The forgotten Kingdom 《♤》 Mic...

By -Mxxnligth-

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《 Cuando la guerra se desata entre dos reinos, Mina se ve obligada a entrar al ejército para defender a su Re... More

Prólogo
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
Once
Doce
Trece
Catorce
Quince
Dieciséis
Diecisiete
Diecinueve
Veinte
Veintiuno
Veintidós
Veintitrés
Final
Epílogo

Dieciocho

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By -Mxxnligth-

Cuando Mina despertó al día siguiente, Chaeyoung ya no estaba ahí. Supuso que tuvo que irse temprano por la mañana y no quiso despertarla, pero aun así tuvo la pequeña esperanza de despertar con su compañía, aunque fuera solo apoyada nuevamente en la pared. Habría sido reconfortante. No esperó mucho y se puso de pie. Por la cantidad de luz que entraba por la ventana, podía decir que ya era más tarde de lo que solía despertar normalmente, así que estaba atrasada para todo lo que vendría en el día, lo cual incluía el funeral de su padre. Nadie la había preparado para perder a sus padres a tan corta edad. En realidad, nadie estaba preparado para perder a alguien.

Tragándose las ganas de llorar como lo hizo toda la noche, se colocó el uniforme y salió de su habitación, con la cabeza en alto e ignorando por completo el ardor en sus ojos cuando la luz dio directo en su rostro. Pocos pasos fueron suficientes para llegar a lo que era el salón de trono. Sabía que Sana estaría ahí esperándola para discutir sobre lo que pasaría ahora. Esperaba que Chaeyoung también estuviera ahí.

— Buen día, Sana — habló en cuanto cruzó la puerta, viendo la figura de la mujer junto al ventanal hacia donde Mina dirigió sus pasos —. ¿Cómo lo tomaron?

— Bien, dentro de lo que cabe — respondió la mujer sin apartar la mirada de la multitud que se congregaba alrededor del castillo —. Su muerte nos tiene de luto a todos, pero tu existencia les da un poco de esperanza.

— ¿Esperanza?

— No están a la deriva. — El comentario a sus espaldas las hizo girar, donde Chaeyoung las saludó con una sonrisa, dando a Mina un pequeño asentimiento como reverencia —. Perder a un Rey sin familia significaría estar solos en una guerra. Muchos se resignaron a la pérdida del reino, pero con el anuncio de tu parentesco con el Rey Akira volvió la esperanza de no perderlo todo.

— ¿Soy su esperanza?

— Siempre lo has sido. — La soldado respondió acercándose a su lado, su mirada cayendo en la multitud que lloraba por su Rey —. Buen día, Mina.

— Buenos días, Chaeyoung. — murmuró, devolviendo la mirada a su pueblo. Podía sentir cada llanto retumbar en su pecho. La pérdida de su padre había sido un golpe duro para Vergessene y sabía que Verlassen aprovecharía la oportunidad —. ¿Despertaste temprano? No estabas cuando desperté.

— Lo siento, envié algunas cartas para dar la noticia y me reuní con el comandante Reiss — habló en voz baja, manteniendo la conversación ajena a Sana —. También hice una carta para Nayeon, y bueno, personalmente una para Tzuyu.

— Oh, por un momento creí que habían perdido comunicación — mencionó recordando como realmente nunca se había comunicado con nadie fuera del castillo, se concentró tanto en sus nuevas responsabilidades que el mundo exterior dejó de existir—. Gracias por recordar a Nayeon.

— Solemos enviar cartas de vez en cuando, solo cosas muy generales sobre la vida en el ejército. — Alzó los hombros restando importancia —. Solo creí que sería bueno que pasaran algún momento juntas, sé que es importante para usted.

— Gracias, sí que lo es. ¿Tenemos noticias sobre Verlassen?

— El comandante Reiss vino esta mañana a entregar unos informes — mencionó Sana señalando un pequeño montón de papeles en una pequeña mesa, justo por encima del mapa del reino —. Dijo que esperaría tu opinión para reunirse y decidir estrategias.

— Discutimos algunas en su oficina — añadió Chaeyoung siguiendo a Mina cuando esta se acercó a leer los documentos —. El método de ataque de Verlassen es... particular, para ser un Reino muy violento sus ataques no lo han sido, más allá de la invasión al Distrito Sur y la batalla en la que participamos, no hemos registrado ningún otro enfrentamiento, pero han reportado robos.

— ¿Robos? — preguntó con confusión, bajando los papeles en sus manos para observar el rostro preocupado de Chaeyoung —. ¿Qué clase de robos?

— Hubo unos cuantos en el Distrito Este, pero pararon después de unos días. — Comenzó a explicar mientras movía los documentos de la mesa para exponer el mapa del reino, su mano yendo a la pluma en una esquina del mueble para tomarla y comenzar a trazar en el mapa —. Se detuvieron el tiempo exacto que toma ir del Distrito Este al Norte, y de ahí comenzaron algunos robos alrededor del Distrito Norte, todos son de víveres básicos y poco a poco se están moviendo hacia el castillo.

— ¿No han detenido a nadie? — preguntó con incredulidad, recibiendo una respuesta negativa de la soldado —. Tenemos a los distritos casi en hambruna desde la invasión del Sur, ¿y nadie ha prestado atención a los robos de víveres? ¡Nuestra prioridad son los civiles!

— Las tropas están divididas en gran parte alrededor del castillo, en las salidas y entradas de los Distritos — respondió Sana acercándose a ambas —. Junto a tu padre, el comandante Reiss creyó que era lo más apropiado para evitar otra invasión y mantener a los civiles a salvo.

Mina gimió con frustración dejando caer los informes de nuevo en la mesa, ocultando los trazos de Chaeyoung en el proceso. Con pasos largos se acercó nuevamente a la ventana y observó con consternación todo lo que rodeaba el castillo, viendo a las personas que caminaban por el lugar y a los que lloraban por su padre se preguntó quiénes realmente eran parte de su reino, quiénes realmente pertenecían a Vergessene. Verlassen era un lugar violento con un Rey sangriento, pero no impulsivo, Alistair era malditamente inteligente por hacer que sus soldados se infiltraran en el reino

— No hay ningún ataque porque no es el plan — dijo mirando sobre su hombro a su soldado y su consejera, quienes mantenían una mirada confundida en sus rostros —. Se están moviendo lentamente hasta el castillo como malditos civiles, la estrategia de Reiss no funciona... ¡porque los estamos protegiendo a ellos también!

El rostro de Sana cayó y Chaeyoung parecía demasiado perdida en sus pensamientos, Mina podía ver desde su lugar a su cerebro trabajar a toda velocidad. Todos en ese estúpido reino habían sido tan idiotas como para no notarlo, Verlassen se había estado burlando de ellos durante todo ese tiempo y ninguna persona tuvo la capacidad mental para notarlo, estaba frente a sus ojos y nadie pudo ver más allá de sus narices. Todos eran tan inútiles.

Mina tomó aire preguntándose qué tan calificados estaban los comandantes del ejército realmente, se preguntó si en algún momento su padre los puso a prueba o simplemente no le importó en lo absoluto a quienes ponía a cargo de la seguridad de su reino.

— Nadie entra ni sale de los distritos a partir de hoy, ni siquiera del castillo — ordenó dando pasos rápidos a la mesa, de donde tomó todos los informes que el comandante Reiss había llevado —. Revisen a todos los civiles, tráiganme a todo sospechoso y quiero los expedientes de todos los comandantes conmigo al atardecer, después del funeral de mi padre.

— Sí, mi Reina. — Sana asintió dándole una pequeña reverencia cuando Mina pasó frente a ellas en dirección a la puerta.

— Ah, por cierto. — Se detuvo en el umbral de la puerta y miró sobre su hombro —. También quiero que investiguen a todo el ejército y a cada personal en el castillo, incluyéndolas.

— ¿Qué? — Chaeyoung saltó a la defensiva, frunciendo el ceño al sentir la desconfianza —. Pero nos conoces, no puedes hacer esto.

— Es una orden, Chaeyoung — respondió girándose nuevamente, dándole la espalda a ambas —. Y yo soy la Reina.

El funeral del Rey Akira fue abierto al público. Mina sabía que, a pesar de que en los últimos años su padre no estuvo muy presente, el pueblo seguía teniendo cariño por el hombre. Una multitud generosa se reunió para despedir al difunto Rey. Sin embargo, pequeñas revueltas se produjeron en las salidas de los Distritos al no permitirles la salida hacia el funeral. La orden de Mina permaneció intacta, incluso si pudo ver con sus propios ojos el descontento ante su decisión, pero no podía arriesgarse. Los soldados encubiertos de Verlassen podían entrar a los terrenos del castillo y sería el fin de Verlassen. No iba a arriesgarse.

Prefería un pueblo descontento a no tener pueblo alguno, no iba a perderlos. Mantuvo un rostro serio durante toda la ceremonia, dando sus respetos y buscando dar una imagen fuerte a los pueblerinos que la veían por primera vez con su título oficial. Vergessene no necesitaba a una Reina que pareciera débil, necesitaban a alguien fuerte para poder ganar esa guerra. Incluso si nunca había creído en la estúpida idea de que llorar era de personas débiles, la sociedad lo hacía; necesitaba ser fuerte, no por ella, sino por ellos.

No vestía ningún vestido pretencioso ni algo que anunciara su título realmente, mantenía el mismo uniforme que el resto de los soldados en ese momento. Era probable que muchos se hubieran confundido al ver a una simple soldado al lado de la consejera del Rey y rodeada de los comandantes del ejército. Las personas sabían de la nueva Reina, pero pocos la conocían en realidad. Se preguntaba si parte de la multitud se presentó al funeral solamente para verla, intentar saber algo más sobre quién tomaría la corona de Vergessene. El pensamiento la molestó. Su padre merecía más que eso.

— Mi reina, hemos terminado. — La suave voz de Sana la sacó de sus pensamientos, parpadeando regresó a la realidad.

El ataúd de su padre ya había sido enterrado, a su alrededor todos habían abandonado el lugar dando sus últimas palabras al Rey, poco a poco Mina fue quedándose sola frente a la ahora tumba de su padre, solo con Sana a su lado.

— Lo lamento, perdí la noción del tiempo — murmuró dando un paso atrás — creo que hemos terminado.

Le dio una última mirada al lugar, hablando mentalmente con su padre; prometiéndole en silencio reencontrarse algún día. Se inclinó, dándole su primera y última reverencia, tomó aire y dio media vuelta, lista para decirle adiós al Rey. Ahora realmente estaba sola en el mundo, ya había enterrado a sus padres en menos de un año y por cómo iban las cosas para Vergessene, tenía la sensación de que ella también sería enterrada en el mismo año. Podría ser ese mismo día, mañana, en unas semanas o meses; si no cambiaba el rumbo de la guerra, ella y su reino serían enterrados.

Mina dirigió sus pasos hacia una de las tantas entradas del castillo, con Sana a su lado y Chaeyoung caminando unos cuantos metros detrás de ellas. Se sorprendió cuando notó que la soldado no se había ido con el resto de los asistentes del funeral. Creyó que solo Sana se había quedado a su lado y se equivocó. Puede que Chaeyoung no le estuviera dirigiendo la mirada o palabra, que siguiera indignada y molesta por sus decisiones, por su desconfianza, pero seguía ahí, siempre estaba ahí. Suponía que su comentario de quedarse con ella era real.

Juntas se adentraron en el castillo. Sana se desvió hacia su propia habitación, atendiendo la orden de descansar lo que restaba del día. Unas cuantas horas de descanso le vendrían bien. Mina sabía que también había sido una noche larga para la mujer. Sabía que era posible que después de tanto tiempo junto a su padre, su muerte hubiera sido dolorosa y que, al encargarse del funeral, no había tenido tiempo de atender su propio dolor. Ella también merecía despedirse.

Mina se despidió, le dio las gracias y siguió su camino hasta su habitación, con Chaeyoung detrás de ella, sin dirigirle la palabra. Esto ocasionó una gran tensión en el camino hasta su destino. Incluso si Mina realmente quisiera hablarle, no creía que fuera una buena idea. Tenía la impresión de que la soldado saltaría a golpearla, si pudiera, claro.

— Los expedientes que pidió ya están dentro. — dijo Chaeyoung deteniendo a Mina cuando esta se dispuso a entrar, dejándola debajo del umbral de la puerta—. Están los de los comandantes y de todo el personal del castillo, incluyendo el mío y el de Sana.

— Chaeyoung. — llamó suavemente cuando la soldado mantenía los ojos lejos de ella, solo dándole información.

— Tenemos a unos cuantos civiles identificados. — Continuó hablando, dejando en claro que no tenía ninguna intención de mantener una conversación —. Serán traídos mañana por la mañana, puede hablar con ellos cuando desee.

Mina suspiró, asintiendo. Sabía que lo había arruinado bastante al dudar de ellas también, ni siquiera era que dudara como tal, solo estaba paranoica al respecto. Recordaba a Chris siendo ejecutado por traición y tenía demasiado pánico de que algo así pasara de nuevo. No quería tener que ejecutar a ningún inocente por no poder probar su inocencia y definitivamente no quería a ningún soldado de Verlassen en su reino. Ya estaban en la sociedad y mientras ella investigaba a todos, ese soldado podía estar planeando su asesinato justo frente a sus narices. Nadie había pensado lo suficiente en eso, que incluso ella misma podía ser soldado de Verlassen y nadie se lo preguntaría nunca. Solo quería mantener a su reino a salvo.

— Está bien. — murmuró resignándose a su castigo —. Gracias, soldado.

Esa manera tan especifica de llamarla hizo a Chaeyoung girar la cabeza para mirarla, pero ya era tarde, Mina había cruzado la puerta y con lo único que se topó fue madera.

Mina se apresuró a revisar la enorme pila de documentos que tenía por leer, desde la información del más simple empleado del castillo hasta el cargo más alto del ejército. Inició por lo más simple, recorriendo a los encargados de la cocina, la limpieza y cosas sin tanto acercamiento a documentos importantes. No encontró demasiado, herederos de personas que en algún momento su abuelo había contratado y llevaban décadas trabajando para la familia real. La tranquilizó un poco notar que realmente no había contrataciones nuevas en las fechas en que inició la guerra. Continuó con los comandantes; ahí realmente se dedicó a revisar su rendimiento y no tanto su vida en el reino. Para ser comandante debieron pasar por años de experiencia, así que no le preocupaba demasiado. Estaba preocupada por su rendimiento actual. Los comandantes eran cruciales para los enfrentamientos en la guerra. Si bien en los pocos encuentros que tuvieron con Verlassen hicieron lo mejor que pudieron y se priorizaron las vidas civiles, Mina no estaba tan conforme con algunos. Se encargaría de hablar con ellos al día siguiente o cuando tuviera tiempo. Revisó con más cuidado a los novatos del ejército, pasó por cada uno de sus compañeros y por otros miles que definitivamente no conocía. Esos fueron los más cansados; no solo tuvo que leer repetidas veces la historia de su vida antes de unirse al ejército, también tuvo que analizar su desempeño durante el entrenamiento y en su división. Gracias a su padre y su petición de llevar al ejército a una persona por familia, también tuvo que leer la historia de todas las familias existentes en Vergessene. Le llevó horas comprobar que dentro del ejército y el castillo no existía ningún soldado de Verlassen que planeara cortarle la cabeza mientras dormía.

Cuando el atardecer cayó y la oscuridad comenzó a afectar su visión, solo le quedaban cinco expedientes por leer, siendo sincera, los más importantes para ella: Nayeon estaba ahí, Jihyo también, Tzuyu, Sana y Chaeyoung. Confiaba en ellas, así que se sentía incluso tonta por querer revisarlos, pero tenía que hacerlo si quería mantener a todos a salvo. Con un suspiro cansado, se puso de pie, su espalda dolía por el cambio de posición después de estar horas sin moverse de lugar; llevaría el resto de los expedientes a su cama, para mayor comodidad y por si se quedaba dormida a media revisión, no despertar con la espalda hecha un desastre.

Entre la oscuridad del lugar, tropezó con un objeto que no logró identificar en el suelo. Con reflejos, se sostuvo de la cama y evitó un gran golpe, aunque eso no impidió que su pequeño grito de terror fuera escuchado en el pasillo. La puerta fue abierta de golpe, provocándole un jadeo debido al ruido tan abrumador que hizo la madera al chocar entre sí. Mina parpadeó cuando otro golpe se escuchó al cerrarse las puertas detrás de la figura que entró corriendo al lugar. Chaeyoung estaba de pie frente a ella, con su espada desenfundada brillando por el leve reflejo de la luna y con una mirada llena de pánico, buscando algo en la habitación. Su semblante se relajó cuando solo se encontró con Mina, con papeles contra su pecho y los ojos bien abiertos, fijos en el arma que tenía la soldado en sus manos.

— ¿Ibas a matarme con eso? — preguntó recomponiendo la postura poco a poco.

Chaeyoung le mandó una mirada extraña.

— ¿Qué? No, no, claro que no — habló bajando el arma que seguía apuntando directo a la Reina, la colocó en su funda nuevamente y se aclaró la garganta —. Lo siento, creí que estaba en peligro. Escuché un grito y pensé que alguien había entrado.

— Subo como treinta escaleras para llegar hasta aquí, a menos que alguien quiera arriesgarse a caer desde tan alto creo que sería mejor entrar por la puerta — Mina respondió aún un poco alterada por el momento —. Y bueno, tú estás en la puerta.

— Eh, sí — murmuró sintiéndose avergonzada por todo el pánico en sus acciones — Lo siento, solo creí que estaba en peligro.

— ¿Ibas a matarlo con eso?

— Ah... no, ¿sí? — Chaeyoung no sabia muy bien qué responder, y Mina se estaba divirtiendo —. Bueno, dependería.

— ¿De qué?

— De si estaba en peligro.

Mina asintió, sintiéndose más calmada tomó asiento en su cama ofreciéndole a Chaeyoung el espacio a su lado.

— Buen trabajo, soldado. — Felicitó mientras Chaeyoung daba pequeños pasos dudosos hasta ella, quedando frente a frente —. ¿Te gustaría ayudarme?

— Siempre, mi Reina — murmuró dándole un asentimiento automático —. ¿En qué puedo ayudar?

— Primero, siéntate — dijo palmeando el lugar a su lado. Chaeyoung pareció dudarlo un poco, suponía que seguía un tanto molesta, pero no podía negarse a las peticiones de Mina —. ¿Me ayudas con estos expedientes? Solos son cinco, pero estoy exhausta y necesito dormir.

—¿Ya llegó a los nuestros?

Mina detuvo la búsqueda de los expedientes pendientes que habían terminado revueltos con los que ya había leído y levantó la mirada para observar a Chaeyoung. Si bien la pregunta había sonado con genuina curiosidad, Mina pudo ver el brillo de molestia en sus ojos, la manera en que su ceño se mantenía fruncido incluso si parecía que intentaba contenerlo, y cómo en su rostro había una pequeña mueca.

— Son los que faltan — respondió, estirando la mano para pasar el pulgar por el ceño fruncido de Chaeyoung. No tuvo que estirarse demasiado al tener a la soldado tan cerca —. ¿Sigues molesta conmigo?

— No lo sé. — Chaeyoung alejó su rostro de la mano de Mina, manteniendo la cabeza baja y fija en sus manos —. Sana habló conmigo después de que te fuiste.

— ¿Qué te dijo?

— Que... es necesario — murmuró, sintiendo la mirada de Mina sobre su mejilla —. Que debemos entenderlo; estamos en una situación en la que un traidor tan cerca a la corona sería fatal y que por mucho que puedas confiar en nosotros, tienes que dudar. Por el bien común.

— ¿Y usted qué piensa, soldado?

Chaeyoung la miró, una mueca de disgusto muy evidente en su rostro.

— Que no me gusta que me llames así — respondió con tanta indignación que a Mina le pareció cómico —. Soy Chaeyoung, solo Chaeyoung.

— Yo soy Mina, solo Mina. — Insistió como lo había hecho antes, cuando le pidió que la acompañara —. Lo siento, Chaeyoung.

— ¿Por qué?

— Por pedir tu expediente también — murmuró, sintiéndose culpable por dudar, su vista abandonando los ojos de la soldado y concentrándose en sus propias manos. El anillo de su padre se sintió pesado en su mano —. Lo siento, estoy aterrada por la idea de perder a cualquiera de ustedes y, a este punto, no estoy muy segura en quién debería confiar. Debo dudar de todos, incluso de mí, para lograr que Vergessene sea un lugar seguro. No me gusta tener que leer tantos documentos y sentir la incertidumbre si en alguno de ellos encontraré algo que me obligue a fusilar a alguien, pero soy la Reina y tengo responsabilidades con todo un reino.

— Lo sé y lo entiendo, de verdad. Hay cosas que tenemos que hacer, incluso si no es lo que queremos realmente. — Chaeyoung estuvo de acuerdo, asintiendo repetidamente con sus palabras —. Solo... no lo sé, creí que por el tiempo conociéndonos sería diferente. Es tonto.

— Lo siento, no pretendía hacerte sentir mal y no es tonto — Mina aseguró y alzó la mirada, encontrándose con los ojos de Chaeyoung, brillosos bajo la poca luz de luna que entraba a su habitación —. Todo ha sido demasiado últimamente y creo que pudo tomar las riendas en como pedí las cosas. Lo lamento, fui grosera con ustedes.

Chaeyoung suspiró, quedándose en silencio un momento. Sabía que sus disculpas eran sinceras, incluso si no buscaba realmente una disculpa. La sinceridad de sus palabras calmó sus pensamientos y suavizó la tensión que las rodeaba. Se acercó un poco más a Mina; sus piernas se rozaban y podía sentir el calor corporal de su cuerpo a través de la suave brisa de la noche.

— No tienes que disculparte — respondió con un tono suave, manteniendo el contacto visual para que Mina supiera que lo decía en serio—. Sé que es difícil, que tienes muchas responsabilidades y demasiado peso sobre tus hombros. Lo entiendo, hay cosas que tienes que hacer.

— Aún así, no tenía que hablarles mal.

— Está bien, Mina — murmuró subiendo su mano hasta la mejilla de la Reina, suaves caricias reconfortantes trayéndoles recuerdos—. No importa si un día decides que el mundo es tu enemigo, yo estaré a tu lado.

— Lo sé — respondió, una sonrisa juguetona cruzó su rostro cuando Chaeyoung alzó ambas cejas.

— ¿Tan segura está de eso, mi Reina? — El tono juguetón y la gran exageración en el titulo las hizo reír, una pequeña risa que se sintió cálida en sus corazones. Mina no recordaba la última vez que había reído de verdad.

— Claro — dijo asintiendo, sus mejillas se sentían calientes y la sonrisa seguía en su rostro —. Confío en ti.

Chaeyoung tomó aire, la confesión la tomó por sorpresa. Era posible que ya lo supiera, Mina tuvo que aceptar que ella fuese la encargada de su seguridad por el resto de su vida, pero escucharlo salir de su boca por primera vez le provocó una pequeña taquicardia, se sentía bien. Se inclinó hacia Mina, buscando escucharlo una vez más.

— ¿Confías en mí?

Mina suspiró. Teniéndola tan cerca, Chaeyoung pudo sentir ese suspiro en sus mejillas, pero no se alejó, estaba demasiado cómoda con su mirada vagando por el rostro de la Reina. Pasó por cada lunar, delineó la línea de su mandíbula, se detuvo en sus labios y no regresó la mirada a sus ojos hasta que Mina también se inclinó. Chaeyoung contuvo la respiración.

— Confío en ti, Chaeyoung — respondió, siendo ahora ella quien vagaba por el rostro de la soldado —. ¿Chaeyoung?

— ¿Si, Mina? — preguntó como respuesta.

— ¿Estaría abusando de mi poder si te pido que me beses?

Chaeyoung negó, riendo levemente cuando las mejillas de Mina se pusieron rojas.

— Estoy a su total disposición, mi Reina.

No se necesitaron más comentarios juguetones o miradas sugerentes; su respuesta fue suficiente para acortar la poca distancia que había entre ellas. Sus labios se unieron en un simple contacto, manteniéndose juntos unos segundos antes de que Chaeyoung se inclinara hacia Mina y profundizara el beso. Las manos de Mina acunaron el rostro de Chaeyoung, manteniéndola cerca mientras los suspiros de ambas llenaban la habitación. No sabían cuánto tiempo habían estado esperando ese momento, pero lo estaban disfrutando más de lo que podían imaginar.

— ¿Sabes? — murmuró Chaeyoung contra los labios de Mina, separándose solo lo necesario para que ambas pudieran tomar aire —. Puedes abusar de tu poder así cuando quieras.

La risa de Mina fue interrumpida por los labios de Chaeyoung.

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