"THE MURDER OF ME." |⚠ +18| O...

By K4t0o_

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# 1 🎖️Traumatismo [ 09/23 ] # 1 🎖️Muerte de personajes. [ 10/23 ] # 1 🎖️Lovecraft. [ 11/23 ] # 7 🎖️Th... More

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Kaimós.
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Onsra.
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Kalopsia.
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[ ×× ]
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Zília.
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Serendipia.
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Hipofrenia.
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By K4t0o_

Kyojuro recargó su cabeza sobre el cristal del auto, mirando desde el retrovisor como las personas empezaban a caminar de manera apurada debido a que el cielo nublado no decía más que "Hoy lloverá" y también miró como aquel hombre albino que le hacía sentir una sensación de melancolía extraña se hacía cada vez más pequeño en el espejo del auto, dando a entender que se estaban alejando de él y del restaurante; en el cuál no comió más que media ensalada. Le subió el volumen a la tableta infantil que tenía entre sus manos, escuchando más fuerte la canción que se reproducía; ese día no le tocaba su jugo hasta más tarde así que, sin nada que hacer, desvío la mirada a la calle, buscando cualquier cosa con la cual podría distraerse.

Habían personas, niños, varios locales de comida y uno que otro edificio de quién sabe que cosa. También había un pesueño perro con pelaje oscuro sentado en la banqueta.

Pequeño perro.

Perro.

Las náuseas invadieron de nuevo su boca y desvío la mirada a su tableta al instante solo para intentar evitar la asquerosa sensación de su estómago revolviendo sus viceras por la ansiedad.

Tomó aire y subió todo el volumen de su canción, limitándose a ver fijamente el vídeo musical de los artistas. No había nada interesante, de hecho no había ninguna novedad. Consideraba que los vídeos siempre tenían la misma temática, o bien hacían guiños a otros videos como forma de inspiración. Si era sincero, habían dejado de llamarle la atención hace tiempo, pero aún así le entretenían de alguna forma. Era la manera en la que sin saberlo, se desconectaba del mundo exterior y se concentraba solo en los personajes que estaban tras la pantalla.

Paseo su ojos curiosos por los lados de la tableta, mirando las pequeñas y casi insignificantes grietas que tenía la pantalla. Su sentimiento perfeccionista le hizo hacer una mueca de disgusto. «O la pantalla no tiene ninguna grieta, o toda la pantalla está llena de grietas. No hay punto medio» pensó, y después pensó seriamente en aventar por la ventana la tableta. Y justo cuando su dedo se colocó sobre el botón para bajar el vidrio, el coche frenó.

Uh, mala suerte.

Entonces, desvío su mirada al Alfa, y después miro como este hacia un ademán en sus oídos. Entendió al instante, y se retiró los audífonos de casco que tenía puestos.

— Llegamos, ¿Quieres bajar?

Lo que pensó en respuesta, fue que esa era una pregunta estúpida.

Asintió débilmente, y después abrió por si mismo la puerta del auto. Espero a que el pelirrosa bajara primero, y después lo hizo él. Cerrando la puerta tras si. Rodeó el auto mientras apretaba la correa de su morral con cierta ansiedad, y después alzó la mirada al letrero que estaba hasta arriba del enorme local «northern stars» fue lo que leyó, lo cual tradujo como "Estrellas del norte."

Sabía del local, o más bien, de la franquicia para los que trabajan. Era una tienda comercial de artículos de belleza, limpieza, una que otra cosa bonita y ropa. La tienda era exclusiva para mujeres, o bien, personas femeninas. Supo del local gracias a Aizetsu, ya que uno de los tantos productos que tenía era de la marca de la tienda.

Miro a los lados buscando a Akaza con la mirada, y lo encontró justo a su lado mirandole con curiosidad. Simplemente ladeó la cabeza, y después estiró su mano para que el Alfa la tomara. El pelirrosa la tomo de inmediato, y después de darle una sonrisa boba jaló de la mano a Kyojuro con delicadeza.

Ambos entraron al —bastante limpio— lugar, el objetivo era el departamento de ropa de lluvia. Al Omega se le habían acabado los impermeables y necesitaba otro. Si bien los impermeables que Akaza le compraba no eran desechables, siempre los tiraba con la mínima cantidad de suciedad que llegaban a presentar tras pasar las horas. No era un problema el gastar dinero, de hecho no le interesaba gastar cantidades abismales de dinero en los diversos cuidados que le tenía al ajeno pero si le molestaba un poco que Kyojuro fuera tan.... ¿Desconsiderado?, Ni idea. Pero si sabía que había sido toda una batalla sacar al Omega de la casa sin su impermeable, y después de casi rogarle por una hora y decirle que después de comer irían a comprar Impermeables, acepto salir.

Así que ahí estaban ahora, buscando un impermeable. Habían de muchos colores y de materiales diferentes, también habían algunos que incluían botas de lluvia y un paraguas, incluso habían maniquíes que tenían ropa en conjunto con el impermeable. A pesar de todas las opciones que tenían Akaza buscaba uno en específico. Y ese era uno que había visto en internet.

Un impermeable con estrellitas.

Sabía que a Kyojuro le gustaban las estrellas, así que su objetivo era ese. También quería comprarle más ropa, más artículos de limpieza, y si Kyojuro quería, también más artículos de belleza.

Si fuera por él, le compraría incluso la tienda entera.

Cuando por fin encontró el modelo que buscaba, miró las otras opciones del mismo diseño que habían. Impermeables transparentes con estrellas de diferentes colores cada uno, también habían unos que eran de color semitransparente con estrellas de colores oscuros o más brillosos. También encontró algunos con dibujitos pequeños de solecitos y otros con flores.

Al verlo, su rostro formó una sonrisa pequeña, imaginando lo bien que el rubio se vería con cualquiera de ellos puestos. Inevitablemente se cuestionó sobre cuántos debería tomar, tomando en cuenta que Kyojuro los tiraba, entonces pensó en que debería llevar al menos una docena. Pero aún así no estaba seguro. Los impermeables que compraba para el ajeno eran sencillos en su totalidad, y quizá por eso mismo los tiraba, porque no tenían algo en especial.

Giró sobre si para buscar al Omega, y al no verlo atrás de él o a sus lados no pudo evitar sentir ansiedad.

No era tan fuerte como las otras veces ya que sabía que Kyojuro ya no se asustaba tanto con las personas, pero aún así le inquietaba dejarlo solo.

Olfateo un poco intentando encontrar el olor, y empezó a seguirlo hasta que encontró al mayor a cuatro pasillos de distancia mirando fijamente un póster de propaganda de la misma tienda. Con curiosidad se acercó para ver qué era lo que tenía tan atento a su contrario, y cuando distinguió la figura de su exnovia modelando un conjunto de ropa hizo un ademán curioso por como Kyojuro parecía hacer una batalla de miradas con el póster, tal como lo había hecho días atrás con el tigre disecado.

Daki tenía puesto un impermeable en forma de gabardina semitransparente de color rosado y un estampado de rosas color negro. Un bonito vestido corto del mismo color que las rosas de la gabardina, con una forma de cóctel con tirantes que estaban pegados a su cuerpo y unas botas de cuero del mismo color. Su brazos y parte de sus muslos dejaban a la vista sus tatuajes de flores y espinas, haciendo juego con el diseño del impermeable. En su hombro había un bolso color blanco de cuero decorado con una cadena dorada, la cuál combinaba con sus aretes y collar mientras que con el mismo brazo sostenía un paraguas abierto transparente con tonalidades negras y flores color rosadas.

Era como una especie de conjunto formal-informal. En letras rojas con contraste rosado las palabras "¡Porque te mereces lo mejor!, Nuevo conjunto de moda para los días lluviosos; ¡Úsalo y se la nueva sensación!" Después, miró el rostro de la chica, encontrando una de las más grandes —y cuestionables— sonrisas que jamás había visto. Miró el póster con cierta burla, ¿Quién demonios usaba un vestido corto en días lluviosos y botas de cuero? Se veía bien, si, pero era estúpido.

Tardó un poco en darse cuenta que el impermeable que tenía puesto era el mismo que había visto en los pasillos anteriores.

— ¿Kyo?, ¿Todo bien?

El Omega no se volteo a verlo. De hecho pareció ignorarlo porque siquiera movió algún músculo. Solo se quedó quieto, mirando fijamente al poster de la Omega sin parpadear incluso.

Akaza, notoriamente extrañado, camino hasta estar al lado del ajeno y llamo su atención pellizcando su mejilla.

— Te estoy hablando, niño. — Le dijo, y como si se tratara de un comando, Kyojuro reaccionó al instante.

El Alfa había descubierto hace un día que al mayor le llamaba la atención ser llamado de esa manera, o bien, que le gustaba de alguna forma. Era raro porque ya era un adulto y mayor que él, pero no tenía ningún problema al respecto, era como una especie de apodo cariñoso sumado con el "solecito."

— Y-yo... — empezó a decir, y después, desvío su mirada de nuevo al poster de la mujer. Luego, volvió su mirada al Alfa, y otra vez al poster, señalandolo.

— ¿Lo quieres? — le preguntó, mirando de nuevo el conjunto — ¿Te gustan los vestidos?

Kyojuro se sonrojo de inmediato y negó repetidas veces con la cabeza. Por supuesto que no, solo quería el maldito impermeable.

— I-impe.. — Susurro, avergonzado, y después frunció el ceño algo molesto. Se sentía nervioso. — Imperme-meable.

— Ahh, ya. Mira, encontré varios, están en el pasillo de acá.

[ . . . ]

Aizetsu miró de manera curiosa todo lo que hacía su "casi algo" y recargo una palma en su mejilla mientras olfateaba de vez en cuando lo que Sekido estaba haciendo en el sartén. Ese día sus otros dos hermanos no estaban en casa; así que solo estaban ellos solos.

— Pasado mañana tenemos un trabajo que hacer. No quiero que vayas, ¿Oíste? — Le escucho decir, y después, Sekido soltó un pequeño gruñido.

— ¿Por qu-?

— No quiero que vayas. No pienso repetirlo de nuevo.

Un silencio se formó después de eso, y soltó un «Ujum» en respuesta mientras aceptaba lo recién dicho. No quería discutir, además ya estaba acostumbrado a la exclusión en algunos de los trabajos que tenían. Después de unos segundos en donde lo único que se escuchaba era el aceite caliente, no pudo evitar sentirse ansioso, y su mirada divagó por la mesa de la cocina mientras estaba sentado frente a ella, después al comedor, las paredes, el perchero. En este había un impermeable color amarillo de Urogi, y casi de inmediato pensó en Kyojuro. En cómo, en estos últimos dos días las cosas se habían vuelto exageradamente extrañas. No le molestaba que Kyojuro lo tratara como una especie de niño pequeño, tampoco que de vez en cuando no dejara que NADIE se le acercara o el hecho de que parecía protegerlo de todo.

Incluso hubo una vez en la que Kyojuro se escapó del consultorio para buscarlo cuando solo había ido por un café a la recepción; estaba intentando enterrar un popote desechable entre la tapadera de plástico del vaso y Kyojuro literalmente se le arrebato de las manos, poniendo el popote, asegurándose de que el café no estuviera frío pero tampoco caliente y checando si le faltaba azúcar o no. También había veces en las que, al acabar las sesiones, el rubio le obligaba a ponerse una chamarra antes de salir, le amarraba en cabello o se lo desenrraba. También le había hecho berrinche a Akaza para que le comprara cosas para regalarselas.

Por simple inercia, desvío su mirada al sofá en la que había una bonita bufanda color durazno y un suéter blanco. Los cuales el Omega le había regalado en la sesión pasada con la excusa de, al ser días lluviosos, tenía que cuidar no resfriarse. De hecho era, para él y Yoriichi, extraño. No había una palabra que pudiera describirlo de una mejor manera.

Aunque, según él, si había otra.

Triste.

Bastante triste.

Y era inevitable, ya había hablado con Yoriichi al respecto y ambos llegaron a la misma conclusión, Kyojuro estaba relacionando a personas ajenas —o bien, con las que más interactuaba— con su familia, siendo estos su hermano y padre.

Se mordió el labio de manera inconsciente. No podía evitar sentirse mal por todo lo ocurrido, incluso las preguntas hostigantes de Sekido le retumbaron una y otra vez en el cerebro como si fueran hechas en bucle: «¿Cuánto tiempo más vas a fingir que solo te dejas mimar como niño pequeño porque quieres a Kyojuro y no porque te sientes culpable?», «Solo estás con él porque sientes la obligación de hacer el rol de su hermano porque nosotros los separamos» sintió su estómago revolverse un poco, y después su vista se giró a su hermano, el cuál estaba sentado frente a él en la mesa de la cocina mirandole con curiosidad.

Parpadeo confundido, ¿En qué momento Sekido había dejado de cocinar y se sentó? ¿En qué momento colocó el plato de comida frente a él? Oh Dios, ¿Tan perdido estaba?

— Lo siento — Dijo, y después se enderzó mientras tomaba un tenedor y un cuchillo. Sekido había cocinado un buen trozo de carne acompañado de una salsa rojiza.

Esa era una cualidad de ellos, los cuatro comían siempre carne y nada más que eso. De vez en cuando una fruta o verdura, pero siempre le daban favoritismo a esta.

— ¿Por? — le respondió, picando la carne con el cuchillo.

Aizetsu bajo la mirada, y algo nervioso se llevó un trozo de carne a la boca. Después de masticar y pasar, decidió responder pero cambiando de tema.

— Sabe bien, ¿De qué es la carne?, ¿De algún lugar diferente?

— Douma.

Su estómago se revolvió, y se levantó con brusquedad de la mesa. Colocó su mano sobre su boca y sintió las náuseas nublarle la vista junto con una asquerosa sensación de ahogo con su propio vómito. Busco con desesperación el bote de basura de la cocina y se arrodilló en el suelo mientras quitaba su mano; dejando salir todo el líquido gástrico que estaba acumulado en su esofago. Empezó a toser de inmediato y con sus manos recogió su cabello en una coleta para no ensuciarse.

Las lágrimas se acumularon en sus ojos de inmediato, y su cuerpo tembló. Su garganta ardía como nunca y pronto sintió el asco mezclado con impotencia recorrer en sus venas como si se tratara de fuego. Prontamente se sintió un idiota total y la culpa de nuevo empezó a caerle sobre los hombros.

Cuando creyó que acabo, se enderzó sobre el suelo y con la toalla de la cocina —la cuál colgaba de un mueble— empezó a limpiarse los bordes de la boca. Tardó unos segundos en respirar con normalidad, y después se sentó mientras recargaba su espalda contra la pared. Sin poder evitarlo empezó a lagrimear mientras hipeaba de vez en cuando por el enorme odio que se tenía hacia si mismo ahora.

No era la primera vez que consumía carne vendida por Douma; de hecho sus hermanos estaban metidos en su secta, la cual consistía en servir festines de carne humana, más específicamente de Omegas y Betas. Si bien el canibalismo no era ilegal en Japón —a menos que la persona que era canibalisada fuera asesinada sin consentimiento— el tráfico de cadáveres, organos y niños si lo era. Sin mencionar que la mayoría de personas que eran servidas como platillos eran cocinadas y preparadas vivas, y por supuesto, sin consentimiento alguno ya que eran o bien, deudores, hijos de deudores o los órganos y pieles extraídos de la mafia Soyama. Incluso las personas que fallecian en medio de los experimentos clandestinos de Gyutaro terminaban ahí, contando también personas las cuales Daki quería deshacerse, Omegas que Muzan consideraba que no eran útiles para la granja o personas sobrantes de algún trabajo ordenado para ellos, como niños.

Se sintió asquerosamente mal y sus manos débiles solo atinaron a abrazarse a si mismo. Si bien él ya estaba metido desde antes en la secta de Douma, se había salido de ella desde que empezó a relacionarse con Kyojuro.

Porque lo sabía. Sabía perfectamente bien que...

— ¿Ai?

¿Uh?

Tardó un poco en reaccionar de su mini ataque de pánico, y cuando enfocó bien la vista, miró a Sekido frente a él con el rostro preocupado mientras sus manos estaban en sus mejillas. Entrecerro sus ojos un poco, y ronroneo en respuesta por el tacto ajeno. Casi de inmediato, se acercó al Alfa y lo abrazó, escondiendo su cabeza entre su pecho mientras sus ojos seguían cristalinos.

Por más que quisiera negarlo, aquella jugosa carne era sumamente deliciosa.

De nuevo, la culpa le cayó encima mientras se aferraba con fuerza a su hermano y sentía pequeños besos ser repartidos en su cabeza. A pesar de que amaba las caricias y nuestras de afecto que le daba el ajeno, está vez no pudo evitar sentir más que asco de sí mismo.

Cómo si fuera un recordatorio constante del remordimiento, de nuevo sintió la obligación de remplazar el papel del hermano menor para Kyojuro en un intento de sentirse menos miserable.

Porque lo sabía. Sabía perfectamente bien que muy probablemente en alguna de esas bolsas de carne en el refrigerador podría haber algún trozo mutilado del cuerpo de Senjuro.

[ . . . ]

Ahora estaba en el consultorio de su maestro. Ese día Yoriichi no había podido asistir a la sesión de Kyojuro y tampoco a la pasada debido a la presión que sentía, además de no estar en el mejor estado para poder dar una terapia. La razón era que su hermano, Kokushibo, había huido de casa. Al inicio Yoriichi se había negado a que pudiera ser cierto, ya que había hablado con su hermano días antes y estaba totalmente seguro que no se iría sin haberse despedido siquiera, ya que simplemente se fue.

Cómo si hubiera desaparecido.

Tampoco le dijo a Kaigaku nada, ni a su padre, o algún amigo. No había ni un solo indicio de dónde podría estar, solo una carta escrita encontrada en uno de sus cuadernos.

«Hola papá.

Perdón por hacerte esto, pero he decidido que es mejor irme de casa.

No quiero volver a pasar por todo lo que me hiciste hacer, y tampoco quiero lastimar a nadie más de nuevo.

Lo siento, se que es mi culpa por dejarme guiar por querer poder, pero ahora me arrepiento de no haberme ido cuanto antes.

Por favor no me busques, estoy y estaré bien.

Te quiero papá. Pero no pienso dejar que me obligues a lastimar a alguien de nuevo.

Por favor cuídate»

Por lo que sabía, Muzan no se había tomado para nada bien la nota, y como era de esperarse, hostigo con miles de preguntas a Yoriichi, pero él tampoco sabía nada. De hecho nadie.

Cuando Yoriichi pregunto sobre un poco de información a Kaigaku este se negó a hablar, diciendo e insultando a Kokushibo sobre que era un hipócrita mentiroso que le prometió volver de dónde sea que se haya ido para huir juntos pero que jamás regreso.

Era... Raro.

Pero nadie hizo más preguntas, y tampoco nadie cuestionó más allá de las palabras: «Perdón por hacerte esto, pero he decidido que es mejor irme de casa (...) Por favor no me busques, estoy y estaré bien»

A pesar de la nota y las cosas cuestionables sobre la situación, Muzan no hizo nada al respecto, tampoco Yoriichi o cualquier conocido que se haya enterado sobre la situación puesto que no solo había sido encontrada la nota, sino que también faltaba una maleta, su móvil, algunas prendas de ropa básicas, su pasaporte y tarjeta de crédito. Si bien habían intentando rastrear su móvil, este se marcaba como apagado, quitando la posibilidad de rastreo y haciéndoles creer que Kokushibo había cambiado de celular para evitar que lo encuentren.

Así que la respuesta era la misma: Kokushibo había huido de casa sin hacer ruido alguno.

Divagó un poco más en su mente y recordó lo que había sucedido en el desayuno con su hermano; después de vomitar y haber armado una escena de pánico, simplemente se había levantado del suelo diciendo «Ya no tengo hambre», y «Se me está haciendo tarde. Debo irme», en parte era cierto, si tenía hambre  pero  también se le estaba haciendo tarde. Así que ahí estaba ahora, sentando frente al escritorio de Yoriichi mientras tenía el expediente de Kyojuro en manos.

Lo releyó un poco solo para ponerse al corriente de las últimas cosas apuntadas, después de todo sería la segunda vez que daba una terapia sin compañía de su maestro.

« Análisis Clínico y neuronal:

— Cambio de personalidad constante variante con la persona.

• Trastorno de identidad disociativo.

Tratamiento: No hay medicación ni cura, deben ser una serie de terapias continuas y espacios tranquilos para evitar incidentes.

Observaciones: Suele presentarse como reacción a una situación traumática que permite que una persona evite los malos recuerdos.

Medicación: —

— Perdida casi completa de la memoria antes del incidente.

• Hipocampo dañado, perdida casi total de la corteza temporal del cerebro.

Tratamiento: Actividades de estimulación sensorial para mejorar la memoria.

Observaciones: Los recuerdos que tiene son casi nulos y demasiado cortos.

Medicación: Aricept. Exelon. Razadyne.

⚠ Ninguno ha sido funcional.

— Falta de decisiones propias, siempre está en espera de órdenes o actúa bajo influencia ajena. No hay un análisis de sus propias acciones y no tiene razonamiento intelectual propio.

• Daño del emisferio derecho del cerebro.

Tratamiento: Problemas matemáticos, memoramas, actividades de estimulación memoriales.

Observaciones: El emisferio derecho del cerebro controla la parte lógica de la persona, al estar dañado la persona solo funciona con su emisferio izquierdo, el cuál controla la creatividad y sensibilidad de las personas.

⚠ No tiene razonamiento sobre lo que es bueno o es malo.

Medicación: —

— ×

Posible daño en el sistema límbico por traumatismo.

Tratamiento: —

Observaciones: No percibe de manera correcta los olores de ciertas personas, siendo solamente con Akaza por el momento. No es capaz de saber con claridad cuál es su olor ya que parece confundirlo por momentos de manera constante con el olor a la madera de la mansión.

Medicación: — »

— Joven Aizetsu, El jove-

— Voy. — Interrumpió a la secretaria, y después dejo los documentos en uno de los cajones del escritorio. Saco unas hojas limpias acompañadas de un portapeles y un bolígrafo, acomodó su cabello y después se levantó de la silla mientras le daba una última mirada al consultorio. Una vez vió que todo estaba en orden y normal, salió por la puerta la cual estaba abierta por la reciente visita de la recepcionista.

Camino por el pasillo hasta la sala de espera y cuando miró a Kyojuro sentando en el sofá tomando un jugo y a Akaza intentando quitarse un gato de encima el cuál lo estaba atacando, sonrió.

— Hola Kyo, buenas tardes Akaza.

El Omega reaccionó al instante ante la presencia ajena, y como si se tratara de un robot, se levantó de inmediato ignorando la pelea que tenía Akaza con el gato, tomó de la mano al pelinegro, y lo guío hasta el consultorio.

Cuando ambos estaban dentro, Aizetsu se dió cuenta de la bolsa de compras que tenía Kyojuro, vio como el Omega sacaba otra bufanda color celeste y se la extendió.

— Hace... — Le escucho decir — Hace frío hoy.

Aizetsu sonrió de manera débil y ciertamente triste.

La sesión pasada en la que no estaba tampoco Yoriichi, Kyojuro se abrió más en la terapia. De hecho cuando estaba el Alfa pelirrojo parecía más tímido, si bien le contaba que había hecho a lo largo del día, no pasaba más de eso. Y con él parecía tener charlas más profundas, como si fueran hermanos que se piden consejos o cuentan secretos entre sí.

— Tienes razón, hace frío. — le respondió, y tomó la bufanda, colocandosela. Después Kyojuro le sonrió y le revolvió el cabello de manera cariñosa.

El rubio se sentó en el suelo, y Aizetsu hizo lo mismo. Eso era algo que desde la sesión pasada había descubierto también: A Kyojuro le gustaba acurrcarse en el suelo con él.

Cómo si intentara cuidarlo.

— Hoy... — Empezó a decir el mayor — Hoy me sentí... Perdido.

El pelinegro recargo su cabeza sobre el hombro ajeno, y el rubio extendió su mano para entrelazarla con la de él.

Quizo llorar, y de nuevo, un nudo se formó en su garganta mientras sentía sus ojos humedecerse. Y tenía tanta impotencia dentro de sí, porque la sesión pasada la plática había sido tan melancólica que simplemente no supo de responder, y ahora estaba pasando de nuevo.

Porque a pesar de las cuestiones que Sekido le daba sobre sí, no podía negarlo.

Se había encariñado muchísimo con el Omega sin haberlo querido. Incluso si él y sus hermanos no hubieran ido a su casa ese día, podría jurar que se habría encariñado con él si es que llegaba a conocerlo.

Con pesadez, respondió.

— Creo que todos nos... Hemos llegado a sentir perdidos alguna vez, ¿Por qué te sientes perdido hoy Kyo?

Kyojuro vaciló un poco, y después recargó su cabeza sobre la del 'Omega'.

— N-n lo sé. — Respondió, y después apretó la mano del pelinegro.

Aizetsu entendió el ademán, y se acurrucó más sobre el ajeno.

— ¿Cómo está tu bosque hoy? — Le pregunto, recordando la sesión pasada en donde Kyojuro no sabía describir como se sentía y le dijo que imaginara un bosque dentro de él, y que lo describiera.

La respuesta pasada fue: «En mi bosque no hay nada más que árboles secos, animales escondidos en sus madrigueras y plantas descuidadas»

Entonces, Kyojuro parecío pensarlo un poco, y después respondió.

— Hoy... Hoy mi bosque está oscuro. Los árboles están tristes, hay una lluvia que... Los ahoga y las mariposas tienen sus alas rotas.

Aizetsu escondió su cabeza en el hombro ajeno y sintió su cuerpo temblar.

— ¿Por qué está lloviendo Kyo?

— No... Lo sé.

Aizetsu asintió sin alzar la mirada, y después de unos segundos de análisis, entendío que ese era el punto más solitario de Kyojuro. A pesar de siempre estar acompañado de Akaza, a pesar de tener terapias diarias, a pesar de todo el esfuerzo que ponían en el rubio, este no podía hacer nada. No avanzaba. Solo estaba ahí, sentado mientras sentía como todo lo que había sido su mundo se derrumbaba, y todo lo que podía hacer era quedase sentando con la mirada perdida en la nada.

El dolor cambia a las personas, algunas se hacen agresivas, otras calladas, y otras mueren por dentro. Quedaban tan irreconocibles que simplemente parecían ser otras y perdían toda su esencia.

Cómo si las hubieran asesinado pero sin derramar ni una sola gota de sangre.

Se quedaban como fantasmas que respiraban.

Y esa la diferencia entre existir, y estar vivo.

— ¿Qué es lo más valiente que has hecho Ai? — le pregunto Kyojuro, y sintió como se removia.

Aizetsu alzó la mirada, y se separó un poco, para después acostarse sobre las piernas del rubio, sintiendo las caricias en su rostro y mejillas.

— Pedir Ayuda. — le respondió — Pedir Ayuda no es ser débil ¿Sabes?, Tampoco lo es rendirse... De hecho pedir ayuda es negarse a querer rendirse. A veces... Tu mente intenta engañarte Kyo, te dice que hay esperanza, que no sirves, que no puedes avanzar más. Pero he aprendido esto: Eres amado, e importante para muchísimas personas, aportas cosas al mundo que nadie más tiene. Por favor resiste Kyo. — Susurro con voz rota, queriendo llorar de nuevo. — Por favor.

Kyojuro le dió una sonrisa, y Aizetsu pensó en que era las más hermosa que albina vez había visto en su vida.

— No todas las personas están destinadas a quedarse, Ai. — le respondió en un pequeño susurro.

Y ahí estaba de nuevo, esas indirectas sobre el suicidio que la sesión pasada Kyojuro empezó a mencionar.

— ¿Por qué?

— A veces... — Empezó a decir— Las personas especiales llegan a nuestra vida para enseñarnos algo, y después tienen que irse.  No todo el mundo está destinado a quedarse.

El momento más difícil de una persona, era cuando lloraba la perdida de alguien que aún estaba vivo. Y eso era lo que sentía Aizetsu en ese momento.

Porque a pesar de que Kyojuro estuviera frente a él tocándole las mejillas con cariño, sentía que cada vez estaba más lejos y que podría perderlo en cualquier momento.

Y él solo estaba ahí, sin hacer nada.

— Resiste Kyo.

— Lo hago, pero es... Difícil.

— Pero yo estoy aquí, Akaza también, y Yoriichi.

— Lo sé. Pero, lo odio, ¿Sabes? Por un minuto estoy... Tranquilo, en el otro minuto me siento mejor, en el otro tengo esperanza y me siento querido, pero en el otro... Lo perdí todo otra vez.

— Pero... — respondió, poniendo sus manos encima de las de Kyojuro — Pero con las terapias puedes sentirte mejor, con el tiempo todo volverá a ser como antes y-

Una pequeña risita le Interrumpió, y miró como Kyojuro reía de manera débil y melancolíca.

Cómo si intentara reírse de su propio dolor.

— Nunca seré yo otra vez, Ai.

Entonces, con esa pequeña frase, recordó uno de sus libros favoritos: La divina comedia; el infierno de Dante. En dónde Dante Alighieri escribe su visión sobre el infierno. Recordó la parte de las puertas del infierno en donde había un letrero que decía «Quien entre aquí, pierda toda la esperanza» en forma de advertencia, y de ahí la frase «Lo peor del infierno no son las llamas, sino la perdida de toda esperanza»

Y supo que aquel hombre rubio que había vivido el infierno en vida entendía a la perfección esa frase.

— Kyo... ¿Qué fue exactamente lo que te hicieron allá?

— No... No recuerdo casi nada, recuerdo más lo que sentí que lo que pasó.

— ¿Y que sentiste?

— Me dolía... Me dolía mucho.

Y de nuevo, las ganas de llorar se apoderaron de él.

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