Fuimos momentos

By GraceVdy

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Abril siempre ha estado enamorada de Franco, por eso cuanto este le propone fingir una relación decide aprove... More

Sinopsis
⚠️Advertencias⚠️
La leyenda de las llamas gemelas
Inicio
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06
Capítulo 07/1
Capítulo 07/2
Capítulo 08
Capítulo 09
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15/1
Capítulo 15/2
Capítulo 16
Capítulo 18
Capítulo 19/1
Capítulo 19/2
Capítulo 20
Capítulo 21/1
Capítulo 21/2
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24/1
Capítulo 24/2
Capítulo 25/1
Capítulo 25/2
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28/1
Capítulo 28/2
Capítulo 29
Capítulo 30/1
Capítulo 30/2
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33/1
Capítulo 33/2
Capítulo 34
Capítulo 35/1
Capítulo 35/2
Capítulo 36/1
Capítulo 36/2
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Final
Epílogo I
Epílogo II

Capítulo 17

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By GraceVdy

Perdónenme la vida, las amo, para recompensar la ausencia les dejo un capítulo larguísimo, pido perdón por ello también. Prometo que no vuelvo a ausentarme por tanto tiempo. Nos leemos el próximo finde, promesa de dedo meñique. 

17. Feliz cumpleaños

✨Abril✨

La mirada de Christian se percibía como pequeños piquetes en mi piel por la forma en la que me observaba. Lo hacía fijamente, con la mandíbula tensa y el ceño fruncido. El enojo se reflejaba en sus ojos y se sentía en su energía, su cuerpo estaba rígido sobre mi silla, llenando todo el espacio de una tensión palpable de la que incluso Scarlett pudo darse cuenta.

El nerviosismo zumbó bajo mi piel al sostenerla la mirada, me sentí escrutada y juzgada por el breve momento en el que no evité verlo; pese a ello, mantuve la compostura mientras le agradecía a Scarlett por haberme llevado el paquete.

—No fue ninguna molesta, Abril. Con permiso, me retiro.

Aunque había sonreído, era perceptible su incomodidad, así como su desesperación por marcharse. Caminó hasta la puerta con pasos rápidos que la sacaron antes de que lo esperé de la oficina. Tal vez por ello me sobresalté al escuchar el sonido del suave clic de la puerta al ser cerrada.

Volteé para estar frente a Christian una vez más, como si no estuviera esperando a que explotara. Su mirada seguía ahí, pinchándome la piel en medio de un silencio que comenzaba a ser asfixiante. No me acerqué para sentarme sobre su regazo de nuevo, decidí permanecer en el centro de la oficina, aguardando que dijera algo. Tras lo que consideré un largo momento, me di cuenta de qué no sería él el que propiciaría la conversación. No tenía ni la más pequeña intención de hablar, solo se dedicó a intimidarme con su lenguaje corporal.

—Es un contrato de confidencialidad.

—Lo sé, lo leí —la frialdad en su voz me puso más nerviosa. Levanté la cabeza y le sostuve la mirada, con la intención de contrarrestar la tensión entre los dos.

—Franco me pidió como favor que lo firmara. Su equipo lo estaba presionando, tenían miedo de que se supiera que mi relación con él fue falsa.

—Y lo firmaste —me reprochó, cada palabra se percibió como un reclamo.

—Le hice un favor.

—¿Por qué habrías de hacerle un favor a ese hijo de puta? Firmaste y no me lo dijiste.

—¿Por qué habría de decírtelo?

Responder a la defensiva, tal vez, no era lo más inteligente que podía hacer, sin embargo, me sentí atacada por su mirada confrontativa, y sus gestos que solo evidenciaban rabia contenida.

—¡Porque estamos juntos!

Mi cuerpo se sacudió ante aquella respuesta, agradecí que Christian bajara la cabeza para respirar hondo, porque no pude ocultar lo mucho que me afectó escucharlo decir aquello. Me relamí los labios y solté el aire que se había quedado atascado en mis pulmones, para poder hablar.

—No pensé que te importaría —confesé, con honestidad.

—Todo lo tuyo me importa, Abril.

Tenía la mandíbula más tensa, y la mirada más oscurecida por el enojo; aun así, sus palabras provocaron que mi corazón se acelerara de manera repentina. No sabía que tanto necesitaba escuchar a Christian decirme algo así. Probablemente, estaba loca por encontrar tierna aquella afirmación, cuando él lucía a punto de explotar.

—No es la gran cosa, solo dice que no puedo hablar de nuestra supuesta relación, tampoco debo exponerme públicamente con otra persona en los próximos seis meses. Para los ojos de todo el mundo tú estás comprometido con Lena, por eso consideré que no te importaría.

—¿No es la gran cosa? ¿Leíste bien el contrato? No me respondas —me apuntó antes de que intentara decir algo—. No lo hiciste.

—Lo hice.

—Me queda claro que no lo hiciste, no mencionaste nada de tus salidas a eventos con él. Deberás asistir a los eventos que sean requeridos en los siguientes seis meses.

—Ese punto ni siquiera me parece importante.

—¡Pero lo es!

—Christian, no me grites. Franco me aseguró que solo serán un par de ocasiones.

—Lo peor es que le crees. Te mintió y todavía cometes el error de confiar en él. Su equipo no tiene nada que ver con esto, estoy seguro. Es increíble como el hijo de puta te envuelve.

—Me mostró los correos que le enviaba su equipo de prensa. Podía meterlo en problemas —expliqué con desesperación.

—Nadie lo conoce, no lo meterías en ningún problema porque solo en su casa saben quién es.

Me sentí idiota mientras me observaba cada vez más agitado, tiró el sobre en la mesa, y cruzó los brazos al mismo tiempo en el que se recostaba en la silla, adaptando una postura que solo reflejaba tensión.

—¿Por qué te molesta tanto?

—¡Por todo! Por qué hablaste con él, por qué aceptaste lo que te pidió, por qué vas a acompañarlo a eventos en los que actuará como si tiene algo contigo. Estoy seguro de que aprovechará cada oportunidad para mostrarte.

—Christian, en caso de asistir a algún evento con él solo lo haré como acompañante, y si me muestra a como dices, sabes perfectamente que solo es por apariencias.

Mi respuesta le sentó terrible, y no tenía claro la razón de ello. Negó casi con furia al mismo tiempo en el que se ponía de pie. No supe qué esperar de aquel momento, por un instante creí que, iba a ir directo a la puerta para marcharse, mi mente ya trabajaba en encontrar un argumento para detenerlo cuando me di cuenta de que se acercaba. Mi mirada se vio arrastrada hacia él de nuevo, por una fuerza inexplicable de la que no podía huir. Lo miré a los ojos mientras acortaba la distancia, percibiendo como el pulso se me aceleraba de la nada.

—No te disgusta la idea, ¿cierto? De hecho hasta parece disfrutarla.

—No entiendo tu postura, prácticamente haces lo mismo con Lena. Ella es tu prometida y te muestra las veces que se le da la gana —pese a la molestia que me causaba la situación, hablé de ello con tranquilidad, con el único fin de balancear la energía del lugar.

—Es completamente diferente, Lena me importa una mierda, a ti te gusta ese hijo de puta, por eso aceptaste —me acusó.

Pese a la irritación que me provocaba que levantara la voz, sentí una ligera satisfacción al verlo así de molesto. Christian estaba celoso, casi rabiando por mi supuesto interés por Franco. El aire se tornó denso entre ambos al vernos a los ojos, no me di cuenta que tan cerca estábamos hasta ese momento en el que me vi rodeada del olor de su perfume.

—Estás equivocado, Christian. Solo accedí a ayudarlo porque me lo pidió desesperado.

—¿O para aprovechar la oportunidad? Tienes pésimo gusto, Abril, y mala memoria, porque ese imbécil que te envuelve, te mintió para poder seguir cogiéndose a una casada.

Di un paso hacia atrás para poder respirar con normalidad, los ánimos se habían caldeado demasiado en los últimos minutos, necesitaba un poco de serenidad para no poder la compostura. Christian se alejó de inmediato, como si mi decisión de poner distancia hubiese aumentado su irritación, caminó hacia el escritorio y tomó las llaves que dejó sobre el.

—¿Qué haces?

—Gracias por lo de la cena, pero se me quitó el hambre. Me voy.

—¡Christian!

—La próxima vez que necesites ayuda con tu perra, llama al hijo de puta que te gusta.

Azotó la puerta con tanta fuerza que uno de los cuadros colgados en la pared cayó sobre un librero. La impresión provocó que tardara varios segundos en asimilar que se había marchado, sin darme la oportunidad de explicarme, dejándome con los preparativos de una cena listos y con la disposición de pasar la noche con él.

***

Me esforcé por restarle importancia a mi pelea con Christian, por ignorar lo que me hizo sentir que se marchara de la forma en la que lo hizo y lo mucho que me inquietaba su ausencia; aunque lo conseguí medianamente, con el paso de los días, experimenté un peso en mi pecho, una molestia causada por nuestra desavenencia.

Molestia que aumentó de forma considerable ese sábado, tal vez, fue toda la atención que estaba recibiendo que me hizo extrañar la de él, o quizás, solo la fecha que, aunque no me importaba tanto, me ponía más sensible que de costumbre.

—¿Te pondrás el vestido negro?

Asentí con desánimo, como había hecho todo desde que abrí los ojos. No quería celebrar mi cumpleaños, menos verme envuelta en el ritual femenino de arreglarme al lado de mis amigas, escuchando sus risas constantes e intentando no perderme en la conversación que sostenían. Apreciaba que todas estuvieran ahí para mí, animándome en un día que se suponía debía ser especial, sin embargo, habría preferido estar sola, ponerme pijama y dormir temprano.

Desde la muerte de mi tía la fecha se percibía triste, al ser lo único que tenía en el mundo, se esforzaba por hacer de ese día memorable. Inevitablemente, su ausencia pesaba más que nunca, pese a que mis amigas pusieron todo de su parte para contrarrestar mi melancolía.

—¿Habrá alguien abajo? Nala no deja de ladrar.

La observación de Mich me hizo correr hacia la ventana, me asomé con prisa solo para comprobar que no había nadie abajo, que no estaba la persona que tal vez esperaba ver. Resoplé y me di la vuelta, para volver al tocador y no retrasarme.

—No hay nadie

Mis amigas continuaron arreglándose, ajenas a mi pequeña decepción. Aunque todas sabían lo que había pasado con Christian, ninguna se imaginaba que tanto me afectaba y lo mucho que, comenzaba a arrepentirme de lo que hice. Había evitado reprocharme lo que pasó, intenté culpar a la densa energía de finales de marzo y al tránsito planetario de la explosiva reacción de Christian, sin embargo, era consciente que de mi decisión lo habría alterado por igual en cualquier temporada astrológica.

—¿Un teléfono está vibrando?

La pregunta de Diana hizo que todas se movieran buscando el suyo, todas menos yo. Mi teléfono estaba frente a mí, en silencio y con la pantalla apagada. Respiré hondo y continué recogiéndome el pelo, fingiendo que no me encontraba esperando una llamada o un mensaje desde hacía cuatro días atrás. Aunque Christian y yo no solíamos escribirnos, ni hablar todo el tiempo, aguardaba con impaciencia cualquier señal de su parte.

—¿Por qué de negro? A ti te quedan lindos los colores pasteles.

—Porque refleja mi humor.

Las tres rieron a mi espalda, como si hubiese estado bromeando, aquella afirmación no estaba nada lejana a la realidad. Me encontraba apagada y apática con respecto a la cena que planearon en contra de mi voluntad, sin humor para disfrutar de ninguna celebración.

Antes de ponerme el vestido que permanecía colgado cerca del tocador, tomé mi teléfono una vez más. Lo había hecho varias veces ese día. Al despertar cuando llegaron todos los mensajes y llamadas de felicitación, también mientras almorzaba con las chicas de la tienda, y en el auto de Diana cuando llegó por mí al Brides. En ninguna de las ocasiones encontré una felicitación de Christian, mi intuición me dijo que en aquella oportunidad no sería distinto, sin embargo, desbloqueé la pantalla para buscar alguna noticia suya.

—¿A qué hora es la reservación? —Mich hizo la pregunta directamente a Diana, quien era la más animada con mi cumpleaños.

—A las ocho, tenemos veinte minutos. No pierdan tiempo.

Aunque le puse atención opté hacer lo contrario. Continué moviendo los dedos en mi pantalla, hasta que llegué al perfil que estaba buscando. Levanté la vista para observar a mis amigas. Maia se maquillaba, Diana se ajustaba el top frente al espejo y Mich continuaba en ropa interior.

—Oigan, quiero ver las historias de alguien, pero sin que ese alguien sepa que lo hice. ¿Qué hago?

Las tres dejaron de moverse para centrar su atención solo en mí.

—Entra al perfil, espera a que cargue y luego lo pones en modo avión y listo —sugirió Maia.

—Entra del perfil de la tienda —agregó Mich.

—No, entra del mío. Siempre veo las historias de ese alguien, tiene tantos seguidores que no se enterará que mi cuenta lo estuvo stalkeando.

Me vi obligada a moverme cuando Diana se sentó a mi lado, el puff era tan pequeño que apenas alcanzábamos, me dio su teléfono que se encontraba ya en el perfil de Christian y se quedó a mi lado, con la firme intención de no darme privacidad.

—Cuando dije alguien no me referiría a Christian.

—Aby, cállate y míralas.

No pude objetarle más porque le estaba mintiendo y ella y todas lo sabían. Con prisa toqué el pequeño círculo con su foto y tras unos segundos apareció él ejercitándose lo largo de la pantalla. La siguiente imagen había sido publicada una hora atrás, era él en lo que parecía una alfombra previa a algún evento, estaba enfundando en un traje azul sin corbata con el que lucía más atractivo que de costumbre.

Presioné la pantalla para congelar la imagen y observarlo detenidamente, como si tuviera tiempo para algo así. En esos breves segundos me pregunté qué hubiese pasado entre los dos de no haber descubierto lo del acuerdo, aunque no tenía clara la respuesta, sabía con certeza que de encontrarnos en otra situación mi día habría sido más llevadero, porque la idea de ver a Christian me entusiasmaba más de lo que me gustaba reconocer.

—Tiene un evento —asentí apoyando la suposición de Diana, mientras le entregaba su teléfono—. Tal vez te llama más tarde.

—Está muy enojado —le confesé en voz baja—. No creo que haga algo así.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—Sabes que sí.

—¿Sientes cosas por Franco?

—¡No! —el aumento en el tono de mi voz, retuvo por un momento la atención de mis otras dos amigas—, solo siento cariño por él, no sé, no puedo odiarlo, ni dejarle de hablar.

—Aby, de afuera a veces parece que estás más interesada en Franco que en Christian.

—Eso es verdad.

Miré hacia la derecha siguiendo la dirección de la voz de Mich, aunque continuaba decidiendo qué ponerse, estaba atenta a nuestra conversación en voz baja.

—No es así, ya no veo a Franco de esa forma.

—A veces parece que sí, Aby. Si no te hubiese visto comiéndole la boca a Christian, pondría en duda lo tuyo con él. Quiero decir, él se ve interesado, y tú solo atraída.

—¿Podríamos dejar de hablar de hombres? Es el cumpleaños de Abril, enfoquémonos en eso. Ni Franco, ni el otro idiota tendrían porque figurar hoy.

La expresión de Diana ante el comentario de Maia no solo me hizo reír a mí, también a Mich que se cubrió la boca para controlar la risa. Me levanté decidida a no perder más tiempo, para no desairar a las personas que siempre estaban pendiente de mí.

—De hecho Christian tendría que figurar. Por él tenemos una mesa en un restaurante con lista de espera para reservaciones.

—¿Él hizo la reservación? —Interrumpí la discusión que estaba a punto de comenzar al hacerle aquella pregunta a Diana.

—Su asistente, me dio su número para que la llamara y le pidiera que se encarga de todo, pero no te emociones, fue antes de tu pelea con él.

—Eres la mejor amiga del mundo.

—Claro, no dejo que te ilusiones.

Las risas de alguna manera calmaron los ánimos. Segundos después, todas retomaron lo que hacían, en un ambiente menos tenso. Me puse el vestido negro pensando en lo que había dicho Mich de mi falta de interés por Christian, no era consciente de como se percibía desde afuera, porque desde mi posición era más que evidente que ocurría algo intenso entre los dos. Asumí que, mi firme intención de ir despacio hacía parecer que no estábamos en la misma sintonía.

—Amo como se te ven los colores pasteles, pero elegiste bien. Te ves sensual de negro, cumpleañera.

Agradecí con una sonrisa el cumplido de Maia, mientras me colocaba frente a mi espejo. El vestido negro terminaba varios centímetros por encima de mis rodillas, se ajustaba a mi cintura y justo sobre mis caderas caía ligeramente suelto. Me sentía cómoda con él, pese a que tuve que deshacerme del sostén por las cintas que lo sujetaban en mi espalda. Me ajusté el escote discreto y forcé una sonrisa en pro de animarme.

Era mi cumpleaños, tenía a mis amigas conmigo, había muchos motivos para sonreír y agradecer. Me repetí eso un par de veces mientras me retocaba el labial, atenta a mi imagen.

Varios minutos más tarde salimos de mi cuarto, no sin antes obligarlas a dejar todo tal cual lo encontraron. No tenía idea de cómo terminaría la noche, sobre el mesón de la cocina había dos botellas de alcohol que ellas mismas se encargaron de llevar con la intención de divertirnos un poco al regresar. Quise prevenir encontrar un desastre cuando no estuviera condiciones de arreglarlo.

Mis tacones resonaron en los escalones y alteraron a Nala. Estaba echada cerca de una ventana, al vernos se levantó para salir a mi encuentro. Mis amigas se quejaron, aun así, me incliné para rascarle la cabeza y darle un beso de despedida. Mi labial quedó pintado en su pelaje blanco y no contuve mi necesidad de hacerle una foto. Aunque se quedó tranquila, me sentí un poco mal al verla tras la ventana observando como subíamos al auto.

—¡Nos vamos a divertir! —gritó Mich mientras Diana se ponía en marcha.

Todas habrían preferido algún club nocturno, lo sabía, respetaron mi deseo de una celebración tranquila solo por complacerme. Recosté la cabeza sobre el hombre de Maia que iba a mi lado, y a cambio recibí un beso en la frente.

—Es tu cumpleaños, no puedes estar triste.

Asentí con la vista fija en la ventana, observando como se veían las casas que íbamos dejando atrás mientras salíamos de mi vecindario. Sujeté el dije de media luna que colgaba en mi pecho, percibiendo como la melancolía ganaba terreno. Era como si la atmósfera que me rodeaba quisiera hundirme en mis recuerdos felices para luego hacerme sentir miserable. Tomé aire lentamente y me centré en las luces que comenzaron a iluminarnos al llegar a la autopista, me relajé poco a poco, hasta que, la melodía de una canción me espabiló.

—¿Es Lover? —aquel fue más un pensamiento en voz alta que una pregunta—. Mi teléfono, ¿dónde está mi teléfono?

Lo busqué con prisa en el bolso de mano que se había caído sin que me diera cuenta, lo abrí mientras Maia me observaba como si no entendiera lo que hacía. No me importó más nada que responder la llamada. Al tocar el teléfono lo saqué con prisa y entonces la decepción desplazó a la melancolía. No había ninguna llamada, sin embargo, la canción seguía sonando. Levanté la mirada al sentirme observada y hasta en ese momento me di cuenta que la canción sonaba en el estéreo del auto.

—¿Qué te pasó?

—Nada, solo pensé que me llamaban.

Puse el teléfono dentro del bolso antes de recostarme sobre el asiento una vez más, con la misma actitud de derrota que no podía abandonar. Diana aceleró mientras me prometía en silencio no hacerme ningún tipo de expectativa, y solo intentar disfrutar de la noche.

El ambiente dentro del auto se animó a medida que nos acercábamos al restaurante, para cuando llegamos mis amigas reían y se hacían fotos constantemente mientras yo luchaba por seguirles el ritmo. La mesa era mejor de lo que esperé, en una zona con una vista increíble y una iluminación perfecta. El anfitrión que nos acompañó, nos presentó a nuestro mesero, un chico rubio al que Maia le sonrió con entusiasmo. Tomé asiento percibiendo por primera vez un humor diferente, más acorde para el momento que celebrábamos.

Antes de ordenar nos llevaron nuestras copas para brindar, sonreí y posé para las fotos, disfrutando de aquel momento en las que todas celebraban mi existencia. Algo cambió después de eso, de repente me sentí más relajada y animada, debió haber sido el alcohol, o las ocurrencias de mis amigas lo que provocó que en algún punto olvidara todo lo que me hacía sentir mal.

—Aby, tu teléfono.

Mi atención estaba en el mesero que llevaba las entradas, por eso no me percaté de la vibración del teléfono que yacía sobre la mesa. Mi ceño se frunció en un gesto reflejo a mi desconcierto al ver el nombre de Franco en la pantalla. Había sido una de las primeras personas en felicitarme, por ello no entendía por qué me llamaba. Ninguna de mis amigas le prestó atención al momento en el que lo levanté de la mesa para responder, tampoco al tímido: hola que pronuncié para saludarlo, estaban centradas en la conversación que sostenían en medio de risas.

—Pensé que no responderías. ¿Dónde estás?

—Cenando con mis amigas. ¿Necesitas algo?

—¿En qué parte del restaurante? Estoy aquí —explicó y entonces mi desconcierto creció. Miré hacia los lados y hasta entonces mis amigas se dieron cuenta de que hablaba por teléfono.

—¿Qué haces aquí?

—Estaba cerca y vi lo que publicaste, pensaba ir a verte a tu casa para felicitarte personalmente. Estoy caminando hacia la zona de la terraza, ¿en dónde estás tú?

—¿Ese es Franco?

La pregunta de Mich evitó que le respondiera a él, miré hacia la dirección en la que apuntaba y finalmente pude observarlo. Mantenía el teléfono pegado a la oreja y estaba viendo hacia los lados, como si pudiera sentir la mirada de las cuatro, ladeó el rostro y nos observó.

—Ya te vi.

Colgué un poco impresionada por su presencia, otro tanto incómoda por la manera en la que mis amigas me estaban escrutando. Franco llevaba un ramo de rosas entre las manos, lo noté mientras él acortaba la distancia con una sonrisa en los labios.

—¿Quién le dijo que estábamos aquí? —cuestionó Maia.

—Vio alguna de las fotos que publicamos.

Maia parecía estar lista para hacerme otra pregunta, sin embargo, la aparición de Franco lo evitó. Me puse de pie lentamente, sin saber del todo como actuar. No me sacaba de la cabeza lo que dijo Mich respecto a mi interés por él, quería cambiar la percepción que tenían todas de ello. Con nervios acomodé el escote de mi vestido y esperé que terminara de acercarse. En cuanto lo estuve de frente puso una mano en mi cintura y extendió el ramo que tomé evitando sonreír con tanta amplitud.

—Feliz cumpleaños, Abril, déjame darte un abrazo.

Me pegó contra su pecho en un lento movimiento. Recosté la cara en su hombro sin soltar las rosas que me obsequió, mientras él me rodeaba la cintura. No era la primera vez que Franco me regalaba flores por mi cumpleaños, lo había hecho en los últimos tres años. Estaba segura que lo hacía por mi hermano, no de una manera romántica o algo parecido.

—Gracias, Franco.

—No quería interrumpirlas, solo quería darte un abrazo como todos los años. Sé que últimamente todo ha estado extraño, pero hay cosas más importantes que nuestros desacuerdos. Feliz cumpleaños, Aby, ojalá Sam pudiera ver la hermosa mujer en la que te estás convirtiendo, sé que estaría orgulloso de ti.

Mis brazos lo rodearon con más fuerza, tenía la necesidad de apretarme contra su cuerpo porque sus palabras me afectaron. Extrañaba tanto a mi hermano, que me sentí vulnerable mientras Franco dejaba un par de besos sobre mi cabeza. Lo solté a poco a poco, hasta que finalmente me liberé de su calor corporal. Franco se quedó con una de mis manos y me sonrió con algo que interpreté como cariño.

—Gracias.

—No hay nada que agradecer. Debo irme, Abril. Disfruta de tu noche —tras otro beso en la frente centró su atención en Diana que nos observaba fijamente—. ¿Nos puedes hacer una foto?

Me tomó desprevenida su petición y me hizo dudar de sus intenciones. Quería creer que sentía una pizca de cariño genuino por mí, y no solo se movía motivado por sus propios intereses. Diana tomó el teléfono con una actitud extraña que no pude seguir analizando, el repentino escalofrío que me recorrió el cuerpo dejó a mi mente en blanco.

El pulso se me aceleró, al mismo tiempo en el que los pequeños vellos en mi nuca se erizaron, por instinto miré hacia atrás y entonces entendí la reacción de mi cuerpo. Christian Baxter estaba ahí, acercándose con pasos firmes y seguros, enfundando en el mismo traje azul que vi en la foto y atrayendo la atención con el simple hecho de moverse.

No fui la única congelada por su repentina aparición, Franco se había quedado con el teléfono extendido, aguardando que Diana lo tomara para hacernos la fotografía. Mi amiga ni siquiera lo estaba viendo, su mirada se hallaba en Christian que llegó a la mesa y saludó con un pequeño apretón de hombro a Mich, a Maia solo la saludó levantando la mano.

—Buenas noches.

Cerré los ojos por un breve momento ante el enojo que se filtraba en su voz, las cosas que ya estaban jodidas, solo iban a empeorar, tuve la certeza de ello, al sentir su mirada en mí mientras recibía el beso en la mejilla que le ofreció Diana.

—Diana, la foto —le recordó Franco, ignorando a Christian que ni siquiera se molestó en verlo. Sus ojos oscuros estaban puestos solo en mí, alterando mi respiración y mi ritmo cardiaco.

Diana se mostró más nerviosa que yo, no pudo desbloquear el teléfono, actuó con torpeza, visiblemente alterada por el duelo de miradas que sucedía a su alrededor. Quería reaccionar, sacudir la impresión de mi cuerpo y actuar; no obstante, conseguirlo fue imposible. Me quedé rígida por la sorpresa que se percibía agridulce.

—Dámelo, Diana, yo la tomo.

Christian le quitó el teléfono de las manos a mi amiga y me sostuvo la mirada con una actitud desafiante. El pulso me latía con desenfreno mientras Franco me rodeaba con el brazo izquierdo, para ese punto no sabía qué hacer. Si moverme para impedir la foto, o simplemente dejar que fuese tomada. En medio de mi confusión noté la sonrisa sarcástica de Christian que salió de sus labios al mismo tiempo en el que nos apuntaba con el teléfono.

El flash nos iluminó por un breve momento en el que mi respiración se había detenido. Aún impresionada miré a mi alrededor, notando como la mirada de mis amigas estaban sobre nosotros y di un paso hacia atrás para liberarme del agarre de Franco que alargó el brazo pidiendo el teléfono.

—Mierda —soltó Diana al ver la manera en la que Christian se lo entregó, lo lanzó, consiguiendo que se estrellara con fuerza contra su pecho, un gesto de agresión que Franco no respondió.

Atónita recibí otro beso en la frente, uno de despedida que Franco hizo breve. Ignoró a Christian y a mis amigas, y tras sonreírme se marchó, dejándome de pie a un lado de la mesa frente a un hombre que parecía más molesto de lo que lo vi la última vez que estuvimos juntos.

—Christian, pensábamos que no vendrías —Mich salió al rescate de inmediato, se levantó para saludarlo como si él no lo hubiera hecho antes—. Le pediremos al mesero que vuelva para que ordenes. ¿Quieres una copa?

—Sí, gracias.

—Siéntate aquí —dijo cediéndole la silla al lado de la mía.

El tono en su voz seguía siendo distante, sin embargo, tras ver a mi amiga algo cambió en su mirada. Aún inmóvil observé como acortó la distancia que nos separaba. Me miró desde arriba antes de bajar la cabeza buscando un beso que no supe dónde quería darme. Llena de dudas levanté la mirada propiciando que nuestros ojos se encontraran. La nariz de Christian estaba a escasos centímetros de la mía, mientras me miraba, como si estuviera esperando que diera el primer paso.

—Feliz cumpleaños, ángel.

Escucharlo llamarme de aquella forma me llenó de un alivio que no pude ocultar, en ese momento pensé que no había manera de que me llamara así, si aún estuviera enojado. Aunque no sonrió, ni hizo otro gesto amigable, cedí a ser la primera en actuar. Apoyé mi boca contra la suya esperando algo que no sucedió. Christian no me tomó la cintura, tampoco intentó hacerme separar los labios para recibir otro tipo de beso.

Se sintió tan extraña su indiferencia que me costó trabajo procesarla, tal vez por eso acerqué mi rostro al suyo una vez más para besarlo. Una suave presión de labios que profundicé al moverlos sobre los suyos, instándolos a separarlos. Estuve a punto de darme por vencida, cuando la brisa fresca de su aliento chocó contra mi boca, la mano derecha de Christian se ubicó en mi espalda baja, sitió que presionó mientras me permitía besarlo de verdad.

Suspiré con satisfacción ante el contacto suave de su boca, fue un beso lento, una breve succión de labios en la que mantuve el control como pocas veces. El aliento fresco de Christian se mezcló con el mío mientras su brazo me cercaba la cintura lentamente. Era consciente de que mis amigas estaban cerca por eso rompí el contacto. Rocé mi nariz contra la suya y finalmente eché hacia atrás la cabeza para encontrarme una vez con sus ojos.

—Creí que no vendrías.

—¿Por eso invitaste al perdedor? —Aunque no había acentuado la breve distancia que nos separaba, la postura de su cuerpo cambió. Christian dejó de tocarme.

—No lo invité, supo que estábamos aquí por una foto que vio, solo quería felicitarme, no iba a quedarse —le expliqué—. Por lo que pensé que no vendrías fue porque supe que estabas en un evento. ¿Terminó?

Encogió los hombros y volteó no sin antes sujetar con suavidad mi muñeca para instarme a seguirlo. Me cedió el paso al estar frente a la mesa, invitándome con un gesto a tomar asiento, pese a su evidente enojo se sentó a mi lado, en el justo momento en el que el mesero llegó con la carta.

—Señor, buenas noches —lo saludó.

Christian inclinó la cabeza ofreciéndole así un saludo, ojeó el menú y solo segundos después intercambió un par de palabras con el mesero. Lo analicé en silencio aun procesando que estaba ahí, con su cara de pocos amigos, tan cerca de mí que el olor de su perfume costoso estaba en mi nariz.

—Y esto, puedes tirarlo a la basura —esas fueron las únicas palabras que registré de las muchas que dijo, lo hice porque lo vi levantar el ramo que el mesero tomó.

—No, no es necesario.

Christian volteó el rostro de inmediato ante mi petición, la tensión fue palpable, sin embargo, mis amigas supieron manejarla. Bromearon con el mesero mientras Christian me observaba con reproche.

—Me estás dando motivos para levantarme e irme.

—Prefiero llevárselas a mi hermano, a que terminen en un basurero. Pensaba ir al cementerio mañana, de vez en cuando llevo flores para mi tía y para él. Ese es único motivo por el que no quiero tirarlas.

Mi explicación no pareció calmarlo, sin embargo, no hizo nada para contradecirme. Aún tenso sobre la silla se quitó el saco, lo dobló en un movimiento masculino al que solo yo le presté atención. La impecable camisa blanca se pegaba a su cuerpo con discreción, ocultando el par de tatuajes que tenía en los brazos. Christian no solía vestirse con tanta formalidad, tal vez por eso no pude dejar de verlo.

—Vamos a brindar de nuevo por la cumpleañera.

Todas le siguieron la corriente a Diana, levantando sus copas que acababan de llenar para brindar. Pese a la tensión con Christian hice lo mismo, sonriendo con amplitud para no desairar a mis amigas. El flash de un cámara me hizo desviar la vista, Christian me había hecho una foto mientras sonreía con la copa arriba.

—¿Puedo verla?

Volteó la pantalla y la aprobé con una sonrisa que él ignoró. Dejó el teléfono sobre la mesa una vez más, antes de tomar la copa llena que le ofreció Maia. Le agradeció y ella dijo algo que no pude escuchar. Estaba ocupada observándolo sorber lentamente. Christian debió sentir mi mirada, porque me atrapó y en lugar de dejar de verlo, me quedé suspendida en el momento.

Lo único que me hizo reaccionar fue la calidez de su tacto sobre mi brazo, Christian se inclinó un poco y yo también me acerqué, porque esa noche no quería distancia entre nosotros.

—Pareces incómoda con mi presencia. Si lo prefieres puedo marcharme, no tengo la intención de arruinar tu cena de cumpleaños.

—No quiero que te vayas —le confesé, tras darle un sorbo a mi copa—, estás molesto conmigo, y eso es lo único que me tiene incómoda. No invité a Franco, Christian.

—Te estaba abrazando.

—Me dijo que Sam estaría orgulloso de mí, me emocioné.

La mandíbula de Christian se tensó ante mi respuesta, respiró hondo sin apartar su mirada de la mía. Pensé que estaba a punto de explotar, pero en lugar de eso apoyó loa labios en mis hombros, erizándome la piel en el acto.

—Dame un beso, ángel.

Le obedecí de inmediato, me acerqué lentamente hasta que percibí su respiración chocando con la mía, cerré los ojos antes de rozarle la boca, lo hice despacio, un pequeño beso que alguna de las graciosas en la mesa captó en una imagen, un flash nos iluminó.

—Sigues molesto, Christian. —Afirmé ignorando la risa de mis amigas.

—Te envuelve con una facilidad, no eres tonta, Abril, tienes que darte cuenta, pero hoy no quiero hablar de eso. ¿Por qué te recogiste el pelo?

—¿No te gusta?

—Sabes que prefiero que lo lleves suelto, pero me gusta, te ves hermosa, Aby.

Mis mejillas se enrojecieron, lo supe al sentirlas calientes. La pequeña sonrisa en mis labios se amplió de inmediato y en respuesta Christian se rio brevemente. Le golpeé el hombro por burlarse de mí mientras él apoyaba una de sus manos sobre mi pierna, bajo la mesa.

—Basta, Christian, no te burles.

—¿Por qué te sonrojas? Conmigo no serás tímida, tenlo presente.

Nuestra conversación se vio interrumpida por culpa de las risas de Diana y Mich, no estaban grabando con sus teléfonos mientras Maia las grababa a ellas. Prometieron borrar los videos, antes de que Diana comenzara a interrogar a Christian respecto al próximo gran premio que se llevaría a cabo el siguiente fin de semana.

Christian estaba molesto, lo sabía, aunque estuviera conversando con mis amigas y su mano permaneciera sobre mi pierna. Cuando llevaron la cena se mostró más amigable con todas, nos contó que llegó en su motocicleta, porque el evento en que estaba se hallaba a una larga distancia que le habría tomado mucho tiempo recorrer. También brindó cada vez que Diana lo propuso y se tomó una foto con ella, después de prometerle firmarle la gorra que le di.

Pese al buen ambiente, sentí la necesidad de preguntarle qué había hecho todos esos días en los que no supe nada de él, averiguar si tuvo la intención de buscarme o si me extrañó. El último cuestionamiento me tomó desprevenida, por eso vacié todo el contenido de la copa en mi garganta por la sorpresa.

Justo cuando me decía algo al oído un hombre se acercó a nuestra mesa. A su lado se encontraba un niño que parecía querer ocultarse y observaba a Christian fijamente. Nerviosa intenté apartarlo un poco, sin embargo, él no me lo permitió. Se quedó casi pegado a mí, mientras el hombre quien era el papá del niño, le explicaba que se vio obligado a acercarse por la insistencia de su hijo. Quería una foto con Christian, el pequeño fue el que se lo pidió, con un tono de voz cargado de timidez. Finalmente, pude alejarme de él cuando se puso de pie para tomarse una foto con el niño. Estaba incómodo, se notaba, aun así, cedió a la petición de su pequeño admirador, que quería una foto con ambos flexionando el brazo derecho hacia adelante, un gesto que solía hacer Christian cada vez que ganaba.

—Ahora es mi turno —dijo Diana, en cuanto el padre y el hijo se marcharon.

—Olvídalo.

—Abril, pídele que se tome una foto conmigo así, por favor.

—Por favor —repetí, juntando las manos como lo hacía mi amiga.

Diana se situó a su lado y tras hacer el gesto con el brazo esperó que él hiciera lo mismo, fui yo quien tomó la fotografía, sonreí mientras se le mostraba, completamente relajada, envuelta en un bienestar que habría deseado experimentar desde que comenzó el día.

***

La última vez que vi el reloj eran las once de la noche. Viendo las calles que dejábamos atrás, me di cuenta de que parecía más temprano. Había movimiento por todos lados, ruido y un ambiente que se percibía festivo. Volvíamos a casa para continuar con la celebración en un lugar más tranquilo, Diana manejaba despacio con Maia de copiloto, ambas sostenían una conversación de la que me sentía ajena. Mi mente se encontraba en otro sitio, analizando todo lo que pasó en el restaurante.

Sonreí con la vista puesta en el camino, pensé que tal vez había tomado más alcohol del que debí, puesto me encontraba experimentando un absurdo entusiasmo por la presencia de Christian y lo amigable que se comportó con mis amigas. Estaba molesto, lo sabía, sin embargo, en ese momento decidí no darle importancia al hecho.

Me erguí un poco sobre el asiento al darme cuenta de que entrábamos a mi vecindario. Asumí que Christian se encontraba fuera de la casa, esperándonos. Me había pedido que marchara con él, habría aceptado encantada, si él no estuviera movilizándose en una de sus motocicletas. Recorrimos un par de calles más antes de que Diana al fin se detuviera, tal y como lo pensé, Christian estaba esperándonos. Lo hacía sentado sobre su moto, sin el casco puesto y con una actitud cargada de seguridad que me dejó encantada.

—Ese hombre es un peligro para mí —reconocí en voz baja.

Mich rio a carcajadas, mientras asentía dándome la razón. No tenía idea de cuanta profundidad había tras esa frase chistosa. Me sentía en peligro por la atracción que sentía por él, era como si en el fondo supiera que podía ser nociva, se sentía como una especie de presentimiento, un poco más intenso que uno promedio.

—Para ti y para todas.

Fui la primera en bajar del auto, cuando mis pies pisaron el concreto Christian estaba a unos pasos de distancia, me bajé el vestido notando que su mirada estaba en mis piernas, no en mi cara en dónde había una sonrisa para él. Con un gesto me pidió las llaves y se las entregué en cuanto las saqué de mi bolso. Se encargó de abrir, mientras mis amigas cuchicheaban a mi espalda.

—Pasa, ángel.

—¡Christian! —Las voces de mis amigas sonaron en coro, no entendí por qué habían rechistado, hasta que volteé y las vi. Christian esperó que cruzara la puerta para pasar él y luego cerrar la verja y dejarlas afuera.

—¿No tienen casa ninguna de estas tres?

Ignoré su pregunta y me acerqué a la puerta para abrirla. Las tres pasaron al mismo tiempo entre risas, mientras Diana quien fue la primera en pedirle que nos acompañara a casa, le reclamaba por haberla dejado afuera. Nos encontrábamos cerca la puerta de la puerta principal cuando los ladridos de Nala comenzaron a escucharse. Christian fue el menos animado por ello, aun así, con mis llaves en la mano decidió abrir.

—¡Nala! —La llamé al verla salir corriendo como una loca, Maia la sujetó a como pudo para obligarla a entrar, sin embargo, Nala se zafó solo unos segundos después—. Entren —le pedí a todas—. Nala, ven acá.

Odiaba que mi perra me ignorara, me molestaba más que lo hiciera frente a la única persona que criticaba el carácter de mi perra. Estaba esperando que Christian comenzara a decir que Nala necesitaba disciplina.

—Necesitas hablarle con más firmeza, que sepa que eres tú la que manda, y no ella.

—No mando, no soy su jefa. No quiero que me vea así.

—¡Nala, adentro! —mi perra no dejó de correr de inmediato, sin embargo, disminuyó el ritmo con el que se movía—. ¡Nala! —repitió y ella finalmente volteó, lo miró fijamente antes de comenzar a trotar para acercarse—. Adentro, ya. ¡Vamos! —le ordenó.

Nala bajó la cabeza por un momento, adoptando una expresión que me conmovió, quería inclinarme y pedirle que se acercara para abrazarla, pero Christian me sujetó del brazo para que no me moviera. Tras un par de segundos Nala entró a la casa, lo hizo sin correr como una loca, pero cabizbaja.

—Te tendrá miedo.

—Me tendrá respeto, es lo que debería tenerte a ti. Nala necesita disciplina.

Opté por no replicarle, entré a la casa siguiendo el sonido de las risas de mis amigas, las tres estaban alrededor de la mesa intentando descorchar una botella. En realidad, la única que lo hacía era Diana, Maia buscaba un cuchillo para partir el pastel de fresa que ella misma llevó y Mich le quitaba el número veintitrés que lo decoraba.

—Cuñado, ayúdanos.

Christian torció los ojos, sin molestarse en ocultar su fastidio y le quitó la botella. La espuma salió expulsada hacia arriba cuando consiguió abrirla y todas celebraron riendo. En medio del entusiasmo del momento Mich me ofreció una copa que no pude rechazar, brindamos nuevamente, incluso lo hizo Christian quien ya habría expresado que no podía tomar más alcohol.

—Quiero darte algo, vamos arriba.

Mi garganta se secó en cuanto lo escuché susurrarme eso al oído, relamí el alcohol de mis labios antes de asentir, actuando como si no estuviera nerviosa por lo que sea que fuese a darme. Con Christian, cualquier cosa se percibía distinta, y no tenía ni la más mínima idea de cuál era el motivo. Dejé la copa vacía sobre la mesa, al lado de la suya y tomé la mano que me ofreció para llevarme hacia las escaleras.

Con todo y lo indiscretas que solían ser mis amigas, ninguna hizo algún comentario. Subimos tomados de las manos, con mi corazón latiéndome con un anormal descontrol, en un agarre firme que me mantuvo cerca de él. A Christian le gustaba la terraza, me lo había dicho antes, por eso no me sorprendió que me dirigiera hasta ahí.

—La noche está cálida comenté ralentizando mis pasos.

—Como lo han estado las últimas noches.

—¿Qué hiciste por estos días? —No pude contener mi deseo de averiguarlo y él sonrió como si entendiera el motivo de mi pregunta—. Además de no hablarme.

—Entrenar, asistir a eventos con los patrocinadores y dormirme enojado contigo todos los días.

Christian tomó asiento en el sillón columpio, aunque ambos alcanzábamos ahí, decidí sentarme en un puff colorido que se hallaba al lado.

—Entonces pensabas en mí antes de dormir —era evidente que el alcohol me estaba exhibiendo, bromeé para contrarrestar la tensión que se percibía cuando mencionaba su molestia y funcionó. Christian soltó una pequeña risita antes de asentir.

—Tengo algo para ti —dijo, al mismo tiempo que buscaba algo en el saco que había llevado doblado en el brazo—. Feliz cumpleaños, ángel.

Miré con atención como sacó una caja pequeña y alargada que destapó para que pudiera observarla. Había una pulsera dentro de ella, era dorada y tenía pequeños corazones que debían colgar de ella al ser puesta.

—Gracias.

—Dame tu pierna.

—¿Qué?

No repitió la orden de nuevo, se inclinó y mi respiración se agitó de inmediato. La estela caliente que dejó el tacto de sus dedos en mi pantorrilla, me tomó tan desprevenida que no reaccioné cuando elevó mi pierna, la puso sobre su rodilla y me vi obligada a flexionarla. Nunca fui tan consciente del ritmo de mi respiración hasta en aquel momento, en el que fui consciente que me encontraba completamente expuesta ante Christian, mostrándole lo poco que ocultaba mi vestido.

—Quita esa cara, solo quiero ponértela. Apoya el pie en mi rodilla.

Tras obedecerle, tragué en seco ante el suave roce de sus nudillos en mi tobillo, llevaba puesta unas sandalias altas que Christian me quitó tras desatar la correa. Respirar se tornó complicado por el denso calor que sentía por todo el cuerpo, observé atenta como Christian me puso la pulsera en el tobillo, y luego cerró el candado ajeno a mi agitación. Tenía la piel erizada, el pulso descontrolado y una intensa necesidad de sentir más de su tacto.

La mano de Christian ascendió lentamente por mi pantorrilla, en una caricia perezosa que hizo eco entre mis muslos. Quería bajar el pie de su rodilla y sentarme correctamente con las piernas juntas, sin embargo, no pude moverme. Fue como si estuviera bajo su dominio.

—Gracias, es linda, me encanta —agregué con sinceridad. Pese a mi estremecimiento reconocí lo bonita que era la pulsera y lo bien que se veía en mi tobillo.

El poco aire que llegaba a mis pulmones se esfumó al verlo inclinarse una vez más. Dejó un breve beso sobre mi rodilla, y en respuesta me contraje con tanta fuerza que tuve la imperiosa necesidad de apretar las piernas para aliviar el repentino dolor.

—¿Será tu nueva pulsera de la suerte?

—Lo es ya —respondí con entusiasmo—. Necesitaba una. Lo sabías, ¿cierto?

—Sí.

—Eres el único que le pone atención a esas cosas.

—Me gustas con todos tus accesorios que hacen ruido cuando te mueves.

El alcohol debió hacerme más efecto en ese momento en el que me vi abstraída en su mirada. Christian deslizó la mano lentamente por la cara interna de mi muslo, mientras me observaba fijamente con una sonrisa ladina en sus labios. Pensé que nada podría alterarme más, hasta que me percaté de que bajó la mirada, sus ojos se quedaron fijos en medio de mis muslos separados que le daban una amplia imagen de mi ropa interior negra.

—Christian —susurré nerviosa, al sentir la yema de sus dedos acercándose peligrosamente.

—¿Por qué tocarte se siente así?

—No lo sé.

—Ven acá, ángel.

—¿Dónde?

Se palmeó las piernas respondiéndome en silencio, con un simple gesto que encontré irracionalmente atractivo. Me puse de pie y el recostó la espalda en el asiento, acomodándose sin dejar de verme. Con un suave tirón me instó a acercarme más. Sus manos se arrastraron por la parte trasera de mis piernas empujándome a sentarme. No pude resistirme más, terminé sentada a horcajadas sobre él, con su erección presionando directamente entre mis piernas.

—Mis amigas pueden subir —fue lo único que pude decir.

—Yo lo arreglo —tomó el teléfono y desbloqueó la pantalla con una sola mano. El roce que generaba la presión evitó que pudiera prestarle atención a lo que hacía—. Pídeles que no suban —dijo, tras tocar su pantalla para grabar un audio.

Era el número de Diana, pude verlo antes de separar los labios para hablar. Estaba hipnotizada por Christian, o tal vez, demasiado excitada como para oponerme, tomé aire y me preparé para hablar.

—Diana, por fis, no suban.

La sonrisa de Christian debía causarme algún tipo de irritación, porque estaba llena de autosuficiencia. Sin embargo, estaba tan aturdida que no la ignoré, dejó el teléfono a un lado y de inmediato sus manos se metieron bajo mi vestido.

Christian me besó, sujetándome una de las mejillas con fuerza para mantenerme inmóvil mientras deslizaba la lengua entre mis labios. Su respiración estaba acelerada, su cuerpo se percibía caliente pegado al mío. Suspiré removiéndome para ampliar el roce que me tenía jadeando, mientras él me apretaba la curva del trasero, pegándome contra su pelvis.

—¿Te gusta esto, Aby?

—Sí —respondí con debilidad, él estaba levantando las caderas para presionar entre mis muslos con más fuerza, mientras nos balanceábamos gracias al sillón en el que estábamos.

—¿Te imaginas como se sentiría sin ropa?

—Christian —su nombre fue un suave susurro en mis labios, Christian se impulsó hacia arriba, al mismo tiempo en el que sujetándome la cintura me empujaba hacia abajo.

Lo sentí punzar contra mi entrepierna, la humedad que cubría mi ropa interior provocó que el movimiento se percibiera con más intensidad, fui incapaz de reprimir un gemido. Abrí la boca para respirar con normalidad, porque para ese punto, sentía que no podía hacerlo y el aprovechó el momento para besarme.

—Llévame a tu cuarto —pidió, contra mi boca.

No estaba pensando con claridad, solo dejándome llevar poa la necesidad de tocarlo y que me tocara. Me levanté y me senté a su lado para quitarme la otra sandalia, mientras lo hacía noté como Christian se apretaba la erección por encima de la ropa, agradecí que llevara pantalones oscuros, porque estaba segura de que mi humedad había traspasado la tela.

No dudé al verlo ponerse de pie, caminé el par de pasos que me llevaron al corto pasillo en el que estaba mi cuarto. Sentí su calor corporal tras mi espalda y solo segundos después, el peso de su mano en mi cintura. Abrí la puerta y él me dio un pequeño empujón para que entrara.

La luz de una lámpara de noche iluminaba el lugar. Christian miró brevemente a su alrededor, antes de poner su mirada en mí. Estaba cerrando la puerta cuando lo vi acercarse, lo hizo lentamente, haciéndome sentir acorralada entre la madera y su cuerpo.

La antelación del momento tenía a mi cuerpo trepidando, pegada a la puerta lo observé, Christian se cernía sobre mí no solo por su altura, su energía me atraía de una manera irracional, con un movimiento firme me volteó y me recostó en la pared con brusquedad.

—Lo he imaginado —confesé acalorada.

—Yo también, ángel. Todos los días —su respiración chocaba contra mi cuello mientras su nariz me rozaba la mejilla, podía sentir toda su dureza en mi trasero, refregándose sin ningún tipo de pudor—. ¿Te estoy lastimando?

—No, no lo haces.

Me sentí liviana cuando me liberó de su peso, y me giró con facilidad, esperé que me acorralara de nuevo contra la pared, en lugar de ello Christian me arrastró hacia mi cama. El colchón se hundió por el peso de ambos y entonces me di cuenta de que estaba con él en un lugar donde nunca llevé a otro, aplastada por su cuerpo que cubría al mío mientras me besaba.

Aquel arrebato se percibía distinto a cualquier otro entre los dos, tenía las piernas abiertas y a él entre ellas, su lengua se paseaba por mi cuello mientras yo empuñaba su camisa en un gesto reflejo a mi descontrol. Aquella noche sentía que no había ningún tipo de freno. En medio de besos Christian arrastró la tela de mi vestido, hasta que este estuvo enrollado por encima de mi cintura, me encargué de quitármelo, de sacarlo por mi cabeza sin moverme de la cama, mientras Christian me acariciaba.

El aire cálido de la noche que entraba por la ventana abierta, me golpeó la piel cuando Christian se levantó del colchón. Me sentí expuesta en cuestión de segundos, sin embargo, no intenté cubrirme. No pude hacerlo al ver como se inclinaba, sus dedos se engancharon en la cinturilla de la prenda negra y tiró de esta hacia abajo, consiguiendo que se deslizara por mis piernas.

La respiración de Christian se vio afectada ante mi desnudez, lo noté, me di cuenta de la excitación que se reflejaba en su mirada y del estremecimiento que evidenciaba su piel.

—Una media luna, ángel —dijo, viendo el pequeño tatuaje sobre mi ingle derecha, el único que tenía.

—¿Lo imaginaste?

Negó antes de observarme de pies a cabeza, con la mirada oscurecida por el deseo. Su pecho subía y bajaba con cada bocanada de aire, mientras permanecía al pie de la cama viéndome.

—Mi imaginación no te hizo justicia.

En cuestión de segundos me vi envuelta en el calor de su cuerpo, Christian se recostó sobre mí, aplastándome contra el colchón mientras respiraba ruidosamente. Quería quitarle la ropa y tocarlo sin nada de por medio, sin embargo, su fuerza evitó que lo intentara. Me llenó de besos el cuello para luego descender por mis pechos. Mi piel se humedeció por el paso de su lengua que se detuvo en uno de mis pezones, cernió la boca alrededor de este y entonces todo desapareció a mi alrededor.

Nunca sentí tanto placer por un beso en mis pechos, la boca de Christian no fue suave, ni gentil, chupó con fuerza mi pezón que se endureció por el estímulo, luego me ofreció un suave lametón que me llevó a gemir. Mis dedos se enredaron en su pelo porque necesitaba sujetarme de algo. Mi vientre se contrajo por el suave roce de sus dedos entre mis piernas y lo único que pude hacer fue echar la cabeza hacia atrás y cerrar los ojos.

—¿No vas a quitarte la ropa?

Mi voz sonó distinta, cargada de una ardiente necesidad que no podía contener. Tal vez no era el alcohol el culpable de mi estado, quizás solamente estaba embriagada de Christian y todo lo que hacía sentir.

En lugar de responderme Christian deslizó los labios por mi abdomen, bajando peligrosamente hasta que la punta de su nariz me rozó el vientre.

—He pensado en esto todos los días desde lo del club, no tienes idea de cuanto deseé tenerte así, desnuda sobre una cama. Lo deseé más de lo que deseo ganar el puto campeonato. ¿Y sabes ahora lo único que tengo en la mente?

—No lo sé —respondí aturdida.

Quería que continuara besándome, que sus labios descendieran finalmente.

—Que te gusta el hijo de puta de Franco.

—¿Qué?

Abrí los ojos de inmediato, encontrándolo ahora con su cara a la altura de la mía, sostenía su peso con sus brazos mientras me observaba desde arriba.

—Que lo único que tengo en la cabeza es que estás interesada en él y por eso permites que te manipule con sus chantajes emocionales. Búscame cuando sepas lo que quieras, no voy a cogerte sintiéndome el imbécil con el que intentas darle celos.

—¡Christian!

Mi intento de replicar se quedó a medias cuando me sujetó la cintura y alzó mis caderas, sin intercambiar otra palabra agachó la cabeza para presionar un beso lento entre mis muslos, justo sobre mis labios. Me sacudí por completo ante la placentera sensación que terminó demasiado rápido. Christian se levantó de la cama y caminó hacia la puerta que azotó al salir. 

***

🙊🙊🙊🙊🙊🙊🙊🙊🙊

Christian, el menos reconcoroso.

Todas sabemos que Christian es vengativo como ninguno. ¿Lo habrá planeado desde que llegó a buscarla o solo fue un enojo del momento?

En esta pelea escoja su team:

Abril

Christian

Leo sus opinions, en mis redes (por cierto cambié el usuario de casi todas en el banner de abajo ya salen los nuevos. Me puse Gracevdy_ en todos lados) les dejé una plantilla que pueden compartir con sus impresiones del capítulo. No olviden etiquetarme si suben algo.

Besitos hijas mías, y perdón de nuevo. El cierre de otra novela me dejó hecha 💩con bloqueo, estrés y muchas ganas de mandar todo bien lejos. Pero ya estoy bien, ya volví y todo cool. Les amo un montón. Bye. 



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