call of silence. robert...

Bởi targparadise

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COS. ❝ madness and greatness are two sides of the same coin, in which side landed... Xem Thêm

chapter zero.
call of silence.
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Bởi targparadise




𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐓𝐇𝐈𝐑𝐓𝐄𝐄𝐍








Se despertó mucho más temprano de lo que imaginó, su cuerpo se sentía descansado y por un segundo, no recordó completamente los eventos transcurridos la noche anterior. Pero entonces, mientras veía la ropa que utilizó, rememoró cómo se puso en vergüenza a ella misma y ese sentimiento que nació en su interior casi consigue hacerla vomitar. De sus labios abandonó un suspiro de nada más que cansancio, preparándose mentalmente para afrontar su último día con la libertad de no estar atada a nadie, para que mañana, finalmente, se concrete una unión que pondría a los Siete Reinos en una mejor estabilidad ─de acuerdo a lo que escuchó de parte del consejo de su padre.

No mucho después de haberse despertado, de su puerta atravesaron Iseneya y Nesa; ambas realizaron reverencias ante su reina, rápidamente moviéndose para cambiarla, ignorando por completo el hecho de que Maegelle se hallaba simplemente con un camisón casi transparente. Pese a que muchas otras doncellas se acercaron hacia ella para formar parte del círculo personal y más cercano a ella, Maegelle no confiaba en nadie más que en esas personas que habían caminado a su par desde que tenía trece días de nombre.

─¿Cómo le fue anoche, su Majestad? ─preguntó Nesa, casi en un susurro; como si estuviera tratándose de un tema demasiado prohibido y secreto. Maegelle le sonrió sin mostrar sus dientes a través del espejo.

─Horrible, Nesa ─musitó ella, con completa honestidad.

─¿Él le ha hecho algo? ─preguntó, con el ceño fruncido, preparándose mentalmente para pelear contra cualquiera que le haya faltado el respeto a su reina─. Dé la orden y me aseguraré de que se arrepienta de absolutamente todo.

Maegelle rió ante esas palabras.

─No es necesario que hagas nada de eso ─le dijo─. Ahora no lo veo y me duele lo que sucedió entre Rhaegar y yo, pero quizá solo ha sido lo mejor. Para él, para mí. Si ha dicho que nunca deseó casarse conmigo desde un principio, tal vez debí haberme hecho con la idea y no tirarme a sus brazos como si fuera... ─carraspeó, negando─. Lyanna Stark será una mujer afortunada, y yo... soportaré las locuras de Robert mientras evito arrancarle la cabeza.

Iseneya suspiró mientras acomodaba los mechones de su reina:

─Creo que este Lord de la Tormenta podría llegar a darle una buena sorpresa, su Majestad ─musitó─. Quizá se vea demasiado bruto y arisco, pero ha tenido un sinfín de oportunidades de impedir vuestro matrimonio; aún así, no ha hecho nada que la perjudique.

─Bueno, el tonto tiene un poco de sentido común ─ella le comentó─, y cuando se lo propone; no es una mala compañía.

─¿Lo admite? ─preguntó Nesa, riendo.

─Será la última vez que escuchen esto de mí ─musitó Maegelle, divertida─. Aunque todavía no puedo creer que esté a un día de mi honrado casamiento.

─Oh, hablando de ello ─musitó Iseneya─, los preparativos dieron comienzo anoche. Para mañana a primera hora, estiman que todo estará listo.

Maegelle asintió.

─Asegúrense de que Vargo no se coma todos los bocadillos ─musitó ella─, y mantengan en línea a todos. No necesitamos ningún tipo de escándalo mañana ─ambas asintieron, retrocediendo un paso cuando acabaron con su trabajo─. Gracias por vuestra ayuda. ¿Podrían ordenar que traigan el desayuno más completo posible? Anoche invité a Robert, debo discutir algunos asuntos con él.

─Sí, mi reina ─musitó Nesa, haciendo una reverencia─. Iré enseguida.

─Asael y yo estaremos haciendo guardia ─musitó Iseneya─, os haré saber cuando vuestro prometido llegue.

Maegelle asintió y la observó abandonar sus aposentos tras realizar una reverencia. La puerta se cerró detrás de ella, y la joven heredera procedió a girar para observarse a través del espejo. Acarició la tela del vestido cuando a sus pensamientos llegó el recuerdo de que mañana estaría de pie con el vestido que alguna vez perteneció a su madre y que prometió utilizar cuando el día de su boda llegase. Siempre pretendió cumplir con dicha promesa, por lo que, no dudó en ordenar que lo restauren y limpien para que quede como si hubiese sido confeccionado sólo para ella en su tan ansiado día.

Se encaminó hacia el balcón, donde abrió las puertas del ventanal y atravesó el mismo hasta poner sus manos sobre la piedra, con su mirada sobre el despejado firmamento celeste que esa mañana dominaba. El sol ya empezaba a hacerse sentir contra su piel, dándole una sensación de calidez encantadora sin poderlo evitar cerró sus ojos, disfrutando de ese sentimiento. La brisa mañanera golpeó su rostro. Sabía que no existía una mejor sensación que esa. La frescura de la mañana; era algo que amaba.

La puerta de sus aposentos fue golpeada y ella se volteó, imaginando que debía tratarse de las sirvientas con el desayuno; pero no, por ella atravesó Rhaegar siendo retenido de inmediato por Asael quien ni siquiera dudó en realizarle una llave ─casi dejándolo sin brazos. Maegelle frunció su ceño, pero no ordenó que lo suelte y parecía no tener intenciones de hacerlo.

─¿Qué haces aquí? ─preguntó ella─. ¿Y por qué no te has hecho anunciar?

─Debemos hablar, Mae...

Ella lo observó fijamente. Se sintió con una carencia de emociones, pero quizá solamente fuera porque Rhaegar siempre la hacía sentir demasiado y en esa ocasión, no supo cómo sentirse concretamente .

─Estoy ocupada ─dijo.

─Será un segundo ─insistió Rhaegar.

─Bien, lo que tengas que decir, dilo.

─¿Podrías ordenar...? ─le preguntó, el agarre de aquél musculoso hombre era abismal. Ella posó su mirada en Asael, quién se encontraba viéndola fijamente esperando por su orden.

Ivestragī ziry jikagon. Suéltalo.

Asael lo soltó sin mostrar ni un poco de suavidad, casi haciéndolo trastabillar con sus propios pies y Rhaegar quedó aún más sorprendido por la fuerza con la que lo sujetó. Lo había tratado como si fuera una pluma, alguien que no contaba con la capacidad para hacerle frente. Por un segundo se quedó en silencio, pensando en cuántos hombres como él seguían a Maegelle.

─¿Y bien? ─preguntó ella.

Rhaegar rememoró por qué se encontraba ahí y la observó. Los ojos de Maegelle no lo miraban como lo hacen siempre: esa luz de esperanza y cariño por él ya no brillaban tanto como antes, esa sonrisa radiante que siempre le enseñaba tampoco apareció, ni siquiera hubo un atisbo de ella. Su rostro neutro y para nada contento lo hicieron arrepentirse de cada mala decisión que tomó.

Pero ella comenzó a aburrirse de tener que esperar para oírlo. Aunque quizá fuera el hecho de que aún se hallaba enojada y abrumada por lo de la noche anterior.

─Habla de una vez.

─Mae, lo que sucedió anoche...

─Fue un error ─dijo ella, percibiendo ese molesto ardor en su pecho que le hacía entender que le dolía─, todo quedó esclarecido, así que no te preocupes más. Serás parte de mi consejo eventualmente, pero por ahora, tengo que asegurarme de no tener ningún contratiempo para mañana. Así que, si eso es lo único que querías decir...

─No es lo único, también quería decirte que...

Pero los ojos de Maegelle no se encontraban en él, miraron por encima de su hombro y se mantuvieron allí, lejos de prestar un ápice de atención hacia su persona o lo que tuviera por decir. Lo obligó a darse vuelta, con molestia, halló allí de pie a Robert.

El ojiazul sonrió sin mostrar su dentadura, dándose cuenta de que acababa de interrumpir algo entre ellos, no le importó lo que fuera, realmente adoró la idea de hacer enervar a Rhaegar. "¡Por robar a Lyanna!" pensó, mientras realizaba una reverencia hacia Maegelle.

─Mi pronta esposa.

─Robert, pasa ─musitó ella─. Rhaegar, por favor, déjanos.

Rhaegar debió pasar saliva por su garganta, aguantando los deseos por negarse rotundamente a ello; la sonrisa triunfante de Robert lo hizo querer borrársela del rostro, pero solamente ─y a sabiendas de que no debía de jugar con el temperamento de Maegelle─, procedió a realizar una reverencia ante ella, y luego pasó junto al Baratheon, quién no se molestó en voltearlo a ver, mantuvo su mirada en su hermana. Al dejarlos en soledad y él estar lo suficientemente lejos, soltó todo el aire que se encontraba conteniendo y negó con su cabeza sintiéndose decepcionado ─de él mismo, de cómo los eventos habían surgido─, antes de ponerse a caminar para ir hacia donde debió ir en primer lugar: desayunar con los Stark.

Robert y ella salieron hacia el balcón en silencio y mientras Maegelle ponía en orden sus pensamientos para poder ser lo más concisa y clara posible, las sirvientas trajeron la comida que ella pidió, comenzando a acomodar todo en la mesa redonda de roble de la princesa, ubicando todo del modo en que a ella siempre le gustaba que se encuentre.

─¿Cómo has amanecido, Robert? ─preguntó ella, sonriéndole. Cortando aquél silencio que no les resultó del todo incómodo.

─Regañado ─musitó él, haciendo una mueca─. Mi madre envió una carta desde Storm 's End, y se quejó demasiado sobre el hecho de que no les comenté sobre mi compromiso con la heredera del trono. Eso y de cómo lideré una rebelión.

Maegelle rió por lo bajo.

─¿Cómo se encuentra Lady Cassana? ─le preguntó ella, colocando sus manos detrás de su espalda─. Escuché sobre la delicada salud de vuestros padres. Hazme saber si necesitan ayuda con cualquier cosa.

─El Maestre no puede dar con qué es lo que tienen concretamente, pero no han conseguido abandonar sus aposentos últimamente ─dijo él─, cree que es más grave de lo que imaginaban. Algo de lo que se han contagiado en un viaje hacia Meereen.

─¿Han ido a Meereen? ─preguntó con sorpresa. No habiendo oído nada al respecto en sus días en la ciudad.

Él asintió.

─Madre siempre quiso conocer el lugar donde Maegelle Targaryen se encontraba ─dijo él, viéndola. Ella hizo una mueca, apenada.

─De haberlo sabido, los habría recibido.

Él negó.

─Madre no deseaba molestarte ─dijo él, haciendo una mueca─. Cuando llegaron a Storm 's End, el primero en presentar síntomas fue mi padre, y unos cuantos días después, mi madre. Vómitos, fiebre, mareos... No saben con exactitud qué les sucede, pero se la han pasado en ese estado por muchas semanas y parece que su salud se pone más delicada a medida que pasan los días.

─Deberíamos visitarlos ─dijo ella─, seguro a Lady Cassana le hará bien un poco de compañía.

Robert asintió.

─Por supuesto.

Ella asintió, enseñándole una leve sonrisa antes de aplaudir.

─¿Tienes hambre?

Demasiada.

Se sentaron alrededor de la mesa mirándose las caras, una sirvienta procedió a poner té sobre la taza de Maegelle y luego otra realizó lo mismo con Robert, él rápidamente llenó su plato con algunas uvas rojas y el queso dorniense que acabó gustándole. Ella tomó un pastel de limón que debía ser uno de sus preferidos.

Primero degustaron la comida en silencio, y con una mirada, Maegelle le ordenó a ambas sirvientas que se retiraran y los dejaran en completa soledad. Robert arqueó sus cejas con curiosidad y posó su mirada en ella cuando la puerta les hizo saber que ahora se encontraban en soledad.

─¿Qué sucede, princesa? ─preguntó.

─Mi padre... ha dado ciertas órdenes con respecto a nuestro matrimonio y línea de asunción ─dijo ella, apoyando su espalda contra el respaldo de la silla.

─Bueno, ciertamente tengo curiosidad y sé, por pura sospecha, que no saldré bien parado.

Maegelle no respondió a ello, limpió sus labios con la servilleta blanca y procedió a hablar:

─Ha dejado en claro que nuestros hijos poseerán el apellido Baratheon ─musitó ella. Robert no lo vio como algo malo, pero supuso que no había finalizado─, al menos así será hasta que nuestro primogénito ascienda al trono, de ahí en más será Targaryen y su línea continuará con nuestro apellido, independientemente del sexo.

Robert no dijo nada al principio, se mantuvo tan callado que Maegelle consideró que estaba pensando en realizar todo un numerito dramático para hacer oír su disgusto.

─¿Sólo el primogénito será Targaryen? ─preguntó él.

─Así es.

─Bien, no tendré ninguna queja en cuanto a eso ─dijo él, encogiéndose de hombros─. Entiendo por qué vuestro padre desea aclarar eso.

─Estás actuando demasiado comprensivo, imaginé que ibas a patalear y a negarte rotundamente ─dijo ella, mirándolo con sus ojos entrecerrados. Robert rodó sus ojos.

─Ya deja de tratarme como si tuviera seis años.

Ella evitó responder a ello, sonriéndole con diversión.

─Después de la ceremonia de mañana, partiremos hacia Dragonstone con mis hermanos menores ─dijo ella─. Debemos conversar sobre otros temas importantes.

─¿Cómo cuáles, princesa? ¿Qué vestido te quedará mejor para el día de tú coronación? ─le preguntó, con una leve sonrisa divertida.

Ella rodó sus ojos.

─No, tonto ─musitó ella─, sobre cómo vamos a quitar a mi padre de su trono.

Robert se quedó en silencio. Ella lo observó con sus cejas arqueadas.

─No me involucres en tus locuras.

Ella volvió a rodar sus ojos, sin poderlo evitar.

─¡Deja de rodar los ojos, te vas a quedar más tonta aún!

Maegelle bufó ofendida, mientras evitaba tirarle con el tenedor de plata.

─Cállate tonto y deja de gritar ─musitó, con los deseos por golpearlo incrementando─. No sé qué ha pasado por tu cabeza, no planeo envenenarlo, ni mucho menos hacer nada que sea arriesgado para todo el pueblo. Pero él está errante, su coherencia desapareció y no podemos permitir que siga impartiendo justicia en este estado.

─¿Podemos...? La corona está en tu cabeza. No en la mía.

─Serás Rey regente, no podrás salirte de tus deberes cuando ese momento llegue ─musitó ella. Cruzada de brazos. Robert empezaba a sentir más disgusto sobre lo que se vendría tras el día de mañana─. No será tan malo, Robert. Solo deberemos enmendar los errores que mi padre ha cometido.

─Nos llevará toda la vida.

─Que así sea ─musitó ella, sonriéndole─. Ahora, disfruta de este desayuno porque mañana no deseo que estés hinchado de comer tanto.

─Te detesto.

─Es mutuo, amor.

Robert no dijo nada, continuó bebiendo del té que le sirvieron.

─¿Qué hierba es esta...?































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