El Capítulo de Nuestro Amor ©...

By ponche_26

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"La vida consta de muchos capítulos, pero sin duda el del amor, es el más interesante de ellos." Cuando Ameli... More

1. Un rostro taciturno.
2. Ausencia
3. Una torpe caída.
4. Almuerzos en la oficina.
5. "Déjame dormir en tu auto"
6. A paso de tortugas.
7. El viaje hacia Merrel.
8. Traición, la mía.
9. Isaac en la brecha.
10. Huyendo.
11. Todo mal.
12. Lo único que lamento
13. El parque de las aguas.
14. La familia Taylor
15. Una sola cama.
16. Tonto por ella.
17. Una broma de goma
18. "La derribaré"
19. Una publicación inesperada.
20. "Perdón"
22. Un panorama confuso y desconocido
23. Propuesta.
24. "Todo un caso"
25. Demostrar lo contrario.
26. Elegir
27. El final de una historia casi real
Epílogo
AGRADECIMIENTOS FINALES

21. Una llamada inoportuna.

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By ponche_26

Ambos nos encontrábamos armando cajas y limpiando los objetos de valor para guardarlas a salvo. Teníamos máximo dos días para quitar todo de la casa, por lo que recibiríamos ayuda de los primos de Isaac y de Sophia, quienes se habían ofrecido de voluntarios, así como también de algunas personas que él había contratado para mover las cosas pesadas, aunque ellos no llegarían hasta en una hora.

—Bueno... —Podía notar que se encontraba ligeramente avergonzado después de haber sido notablemente expuesto. —Mi principal inspiración fuiste tú. —Admitió. —De hecho, planeaba entregarte el manuscrito terminado esa misma noche de la tragedia, en la feria de Merrel, pero por obvias razones no pude. Desistí de escribir por un buen tiempo después de eso, hasta que un día, después de dos años en la universidad, encontré lo que había escrito en una de las cajas de la mudanza que nunca había abierto. Y aquí estamos...

—Eso ha sido lo más romántico que alguien ha hecho por mí. —respondí depositando un corto beso sobre sus labios para regresar nuevamente a mis quehaceres.

Me dediqué a guardar los libros de Isaac y objetos de su escritorio con mucho cuidado, mientras él desarmaba su antigua cama con mucha facilidad.

—Ha sido una locura. Sin ese libro jamás te hubiera visto de nuevo.

Tenía mucho sentido; si él no lo hubiese publicado, posiblemente ahora sería un ingeniero civil como el resto y no el jefe de área de edición de la editorial Van'Hausens, y mi actual novio.

—Qué bueno que lo hiciste.—sonreí en mi lugar, consciente de que él también lo hacía.

...

Así se pasaron los dos primeros días de desalojo. Me encontraba igual de ansiosa y emocionada que Isaac, quien de vez en cuando ojeaba la copia de los planos que le había entregado el arquitecto con mucho orgullo.

Para la destrucción de la casa entera necesitamos mucha ayuda, por lo que decidimos apoyarnos de nuestros aliados adolescentes. Disfrutaba mucho el poder pasar más tiempo con mi familia, así cómo también con los alborotadores y muy enérgicos Gates, antiguamente, los Anthonyson.

—Sólo tomas el martillo así y golpeas. —Max era el encargado de enseñarles a Sophia y a Mindy a destruir las gradas de la parte externa, las cuales eran unas de las pocas actividades que podían hacer, ya que el resto sería muy peligroso. Todos lucíamos cómo expertos; con cascos, botas, faciales y guantes.

Martín Jiménez era el ingeniero encargado de la demolición, quien había sugerido que ayudemos en el proceso en la medida de lo posible, asegurando que era terapéutico destruir las cosas de vez en cuando.

Tanto Isaac cómo yo verdaderamente lo habíamos disfrutado. Aún podía sentir que observaba con nostalgia los escombros que quedaban de la construcción, pero sonreía un tanto complacido; sabía que pronto podría disfrutar de un nuevo hogar, muy distinto al que había tenido en su niñez.

—Bueno, muchas gracias por su ayuda, chicos. —Habló Martín, el ingeniero. —Pero ahora necesitaremos maquinaria para echar abajo las paredes, así que deben permanecer un tanto alejados por unos días.

—Vale. —Respondió Max. —Creo que ya sé que quiero estudiar en la universidad.

Por un momento había olvidado que tanto Sophía, cómo los mellizos Gates se irían a la universidad en poco menos de dos años. Observé a mi hermana con cierto orgullo y nostalgia; pronto tendría que irse de casa, y aunque sería difícil dejarla ir, comprendía que aquella era una etapa que debía recorrer por su cuenta.

—¿Vamos por helados? —Invitó Mindy.

—Sería genial. —Respondí emocionada, mientras caminábamos de regreso a mi casa.

—Creo que Mindy se refiere sólo a mí y a Max. —Aclaró Sophia. —Cómo una salida de amigos; ustedes siempre nos tratan como niñitos.

—¿En serio estoy siendo rechazada por mi hermana?

—No te preocupes, amor. —Esta vez fue Isaac quien intervino. —Nosotros también tenemos planes, déjalos. Ya verás cómo regresarán a rogar que salgamos con ellos. —Su tono de ofensa me resultaba muy gracioso.

—Sí; váyanse. —Los animé imitando la actitud de mi novio. —No les hagan caso a estos viejos.

—No exageres, Ame, tampoco estamos tan viejos.

—Sí lo están. —Aclaró Sophia. —Amelie pronto cumplirá veintiséis.

—Y tú veintisiete, Isaac.

Si bien aquellas edades no eran consideradas muy avanzadas, comprendíamos que para adolescentes de dieciséis y diecisiete años sí existía una notoria diferencia, pero no dijimos nada; ya le tocaría pasar por aquella etapa en donde no sabes muy bien si considerarte señor o joven aún.

...

Isaac y yo habíamos optado por tener una noche de películas; yo no era muy fan de ellas, pero pasar aquel rato con él después de un día de arduo trabajo era una excelente idea.

Lo esperé recostada sobre mi cama mientras utilizaba el control remoto de la televisión para buscar algún filme que me pareciera bueno.

—¿Cuál pongo? —le pregunté a la distancia, indecisa sobre alguna en particular.

—La que tú quieras, amor. —respondió desde adentro del baño. Él había decidido tomar una ducha antes de acostarse. —Veré la que tú pongas.

Salió del baño con el cabello echo un lío; supuse que se lo había secado con la toalla de manera descontrolada, esto después de colocarse la delgada y fresca pijama negra de algodón.

—Ven y ayúdame a escoger la película.

—Vale vale ¡Que exigente eres!—Habló con una notoria sonrisa en el rostro, mientras se acomodaba a mi lado sobre la cama.—¿Qué te parece esta?

Terminamos eligiendo una película de misterio que nos llamó la atención a ambos, aunque al final ninguno de los dos pudo concentrarse en mirarla.

Nos encontrábamos echados sobre la cama, uno al lado del otro.

—Me haces cosquillas, Isaac. —Le reproché entre carcajadas. Su mano derecha rascaba ligeramente mi cintura.

—No soy yo, es mi mano. No puedo controlarla.

Le dediqué una mirada severa y agarré su muñeca con fuerza para obligarlo a detenerse.

—Ya basta. —me quejé entre risas.

Lo observé por unos momentos; la oscuridad de la habitación sólo se veía interrumpida por las luces que la televisión nos ofrecía, lo que de cierta forma nos otorgaba un ambiente mucho más intimo a los dos.

Él acercó su mano libre hacia mi rostro y me dedicó una sutil sonrisa tierna. Las facciones de su cara eran mucho más atractivas en la oscuridad, o eso me parecía a mí.

Se acercó silenciosamente hacia mi rostro y depositó un tierno beso en mis labios.

—Te amo.—Soltó de la nada, sorprendiéndome por la forma tan confiada en que lo había dicho.—No sé si tú me amas tanto como yo, pero quiero que sepas que jamás he sentido esto por alguien.

Mi silencio no era sinónimo de duda, más bien, dejaba entrever que me sentía sumamente afortunada de escucharlo.

Sabía que si el mundo se caía, o si algún día no tuviera a donde ir, sus brazos siempre me recibirían y me cuidarían como lo más valioso del mundo.

—Yo también te amo.—contesté, y me acerqué hacia él para besarlo lentamente.

Una de sus manos acariciaba mi cintura con delicadeza; su tacto tenía aquella habilidad para despertar en mí un sinfín de emociones que jamás había experimentado con ningún chico.

—¿Tienes hambre? —pregunté en un susurro una vez que nos separamos. Pude mirarlo a los ojos, sintiendo como ellos me transmitían toda la confianza y admiración del mundo.

—Tengo sueño.—respondió-—¿Puedo abrazarte? Duermo mejor si abrazo a alguien.

—Entonces no soy la primera con la que duermes así.

Sí, por ratos el drama corría por mis venas con total normalidad.

—Sólo con mi almohada.—Aclaró con una ligera sonrisa.—Ahora ven aquí.

Me atrajo hacia él en un sencillo movimiento y me envolvió entre sus brazos como a una niña pequeña. Respirar el olor de su perfume en su pecho era como estar en el cielo, y sonreí ligeramente mientras cerraba los ojos junto a él. Había sido un día de mucho trabajo y el cansancio parecía pasarnos factura.

El momento era perfecto, o eso creíamos, pues el sonido de una llamada al celular de Isaac nos despertó en cuestión de segundos.

—Maldición.—Se quejó entre dientes, ojeando rápidamente la pantalla del móvil para colgar después de eso.

—Creo que es urgente.—comenté soltando un pequeño bostezo, más él aseguró que su sueño y el estar conmigo eran más importantes.

Nuevamente el sonido del teléfono sonando llamó nuestra atención. Me liberé del agarre de Isaac escuchando un notorio quejido de su parte, y observé como se puso de pie con el celular en mano mientras caminaba hacia la puerta.

—No te duermas sin darme mi beso de buenas noches. El anterior ya no cuenta.—aclaró, y salió de la habitación con pisadas rápidas.—¡¿Qué rayos quieres, Thomas?!

Lo escuché quejarse por el pasillo, y sonreí como tonta.

Él era un excelente compañero de equipo, y esperaba muy dentro de mí, que nada en el mundo fuera capaz de arrebatármelo, aunque después de aquella llamada las cosas comenzaron a complicarse para ambos.

—¿Te encuentras bien?—le pregunté cuando estuvo de regreso.

Podía notar en su mirada que había algo que le preocupaba.

—Debemos volver a Hopmond.—contestó pasando su mano sobre su cabello.

—¿Por qué? ¿Qué pasó?

—Es hora de qué conozcas a alguien.—habló.—Mi abuela está en camino desde Inglaterra.

La expresión en su rostro sólo podía asegurarme una cosa: aquella visita no era buena.

No sabía con certeza a quién debía enfrentarme, y aquello sólo aumentó mi preocupación más de lo que hubiera deseado.

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