Un Verano de Lujo ©

By nerele13

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Chiara es una chica que lo único que busca es ser libre, pero pertenece a una de las familias más adineradas... More

SINOPSIS
DEDICATORIA
PERSONAJES
❀ 1 ❀ ¡Hola, Vacaciones!
☾ 2 ☾ Hola, mamá.
❀ 4 ❀ La parodia española de Los Hamptons
☾ 5 ☾ Nada como un Christian Dior

☼ 3 ☼ El chico de los ojos color miel.

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By nerele13

"...Y de pronto, encuentras unos ojos, de los cuales no quieres irte más"

~Jessica González, Twitter: versosrotosjg

☾☼❀

Estuvimos casi toda la tarde tumbadas en la cama, comiendo paquetes de palomitas uno tras otro —creo que llegué a contar cuatro de mantequilla y dos de sal— mientras veíamos varias películas de terror. Solo faltaba una hora para que los padres de Clara llegasen, por lo que decidimos prepararnos para la cena.

Opté por un vestido blanco suelto de lino de Dolce & Gabbana y unas sandalias de esparto de la línea nueva de verano de Gucci. Mi mejor amiga se decidió por un vestido largo de tirantes azul de algodón de Massimo Dutti, a juego con unas sandalias muy parecidas a las mías. Recogí mi cabello castaño claro y rizado en una voluminosa cola mientras que Clara se decidía entre dejar su cabellera suelta o recogerlo en un moño.

Tras varios minutos de indecisión, optó por soltar su espesa y lisa cabellera azabache. En cuanto al corte, ella se inclinaba más por un cabello de corte mediano, siempre suele llevarlo por la altura del pecho. A mí, por el contrario, siempre me ha gustado llevarlo un poco más arriba de la cadera, para disgusto de mi madre. Dice que parezco una salvaje, y a mí ¡me resbala!

Cuando se dio la hora, bajamos al recibidor con una enorme sonrisa en el rostro. Mis padres estaban allí, Lola —mi madre— con un vestido corto de tirantes de flores y sandalias de tacón que identificaba de Chanel, y Jorge —mi padre— enfundado en su camisa veraniega hawaiana de Gucci y en unos shorts estilo chinos a juego con sus náuticos favoritos de Armani. Conste que aún le hago bromas con la serie George de la Jungla. Este llevaba el pelo como siempre, rizado y a lo loco. De él, nos provenían los rizos desenfadados que tanto le caracterizaban. Pero el color castaño claro nos lo había aportado mi madre, así como los cachetes gorditos. Sin embargo, yo había heredado los achispados y claros ojos verdes de mi padre y mis hermanos, los castaños de mi madre.

Los Román ya habían llegado. Violeta, la madre de Clara, llevaba unos pantalones de seda blancos con una camisa de tirantes en color esmeralda de la nueva colección de Gloria Ortiz, a juego con sus dos rodajas de aceitunas verdes oscuras que tenía por ojos. Su tez era muy blanca y brillante, como la de mi amiga. Y su pelo tan negro como el propio azabache. Desde luego, Clara era la viva imagen de su madre. A su lado, estaba Federico, el padre de mi amiga, un hombre cincuentón que no aparentaba su edad. Era alto, corpulento, de ojos y cabellos castaños, y vestía de Massimo Duti al completo. Estaba todo el día bromeando, de quién sino sacaría su hija ese contagioso humor.

—¡¿Qué tal estáis familia?! ¡Qué de tiempo sin veros! —vocifera Fede para llamar la atención de mis padres. Todos reímos a sabiendas de que éramos vecinos, y nos veíamos casi todos los días—. Pero... ¡Qué grande estáis! Parece que fue ayer cuando os vi jugando a las muñecas —nos suelta carcajeándose porque ayer estuvimos en su patio abriendo cajas para donarlas a los niños que no podían permitirse comprar juguetes. Es que este hombre no tiene remedio, pero me alegra verle feliz.

—Ya te vale, Fede —le responde su mujer sonriendo y mirándole con un brillo especial en los ojos. Se amaban muchísimo.

Luego se acercaron los gemelos gritando:

—¡TÍO FEDE! —se tiraron encima suya tomándolo por sorpresa. Al padre de Clara solemos llamarle así, al igual que ellos llaman a mis padres tío Jorge y tía Lola.

—¡Hermano! —mi padre fue hasta él para darle la mano y luego atraerlo a su cuerpo y darle un abrazo de hermano oso.

Y cómo ya había dicho, no eran de sangre pero se querían como tal. Ambos, cuando eran jóvenes no tenían nada, y juntos pudieron llevar a cabo su marca: CASROM.

Empezó siendo una marca de deporte, como Lacoste, y ahora es una marca mundialmente conocida no sólo de eso. Ahora, aparte de ser una marca de prendas de deporte, también es de colonias, toallas, relojes... También de perfumería, maquillaje, gafas de sol... De esta parte se encargaban Violeta y mi madre, muy orgullosas de su trabajo. Es obvio de donde proviene el nombre de la marca... Estuvieron varias semanas dándole vueltas porque "ROMCAS" no quedaba para nada bien, a no ser que fuera para colchones. Eran nuestros apellidos fusionados en uno, y el resultado quedó bastante chulo a decir verdad.

—¡Qué cómicos sois! Pero, ¡si os visteis ayer! —declara Clara poniendo los ojos en blanco.

—Nunca se sabe cuándo será la última vez, cariño —le responde mi madre abrazando a su amiga.

Es que mi madre es muy espiritual, ¡qué le vamos a hacer! La yoga es su fuerte. Yo intenté acompañarla un par de veces a sus sesiones semanales, pero tras dos contracturas decidí que no era lo mío. Así como tampoco lo era el tenis tras comerme literalmente una pelota. En mi defensa diré que la tía Violeta tiene buena puntería.

Inés, una de las asistentes —digo esto porque no me gusta la palabra ni criada, ni sirvienta... Me resulta despectivo—, se disculpó por interrumpir nuestra conversación. Nos invitó a pasar al comedor para tomar asiento debido a que la comida ya estaba preparada y comenzaría a enfriarse.

La mesa ocupaba la mayor parte de la estancia, algo que no era para nada de mi agrado teniendo en cuenta que nos sentábamos algo lejos e impedía que la conversación fluyese adecuadamente. Sin embargo, eso a mis padres no les entraba en la cabeza. Preferían una mesa pretenciosa. También tenía mucho valor sentimental, era de mi querida abuela. Falleció cuando apenas tenía diez años. Lo pasé muy mal, nonna era una de las mujeres más fuertes de esta familia. Pero el cáncer nos la arrebató siendo aún muy joven. Ella compró esta mesa, y aunque no me gustaba lo lejos que estábamos, no me importaba porque comiendo aquí, siempre me acordaría de ella.

Nonno llegó rápidamente cuando escuchó que ya estaba la comida. Era un glotón, como su querida nieta. Como siempre, se sentó junto a mí, no sin antes depositar un beso en mi coronilla y saludar al resto con besos y efusivos abrazos. Este hombre rechoncho, de aspecto jovial que no aparentaba la edad que portaba, era el mejor abuelo del mundo.

Esta noche, como todos los años, celebrábamos el comienzo del verano así como las vacaciones de las dos familias. Inés y Rosa comenzaron a traer los platos de comida. ¡Madre mía, pero qué pinta! Cada año estas increíbles mujeres se superaban cada vez más y yo le rezaba a lo que existiese, dándole las gracias por que hoy hayan hecho esta cena. Quería mucho a mi Rosa y a mi Inés.

—Van dos fantasmas en una moto y se cae el del médium —suelta Fede riéndose a carcajadas. No pudimos evitar reírnos. Él y sus chistes malos es que eran demasiado. Me sabía como cientos y todos eran suyos, por ejemplo este: "¿Has oído hablar del astronauta claustrofóbico? Solo necesitaba un poco de espacio". Me descojono más aún, y mira que son malísimos.

Después de lo que parece ser media hora contando chistes, mi padre decide hacer un brindis por el nuevo verano que se nos viene. Luego, se dió lo que todos estábamos esperando.

—Familia Casrom —así nos fusionábamos a la hora de hablar de ambas familias—, con este brindis quiero anunciar la sorpresa que hemos preparado, aunque no es tan sorprendente cuando lo hacemos todos los años, pero bueno el caso es que el destino siempre es diferente, por lo que nuestras queridas Inés y Rosa os entregarán la sorpresa —anuncia cómicamente mi padre.

Ambas van repartiendo unos sobres por cada uno de los comensales. ¡Estoy emocionadísima! Nos hacen entrega de un sobre blanco a través del que no se puede ver nada. Alrededor tiene un lazo lila que me cuesta la vida quitar, y eso sumado a los nervios no es nada bueno. Al final, consigo abrirlo a pesar de mis tics nerviosos. Me muerdo el labio... ¡OH, DIOS MÍO! Nos vamos a...

¡CERDEÑA!

—¡Síííííííííí! —gritamos Clara y yo al unísono. Los pequeños de la mesa maldicen por no ser el viaje a Narnia. Aún así están felices igualmente.

Tras nuestros chillidos de emoción nos centramos en el folleto que con tanto esmero se han currado nuestras familias. Las playas eran hermosísimas y... ¡Oh, Dios mío! ¡Habían alquilado una casa! ¡No! ¡Eran dos en un mismo recinto! Era enorme, tenían varias piscinas y estaba a pie de playa. A pesar de ser un destino que Clara y yo les habíamos dado como opción junto a otros cientos más, habían sabido elegir, dando con el idóneo como siempre.

Cuando terminamos de leerlo y analizarlo, mi amiga y yo nos miramos con destellos en los ojos. Estábamos muy contentas. Nos levantamos de nuestros asientos y fuimos a darles las gracias a nuestros padres.

—¡Qué gran elección! —añade nonno al ver que viajaríamos a una isla italiana—. De esta forma, podré ir a ver a mi hermana. Hace tiempo que no la visito... —divaga con añoranza para sí mismo aunque el resto le pudiéramos oír.

—Me alegro, nonno. ¿Podría acompañarte?

—Por supuesto que sí, mi piccola principessa

¡Qué guay! Conocería a otra parte de la familia. Debido a la lejanía no había tenido mucha familiaridad con la parte de mi madre. Y esas raíces eran las que más me interesaban, teniendo en cuenta que la familia de mi padre era gilipollas. No entraré en tema porque me cabrearía yo sola y estaba tan ilusionada con el viaje que no quería mancharlo por el recuerdo de esa gentuza.

La cena fluyó con amor y tranquilidad, pero sobre todo con humor. Fue una de esas noches en las que no pensaba en lo que mis padres querían hacer con mi vida. Cuando los Román se fueron, volví a agradecerles y me retiré a mi cuarto. Faltaba poco para que marcasen las doce en punto, hora a la que los de seguridad hacían un descanso breve y el relevo. Esta era la hora a la que siempre solía escaparme para ver el mar en su máximo esplendor.

Cambio la ropa interior por un bikini verde claro de Massimo Dutti y me vuelvo a colocar el vestido blanco y las sandalias. Tomo de mi escritorio el bolso de esparto ya preparado con mis herramientas de dibujo y la toalla. Salgo al balcón, y con cuidado de no partirme la cabeza, desciendo por el árbol que hay junto a mi ventana. Era una suerte tenerlo ahí. Bordeo el patio que linda con la playa mientras esquivo las cámaras. Una se vuelve una profesional después de tantas veces.

La razón por la que hacía esto era porque la mayoría de las veces, o mejor dicho casi nunca, me dejaban salir... Mucho menos de noche a contemplar el mar. Como siempre, pensaban que eso era una tontería al igual que el hecho de que dibujar no me daría de comer, y a lo mejor tenían razón pero... ¿Qué había de malo en intentarlo? Aún así decidí cursar la carrera de Administración de Empresas y Estadística para callarles la boca, al menos lo que durasen mis estudios. De esta manera, podía ejercer de lo que adoraba en los ratos libres.

Tras pocos minutos de caminata, bordeo el paseo marítimo cercano, inspirando el olor salado que impregnaba el ambiente. Cuando llego a mi lugar favorito, me descalzo para hundir mis pies en la fresca y reconfortante arena. Sacudo un poco las sandalias para guardarlas en el bolso con la menor cantidad de arena posible, luego dejo caer este al suelo. Camino hasta la orilla con paso decidido y cuando el agua llega hasta mis pies, cierro los ojos de forma inconsciente ante tal estímulo.

¡Qué satisfacción!

Me agacho para acariciar las leves ondas que se forman en la orilla, recibiendo el chapoteo del rompeolas en la cara. Como ya me había mojado, me quito el vestido lanzandolo a donde tengo el bolso.

Comienzo a adentrarme en el corazón del mar, ahí donde las olas acarician mi cuerpo. Me quedo en una zona en la que el agua me llega por debajo del pecho. No quiero irme muy lejos por si sucede algo que requiera una rápida salida, y no me refiero a monstruos marinos, sino a los de carne y hueso.

La luna está hermosa esta noche, completamente llena y rebosante de luz. Se refleja oscilante de forma preciosa en el agua junto a las estrellas. Moviendo los dedos, deshago ese reflejo... No estamos preparados para quedarnos con nosotros algo tan hermoso. De inmediato, ese brillo se vuelve a crear. Sonrío e inspiro el olor a sal mientras me tumbo en el agua boca arriba, dejando mi cuerpo totalmente relajado. Estaba flotando, sentía que era una sensación muy parecida a volar, a sentirse libre. ¡Qué le den al yoga! Esto es tres mil veces mejor. Vuelvo a cerrar los ojos, dejándome llevar por la suave marea.

Cuando era pequeña, nonna me contaba historias muy fantasiosas. Ella decía que el sol y la luna eran dos hermanas que no se llevaban bien, y que por eso cuando una se iba, llegaba la otra. Se turnaban el tiempo de visita al mundo. El sol se encargaba de iluminar nuestras mañanas y la luna, la noche. Una vez le pregunté el porqué las olas se movían tan suavemente por la noche. A lo que ella me decía que era el efecto relajante que tenía la luna sobre la marea, la cual buscaba acunar todos los seres vivos que vivían allí. Sí, era un poco loco las historias que se inventaba, pero a mí siempre me parecieron maravillosas. Ella era la que se encargaba de hacerme soñar a lo grande, y mi madre la que me echaba en cara que debía dejar de vivir con tantos pajaritos en la cabeza, dándome un golpe de realidad.

Suspiro.

<<Nonna, te echo de menos>>, pienso, dejándome llevar por la melancolía, mientras acaricio el collar de oro con forma de hibisco que me regaló poco antes de fallecer.

Tras pasar lo que me pareció como media hora flotando, salgo a la orilla donde me envuelvo con la toalla para secarme un poco. La tiendo sobre la arena para luego sentarme y sacar las herramientas de dibujo junto a un bloc. Con el lápiz de la numeración 2H, trazo lo que es el borrador para que luego me resulte más fácil borrar lo que no me guste. Lo que parece no ser nada, comienza a tomar forma en lo que parece ser un mar de sombras.

Inmediatamente, unos pasos cercanos me descentran. Mi estado de alerta no puede evitar hacerme mirar en esa dirección para averiguar de quién se trata. Puede ser desde Clara hasta alguno de los de seguridad que hayan mandado mis padres para llevarme de vuelta. Sin embargo, me sorprende ver que no es nada de eso, sino un chico cabizbajo caminando por la orilla. Anda tranquilo, despreocupado... pero sobre todo abatido. Se le ve muy hundido en sus pensamientos. No puedo evitar preguntarme qué le ocurrirá para estar tan... triste.

El chico de pelo castaño oscuro, va descalzo con los deportes en una mano y un casco de moto en la otra... Lleva unos vaqueros cortos y una camisa blanca desabotonada que deja al descubierto gran parte de su esculpido torso. Se notaba que lo trabaja estrictamente por lo marcado que tenía esos abdominales.

Todo su cuerpo se tensa al descubrir que lo observo, conectando su mirada con la mía. Una mirada tan dulce como la miel que rápidamente se convierte en una de interés y extrañeza. Unos labios carnosos sonríen de forma ladina y sus ojos mielinizados me miran de forma escrutadora. Era muy guapo, para qué nos íbamos a mentir. Me cago en Clara, y en todas sus puñeteras predicciones. Me lo ha enviado aquí, seguro. Era imposible que esa hubiese predecido una leche.

—¿Disfrutando de las vistas? —pregunta descaradamente al haberme pillado con mis ojos recorriéndole de pies a cabeza. Su voz me pone los pelos de punta.

Obviamente, la pregunta iba con doble filo por lo que me resistí a agachar la cabeza. Al menos, el atisbo de tristeza desapareció de él, recomponiéndose.

—Pues sí, la verdad —suelto refiriéndome al mar. Él, sin embargo, me mira algo asombrado por mi atrevimiento—.La noche está preciosa —aclaro. No iba a dejar que se pensara que me interesaba, por lo que lo ignoré y seguí dibujando—. Por cierto, dile a Clara que me deje en paz —digo despreocupada y convencida de que este chico es un enviado.

—¿Clara? No conozco a ninguna Clara —responde frunciendo el ceño—. A no ser que te llames tú así. —Pues a lo mejor sí que iba a ser una puta coincidencia. ¡Manda huevos!—. ¿Qué haces aquí sola? —pregunta tranquilo mientras recoge una piedra de la arena y la lanza al mar creando ondas en el agua con los botes.

Las alarmas que antes estaban serenas porque pensaba que venía de parte de mi loca amiga, se disparan. Sólo los asesinos hacen esas preguntas. Sí, definitivamente había visto muchas películas. Estaba prejuzgando, debía relajarme. De todos modos, siempre llevaba en el bolso una pistola eléctrica en versión portátil. Nunca se puede estar segura de nada, mejor prevenir que curar. Sólo tendría que estirar un poco la mano...

—Supongo que lo mismo que tú —respondí concentrada falsamente en el boceto. Le observaba por el rabillo del ojo disimuladamente, analizando cada uno de sus movimientos por si acaso.

En ese preciso instante, se estaba rascando el brazo. Suponía que le había picado un mosquito. Al mover el brazo, vislumbré los tatuajes que cubrían su brazo derecho hasta desaparecer bajo la manga de la camisa. No tenía muy claro qué era, se apreciaba muy poco. Yo tenía una media luna y un sol en el escote, lo más cercano al corazón, en conmemoración a mi abuela. La frase que acompañaba a estos símbolos era "La persona che vive nel cuore non muore mai". (La persona que vive en el corazón, no muere nunca). A mi madre casi le da un parraque cuando lo vio. Luego, el motivo le pareció bonito, pero seguía sin hacerle ni puta gracia. Y aún no había averiguado las perforaciones de mis pezones, deja que se entere... Al día siguiente tendríamos entierro, aún no tenía muy claro si el suyo o el mío.

—Eres toda una artista —admira mientras ojea desde lejos el boceto que casi tenía terminado. No parecía un chico desagradable, pero sí un poco chulo. Todos sus movimientos portaban seguridad y determinación. No como yo, que dudaba hasta de mi sombra.

—Gracias —me limito a decir un poco sonrosada porque nunca dejo a nadie ver mis bocetos si no están perfectos, ni siquiera a Clara. Mucho menos sin terminar.

—No suelo hacer ni pedir esto, pero... ¿te importa si te hago compañía por un rato? —pregunta analizado mis expresiones faciales con su mirada. Jamás había visto unos ojos tan bonitos—. Entenderé si me dices que no —suelta al no recibir una respuesta instantánea por mi parte.

¿Qué tan malo podría ser? No parece un mal tipo, y se nota que emocionalmente no está bien. Incluso creo que necesita despejarse de su realidad, aunque sean unos minutos. Supongo que sólo por esta vez lo aceptaré, pero eso no quita que como note algo raro le frío las pocas neuronas que tenga con la pistola. A veces pienso que soy un poco agresiva, pero luego, se me olvida.

—No, está bien. Siéntate —respondo dándole algunos toquecitos sobre el hueco que queda libre en mi toalla, invitándolo a sentarse. Todo en él me gritaba que no me haría daño, aunque sonaba raro decir esto de un desconocido. Y al menos la vista me la alegraba. Madre mía, debo dejar de juntarme con Clara. Cada día estoy más salida, y teniendo en cuenta que estamos casi todo el día juntas, tal y como una pareja de ancianas que buscan vivir una buena vidorra... ¿Qué será lo próximo? ¿Salir desnuda a la calle?

Tras mi invitación, decide sentarse a mi lado cuidadosamente y lo más alejado posible para evitar tocarme. Estaba siendo considerado, no buscaba nada que no fuese compañía. Sonríe de boca cerrada, para luego quedarse mirando al mar durante varios minutos. Aprovecho ese tiempo para seguir el boceto y terminarlo, no me gustaba dejar las cosas a medias. También aprovecho para observarle de vez en cuando. Su cabello castaño estaba cortado de tal forma que los costados estaban más cortos que la zona central. Esta tenía el pelo mucho más largo, creando ondas imperfectas y alocadas. Una nariz muy bien proporcionada, bonita para ser hombre. No me malinterpretéis, pero es que los hombres no suelen tener una nariz tan perfecta, sobre todo cuando resuelven sus problemas a golpes. Instintivamente, me acordé de la nariz de aguilucho que tenía mi ex. Pobre, era tan fea como su personalidad.

Me olvido de mi ex, cuando el castaño moja sus labios. Si poder evitarlo, vuelvo a apartar los ojos del folio para admirarlos. Carnosos y apetecibles... Muerdo mi labio inferior de forma nerviosa...

¡Chiara! ¡Concéntrate!

Su grave y genuina voz me saca de mi concentración y mi análisis. Me ha pillado, seguro. Pensará que soy una babosa. Sin embargo, me sorprende cuando no dice nada al respecto.

—No soy experto, pero si añades algunas sombras por aquí para que destaque más la luz de la luna, parecerá que el boceto cobra vida —me sugiere señalando una zona cercana a la luna en mi dibujo.

Como me parece buena idea, decido hacer lo que me dice para probar y me llevo una gran sorpresa al ver que tiene razón. Jamás se me habría cruzado por la cabeza esta sombra y quedaba muchísimo mejor. Lo miro impresionada. Por su gesto de vergüenza, siento que no muestra este tipo de sabiduría a todo el mundo, y eso, extrañamente, me hace sentir especial.

—Mi madre era una gran artista. —Estaba a punto de preguntarle por su apellido para buscar sus obras más tarde, por el contrario, otra pregunta se formula primero en mi boca.

—¿Era?

¿Por qué había dejado esa bella vocación? Tal vez mis padres tuviesen razón...

—Hoy es el aniversario de su muerte. Hace cinco años de ello —me llevo una mano a la boca, como si así pudiese revertir lo que he dicho. Vaya, sin lugar a dudas no esperaba ese tipo de respuesta. Me quedo helada por ser tan gilipollas de no darme cuenta. Por eso estaba tan decaído y ensimismado en su mundo cuando venía hacía aquí.

—Dios, qué estúpida. Lo siento muchísimo —me disculpo viendo como sus ojos se vuelven vidriosos. Inconscientemente, llevo mi mano a la suya intentando proporcionarle algo de apoyo. Él vuelve a sonreír de boca cerrada.

—Suelo venir casi todas las noches desde su muerte aunque no llego tan lejos como hoy. Supongo que algo me ha impulsado hasta llegar aquí —hace una pausa para tragar duro—. Le encantaba el mar, lo adoraba con todo su delicado corazón. Y bueno, al verte ahí sentada tan ensimismada en tu bloc... Me has recordado a ella, pues solía hacer lo mismo. Sentarse en la arena y dibujar mientras observaba el mar. Vaya, qué profundo. No le explicas a cualquiera tus sentimientos y menos a una desconocida. Nota un poco la pena y la compasión en mi rostro—. No te cuento esto para que te compadezcas de mí, sino para desahogarme un poco. Además, también porque eres una desconocida y probablemente no te vuelva a ver.

—El destino es caprichoso —suelto imitando las frases de mi pitonisa amiga. A este paso le pido que le haga un conjuro a mis padres de entendimiento hacia mi persona, con la racha que está teniendo la colega hasta funcione.

—No te lo niego —coincide asintiendo. Mira la hora en el móvil—. Debo irme. Ha sido un placer pasar el rato con usted señorita... —esperaba que completase su frase con mi nombre, y cuando estaba a punto de hacerlo una idea cruzó mi mente.

—Sabes, mejor sin nombres. Pongamos a prueba el destino. Si nos volvemos a encontrar, entonces te lo diré.

—Trato hecho —me extiende la mano, y se la correspondo con un fuerte apretón. A lo que él arquea una ceja en respuesta para nada convencido de que eso ocurriese. Pero sentía el presentimiento de que pasaría—. ¿Le acompaño a su casa, señorita Sin Nombre?

—No, no se preocupe, caballero Sin Nombre. Vivo aquí cerca. Me vienen a recoger —le mentí para que no se preocupase. Tampoco quería arruinar la aparente amistad que habíamos entablado con el hecho de quién era. Por una vez en la vida alguien no me había reconocido como la hija de los Castro, sino como una chica cualquiera sin nombre que disfrutaba del mar.

Él asintió, pero no muy conforme con la respuesta. Se le notaba que tampoco quería insistir dando lugar a malos rollos. Me coloco el vestido para no deambular en bikini por la playa. Noto su atenta mirada, recorriendo todo mi cuerpo. En otro momento, me habría dado asco que hiciese aquello, pero por una vez, me sentí poderosa y orgullosa.

Guardo todo lo que tengo esparcido por la toalla. Y al terminar, nos despedimos con un "Buenas noches" y una sonrisilla que llegaba a los ojos.

Esa noche caí en los brazos de Morfeo. No, de Morfeo no. Sino en los brazos de un chico con los ojos color miel. 

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