"THE MURDER OF ME." |⚠ +18| O...

By K4t0o_

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# 1 🎖️Traumatismo [ 09/23 ] # 1 🎖️Muerte de personajes. [ 10/23 ] # 1 🎖️Lovecraft. [ 11/23 ] # 7 🎖️Th... More

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Kaimós.
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Serendipia.
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Hipofrenia.
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By K4t0o_

El sonido de un seguro siendo quitado, sonó en aquella mansión solitaria, y el portón de roble oscuro se abrió dando paso al dueño de la casa.

Akaza empujó un carrito lleno de regalos dentro de la sala, y soltó un suspiro pesado en cuanto por fin pudo acomodarlo cerca de la estantería. A su lado, Kyojuro miraba atento cada movimiento que el Alfa hacia mientras permanecía en silencio siguiéndolo.

— Bien, eh... — Habló Akaza, acercándose al mayor para ver el collar que tenía, leyendo "Rengoku Kyojuro", y en la parte de atrás "Omega, 25 años". — Kyojuro... Ehm, quédate aquí, Iré a organizar la habitación en donde vas a quedarte.

Kyojuro no respondió, solo se quedó mirando al Alfa mientras apretaba su propia correa, ya que el cumpleañero se había negado a sostenerla en el trayecto camino a su hogar.

Akaza se sintió incómodo.

— De... Acuerdo — Siguió, y empezó a subir las escaleras de la mansión, perdiendose en los pasillos.

El Omega, al darse cuenta que el Alfa estaba lo suficientemente lejos para no verlo, o escucharlo, bajo la mirada al suelo.

Olfateo un poco, encontrando el olor a menta del ajeno; dándose cuenta que no había ni una sola otra persona en la mansión más que ellos dos.

Se sintió inquieto.

¿Por qué se iba?, ¿Qué no lo quería?, ¿Por qué estaba tan tenso?

Desvío la mirada al reloj enorme que había en el centro de las escaleras en "v", y suspiro por cansancio.

"2:13 a.m"

Miró la mansión con detalle; los muebles de roble oscuro y barnizados, las paredes color caoba y uno que otro sofá color rosado opaco.

Se sintió extraño, era mucho más grande de lo que imaginó, y comparado con su 'habitación' de entrenamiento, definitivamente era abismal.

Después miró los cuadros de personas que adornaban las paredes, y no pudo evitar sentir pánico.

Lo estaban mirando, todos esos ojos lo estaban mirando. ¿Por qué? ¿No se veía bien? ¿No era bonito? ¿Por qué lo veían? ¿Su cara se veía mal? 

— ¿Kyojuro?

Reaccionó, y su mirada fue directo a la del Alfa; sin querer se estremeció, y después hizo una pequeña sonrisa en sus labios, la cual se notaba que era forzada.

Akaza miró con curiosidad a Kyojuro, y después soltó un suspiro algo pesado.

Iba a ser difícil.

— Bien, Uh... ¿Tienes hambre? — Preguntó, pero Kyojuro no respondió. Solo se quedó quieto en su lugar con su mirada clavada en él. Akaza aclaró un poco su garganta — Oooook.... Mhh... Ven, sigueme.

Y tal como ordenó, Kyojuro le siguió.

Ambos ahora caminaban, uno al lado del otro, en total silencio.

Una vez llegaron a la cocina, Akaza empezó a rebuscar en uno de sus cuatro almacenadores de comida fría, siendo estos realmente grandes.

— Bien, ¿Qué quieres comer? ¿Se te antoja algo? — El alfa miró al rubio esperando su respuesta, y al darse cuenta que el mayor no tenía ni siquiera la intención de responder, desvío su mirada de nuevo al refrigerador. — Vaya, eres algo... Tímido. Tengo lasagna, ¿Te gusta? — No hubo respuesta, — Vamos, ¿Puedes al menos asentir?

Nada, otra vez.

Akaza sacó la lasagna del contenedor helado con un profundo suspiro lleno de frustración y después se acercó a los muebles de la cocina, sacando unos platos extendidos.

Kyojuro era lindo, sí, su aroma también era atractivo. Pero no podía evitar sentirse frustrado al sentir que le hablaba a una pared.

El pelirosa pensó seriamente en meter los platos al horno. Si bien la lasagna se comía fría o templada, no sabía si sería agradable para el Omega comerla así. Ni siquiera sabía si le gustaba la lasagna, O si al menos era alérgico a algo.

— ¿Tienes... Alguna alergia?

Nada.

Akaza gruñó. Estaba empezando a hartarse.

— Bien, Kyojuro. Si no quieres hablar está bien.

Otra vez, nada.

El Alfa miró al mayor con el ceño levemente fruncido, e intentó examinar su rostro para encontrar al menos una mínima señal en sus facciones; se estremecio al darse cuenta que su rostro no formaba nada.

Parecía que ni siquiera parpadeaba.

Era como si sus ojos estuvieran... Muertos.

Su mirada fue al cuello del Omega, mirando el collar de perro que este tenía.

Soltó un suspiro.

Con los platos en mano, se dirigió de nuevo al comedor, dejando uno al inicio de la larga mesa, y otro al final al lado de unos cubiertos, siendo seguido en todo momento.

Se sentó en una de las sillas y miró a Kyojuro de pie al lado de él.

— Tu plato está allá. — Dijo, señalando el plato de comida al otro extremo de la larga mesa.

Rengoku no se movió.

Akaza rodó los ojos.

— Allá, — insistió — Allá está tu plato, ¿No vas a comer?, ¿Tienes hambre?

Sin respuesta, otra vez.

Definitivamente no sabía que hacer con el rubio, ¿Y si no hablaba su idioma y por eso no lo entendía?

— Uhm.... Your plate of food is there. — Dijo, intentando acordarse del inglés al mismo tiempo que señalaba otra vez el plato.

No se sorprendió cuando, de nuevo, no había nada.

— Por Dios, Kyojuro, sientate de una puta vez.

El mencionado, miró el lugar señalado, y tal como Akaza ordenó, el Omega caminó hasta el otro extremo de la mesa y se sentó de inmediato.

El alfa miró indignado al rubio, ¿Si le entendía pero lo estaba ignorando a propósito?, ¿O solo entendía algunas palabras?

Soltó un suspiro y desvío la vista a su plato.

Tomó uno de los tenedores de la mesa y jugó un poco con su comida.

Le inquietaba el silencio. Si bien Akaza vivía solo, y a pesar de que nunca había entablado una charla con su anterior ama de llaves, se sentía tranquilo de al menos escucharla cantar mientras limpiaba, y cuando la joven no hacía ruido, él se entretenía hablando por llamada con sus amigos, o poniendo música.

Pero ahora ahí estaba aquel hombre que no conocía en lo absoluto, y se quedaba tan quieto que parecía un cadáver.

Tosió de manera algo incómoda al sentirse observado. La mirada del Omega era muy pesada. No levantó la vista de su plato, en cierta forma le inquietaba verlo y el olor amargo y semiagrio que desprendia no ayudaba en nada.

— ¿V-vas... A comer? — Preguntó, y sin querer su voz salió algo temblorosa.

Kyojuro miró el plato frente a él, más no hizo nada más que verlo.

« "Los buenos chicos solo comen una vez al día, señor Rengoku. Si usted come más de una vez, su cuerpo va a deformarse. Nadie quiere a un Omega gordo.

Nadie." »

Akaza miró de manera tensa al ajeno, y después de unos segundos, sintió como una vena se marcaba en su cien a causa del estrés.

— ¿Vas a comer? — volvió a preguntar — Come, Kyojuro. Ya te serví.

El rubio miró a Akaza, y después al plato. Akaza le había dado una orden y no iba a desobedecer. Con su mano temblorosa tomó una cuchara la cual estaba al lado del plato, y de manera algo insegura tanteo su comida.

Tomó una cantidad pequeña de carne molida con el utensilio, y lo alzó hasta la altura de su boca.

Abrió su boca ante la atenta mirada del Alfa, y acercó la cuchara a la comisura de sus labios.

Pero se detuvo en seco cuando sus ojos miraron con detalle el trozo de carne y vegetales.

Estaba palpitando.

La comida estaba palpitando.

Enseguida empezó a temblar y la cuchara frente a él se movió a consecuencia de su brazo tembloroso.

Miró el plato, y su respiración empezó a volverse erratica enseguida.

Gusanos.

Gusanos estaban saliendo de la comida que Akaza le había servido.

— Vamos, come. — Escuchó decir al Alfa.

«Sus ojos llorosos miraron de manera fija al suelo evitando la mirada de aquel hombre frente a él.

— "Así que... No le gusta lo que le servimos, ¿Ah? Le estamos dando comida de calidad, señor Rengoku. Me ofende que no acepte lo que damos."

Habló el Beta, mirandole de una manera tan pesada que el Omega sintió su cuerpo estremecerse.

Kyojuro miró de nuevo el plato a un lado de él.

Arroz semi crudo con croquetas para perro.

No era la primera vez que le daban de comer eso, pero sí era la primera vez que no se lo acababa, después desvío la vista a la esquina de su habitación, justo encima de su colchón.

El cuerpo en putrefacción en la esquina de su habitación hacía que vomitara de manera consecutiva, negandole el poder comer.

Muzan desvío la mirada a dónde estaba observando el rubio, y al notar que veía el cadáver, una sonrisa se apoderó de sus labios.

— "Ahh... Ya veo, se le antoja más eso, ¿No? Bien, no soy nadie para negarle un poco de carne, señor Rengoku. Permítame ayudar."

Su mirada regreso al piso cuando escuchó los pasos del Beta, y se abrazó a sí mismo mientras miraba el charco de vómito frente a él que anteriormente había intentando limpiar con un trozo de su camisa.

Su respiración se volvió pesada, y cerró los ojos con fuerza mientras mordía sus labios al sentir la presencia de aquel demonio acercarse a él.

¿Iba a golpearlo? ¿Iba a lastimarlo?

Un olor a putrefacción se apoderó de su nariz de inmediato, y de nuevo sintió náuseas.

— "Abra los ojos."

Y, cuando los abrió, sus pupilas se contrajeron con horror mientras su rostro tomaba una coloración amarillenta a causa de la sensación nauseabunda de su estómago.

Sus tripas se revolvieron en su estómago, y empezó a ahogarse con su respiración.

— "Quería carne ¿No?"

Kyojuro miró con pánico el trozo de carne en un estado avanzado de putrefacción que Muzan sostenía frente a él.

La carne estaba palpitando, ¿Por qué se movía? ¿Estaba viva?

La respuesta llegó cuando el Beta, con sus propias manos, empezó a romper la carne con sus uñas para romperla a la mitad.

Gusanos.

La carne estaba rellena de gusanos comiendola desde adentro, y el trozo parecia palpitar por las larvas moviéndose dentro de ella.

— "Abra la boca, señor Rengoku."

«No, no, no, no»

Sus temblores aumentaron mientras desviaba la vista al techo, evitando a toda costa mirar aquel trozo de carne.

Y entonces, abrió la boca.

Apenas sintió como aquel trozo de cadáver era tocado por su lengua, empezó a llorar y arcadas se apoderaron de su garganta.

— "Bien, ahora comaselo. Y no se atreva a vomitar."

«No, por favor no, por favor. Seré un buen chico, se lo prometo, por favor»

Cerró su boca sintiendo los gusanos moverse entre su lengua; el jugo putrefacto de la carne inundó su boca y sonidos vomitivos salían de su garganta.

Empezó a masticar con su mirada perdida en el techo, sintió los gusanos dividirse en dos, sintió el jugo de la carne resbalar por su garganta y cuando solo sintió una mezcla plastinosa en su lengua fue cuando cerró sus ojos con fuerza.

Y se lo paso.

— "¡Eso es! Buen chico"

Sintió las manos frías del demonio en su cabeza, empezando a acariciarla»

Su mano empezó a temblar mientras sostenía la cuchara con fuerza.

«Cómetelo. Cómetelo. Cómetelo.»

Sus ojos se llenaron de lágrimas y su vista se nublo mientras sentía una presión indescriptible en su pecho.

Su estómago se revolvió con tanta intensidad que pronto sintió un líquido caliente subir por su garganta.

Los gusanos del plato eran tantos que empezaron a salir de este, retorciéndose en la mesa de madera y las larvas de su cuchara empezaron a caer en su traje.

Dirigió la cuchara a su boca, empezando a masticar.

Los gusanos seguían moviéndose en su boca, sintió como se resbalaban por su garganta y seguían moviéndose en su estómago.

Sintió unas manos en sus hombros, y después sintió como era sacudido.

Su mirada dejó de ver el plato, y miró a la persona frente a él.

Muzan estaba sacudiendolo con fuerza mientras parecía decir algo. Sus labios se movían como si estuviera gritando, pero no salía sonido alguno de su boca.

Lo estaba tocando.

Lo estaba tocando.

Lo estaba tocando.

Su vista volvió a nublarse y sintio un dolor horrible en sus pulmones.

No, no, no.

¿Los gusanos estaban entrando en sus pulmones?

— ¡...ro!, ¡..juro!

¿Qué? Miró de nuevo los labios de Muzan, ¿Quería ordenar algo? ¿Por qué no lo entendía? ¿Por qué no podía escucharlo?

— ¡Kyojuro!

Su vista se fijó en los ojos ámbar del alfa, y la figura borrosa de Akaza empezó a agitarlo.

— ¡Maldición, respira, te estás ahogando!

¿No estaba respirando? ¿Por qué no estaba respirando? Sus pulmones empezaron a doler y sintió como era cargado mientras su vista seguía sin enfocar nada.

Su cuerpo temblaba con tal fuerza que parecía que estaba convulsionando.

Sintió sus rodillas tocar el suelo, y ser empujado hacia enfrente.

Arcadas se apoderaron de su pecho, y sintió un líquido caliente subir desde su garganta, llenando su boca.

Se estaba ahogando con su vómito.

«"...Y no se atreva a vomitar"»

— ¡...ta!

¿Qué?

— ¡... mita, Vomita!

Era una orden.

Su mirada por fin pudo enfocarse.

Abrió su boca de inmediato y todo el vómito de su garganta salió en el escusado frente a él, salpicandolo.

Sus pulmones se llenaron de aire de inmediato y empezó a toser mientras  dejaba que su cara cayera al asiento del inodoro.

Cerró sus ojos con fuerza, y sintió su cuerpo débil.

— Carajo, ¿¡Estás bien!?, ¿¡Qué mierda fue eso!? — Escuchó decir al Alfa tras el, y después sintió como lo volteaba para encararlo.

Ambos ojos se encontraron, y el silencio se apoderó del baño.

Akaza alzó su mano y la acercó al rostro contrario, pero paró en seco cuando Kyojuro se tensó y cerró los ojos con fuerza mientras se encogía en su lugar.

¿Acaso pensó que... Iba a golpearlo?

Su mano se quedó quieta en el aire a pocos centímetros del cuerpo ajeno, y después de unos segundos se puso en cuclillas frente al Omega que empezó a temblar. Acercó su mano al cuello del rubio y después la otra, para mover un poco el collar.

Kyojuro se tensó de inmediato y abrió los ojos con miedo mientras su respiración se hizo más pesada.

— Tranquilo... — Susurró Akaza, parando sus movimientos. — Tranquilo... — repitió.

Con movimientos más lentos, y sin despegar la vista de los ojos fuego del Omega, desabrochó el seguro del collar, logrando quitárselo. Después, lo retiró de su cuello de la manera más lenta posible para evitar que Kyojuro se asustara.

Miró el cuello expuesto del mayor.

Marcas de estrangulamiento.

Desvío la mirada al suelo, y se levantó con el collar en manos. Después, pateó un poco el cesto de basura para que fuera visible para Kyujuro.

Lentamente, dirigió el collar al cesto asegurándose que el Omega lo viera.

— ¿No te gusta, verdad? Bien... Vamos a tirarlo entonces. — Dijo, soltando por fin el collar.

El sonido asusto a Kyojuro, lo que lo hizo brincar en su lugar.

Akaza vaciló un poco, y después regresó el cesto en su lugar.

— Y... Ya, ya no está... ¿Estás... Bien ahora?

Los ojos del Omega quedaron fijos en el cesto, y después desvío la mirada al suelo.

— Supongo que ya no quieres comer..., — Habló, ignorando el hecho de que no le respondió — o no te gusta la lasagna. Entonces, ¿Qué tal dormir? Ya son las tres de la madrugada, creo.

Soltó un suspiro cuando de nuevo no hubo respuesta.

— Creo que es un sí, entonces, sígueme.

Kyojuro por fin lo volteo a ver, y se levantó mientras sus piernas temblaron un poco.

Akaza bajó la llave del baño, y después retrocedio de manera lenta, siendo seguido.

Empezó a caminar hacia la sala de nuevo sin molestarse de mirar hacia atrás para corroborar que Kyojuro lo seguía. Sabía que lo estaba haciendo.

Subió las escaleras mientras miraba sus pies subir escalón tras otro sintiéndose extraño.

No sabía porque se sentía así.

Una vez terminó de subir, empezó a caminar por los pasillos con el Omega al lado de él, y llegó al final de este, justo en la última habitación.

— Bien, ahm... Está es tu llave. — dijo, sacando de sus bolsillos una pequeña llave color rosado. — Es para que cierres tu habitación, y... Tengas algo más de privacidad, ¿Está bien?

Kyojuro miró la llave, y después a Akaza.

El pelirosa soltó un suspiro y abrió la habitación, entrando.

Era espaciosa, y a decir verdad estaba bastante limpia, una cama estaba justo en el centro y tenía mesitas de noche en cada lado, teniendo encima de estas una lámpara de mesa.

Las sábanas eran color café claro, y las almohadas blancas.

— ¿Te gusta? Es tuya. Aquí te dejo la llave. — Habló, dejando la llave en uno de los muebles al lado de la cama. — Entonces... Yo iré a mi habitación, y voy a dormir. Mañana hablaremos sobre... Sobre cuáles serán tus deberes y eso.

Entonces, Akaza giro sobre si mismo, y salió de la habitación empezando a caminar, pero se detuvo cuando noto que Kyojuro lo estaba siguiendo.

Se giró de nuevo, viendo al rubio.

— No, tu habitación es esa.

Sin respuesta.

— Es la de allá. — Señalo de nuevo el pasillo — En la acabamos de entrar. Esa es tuya.

Otra vez sin respuesta.

Akaza desenredo su cabello con frustración.

Entonces, regreso a la habitación del Omega, y puso su palma en la puerta mirando al rubio.

— Kyojuro. Habitación, Kyojuro.

Entro de nuevo, y tocó la cama.

— Cama. Cama, Kyojuro.

Después, vio como el ajeno ni siquiera miraba lo que señalaba. Solo a él.

Se sintió incómodo.

Realmente su mirada era muy penetrante.

— Creo que ya entendiste. Bien, ahora sí. Descansa.

Akaza se volvió a dirigir a la puerta, y cuando iba a salir de la habitación soltó un gruñido.

— Que no. — dijo viendo que Kyojuro quería salir también. — Es tuya, está es la tuya, ¿Por qué no te quedas? ¿No te gusta?

Nada.

Otra vez.

— Bueno, vas a tener que aguantarte. Está es la única habitación que puedo ofrecerte porque las demás son en donde se quedan mis familiares de visita.

Akaza entonces, camino a la mesa de noche en donde estaba la llave.

— Voy a encerrarte si no te quedas aquí. — amenazó, caminando de nuevo a la puerta.

Al ver que no hubo ni una sola pizca de expresión, soltó un suspiro.

— Bien, tu lo pediste. En la mañana te dejare salir.

Dicho esto, camino de espaldas a la puerta vigilando que el Omega no se acercara, y cuando estuvo lo suficientemente lejos para cerrar la puerta, tomó el picaporte y la cerró lo más rápido que pudo, poniendo seguro para evitar que intentara abrirla.

Totalmente frustrado, camino por los pasillos hasta su habitación, y abrió la puerta con sus brazos tensos.

¿Kyojuro si lo entendía, o fingía no hacerlo? 

Cerró la puerta con su pie cuando entró, y empezó a quitarse su traje, dejandolo en el cesto de la ropa sucia. Una vez en ropa interior, fue al baño a lavarse los dientes.

Vió su reflejo mientras metía el cepillo en su boca.

No pudo evitar pensar en la fiesta.

Cuando Kyojuro le fue entregado, varios de sus conocidos se acercaban para ver al Omega más de cerca, o para felicitarlo de su cumpleaños, dándole elogios o regalos.

Muzan de vez en cuando miraba con intensidad al Omega, y Kokushibo miraba fijamente sus manos.

Douma no paraba de 'jugar' con el rubio pidiéndole que le diera la 'patita' cada segundo o pellizcando sus mejillas hablando sobre lo adorable que era.

Pero, a pesar de lo bien que se lo paso, no se sintió tranquilo.

Se sentía... Mal.

¿Por qué?

Desde que vio a Kyojuro no pudo evitar sentir un nudo en su garganta al notar como lo trataban y desde antes de verlo logro percibir su aroma en las ropas de su amigo.

¿Eso era... Normal?

Él no era una persona amable, de hecho tenía ataques de ira de manera consecutiva y tenía que tomar pastillas calmantes ya que se estresaba con mucha facilidad. Es por esto mismo que nunca había tenido más de un empleado en su casa, ya que se estresaba con facilidad por cualquier error que cometían y terminaba atacandolos físicamente.

Sumi era la única sirvienta con la cual se "controlo", ya que, además de que era la primera mujer que trabajaba para él, la chica siempre hacia lo mejor que podía su trabajo, y estaba en su moral no lastimar ninguna mujer.

Claro, llegó a gritarle una que otra vez, pero jamás llegó a tocarle ni un pelo.

Sin embargo, se sorprendió muchísimo de si mismo por la enorme tolerancia que le tuvo al rubio, ya que desde el instante que habia empezado a seguirlo ya le hubiera golpeado y gritado por no respetar su espacio.

Debía admitirlo, su olor era... Atractivo.

Y su cara era... Bonita, si.

Y, bueno, cuando lo cargo sintió su cuerpo, y debía admitir que estaba en muy buena forma.

Su cabello era suave y...

Oh, no, no, no.

Negó repetidas veces y escupió la pasta de dientes, mirando su reflejo con enojo.

— Ni siquiera se te ocurra, Soyama Akaza. — Habló para si mismo, y después salió del baño, cerró la puerta y luego camino a su cama.

Otra vez tampoco se tapo, estaba tan cansado que apenas y tocó la cama, se quedó dormido.

Akaza estaba sentado en la oficina de su padre mientras que en su mano había una taza de café capuchino.

Parpadeo algo confundido, y después miro a Keizo frente a él, mirando la ventana.

— "Quiero que me escuches bien, Akaza. Y quiero que se quede entre nosotros."

Algo inquieto, miró el rostro de su padre, y este le regreso la vista.

— "No quiero que confíes mucho en el joven Rōmanji. Se que es tu amigo, y qué él nunca nos ha mentido. De hecho, es un muy bien comprador y negociador de nosotros." — Habló Keizo, y después se sentó en la silla de su escritorio, quedando directamente enfrente de su hijo. — "Pero recuerda que él no siente nada. Sé que es tu amigo, y lo quieres en cierta forma. Pero él no. Él no puede quererte, ni a ti, ni a mi, ni a los Kibutsuji. Ni siquiera a su propia madre."

Akaza miró incómodo a su padre, y después jugó con sus manos.

— "Y no lo hace porque no quiere, sino porque no puede." — Siguió — "Sabes sobre su condición. Y a pesar de que el joven Rōmanji ha demostrado ser leal, y honesto con nosotros en todo momento, no quiero que te confíes de más. No sabemos si en algún momento llegará a hacer algo que nos perjudique."

— "Entiendo."

— "Además... Es alguien muy peligroso, y el hecho de no sentir nada lo hace el doble."

— "¿Cómo estás tan seguro de eso?"

— "Sus ojos" — respondió — "Las personas de ojos muertos son aquellas que cometen las cosas más horribles, Akaza."

El pelirosa abrió los ojos con pesadez y lo único que vio fue el techo de su habitación, demonios, ¿Había sido un sueño?, Fue, extraño...

¿Era normal soñar con un recuerdo?

Su mano talló sus ojos, para así soltar un bostezo, y después soltó un jadeo cansando.

Sin embargo, no sabía por qué, pero se sentía extremadamente inquieto. Tanto, que incluso los bellos de su cuerpo estaban erizados.

Miró a la puerta de su habitación por reflejo y sus ojos se contrajeron con pánico.

La puerta estaba entreabierta, y la mitad del rostro de Kyojuro estaba asomado por ella.

Lo estaba mirando fijamente con el rostro inexpresivo, y su ojo amarillo y rojo ni siquiera parpadeaba.

Se giró lo más rápido que pudo para encender la lámpara de mesa, y regresó su vista a la puerta.

Nada.

No había nada.

La puerta estaba cerrada.

No, no, no. Él estaba ahí, lo había visto.

Se levantó rápidamente, y abrió la puerta de golpe, mirando el pasillo oscuro de la mansión.

No había nada.

¿Lo había... Imaginado?

Salió de su habitación sintiendo que el aire le faltaba y dió unos pasos hacia enfrente. Olfateo.

Albaricoque.

El olor era reciente.

El puto olor era reciente.

Miró hasta el fondo del pasillo, y observó a lo lejos la puerta de madera de la habitación del Omega.

Estaba... Cerrada.

Era imposible que pudiera salir. No había ventanas en la habitación, y la llave la tenía él.

Olfateo de nuevo para estar seguro del aroma, pero solo encontró un muy pequeño pero amargo rastro del olor de Kyojuro.

Recordó cuando Kokushibo le dijo que su olor era fácil de pegarse, y miró hacia sus pies descalzos.

Quizá solo... Era el olor de cuando lo siguió a su habitación.

Giró sobre sí mismo mientras su mirada seguía perdida en el suelo, y entró a su habitación, cerrandola.

Se sentó en la cama y miró la puerta fijamente.

Quizá se había imaginado el rostro del rubio, y en realidad era una alucinacion del cansancio, o aún no despertaba del todo.

Pero aún así no se sentía seguro.

Se levantó de la cama, tomando la llave color azul de su buró, y cerró la puerta con llave.

Regreso sus pasos y de nuevo se sentó en la cama.

Miró el reloj de su mesita de noche.

"4:10 a.m"

Soltó un suspiro cansando, y se acostó de nuevo.

A pesar del cansancio que sentía, no pudo dormir.

Se quedó mirando toda la noche la puerta.

« "Las personas de ojos muertos son aquellas que cometen las cosas más horribles, Akaza." »

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