El juego de Lucifer.

By MarDMMD

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Frialdad, inteligencia, sensualidad y sarcasmo, son palabras que pueden describir perfectamente a Lucille Fer... More

Sinopsis.
Rangos y Advertencias.
Prólogo.
Capítulo 01.
Capítulo 02.
Capítulo 03.
Capítulo 04.
Capítulo 05.
Capítulo 07.
Capítulo 08.
Capítulo 09.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.

Capítulo 06.

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By MarDMMD

Capítulo 06.- Consejero.


Caminé con lentitud toda la habitación oscura, apenas iluminada gracias al fuego débil de la vela que sostengo. Abrí las puertas del balcón con lentitud, al instante sintiendo la brisa golpear en mi cara y mi cuerpo apenas cubierto por el albornoz negro.

Di unos pasos más hasta que llegué a la baranda. Me recargué contra ella y miré el cielo oscuro unos instantes antes de enfocar los portones que justo ahora se están abriendo para dejar entrar el Rolls Royce de la familia Feramore a la propiedad. El auto estacionó cerca de la fuente y pronto, un total de cuatro empleados de servicio se acercaron. Uno abrió la puerta trasera y los demás fueron a sacar las cosas del maletero.

Mi mirada recayó en el hombre de cabello negro que bajó de él. Sus movimientos son seguros al igual que su postura.

Él pronto sacó un cigarrillo de la cajetilla que esconde en los bolsillos de su traje hiper caro. Se llevó el cigarrillo a los labios y después lo encendió.

Le dio una calada y después, miró el cielo antes de dejar escapar el humo con suavidad.

Después, sus ojos enfocaron justo aquí. Justo este balcón porque sabe muy bien que es el de mi habitación.

Sus ojos me encontraron, así que bajó el cigarrillo.

No apartó la mirada.

Apreté los dientes con fuerza cuando cayó una gota de cera sobre mi mano. Intenté no hacer ni un solo gesto que me quitara la compostura que a veces, en algunas cuantas situaciones, me cuesta mucho guardar. Justo como ahora.

Fabrizio alzó su mano libre y movió sus dedos de atrás hacia adelante con lentitud, brindándome un saludo desde la distancia. Finalmente, volvió a bajarla para comenzar a caminar en dirección a la casa.

El personal de servicio, bajó un par de maletas del coche y fueron detrás de él.

Viene para quedarse.

Espero que no lo haga por mucho tiempo.

Soplé en la vela para apagarla y dejarla en mi mesita de noche cuando de nuevo ingresé en mi habitación. Me encaminé a la puerta con pasos lentos y cuando llegué a ella, llevé mi mano a la perilla para colocar el pestillo. Todo lo hice con el mayor de los silencios, incluso cuando volví a caminar de espaldas hacia mi cama, mis pasos fueron silenciosos.

Me senté en el borde de la cama y durante los siguientes diez minutos, miré la puerta con fijeza esperando que nada raro sucediera. Incluso, le hice una seña a Sultán para que se mantuviera sentado al lado de mí pero en el suelo.

Él también miró en la dirección en la que yo lo hago, siendo tan imponente como siempre.

Casi me permito relajarme, hasta que mis ojos captaron el ligero movimiento de la perilla cuando fue girada desde el otro lado. El movimiento fue sutil y silencioso, como si no buscara que nadie se diera cuenta de que intenta entrar.

Las orejas de Sultán se alzaron de inmediato al mismo tiempo que se ponía alerta.

Coloqué mi mano sobre su cabeza, él al instante giró así que negué lentamente.

El movimiento suave de la perilla cesó y los pasos alejándose de la habitación, comenzaron a escucharse. Involuntariamente, relajé mi cuerpo cuando supe que estaba sola.

Prefiero evitar su presencia.

Prefiero evitarme los problemas que me traerá.

―Puedes relajarte, Sultán ―Susurré, consiguiendo que la mirada de mi perro se posara en mí―. Aún no es su momento.

***

Empiezo a olvidar tu voz.

A veces, cuando voy a dormir, hago mi mejor esfuerzo para intentar recordar las palabras que me dijiste esa última vez.

O para intentar recordar lo primero que me dijiste al conocerme.

Solo tenía cinco años en ese entonces.

«¿Tú no correrás como lo hizo tu hermana? ¿No te asusta mi rostro?»

―¿Por qué me asustaría? Eres bonito ―Susurré, observando la foto vieja en la que él aparece―. Eso fue lo que te respondí. En ese entonces, parecías confundido por no parecer desagradable ante mis ojos.

Suspiré, recargándome contra mi silla para girar de lado a lado un poco.

―Seguro que, creíste que era una niña bastante loca ―Solté un bufido cargado de ironía―. Mi madre también creía que eras el más bello de todos pese a que tú te considerabas un monstruo por lo que le pasó a tu rostro, zio Dante.

Y la verdad, es que él estaba muy lejos de ser uno.

He conocido monstruos reales con apariencia hermosa, rostro perfecto.

Soy la hija del más abominable y despiadado de todos ellos.

Alonzo Feramore es un monstruo de verdad.

Detrás de la sonrisa radiante, la imagen de político respetable y padre amoroso, se esconde el peor demonio.

Chasqueé con la lengua, tomando el control remoto para apagar la televisión de mi oficina. El gobernador está justo en ese canal dando una entrevista, en todo momento le brinda a los televidentes la sonrisa encantadora que todos adoran.

―Basura ―Mascullé, sintiendo el asco impregnar cada parte de mí.

Me levanté de la silla con lentitud y me alisé la falda del vestido con las manos antes de comenzar a caminar a la salida de mi oficina. Abrí mi puerta y fui directo al elevador para que me lleve a la planta en donde están los diseñadores. Al llegar al piso, comencé a pasar por las oficinas y vi, que cada uno se encontraba trabajando en lo suyo.
Incluso esa linda pelirroja que hace tiempo trabaja con nosotros.

Samara de Causer.

En realidad, solo hemos hablado una vez en todo este tiempo.

Seguí pasando por cada lugar hasta llegar a las escaleras para bajar al siguiente piso. Esta vez, preferí caminar un poco.

Al llegar al piso, apenas si crucé por un pasillo cuando miré a cierto hombre que hace tres meses no había tenido el honor de ver. El hombre alto y con ese aire misterioso y serio de siempre, parece estar saliendo de...el archivador.

Uhm.

―Capitán Causer ―Pronuncié cuando sus ojos me encontraron―. Que sorpresa encontrarlo aquí. ¿Necesitaba algo de esa habitación? ¿Qué hacía ahí dentro?

Me dio un asentimiento a modo de saludo.

―Alguien dejó la puerta abierta, solo quería cerrarla ―Carraspeó ligeramente―. Vine a visitar a mi esposa, pero ya me marchaba, solo quería recorrer el lugar antes.

Justo acabo de ver a su esposa y ella estaba sola y concentrada en su trabajo.

¿Estás mintiéndome, capitán?

―Ah, si va de salida entonces lo acompaño ―Ladeé la cabeza―. Yo también me estoy retirando.

Pude ver esa pequeñita incomodidad cruzar su rostro rápidamente.

Tranquilo, trabajaré duro para que no te sientas incómodo a mi alrededor.

Después de todo, te necesito tanto.

Presioné el botón del elevador y lo señalé cuando lo abrí.

―Primero usted ―Le indiqué.

Él miró la caja metálica antes de subir a regañadientes. Yo subí junto con él y presioné el botón para ir a recepción. En realidad, el viaje fue muy corto, por lo que tan pronto me di cuenta, las puertas volvieron a abrirse y él bajó como si pretendiera huir de mí.

Presioné mis dientes con mi lengua y solté un resoplido burlón, viendo cómo él se alejaba.

Que maleducado.

Caminé detrás de él, colocando mis manos entrelazadas detrás de mi espalda.

―Espero que haya tenido una excelente noche vieja ―Mis palabras detuvieron su caminata―. Feliz año nuevo, capitán.

Me miró.

―Feliz año nuevo, señorita Feramore.

―Hace bastante no lo veía ―Fruncí los labios, algo disgustada―. Tres meses.

Levanté tres de mis dedos.

―Creo haber mencionado que no vendría seguido. Después de todo, yo tengo mi trabajo.

―Ah...sí, tengo vagos recuerdos de eso ―Me llevé dos dedos a los labios como si estuviera pensando―. Creí que no venía por mi culpa, parece incómodo a mi alrededor. ¿He sido grosera con usted, capitán?

Presioné mi mano contra mi pecho y le regalé mi mejor expresión de preocupación.

―No, no es por usted.

―Siendo así, entonces le invito a tomar un café antes de que se marche.

El hombre me miró fijamente.

―Estoy casado.

Mi boca formó un círculo.

―Oh, ¿mi invitación para tomar café se interpretó como una invitación para follar? ―Fruncí las cejas y me llevé un dedo a los labios con aire pensativo―. Creame, capitán Causer, me parece un hombre muy atractivo y en definitiva, me acostaría con usted, pero le aseguro que mis intenciones son solo de socia a socio, nada más. Me entristece que me malinterprete.

―¿Siempre es así de directa y cínica?

Sonreí un poco.

―Suelo decir lo que pienso ―Solté con simpleza―. Vayamos por un café, prometo que controlaré mi lengua y si le preocupa, también mis impulsos.

―¿Toma café con todos sus socios?

―Así se hacen más íntimas todas las relaciones, capitán.

Le brindé una enorme sonrisa y me incliné un poco hacia él, así que el nombre dio un paso atrás.

―Yo no quiero una relación íntima, solo una profesional, Lucifer ―Respondió con sequedad.

Pareció arrepentirse enseguida, justo cuando notó mis cejas alzarse ante el mote.

―¿Lucifer? ―Repetí―. ¿Es así como suele llamarme? Debe pensar en mí seguido como para incluso ponerme un apodo. ¿Es de cariño?

Di unos pasos más hacia él cuando no respondió.

―¿Por qué me ha llamado "Lucifer"?

―Por equvocación, nada más.

Ah, por equivocación.

―La gente cree que el diablo es un ser divino y hermoso, claro, aunque representa por completo el pecado ―Comencé a insinuar mientras daba vueltas a su alrededor con pasos lentos y seguros―. ¿Así me ve usted? ¿Soy divina y hermosa para usted, tanto como para pensar en pecado al mirarme? ¿Por eso me ha llamado así?

―Como un tiburón rodeando a su presa ―Lo escuché murmurar.

Mi sonrisa creció.

―¿Se considera mi presa, capitán Causer?

―¿Todo lo que salga de mi boca lo va a usar en mi contra?

Detuve mis pasos.

―Cierto que he sido muy maleducada con mi socio ―Suspiré con pesadez, de nuevo colocándome frente a él―. No vuelva a llamarme Lucifer, mi nombre es Lucille.

Me obsequió una sonrisa tensa.

―Tenga buen día, señorita Feramore.

―Eh, que aún no me responde el por qué del apodo.

La mirada que me dirigió, fue la misma que me dio ese día que nos conocimos.

―Interprételo como usted lo decida.

Subió a su auto, un vehículo negro muy lujoso y hermoso. Si no me equivoco, es un Bugatti Voiture Noire. Debe costar una fortuna, porque tengo entendido, que solo existe uno en el mundo.

Y este hombre lo tiene.

¿Cuánto le paga la FEIIC a sus militares?

Le sonreí cuando él miró por la ventana.

Alcé mi mano y me despedí de manera amable.

No me regresó el saludo, él simplemente arrancó y se fue.

Mi sonrisa se borró con lentitud cuando estuve sola.

Él es tan difícil.

―Está bien, la paciencia es mi mayor virtud ―Murmuré, cruzándome de brazos―. No te preocupes, Dean, lo que sea que estés buscando para usarlo en contra de mi familia, ten por seguro que sí dejaré que lo encuentres, pero solo cuando decida que es el momento.

Suspiré con pesadez cuando mi celular vibró a causa de una llamada. Lo saqué de mi bolso y respondí para después llevarmelo a la oreja.

Consigliere.

―Signorina Feramore.

Me imagino que llama para informarme que está de camino a nuestra cita. ¿O me equivoco?

―Está en lo correcto. Llegaré en una hora.

―Muy bien, lo veré en el puerto.

Afirmó y colgó. Yo por el contrario, subí a mi auto y comencé a conducir para llegar a mi destino, que es el puerto de Chicago.

Tardé al menos cincuenta minutos en llegar al lugar. Cerca de nuestro punto de reunión, hay una cafetería, así que no dudé en entrar para pedir dos cafés americanos.

Después de algunos minutos, me los dieron así que pagué y salí para volver a mi auto. Dentro de él, saqué el polvo de mi bolso y lo dejé caer dentro de uno de los vasos.

Removí el líquido con una varita.

Volví a encender el coche solo para acercarme a la orilla del puerto y así poder observar claramente el agua desde aquí.

Los barcos están lejos, por lo que este mirador está vacío y tranquilo.

Aparqué, salí llevando los vasos conmigo y me encaminé al mirador.

La brisa fría me golpeó el rostro, por lo que fui obligada a cerrar los ojos y aspirar el dulce aroma de la tranquilidad.

Un giorno quella tranquillità sarà mia... ―Susurré, de nuevo mirando hacia enfrente.

Le di un trago a mi bebida y saboreé ese delicioso sabor.

Realmente saben preparar un buen café.

No me molestaría conducir cuarenta minutos todos los días para tomar un café de este lugar mientras admiro esta hermosa vista.

―Señorita Feramore ―Escuché a mis espaldas, por lo que giré lentamente y extendí una sonrisa amable al hombre unos cuantos años mayor delante de mí.

―Consigliere, le agradezco su puntualidad como siempre.

―Sabe que no suelo llegar tarde a mis citas ―Murmuró, mirando mi atuendo con curiosidad; un vestido negro y largo con detalles de encaje, junto con un sombrero del mismo color y detalles―. Luce como si tuviera que asistir a un funeral después de vernos.

Mi sonrisa creció un poco.

―Nunca se sabe cuándo será el próximo funeral. En este ambiente, sabe que puede ser en cualquier momento.

―Tiene un buen punto.

Asentí y estiré el vaso en su dirección.

―Como siempre, le he traído el café que le gusta; americano y del local de enfrente.

El hombre me sonrió.

―Usted sí que es amable.

Tomó su vaso y comenzó a beber sin ningún problema. Después se paró a mi lado y miró hacia enfrente.

Por un rato, solo guardamos silencio, bebimos y disfrutamos del atardecer.

―Algo le preocupa, ¿no es cierto? ―Cuestionó, dándole un trago a su bebida―. Por eso me ha citado con tanta urgencia.

―Lamento llamarle y citarlo sin días de anticipación, pero sí, tiene razón; algo me preocupa.

―¿Puedo saber el qué?

―Se trata de mi primo Fabrizio ―Suspiré con pesadez―. Tengo sospechas de que quiere traicionar a nuestra familia.

―¿Fabrizio? ―Repitió―. Imposible, la lealtad que le tiene a tu padre, no se la discute nadie.

―Lo mismo creía yo, pero he encontrado pruebas que lo incriminan y...realmente me gustaría pensar que me equivoco porque es mi familia, pero ya no sé qué creer. Es por eso que he venido con usted, Consigliere, porque sé que usted puede sacarme de dudas.

―Primero necesito ver las pruebas que tiene.

Asentí y dejé que él me guiara a su auto, que me abriera la puerta del copiloto y me invitara a subir. Pronto entró de su lado, pero no arrancó el coche, simplemente nos quedamos aquí obteniendo más privacidad.

De mi bolso, saqué la carpeta cuyo interior está lleno de los documentos que reuní.

Se los tendí al consigliere, por lo que él los tomó y mientras bebía de su café, hojeó los papeles uno por uno y con demasiada atención.

―Esas son las copias que él escondía. Hace semanas comencé a sospechar de que algo estaba mal, así que indagué entre sus cosas y encontré estos documentos que prueban que algo intenta al robar de usted información de las rutas marítimas, las fechas en las que zarparán y la mercancía que se transporta.

La familia Feramore trafica armamento militar ilegal, todo tipo de drogas, también hacen lavado de dinero, entrenamos mercenarios, hacemos todo tipo de trabajo sucio e ilegal.

Sé que no traficamos personas, menos mujeres o niños.

O eso me hace pensar el gobernador dado que, en algunos negocios me deja fuera.

Una parte de mí, presiente que tiene que ver con trata de personas.

Solo debo escavar un poco más, porque ese negocio tiene que ser la peor de sus ruinas.

―Son copias.

―Sí, porque usted tiene los originales. Escuché que él piensa robarlos, junto con más información que usted protege, por eso le he pedido que lo traiga. Ayer lo atrapé en medio de una conversación algo comprometedora. Al parecer, mandará a gente a interceptar el próximo barco con ruta a Japón ―Mencioné, sacando el celular de mi bolso para buscar entre los archivos. Mientras buscaba, noté que el hombre bostezó al menos tres veces―. Mire.

Reproduje el vídeo y solo esperé a que el hombre lo mirara.

En la pantalla puede verse a Fabrizio de espaldas a la cámara mientras está al teléfono con alguien.

Es un vídeo recortado y editado perfectamente.

En él, mi primo menciona que normalmente, todos los barcos que van a Japón, son los que transportan la mercancía más valiosa y que, la FEIIC pagaría millones por un poco de información que les permita interceptarlos. Aunque, eso abriría una investigación en contra de mi padre.

Tal vez no le encuentren nada ya que él es bastante cuidadoso, pero definitivamente que se sepa que hay una investigación en su contra por presunta alianza con un grupo criminal, sí que no se vería bien ante el pueblo.

Planea ser presidente de Estados Unidos, no puede permitir que nada afecte su imagen.

El hombre se talló los ojos varias veces.

―Traje lo que usted me pidió, pero...¿cree que él de verdad intenta usar esto para manchar la imagen del Don?

―Además, me preocupa que haga algo en contra de usted para robarle toda la información y quitarlo del camino con tal de obtener lo que necesita.

―¿Realmente cree que se atrevería?

Lo miré con atención y al hacerlo noté que parpadea una y otra vez, con tal de que eso lo ayude a mantenerse despierto.

Ya no hay café.

―Por supuesto. Lo sé porque es algo que yo también haría.

El hombre volvió a tallarse los ojos de manera perezosa.

Me incliné hacia él.

―El vídeo es de hace dos años, pero Fabrizio jamás fue más allá de una simple conversación porque usted tiene razón, su lealtad a mi padre pesó más que cualquier otra cosa. Él es el perro fiel del gobernador, por eso es su favorito ―Mencioné con un tono de voz tranquilo―. Por el contrario, yo no soy como Fabrizio. Soy yo la que necesita esos documentos que me ha traído sin ningún problema, además de esa llave que trae colgada de esa cadena. ¿Es esa la llave de la caja de seguridad donde esconde ese usb? Sé que tiene información valiosa.

―¿Qué está...? ¿Qué?

―Que lo he traído aquí, que he hecho que me traiga esos documentos y esa llave sin sospechar de mis intenciones ―Susurré, inclinándome a su oído―. ¿Quiere saber cómo lo he conseguido?

Me alejé para mirarlo.

―Estos tres meses reuniéndome con usted a tomar café de forma inocente, cada café que le doy, se lo toma y cada uno, me ha servido para que no se niegue a tomarlos porque no teme que querré envenenarlo. He sido amable, servicial y la hija ideal de un Feramore, una confiable ―Enumeré sin apartar la mirada―. Tres meses estudiando cada uno de sus movimientos y ahora, justo ahora que he conseguido ganarme su confianza, en este último café que tuvo el placer de probar, he colocado una droga que dentro de unos segundos, lo dejará inconsciente.

Él nego lentamente con la cabeza.

No es capaz ni de moverse por culpa de la droga.

―De poder, lo habría hecho diferente. Sé que de haber robado esa llave y dejarlo con vida, no habría podido ni poner un pie en el banco porque rápidamente lo alertarían a usted y usted, habría llamado a mi padre ―Chasqueé con la lengua―. No se preocupe por mi seguridad, sé que gente del banco sospecharía que alguien más que usted, vaya a abrir esa caja, pero por fortuna para mí, tengo una persona de confianza que es amante ocasional del director, así que será fácil. Tampoco se preocupe por la memoria, iré por ella antes de que las autoridades encuentren su auto flotando en la orilla. Dulces sueños, consigliere.

El hombre no terminó de oirme, porque antes cayó en la inconsciencia.

No me quedó más que suspirar y esperar a que anocheciera por completo. No me preocupé porque despertara, el efecto dura casi diez horas, suficiente para que se quede sin oxígeno cuando su cuerpo quede hundido dentro del agua.

Cuando fue lo suficientemente tardez fui a mi auto por el linpiador. Borré cada rastro de mí subiendo a ese auto, me llevé los vasos de café y me coloqué guantes y limpié todo lo que toqué para que en las investigaciones no aparezcan mis huellas. Antes de eso, tomé el maletín que trajo y reemplacé las copias con las originales, además que tomé los demás documentos.

Usé su dedo para desbloquear su teléfono y así borrar todo registro de nuestra comunicación. Después, robé esa llave que tanto necesito.

Al terminar de hacer todo, sin quitarme los guantes moví el volante y los cambios del auto para conseguir que se fuera por todo el risco.

Vi el auto avanzar, golpearse con las piedras y después, lo vi hundirse ante mis ojos.

Presioné mis dedos contra mi frente, después en el centro de mi pecho, seguido de eso en el lado izquierdo, derecho y por último en mis labios.

―Consigliere, gracias por los servicios prestados a mi familia todos estos años ―Pronuncié bajo y lento―, y por su último favor, le estaré eternamente agradecida.

Mis ojos no se apartaron del río ni por un solo segundo hasta que no hubo ni rastro del auto. El lugar quedó en completa oscuridad cuando ni siquiera las luces traseras de este, se salvaron de ser ocultadas bajo el agua.

―Amén.

Me di la vuelta y fui a mi auto para subir a él, al comenzar a conducir, no pude evitar sonreír al pasar frente a la cafetería.

Las cámaras no sirven desde hace unas semanas. Eran las únicas del lugar.

Le envié un mensaje a Carla y le indiqué que pronto estaría en el banco, que es donde su amante ya me espera para darme lo que necesito.

Tan pronto llegué, él me recibió y me llevó a las cajas de seguridad. Me entregó la del consigliere y por suerte, conseguí abrirla con la llave del hombre.

Traje mi laptop conmigo, así que copié todos los archivos de una memoria a otra para dejar la original ya con todos los archivos borrados en el mismo lugar donde tiraré la llave; en el puerto, cerca del auto.

He sido lo más cuidadosa posible.

Incluso el director del banco ha borrado las grabaciones de hoy, para que así piensen que ha sido el consigliere quien lo ordenó.

La intención, es que piensen que él estaba dispuesto a usar la información en su poder para traicionar a la familia, por eso huía con las pruebas, pero estaba tan drogado que cayó por el mirador y murió.

De regreso a mi auto, limpié la llave, la memoria original. La de las copias, me la guardé en el bolso. Por segunda vez, regresé al puerto para lanzar las últimas pruebas al agua.

Lo encontrarán en unos días, cuando ese auto regrese a la superficie.

Encontrarán su cuerpo y el maletín repleto de documentos en los asientos traseros.

Era casi de madrugada cuando volví a casa, por suerte no me encontré con nadie y el resto de mi noche, fue tranquila.

***

Los dos días siguientes, tuve mucha suerte de no encontrarme ese rostro frente a frente.

Pero como todo, la buena suerte se acaba.

Es por eso que ahora estoy aquí, terminando de subir las escaleras de mi casa y justo, encontrándome con que él se dispone a bajarlas.

Al enfocarme, me brindó una sonrisa sutil.

―Hasta parecía que te escondías en tu habitación para evitar verme.

Ladeé la cabeza.

―Ojalá tuviera tiempo de estar en mi habitación. Si no nos cruzabamos, simplemente es porque estoy demasiado ocupada.

Él se cruzó de brazos y asintió con lentitud.

―Ah, ya veo ―Formuló―. Tal vez puedo hablar con tu padre y así conseguir que deje de cargarte tanto la mano.

Solté un bufido burlón, por lo que él me dio toda su atención.

―Suerte convenciéndolo. Papá no me da más tareas, simplemente porque no hay más de veinticuatro horas en el día, Fabrizio.

Él se inclinó.

―Bueno, entonces puedo ayudarte a que tengas más tiempo libre, prima.

―Supongo que a cambio de algo, ¿no es así? Es algo tan tú.

―Aún tienes una mala opinión sobre mí, ¿no? ―Entornó los ojos―. Me miras con...¿desconfianza?

―Desconfianza ―Repetí.

―¿O miedo? ―Ladeó la cabeza―. ¿Aún me tienes miedo, Dolce?

Las comisuras de mis labios se estiraron un poco.

―Solo era un juego de niños, Fabrizio ―Le dije con total indiferencia―. Lo he dejado atrás, así que creo que tú también deberías hacer lo mismo. Después de todo, nos veremos seguido, así que no lo hagas incómodo para los dos.

―Lo dices con tanta frialdad que ni siquiera pareces esa chiquilla que...

Afortunadamente se vio interrumpido por el portazo que dio Alonzo Feramore al ingresar a la casa.

Fabrizio lo miró de inmediato y bajó con rapidez cuando notó que algo iba mal.

Solo cuando nadie se dio cuenta, pude tomar una respiración profunda.

―Muévanse ―Nos ordenó―. Han encontrado el coche del Consigliere en el puerto. Al parecer él está dentro.

―¿Qué? ¿Cómo que encontraron su coche en el puerto? ―Alcanzó a formular mi primo.

―No sé, aún no lo sé así que mejor no hagan preguntas y dense prisa.

Sin objetar una vez más, tuvimos que ir a los autos. Yo fui en el mío y ellos como de costumbre, fueron juntos.

Después de cuarenta minutos, llegamos a la zona llena de policías, ambulancias, investigadores, reporteros y de todo.

Al bajar de mi coche, mi padre y mi primo ya se encontraban acercándose al lugar.

Fui a la cafetería de siempre y pedí mi bebida.

―Dos cafés en una semana ―Señaló la chiquilla detrás del mostrador―. Debió gustarle mucho el de hace unos días. Eso es bueno porque no solemos tener muchos clientes.

―Lo veo. Esta zona de Chicago parece muy solitaria.

―Es por los accidentes de la zona, mucha gente evita venir porque hay muchos ebrios que conducen horrible y terminan hundiéndose en el puerto ―Hizo una mueca y negó con la cabeza―. Como lo ve afuera, justo acaban de encontrar a otro.

Miré por los ventanales del pequeño y acogedor lugar.

―Ah...sí ―Formulé y después suspiré con pesadez―. Deberían hacer un muro más grande para evitar más accidentes.

La chica asintió en acuerdo.

―Los dueños de los locales, juntaron firmas para que se haga, pero parece que no fue suficiente.

―Espero que pronto lo consigan ―Le sonreí amablemente mientras le ofrecía un billete de cien dólares―. Gracias por el café, quédate con el cambio.

Ella abrió los ojos de más.

―Pero solo son...

―Tomalo como un canje entonces ―La interrumpí―. Tal vez algún día necesite un pequeño favor. Ahora, ten linda noche.

La campanita de la puerta sonó cuando salí del lugar.

Di pasos lentos hacia enfrente viendo que por fin la grúa bajó el auto en tierra firme, que están sacando al consigliere de los asientos delanteros y que del coche sacaron el maletín con los papeles empapados de agua y completamente destrozados.

También llevan una llave dentro de una bolsa de plástico y supongo que la memoria la encontrarán con el tiempo.

La sirena de la ambulancia de la policía inunda mis oídos, al igual que los reporteros intentando conseguir información, los agentes intentando que las personas no crucen la línea, el ruido de la grúa, los gritos de la familia del Consigliere.

Es demasiado ruidoso.

Excepto por esos dos hombres a unos metros que procuran ser silenciosos, pasar desapercibidos aunque no lo consiguen porque aquí todos conocen a uno de ellos.

Y seguro esos mismos se preguntan; ¿por qué el gobernador está aquí si solo es un muerto más? Solo es otro drogadicto accidentado.

Le di un trago a mi bebida caliente y después exhalé sin dejar de ver al frente.

Ellos comparten palabras como si estuvieran contando un secreto.

Lucen aturdidos.

―Espero que...estén listos para jugar conmigo de nuevo ―Susurré, viendo como con cada palabra, ese humo producido por el frío de esta noche, escapaba de mi boca―. Les aseguro que lo que les haré, les dolerá mil veces más de lo que a mí me dolió todo lo que me hicieron, que sufrirán mil veces más que yo. Les prometo que esta vez, quien reirá mientras los ve suplicar como alguna vez les supliqué, seré yo.

Hoy ha caído el primer peón.

Y me aseguraré de ir sacando todas sus piezas del tablero hasta que no les quede nada.

*
*
*
*
*
N/A.

Lucille no se anda con juegos.🤭
Hoy sacó la primera pieza del tablero y en un solo y perfecto movimiento.👀

Espero que lo estén disfrutando.♡♡
Besooos.💋

Instagram: mard.mmd

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