La Amante de mi Esposo (ℭ𝔞𝔪...

By angelXXVII

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+18 (fanfic hot) Camila Cabello va tras la supuesta amante de su esposo para exigirle explicaciones. Lo que... More

Presentación de los personajes
01 • Treason
02 • Overcoming
03 • You again?
04 • (L) The Biggest Mistake
05 • Camila Mendes
06 • Jaguar's Agency
07 • You're Welcome
08 • From Home
09 • (F) Sweetest
10 • Bets and Surprises
11 • (F) Without
12 • The pression
14 • (L) All Night
15 • (C) She Loves Control
16 • Revenge
17 • Lauren's back
18 • Charlotte
19 • (L) Take a Shower
20 • Hackers
21 • Loyalty
22 • Meeting
23 • Karla Camila
24 • Miami Beach
25 • (F) This Love
26 • Discovery
27 • Precipitation
28 • Playing dirty
29 • (L) Lustful desire
30 • November 25th
31 • If there's love...
32 • Fifteen minutes
33 • (L) Tokyo
34 • Gift
35 • (C) Leash
36 • Christmas Night
37 • Alexa Ferrer
38 • Back to Black
39 • (L) Solutions
40 • Last Piece
41 • (L) Table
42 • The Judgment
43 • Santa Maria, Cuba
44 • Michael's Promise
45 • (F) My Husband's Lover
(L) ESPECIAL 1 MILLÓN DE VIEWS

13 • Good and Hot Blackmail

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By angelXXVII

•○•○•

Camila Cabello

Cuando Alexa se marchó, aprovechó para llevarse consigo toda la poca confianza que tenía.

Los pensamientos ya no se centraban en su ex relación con Lauren, sino en preguntas como "¿Y si cometo un error y lo estropeo todo?". "No puedo caerme ni tropezar" — me dije a mí misma, mientras tomaba agua, como si eso me ayudaría a aliviar el ardor que se me estaba formando en la garganta y el pecho.

Al contrario de lo que esperaba, eso solo sirvió para que mi barriga se hinchara y, muy posiblemente, me dieran ganas de ir al baño a la hora del desfile.

El vestido largo, los tacones, el suelo. Necesitaba concentrarme. Necesitaba ayuda para olvidar las palabras de Alexa. Quizá si le llamo a Keana me sentiría más tranquila.

— Mila, te están llamando. Te toca desfilar. — Vero apareció de repente, por Dios, con el salto que di, casi desgarré el vestido al pisar en la cola.

Pisar en la cola. Señor...

— ¿Puedes acompañarme? — Con una tremenda falta de aire, afirmé ante la pregunta de Verónica, ya que no tenía otro sitio al que huir. — Aquí. — Me tendió un aparato que me hizo entrecerrar las cejas. — Un auricular. Un auricular inalámbrico. Me dijeron que te lo diera.

¿Auricular?

Pero en ese momento estaba tan anestesiada por la ansiedad, pero tan anestesiada, que lo agarré y me lo puse rápidamente en el oído derecho, sin saber siquiera quién me hablaría por el mismo.

A veces podría ser Alexa, a veces Keana. Creo.

En fin, el que intentara averiguar por qué me habían dado los auriculares me llevó unos minutos, los suficientes para que la responsable de RRHH me condujera hasta la pequeña sala que, hasta entonces, serviría de pasarela para mi desfile.

Nada más llegué a mi destino, me di cuenta de que la "pequeña sala" era en realidad un enorme espacio destinado a los desfiles de pasarela. Era tres veces mayor que la sala de Lauren. Y su sala era el doble de mi cocina más mi dormitorio.

Entrometida, incliné un poco la cabeza entre una de las dos paredes para husmear la decoración. Había una enorme pasarela, de altura mediana y para nada ancha en compensación. Las paredes negras, así como los asientos tapizados del mismo color, daban a la sala un aspecto intelectual y de negocios. Luces instaladas en el techo central, concretamente desde el principio hasta el final de la pasarela, siendo en este momento una de las pocas que iluminaban el espacio; daban encanto y destacaban el nombre y apellido de la mujer que la administraba. El suelo de la plataforma era de Led, iluminando los laterales, probablemente para resaltar aún más a la modelo que pisaría allí. Era el lugar más profesional y mejor decorado que había visto nunca.

El lugar era cientos de veces más grandioso y elaborado que aquella pasarela de medio pelo a la que la señora Clara Jauregui me había hecho dar vueltas durante horas y horas, que, a su vez, era más insignificante en relación con la longitud de la estructura y de una anchura complementariamente cómoda, donde creo que sería posible que tres modelos desfilaran una al lado de la otra en una sola vuelta, sin que se tocaran.

¿Lo habrán hecho a propósito? Me pregunto si no me habrán traído al escenario real para perjudicarme. Pienso, mientras sigo tragando cada pedacito de aquella enorme sala con gran disgusto.

Si una estructura ejemplar como esta ya era así de grande, me pregunto cómo de grandes serían las otras, las que realmente se construyeron solo para este tipo de eventos.

"Señorita Cabello, todos podemos verla allí" — una misteriosa voz del más allá resonó en mi oído, provocándome escalofríos. — "Si los auriculares están funcionando, tenga la amabilidad de esperar adentro a que reduzcan las luces y empiece la música".

No me atrevo a mirar minuciosamente a Lauren o al empresario cubano que estaban en los asientos principales de enfrente, charlando. La escasa luz del público, junto a los asientos opacos, me hicieron creer por un momento que estaba sola en aquella sala.

Muriendo de vergüenza, me levanté rápidamente, apoyando la espalda en la pared izquierda que dividía la estructura, respirando agitadamente. "Entra por la izquierda y salí por la derecha" — se escuchó la voz de Clara, quitándome brevemente la tensión de tener a su hija dándome órdenes a través de un auricular.

— ¿Te encuentras bien? — Keana me tocó el hombro con esa mano fría, igual muerto que solo ella tenía, hecho que casi me hizo gritar de desesperación por aparecer así de repente, y peor, mientras todo y todos permanecían quietos e imperceptibles. — Oh... Lo siento... — Se apartó cuando el corazón estaba a punto de salirme por la boca.

"Dos minutos, Srta. Cabello". — Fuera o no una advertencia, la voz ronca y arrastrada de Lauren sonó tan sexy a mis oídos, pero tan sexy, que me hizo sentir algo nuevo: el miedo mezclado con ansiedad y excitación. — "Todavía se te ve un trocito del vestido, baby. Ponte a la izquierda, por favor". — Lo hago sin demora, dedicando una media sonrisa a Keana, que me retocaba incansablemente el maquillaje, diciéndome alguna cosa.

...y entonces me pidió que te dijera eso. ¿Te parece bien, Mila? — Sus brillantes ojos marrones transmitían ingenuidad. Su voz, demasiado baja a la vez, se quedaba casi inaudible cuando la pronunciaba en un susurro.

Y se anulaba aún más, cuando se tenía el timbre ronco y lujurioso susurrándote al oído.

"Un minuto. Estaré aquí para ayudarte en lo que necesites. No te preocupes".

— D-de acuerdo. — Contesté involuntariamente a Lauren, igual sabiendo que no me escuchará, ya que no llevo micrófono. Entonces me puse las dos manos en el pecho, sintiendo los frenéticos latidos de mi corazón. — Srta. Marie. — no... Esto no puede estar pasando ahora... — Creo que... — Intento llevarme el aire a los pulmones, pero no puedo... — Creo que me está dando un ataque de ansiedad.... — El corazón me latía tan fuerte en el pecho que parecía que en cualquier momento iba a cobrar vida propia y salirse por la garganta.

La falta de aire que me quitaba la posibilidad de cualquier pensamiento que no fueran las palabras de Alexa, el miedo a cometer un error y otras cosas, me estaban paralizando unos minutos antes de que empezara el evento.

— Pue-puedo t-traerte a-agua. — Yo que pensaba que me temblaban las piernas hasta que miré las manos de mi entrenadora. Definitivamente, me había desahogado con la persona equivocada y necesitaba aprender a controlar esos sentimientos. — V-voy a ha-hablar con el pe-

"Mantén la calma". De repente, la voz de Ally volvió a resonar en mi cabeza, junto con la de Lauren, que me decía que me preparara porque las luces y la música ya estaban listas.

Aparté la mirada de Keana, que me miraba angustiada, temblando, pero que seguía intentando darme confianza. A medida que la música invadía la sala, se hacía más difícil escuchar lo que la entrenadora balbuceaba, temerosa. Miro fijamente al techo y luego a la fachada de la derecha, a la que me dirigiría después del desfile.

— ¿Estás lista, Camila? — Inesperadamente, Lucy entró a la sala, sosteniendo una carpeta negra, entreabierta, dejando a mi vista unos papeles que se parecían mucho a un contrato.

— Lo estoy. — Keana seguía sujetándome las muñecas cuando la miré de reojo. Me flaqueaban las piernas. ¿Los pies? Fallaban. Todas y cada una de las normas de Clara Jauregui se habían quedado en el camino, cuando me quedé a un metro y medio de la pasarela. — Estoy lista. — Tragué saliva, cerrando los ojos y suspirando pesadamente, donde Keana me había soltado de inmediato.

— Perfecto. El escenario es todo tuyo. Da lo mejor de ti a él.

En el punto alto de mi ansiedad, ya no estaba tan segura de lo que significaba dar lo mejor de mí. ¿Y si lo mejor de mí no era "lo mejor" para él? ¿Y si no era más que otra persona común y corriente que entraba y salía de esta agencia con tacones? ¿Y si no consigo su firma en el contrato?

Calvin Harris & Disciples — How Deep Is Your Love

La tira de LED iluminaba mi vestido y mi mirada asustada. Lauren me miraba inexpresiva, seria, limitándose a asentir como que sugiriéndome que hiciera lo que me había ordenado. Pero mis pies estaban fijos en aquella pasarela. Mi estómago burbujeaba. No iba a poder cumplir con aquella expectativa que todos habían puesto en mí, o lo que yo misma me había puesto.

Cuando estuve a punto de darme la media vuelta y tirar todos mis sueños por el precipicio, Lauren Jauregui se precipitó, diciendo lo siguiente:

"Es como en el club, Karla, ¿lo recuerdas? Deja que ese sentimiento se apodere de ti. Siempre estuviste preparada para esto. — Jadeé ante su afirmación. — "No estás aquí por nosotros. Al contrario, estamos aquí por ti. Queremos aquello que solo tú puedes darnos. Y por eso te elegí a ti. — Al puntuar cada frase, automáticamente, me puso la piel de gallina. — "Eres mi modelo, Karla Camila. Mi modelo". — Jauregui lo decía con sed y posesión, visto que cada palabra que escupía golpeaba no solo mi mente, sino también las pocas fuerzas que quedaban en mi cuerpo. — "Demuéstrale a él y a todos los presentes en esta sala, lo que me demostraste aquel sábado: lo fascinante que puedes llegar a ser con solo desfilar". — Dejó de hablar, pues llevaba demasiado tiempo parada frente a ellos. — "Confío en ti, porque conozco tu potencial. Desfila para mí, Karla".

Me mordisqueé sutilmente el labio inferior, volviendo poco después con el semblante más inmutable y concentrado que podía dar en una ocasión tan importante como aquella. El mantra de aquella mujer se había apoderado de cada vena en mi cuerpo.

Entonces, el primer paso dentro del piso iluminado fue como una explosión de sentimientos. Igual que aquella vez, en la que mi corazón latió más fuerte, más rápido.

"Así es... en ese ritmo, Camila. Ven a mí, ven..." — Susurraba sin mover los labios, probablemente para no molestar al empresario cubano que tenía a su izquierda.

Mis caderas se balanceaban al ritmo de la música mientras caminaba. Mi mirada fija, centrada, en la mujer que, una vez más y en pocas palabras, consiguió disipar mis inseguridades y sacar la mejor versión de mí.

A cada paso que daba, me sentía más fuerte y segura de mí misma, mientras era prácticamente abrasada por la penetrante mirada de la ojiverde. A mitad del camino, la veo mojarse discretamente el labio con la punta de la lengua. Y no es que fuera algo nuevo, pero la forma en que lo hizo, me instigó a desearla aún más después del evento. Poco después, completamos la primera travesía sin ningún desliz. Donde me detuve para ser evaluada, manteniendo la mirada en Lauren y una pose bastante simple, ambos brazos al frente, rendidos al cuerpo, porque según Clara, eso además de valorar la definición de mis caderas y cuerpo, resaltaría con más precisión otros detalles que ella juzgaba importantes, tales como: vestido y accesorios.

— Esta es Karla Camila, Sr. Fonsi. — me señaló con la cabeza. — Una cubana de 28 años y de inconmensurable elegancia.

— Hermosa. Muy hermosa. — Por muy alta que estuviera la música, aún podía escuchar lo que decían los dos, gracias al micrófono escondido de Michelle. — Me gustó aún más que en las fotos, Sra. Jauregui. — Tenía el pelo ligeramente canoso, una barba rasurada, una cara como la de una estrella de telenovela mexicana. Parecía exageradamente un latino de clase alta. Repito, exageradamente. — Me gusta lo natural que se ve este cuerpo latino. La expresión seria, tensa, ardiente, que solo una cubana tendría.

— Seguro que sí. — Dibujó una sonrisa cobarde en mi dirección. Una sonrisa de la que ya sabía la razón y el significado. Y si aquel hombre pensaba que yo era una latina ardiente y tensa, la razón era precisamente la mujer que estaba a su lado coqueteando conmigo.

— ¿Qué dijiste? — la miró.

— Dije que estoy de acuerdo con lo que acabas de decir. — Lauren también le miró fijamente, lo que me hizo preguntarme, en medio de las evaluaciones, cómo era posible que un empresario tan poderoso no supiera hablar inglés, para llevar a cabo sus negocios. — "Puedes retirarte, Camila. Te veré en la cena". — En el mismo momento en que se dio la vuelta para mirarme, también hizo que me flaquearan las piernas. Las dos a la vez. Por suerte, el empresario cubano no se había dado cuenta de mi ligero desequilibrio, a diferencia de Lauren, que me dedicó otra de esas sonrisas descaradas.

¿Cenar? ¿Qué cena?

Insegura, entré, indignada por la osadía de Jauregui, salí. Había sido así desde la primera vez. No sé por qué me sigue sorprendiendo.

El trayecto me pareció más corto y práctico a la vuelta, donde ni siquiera hice el esfuerzo de pensar en lo que estaba haciendo y en el peso que tenía para toda la agencia. Así que, cuando giré a la derecha, sana y salva tras el desfile, vi a Keana, Lucy, Becky, Demi y algunas chicas más de las que no intenté recordar los nombres. Algunas corrieron a abrazarme, otras suspiraron, aliviadas y otras se limitaron a felicitarme. Alexa estaba de pie en la esquina del estudio, con una media sonrisa y una ceja arqueada. Le devolví la mirada, a punto de dirigirme hacia ella. Sin embargo, ella asintió con la cabeza y abandonó el lugar. De todas formas, recibir sus consideraciones no supondría ninguna diferencia en mi crecimiento personal o profesional.

— ¿Quieres quitarte la cola del vestido? — se me acercó mi entrenadora por detrás, provocándome incluso un escalofrío. La forma en que Keana me sujetó la cintura me recordaba inevitablemente a una persona. — ¿Quieres?

— Por favor. — Me pongo a un lado, ayudándola a sacarlo de la costura. — ¿Qué tal lo hice?

— Perfecto, pero casi nos matas a mí y a todo el equipo con esa broma de la crisis de ansiedad, Camila... — se rio divertida, sacudiendo la cabeza, mientras se me calentaban las mejillas.

— Eh... — para no dejar en evidencia lo ocurrido, acompañé de la mejor manera que pude la deliciosa carcajada de Keana. La mujer era, si cabe, aún más hermosa sonriendo, espontánea. — Gracias. ¿Puedo quitarme los tacones?

— No, Mila, tienes una cena dentro de unos minutos. — Una vez más, Vero irrumpe e interfiere en la conversación. — El empresario cubano estará allí. Es solamente por eso. — Se explicó mientras mi respiración volvía a ralentizarse y mis ojos dejaban de abrirse de par en par. Por un momento pensé que la cena sería privada entre Lauren y yo, luego que sería reservada como todas nuestras otras veladas. — Luis es una persona encantadora, Mila. No te preocupes por él. Es el empresario más simpático con el que nos hemos cruzado.

— ¿Quién más estará allí? — Keana se quitó la parte más pesada del vestido, descubriendo poco a poco mis piernas, que asomaban hasta cinco centímetros por encima de la rodilla.

— Las personas de las que te hablé antes del desfile, Mila. — respondió Keana, con una sonrisa tan pura e ingenua, pero tan pura e ingenua, que me dio vergüenza decirle que en realidad no la estaba escuchando, sino que me estaba excitando escuchando a Lauren a través de los auriculares. — Tienes unos cinco minutos hasta que llegue el Uber.

— ¿El Uber? ¿Está tan lejos así? — Abrí los ojos de par en par.

¿Cómo iba a explicarle a Shawn otro retraso en el horario, sin que parezca sospechosa igual a él?

— No, Mila. Está cerca de ese punto de referencia que también te expliqué, ¿recuerdas?

Esbocé una sonrisa apenada, asintiendo. En ese momento me ardían las mejillas de la vergüenza.

— Vo-voy arriba a usar el baño y recoger el móvil, ¿vale? — El sudor quería escurrir tanto como mi vergüenza.

— De acuerdo, Mila. Te llamaré por si el coche llega antes. — se ofreció Vero, con lo que me puse de espaldas a ambas mujeres. — ¿Necesitas algo?

— No, pero muchas gracias, Srta. Iglesias. — Mirándola por sobre el hombro, continué mi camino hasta desaparecer de su vista.

Cinco minutos deberían bastarme para subir hasta el backstage donde estaban mis cosas, respirar hondo, recoger el móvil y explicarle mi situación a Shawn.

No deberían, tendría que ser.

Para ello, me perdí buscando el móvil y el bolso. Miré los bancos, las estanterías, las mesas y no lo encontré. Por suerte, recordé que, sobre todo estando en un ambiente lleno de gente mala, antes de salir, lo metí dentro del estuche de maquillaje de Tiffany. Con más suerte aún, la bella mujer afrodescendiente no lo guardó en otro lugar.

:. ¿Hola? — Sin perder tiempo, marqué a mi esposo. — ¿Camila?

:. Hola, Shawn. Soy yo.

:. ¿Pasó algo, cariño?

:. No, solo quería decirte que hoy voy a.... — Apenas escuché el sonido de la puerta, abriéndose y luego cerrándose, sutilmente.

Las llaves girando en el pomo, las palabras atascadas en mi garganta y el fuerte perfume que se había hecho presente en la sala, junto a una mujer que llevaba consigo una mirada capaz de desnudarme y al mismo tiempo llevarme al delirio con solo una risa nasal.

Maldita sea esa tensión que transmitía con solo caminar, mirándome fijamente. Sin sonreír, Lauren vino hacia mí como un depredador viene a capturar a su presa. El sonido de sus tacones, su postura imponente. Pase tanto tiempo pensando en por qué me atraía el traje femenino cuando lo llevaba puesto que, cuando me di cuenta, la mujer me rodeaba la cintura con ambos brazos como si fuera su dueña desde hace mucho tiempo.

Sus labios pintados de un pecaminoso carmín rojo, provocaban deseos en todos y cada uno de los seres humanos que la veían. Cuando mi jefa asintió sugestivamente con la cabeza, sin esbozar ninguna sonrisa, comprendí lo que quería que hiciera. Así que mis pies siguieron a los suyos en un baile, ya que estábamos contra la pared, y yo, con un teléfono móvil en línea.

:...voy a una cena de trabajo.... — Mordiéndome el labio, le di la espalda, acercándola más a mí cuando encajé el brazo que tenía libre alrededor de su cuello. — Llamé para a... — Sentí su aliento cálido y jadeante contra mi nuca, además del adictivo aroma de su perfume. — ...para avisarte... — Lauren iba levantando mi vestido, manoseando mi piel hasta llegar a donde más deseaba.

:. ¿Tienes hora para volver o puedo pedir la cena?

Sus dedos apretaron mi culo, mientras sus caderas presionaban contra el mismo. En respuesta, dejé escapar un suspiro angustiado, siendo que Lauren había encajado una de sus rodillas entre mis piernas, frotándola intencionadamente contra mi intimidad.

— ¿Ya estás mojada, baby? — pierdo el sentido al instante, cuando la escucho susurrar de manera tan arrastrada y ronca cerca de mi lóbulo. Su boca estaba tan cerca, que en cuestión de centímetros podría sellarla con un beso. — ¿Eh? ¿Echaste de menos esto? — A diferencia de las otras noches, esta vez Lauren destilaba dominio y seriedad, al mismo tiempo que me apretaba por diversión, también lo hacía para marcarme y hacerme suya. — Estás muy sexy con ese vestido, Camila.... — En ese momento no sabía si el murmullo de Lauren era para mí o solo un pensamiento en voz alta. El hecho era que Shawn, mi esposo, estaba esperando mi respuesta, especialmente Lauren a quien, a su vez, le encantaría que soltara un gemido en la llamada durante sus provocaciones.

:. Necesito c-colgar, Shawn. — Lauren me apretó tan fuerte usando ambas manos, pero tan fuerte que me había hecho pasar del cielo al infierno durante el gesto. Hambrienta, seguía apretando su cuerpo contra el mío justo después de lo que había hecho. — ¡Joder! — es lo que gemí vergonzosamente en voz alta, tras terminar la llamada en la cara de mi esposo.

Sonriendo perversamente, la mujer, si cabe, me tomó aún más con sus manos, estimulando mis pechos por encima del vestido a base de apretones y palmadas mientras su cintura se apoderaba de mis caderas. Me encantaba cuando lo hacía de esa manera, porque me dejaba sin escapatoria y completamente rendida.

— Lauren... — Cerré los ojos, sintiendo esa familiar sensación entre las piernas. Tal vez fuera las provocaciones matutinas, tal vez fuera por la expresión seria que a Lauren le costaba mantener en aquel momento, como si estuviera furiosa por algo; pero lo cierto era que hoy no estaba encontrando el control de mis propias sensaciones. Cada vez que la mano de Michelle bajaba por mi piel, más húmeda y palpitante me dejaba. Más alto gemía y arqueaba el torso hacia ella. — El Uber...

— Shhhh... Silencio. — Palmeó una de mis caderas, agarrándose a mi cintura con ambas manos cuando amagué con flaquear las piernas. Su cuerpo estaba nuevamente sobre mi culo prácticamente desnudo. Lo que la limitaba allí era solo una pequeña braguita de encaje morado. — Levántalo para mí, vamos. — Otra nalgada, esta vez más fuerte, que me hizo no solo hacerlo, sino también lloriquear en un gemido, frotándome ligeramente contra su cinturón y los muslos que me rozaban. — Eso, Camila. Me gusta así.

— ¿Eh? — Me di la vuelta de golpe, cuando sentí que me apartó las bragas y me metió algo diferente que sus dedos en mi coño. — ¿Lauren? — le empujé el pecho con ambas manos. — ¿Qué coño crees que estás haciendo? — ella seguía metiéndome el pequeño vibrador rosa. — ¿EHH? — mis ojos se abrieron de par en par mientras respiraba agitadamente.

— Solo estoy jugando un poco, nena... — Dijo en un susurro ronco mientras me lo metía lentamente. — Prométeme que lo usarás durante la cena y que solo te lo quitarás cuando te lo ordene. — Su otra mano en mi mandíbula, obligándome a mirarla a sus ojos verdes. Probablemente era consciente del efecto que tenían sobre mí, cuando los tenía tan turbios y circunspectos como ahora.

— Por qué lo usari... Ah... —se la metió tan adentro como pudo. Por más pequeño que fuera el juguete, saber que era ella quien lo estaba haciendo, podía hacer que me corriera en cuestión de segundos. — Lauren... — Decidí agarrar el brazo que ella estaba usando para estimularme. — No voy a usar un vi.... Hmmm. — me interrumpió una fortísima vibración que empezó en la punta de los pies y se concentró en mi centro. En lo más profundo.

Lauren había apretado el botoncito del mando del vibrador, haciéndome retorcerme, soltarla y casi tambalearme torpemente por la intensidad.

— Iba a empezar con la menor frecuencia, nena. — dijo, apretándome de nuevo contra la pared, sin apagar el juguete. — Pero ya que no me estás obedeciendo...

— Laur... Hmmm... por fa-... — Me ahogué con mis propios gemidos que venían uno tras otro, socarrones. La sensación era tan fuerte que me sacudió el vientre, estremeciéndome todo el cuerpo.

— No querrás irte a esa cena toda sucia después de haber tenido un squirt, ¿no es así, Srta. Cabello? — Dejó escapar otra risa nasal.

— Apag... ¡Ahhh! — mis piernas comenzaron a tambalearse mientras cerraba los ojos con fuerza, apoyando las manos en la pared, conforme Lauren me sujetaba para evitar que escapara. — Voy... Voy a correrme.... Apágalo, Lauren... — mis jugos escurrían por mis piernas. Lauren me haría sentir el orgasmo más intenso y potente de mi vida si no lo apagaba ahora.

Seguramente sabía que el peligro a que nos descubrieran y el hecho de que ella y yo tuviéramos un compromiso, aumentarían aún más mis sensaciones. Pero ella ni siquiera mostraba empatía, ya que el narcisismo arraigado por las manchas en su cuello la cegaba ante cualquier compromiso aparte.

— Por favor, por favor, Lauren... — Gimoteé lo más dulce que pude en ese momento.

— ¿Prometes que lo usarás durante nuestra cena, Camila? — Pero nada parecía funcionar con aquella mujer.

Mis paredes internas se tragaban aquel juguetito que, cada vez más, con cada vibración directa sobre mi punto G, me hacía estremecer y poner los ojos en blanco. Los dedos de Lauren se deslizaron a lo largo de mi mandíbula, bajando hasta mi cuello, donde lo rodeó con sus cinco dedos.

— Contéstame, zorra. Cuando hago una pregunta, ¡quiero que me respondas! — su voz ronca, firme, suficiente para hacerme gritar:

— ¡LO PROMETO! — En la que mis dedos de manos y pies se contrajeron, Lauren apagó el vibrador, eliminando aquella jodida sensación agonizante y extrañamente placentera. — ¡Joder! — volví a gritar, recuperando algunos sentidos esenciales. Sin embargo, las contracciones de mi coño seguían haciéndose cada vez más fuerte. Tan fuerte que me estaban causando dolor de lo caliente que me sentía.

— Es bueno controlarse, ¿sabías? — me dedicó finalmente aquella conocida y odiosa sonrisa arrogante, acercando aún más nuestras bocas en un corto espacio.

— ¡No puedo usar esto, Lauren! — todavía temblando por la sensación del vibrador, llevé mis dedos a su antebrazo, en un intento inútil, porque ahí estaba Lauren Jauregui nuevamente encendiéndolo a la máxima frecuencia en mi coño, como un objeto de tortura. — ¡Va-vale! Lo sie... — la vibración era tan fuerte que me quedé sin palabras. Para colmo, estaba la mano de mi jefa, frotando con avidez mi clítoris, de arriba abajo, de un lado a otro; a lo que sus dedos apretaron aún más mi garganta.

A la mierda el empresario cubano y el contrato en sí. Necesitaba correrme.

Eso pensé mientras abría mi boca en forma de O, junto con mis piernas, para que Lauren siguiera haciendo su delicioso trabajo. Estaba lista para aliviarme y ensuciar ese brazo con mi corrida, hasta que:

— No te vas a correr tan fácilmente esta noche, Karla Camila. — Lauren dejó de apretar el botón, guardando el pequeño mando rosa en el bolsillo de su pantalón de vestir. Si al menos su mano siguiera masturbándome, pero no, ambas dejaron de estimularme simultáneamente, donde apenas se limitó a meter una de sus rodillas entre mis piernas, asegurándose de que no las frotara para venirme. — Aquí no, nena.

— Por favor... — No sé de dónde saqué fuerzas para suplicar, ya que sus dedos seguían alrededor de mi cuello, sin darme oportunidad siquiera de sacar cordura para replicar sus exigencias. — Lo usaré. Yo... — Tragué en seco, viéndola humedecerse el labio inferior por la excitación. — Usaré todo lo que tú quieras.... Pero necesito correrme ya... — Vuelvo a suplicar entre sollozos. Mi coño se contraía por sí solo, chorreando, incluso antes de correrme. Nunca me había imaginado tan excitada como ahora. Nunca. — Por favor, Lo... Por favor... — Cerré los ojos, intentando pegar nuestras bocas, definitivamente, suplicándole que terminara lo que había empezado.

— Tch, tch... — inclinó un poco el torso, mientras sus ojos miraban mi boca. — No te vas a correr ahora. — la voz baja, ronca, casi rendida, resonó en aquella pequeña habitación. — Solo lo harás cuando yo lo quiera... — Por muy enfadada que estuviera por las marcas que le había hecho en el cuello, aun así me dio la oportunidad de sentir esa pequeña parte que habitaba en su interior, la que ansiaba ese orgasmo tanto como yo.

— Yo hago lo que quieras. Cuando quieras...... — Empecé a frotar mi coño contra su muslo cubierto, acompañando los movimientos con las manos, siendo que una aumentó aún más la forma en que me sujetaba el cuello, mientras la otra intentaba apretarme la mandíbula, en un silencioso intento de mantener esa fuerte conexión visual. — ¿Te gusta cuando gimo tu nombre? — sus pupilas se dilataron aún más, dispuesta a rendirse al placer que se apoderaba de ella. — Me muero por correrme, Sra. Jauregui. Y solo tú puedes hacerlo como a mí me gusta. Solo tú, ¿entiendes? — Si Lauren ganaba en fuerza, yo la vencía en palabras. Y era jodidamente deliciosa la sensación de dominio que sentía sobre aquella mujer cuando empezaba a hablar en español, excitada, y ella me devolvía la provocación, rendida, gimiendo mi segundo o primer nombre de forma arrastrada.

— Camila. — Jaque mate.

Intensifiqué la forma en que manchaba el pantalón de Lauren con mis jugos, una vez que me mantenía tan sensible para ella, pero tan sensible, que solo necesitaba que volviera a susurrarme esas cosas al oído para que viniera. Entonces, no solo aumenté la intensidad, sino que empecé a gemir muy bajito, pidiéndole que me hiciera venir. Verla poner en blanco esos ojos colosales, exaltados por un delineador negro, hizo que mi vientre se revolviera una vez más. Verla excitarse sin que la tocara era, sin duda, mi mayor debilidad.

"¿Mila?" — La voz de Verónica y los golpes en la puerta llenaron la habitación. — "El Uber está aquí".

Reforcé la forma en que sujetaba el brazo de Lauren que estaba alrededor de mi cuello. Luego, la miré desesperada, tragando en seco, frotándome más rápido contra su muslo, aunque esa sensación ya se había reducido a la mitad tras la aparición de Vero.

Ariana pidió que te avisara que el Uber está aquí.... — con un tono esnob pero, lujurioso, repitió las mismas palabras que la responsable de RRHH.

— Necesito correrme. — susurré, mirándola seriamente a los ojos. — Necesito correrme sobre ti.

— Ya tendremos tiempo para eso, baby. — y se apartó, alejando nuestros cuerpos, haciéndome sentir por un segundo vacía y patética, después de que ese calor cesara con cada paso que daba hacia atrás. Probablemente le encantaba tenerme así. La sonrisa arrogante que esbozó al mirar mi vestido levantado dejaba claro que así era.

"¿Mila?" — intentó girar la  manija de la puerta. Una manija por la cual, afortunadamente, Lauren había puesto el seguro antes de entrar.

— Tendrás la mejor noche de tu vida si no te sacas el vibrador del coño, Camila. — susurró, aun con aquella sonrisa traviesa.

Por mi parte, apoyada en la pared y a punto de volverme loca por "darle al larguero" por tercera vez en el día, me limité a asentir ante la afirmación de mi superior. Me acomodé las bragas, luego el vestido, mientras Lauren chupaba, sin mancharse el carmín, aquellos dedos que segundos atrás estaban sobre mi punto de placer.

— ¡Ya voy, Vero! — Pronuncié, mirando únicamente los turbios verdes esmeraldas.

Lauren dio unos pasos al costado, como si fuera a intentar esconderse atrás de la ropa del perchero, por si Verónica decidiera averiguar qué me tenía tan entretenida en la pequeña sala.

Agarré el móvil, incapaz de apartar mi atención de la mujer de traje negro, que seguía mirándome de manera seductora. Una mirada con la que solo Lauren Jauregui sería capaz de hacerme ceder y arder de pies a cabeza, con tantos pensamientos impuros que me rodeaban. Como una droga y de una forma destructiva y a la vez deliciosa, ella me estaba volviendo una adicta.

Antes de abrir la puerta, no dudé en señalar aquella ridícula bufanda que llevaba puesta para ocultar mis marcas. Lauren rápidamente arqueó una ceja, pareciendo no entender mi gesto al principio. Volví a señalarla hasta que sus ojos pudieron acompañar mi trayecto invisible hasta el accesorio.

— Voy a usar el vibrador, pero para eso tienes que sacarlo de ahí. — el español apeló a mi exigencia, y solo verla arqueando la ceja, con una sonrisa sorprendida en los labios, me hizo creer que iba por un buen camino.

De hecho, estando o no, lo conseguiría cueste lo que cueste.

Lauren se quitaría la bufanda y mostraría su piel blanca completamente marcada por mi boca, a todos los que estuvieran presentes en la cena. Le demostraría a Alexa que estuve allí y le demostraría a Lauren que no era la única que sabía hacer chantajes. Un buen y delicioso chantaje.

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