Medidas Desesperadas ©

By Lau154

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Alice, a sus dieciocho años, es una empresaria juvenil en toda regla. Hace meses que, bajo el seudónimo de W1... More

Intro | Medidas desesperadas
Prólogo | Tiempos desesperados, medidas desesperadas
Capítulo 1 | Me estaban chantajeando
Capítulo 2 | Aidan Cramer
Capítulo 3 | No soy yo
Capítulo 4 | La lista de W
Capítulo 5 | Copiado
Capítulo 6 | Compuestos de hidrógeno, nanosensores y códigos
Capítulo 7 | Ralph A. James
Capítulo 8 | Mariposa
Capítulo 9 | Investigación
Capítulo 10 | Cupcakes de café y confianza
Capítulo 11 | Regionales
Capítulo 13 | Holm Oak Forest
Capítulo 14 | Fuera
Capítulo 15 | Chapuzón
Capítulo 16 | Bison Falls
Capítulo 17 | Lago y estrellas
Capítulo 18 | Joder, joder
Capítulo 19 | Sextillones
Capítulo 20 | Biosensor
Capítulo 21 | Tic, tac
Capítulo 22 | La fuente
Capítulo 23 | Encina
Capítulo 24 | Grupo de investigación
Capítulo 25 | C
Capítulo 26 | Cortisol y oxitocina
Capítulo 27 | Grupo secreto secretísimo confidencial de investigación
Capítulo 28 | De perdidos al río
Capítulo 29 | Ilegal
Capítulo 30 | Fluorita
Capítulo 31 | ¿Archie?
Capítulo 32 | Una gripe que se lo toma a personal
Capítulo 33 | Unas disculpas
Epílogo | Mi equilibrio

Capítulo 12 | Biblioteca y límites

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By Lau154

Alice

―¿Vas a ir al baile de graduación? ―me preguntó Georgia, mientras pegábamos unas guirnaldas en el balcón hecho de cartón del decorado del teatro.

―Supongo que sí, aunque no me hace demasiada ilusión. Estos eventos con tanta gente me agobian un poco.

―A mí me encantan. ―Rio por lo bajo―. Lo mejor es poder ver a los profesores sin el palo metido en el culo que llevan durante todo el curso.

―Cierto. ―Reí―. ¿Tienes pareja?

―No, estoy esperando a que alguien me lo pida. ―Y alzó un poco la voz, probablemente para que Chris lo escuchara. Yo no pude evitar lanzar una carcajada―. Es un poco lento a veces.

―Está coladísimo.

―Lo sé, pero no hace nada, Alice ―susurró frustrada―. Ni siquiera me ha rozado la mano, ni lo he pillado mirándome el culo, nada. Y eso que me he matado a sentadillas este año.

―En vez de esperar a que se lance, ¿por qué no lo haces tú?

―Porque temo ser demasiado lanzada ―confesó―. Chris es un tío bastante animado, ya lo has visto, pero como es tan reservado en el aspecto que ambas sabemos, tengo miedo de que salga por patas.

―No lo hará, te lo puedo asegurar. No digo que te lances a chuparle el cuello y comerle los morros, pero, no sé, pídele una cita, ir al baile de graduación... Alguna cosa así, más sencilla y menos invasiva.

―No sé, Alice...

―Piénsalo, tómate tu tiempo. Pero piensa que queda poco más de un mes para que esto acabe y vuestros caminos probablemente se separen.

―Vamos a estudiar ambos en Salt Lake.

―Mejor, entonces. Pero, lo dicho, piénsatelo.

―Lo haré. ¿Y tú qué?

―¿Yo qué?

―¿Pareja para el baile?

―No ―reí negando con la cabeza―, nada de nada. Probablemente vaya con Rose y Lou, que tampoco tienen pareja. Si voy, claro.

―Tienes que ir, por favor, que la decoración que hemos elegido es brutal.

―¿Os encargáis los de arte?

―No, no. A principio de curso nos presentamos algunos voluntarios para elegir la decoración y encargarnos de ella, incluso del montaje. Y es... ―lanzó un beso de chef que me arrancó una risa― maravillosa. ¿Quieres saber el tema?

―Por supuesto.

―Pero es top secret, ¿eh? Al menos hasta el lunes, que salen los carteles.

―Soy una tumba.

―Oscars ―canturreó contenta, aplaudiendo feliz. Alcé mis cejas―. Habrá alfombra roja, la decoración será toda con todos dorados y rojos, y todos tendremos que ir como si fuéramos a recoger un premio. Y algunos lo tendrán, de hecho. Ya lo veréis.

―Me parece una idea increíble, Georgia.

―¿Como que Oscars? ―dijo Aidan, que nos estaba ayudando a montar, desde el otro balcón de cartón.

―Tú a callar, ¿eh? Nada de decirlo por ahí a tus amigotes de natación, que son unos chismosos. Al menos Wyatt.

―No diré nada, mujer. ¿Eso quiere decir que tengo que devolver la camisa hawaiana que me había comprado para el baile de graduación?

―Como te vea aparecer con eso, te echo. ―Georgia lo apuntó con el dedo y él soltó una risa.

―Bueno, pues traje negro y tirando.

―Sé original, por favor. Que todos los tíos van a llevar un traje negro.

―¿Traje rojo?

―No, no, que te mimetizarás con la alfombra roja. Otro color.

―Blanco ―sugerí. Aidan me miró con esa sonrisa tan suya y chasqueó los dedos.

―Me gusta.

―Y camisa negra ―añadí.

―Sigue gustándome. Gracias. ―Miró a Georgia―. ¿Qué te parece mi estilista personal?

―Maravillosa. ¿Sabes que no tiene pareja para el baile?

Abrí mucho mis ojos, tanto que hasta dolieron, y no le di un golpe a Georgia porque estaba un poco lejos de mí y no la alcanzara.

―Voy con las chicas. No me hace falta pareja, más que nada porque ni siquiera sé si iré.

―Sí irás, porque si no te vas a arrepentir. Y no lo digo a modo de amenaza, ojo. Lo digo, en plan, que te dolerá perdértelo porque va a ser brutal ―canturreó.

―Me lo pensaré.

🗒️🗒️🗒️

Con motivo del mantenimiento de la piscina, ese día no habría entrenamiento. Un día no nos mataría, aunque Elías había propuesto ir a otra piscina para entrar; ya había comenzado su época de obsesión por los nacionales, cuando todavía faltaban dos meses para ellos. Había tenido que insistirle, junto a Lou, Axel y otros nadadores que íbamos a los nacionales de nuestros estilos, que no nos vendría mal un día de descanso, y más estando lo exámenes a la vuelta de la esquina.

Me hubiese encantado irme a casa a descansar y hacer apuntes, pero C se había encargado de recordarme de una forma bastante pasivo-agresiva que todavía me faltaban cosas por hacer. Como estaba lloviendo, no quise limpiar la fuente, por lo que, cuando el instituto prácticamente quedó vacío, pedí permiso a la bibliotecaria para ordenar algunas baldas. Aceptó encantada, lógicamente, y me dejó las llaves de la puerta antes de marcharse. Me pidió que cuando acabara, cerrara y se las diera al conserje.

Me paré enfrente del pasillo cuatro, donde estaban los libros de lengua y literatura, y suspiré.

―¿Y por dónde empiezo ahora? ―susurré para mí misma.

Primero eché un vistazo a todos los libros que había en esas dos largas estanterías, para ver si estaban todos desordenados o había algunos en su sitio. Tras cinco minutos de inspección, me di cuenta de que lo mejor sería hacer montones de libros en la mesa según la inicial del autor, porque no había ni uno en su sitio. Ni. Uno.

Para cuando hube hecho pilas de libros hasta la letra S, las bisagras de la puerta chirriaron. Asomé la cabeza por el lado de la librería del pasillo tres y vi a Aidan entrar. Y, por razones que preferí ignorar, el corazón me comenzó a latir más rápido.

―Ey ―lo saludé―, ¿qué haces aquí?

―He acabado del laboratorio y he pensado que era buena idea ayudarte con esto ―dijo mientras dejaba su mochila en la mesa más cercana a la mía―. ¿Cómo lo llevas?

―Estoy haciendo pilas de libros según la inicial del autor. Acabo de hacer la S, solo faltan la T, V, W, X, Y y Z. Del pasillo cuatro, ojo. Luego toca el cinco, pero ya lo haré la semana que viene, porque hoy estoy agotada.

Él se frotó la barbilla con la mano, luego se echó el pelo hacia atrás mientras se acercaba a mí. Ese peinado de librito abierto solo podía quedarle bien a él. El pasar por detrás de mí para colocarse a mi derecha, me acarició la espalda baja con la mano abierta.

Creo que me olvidé de cómo se respiraba durante unos segundos.

«¿Qué coño me pasa?»

―Mm... Tú sigue ordenando por iniciales y yo iré colocando las pilas de libros ya hechas en sus baldas, ¿vale?

―Me parece perfecto. ―Suspiré aliviada. Lo que más pereza me daba era tener que colocarlo todo, porque estaba realmente cansada.

―¿Sabes qué no me parece perfecto a mí?

―¿Qué?

―Que de fondo solo escuche el ruido de la sopladora de hojas y no tu lista de reproducción para hacer cupcakes.

No pude evitar soltar una carcajada. Saqué el móvil de mi bolsillo trasero del vaquero y, tal y como tenía que ser, le di al play a la lista de reproducción. On the Floor de Jennifer López comenzó a sonar y la sonrisa en el rostro de Aidan se hizo más grande.

―Vamos a ello.

Últimamente, que pasaba más tiempo con Aidan, me daba cuenta de las razones por las que habíamos sido tan buenos amigos. Y es que nos compenetrábamos a la perfección, trabajábamos juntos de maravilla y formábamos un muy buen equipo. Entre charla y charla, canción y canción, libro y libro, acabamos el pasillo cuatro en menos tiempo del que pensé que seríamos capaces.

Mientras salíamos del instituto tras dejar las llaves en la conserjería, Aidan me dijo algo que me dejó un poco fría.

―Escucha, he tenido que contarle a Chris lo de C.

―¿Perdona? ―pregunté con el ceño fruncido. Él caminaba mirándose los pies, señal de que sabía que no me iban a hacer ni un poco de gracia sus palabras.

―Él nos puede ayudar, Alice. Le he dado la última nota que te mandó para...

―¡¿Que le has dado qué?!

―Escúchame ―me pidió, ahora sí, mirándome a los ojos―. Él sabe hacer absolutamente cualquier cosa que pueda pasarte por la mente. Le he pedido que saque huellas de la carta para luego compararlas con las de los restantes de la lista.

―¿Pero quién te crees que somos, Aidan? ¿El FBI? ¿La CIA?

―El año pasado lo hicimos para descubrir quién se llevaba nuestros mejores microscopios al otro laboratorio... Y salió bien.

Negué con la cabeza, todavía sin creerme que hubiese hecho eso sin hablarlo antes conmigo.

―¿Sabes quién está también en la lista? Christofer.

―Alice...

―No. De Alice, nada. Me has prohibido quitar a las chicas de la lista a pesar de que yo confío en ellas tanto o más que en ti. Y luego tú, como confías en tu amigo igual que yo lo hago en las mías, no solo lo quitas de la lista, sino que también le cuentas todo lo ocurrido y le pides que nos ayude.

―Me ha dicho por activa y por pasiva que le gustas, que le caes bien, Alice.

―Eso tiene la misma validez que los mensajes que me mandaron Lou y Rose pidiéndome los apuntes y para que así quedaran sus nombres en la base. ¿O no?

Guardó silencio sin dejar de mirarme ni de caminar. Yo negué con la cabeza.

―Quiero que te desvincules de esto, Aidan.

―¿Como? No, no, no. No tomes decisiones precipitadas.

―Precipitado ha sido lo tuyo. Te agradezco lo que has hecho por mí estos días, pero hasta aquí ha llegado tu ayuda.

―Venga, Alice... ―murmuró con una mueca.

―No. ―Forcé una sonrisa―. Gracias por tu ayuda, pero tú no eres el que vas a tener consecuencias si se descubre esto. Estamos usando el vacío legal de "la ayuda de mis amiguitas", dejando que me ayudes tú, y me estoy arriesgando mucho. No quiero hacerlo más.

No sé si quiso decir algo más; probablemente no, porque no dijo nada cuando tomé un desvío para ir a mi casa en vez de ir por el camino que tomaba siempre junto a él.

No me malinterpretéis. Agradecía muchísimo lo que estaba haciendo por mí, ayudándome a descubrir quién era C y completando la lista conmigo. Pero había límites, y debían ser los mismos para los dos. A mí también me caía muy bien Christofer, sin embargo, no sabíamos si él era el chantajista, porque además tenía muchos números para serlo, teniendo en cuenta que se beneficiaba en varios puntos de mi lista.

No veía nada justo lo que había hecho.

Si ocurría algo, él no sería el perjudicado. Sería yo. Yo y todas las personas que me compraron apuntes. Pero, sobre todo, yo. Y Aidan no había pensado la cantidad de mierda que llevaba el carro que me atropellaría en caso de joderse todo.

Llegué a casa diez minutos después de lo que normalmente solía tardar, dado que había tomado ese otro camino alternativo que daba la vuelta entera a la plaza principal del pueblo. Todavía no había nadie en casa, así que cogí una de las galletas que había hecho la noche anterior y subí a mi dormitorio.

Estaba agotada y solo tenía ganas de ponerme a dormir; ni siquiera me molesté en hacer más apuntes. Simplemente me tumbé en la cama con el móvil, vi un rato Tik Tok e ignoré los mensajes de Aidan que me entraban. Cuando los ojos se me comenzaron a cerrar, escuché un ruido proveniente de la mesita de noche.

Me giré y vi el walkie-talkie sobre la mesita.

―¿Alice?

Suspiré, agarré el aparato y lo apagué. 

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