Una maldita confusión

By america65_

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Jean intenta confesar su atracción hacia Olivia en una fiesta, pero por culpa del alcohol termina declarándos... More

Sinopsis + Advertencias de contenido
01| Manera de cagarla número uno: declararse ebrio
02| Manera de cagarla número dos: pensar con la cabeza de abajo
03| Te gusto
04| 7x8=52
05| Pregúntame si quiero besarte
Bocetos #1: Bonito
06| Mi novio
07| ¿Quieres que te escupa en la boca?
08| ¿Esta es tu definición de diversión?
09| Sí, esta es mi definición de diversión
10| Feliz cumpleaños
10| Feliz cumpleaños
Boceto #2: El príncipe y el caballero
11| Vete a la mierda, con amor
12| Miedo
13| Número uno
14| Maldición
15| Un sentimiento nada nuevo
Boceto #3: Verano
16| Ser honesto
17| El nacimiento de la tragedia
17| El nacimiento de la tragedia
18| Respira y enfrenta las consecuencias
19| Excusas
20| Todas mis primeras veces
20| Todas mis primeras veces
Boceto #4: Mano
21| El caos
22| Cuando no tienes adónde ir
22| Cuando no tienes adónde ir
24|Confuso
24| Confuso
25| Cada pieza en su lugar
Boceto #5: Nada
26|Onsra
27|Diferentes caminos
28|Cuando estemos listos
Epílogo
Boceto #6: Mis mañanas contigo

23| El tú y yo de aquel día

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By america65_


Aún tengo algunos recuerdos del verano en donde me di cuenta de que Oliver me gustaba.

No son lo suficientemente claros como para tener presente cada detalle con exactitud, pero sí son lo suficiente significativos para ser memorables.

Recuerdo cómo el sol le pegaba el rostro y recuerdo que sus ojos se veían muy lindos bajo la luz del astro, recuerdo las marcas rojizas que quedaron tatuadas temporalmente en su piel por no haber usado protector solar y recuerdo haber pasado mis manos en ellas, recuerdo su risa escandalosa y cómo podía reconocerla sin importar la distancia, recuerdo la música que oíamos y los bailes vergonzosos en su recámara, recuerdo los juegos absurdos así como las conversaciones sin sentido, recuerdo la forma en el que mi corazón se aceleraba cuando lo veía del mismo modo en el que recuerdo las lágrimas que derramé cuando noté que no lo miraba como un simple amigo.

Recuerdo todo, o al menos la mayor parte, de ese verano.

Me gustaría poder recordar aquello que se ha borrado de mi memoria, aquellos momentos que creía insignificantes porque apostaba que volvería a repetirlo, esos pequeños instantes en donde juraba que nuestras tardes serían eternas y que nada entre ambos cambiaría. ¿Qué hice cada día? ¿Cómo me sentía? ¿Sobre qué hablábamos? ¿Qué ropa usaba Oliver? ¿Qué sentía en ese momento al tener todo lo que quisiera tener ahora?

Aun si mi memoria no almacenó todos y cada uno de esos momentos, sí que recuerdo algo que no creí que repercutiría en mi yo actual. Sé que él preguntó algo como:

—Imagina que podemos volver al pasado, ¿qué harías?

Y sé que respondí:

—No tengo ni idea.

En ese instante no sabía qué responder y él estaba indignadísimo porque yo no hice el intento siquiera de darle una respuesta, pero ¿qué se supone que tenía que decirle? En verdad que no se me ocurría nada para ese entonces. A pesar de la indignación, me dijo:

—Yo sí sé, llevaría todo mi dinero y en el pasado sería millonario con eso y compraría muchas cosas para luego revenderlas en el futuro —luego hizo un silencio—.  No es tan difícil, ¿viste? Inténtalo.

Y solo porque su respuesta era bastante ingeniosa y no quería quedarme atrás, le dije:

—Tal vez me llevaría la máquina conmigo y cuando tenga una respuesta en el futuro regresaré a este momento para decírtela.

Y así terminamos de hablar de eso para luego hablar de algo más. Fue una conversación bastante banal, nunca creí que realmente me replantearía esa pregunta ni tampoco pensé que en verdad me gustaría poder volver a ese instante, es decir, solo éramos dos niños que disfrutaban su verano como cualquier otro, ¿cómo iba a saber que todo cambiaría en los próximos años?

Cuando eres joven, mucho más joven de lo que soy ahora, no te das cuenta de que todo tiene una fecha de caducidad, de que nada dura para siempre, ni siquiera los recuerdos; aunque quieras que perduren, aunque te prometas a ti mismo que nunca serías capaz de olvidarlos, todo tiene un fin y nada es reversible.

En aquel entonces no era capaz de darle una respuesta, pero ahora, si me lo preguntase de nuevo, sabría qué responder.

Si pudiera regresar el tiempo, definitivamente volvería al tú y yo de aquel día.

De aquel verano.

Sin preocupaciones, sin miedo a crecer, sin responsabilidades, sin problemas, solo tú y yo pasando el rato mientras creíamos que nuestro verano duraría toda la vida.

Me gustaría volver a ese día, al comienzo de todo. Me gustaría disfrutar cada momento, grabar cada detalle en mi memoria, memorizar nuestras conversaciones, recordar todo lo que hicimos mal para enmendarlo.

Y pensar eso hace que me duela ver cómo han terminado las cosas, no debería querer ir al pasado para estar bien contigo, debería querer seguir avanzando al futuro porque sé que estaré tomando tu mano.

Ese solo pensamiento me lleva a una sola conclusión: Tal vez no debí haberle confesado que me gustaba.
No lo digo porque no lo quiero, sino porque él estaba bastante bien antes de mí y nuestra relación era a prueba de problemas. Oliver es, sin duda, lo mejor que me pasó en la vida, pero yo no he sido lo mejor para él. No merece a alguien como yo, merece mucho más. Si tal vez nunca le hubiese dicho lo que sentía, entonces no tendría que estar atravesando por esto. Preferiría ocultar mis sentimientos, pero seguir siendo su amigo, que poner en juego más de una década de amistad.

Maldita sea, sueno tan absurdo y me estoy comportando como un imbécil, el problema no es haberle dicho lo que sentía, el problema es no haberle dicho lo que pasaba. Solo hay un responsable para esto y soy yo. Solía tener el control de mi vida, pero ahora no tengo ni la menor idea de lo que estoy haciendo con ella. Me desangro por todos lados. Herí a todas las personas que más quiero, a mi mamá, a mi hermana y a Oliver. ¿Cómo puedo estar tan tranquilo sabiendo que lastimé a las personas que menos merecen que los trate de esa forma?

En serio no sé qué estoy haciendo, todo a mi alrededor se derrumba y no tengo suficientes manos para sostenerlo todo al mismo tiempo. Siento que en lugar de avanzar no hago más que tropezarme y caer. Mi vida se ha ido cuesta abajo en solo semanas y ni siquiera puedo con una cosa a la vez. Todo esto es cansado.

Te entiendo, Oliver, yo también estoy cansado de mí.

Chris se acerca y deja con cautela un plato sobre el fregadero. Lo miro de reojo y le lanzo la peor de mis miradas, odio cuando las personas colocan algún traste justo cuando estoy lavándolos.

Él se limita a sonreírme con inocencia. No replico ni me quejo, pese a que no me gusta esto, sé que esta es mi forma de pagarle. Es lo menos después de haberme permitido quedarme en su casa sin pagarle nada, además, gracias a él también conseguí un empleo.

Nunca creí que le agradecería a mi ex, pero... Ugh, no, no lo haré.

Él se queda parado al lado de mí y no dice nada, solo me ve en silencio. Trato de ignorarlo y continúo lavando los vasos, pero mi mal temperamento de estos últimos días y mi poca tolerancia no me dejan fingir que estoy solo. Frunzo el ceño tanto como puedo y me muerdo la mejilla interna.

Parece que Chris se ha propuesto poner a prueba mi paciencia, pues se asoma por mi costado y continúa observándome como si fuera un agente de inspección que analiza cómo lavo los platos y vasos. Asiente un par de veces y me da la impresión de que está diciendo en sus adentros «en efecto, eso es un plato». 

Persisto en mi intento por no decirle nada y por soportar que esté mirándome, sin embargo, en cuanto él comienza a criticar en voz alta que no los estoy lavando bien siento que estoy llegando a mi límite, aun así, me callo. Chris continúa provocándome para que le diga algo, pero al no obtener respuesta, bufa.

—Hay algo que la gente llama... Uhmm... ¿cuál es su nombre? Ah, ya recordé, "comunicación". No sé si te suena.

Ruedo los ojos y dejo de lavar para encararlo, hasta aquí llegó mi paciencia. Él retrocede un par de pasitos y me ve con un poco de pánico mientras lo apunto con el estropajo. 

—Hay algo que se llama "no meterse en donde no te llaman" no sé si conoces eso.

«Y si no te gusta cómo lavo, hazlo tú», me guardo eso.

Chris ríe, pero su risa no dura mucho ya que doy un paso adelante para estar más cerca y así intimidarlo. Él toma más distancia entre ambos y levanta ambas manos en son de paz.

—¿Cómo es posible que midiendo un metro setenta y tanto me des tanto miedo? —se queja y se abraza a sí mismo.

—Tengo la altura suficiente para patearte los hue...

—Ya entendí, perdón —me interrumpe y retrocede de nuevo a la vez que agarra un plato para colocarlo en su entrepierna, como si estuviese cuidándose de mí—. Solo que llevas ignorándome toda la mañana, hasta me pregunté si estabas vivo o algo.

—Lo estoy por desgracia.

—¿Estás bien?

—Sí.

—Te oí llorar en el baño.

La sorpresa y la vergüenza me embargan a partes iguales. La razón por la que lloré mientras me duchaba era precisamente para evitar que me oyera, espera, ¿cómo me escuchó en primer lugar? Arqueo una ceja.

—¿Me estabas espiando? ¿Por eso me advertías que yo no te espiara porque tú tienes esas malas costumbres?

Su rostro se tiñe de carmesí y niega rápidamente con la cabeza.

—¡No! —grita—. Pasaba por tu cuarto para dejarte unas nuevas sábanas y de casualidad oí unos sollozos y dije, "no puede ser Jean, él no llora", pero luego fue de "no puede ser, si no es Jean ¿entonces quién?" así que solo me acerqué para oír y luego que supe que eras tú, me fui, te lo juro.

Su respuesta no me convence del todo, suena como una mala excusa. Levanto el estropajo para golpearlo y él mantiene el plato en su entrepierna. Una mueca de disgusto se instala en mi rostro. Qué asco, no pienso comer en ese plato ni porque lo lave mil veces o use ácido. Dejo el estropajo sobre el fregadero y en su lugar tomo una de las sartenes, esta vez apunto hacia sus genitales, pero no lo golpeo ni nada por el estilo, solo busco intimidarlo.

—Baja eso, por favor —añade con temor, señalando la sartén—, mis bebés y yo te lo agradeceríamos.

—Tampoco es como si tus bebés fueran muy útiles.

Abre la boca, indignado y baja la vista hacia su entrepierna.

—Shh, no lo escuchen, bebés, él tiene mal gusto, nunca supo apreciarlos. Yo sé de lo que son capaces.

—¿En serio le estás hablando a tu pene y sus compañeras?

—Tú lloras cuando te bañas, yo le hablo a mis bebés, cada quien con sus cosas, ¿no?

Me echo a reír y dejo la sartén con el otro montón de trastes que ya he lavado. Si su objetivo era que dejara a un lado el enojo, lo ha conseguido. Qué tonto es. Chris retira el plato y me sonríe con alivio.

—Ahora que bajaste esa cosa, ¿me dirás qué fue lo que te pasó? 

Arrugo la frente.

—Te solté lo que sentía ese día porque no podía guardármelo, no te contaré mis problemas siempre.

—A mí qué tus problemas —contraataca, frunciendo el ceño—. Solo no llores fuerte, molestas mi paz. Llora en silencio, sufre sin hacer que los de tu alrededor sufran también; muérete si quieres, pero no en mi casa, no quiero a la policía aquí.

Suelto una risa sin gracia.

—Qué bueno que me avisas porque precisamente estaba pensando en morirme mañana en tu habitación y pensaba dejar una nota en donde te echo la culpa.

—¿Es así como pagas mi hospitalidad? ¿Muriéndote y echándome la culpa? ¿No te puedes morir sin involucrarme?

—Agradece que no te cobraré.

—¿Cobrarme por qué?

—Por tener el privilegio de que yo muera aquí.

—Ah, qué gentil, gracias.

Sonrío levemente y me pongo de frente al fregadero para continuar lavando los trastes que me hacen falta. Chris no dice nada más del tema y espero a que se marche, pero sigue observándome desde mi costado. Lo veo por el rabillo del ojo con recelo, ¿cuál es su afán de verme? ¿O tiene algo que decirme? 

—¿No te lo quitas? —pregunta y la confusión no tarda en llegar a mi rostro—. Va a mojarse.

Hace el intento por tomarme de la muñeca y me tomo un segundo en darme cuenta de que quiere quitarme el brazalete que Oliver me regaló. Aparto mi mano con prisa y sin querer este ha sido un movimiento muy brusco y a la defensiva que lo desconcierta por completo.

—Perdón —digo al instante—. No importa si se moja, no le pasa nada malo.

Él asiente sin estar del todo convencido y yo continúo lavando mientras el corazón me palpita con fuerza, no sé por qué la sola mención de quitarme la pulsera me alteró por un segundo de la forma en la que lo hizo. Tal vez es porque, con todo lo que ha pasado en las últimas veinticuatro horas, es lo único que tengo de él. La idea de quitármela hace que una horrible sensación de vacío se instale en mi pecho, es como si me arrancaran el corazón.

Miro hacia mi muñeca y observo cómo la pequeña flor blanca se balancea en tanto lavo uno de los platos. La flor se camufla con las burbujas del jabón haciendo que la pierda de vista, pero vuelvo a verla cuando le echo un poco de agua. Ojalá pudiera disipar todos mis problemas como si de jabón se tratase. Mantengo mi mirada en la flor y suelto un suspiro pesado. Gipsófila, ese es su nombre. Aún puedo recordar la voz de Oliver diciendo «simboliza el amor duradero».

Duradero. Qué irónico.

Quiero golpearme con fuerza, arruiné lo único bueno que tenía en mi vida por no haber sido honesto con él desde el inicio; en lugar de apartarlo porque no quería preocuparlo, debí de haberle dicho lo que estaba pasando. Mi intención nunca fue herirlo, pero al final lo hice con todo lo que le dije y con lo que no, aun si él tampoco me contó sobre sus planes, no debí actuar a la defensiva, ¿con qué cara me atreví a indignarme cuando todo este tiempo solo lo he apartado?

Pensé las cosas en la noche, vaya que sí las pensé, y soy más que consciente de que todo es mi culpa. Debí haberme disculpado por no haberle dicho lo que estaba pasando y debí darle mis razones, debí haberle preguntado sobre sus planes y sobre cómo se sentía al respecto, pero no hice nada de eso. Y no sé si deba hacerlo aún, ¿no es ya demasiado tarde?

—Estoy siendo ridículo —digo para mí mismo y tiro el estropajo en alguna parte del fregadero—. ¿Qué demonios hago aquí?

No debería pensarlo demasiado, sí, cometí un error, pero eso no significa que aún no puedo arreglarlo. Toda la mañana he estado perdiendo el tiempo mientras me lamento por haber arruinado mi relación con Oliver cuando en realidad debería de estar en su casa tratando de solucionarlo. Las lágrimas no me sirven de nada, hablar las cosas de frente con él sí lo hará.

Ayer dije cosas que no quería decir y fui lo suficiente estúpido como para no poder tragar mi orgullo y disculparme apropiadamente. Necesito hacerlo de la manera correcta, necesito que nuestra relación no se termine de romper, necesito que sepa cuanto lo quiero y cuan arrepentido estoy, lo necesito y lo necesito a él. 

—¿Lavando los trastes? —responde Chris con duda ante lo que me he dicho.

¿Sigue ahí parado? ¿En serio? Giro a verlo, él está mirándome con sospecha y con una minúscula pizca de preocupación, estoy seguro de que piensa que he perdido la cabeza y no puedo culparlo, yo también creo que lo he hecho. Ignoro su presencia y limpio mis manos con la diminuta toalla que cuelga del tirador de la puerta del gabinete. Estoy dispuesto a irme, pero Chris, quien no ha dejado de observarme desde hace rato, se da cuenta de mis intenciones.

—¿A dónde vas? —inquiere y luego señala el fregadero—. Te faltan las ollas.

Blanqueo los ojos.

—Lo haré después —digo decidido.

Niega con la cabeza.

—Hazlo ahora.

Elevo mi ceja.

—Puedo hacerlo cuando regrese, tengo algo importante que hacer.

—Pero quiero que lo hagas ahora.

Su respuesta tajante me pone alerta. Cruzo los brazos sobre mi pecho y lo escudriño con la mirada. Chris tiene una expresión seria, de esas que pocas veces le vi en el rostro. Endurezco mi mirada, pero él ni se inmuta. Exhalo, no sé por qué su comportamiento tan repentino ni por qué quiere que lave ahora, pero no estoy en posición para negarme, es mi forma de pagarle después de todo, además, no va a tomarme toda la tarde.

Accedo a su petición y tomo de nuevo el estropajo. No voy a tardar demasiado en lavar lo que me hace falta, después de que acabe iré directamente a la casa de Oliver para arreglar esto.

Chris por fin se va de mi lado y yo pongo toda mi concentración en tallar, lavar y enjuagar. Cuando estoy a punto de terminar, Chris deja sobre el fregadero una tabla de picar, un cuchillo, dos platos y un vaso. Levanto la vista hacia él con una expresión de molestia.

—Tenía ganas de merendar —sonríe con la misma inocencia de hace rato.

No respondo y decido concentrar mi enojo en tallar rápido. Estoy siendo bastante blando con él por la circunstancia en la que estoy, de otro modo no habría accedido, le hubiese dicho que se metiese los trastes por el culo. En serio odio cuando los ponen justo cuando estoy lavando o cuando estoy por terminar.

Casi se me resbala el vaso de cristal y maldigo en mis adentros. Nada me está saliendo bien y, por si fuera poco, Chris deja la cocina y al cabo de unos segundos regresa con varios vasos que sabrá Dios de dónde mierda sacó. Respiro hondo para no mandarlo a la mierda.

—Tenía trastes en mi habitación —explica con nerviosismo mientras los deja en el fregadero.

Inhalo de nuevo un par de veces más y me repito en mi interior que no estoy en condiciones para enojarme. La tarde es larga y el día aún no termina, tengo tiempo de sobra para solucionar mis problemas con Oliver. Esperar solo un poco más no hará una diferencia.

Le doy una mirada cargada de irritación. Tiene suerte de que esté agradecido con él por su ayuda, aunque ahora mismo es más un obstáculo que un soporte.

—¿Puedes quedarte en casa? —menciona de repente a la vez que se apoya en la encimera de la cocina—. Saldré y llegará un paquete de Amazon hoy.

Suelto uno de los vasos de plástico con fuerza y me vuelvo hacia él, por otro lado Chris da un pequeño brinco y me mira con un ápice de preocupación —o de terror, mejor dicho— y sí que debería estarlo porque mi paciencia llegó a su limite. Siempre le gustó molestarme, pero es la primera vez en la que me jode tanto desde que llegué a su casa y no soy imbécil, sé que lo está haciendo adrede.

Dejo el estropajo y esta vez clavo mi mirada en sus ojos en busca de algo que me diga por qué ha estado retrasándome. Primero se me acerca sin decir nada y se me queda viendo durante un gran rato como si quisiera contarme algo, luego no quiere que salga de casa hasta que termine de lavar los trastes y de algún modo se las apaña para conseguir más y más trastes y ahora me pide que me quede toda la tarde para recibir un paquete. ¿Qué mierda es todo esto?

—¿Por qué demonios no me dejas salir?

Doy un par de pasos hacia él y Chris retrocede. Balbucea un rato en un vano intento por explicarme que no hay una razón detrás, pero se delata por sí solo al no ser capaz de mantenerme la mirada y al mostrarse tan nervioso. Sé que soy capaz de soltarle la sopa con una sola mirada, pero él continúa negándose a verme.

De pronto, el timbre de su casa suena, anunciando que alguien está afuera. La mirada que le comparto es el verdadero «¿hay algo que no me has dicho, verdad, idiota?» y la suya el verdadero «no me mates, por favor». Chris parece aliviado, pero al mismo tiempo tenso. Con esto termino de confirmar mis sospechas. Quiero una explicación ahora mismo.

—Antes que nada, mi intención no era entrometerme y pensaba decírtelo, pero quería seguir con vida un poco más. Cuando entré a tu habitación a dejarte sábanas tu celular sonó y respondí la llamada y le di la dirección solo porque sé que esto no está bien —explica, pero me confunde aún más. De qué mierda está hablando.

El pulso se me acelera y no sé si del desconcierto, de la molestia, de los nervios o por las tres horribles sensaciones, solo sé que tengo el corazón en la garganta y un hueco en el estómago que me mata de a poco.

—¿Qué hiciste?

Consigo que la voz no me tiemble, pero por dentro soy un manojo de ansiedad. Él voltea a ver hacia la puerta principal y yo chasqueo mis dedos frente a su rostro para que su atención esté en mí y responda a mi pregunta. Me estoy muriendo de la intriga y de los nervios. Chris pasa de mí por completo y comienza a acercarse poco a poco a la puerta. Le sigo el paso con rapidez mientras considero seriamente en tomar de nuevo la sartén para sacarle las respuestas.

—Chris, ¿qué mierda hiciste?

Le alzo la voz esperando que esta vez me dé una respuesta que acabe con todas mis dudas, sin embargo, sigue sin dármelas. Acto seguido toma la manilla de la puerta y voltea a verme antes de abrir para decirme:

—Cuando mis padres me corrieron de la casa me habría gustado que me buscaran de nuevo.

Sé que es un tema delicado para él del que solo hablamos una vez porque así lo quiso, asi que, el hecho de que saque el tema a la luz, me sorprende con la misma magnitud con la que me deja en blanco. ¿Está hablando de mi...?

No necesito pensarlo demasiado. Todas mis dudas se resuelven al ver a mi mamá frente a la puerta cuando Chris la abre. Ella tiene las cejas hundidas, sus labios están levemente hacia abajo y las ojeras, tan prominentes como oscuras, se asoman por debajo de sus ojos. Su rostro está pálido lo cual hace que puedan notarse más las noches sin dormir. No se ve nada bien y pese a todo lo que ha pasado, no me gusta verla así. Me duele.

Tengo la sensación de que todo a mi alrededor se ha congelado —incluso mi propio corazón—, apenas puedo reparar en lo que está sucediendo. Soy incapaz de soltar una sola palabra decente, no escucho ni mis propios pensamientos por el revuelo en mi corazón. Miro a Chris bien abiertos y luego miro a mi madre quien me regresa la mirada.

—¿Qué haces aquí? —me limito a decir con un tono un poco hostil.

Estoy casi seguro de que ella va a armarse todo un drama y me anticipo a pensar en mi próxima defensa. Podría disculparme con Chris por adelantado, pero no lo haré porque es culpa suya en primer lugar por haberle dado la dirección a mi madre y por haber contestado sin mi autorización.

¿En qué mierda estaba pensando cuando lo hizo?

Ella camina dentro de la casa y yo retrocedo, veo la duda y la aflicción en su rostro, no obstante Chris le hace una seña para que entre. No digo nada porque no es mi casa, es la de él. Lo menos que quiero es causarle más problemas, mucho menos un alboroto que lo haga sentirse incómodo.

Chris nos queda mirando a ambos con una mezcla de intriga y de incomodidad. Pasa su mirada de ella a mí por un par de veces, luego se cruza de brazos y después  los baja, no sabe qué hacer. Apuesto a que debe de estar arrepintiéndose por dentro de haber contestado la llamada.

—Yo... Umm... Bueno... Tengo que salir a comprar un par de cosas, así que los dejo —dice la peor excusa para irse y dejarme con ella aquí.

A veces me gustaría que mis ojos lanzaran dagas y hoy es un día en el que no solo me gustaría que lanzara cuchillos sino que también lásers, martillos, y cualquier cosa filosa que pueda infligir daños. Aún si mi mirada no es capaz de matar literalmente, sé que Chris es capaz de sentir como estoy matándolo  metafóricamente.

Mi mamá hace el intento por sonreírle y le dice que no se preocupe, Chris se despide de ella con la mano y ni siquiera voltea a verme cuando agarra las llaves y sale con extremada rapidez por la puerta como el cobarde que es.

Este es mi karma por haber dejado solo a Andy innumerables veces.

En cuanto él cierra la puerta el silencio reina la sala de estar por completo. Lo primero que pasa por mi mente es pedirle a mi mamá que se retire, creo que ya hemos hablado lo suficiente y en ese último intento de conversación ambos dejamos en claro lo que pensamos. Durante esta semana entera he querido llamarle y he querido que ella deje siquiera un mensaje en mi bandeja de entrada, pero ahora que la tengo delante de mí no quiero hablar con ella, ya sé lo que tiene por decir y no quiero oír el mismo discurso de siempre en donde los dos terminamos exaltados.

Sin embargo, sí quiero pedirle disculpas por todo lo que le dije. Fui un completo idiota con ella y me merecía esa bofetada y mil bofetadas más.

Para mi sorpresa, mi mamá interrumpe mi lucha interna al extender ante mí una gran bolsa. ¿Qué es eso? ¿Metió mis cosas y me las trajo para que ya no regrese nunca más a su casa? ¿O es que acaso quiere que le devuelva todo lo que me he traído? Vacilo un instante, pero al final decido no aceptarlo.

Como no lo tomo, ella deja la bolsa en el suelo y se pasa una mano por el cabello a la par que suspira con fuerza. Trato de mantenerme lo más indiferente posible, pero no quiero repetir el mismo ciclo que llevo repitiendo desde hace ya varios meses; mi papá lo arruinó con mi mamá, mi mamá lo arruinó conmigo y yo lo arruiné con Oliver. Estoy tan cansado de esto.

Mi orgullo siempre ha ido a la delantera, es hora de que comience a dejarlo atrás.

—Por favor escucha lo que tengo por decir —empieza con un titubeo—. Sé que no soy una madre perfecta y que no he hecho más que hacerte el camino difícil, pero no quiero perderte. Creí que debía darte tu espacio porque estabas molesto y creí que estabas con Oliver. Mi corazón estaba angustiado pero tranquilo al mismo tiempo porque sabía que estabas en buenas manos, pero cuando supe que no estabas con él el mundo se me cayó y tuve tanto miedo de que algo malo te haya pasado —escucho cómo la voz se le rompe y yo me rompo con ella—. Yo... no quiero darte palabras vacías, no quiero seguir siendo la clase de padres que siempre aborrecí, y lo siento tanto. Por todo, por no haber estado ahí para ti, por dejarte solo, por hacerte creer que eres una carga, por ocultarte la beca, por ser una piedra en tu camino, por ser todo menos una buena madre.

Toma mis manos con las suyas y por un momento pienso en retirarlas, no obstante, sus palabras me caen como un balde de agua fría y la calidez de sus manos me reconfortan como me reconfortaban de pequeño.

—Sé que no tienes que creerme y que estás cansado de que solo te diga esto y luego vuelva a lo de siempre, pero de verdad quiero cambiar, no quiero ser como mis padres, no quiero cortarte las alas y hacer que seas infeliz —las lágrimas le caen por el rostro como gotas de agua en el cristal de un auto en un día lluvioso. Los ojos me arden siento un nudo en mi garganta—. Te amo, te amo y entiendo si no quieres saber nada más de mí, entiendo que quieras irte y que no quieras vernos nunca más, pero al menos vuelve a casa antes de que te vayas a las universidad. Te apoyaré, si quieres ir a Mánchester está bien, haré lo que pueda para apoyarte.

Las grietas que habían en mi corazón se expanden tanto que terminan por romperme y dejarme en pequeños trozos imposibles de ensamblar. «Te apoyaré», dios, ¿cuantás veces esperé oír esas palabras?

Todo este tiempo solo he querido la mano de mi mamá sobre mi hombro diciéndome que estará ahí para mí, no he querido nada más que su apoyo. Cuando todo iba mal solo quería que me consolara, cuando obtenía alguna victoria quería que festejara conmigo, cuando dudaba de mí mismo quería un abrazo suyo, cuando algo bueno me pasaba quería contárselo para que se emocionase conmigo. Solo quería una mamá.

¿Por qué tuvimos que llegar hasta este punto para que se diese cuenta de que me había perdido? ¿Por qué tuvo que pasar tanto tiempo para que dijera que me apoya? ¿Por qué no pudo haberlo hecho antes?

No soy consciente de que estoy llorando hasta que ella pasa una de sus manos por mis mejillas y limpia el rastro de lágrimas. Su suave tacto me quiebra todavía más y me cuesta poder controlar el mar de emociones que intenta hundirme. De pronto es como si no fuese yo el que está delante de ella, sino el yo de ocho años que tanto añoraba que su mamá lo notase al menos por un instante.

Todo me sobrepasa y me echo a llorar como un pequeño que se ha caído y se ha lastimado; y siento que soy justo como uno, estoy herido hasta la méndula, hace mucho que he estado tirado en el suelo muriendo de dolor, pero no había nadie lo suficientemente cerca para ayudarme. Y no hay nada más absurdo que eso. Soy un tonto joven de dieciocho que alberga en su interior a un niño herido que no ha podido sanar hasta la fecha y del cual ha sido incapaz de cuidar y consolar.

Mi mamá me estrecha entre sus brazos y no pongo resistencia, dejo que lo haga y que acaricie mi espalda y cabello con sutileza. No estoy seguro sobre por qué estoy llorando, es una mezcla confusa de todo lo que ha pasado en estos últimos meses y en especial en estas semanas. No suelo llorar a menudo, menos enfrente de alguien, hace apenas unos días comenzó a ser algo constante y eso me sorprende, tengo la impresión de que estoy expulsando todo lo que no he expulsado en estos años. Pero se siente bien.

Los minutos pasan y me quedo quieto en los brazos de mi mamá mientras ella peina mis cabellos y trata de reconfortarme. Mi pecho sube y baja a toda velocidad y el cuerpo me tiembla, intento aferrarme a la espalda de mi madre y respiro para dejar que el llanto pase. Es posible que me arrepienta de haberme derrumbado en sus brazos, pero al menos por ahora voy a permitirme hacerlo. Dejaré el arrepentimiento para después, no tengo ganas de pelear contra ella en este momento.

Una vez que tengo de nuevo el control de mi respiración y que soy dueño de mi cuerpo, tomo distancia entre mi madre y yo. Evito su mirada a toda costa y me limito a limpiar mis ojos con mis manos y a sorber mi nariz. Debo de verme terrible, pero sacar todas esas lágrimas fue bastante terapéutico. Me siento demasiado drenado, voy a tener que tomar varios litros de agua porque seguramente todo el agua de mi sistema se escapó por mis ojos. ¿Es posible deshidratarse por llorar? La verdad es que no tengo idea, pero algo es cierto, estoy cansado y la cabeza me duele. Quiero dormir.

Inhalo y exhalo varias veces y por fin me siento muchísimo mejor. Ahora debo procesar lo que mi madre me ha dicho y darle una respuesta. Estoy un poco indeciso, quiero creer en sus palabras porque también la he cagado y no hablo precisamente de mi relación con ella, me gustaría aferrarme a la idea de que todos podemos arrepentirnos de verdad y que podemos cambiar, pero el orgullo que tanto me cuesta dejar atrás me dice que es demasiado tarde para arrepentimientos y que si no fuese porque decidí irme ella nunca me apoyaría, sin contar que nada me asegura que realmente va a apoyarme.

Por otro lado, quiero darle un poco de mérito, se ve tan segura de que quiere apoyarme que la idea de seguir por mi lado me parece que ya no es factible, todo será mucho más sencillo si cuento con su apoyo y será un peso menos por lo que deba preocuparme. También quiero dejar de ser una molestia para las personas de mi alrededor y quiero pasar todo el tiempo que me queda en Sunderland con mi hermana.

Estoy muy confundido, no sé qué hacer. ¿Creer y arriesgarme a que todo siga siendo igual o seguir por mi cuenta y hacerme cargo de las consecuencias?

—Todo lo que dijiste... —busco las palabras correctas para responderle, pero no encuentro nada—. Tengo que pensarlo.

Son tres simples palabras a todo lo que me ha dicho, sin embargo, no puedo encontrar mejores palabras que esas. Es mucho para pensar. No quiero tomar una decisión en base a cómo me siento en el momento, sería muy descuidado considerando que está en riesgo mi futuro.

Espero que mi mamá salte a la defensiva o que haga una mueca como mínimo, pero se dedica a asentir y a acariciar mi hombro.

—Está bien, hijo —sus labios se arquean en una sonrisa comprensible. Me da escalofríos verla tan tranquila. Ella baja la mirada hacia la bolsa que dejó en el suelo—. Te traje algo de ropa y comida... También los estudios del hospital. Sé que lo necesitarás para la beca —abro los ojos con sorpresa. ¿De verdad está accediendo a ayudarme?—. Está todo en orden, lo han dejado como estrés crónico. Aun asi, quieren que te hagas chequeos mensuales, por si acaso. Quiero acompañarte a esos chequeos si me dejas.

Dentro de mí sabía que no era algo mucho más grave, pero oírla decirlo se siente como un respiro. No me hacía a la idea de que fuese algo tan caótico como un tumor o una mierda así, no obstante, aún existía la pequeña posibilidad de que pudiera tenerlo. Agradezco que, dentro de lo que cabe, tenga el menor de los males.

Asiento con la cabeza por su última petición y al fin puedo verla a los ojos. Ella también los tiene rojos y cristalinos y sus mejillas están húmedas de igual manera. Ambos nos hacemos los duros, pero al final somos así de llorones.

Carraspeo y miro hacia otro punto de la habitación para no echarme a llorar una vez más. Ya he tenido suficiente, si lloro de nuevo quedaré seco como una pasa.

—¿Has estado bien? —pregunta luego del silencio.

—Sí —miento un poco. Nada se ha sentido bien—. ¿Tú como has estado? ¿Cómo está Lana?

Me da una sonrisa llena de alivio.

—Hemos estado bien, no tienes nada de qué preocuparte.

No me quedo nada tranquilo. Sé que también debe estar mintiéndome. No puedo hablar por ella, pero conozco a mi hermanita y puedo decir que no debe de ser fácil para ella. Vuelvo a romperme de solo pensar en cómo debe de estar sintiéndose.

—Lamento todo lo que te dije —me sincero al cabo de unos segundos.

—Está bien. Me lo merecía, ¿no?

Suelta una risa amarga y aunque me gustaría decirle que no, la verdad es que nunca me había sentido tan liberador como en ese momento. Sí me arrepiento de haberla ofendido de esa manera, aunque también fue como haber abierto la tapa de una olla express.

—Debes estar ocupado —dice al no obtener más respuestas de mi parte—. No te quito más tiempo. Piensa lo que te dije, ¿sí? —hace una pausa—. Aun si decides no regresar a casa, mi apoyo sigue en pie.

El corazón se me estruja contra el pecho.

—¿Qué hay de mi papá?

Mi mamá hace una mueca con los labios. Sabía que todo no era tan sencillo como sonaba. Él debió de haber dicho que no iba a esperarme con las puertas de su casa abiertas.

—Estaba molesto —resume todo lo que habrán discutido. Me lo imagino a la perfección—. Le dije que si no te apoyaba, le pediría el divorcio —me sorprende por segunda vez. ¿Qué?—. Me casé con él para que no te faltase nada, soy capaz de separarme para que tampoco te falte nada.

Nunca he sabido cómo funciona su relación, por un tiempo creía que había amor y luego creía que se odiaban más de lo que se amaban. Ahora no sé si hubo siquiera una pizca de amor.

—¿Qué?

—Accedió —añade con una sonrisa victoriosa—. Sabe que sí soy capaz de hacerlo.

—¿Tú quieres divorciarte?

Quiero decirle que aún está a tiempo de hacerlo, que no debe ser una amenaza sin fundamentos, que no debe estar al lado de alguien que no ama.

—Puedes creerlo o no, pero con el tiempo llegas a amarlo —responde con un suspiro—. No puedo dejar ir tan fácil dieciocho años de matrimonio.

No le digo nada porque a pesar de que me gustaría poder entenderla, no lo hago, no hubiese podido quedarme con alguien por compromiso. Tampoco soy quien para juzgarla, es su vida y ella sabe lo que hace.

—Cuídate —deja que el tema en el olvido y trata de despidarse, acariciando mi mejilla con las yemas de sus dedos—. Vendré a visitarte a menudo.

Doy un asentimiento de cabeza como respuesta. Todavía no sé cuánto tiempo me tomaré en darle una respuesta, pero trataré de no tardar demasiado. Al menos, por ahora, puedo relajarme un poco.

Mi mamá me abraza con fuerza por última vez y dudo antes de devolverle el abrazo. Esta acción no me incomoda para nada, pero sí siente un poco extraño. No estoy familiarizado con los abrazos, mucho menos con mi madre.

Ella me regala una sonrisa nerviosa y hago el intento por corresponderle. Su rostro se ilumina al ver que le he sonreído y las ganas de llorar me pillan desprevenido de nuevo. Ugh, odio estar tan sensible.

Mi mamá se despide con la mano y le abro la puerta para que salga. Cuando ella cruza el umbral, una horrible espina se me queda clavada en el pecho, quiero tomar mis cosas y decirle que regresaré a casa, por Lana, porque no soporto la idea de estar lejos de su lado; por ella, porque quiero creer en sus palabras y por mí, porque aun si mi casa ha dejado de sentirse como una, es el único lugar donde sé que no causaré más molesrias. Sin embargo, mi lado razonable hace que me quede inmóvil en la puerta. Cierro esta con fuerza para evitar que mi lado impulsivo tome las decisiones.

Tallo mi rostro con ambas manos y me deslizo contra la pared hasta caer de cuclillas al suelo. Me siento demasiado frustrado al desconocer lo que estoy haciendo con mi vida, no tengo idea de si las cosas comienzan a tomar lugar o si empiezan a empeorar y el no estar seguro me aterra. Estoy harto de las probabilidades, quiero algo seguro.

La puerta se abre de repente y veo cómo la cabeza de Chris se asoma por ella. Él mira a todos lados y no repara en mí que estoy en el suelo. Suspira con sosiego y cierra la puerta tras él. Frunzo el ceño y aclaro mi garganta para que vea que estoy ahí. Baja su mirada hacia mí y palidece.

—¿Algo que quieras decir? —increpo.

—De nada —contesta con solemnidad. Ruedo los ojos—. Si hubiera sabido que aceptarte en mi vida de nuevo incluían muchos dramas familiares te habría dejado ahí botado.

—Todavía puedo golpearte con el estropajo.

Se cubre su entrepierna con ambas manos lo que provoca que me eche a reír.

—No es gracioso, mis bebés están en constante peligro contigo aquí.

—Tal vez eso vaya a cambiar pronto.

—¿Qué? ¿Ya vas a irte?

—Tal vez.

—Dios escuchó mis plegarias. Nunca había sido tan religioso como en este momento.

Hago ademán de que voy a golpearlo y él corre rápido en dirección hacia su habitación. Me río por lo bajo y no hago el intento por ir detrás de él, me quedo unos minutos más en el suelo mientras me recompongo de lo que acaba de pasar. Voy a tener que pensar muy bien lo que haré de ahora en adelante.

Paso de nuevo una mano por mi rostro. Que mi mamá viniera me descolocó por completo, no esperaba en absoluto que viniese enseguida a disculparse, creía que éramos muy diferentes, pero al final de todo resultamos ser más similares de lo que pensaba, yo también tengo la mala costumbre de cagarla y sentir tanto arrepentimiento al segundo. Y hablando de arrepentimiento, aún tengo que un asunto que debo solucionar.

Dejo los trastes sin lavar y le aviso a Chris que terminaré de hacerlo cuando regrese. Él dice que no le importa, que solo estaba insistiendo en que me quedase en casa por mi mamá y que no le interesa si los lavo antes o después de irme. Le tomi la palabra y me cambio rápido de ropa. Estoy tenso y nervioso como la mierda, pero me pone más tenso el no hacer nada para evitar que mi relación se vaya por el caño por mi culpa.

Tomo mi cartera y celular y me dirijo con prisa a la casa de Oliver. El taxi que he tomado en las vías va demasiado lento y en otra situación me habría desesperado por la lentitud, pero ahora quiero que vaya aún más lento para que me dé tiempo de pensar en las palabras que le diré a Oliver. Soy bueno con las palabras, pero no soy bueno cuando tengo que disculparme, admitir lo que siento o admitir que he cometido un error. En esta ocasión haré las tres cosas y eso me tiene en aprietos, no quiero soltar nada que pueda llegar a malinterpretarse y no quiero sonar como la personas más seca del planeta.

En cuestión de minutos estoy frente a su casa justo como ayer. Mi mano tiembla al intentar tocar el timbre, no quiero que terminemos discutiendo o que en lugar de arreglar las cosas las arruine más. Me preparé mentalmente en el taxi, pero de solo pensar que estaré cara a cara con él, todo mi preparación emocional se va a la mierda. Las cosas son diferentes a las de ayer, los dos estábamos exaltados y a ambos nos había tomado por sorpresa lo que no nos habíamos contado con antelación.

Trago saliva y desabotono el primer botón de mi camisa para poder respirar bien. La situación comienza a abrumarme y las ganas de huir se instalan en mi cabeza. Antes de que dé la vuelta, toco el timbre. Para mi mala fortuna (o buena), me recibe Olivia. Ella me observa con desconfianza y con un poco de enfado. Ya debe estar al tanto de lo que pasó.

—Oliver no está —indica y por un momento pienso que va a cerrarme la puerta en la cara, pero se hace a un lado, invitándome a pasar—. Pasa, no tarda en llegar.

Dudo en aceptar la invitación porque no quiero estar solo con ella. Sé que va a asesinarme o a torturarme de la peor manera posible. Me lo merezco, pero al menos me gustaría estar completo cuando hable con Oliver. Ya estoy aquí así que tomo su invitación y paso directamente hacia la sala de estar.

Me siento sobre el sillón y espero en silencio a que Oliver llegue, las manos me sudan y el corazón no deja de palpitarme con fuerza. Tallo mis manos sobre mi pantalón y me repito en mi interior que todo saldrá bien. Asimismo comienzo a practicar en mi cabeza todo lo que pienso decirle a Oliver. Mis intentos por mantener la calma y por tener controlada la situación se van al caño en cuanto el sillón se hunde a mi lado. No necesito voltear a ver para saber que Olivia se sentó.

Tenso mi cuerpo de inmediato y dejo la preparación mental que estaba teniendo para hablar con Oliver y la uso para enfrentarme a la peor reprimenda posible que van a darme en mi vida puta vida.

—Son dos tontos —es lo primero que suelta para mi sorpresa. ¿Está siendo muy blanda para que no sospeche de sus intenciones y así tomarme desprevenido y arrancarme los ojos?

Asiento con la cabeza, dándole la razón. Miro hacia mis manos aunque sé que tengo su mirada clavada en mí. No creo poder verla a los ojos. Ni siquiera es ella a la que he herido, pero siento como si la hubiese traicionado tal cual Judas a Jesús.

—Ayer no fue un día bueno —comenta y comienzo a ver para dónde va esto—. Mi mamá tiró las cosas de Oliver a la basura.

Abro los ojos de par en par y volteo a verla, sorprendido. ¿Cuando dice «las cosas de Oliver» se refiere a sus pinturas...? ¿Es por eso que noté que su cuarto lucía vacío?

—¿Qué?

Una punzada de dolor me ataca el pecho de solo imaginar lo horrible que debió haber sido para Oliver. Él también tenía sus propios problemas y no fui capaz de darme cuenta de ello.

Sus palabras cobran un poco más de sentido y me resuenan en la cabeza. «Tú y tú y siempre tú» «Tú el único que sufre, tú el único con problemas».

Mierda.

Quiero llorar por no haber estado ahí para él y la culpa me embriaga por completo. No hay nada en este mundo que le apasione tanto como el arte y su madre, la persona que más debería de apoyarla, le da la espalda. ¿Esto fue lo que sintió cuando se enteró que me había ido de casa? ¿La desesperación y la impotencia de no haber podido ayudar la persona que más quieres?

—Él no quiso decirte lo que dijo, ya había discutido con ella y luego tu mamá le llama, no lo justifico, pero creo que sabes mejor que nadie el cómo reaccionas luego de un día de mierda —suelta un bostezo—. Sé que tú tampoco quisiste decirle lo que le dijiste, pero al final lo hicieron y se hirieron.

Lo sé, maldita sea. Los dos la estábamos pasando muy mal y en lugar de tratar de entenderlo no hice más que reaccionar de mala manera. No quería ser una carga para él pero al final de todo sí me convertí en eso. Me convertí en un peso que no tiene ni debe por qué cargar.

—Sé que quieres a mi hermano y sé que él te quiere a ti, pero uno no lastima al que quiere, ¿verdad? —pregunta y eso termina conmigo—. Te dije que si lo lastimabas te dejaría sin un diente, pero creo que ya estás muy mal como para golpearte. No me meteré en su relación, ustedes saben lo que hacen, pero espero que recuerdes que practiqué kickboxing por si vuelves a lastimarlo —se levanta de su lugar—. Estaré en mi habitación, ¿quieres algo?

Lo dice tan tranquila, como si no me hubiese agarrado como su saco de boxeo.

—No, gracias —niego y no respondo nada de lo que me ha dicho—. Voy a esperarlo aquí.

Olivia asiente y me revuelve el cabello antes de marcharse. Su actitud tan diferente me confunde mucho, en un rato parece que va a matarme y en el otro que quiere consolarme. No la juzgo, es su papel de hermana con el papel de amiga. Incluso si nos apoya a los dos sé de que lado está. Aunque me gustaría que no hubiese ningún "lado". Y si lo hubiese, que solo fuese uno, uno en donde los dos estemos del mismo charco.

Espero varios minutos en la soledad de la sala de estar, por un momento llego a preguntarme si sus padres saldrán de sus habitaciones y me mirarán raro por estar aquí, no obstante, desde que llegué no he escuchado ningún ruido. Probablemente no estén en casa, sé por Oliver cuán ocupados deben de estar. La impresión que tenía de ellos ha cambiado luego de lo que me dijo Olivia, me recuerdan a mis padres, Oliver debió haberla pasado muy mal.

Suspiro y muerdo mi mejilla interna. Comienza a desesperarme el no saber nada de él y el no poder arreglar lo que pasó. Saco mi celular de mi bolsillo y busco su nombre entre mis contactos para marcarle. No presiono la tecla de llamar porque no quiero agobiarlo. Solo me queda esperar a que llegue.

Pasan al menos treinta minutos cuando la puerta principal por fin se abre. El corazón se me desboca y tengo los nervios a flor de piel. Apuesto a que mi expresión ahora mismo debe ser todo un poema. Oliver atraviesa el recibidor y se queda helado en cuanto me ve sentado en el sillón.

Sus ojos se encuentran con los míos y veo pasar un sinfin de emociones en ellos. Mi repentina aparición debe dejarlo desconcertado, pero no podía continuar con mi vida sabiendo que he herido al chico más importante de mi mundo. A mi chico.

Me levanto de mi asiento tan rápido como puedo y todas las palabras que pensé en decirle cuando venía en el taxi se me olvidan en su totalidad. Siento un horrible nudo en mi garganta y mi boca apenas es capaz de entreabrirse.

—Perdón —es lo primero que se me ocurre decir, no un hola, ni un cómo estás, sino un perdón. Tomo una bocanada de aire—. Perdón, yo... no pienso nada de lo que dije. Estaba molesto y no medí mis palabras, dije cosas sin pensar y sé que al hacerlo te herí, pero no miento cuando digo que eres una de las personas más importantes en mi vida y que lo que menos quiero hacerte es herirte. Tú tenías la razón debí de haberte dicho que me había ido de la casa, pero no quería preocuparte. Sé que suena ridículo, pero es la verdad. Yo no quería meterte en problemas y pensaba decírtelo cuando mi vida estuviera más estable para no meterte en problemas.

»Y ayer me comporté como un idiota cuando debí haberte pedido disculpas, en serio no pienso nada de lo que dije, sé que te esfuerzas muchísimo en las cosas que te gustan, Dios mío, una de las cosas que más amo de ti es el brillo que veo en tu mirada cuando hablas de las cosas que te apasionan y sé cuanto empeño le pones a ello. Quisiera ser un poco más como tú, ya sabes, ser un poco más apasionado con las cosas que me gustan y creo que envidio eso de ti porque a este punto creo que no hay nada que me guste a excepción de ti... Perdón por todo lo que dije y perdón por todo lo que no te dije.

Las palabras salen de mí como chorros de agua. Una vez que he atinado a decir algo, las demás palabras salen sin medida. No es la mejor disculpa del mundo, pero sí que soy honesto desde el comienzo hasta el final. No sé si vaya a arreglar lo que hice, pero al menos no quiero que crea que no estoy arrepentido, quiero que sepa que sé que fui un imbécil y que creo que él es una persona excepcional.

—No debes decir nada si no quieres —me apresuro a decir ante su silencio—. Solo necesitaba que supieras que estoy arrepentido y que te quiero con cada parte de mi corazón. Entiendo si no quieres hablarme, o si prefieres que te dé tu espacio...

Mi voz se apaga poco a poco porque no sé qué más decir. Me preocupa que mis palabras suenen vacías o que parezca que no siento nada de lo que digo. Estoy entrando poco a poco en desesperación.

—Perdón —dice entonces y solo esa palabra basta para apaciguar cualquier duda y miedo—. Perdón por haber hecho un drama luego de que me enteré que te habías ido de casa, ya tenías suficientes problemas como para que yo fuese uno más. Debió de haber sido difícil haber pasado por todo lo que tú pasaste y estoy tan enojado conmigo mismo por haber reaccionado así en lugar de haberte abrazado.

Niego con la cabeza, no debe estar molesto, era normal que reaccionara así luego de que se enterara por alguien más, además, ya se había peleado con su madre. Yo estoy molesto conmigo mismo por no haber sido más comprensible y haber saltado a la defensiva.

Quiero acercarme para abrazarlo, pero en cuanto doy un paso él retrocede. Busco su mirada para poder entender qué es lo que está pasando, pero Oliver no me devuelve la mirada. Lo miro sin entender y siento su rechazo arder más que una bofetada.

—Aunque no voy a disculparme por lo que dije y por lo que no te dije, si hay un poco de verdad en las cosas que solté —se desahoga y yo siento que comienzo a hundirme—. Sí estoy cansado de esto, estoy cansado de que algo malo te suceda y yo sea el último en enterarme, que te alejes repentinamente y que no sepa si es porque yo hice algo malo o porque tienes problemas o porque solo se te dio la gana, estoy cansado de que solo vengas a mí cuando tienes problemas y que dejes que el enojo u el orgullo hablen por ti y luego pidas disculpas para después volverlo a hacer.

Estoy perplejo. No había sido consciente de que yo era realmente así. He intentado con mucho esfuerzo no dejarme arrastrar por las olas, pero al final dejé que los demás se hundieran.

—Sé que dije que estaba bien con darte tu espacio y eso, pero creo que solo lo dije porque quería desesperadamente que estuvieses a mi lado —hace una pausa—. Y te he querido por tanto tiempo que quería tapar el sol con mi dedo.

He venido a arreglar lo que había provocado, pero no sabía que él se había sentido así desde hace mucho tiempo. Yo creía que estaba haciendo las cosas bien y dios, todo apuntaba a que sí, pero estaba tan concentrado en mi propia felicidad y en mis sueños que no reparé en los demás.

Oliver suelta un suspiro y como si todo lo que me ha dicho no ha sido suficiente, termina por destrozar mi corazón:

—Creo que nunca debimos intentar ser más que amigos.

No sé si de verdad es él quien está hablando o si todo lo que ha pasado en su vida es lo que habla por él, pero lo siento tan sincero que el alma se me estruja.

—No estoy siendo justo para ti —le doy la razón en un susurro a todo lo que ha dicho—. Perdón.

Él se toca las sienes y al fin es capaz de mantenerme la mirada.

—Quiero seguir siendo tu amigo y no quiero perder tu cariño ni quiero que las cosas cambien, pero siento que últimamente han pasado tantas cosas que me abruman y en lugar de que nuestra relación sea un salvavidas se siente más como un ancla.

Como un peso difícil de cargar. Soy una carga más para él.

—Lo entiendo.

No digo más porque mi voz amenaza en romperse. Lo quedo viendo durante un instante esperando a que diga que no está pasando lo que creo que está pasando, pero me basta su mirada para saber que va en serio. Me siento herido y me siento horrible por hacer que él se haya sentido tan abrumado conmigo. Ahora sé con más certeza que no he sido más que una carga.

Ambos sabemos lo que está pasando, no necesitamos decir algo más para confirmarlo. Veo la pequeña Gipsófila colgando de su muñeca y en un impulso por deshacerme de esta gran herida, me desabrocho el brazalete, dejo la pulsera en su mano y doy zancadas hacia la puerta.

Esta vez no me echo a llorar ni dejo que el dolor me consuma, me limito a salir de su casa y camino perdido en mi cabeza por un par de cuadras. En eso, recibo un mensaje con la esperanza de que sea Oliver diciendo que vuelva, pero en su lugar encuentro un mensaje de Andy.

Andy
ACABO DE BESAR A EDWARD!!!!!!!!!!

Al menos, a uno de los dos, le está yendo bien.

***

Holii! Espero que puedan leer bien el capítulo, me tocó escribir desde el cel porque descompuse mi Laptop jejeje. Es mi karma por tardar en actualizar, I know.

¿Ya tienen sus teorías de lo que pasará al final? CUENTEEEN.

LES TQM CHIQUITES, MUACK MUACK ❤❤❤

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