Vicios entre tacones

By Storiesscris

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A Calíope solo le importan tres cosas en esta vida: el éxito, combinar sus prendas de vestir y su hijo. Tres... More

Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40 (final)
Epílogo

Capítulo 31

60 8 0
By Storiesscris


Calíope de Jesús

En otra ocasión el viaje se habría hecho pesado, pero teniendo allí a Dailon era casi imposible no disfrutar de esas horas de vuelo. Hablar de algo tan íntimo como lo es para mi la relación de mis padres se sintió llevadero; teniendo en cuenta que a mí no me gusta hablar de temas personales o familiares con alguien que no sea de mi familia. Supongo que para muchos era una tontería, pero para mí había sido el detalle clave en todo aquello, pues inconscientemente había integrado a Dailon en la familia.

—La semana de la moda empieza mañana, tomaros el día de hoy para descansar —dije en cuanto tocamos territorio italiano—. Mateo, tú ya sabes cómo va, no es el primer año que estás aquí, así que imagino que no tengo nada que explicarte.

—No, señora —negó con la cabeza—. Preocúpese solo del señor Martini.

Me hice la loca cuando ellos dos compartieron una mirada, no quería que empezasen ahora una pelea de egos que ninguno ganaría. Ambos tenían que comportarse, de lo contrario solo demostrarían que no eran para nada profesionales y que les daba igual su trabajo y sus obligaciones. Y, seamos sinceros, a ninguno de los dos le conviene llegar a ese punto.

—Sé de lo que me tengo que preocupar —chasqueé mi lengua contra mi paladar. Aunque por dentro solo deseaba no tener que preocuparme por nada que no fuera trabajo y, de ser posible, ni siquiera por eso.

Se encargaron de llevar las maletas al coche que venía a recogernos y a llevarnos al hotel en donde nos quedaríamos. Yo no había vuelto a decir palabra y Dailon estaba demasiado fascinado con su entorno como para decir algo, al parecer estaba viviendo un hogar, dulce hogar mientras nosotros sólo veíamos las saturadas calles de un Milán que anochecía.

—¿Nos vamos a quedar en ese hotel? —inquirió, alzando sus cejas, cuando el coche se detuvo frente a este.

—Llevo quedándome en este hotel años, quedaría feo cambiar ahora para otro.

—Es el mejor —admiró, pasando saliva por su garganta mientras buscabas formas de salir del asombro. Era adorable verlo así, como a un niño pequeño cuando no sabe cómo reaccionar.

—Yo no me conformo con algo que sea menos que lo mejor.

—Con razón me has elegido a mí —se mofó.

—Serás cretino...

El pelinegro se carcajeó mientras se bajaba del coche, yo imité su acción segundos después, tiempo suficiente para que él tomara la maletas de ambos e insistiera en llevarlas. Creo que no era consciente de que le pagaban a otras personas para hacer exactamente lo mismo, pero bueno, si le hacía ilusión...

—Bienvenidos, es un placer tenerlos otro año más en nuestro hotel —saludó el que recordaba como hijo del jefe, mientras extendía dos tarjetas hacia nosotros.

—Muchas gracias —sonreí mientras tomaba una de ellas, la otra sería para Mateo.

—Las gracias tenemos que darlas nosotros por seguir eligiéndonos.

Si algo me gustaba de ese hotel era su humildad y lo agradecidos que eran siempre con el personal. A día de hoy, y lo dice alguien que está al tanto de este tipo de negocios, la gente es más bien lo contrario. Por lo general se les sube demasiado pronto a la cabeza y empiezan a actuar como si fuesen lo más de lo más; spoiler: no lo son.

En cuanto subimos a la habitación que nos corresponde que, por ninguna casualidad, es la misma que todos los años anteriores, Dailon camina hasta el balcón con una sonrisa de oreja a oreja. Supongo que es lo primero que haría alguien nada más llegar a un lugar así, no lo culpo, yo solía hacer lo mismo.

—Cuando éramos pequeños, mi hermano y yo solíamos pasar por esta calle en bicicleta, nuestros padres viven a un par de kilómetros de aquí —indicó, apoyando sus brazos en la barandilla—. Estábamos fascinados con este hotel, por fuera impresiona a cualquiera...

—Y por dentro también —agregué, caminando hacia él para escucharlo de cerca.

Asintió con su cabeza mientras giraba brevemente su cuello para poder mirarme.

—Nos hicimos la promesa de que en un futuro, cuando encontrásemos a la persona indicada, nos casaríamos aquí —indicó, en su tono de voz  se notaba la nostalgia al recordar esos viejos tiempos—. Pero claro, solo éramos dos niños pobres soñando como ricos.

—Los sueños no dependen del dinero.

—No deberían de depender —corrigió—, pero por desgracia sí que lo hacen. Quiero decir, por poder puedes soñar, pero solo se quedará en un sueño de esos que sabes que no vas a cumplir.

—¿Siempre has sido así de pesimista? Te recordaba más positivo, la verdad.

—Tú le has dado positivismo a mi vida. —Sus ojos se clavaron en los míos y, a pesar de la poca luz que nos rodeaba, pude ver con claridad como reflejaban sinceridad.

Mi mano viaja hasta su mejilla para acariciársela, la suya no tarda demasiado en ponerse sobre esta y entrelazar nuestros dedos para después dirigirla a su boca y dejar un beso sobre esta. Esa pequeña acción hace que se me caliente el pecho. Dailon podía ser lo más tierno del planeta con acciones tan sencillas como esa.

—Y más soporte económico también —agregó segundos después, guiñándome un ojo.

Las palabras me toman por sorpresa y una carcajada se escapa del fondo de mi garganta. Si, este chico era maravilloso, tenía todo lo que necesitaba.

—Eres un interesado, señor Martini.

—Cuando se trata de ti, farfalla, siempre —ronroneó antes de acortar la distancia entre nosotros dos. Mis labios recibieron bien a los suyos y no tardaron en seguirle el ritmo que él marcaba.

Así que si.

Supongo que nos estábamos besando en el balcón de un hotel en Milán.

Un poco cliché de nuestra parte, pero ya habíamos quedado en eso, ¿no? En una historia de amor bonita como la de los libros.

—Por cierto, me gustaría aclarar que lo del interés no es verdad —susurró en cuanto nos separamos—. No estoy contigo por dinero.

—No tienes que aclarar algo como eso.

—No, si que tengo que hacerlo, por si acaso —se encogió de hombros, tímido—. Sé que hay gente interesada por el mundo, te demostraré que no soy ese tipo de gente.

Si él supiera que no tenía nada que demostrarme, que era una persona más que transparente y se le notaba sinceridad y pureza en todo lo que hacía. Si tan solo lo supiera...

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