ASFIXIA ©

By Alexdigomas

15M 1.4M 1.9M

Sinopsis: El primero de septiembre de 2019, sucedió. Parecía un día normal hasta que las personas comenzaron... More

Prólogo.
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6: primera parte.
6 - segunda parte.
7 - Primera parte
7 - Segunda parte
8 - primera parte
8 - segunda parte
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20 - Primera parte
20 - Segunda parte
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EN ALGÚN LUGAR

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By Alexdigomas

(***)

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—La anestesia hará efecto de inmediato, no te preocupes —informó el doctor Julian.

Estaba sentada sobre una camilla. Me habían colocado anestesia para poder realizar una biopsia y también me habían explicado que estaría despierta en todo momento, pero que no sentiría dolor alguno.

—¿Cree que mis pulmones revelarán algo? —inquirí.

En la pequeña, improvisada e higienizada sala de operaciones solo estábamos el doctor, una enfermera muy joven y yo.

—No estoy seguro, pero espero que los análisis del tejido nos proporcionen información importante —respondió él—. Por favor recuéstate boca abajo, pero antes es necesario que tengas el torso desnudo. ¿Estás de acuerdo?

—De acuerdo.

Me quité la camisa y me coloqué boca abajo en la camilla. Un segundo después, la enfermera se acercó, puso una almohada bajo mi estómago y entonces me incliné hacia un lado, recostándome con los brazos extendidos por encima de la cabeza. En esa posición mi pecho estaba totalmente al descubierto. No me sentía del todo cómoda, pero debía soportarlo ya que no duraría demasiado.

Julian se aproximó con un carrito de implementos médicos y después de dejarlo cerca, fue a lavarse las manos. Me fijé en que detrás de mí había un aparato con una pantalla que supuse que él usaría para ver qué tal estaban las cosas en mi interior.

—Mantendrás el brazo alzado hasta que te lo indique —dijo Julian después de regresar y de que la enfermera le colocara sus respectivos accesorios médicos.

—Esto es incómodo —confesé.

—No tardaré. Relájate.

No sentí nada, pero supe que él comenzó a hacer su trabajo.

Los minutos pasaron y solo me dediqué a esperar o a mirar hacia el vacío. Nadie más que yo deseaba con tantas ganas conocer el origen de mi inmunidad, y estaba dispuesta a someterme a todos los procesos que se necesitaran para poder descubrirlo.

La puerta del quirófano se abrió improviso y la persona que entró fue Levi.

Jo-der.

Sentí la cara arder de vergüenza por tener el pecho desnudo ante él. Todo se tornó muy incómodo. Levi me observó por un instante y no reconocí nada en su mirada, pero fue tan fija que me causó un cosquilleo en las partes del cuerpo que sí podía sentir. Luego toda su atención se centró en lo que Julian estaba haciendo.

—Lo lamento, estaba en una reunión importante con Ligre —habló. Llevaba una bata y un tapabocas como los del doctor—. ¿Va todo bien?

—Este es un procedimiento sencillo, pero por hoy no podrá entrenar —le informó Julian.

—¿Cómo te sientes, Drey? —me preguntó Levi.

¿Que cómo me sentía? Expuesta, apenada, con unas inmensas ganas de salir corriendo de allí. Busqué la mirada de Julian por si acaso entendía que quería cubrirme, pero estaba sumido en su trabajo y no se percataba de nada más. Observé a la enfermera en busca de ayuda, pero ella también estaba ensimismada en lo que el doctor hacía. No había ayuda por ninguna parte, y el comandante lucía tranquilo, muy cómodo con mi desnudez al descubierto.

—Bien —me limité a responder.

—Todo acá luce normal; voy a extraer lo que necesito —comentó Julian.

Ambos miraron por encima de mí, quizás hacia la pantalla.

—¿Los exámenes de sangre dieron algún resultado importante? —inquirió Levi.

Sentí una ligera sacudida. No podía ver qué hacía Julian, pero percibía los movimientos de sus manos y los cambios de instrumentos médicos.

—La hematología completa nos dice que Drey está en perfecto estado, aunque con un poco de anemia por la mala alimentación, pero no mostró nada fuera de lo normal. Hay que hacer exámenes más profundos para buscar alguna variación, alguna diferencia en ella que nos dé pistas sobre qué la hace tan resistente al gas.

El comandante asintió con la cabeza.

—Haz los exámenes que creas pertinentes.

Pasados unos minutos, nuestras miradas se encontraron. Estaba segura de que mi cara debía parecer un tomate. No quería que me vieran en ese estado y mucho menos él. Me pregunté entonces por qué Julian lo había dejado entrar, por qué le había permitido verme tan vulnerable, y quise reprocharle por eso.

—Julian me dijo que has tenido pesadillas —comentó el comandante.

Alcé las cejas con sorpresa.

—¿No se supone que eso es secreto entre psicólogo y paciente? —pregunté.

El doctor Julian rio entre dientes y dijo:

—No hay secretos para el comandante, Drey.

—¿Mi desnudez no podía ser un secreto? —bufé.

—Tú no te preocupes, Levi es tan profesional como yo. Si no lo supiera, no estaría aquí —expresó Julian—. Hay cosas que no sabes de él, como que recibió formación en enfermería durante dos años mientras estaba en el ejército.

—No me importa si estudió hasta para ser astronauta —murmuré, girando los ojos.

Levi esbozó una sonrisa tranquila, sin alterarse por mi malhumor.

—Junto a Julian atendí a muchas personas justo después de la catástrofe, desde chicos de tu edad hasta ancianos. ¿Crees que tienes algo que no haya visto antes? —alegó, pero eso no le quitó peso a la situación—. Ahora dime, ¿todas tus pesadillas son con Carter o hay algo más en ellas?

Lo pensé por un instante a pesar de que en mi mente todo casi hacía cortocircuitos de enfado. En las pesadillas escuchaba el sonido de la caja de música, el tintineo y además los números...

—Números —indiqué—. Hay unos números, a veces en una canción y otras veces solo escucho que alguien los pronuncia, una voz irreconocible, como si no tuviera género.

Ambos hombres fruncieron el ceño. Lo de los números era curioso, pero no les había dado importancia antes. En realidad no le daba importancia a nada de lo que debía.

—¿Números? ¿Puedes decírmelos?

—Eh sí, creo que era: cero, uno, uno, dos, tres, cinco... —pronuncié, pero por más que traté de recordarlos hasta el final, no pude—. No recuerdo qué sigue.

—¿Será: cero, uno, uno, dos, tres, cinco, ocho, trece? —preguntó Julian.

—Sí, así es.

El doctor continuó mirando lo que hacía, pero hubo duda en su rostro. Levi, en cambio, lo observó esperando una aclaración que yo también quise escuchar.

—Esos números pertenecen a la sucesión de Fibonacci —explicó Julian—. Es una sucesión infinita en donde cada término es la suma de los dos términos anteriores. Se define por la relación de recurrencia; uno más uno es dos, dos más uno es tres, tres más dos son cinco, cinco más tres son ocho y así sucesivamente. Es infinita, pero... no le encuentro una explicación a por qué está en tus sueños.

—¿No tienes ni una pequeña idea de lo que pueda significar? —le preguntó el comandante.

El doctor extendió la mano hacia la enfermera quien le entregó algo que no alcancé a ver bien.

—Tengo una idea, pero no es muy clara. Se me ocurre que puede ser la manifestación de algún recuerdo que la terapia electroconvulsiva bloqueó. Si es así, entonces es algo muy bueno. Pero el hecho de que sueñes con una sucesión de números no se puede pasar por alto. —Suspiró hacia Levi—. Sabes que nunca he estado de acuerdo con esto, pero creo que debes llevar a Drey a ver a Pantera.

Levi dudó.

—¿Crees que sea buena idea?

Julian se giró para encararlo. Dejó a un lado el procedimiento de la biopsia, aunque no supe si había terminado.

—Confías en las capacidades de Pantera, ¿cierto? —le dijo, muy serio. Yo no sabía a quién rayos se referían—. Entonces es momento de permitir que ella entre en la mente de alguien más.

El comandante me echó una última mirada, pero esa vez fue más completa. Desde mi torso desnudo hasta mi rostro sonrojado. Vi cómo sus ojos recorrieron mi piel y por un instante quise que alguna emoción asomara su cara, algo, cualquier cosa que yo pudiera identificar. Pero no. Y no pude decir nada, ni siquiera quise hacerlo.

Después salió de la habitación sin decir algo.

Ahora en mi mente solo había una duda: ¿quién era Pantera?

•••

Después de que Julian realizara la biopsia con éxito, me indicó que debía ir a la cabaña a descansar por el resto del día, porque a pesar de que no se trataba de un gran procedimiento quirúrgico, tenía una sutura.

Me había quedado pensando en lo que se habló dentro del quirófano, eso sobre una tal Pantera y sobre que Levi debía dejar que ella entrara en otra mente. Había sido una conversación muy extraña, pero, ¿qué no era extraño en aquel lugar?

Cuando llegué a la cabaña me encontré a Ecain esperando frente a la puerta. Llevaba el habitual uniforme de camisa verde junto a unas botas negras muy parecidas a las que usaba Ligre. Bajo la luz especial de las lámparas su cabello lucía más brillante y él parecía más encantador.

Al verme desapareció su expresión de aburrimiento.

—Quería hablar contigo —dijo cuando me acerqué.

Abrí la puerta y ambos entramos a la cabaña. Nina no estaba porque sus clases duraban casi todo el día. Fui hasta la cama y me recosté. El efecto de la anestesia ya se desvanecía y comenzaba a sentir una ligera molestia en la espalda.

—Acaban de hacerme unos análisis, así que, ¿de qué quieres hablar? —le dije mientras me posicionaba sobre el colchón.

Ecain se sentó al final de la cama, muy cerca de mis pies.

—¿Te harán muchos exámenes? —me preguntó—. ¿Te sientes bien con ello?

—No tantos, pero todos queremos saber qué es lo que me hace inmune.

Él se quedó en silencio por un momento, como si dudara en hablar.

—Bueno, vine porque quería preguntarte algunas cosas que me causan curiosidad. Cosas sobre...

—Mi inmunidad —completé.

Al parecer ahora todo giraba en torno a eso.

—Sí, ¿está bien? —inquirió, algo dudoso.

—Estará bien responderte a ti —acepté—. Suéltalo.

Ecain se relajó.

—A ver... —murmuró, pensativo—. ¿Qué se siente respirar el gas? Digo, ¿huele a algo?

—No, no huele a nada. Ni siquiera sabía que había gas en el aire. No puede diferenciarse del oxígeno.

—¿Y cómo es estar sola allá arriba?

La pregunta me hizo recordar aquellos años. Mi entendimiento sobre lo que había sucedido era nulo. Estaba confundida, asustada y llena de preguntas. Fueron tantas noches de insomnio, tantas caminatas por las calles pobladas de cadáveres, tanta tristeza que formaron una bomba dentro de mí. Cuando explotó me dejó en un muy mal estado emocional.

Desde que llegué a La RAI, nadie se había atrevido a hacerme esa pregunta. Ahora que Ecain me la formulaba ni siquiera sabía cómo responderle o cómo resumirlo todo.

—Es terrible —fue lo que pude decir.

Se me formó un nudo en la garganta. Ecain puso cara de vergüenza.

—Lo lamento, no quería dar en un punto sensible —se excusó—. ¿Te sientes bien aquí en La RAI? Todo esto debe de ser muy nuevo para ti.

Tomé un poco de aire y me obligué a poner buena cara.

—Me siento bien aquí.

A lo mejor Ecain no esperaba respuestas tan cortantes, porque al notar que no diría nada más carraspeó la garganta.

—Tenía muchas preguntas, pero se me olvidaron ya —confesó él, y como no le llegó nada a la mente hizo un gesto de indiferencia—. ¿Necesitas algo? Puedo traer la cena de ambos hasta acá.

Ahí estaba de nuevo esa conducta que me dejaba en un plano desconocido. Que alguien demostrara querer compartir algo conmigo era tan nuevo que no sabía cómo reaccionar.

Lo miré con ojos entornados.

—Eres demasiado amable, Ecain, más de lo normal —señalé—. Y no sé si lo eres por lo mucho que adornan el hecho de que sea inmune, o porque te agrado.

Ecain hizo un gesto incómodo. No supe bien en qué tono lo dije, pero no fue muy amable. El punto era que lo había soltado y no importaba nada más, porque ahora todo mundo cuando hablaba de mí primero mencionaba que era inmune, y luego me trataban de acuerdo a eso.

No me gustaba.

Pensé que se iría molesto, pero volvió la cabeza y relajó la expresión. Fue sincera y afable, como si mis palabras no le ofendieran en lo absoluto.

—Tienes razón Drey, lo hago porque me agradas, pero más que todo porque me gustas.

Así, directo y sincero. Repentino e impactante. Era la primera vez en toda mi vida que alguien me decía que le gustaba. No supe qué decir. No supe ni qué englobaba la palabra «gustar».

—¿Quieres decir que te agrado? —le corregí, incrédula.

Ecain me miró fijo y sonriente, como diciendo: «esta es la verdad, ¿ahora qué harás?».

—A mí me agrada Sora, me agrada Nina, me agradan los superiores. Tú me gustas.

—Supongo que debo agradecer —murmuré y torcí el gesto.

Ecain estalló en risas, y me sentí enojada al no saber por qué. ¿Qué tenía que haber dicho o qué?

—¿Te burlas? —solté con una nota ácida.

Ecain negó con la cabeza y disminuyó las risas. Cuando se calmó, su mirada era tan dulce que me sorprendió.

—No tienes que hacer nada. No pensaba decírtelo hasta después de un tiempo, pero es bueno que lo sepas para que no creas que te busco solo por tu inmunidad.

Esperó a que dijera algo. Noté que incluso esperaba algo en específico, pero no supe qué, de modo que solo dije:

—Está bien, gracias.

Luego volvió a reír con dulzura y con un brillo maravilloso en los ojos. Ecain era muy diferente a las personas que conocía. Era notablemente diferente a Exen, a Ligre, a Carter, a Julian y sobre todo a Levi. Sentí incluso que cuando me observaba veía a Drey, a una chica, y no a la persona capaz de respirar el gas lo cual la hacía valiosa. Con Ecain el ambiente era distinto, casi reconfortante. No había preocupación ni temor alguno, solo existía la satisfacción de una conversación agradable y de una compañía entretenida.

—Entonces, ¿cenaremos aquí? —preguntó.

—No, puedo caminar —le aseguré, pero entonces sentí la necesidad de esclarecer la duda que tanto me estaba inquietando. Ecain sabía la verdad sobre mí, no tenía que preocuparme por nada—. ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Claro.

—¿Quién es Pantera?

Quizás se esperaba una pregunta diferente, pero en definitiva no esa, porque su rostro se enserió hasta tal punto que reflejó cierta incomodidad.

—Pantera es la quinta miembro de la Unidad Principal de Especialistas —contestó bajando un poco el tono de voz—. Diría yo que la más interesante de esa unidad, pero también la más peligrosa.

—¿Peligrosa por qué?

Ecain miró un punto fijo del vacío y vaciló en responder.

—Toda unidad, grupo, movimiento y hasta ejército, tiene un arma secreta. Esa es ella. Pantera es tan importante para La RAI como tú —explicó. No parecía muy cómodo hablando de ello, lo cual me causó muchísima más curiosidad—. Es una mujer... diferente.

—Eso no responde por completo a mi pregunta —insistí—. ¿Por qué es peligrosa?

Ecain trató de desviar el tema. Era notable que no quería hablar de eso, pero yo necesitaba saber qué había tras aquella persona. Si preguntárselo a Nina no funcionaba, con Ecain debía obtener al menos alguna aclaración.

—Todos pensamos que lo es, pero deberías esperar a verla tú misma. En algún momento tendrás que conocerla, todos en algún momento la conocemos.

—No entiendo por qué tanto misterio —murmuré, algo molesta por toda la larga que le daban al asunto—. ¿Cómo que es diferente?

Ecain se mostró inquieto.

—Mira, Drey, lo que pasa es que a mí no me gusta hablar mucho de ella o mencionarla. Lo sabe, ¿sí? Te oye. No quiero que me oiga. No quiero ni que se interese por mí.

—¿Cómo que lo oye? —objeté, cruzándome de brazos—. Suena estúpido.

—Suena, pero no lo es. A nadie le gusta hablar del tema. Todo lo relacionado a ella es muy raro. ¿Por qué crees que nunca la has visto desde que estás aquí? No se mezcla con la gente. No puede hacerlo, y tampoco queremos que lo haga.

Quise levantarme para quedar sentada sobre la cama, pero sentí un dolor punzante en la espalda y solté un quejido involuntario. Ecain acudió de inmediato. Al acercarse demasiado percibí su aroma. Olía a jabón y un poco al área de tiro de La Cancha. Se inclinó, colocó una mano en mi espalda y con la otra tomó mi mano. Con su ayuda logré incorporarme.

—No te esfuerces —me susurró.

Me sentí extrañamente nerviosa. Percibía el calor de otro cuerpo y no me sentí invadida o asustada. Fue todo lo contrario. Fue nuevo y producía una sensación agradable...

Su rostro se mantuvo cerca y su expresión denotó preocupación. Admití que era atractivo, al menos para mí. De pronto quise que el momento fuera otro, que las circunstancias fueran otras, que no estuviéramos bajo tierra, que mi cabeza no fuera un desastre de dudas, que nadie hubiera muerto el primero de septiembre y que no viviéramos a la sombra de las amenazas de El Imperio. Quise conocer a Ecain en un escenario distinto, en donde yo fuera distinta.

—¿Segura? ¿Te duele algo? ¿Quieres agua? ¿Necesitas que te acompañe hoy y mañana y pasado mañana? —preguntó con rapidez, intentando disimular la diversión.

—Ya... —musité riendo.

Admití que me agradaba. No sabía mucho de él, pero me gustaba tenerlo cerca. Tal vez era porque mis hormonas nunca afloraron o porque mis necesidades adolescentes estaban reprimidas, pero sentí que Ecain causaba algo en mí, una chispa, un cosquilleo, algo que nunca había experimentado.

Encogí las piernas y le permití sentarse frente a mí. Estábamos cara a cara, y como cada vez que lo tenía cerca, me encontré en calma.

—Me ha ido muy mal en los entrenamientos —le comenté, y ya mi voz salía como un susurro—. Carter dice que tengo brazos muy delgados, y pues no quiero que piense que no puedo ser capaz de convertirme en buen soldado. ¿Podrías ayudarme a entrenar más duro? Eres casi un experto.

—Claro que sí —aceptó él con ánimo—. Podemos hacer fuertes esos brazos de pollo.

—¡Los pollos no tienen brazos!

A ambos nos causó gracia. Se me relajó el cuerpo al reír. Se me ocurrió incluso que podía incluir a Ecain en mi círculo de posibles amigos, pero si era sincera, muy en el fondo, algo me murmuró que lo incluyera en el círculo de posibles más que amigos.

Un círculo que acababa de trazar, claro.

De repente su risa se esfumó y se puso serio, como si acabara de ver algo que le disgustó.

—Esos moretones que tienes en la cara, ¿cómo te los hiciste si arriba estabas sola?

Él ignoraba por completo lo que Carter me había hecho. Entre la información que Levi les dio, de seguro no añadió ese pequeño detalle. En ese momento quise que las heridas externas pudieran curarse tan rápido como las internas.

—Me los hice cuando caí en la fosa, cuando llegué aquí —mentí.

Ecain se movió un poco hacia adelante y con el pulgar acarició uno de los moretones.

Sentí un estremecimiento.

—Les falta poco para sanar —susurró.

Pudimos quedarnos así por un buen rato, solo mirándonos. Pude haberle pedido que dejara su mano sobre mi mejilla durante unos segundos, o también pudimos habernos conocido más a fondo. Todo eso de no ser porque la puerta se abrió y el sonido producido por unos pasos, llenó el recinto.

Giramos la cabeza al mismo tiempo y nos encontramos ante la imponente presencia de Levi. Ecain bajó la mano rompiendo el contacto y entonces sentí un gran disgusto hacia el comandante por haber arruinado el momento.

—Ecain —dijo. Completamente circunspecto, nos evaluó como si nos hubiese encontrado haciendo algo malo—. Pensé que a esta hora entrenabas con la unidad.

—Sí, pero me tomé un momento para visitar a Drey —contestó Ecain con normalidad—. Me enteré de que le estaban haciendo algunos procedimientos y quise saber cómo se sentía.

—¿Y ya viste que está entera? —soltó Levi, tranquilo pero mordaz.

Se me antojó interrumpirle y pedirle que se marchara, pero no pude hacerlo delante de Ecain.

—Sí, señor.

—Entonces puedes volver a tu entrenamiento —le ordenó.

Ecain se levantó de la cama y me dedicó la mejor sonrisa que tenía. No quería que se fuera, pero el comandante había hablado y él, como inferior, no podía refutarle o negarse a cumplir con lo ordenado.

—Te veo mañana —me dijo.

Mientras salía de la cabaña, le seguí con la mirada. Así que así de frustrante se sentía cuando algo que te gustaba, acababa. Bueno, al menos era un sentimiento nuevo.

Levi se acercó, pero yo seguí observando el lugar por el que Ecain se había ido. El instante estropeado me dejó una sensación de vacío.

—¿Les arruiné el momento? —preguntó de repente.

Me concentré en él, recordando que seguía ahí.

—Mentiría si le digo que no. —Utilicé un muy disimulado toque de molestia.

—Mejoras en sinceridad y comunicación, pero no en los entrenamientos. ¿Cómo funcionas, Drey? —lo dijo con cierta diversión, una que no compartimos.

—Bueno, lamento decepcionarle —solté de mala gana—. Ahora, ¿qué necesitaba?

—No tienes que enojarte, verás a Ecain todos los días. Vine porque necesito que me acompañes.

—¿Y a dónde? —pregunté.

Él tomó asiento en la cama, pero mantuvo la distancia.

—¿Recuerdas algo de tu infancia que tenga que ver con el proyecto INMUNOEFICIENCIA? —mencionó.

El cambio de tema me desconcertó.

—No, todos los recuerdos que tengo son normales.

Levi asintió como si lo supiera.

—Bueno, eso es un telón —dijo. No comprendí el término—. Tus recuerdos normales y felices cubren los recuerdos del proyecto, de los experimentos, de todo aquello que no serás capaz de saber a menos de que el telón se abra.

Lo miré con rareza.

—¿Usted cómo lo sabe?

—Lo importante es que tenemos que abrirlo. Tenemos que ver lo que está oculto en tu mente —expuso con insistencia—. Drey, para que sepamos por qué eres inmune, vas a tener que recordar.

—¿Y cómo lo haré?

—Para eso me acompañarás. Te llevaré a conocer a alguien que te ayudará. Ella abrirá tu telón.

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(Notas viejas) Los amo, no me detesten :c pretendía actualizar antes y surgieron algunos problemillas, pero me tomé la noche para terminarles el capítulo. Quiero decirles que esta historia no sería nada sin ustedes, yo sólo la escribo, ustedes le dan la magia, en serio, porque ustedes la leen y me permiten llegar a sus pantallas, y a sus mentes (muajajaja) okno. De verdad, gracias por leer y por esperar, y por comentar, y por ser tan lindos y apretables. jajaja pero bueno, la historia llegó a las 100k (esos 100k me emocionaron mucho, lo juro xd) de lecturas y eso es MUCHÍSIMO más de lo que yo en algún momento esperé, y creo que estamos cerca de los 10k de votos y wau, es fantástico. Le diré a mi madre: tú creías que yo estaba loca por escribir, pero, ¿sabes qué? ¡Tengo lectores, y adoran mi historia, y yo los adoro a ellos! Ajhdjd bueno, no le diré, pero fantaseo con eso.

En fin, dejo de hablar tanto, los dejaré para que piensen y analicen el capítulo. Ese imperio es bien malo, eh :o y ese Ecain me gusta, es sensual. Bueno, no sé que piensen ustedes. ¡Besitos y abrazos!



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