y aquella camisa abierta, siguiendo sus gestos. Tragó saliva y subió al escritorio del otro demonio con cierta duda, recostando su espalda ligeramente, aunque apoyandose en sus antebrazos para no dejar de mirar al contrario, atento a sus movimientos. No estaba seguro de si tenía su consentimiento para desvestirse o no; sin embargo, deslizó por sus hombros su chaqueta inevitablemente acalorado por la situación. Su mirada amarilla aterrizó en la ropa interior de Azirafell, casi accidentalmente, y se sorprendió coloreandose cuando distinguió una erección detrás de esta; de donde despegó su vista de inmediato.

Fell no pudo contener una risa al ver cómo apartaba su mirada de aquella manera y pasó la lengua por sus labios, relamiéndose como si de alguna forma, se encontrase frente a su dulce favorito para hincarle el diente. Su miembro se sacudió ligeramente bajo su ropa interior y el peligris acortó la distancia, llevando sus manos hasta la cinturilla del pantalón de Crowley, junto a su ropa interior y tirando de esta para bajarlas por sus muslos. Un suspiro salió de entre sus labios al contemplarlo semidesnudo y terminó por bajar su propia ropa interior. Chasqueó sus dedos, y tanteó su entrada con los dedos lubricados, recostandose ligeramente sobre sus piernas y buscando su mirada cuando se introdujo un par de dedos en su propio interior, emitiendo un ligero gemido.

— Azirafell — Su voz escapó en un hilo, perpleja. Crowley alzó las cejas, dejando escapar un suspiro cargado de excitación al contemplar semejante escena. Aquello era una sorpresa tras otra. La serpiente se relamió los labios con aquella lengua bífida que poseía y bajó las pestañas, con las mejillas ardientes, mientras su miembro temblaba en respuesta.

Sus orbes amarillos se deslizaron por cada uno de sus movimientos, siguiendo el rumbo de sus gestos con las pestañas bajas y los labios entreabiertos, completamente embriagado por sus acciones, aturdido por el deseo.

Fell alzó su mirada al oír su nombre salir por aquellos labios y arañó en respuesta la piel descubierta de su pierna, mientras movía sus dedos dentro de sí mismo, queriendo prepararse con rapidez para poder tenerle dentro.

— No digas nada... —gimió de nuevo, antes de gruñir con impaciencia y subir al escritorio sobre él, colocando sus piernas a cada lado del cuerpo de Crowley.— Te necesito dentro ahora, no seas amable...


Una tenue sonrisa asomó de sus labios y se movió ligeramente sobre él, inclinándose y ayudandose de su mano para introducir el miembro del pelirrojo en su interior. Mordió su labio inferior, al sentir un ligero dolor, pero no paró su movimiento; gimiendo con suavidad y con la respiración acelerada. No hasta que no estuvo por completo dentro, haciendo que sus caderas y todo su cuerpo se estremeciese ante la agradable presión en su interior.

El pelirrojo se retorció bajo su cuerpo, abrumado por el calor que le había rodeado de un momento a otro. Sus manos se posaron en las caderas del contrario, presionando con gentileza pero la suficiente fuerza como para sostenerle adecuadamente. Crowley esperó unos segundo a que el peligris se acostumbrara a aquella sensación y movió sus caderas hacia arriba, estocando en su interior bruscamente, tal y como le había pedido. Un gemido escapó de sus labios, que relamió, y comenzó a marcar aquellas embestidas a un ritmo lento aunque insistente, que provocó que su propia cabeza se echase un poco hacia atrás, disfrutando de aquella maravillosa sensación que se abrió paso con cada arremetida.

— Si así lo pides — Crowley gruñó con cierta dificultad, tratando de regular su respiración, acelerada por el hervor.


Fell sonrió complacido al ver que el demonio cumplía su palabra, arrancándole desde lo más profundo aquellos gemidos que hacia incluso que su cuerpo temblase. Apoyó una de sus manos al lado de su cuerpo y la otra buscó ascender por su torso, levantando por completo aquella camisa y acariciando su piel.
Frunció su ceño y el peligrís se mordió el labio moviendo la cintura acompasando al movimiento que marcaba el pelirrojo y sus manos. Quería encontrar aquel punto que le hacia volverse loco y que hacia tanto que no lo sentía. Fell se recostó ligeramente sobre el cuerpo de Crowley y buscó su mirada, casi suplicante mientras hacia fuerza con sus piernas y continuaba moviéndose.

El sonido de su voz y aquel brillo lastimoso en sus ojo envió una corriente eléctrica directa a la entrepierna de Crowley, que se mordió el labio, mientras una sonrisa traviesa tomaba inevitablemente sus labios. Se apoyó con una de sus manos en el escritorio y se incorporó, sujetando con la otra la espalda de Azirafell, sentado sobre él, y meció sus caderas a conciencia, buscando indagar en su interior y hallar aquel punto dulce que tan útil podía serle. Sus estocadas fluían en el movimiento casi serpenteante de su cuerpo, y los suspiros cálidos escapaban de sus labios, uno tras otro, mientras sus orbes recorrían con necesidad el cuerpo ajeno. Tomó una de las manos del peligris y la dirigió a sus propios hombros para luego volver a posar la suya en la mesa y subió sus pestañas levemente, para enfrentar la mirada del contrario.

— No te voy a morder. No necesito que te contengas.— Crowley suspiró acalorado, entre jadeos, acercándole más a sí por las caderas.— Pégate a mí.

— No puedo prometer lo mismo. —los ojos de Azirafell se tornaban entrecerrados, a causa del placer que estaba sintiendo a cada estocada en su interior, pero aun quería mantener los ojos abiertos para poder observar a Crowley.


Rodeó su cuello con ambos brazos, arañando su espalda cuando finalmente, una de aquellas embestidas da en el punto justo de su interior, haciendo que no controlase su voz y gimió en alto, abriendo ligeramente los ojos antes de apoyar su frente nuevamente contra la suya. Su miembro ahora se encontraba en medio de ambos abdómenes, frotandose ligeramente y temblando, rebosante de líquido con tan solo la estimulación en su interior. Movió su cadera, haciendo leves círculos antes de seguir con las profundas embestidas que le hacían gemir de aquella manera y perder la razón, llevando una de sus manos a su cabello y aferrándose a él.

Crowley dejó escapar un quejido ante el agarrón y levantó algo más el rostro, acercándose a dejar lamidas y besos en el cuello ajeno, deleitándose con el sabor de su piel, suspirando sobre esta. No detuvo sus caderas, y su mano libre se deslizó por los muslos de Azirafell hasta llegar a su miembro, que tomó entre sus largos dedos. Oír la voz del peligris a la par que sentir aquellas cálidas embestidas estaba haciéndole ver las estrellas, su voz se escapaba en gemidos y jadeos incontrolables. Con el pulgar, delineó con exasperante lentitud el glande de Fell, a la par que insistía en aquel lugar que parecía hacer disfrutar enormemente al otro demonio, y que le hacía convertirse en un abrumador desastre de jadeos y gemidos.

Los ojos de Fell se cerraron y gimió en cuanto su lengua y sus labios rozaron su cuello. Habían cosas que no se olvidaban, y Crowley parecía recordar todos y cada unos de lo puntos débiles que tenía Azirafell en su cuerpo, puesto que cuando su mano alcanzó su miembro y su dedo acarició su sensible glande, dio un respingo sin poder controlar su voz y apretando ligeramente su agarre en su cabello.

— Me correré si haces eso. —su voz tembló jadeante. Quería seguir manteniendo aquella sensación de placer en su cuerpo, y temía que todo acabase en cuanto llegase al orgasmo. Permitir que Crowley le tocara de aquella manera, podría ser un error y se estuviese dejando llevar demasiado por aquellos recuerdos y lo que le estaba haciendo sentir. Movió su rostro y mordisqueó el lóbulo de su oreja, sin dejar de gemir.

— No lo harás.—Crowley gimió contra la piel del hombro ajeno con una risa aspirada, al sentir aquella mordida en su oído. Estimuló algo más el miembro de Azirafell y posicionó el pulgar sobre su cabeza para evitar que pudiese derramarse entre sus dedos. — Aún no.

— Hijo de.... No me jodas, Crowley.—el cuerpo de Fell se encorvó al sentir como le impedía el alcanzar el clímax, clavando las uñas en su espalda y emitiendo un leve gemido lastimero.


El pelirrojo continuó embistiendo en su interior con más intensidad, mordiéndose el labio, totalmente extasiado por aquellas sensaciones y sin querer despegar su vista del rostro del peligris, tratando de mantener los ojos abiertos. El color se extendía por las mejillas de Crowley y sus labios se mantuvieron entreabiertos, con la respiración agitada. La mano que se posaba en sus caderas le acercó algo más a sí, enterrando las yemas de sus dedos en su piel, brillante por el sudor.

Azirafell se echó ligeramente hacia atrás, moviendo sus brazos para que ambas manos esta vez estuviesen sobre el cabello de Crowley, acariciandole con las yemas de sus dedos mientras observaba sus ojos. Algo se removió dentro del peligris cuando observó el rostro del pelirrojo, enrojecido y tratando de regular su respiración con sus labios entreabiertos, continuando con esas embestidas que harían que acabase por derramarse con esa continua estimulación. Fell se mordió el labio inferior, conteniendo su voz y sus gemidos, mientras notaba como su interior se contraía alrededor del miembro de Crowley.

La serpiente gimió con fuerza ante esto, mordiendo su labio una vez más, sintiendo que estaba a punto de terminar igualmente. Liberó el miembro de Azirafell de su tortura y le acarició a un ritmo rápido, dando unas estocadas profundas para llevarle al borde junto a él. Crowley suspiró casi amorosamente al sentir aquellas manos sobre su cabello, correspondiendo aquella mirada celeste, en la que que permanecía absorto, abrumado por el perfume del peligris. Rozó su nariz cuidadosamente y bajó las pestañas, contemplando sus rasgos, como si el tiempo avanzase más lento.

— Córrete — El pelirrojo suspiró en un susurro gentil, casi contra su boca, aunque manteniendo la pequeña distancia, tomándose la libertad de volver a estimular el glande ajeno, enrojecido y húmedo. — Debe ser doloroso.

— No... —gimió aquella negación, no porque no quisiera culminar, sino por la peligrosa distancia que les separaba. Observó sus labios y colocó sus dedos sobre ellos, antes de cerrar los ojos con fuerza, notando como el orgasmo le recorría por completo, soltando un gemido casi sin poder reprimirlo.




Crowley terminó derramándose en su interior, y dió unas lentas estocadas finales. El cuerpo de Fell se sacudió, junto a su miembro en su mano y rodeó su cuello, apoyando la cabeza en su hombro, con la respiración agitada e intentando recuperar el aliento, emitiendo casi una especie de ronroneo contra su piel mientras se recuperaba.

El pelirrojo respiraba con dificultad, el sudor brillaba en su rostro, así como en el cuerpo ajeno. Crowley bajó las pestañas y esperó a que el calor en su rostro disminuyese, coloreado. Se mantuvo en silencio, bajando la mirada hasta el peligris, que ahora le rodeaba y se apegaba a él. Cerró los ojos y un suspiro escapó de sus labios, relajando sus latidos pero reviviendo en su mente el instante en que estaban tan próximos, pero Azirafell había interpuesto su mano entre ambos ¿Creyó que iba a besarle? Sin saber exactamente qué decir posó sus manos en los hombros ajenos, retirándole casi con timidez. Ahora que todo había terminado, realmente no había motivos para permanecer así. Sus cejas se fruncieron en consternación y bufó, retirando de sus ojos un mechón anaranjado.

Cuando Crowley le apartó, la realidad le cayó encima a Fell, como un cubo de agua fría. Observó su rostro, intentando averiguar porque se había dejado llevar de aquella manera, cuando no había sido su intención. ¡Incluso había creído que le besaría! Apartó la mirada y se permitió por segundos, apoyar sus manos en su cuerpo de nuevo, y alzar sus caderas, estremeciéndose al notar cómo salía de su interior, sentándose a su lado.

Fell apretó la mandíbula y pasó sus manos por su cabello. "Eres un estúpido..", se regañó a sí mismo Azirafell. Parecía que sus sentimientos por él, podía más que todo el odio y rencor que pudiera tenerle.

Mantuvo su mirada fija en la alfombra que decoraba su despacho, con los labios entreabiertos, intentando averiguar qué decirle en aquel instante. Estaba completamente en blanco.

Crowley permaneció en silencio, estremeciéndose igualmente al sentirse fuera de la calidez de su interior. Observándole ahí sentado a su derecha, su corazón se encogió. La expresión de Azirafell era enormemente diferente a la que llevaba en su rostro al principio de su encuentro, a ojos de la serpiente, aquella crueldad y frialdad se habían derretido en algún momento y se habían deslizado lejos de su cuerpo junto con el sudor. Casi parecía que el peligris era el repudiado en aquel momento.

— Azirafell — El pelirrojo dijo su nombre en un susurro, con la angustia volviendo a su mirada y rostro, pero que aún no se libraba del color. Se inclinó algo temeroso por la posible reacción de aquel impulsivo, aunque frívolo y cambiante demonio, y reposó un casto beso en su hombro, descansando sus labios en su piel sin prisa alguna. Incluso si lo próximo que sentía era un puñetazo en la mejilla, quiso dejarle ver que sus sentimientos no eran diferentes a los que traía consigo al suplicarle y lamentarse; pero cerró los ojos con fuerza, sin querer que algún impacto doloroso le pillase por sorpresa. — ¿Realmente te repugna mi cercanía?

Azirafell cerró los ojos y soltó un suspiro cuando Crowley besó la piel de su hombro. Su corazón dio un vuelco y frunció ligeramente el ceño con los sentimientos tan contradictorios que tenía en su interior. Giró su rostro para observarle y mordió su labio inferior, negando con la cabeza.

— Me engañaría a mi mismo si lo admitiese... —Fell suspiró levemente y acarició la mejilla que golpeó al poco de su encuentro.— Pero... No puedo... No quiero que te comportes dulce conmigo, ni... Yo serlo, porque me duele, Crowley. Me duele como si me estuviese ahogando y no pudiera salvarme. No puedo pasar de nuevo por eso.— torció una leve mueca en sus labios, manteniendo su mirada fija en sus ojos, antes de bajar la mano de su mejilla.


Crowley bajó sus pestañas al ritmo que la mano de Fell bajaba, cerrando sus ojos con pena, inspirando suavemente por la nariz. Aquellas palabras removieron recuerdos que prefería haber dejado sin tratar. Recordó todas y cada una de las noches desde aquel día, en las que lloró tanto que creyó que perdía el oxígeno, con todas aquellas dolorosas dudas en su mente, cómo estaría su ángel, por qué había hecho lo que hizo, cómo podría acabar con todo aquello. En cuanto subió las pestañas, su mente volvió a aquella oficina, y sus ojos cristalizados se posaron en los de Azirafell.

— Por supuesto que duele. — El pelirrojo respondió finalmente en un susurro, triste aunque amable. Sus ojos contemplaban los de Fell con cercanía, como si tuvieran la mejor relación del mundo, una mirada que mostraba comprensión, verdadera comprensión. — Antes de todo esto, he pasado de los momentos más angustiosos de toda mi existencia entre estas cuatro paredes. Oyendo salir de tu boca esas palabras y con esa fría mirada que mostraba sólo lo deplorable de mi ser, arrastrándome incluso sin importar que me lapidases.


El ceño de Crowley se frunció algo más en preocupación y negó con la cabeza, deslizando sus dedos hasta la mano de aquel demonio, que parecía perdido en aquel instante, y continuó hablando con una media sonrisa algo dolorosa.

— Es porque nunca he conseguido salir de donde estaba, enamorado de ti hasta perder el juicio. — Cuando admitió aquello, su corazón se desgarró. Cada vez que hablaba de ello en voz alta, todo se volvía más real, más que un mero pensamiento. Sin embargo trató de reirle — No mereces acabar así. No si puedo evitarlo dejándote ir. Entiendo si quieres seguir adelante, ángel. Bueno...¿demonio?


Azirafell contemplaba el rostro de Crowley mientras hablaba, sin darse cuenta de que sus propios ojos se llenaban de lágrimas que rebosaban. Su corazón se encogía y contuvo un sollozo,recordando aquellos años de soledad, todo el tiempo que había dedicado a guardarle rencor por aquella cobardía y aun así, ahí estaba él; frente a sus ojos, hablándole como si el tiempo se hubiese parado para ambos y aquellas diferencias que les separaron, fueran inexistentes. Su mano buscó entrelazarlas con sus dedos y estrechó ligeramente la mano del pelirrojo.

— No puedo perdonarte aún, Crowley... Cada día sigo teniendo pesadillas viéndote marchar... Pero,—su ceño se contrajo ligeramente, tomando aire por la boca, en un absurdo intento de contener las lágrimas. Acarició el dorso de su mano con el pulgar mientras seguía hablando.— no se si seré capaz de vivir en un mundo sin tu presencia... Estos años, han sido los peores. Una tortura mucho mayor que haber descendido...

La serpiente contempló aquellas caricias sobre su mano y un suspiro escapó de sus labios, volviendo a subir la mirada hasta Fell. Su otra mano se deslizó hasta la mejilla del peligris, que acarició con cuidado, dirigiendo su mirada a la suya.

— Lo que pasó no es algo que se supere fácilmente, me arrepiento de ello todos los días de mi vida — Bajó las pestañas con aflicción y le miró más de cerca, negando suavemente con la cabeza. — Pero si realmente te sientes así... Déjame curar tus heridas. Poco a poco.

Crowley bajó el volumen hasta acabar en casi un suspiro, acercándose para dejar un beso en la comisura de sus labios, ahora rodeados por aquella frondosa barba a la que no estaba acostumbrado pero que le hacía cosquillas. Azirafell suspiró al sentir sus labios cerca de los suyos, notando como su cuerpo se relajaba por momentos, casi habiendo soltado la mayor carga sobre sus hombros.

— El dolor ya nos ha hecho suficiente ¿no crees? — El de orbes amarillentos le habló con suavidad, sin apartarse mucho, retirando un par de rizos de su rostro y peinándolos de vuelta a su lugar con cuidado. — No te abandonaré nunca.

— Más te vale, o acabaré contigo...—Fell frunció su ceño, con una sonrisa en sus labios al sentir sus caricias en el cabello. Llevó de nuevo su mano libre a su mejilla, acariciando sus labios con el pulgar, cerrando los ojos y finalmente, besando aquellos labios que siempre, durante toda su existencia, había deseado. 



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by @Yuukivic  & 

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