Aquel chico se quedó en silencio un buen rato mientras miraba al suelo pensativo, sin percatarse que mi mirada se enfocaba en él. Más concretamente en todas sus costuras rojas visibles: las del brazo, cuello, cara...hasta que decidí romper aquel silencio tan incómodo.
—Me llamo Saeko Shinohara ¿y tú?
—Juuzou Suzuya. —dice alzando la mirada.
—Pues...Suzuya, hay una cafetería a unos minutos de aquí, ¿quieres venir conmigo? —pregunto nerviosa.
—Está bien pero... Pago yo.
—Te invité yo. —replico con un ligero temblor en el labio.
—Lo sé, pero Shinohara siempre pagaba mis destrozos y quiero compensarlo, aunque sea un poco.
—Bueno... está bien. —asiento con la cabeza no muy convencida. Él copia mi gesto y empezamos a caminar. Sin nada que decir recorremos la mitad del camino en silencio, ambos mirando al asfalto.
Cuanto más avanzamos más nerviosa me siento. No puedo evitarlo, siempre me pasa cuando estoy con un chico atractivo, y este nerviosismo se duplica cuando no le conozco de nada.
Mi vista se dirige al frente durante escasos segundos, en donde, de reojo, veo su ágil andar al que me cuesta seguir un poco.
El trayecto a la cafetería estaba apunto de terminar, por lo que decidí armarme de valor y hablarle un poco.
—Oye, por curiosidad ¿cuántos años tienes?
—20 ¿y tú?
—También 20. —asiento con una ligera sonrisa.