call of silence. robert...

By targparadise

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COS. ❝ madness and greatness are two sides of the same coin, in which side landed... More

chapter zero.
call of silence.
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By targparadise









CHAPTER TWENTY-ONE














Toda su vida le dijeron quién debía ser y cómo debía ser, el propósito con el que nació entre el humo y las cenizas de la tragedia de Refugio Estival; Rhaegar Targaryen, nombrado el hombre perfecto de todo Westeros, con una elegancia y porte varonil, con una voz de ángeles capaz de hacer llorar hasta el hombre más duro, con una melancólica mirada y con los valores que lo harían el mejor Rey que se sentó en el Trono en los últimos tiempos. Todos le dijeron que él era la salvación de su propio apellido, que en él reside el héroe que traería hacia Poniente un nuevo sol.

Si alguna vez pensó en él mismo como un héroe, debía de haber sido después de leer la profecía del príncipe prometido. Rhaegar nunca se vio muy distinto de nadie, creció con lo que su madre y los libros le enseñaban, y a diario luchaba con las ideas de su padre: "Los dragones no escuchan a nadie"; "Al dragón nadie le comanda" y un sinfín de locuras en las que nunca fue capaz de creer, cosas que nunca llegó a pensar ni de él, ni de su padre. La gloria de su familia disminuyó cuando los dragones cayeron de los cielos y la magia que los hacía ver como a Dioses, desapareció. En cambio, ahora sólo quedaba regodearse de aquellas épocas doradas en la que nunca habrían sido cuestionados, la locura y la avaricia los convirtieron en una desgracia para sus propios ancestros.

Entonces encontró en esos libros una razón por la cuál perder la cabeza, y no fue muy opuesto a sus ancestros. "El príncipe prometido traerá un nuevo amanecer" había leído, y sin siquiera cuestionarse, consideró que podía tratarse de él. "Ahuyentará al frío que se alzará más allá del Norte" y sin dudas, esa era la única razón por la que puso sus ojos en Lyanna, y fue cruel que sus motivos fueran tan egoístas y sin dudas, narcisistas. Se consideraba a él mismo un héroe, y de héroe no tenía nada.

Era tan pequeño como su padre, como el padre de él y cualquiera que haya estado antes; solo trajo sufrimiento y dolor a toda su gente.

Cuando escuchó la noticia de que Lord Stark, Guardián del Norte y su hijo heredero, Brandon Stark habían llegado a reclamar por su cabeza, no supo si debía alabar su valentía o la estupidez que habían cometido, llegar allí a reclamarle a un Rey tan alejado de lo que estaba bien o mal, que no dudaría un segundo en hacer que les arranquen las extremidades, era algo que lo dejó pasmado. Rhaegar estaba seguro de que ninguno de los dos saldría bien parado de esa situación y si no estaba equivocado, desencadenaría muchas cosas negativas. Para Maegelle especialmente; y todo volvía a deberse a las malas decisiones que él tomó.

La puerta de su calabozo fue abierta y los pequeños rastros de luz que ingresaron, consiguió lastimar sus ojos. Cuando logró adaptarse a ello, los volvió a abrir y sus ojos índigos encontraron los verdosos de Jaime Lannister, quien lo observaba apenado.

─Mi príncipe ─saludó el joven león, bajando su cabeza.

─Jaime ─saludó él del mismo modo, su voz salió rasposa, nada a lo que el Lannister alguna vez acostumbró a oír.

─Debo llevarlo ante vuestro padre ─musitó, diciendo aquello pausadamente─, vuestro juicio ha llegado.

Rhaegar asintió con su cabeza.

─¿Lord Stark?

─Serán enjuiciados antes que usted, mi príncipe.

─¿Crees que haya una oportunidad para sacarlos de aquí, Sir Jaime? ─le preguntó pero el joven león no hizo más que negar.

─Dudo que sea posible ─musitó él─, pero vuestro padre espera por la llegada de la princesa.

─¿Mae? ─preguntó él, sus ojos se habían iluminado como si fueran dos enormes luceros en la estrellada noche, Jaime sintió que debía darle la oportunidad de reunirse con ella una última vez─. ¿Está aquí?

─Se han visto los barcos de la princesa, ha de estar por llegar en la ciudad en cualquier momento ─musitó él─, aunque no creo que sea una buena idea que esté por aquí.

─¿Mi padre?

─Sí, no he logrado localizar a sus pirómanos ─musitó, Rhaegar arrastró sus pies con pesar en el suelo─, pero he enviado a Sir Lewin a continuar la búsqueda, espero que podamos atraparlos antes de que...

No hizo falta que continúe para saber de qué hablaba, si su padre avisaba que enciendan aunque sea un solo barril de fuego valyrio, el daño a pagar sería demasiado grande; no deseaba que nada de eso sucediera, quizá debía hacer el suficiente tiempo para que Maegelle consiga llegar allí.

─Si algo sucede, asegúrate de poner la vida de los Stark a salvo.

─Eso no-...

─Hazlo, Jaime, por favor. Maegelle no necesita que el Norte le guarde rencor.

─Ella es un dragón ─musitó él─, dudo que le importe que unos cuantos norteños le guarden rencor.

Por alguna razón, Rhaegar comenzó a pensar que quizá tenía razón.

─Solo hazlo. Por favor.

Jaime asintió sin decir nada más, y Rhaegar finalmente divisó la sala del trono. Allí, sentado sobre las dos mil espadas de los enemigos caídos de Aegon, se encontraba su padre, con su corona en la cabeza y ese par de ojos desbordantes de locura. Lo observó como si fuera su peor enemigo, como si estuviera sosteniendo una espada filosa contra él.

No muy lejos de él, se encontraba Lord Stark puesto de rodillas ante el trono y con su cabeza baja, a un metro, estaba Brandon, llevaba una soga sobre el cuello y se encontraba atado a un pilar. Rhaegar evitó comentar al respecto. El heredero del Norte lo observó, fue indescriptible lo que intentó transmitir con su mirada, quizá fuera desprecio, rencor y hasta un poco de lástima por el estado deplorable en que posiblemente se encontraba. Mientras más observaba a Rhaegar, más se percataba de que el brillo que alguna vez lo destacó había desaparecido como cuando soplaba una vela en medio de la noche. Toda la magia que alguna vez se escuchó de él, no existía.

Era un hombre tan ordinario como él.

─¡Mi hijo traidor! ─saludó Aerys, sonriéndole. Rhaegar no respondió─. ¿Cómo han estado los calabazos? Siempre escuché cuánto repudio tienen a los calabozos de la Fortaleza, por todos los fantasmas que transitan por allí.

Rhaegar no iba a responder, mordió su lengua para evitar hacerlo, y sin dudas habría logrado hacer que su padre pierda los estribos al ser ignorado de no haber sido porque el bocón de Brandon Stark no pudo contenerse.

─Usted debería saberlo, permaneció más tiempo dentro de una jaula de lo que su hijo lo ha hecho ─musitó. Un Capa Blanca lo golpeó de inmediato en el rostro, haciéndolo callar.

─Sin dudas el perro sabe ladrar, Rickard ─musitó Aerys, mirándolo con diversión─. Me pregunto si continuará ladrando cuando decida arrojarte a las llamas.

Brandon mantuvo su semblante serio y no dijo nada, quedándose en completo silencio.

─Mátame a mí si eso deseas, pero deja a mi hijo fuera de esto ─musitó Rickard─, dudo que desee que vuestra hija tenga de enemigo al Norte.

─¡JA! ─exclamó el hombre, sonriente─. ¿Sabes qué noticias han llegado de Maegelle, Rhaegar? ─el príncipe lo observó fijamente─. Mi hija ha tenido a su heredero. ¡Y no sólo eso! Tres dragones yacen bajo el techo de Dragonstone. Me ha ofrecido un dragón por su hermano traidor.

Rhaegar parpadeó con sorpresa, no pudiendo entender si estaba escuchando correctamente o si el delirio por fin había llegado.

─¿Dragones? ¡Imposible! ─exclamó Rickard.

─El Norte deberá guardar silencio cuando esas bestias sean lo suficientemente grandes como para diezmar ese lugar asqueroso en el que vives, Rickard ─musitó el hombre.

─Hablas de todo eso, como si fueras a vivir un día más para contarlo ─musitó Brandon, Aerys lo volteó a ver─, tus días están tan contados como los nuestros, Rey Loco. Maegelle se asegurará de matarte también, por haber tocado a su precioso príncipe.

─Veremos si es tan rápida para hacer algo, cuando tenga a mi hijo de rodillas bañado sobre el fuego Valyrio ─musitó él─. ¡Rossart! ─exclamó con fuerza, un viejo de aspecto asqueroso y que hizo que los tres le vieran manteniéndose alertas a lo que pueda pasar, avanzó hacia ellos. Jaime se puso alerta, y Rhaegar supuso que él era uno de los pirómanos─. ¿Tienes lo que te he pedido?

─Aquí mismo, su Majestad.

─Hazlo, entonces.

Rossart avanzó con un barril hacia donde se encontraba Lord Rickard, sin que Rhaegar fuera capaz de reaccionar, lo bañó enseguida y un enorme charco de líquido verdoso rodeó al hombre en un instante.

─¡No lo mates! ─exclamó Rhaegar─. ¡Es solo un estúpido hombre que no ha medido sus acciones antes de realizarlas, muéstrale un poco de piedad! ¡Ponme a mí en ese lugar, a él déjalo ir...!

Aerys se rió tan fuerte que logró callar la voz de Rhaegar. Se sintió desesperado, sus pies y manos se encontraban atadas y deseó haber hecho que Jaime las desajuste antes de haber dejado el calabozo.

─Todos ustedes aprenderán ─musitó él─, a nunca despertar al dragón. Enciéndelo, Rossart.

Brandon observó como la llama de fuego cayó sobre el charco verdoso, y las llamas rápidamente se adueñaron del cuerpo de su padre. Las lágrimas y la desesperación se adueñaron del Lobo Salvaje, completamente desbordado por la necesidad de alcanzar a su padre y socorrerlo, acabó tirando aún más de la cuerda; entre los gritos del lobo, los agónicos de su padre y el pedido del príncipe porque deje de tirar tanto de la cuerda, ambos Stark murieron en una de las muertes más frías y dolorosas que Rhaegar presenció alguna vez.

Completamente rendido, sus rodillas chocaron el suelo y su frente pronto lo hizo también, cerrando sus ojos, sintiéndose totalmente derrotado, no sentía fuerza para continuar, no podía, quizá no quería, quería pagar por sus pecados, por sus errores. Todo lo que él hizo los llevó hasta este momento, hasta este doloroso momento.

─No puedo seguir haciendo esto ─musitó, su padre lo escuchó con claridad─, mátame de una vez, acaba con esta locura.

─Aún no ─musitó el hombre─, ella está aquí.

Rhaegar se volteó y la encontró, al final del largo pasillo cerca de la puerta se encontraba Maegelle completamente sola. Su rostro se encontraba pálido, su mirada no desbordaba ninguna emoción y no podía dejar de observar el cuerpo sin vida de Brandon Stark, de quién presenció no solo su muerte, también la de su padre. Había sucedido tan rápido, le pareció agobiante la necesidad de dejar escapar aquél grito que quemaba su garganta.

Lentamente se acercó hacia ellos, ahora su atención estaba sobre su hermano arrodillado en el suelo, sus ojos chocaron con los del otro y Maegelle se acercó hacia él, sin importarle la manera en que los Capa Blanca iban siguiéndola, listos para desenvainar sus espadas y matarla; cayó ante Rhaegar y lo atrajo a ella, abrazándolo con fuerza, asegurándose de que realmente era él.

Haēdar.

─Estúpido hermano ─musitó ella contra su oído.

─Finalmente has llegado.

─Lamento haber tardado ─musitó ella, separándose para poder observarlo─. Es hora de que salgas de aquí, Rhae.

Rhaegar sonrió y se acercó para dejar un beso sobre su frente. Maegelle cerró sus ojos.

─Serás una madre asombrosa ─musitó en el oído de la princesa, ella sintió que su corazón se apretujaba contra su pecho.

─Traémelo ahora mismo, Sir Jaime ─ordenó. Jaime, con un sinfín de dudas, se acercó hacia ellos y separó a Rhaegar de Maegelle, haciendo que quiera ir con él, pero rápidamente siendo detenida por dos Capa Blanca─. ¿Dónde está el dragón?

─No lo he traído conmigo, si deseas el dragón, debes dejar libre a Rhaegar ─musitó ella, aún se encontraba siendo sostenida por esos Capa Blanca.

─No negaré las pelotas que tienes para plantarte aquí, sin nadie que se asegure de salvarte el pellejo ─musitó Aerys─, a darme órdenes.

─Deja ir a Rhaegar ─musitó ella, ignorando lo que dijo. Aerys se quedó en silencio.

Los ojos del Rey Loco jamás abandonaron los violetas de su hija, la princesa mantenía su mirada firme y fija sobre los suyos, se sintió obligado a demostrar quién era, cuál era su lugar. Si Maegelle llegó allí con la idea de exigir porque haga algo, entonces era la niña más estúpida sin dudas; ingenua y simplemente tonta.

Aerys observó a Rossart, quien no dudó un segundo en hacer caer el barril, el líquido espeso chocó contra los pies de Rhaegar en un instante y Maegelle simplemente permaneció quieta, a tal punto que logró descolocar a Aerys la actitud tan tranquila que tenía.

─¿Crees que puedes darme órdenes? ─musitó él─. ¡Yo te he dado la posición que tienes ahora! ¡También te la puedo quitar, hacerte una Don Nadie!

─Hazlo ─dijo ella─, no me importa. Me llevaré a Rhaegar, por las buenas o las malas, todo depende de cuál escojas, padre.

La paciencia de Aerys era nula y Maegelle no sabía cuánto debía empujar para que su padre por fin se canse y alce su trasero del trono. Necesitaba que Nesa tuviera una buena visión para darle desde los pilares en los que estaba oculta.

─Ha sido suficiente ─musitó él─, mátalo, Rossart.

Rossart estaba a nada de acercar la antorcha nuevamente, cuando la espada de Jaime Lannister atravesó su cabeza y de un ágil movimiento logró tomar la antorcha antes de que caiga al suelo, provocando un final horroroso para el príncipe. Rhaegar podría jurar que mojó sus pantalones en esos segundos de completa tensión, Maegelle se relajó pero allí no se detenía, Aerys se encontraba aún más enfurecido que antes.

─¿Te atreves a traicionarme, Lannister? ─gritó, sin ponerse de pie─. ¡Sir Owen, mátala! ¡Demuéstrale a quiénes son leales los Capa Blancas y tráeme la cabeza de mi hija!

El hombre era mucho más grande que cualquiera de los presentes, se giró y observó a la princesa, con su mirada se disculpó y ella lo observó con cierta sorpresa.

─Lo lamento, princesa ─murmuró, aunque fue lo suficientemente alto como para que pudiera escucharlo.

Owen Merryweather desenvainó su espada y se acercó a ella, Jaime no logró reaccionar a tiempo cuando fue tomado por sus hermanos para impedir que intervenga, la risa de Aerys se escuchó y pronto, un enorme silencio se adueñó del lugar. Tres cuerpos cayeron al suelo cuando Vargo y Asael aparecieron desde las sombras para matar a quiénes sostenían a Jaime. Sir Owen recibió una flecha en su cabeza que lo hizo caer de inmediato.

Maegelle no fue consciente de lo que sucedió porque Rhaegar se atravesó en su camino antes de que todo el infierno se desate, robándose toda su atención y entendimiento de lo que sucedía alrededor de ellos. Sus ojos sobre los de él, se sintió aliviada de verle; de apreciar su sonrisa tranquilizadora de cerca, logró que baje su guardia un instante.

La princesa exhaló de alivio y bajó su cabeza, pronto su mirada se encontró con lo que deseaba que fuera un mal sueño: la espada atravesó el estómago de Rhaegar antes de que la flecha pudiera alcanzar la cabeza de Sir Owen. La princesa lo recibió en brazos cuando las piernas le fallaron y comenzó a toser.

─No, no no... ésto no es... ─musitó ella, mientras se aferraba a Rhaegar. El príncipe tosió con fuerza, escupiendo sangre en el proceso─. Vas a estar bien, vas a estar bien.

Rhaegar cerró sus ojos, con su cabeza apoyada sobre el hombro de Maegelle. Estaba convencido de lo mismo, él iba a estar bien. No, permítanme corregirme, él se sentía bien allí mismo, en brazos de la única persona que permanecía en su cabeza y le daba una pequeña sensación de felicidad, esa a quién amó desde que la conoció, a quién pese a las decepciones provocadas, sabía que amaría incluso en sus próximas vidas.

Siempre lo supimos ─murmuró Rhaegar, ella lo colocó de espaldas sobre sus piernas para poder escucharlo con mejor claridad. Aerys los observó y antes de poder hacer algo, fue tomado por Sir Jaime y puesto de rodillas mientras Asael colocaba una espada en su garganta, impidiendo que se moviera─, cada momento puede ser el último. Todo es más hermoso porque estamos condenados ─dijo, mirándola─. Nunca serás más encantadora de lo que eres ahora... Nunca estaremos aquí de nuevo.

Maegelle cerró sus ojos negando, las palabras se habían atorado en su garganta debido al nudo que se formó, impidiendo que algo saliera de allí. Rhaegar la observó, como siempre la miraba cuando se trataba de ella.

Shijetra nyke, ñuha jorrāelagon. Perdóname, mi amor. ─musitó, tomando la mano de Maegelle y llevándola hacia sus labios─. Glaesagon aōha ābrar naejot se lēdāje. Vive tu vida al máximo. Jorrāelagon lēda daor zūgagon. Ama sin temores. Gobierna con gracia, enseña compasión y sé despiadada cuando sea necesario. Este mundo te necesita tanto como yo lo hice. Te amo, Mae... Eras todo lo que quería ver antes de morir. Gracias por todo.

─No puedes morir ─musitó ella, negando─, no puedes irte. No, no, todavía debes ver a los dragones, no puedo hacerlo sin ti.

Rhaegar rió levemente, pero rápidamente se reemplazó por una dolorosa tos que hizo a Maegelle sacar unas cuántas lágrimas.

─Lo has hecho siempre sin mí ─musitó él─, estarás bien. Lo sé.

Rhaegar llevó su mano hacia el rostro de Maegelle, musitando en Alto Valyrio "el amor de mi vida", haciendo que ella baje su rostro para poder chocar sus labios; en ese mismo instante, las puertas de la Fortaleza se abrieron, los hombres de la princesa ingresaron en filas sosteniendo a Tywin Lannister como prisionero, liderados por Robert y Eddard.

En ese último beso con sabor a despedida y dolor; la mano de Rhaegar Targaryen golpeó el suelo, y el grito que abandonó la garganta de Maegelle Targaryen anunció lo obvio: había muerto en brazos de su sangre, de la persona que se adueñó de su corazón y a la que nunca logró tener completamente debido a sus errores. Aún si las decisiones lo llevaron a ese camino y final tan lamentable; fue su papel a jugar, era lo que debía suceder para que ella pueda avanzar sin mirar atrás; la espada nunca dolió, porque se aseguró de salvar a lo que más apreciaba en ese mundo y mientras ella dejaba escapar todo el dolor desde lo más profundo de su ser, Rhaegar falleció con una sonrisa en su rostro, convencido de que en otro universo, en otra vida, su alma se reencontrará con la de ella.

Nessa bajó su cabeza de inmediato al oírla y Vargo debió desviar sus ojos al verla en ese estado; parecía impropio de ella, un momento en el que se encontraba vulnerable y era demasiado personal como para que ellos estén allí. Pero entonces recordó quién se encontraba entre sus brazos, Aerys parpadeó un par de veces antes de comprender todo lo que sucedió, y aún así, su única respuesta fue reírse.

─Supongo que ambos hemos perdido hoy, hija mía ─musitó él, haciendo que la ira creciera dentro de ella. Maegelle cayó derrotada sobre el cuerpo de Rhaegar, sentía su cuerpo como un peso muerto que ahora debería cargar por el resto de sus días. Cuando unos minutos pasaron y escuchó a la misma Lyanna Stark acercarse corriendo hacia ellos, preguntando cómo había permitido que eso suceda, se alzó en sus pies y observó a su padre fijamente.

─No tienes idea de lo que es perder a alguien, padre ─musitó ella─, nunca nadie te ha importado lo suficiente como para que entiendas el dolor que sufro desde que madre no está con nosotros y ahora Rhaegar-.. ─debió detener sus palabras, el nudo se volvió a formar y fue demasiado molesto para ella. Sin embargo, sacó fuerzas desde donde no supo que tendría y continuó─. Por todo lo que has hecho, por las vidas inocentes que te has llevado, te sentencio a muerte, y morirás del mismo modo en que has matado a tantos. Arderás. Preparen todo.

─Sí, mi Reina ─musitó Asael, sin dudarlo dos segundos. Robert avanzó a pasos lentos hasta quedar cerca de Maegelle.

─¿Mae? ─la llamó, su voz sonó gentil y tranquila; ignorando todo lo que sintió en su estómago cuando la escuchó sufrir.

─¿Qué debo hacer con Tywin Lannister? ─le preguntó, mientras giraba a verlo. Robert no estaba sorprendido de que no quisiera hablar de todo lo que sucedía, por eso mismo, volteó a ver al León de Roca Casterly, viendo el cuerpo moribundo de Rhaegar.

─Es un traidor y sin dudas te dará dolores de trasero más adelante ─musitó─, pero sigue siendo uno de los hombres más inteligentes en Westeros. Su casa es un pilar importante para el reino.

─Pero sigue siendo un traidor ─dijo ella─. ¿Crees que a los traidores se les da segundas oportunidades?

Robert hizo una mueca, supuso que él lo ejecutaría sin pensarlo dos veces.

─Jaime se puede hacer cargo de su casa, supongo ─musitó Robert. Jaime frunció su ceño al oírlo.

─¿Puedo... intervenir? ─preguntó Jaime, Maegelle ni siquiera lo volteó a ver.

─No ─musitó ella─. Lo lamento, Sir Jaime; pero tu padre no es alguien en quien confíe. No después de todo lo que ha hecho.

─Entiendo ─musitó él─, mi tío se puede hacer cargo de Casterly Rock, no deseo dejar mi posición como vuestra espada.

Maegelle suspiró por lo bajo.

─Discutiremos eso en otra ocasión ─musitó─. Pongan a Lord Tywin junto a mi padre y llévalos hacia Pozo Dragón ─le dijo a Iseneya─. Lleva a Vargo, Asael, Mirai y Nesa contigo.

─Sí, mi Reina.

Eddard observó el suelo, donde anteriormente se habían encontrado su padre y hermano, no necesitó que nadie le dijera lo sucedido, logró atar cabos de inmediato. Maegelle relamió sus labios.

─Cuando llegué, vuestro padre estaba siendo... ─musitó y no pudo continuar porque le provocó demasiado dolor decírselo. Eddard alzó la cabeza para verla─. Lo lamento, Lord Eddard, no pude hacer nada por nadie hoy.

Eddard negó, sin ser capaz de responder.

─Ninguno ha sido capaz de hacer nada ─murmuró.

Robert colocó una mano sobre su hombro.

─¿Estarás bien si te dejo solo? ─le preguntó a Eddard. Él asintió.

─Sí ─dijo él─, ocúpese de lo que deban... yo le diré a los Norteños lo sucedido.

─¿Mae?

─Sí, sí ─musitó ella, caminando junto a Robert y dándole un último vistazo al cuerpo de Rhaegar, quién se encontraba con Lyanna llorando en su pecho.

Maegelle y Robert cabalgaron hasta Pozo Dragón, hacia donde su padre y Tywin Lannister habían sido llevados. Ella intentó controlar sus propios impulsos, quería que todos sufrieran, quería que todos griten, quería dejar de pensar y huir de su propia existencia.

Pasó saliva, pensando en qué jamás imaginó realmente que cada camino la llevaría hacia ese final.

Maegelle bajó del caballo y avanzó hasta quedar junto a Vargo, tanto su padre como Tywin se encontraban atados de brazos y pies, arrodillados mientras miraban hacia el suelo y murmuraban frases hirientes el uno al otro.

─Me parece asqueroso tener que morir junto a una rata inmunda como tú, Lannister ─musitó Aerys. Tywin no respondió, decidió ignorar todo lo que decía.

Padre ─habló Maegelle. Aerys alzó su mirada y chocó con la de ella, haciéndolo sonreír.

─Tienes mi mirada sin dudas, Mae ─dijo él─, se nota a leguas que eres hija mía.

─Has dicho que deseabas ver dragones ─musitó ella, mientras una jaula de madera se acercaba hacia ellos─, supongo que puedo concederte un último deseo.

Aerys y Tywin observaron como de la jaula salieron tres pequeñas criaturas, que rugieron levemente haciéndolos sentir sorprendidos; sin dudas los rumores eran ciertos. Maegelle y su hijo devolvieron la magia que se perdió durante tantos siglos. La bestia roja se acercó hacia ella casi de inmediato, situándose en el hombro de la princesa y le precedió el negro de manchas rojizas, el Rey Loco suspiró; había soñado con ese dragón. El último en salir era azulado, se colocó junto al rojizo y observaron hacia ellos con la misma expresión que la princesa tenía. Robert no musitó nada, aún no se acostumbraba a que esas pequeñas bestias tiren fuego y no sean simples mascotas.

─Han vuelto ─musitó Aerys, emocionado─. ¿Lo ves, Tywin? Mi línea prevalecerá, y la tuya será tan ordinaria como siempre.

─No te mofes tanto de esta situación ─musitó el león─, la princesa se asegurará que no recuerden de quién es hija; no eres más que una vergüenza para tu propio apellido.

─¿Alguna última palabra antes de morir? ─preguntó ella, sin molestarse en oír lo que estaban diciendo.

─Si te desafían ─musitó Aerys─, si te ordenan, si siquiera deciden burlarte; quémalos, Maegelle. Quémalos a todos.

─Asegúrate que Jaime continúe como cabeza de los Lannister ─musitó el viejo león, mirándola fijamente. Maegelle no dijo nada más.

─Yo, Maegelle de la casa Targaryen, primera de mi nombre, Princesa de Dragonstone y Heredera del Trono, los sentencio a morir ─musitó ella. Los dragones se sacudieron levemente─: Dracarys.

El primero en dejar que una larga llama de fuego salga de su boca había sido el negro; al comprender la clara orden en alto valyrio, y la manera en que Maegelle lo dijo, obedecieron. Las llamas poco a poco comenzaron a consumir a ambos, quiénes hicieron un sobreesfuerzo por no gritar, ni hacer oír sus voces. Pero fallaron cuando se hizo insostenible, y Maegelle nunca despegó sus ojos de ellos, de la manera en que de un segundo a otro, pasaron a ser cenizas.

Maegelle cerró sus ojos, el cansancio que sentía comenzaba a ser una carga insostenible. Robert se percató de esto, tomándola de la cintura y apegándose a ella en el momento en que la vio casi desmayarse.

─¿Se acabó finalmente? ─le preguntó Maegelle.

─Se acabó, Mae.

─Bien ─murmuró, dejándose caer en brazos de Robert completamente exhausta. Los dragones regresaron a la jaula, y él la tomó entre sus brazos para llevarla hacia el caballo.

─Asegúrense que los dragones coman algo ─ordenó Robert a Nesa, quién lo miró con cara de pocos amigos─, y si es posible; busquen esos barriles de fuego valyrio, no estoy seguro de si queda algún pirómano, pero será mejor que hallemos a la mayor cantidad posible, y los matemos antes de que decidan convertir King's Landing en la nueva Valyria.

─¿Qué hacemos con los cuerpos de los Capa Blanca que matamos? ─preguntó Vargo.

─Quémenlos ─les dijo─. Maegelle querrá hacer una ceremonia para Rhaegar al amanecer, asegúrense que todo se encuentre listo para ese momento.

─Sí ─musitó Vargo. Tomando a Nesa del brazo para que obedezca─. Īlva dāria pāsagon zirȳla, kessa gaomagon hae vestras. Nuestra Reina confía en él, haremos lo que dice.

Nesa asintió con su cabeza antes de tomar la jaula de los dragones y poder empezar a hacer lo que el panzón le pidió. Robert subió a su caballo y acomodó como pudo a Maegelle en brazos, mientras cabalgaba hacia la Fortaleza nuevamente, observó el rostro de la cría; se percató de las manchas de sangre en su vestido, sabía que no era ella, debía de ser la sangre de Rhaegar; sus ojos tenían marcas de las lágrimas que cayeron, y había unas manchas que debieron haber sido causadas por el humo.

─Lamento no haber llegado antes ─murmuró, considerando que su señora no le escucharía.

─Te habría matado también ─dijo ella, abriendo sus ojos─, no podía perderte tampoco.

Entonces por eso mismo los envió por otro lado, pensó Robert. Maegelle colocó su cabeza sobre el hombro de Robert, con sus ojos cerrados.

─No quiero ser Reina ─murmuró─, quiero ser una simple princesa cuya única preocupación era cuál vestido utilizar el día de su boda.

─Esa nunca ha sido tu única preocupación ─murmuró él─, siempre has sido reina.

Maegelle suspiró, deseosa por continuar llorando.

─No creo estar lista ─le dijo.

─Nadie lo está ─le respondió─, pero tienes muchas personas dispuestas a serte de ayuda.

─¿Qué crees que suceda con los Norteños?

─No te preocupes por ellos, yo me encargaré de eso ─dijo él. Maegelle asintió.

─Bien ─musitó─, si no te sirve hablarlo con buenas intenciones; recuérdales que ahora hay dragones.

Robert rió y besó la cabeza de Maegelle.

─Los Norteños son orgullosos, amenazarlos no será inteligente ─musitó, Maegelle se encogió de hombros.

─Yo también soy orgullosa, y más testaruda aún.

─A eso lo sé también.











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