La Amante de mi Esposo (ℭ𝔞𝔪...

De angelXXVII

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+18 (fanfic hot) Camila Cabello va tras la supuesta amante de su esposo para exigirle explicaciones. Lo que... Mais

Presentación de los personajes
02 • Overcoming
03 • You again?
04 • (L) The Biggest Mistake
05 • Camila Mendes
06 • Jaguar's Agency
07 • You're Welcome
08 • From Home
09 • (F) Sweetest
10 • Bets and Surprises
11 • (F) Without
12 • The pression
13 • Good and Hot Blackmail
14 • (L) All Night
15 • (C) She Loves Control
16 • Revenge
17 • Lauren's back
18 • Charlotte
19 • (L) Take a Shower
20 • Hackers
21 • Loyalty
22 • Meeting
23 • Karla Camila
24 • Miami Beach
25 • (F) This Love
26 • Discovery
27 • Precipitation
28 • Playing dirty
29 • (L) Lustful desire
30 • November 25th
31 • If there's love...
32 • Fifteen minutes
33 • (L) Tokyo
34 • Gift
35 • (C) Leash
36 • Christmas Night
37 • Alexa Ferrer
38 • Back to Black
39 • (L) Solutions
40 • Last Piece
41 • (L) Table
42 • The Judgment
43 • Santa Maria, Cuba
44 • Michael's Promise
45 • (F) My Husband's Lover
(L) ESPECIAL 1 MILLÓN DE VIEWS

01 • Treason

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De angelXXVII

[...] Ella me tiraba del pelo, mientras que con la mano izquierda me daba fuertes palmadas en las caderas. Mi torso se arqueó, mientras mi cuello quedaba a su merced. Mi piel ya estaba completamente marcada por sus dedos.

Eso le encantaba. Siempre admiraba lo tan suya que llegaba a ser en esos momentos.

— ¡Muévete, nena! — Otro golpe en mis nalgas, su gruñido erizándome la piel, si era posible, por la tercera vez consecutiva.  — Muévelo así como me gusta, zorrita. — sus dedos enredándose aún más en mis rizados mechones castaños.

En cuanto la mujer lo ordenó, la obedecí sin ceremonias. Con ella sentada en el sofá, mi intimidad se frotaba contra su muslo, muy lentamente, cubriéndola con mis fluidos de la manera que quería. Ella, a su vez, susurrándome palabras sucias al oído. Su boca deslizándose por mi lóbulo, chupándolo y volviéndome aún más loca.

— Joder... ¿Ya te estás corriendo, Karla? — jadea, apretando sus cortas uñas contra mi piel mientras gimo perezosamente. — Mírame, Camila. — aun sujetándome del pelo, prácticamente me obligó a mirarla a los ojos. — Mírame mientras te vienes contra mis muslos, nena. — Vuelvo a gemir, con el labio inferior atrapado entre los dientes, haciendo todo lo posible por no cerrar los ojos, mientras esa fuerte sensación en mi vientre prácticamente me consumía mientras ella me apretaba. — Grítalo, zorra. ¿No es así como te gusta, hm? — En retribución, recibo otra palmada en las nalgas. Esta vez más fuerte, seguida de un apretón que estoy segura de que dejaría una marca para el día siguiente. Una marca que, por milésima vez en la semana, tendría que ocultárselo a toda costa a Shawn. [...]

Todo empezó por un error y una desconfianza por mi parte. De hecho, nunca pensé que el engaño fuera la mejor alternativa. Sin embargo, para mí, lo fue.

Llegó en el peor momento de mi matrimonio. En el momento en que más lo necesitaba. Mi engaño se presentó en un coche descapotable, negro, ropa cara y refinada, con una sonrisa codiciosa en los labios, como si ya supiera el daño que estaba a punto de hacer en mi vida. Vino a apoderarse de mí por completo y a cambiar todo lo que había planeado durante años. Vino como la amante de mi esposo.

Camila Cabello P.O.V.

Estados Unidos de América, Miami, 6:45 p.m.

Toda mujer tiene el instinto de saber cuándo está siendo traicionada. Lo siente y lo percibe a través de minuciosos detalles cuando mejor observa a su pareja. Ya sea por un perfume diferente en su traje de trabajo o por la forma en que tartamudea cuando le preguntas dónde estaba.

Y yo tenía mis apuestas.

Al principio, todo nos parece imperceptible. Como mucho, una vez a la semana. Después de que ganan confianza, hacen tres, cuatro... Hasta que se establezcan los cinco días a la semana.

Las excusas cambiaban según el mes; en este, por ejemplo, era de que la empresa envió cientos de informes y que, para no sobrecargarse, se quedaría hasta tarde en el trabajo.

Shawn Mendes, a sus 38 años, era un excelente contador estadounidense. Le disputaban varias empresas y utilizaba esta estadística para convencerme con un discurso barato de que siempre estaba trabajando para obtener más beneficios y conquistar el ansiado sueño de tener una casa propia. De siete a once de la noche. Todos los días. Curiosamente, desde hace cuatro meses.

Pero da la casualidad de que estaba desempleada, así que lo único que tenía para hacer era precisamente lavar, limpiar y dejar las cosas bien organizadas en casa. Incluida su ropa de trabajo, que siempre estaba manchada por un pintalabios rojo sangre en el cuello. O también puedo mencionar el perfume femenino, que impregnaba por completo su traje social.

— Ally dijo que no podrá venir con nosotras — dijo Dinah Jane, mientras subía a su propio coche y se ajustaba el cinturón de seguridad. — Dijo que le está cuidando a Nicki y que está enfermo. — Afirmo con la cabeza, también dentro del coche. — ¿Estás bien? — Respiro hondo y murmuro que sí, ansiosa.

Tengo que ser fuerte y hacer que esto suceda. Porque elegí estar aquí. Elegí descubrir la verdad y, si es necesario, afrontarla también.

Dinah y Ally eran mis mejores amigas y llevaban exactamente tres meses escuchando mis lloriqueos sobre lo ausente que a veces se hacía mi esposo. Sospechaban de una supuesta traición, cosa que ya lo sabía, pero odiaba tener que aceptarlo en público. Shawn seguía siendo mi compañero, el mismo hombre que me había pedido matrimonio hacía ocho años, y lo defendería hasta que esté segura.

Además, era horrible tener que admitir que en algún momento de nuestra relación dejé de ser atractiva para él. Que ya no era suficiente para darle placer y que por eso se había ido a buscar a otra en la calle.

También era difícil decir el momento exacto en el que ocurrió y lo que habría hecho para ocasionarlo, pero tenía para mí que era culpa mía y encontrar a la amante de mi esposo para averiguar qué tenía ella de diferente, sería la respuesta para acabar con todo esto y reanudar mi matrimonio.

— Me alegro de que quieras enfrentarte a tus miedos, Chan. — comentó Dinah mientras aparcaba a la vuelta de la esquina donde está la salida de la empresa de Shawn Mendes, mi esposo. "Chan" era una abreviatura de "Chancho", es decir, un apodo íntimo. Del mismo modo, yo la llamaba "Chee" — Porque hoy te vas a enterar de todo.

Pero, ¿y si no quiero enterarme de todo? ¿Y si fuera más cómodo dejarlo todo como está?

— No tengo a dónde ir. — respondí cabizbaja. — No tengo casa, no tengo trabajo, no importa lo que descubra hoy, Chee, tendré que lidiar con todo esto con el pico cerrado.

— ¿Y tus padres en Cuba? — arriesgó.

— ¿Crees que sea una gran idea volver a tu país de origen después de ocho años, con tu madre regodeándose de que sabía que nuestra relación nunca funcionaría? ¿Cómo se supone que voy a mirarles a las personas después de eso? — la gigante tragó en seco. — Eso fue lo que pensé.

— Puedes dormir en mi casa si quieres...

— Dormir es diferente a vivir, Chee. Aun así, te lo agradezco, pero te rechazo la oferta. — Me quité el cinturón de seguridad, pasándome las manos por el pelo. — ¿Cómo crees que sea la mujer con la que me engaña? — La miro fijamente, un poco preocupada.

— No lo sé. Debe de ser horrorosa. — guardó el móvil que nos servía de GPS en el bolsillo. — Una mujer repugnante. Puede que incluso sea una prostituta barata.

Dinah pensó que sacar a relucir cualidades despectivas me haría sentir mejor. Sin embargo...

— Siendo así, soy peor que ellas, ¿no? — Me río de forma nasal, apenada.

— No fue en ese sentido, Chan. — mueve las manos, negando con la cabeza. — Yo solo quería...

— ¡Ahí está! — Prácticamente salté de mi asiento cuando vi a mi esposo salir de la empresa. — Veamos ahora su trayecto...

Dinah se quedó boquiabierta, me hervía la sangre y me pasaban otras cosas mientras veía a Shawn subirse a un Mercedes negro, también al lado del aparcamiento de la empresa. Él tendría que subirse al autobús y no un transporte privado.

— P-podría ser un u-uber.

— Oh, sí, claro. Con matrícula de transporte personal. — replico irónicamente.

— ¿Un amigo de la empresa? — Ni siquiera podía mirar a mi amiga con la repulsión que sentía en ese momento. — Chan, creo que sería mejor si...

— Sigue a ese coche, Dinah. — Volví a ponerme el cinturón de seguridad. — Necesito que lo sigas. Mantente pegado él, por favor.

— ¿No me reconocerá Shawn?

— ¿Y desde cuándo te ha visto conducir o se ha parado a fijarse? — Jane se encogió de hombros. — Exactamente. ¡Vamos! ¡Se han ido!

Pocos minutos después del arranque, ultrapasar los semáforos en rojo y la penosa persecución, llegamos a nuestro destino. Como era de esperarse, el Mercedes negro tomó una ruta directa a uno de los hoteles de cinco estrellas de Miami. El más grande y caro. Algo que Shawn nunca se atrevería a pagarlo por mí, eso porque ni siquiera podía permitírselo.

— ¡Vamos a entrar! — Digo decidida.

— ¿Pero a hacer qué? ¿Ya que tú misma dijiste que no tienes adónde ir? — Me tomó del brazo y cerró las puertas del vehículo. — ¿No querías estar segura? Ahí lo tienes, Camila. Y sabes que pronto tendrás que conseguir un trabajo para salir de aquella casa. — después del comentario, Dinah Jane se limitó a apoyar la frente en el volante, cansada, pues había venido directo del trabajo. Aun sabiendo que la vida de camarera en Palle't Italian no era fácil, no fui capaz de ahorrarle más trabajo por puro egoísmo. — ¿Podemos irnos ya?

—  Pero si acabamos de llegar, Chee...

— ¿Hay algo que todavía quieras ver? — me miró con sarcasmo.

— La cara de la zorra.

— ¿Para qué? — Me siguió mirando con las cejas arqueadas.

— Necesito ver qué tiene ella de diferente que no lo tenga yo.

— Camila, por el amor de Dios. — Ella puso los ojos en blanco, quitándose el cinturón. — Eso de compararse es tan viejo... ¿Por qué no aceptas que tu esposo te es infiel?

— ¡PORQUE TIENE QUE HABER UNA RAZÓN!. — Le grité sin darme cuenta, golpeando el coche, a lo que Dinah me miró con los ojos muy abiertos.

No me disculpé y tampoco la miré a los ojos, pero sabía que le había gritado a la persona equivocada. Mi cabeza estaba a todo vapor, probablemente diría otras mierdas que la enojaría si intentaba mejorar las cosas. Mierdas que sé que nunca debería de estar preocupándome, pero que simplemente me estaba atormentando.

Después de un rato incómodo en el coche, ella con la cara larga, se pasó una hora. Exactamente una hora para que ese mismo coche saliera del hotel. Las ventanillas cerradas y polarizadas, no me dieron la posibilidad de ver la cara del conductor. Dinah arrancó el coche y cambió la marcha para que pudiéramos volver a seguirlos.

A cada quinientos metros recorridos, el corazón me latía con más fuerza en el pecho. Un ardor en la garganta y una ligera sensación de insuficiencia. Cinco minutos más en ese coche, mirando el Mercedes que se llevaba a mi esposo, bien que podría echarme a llorar aquí.

¿Será que dejé de ser atractiva? ¿Será que fracasé como compañera? Solo necesitaba saber qué había hecho mal para arreglarlo.

— En casa. — Dinah señaló el coche que estaba a unas manzanas del nuestro en cuanto llegamos a nuestro destino. Casi frente a mi casa, bajaba el hombre con una hermosa sonrisa en los labios. Una sonrisa tan grande que parecía incluso más feliz que la del día de nuestra boda. — ¿Satisfecha? — se volvió hacia mi mientras mantenía una mano en el volante. — ¿Chan? Dios mío... — sus manos trataron de secarme las lágrimas — ¡No! ¡No llores por él! — ahora usando su camisa para secarlas — ¡Oye! ¡Deja de llorar! — me apretó la mandíbula — Oh, Dios mío... ¡No dejaré que llores por un malnacido como él! — ahora con ambas manos en mi cara — ¡Mírame!

— Fueron ocho años, Chee. — la opresión cada vez más fuerte en mi pecho, de un momento a otro parecía que me iban a asfixiar — Le di tanto amor durante esos ocho años... ¿Qué hice mal-

— ¡TÚ NO ERES EL PROBLEMA CAMILA! — Casi me tragó con su grito. — ¡CARAJO, YA TE DIJE QUE ES ÉL, MALDITA SEA! — mis lágrimas aún corrían por mis mejillas — ESCÚCHAME, ¡NO TE VAS A QUEDAR MÁS EN ESA CASA! ¡YA NO VAS A COMPARTIR ESPACIO CON ESE MIERDA! — por fin me soltó. — Ve por tus cosas y ven a mi departamento.

— Pero-

— Shhhhhhhh — puso el dedo índice en mi boca. — ¡¿Quieres que me vaya por tus cosas?! ¡Voy a por ello! ¡Pero también lo mataré! — Dinah movía las manos tan rápido como sus frases. Cuando se enfadaba, no medía su tono.

— Quiero seguir el Mercedes primero... — pedí en un hilo de voz, encogiéndose en el asiento.

— ¿TÚ QUÉ? ¿PERO TE HAS VUELTO LOCA? — su voz y su cara de indignación me incomodaron aún más. —¿NO HABÍAMOS HABLADO DE ESTO HACE UNA HORA Y QUINCE MINUTOS ATRÁS?

— ¡TODAVÍA QUIERO VER SU CARA, DINAH! ¡¡¿O CREES QUE NO SABÍA QUE ME ESTABAN TRAICIONANDO?!!! — Me cruzo de brazos, resoplando.

Dinah siguió mirándome sin sonreír y sin responder si me ayudaría o no.

— ¿Vas a seguirla? Porque ella ya se está yendo...

Dinah aprieta los dientes, manteniendo esa mirada de odio en los ojos. Parecía insatisfecha con mi deseo de conocer a la amante de Shawn. No solo de conocerla, sino también de decirle algunas verdades.

— Haré esto por ti, Camila. Esta será la última. Pero mantén la compostura... — cambió de marcha. — Y no vuelvas a pedirme nada parecido.

. . .

Después de quedarnos atrapados en el tráfico de las ocho y media, hora pico de Miami, por fin llegamos al lugar deseado. Literalmente deseado.

— Rica. Ella es adinerada. Vale, hemos descubierto su secreto. — balbucea Dinah, algo poco elegante después de acompañar el camino del Mercedes hasta el condominio más caro y lujoso de la ciudad.

La amante de mi esposo vivía en la "modesta" Faena House. Así es, Faena House. Un edificio de acabados blancos, subdividido en tonos grises en los tabiques, con amplios balcones de cristal. Jardines floridos, departamentos de última generación: grandiosos y modernos. Cada detalle fue construido para arrancar suspiros de placer a sus visitantes. ¿El último piso? Era el más deseado en Estados Unidos, porque ofrecía demasiado confort y lujo, además de la proximidad a los mejores lugares del centro de Miami.

— Joder...

— ¡Tenemos que entrar! — Replico, furiosa.

Por lo que sé, Shawn no era avaricioso. De hecho, era un hombre de valores, trabajador y humilde. Solo el dinero no podía hacer que me traicionara.

— ¿Cómo? No entraremos en este lugar, sin faltarles el respeto, pero ni como limpiadoras, Chan.

— ¡Voy a hablar con ella! — Aprieto el botón para destrabar las puertas, sin darle tiempo a que Dinah reaccionara, quien, cuando pensó en contestar, me vio ya fuera del auto, corriendo hacia el portón del condominio.

— ¡CAMILA!.

— ¡HEY! — con las manos alrededor de la boca, grité tan fuerte como pude. — ¡¡¡¡OYE!!!! ¡¡¡¡PERRA DEL MERCEDES NEGRO?!!!!! — la iluminación de las nueve de la noche no cooperaba mucho, pero apreté los ojos mientras me ponía de puntillas para intentar verla. — ¡VEN AQUÍ SI ERES UNA MUJER DE VERDAD, PUTA DE MIERDA!

—"¡CAMILA!" — Escuché nuevamente el grito de Dinah desde el interior del vehículo, pero obviamente yo no entendería la humillación por la que estaba pasando.

Más aún ahora que estaba ciega después de haber podido divisar la sombra de aquella mujer — gracias a los alumbrados que había en el aparcamiento.

— ¿Señora, qué haces aquí? — escuché que se acercaba una voz grave y masculina. Sin embargo, estaba con tanto aliento que simplemente no medí mis esfuerzos para seguir gritando. — ¿Sabes que está prohibido gritar en el condominio después de las seis?

— ¡TENGO QUE HABLAR CON ESA MUJER QUE SE BAJÓ DEL COCHE! ¡LA ZORRA DEL MERCEDES QUE ESTÁ MIRANDO HACIA ACÁ! — Le muestro el dedo corazón a ella, mientras siento unos brazos musculosos jalarme hacia atrás.

— Si no te vas de aquí ahora mismo, me veré obligado a llamar a la policía. — Yo debatiéndome en los brazos del guardia de seguridad, Dinah gritando desde lejos y la amante de Shawn caminando hacia nosotros.

— ¡ESO! ¡VEN AQUÍ, ZORRA! ¿NO TE DA VERGÜENZA SALIR CON HOMBRES CASADOS?!!!! — mi cuerpo ardía de odio.

— ¡Basta! — Lo escucho gruñir. — Adam, problemas en el bloque A. Llama a la gente de la Guardia, ¡hay una mujer fuera de control en el aparcamiento! — dijo en su radio de comunicación. — ¡Vamos, jovencita! ¡Antes de que se te complique las cosas por aquí! — nuevamente trató de arrastrarme lejos de la valla, pero yo me mantuve firme y fuerte allí.

— ¡NO PUEDES TOCARME NI JALARME DE ESA MANERA! — ahora mi furia se volvió hacia el muchacho. — ¡SUÉLTAME!

"¡CAMILA!"

— Te vas a la cárcel señora-

— ¡¿Puedo saber qué está pasando aquí?! — una voz ronca se hizo presente.

Una voz firme y femenina, como si ya supiera que esa era la única forma de poner orden en aquel lugar. Por lo visto no estaba contenta con el alboroto que se formó frente al portón.

— Contéstame cuando te dirija la palabra, Guardia Williams. — escuché el ruido del tacón de la mujer, mientras me mantenía de espaldas a la misma. Ella se estaba acercando a medida que mi confianza se desvanecía. — ¿Por qué la sujetas así? ¡Suéltala ahora! — enseguida me soltó, tragando en seco y bajando la mirada, teniendo en cuenta que mi voz se había apagado ante la presencia de la otra. — Perfecto.

— ¡E-Esa mujer la estaba insultando, señora! Pensé que era alguien de los medios de comunicación tratando de invadir. — me señaló, mientras me temblaban las rodillas. — ¿La conoce, señora?

Y lo que era un tumulto, se convirtió en silencio cuando la mujer decidió acercarse aún más a nosotros. A mí, para ser más exactos. El ruido de sus tacones aturdió definitivamente mi mente. Cuanto más se acercaba, más podía oler su fuerte perfume. Los tacones, el perfume, el condominio, la postura, y ahora... Los ojos verdes.

— Buenas noches. — me saludó, ahora cara a cara, donde me analizaba de arriba abajo. — ¿Te encuentras bien?

Traje. Traje negro con tacones del mismo carácter: social. Mujer de mediana estatura, ojos verdes colosales, largas pestañas, cejas espesas, nariz refinada y labios carnosos pintados por un carmín rojizo. ¿Su postura? Perfecta. Pendientes y otros accesorios de oro. Varios anillos en las manos.

— ¿Hola? — me saluda con una mano. — Pregunté si estás bien.

— ¿Por qué él? — fue lo único que pude responder. — ¿Por qué mi esposo? — ahora un sentimiento de indignación se instaló en mi pecho. Discutir con una mujer así no valía la pena. Ya empezaría perdiendo la partida. — T-tenías tantos otros...

— Perdón, ¿de qué estás hablando? — Para colmo, seguía poniendo esa cara de desentendida, como si estuviera menospreciando mi dolor. — ¿Estás segura de que estás bien?

— ¿Quieres que la lleve a la comisaría? La policía está a camino-

— P. Walker, por favor. — enseña el número uno con el dedo índice al guardia de seguridad. — Nada más cancélalo. Todo está bajo control, ¿no lo ves? — entonces el chico asiente, siguiendo la orden de su superior. — Déjeme a solas con ella, por favor.

No sabía a dónde huir. De hecho, la cuestionable amante de mi esposo acababa de salvarme de mi primera declaración en la comisaría. A cambio de su buena actitud, me quedé pensando si la insultaría o la atacaría de un solo golpe, pero en eso Dinah llegó de repente.

— Camila, vámonos de aquí. — la mujer clavó sus manos en mi cintura y empezó a jalarme, parecía avergonzada. — Perdónanos, señora Jauregui...

— ¿Cómo que la conoces, Dinah? — murmuré enfadada, alzando las cejas.

— ¿Es que no ves las noticias? — gruñó, en el mismo tono, solo que un poco más enfadada.

— ¿Hola? — se pronunció la otra mujer, ahora con las manos en los bolsillos de sus pantalones. — ¿Pueden decirle al menos por qué están aquí a las nueve de la noche?

— ¡Tú cierra la boca! — Le señalé con el dedo índice a la zorra de las esmeraldas verdes. Pareciera que se glorificaba por tenerlas.

—Camila. — Dinah Jane apretó los dientes. — Por el amor de Dios, discúlpate y vámonos antes de que esto se convierta en un pleito. — Ella todavía me retenía para que no avanzara sobre la golfa, Dinah intentó a toda costa llevarme hacia la dirección contraria, es decir, aquella en la que estaba aparcado su coche. — Vamos...

— ¿Por qué están aquí y cuál es la razón de los insultos frente a mi condominio? — En cuanto tomó posesión de la discusión, si es que así puedo nombrarlo, se soltó también el pelo que llevaba recogido en un moño bien hecho. Confieso que a medida que el pelo castaño, y bien hidratado, se extendía por los hombros de la mujer, más se acumulaba en mi pecho la sensación de odio. ¿Cómo podía estar tan tranquila después de escuchar tantos insultos? ¿Será que no me estaba tomando en serio? — Si tú. — ahora era ella la que me señalaba con su dedo índice a la cara. Y Dios mío... qué sensación tan horrible. — ... No me contestas ahora, te juro que esta vez me encargaré yo misma de llamar a la policía.

— N-no será necesario, señora J-Jau-

— ¡ERES UNA PUTA DE MIERDA, PERRA! — Me estiré aún más en los brazos de Dinah. — ¿NO TE DA VERGÜENZA DE SALIR CON HOMBRES CASADOS?

—¡BASTA, CAMILA! — gritó Dinah intentando llamar mi atención, donde incluso me pellizcó.

— ¡Perra, acabaré contigo! ¡Te daré tres bofetadas en la cara que seguro arruinarán tu armonización facial! — Empiezo a insultarla en mi lengua materna, viendo que había cogido el móvil para, quizás, marcar el número de la policía. — ¡Puedes llamar a quien quieras! ¡Acabaré contigo, hija de puta!

— Tu acento suena fluido. Es una lástima que seas maleducada. — desgraciadamente, para mi sorpresa, ella hablaba español. Entendió cada insulto o amenaza. Y fue en ese momento cuando me di cuenta del riesgo que corría al discutir con una mujer de barrio noble. — Puedes bajar la voz cuando te dirijas a mí, por suerte no soy sorda y estoy dispuesta a hablar y resolver este asunto antes de tomar otras medidas más drásticas. — Con el 911 marcado en la pantalla del teléfono, estaba segura de que así sería. — ¿Serían tan amables de entrar y hablar como mujeres adultas o prefieren resolverlo aquí en la calle, como la escandalosa que eres?

— Dinah, ¿ella dijo que somos escandal-...? ¡Ay, ay! — Dinah me pellizcó, más fuerte esta vez.

—Sra. Jauregui, perdónanos de nuevo por las molestias. — Con una sonrisa apenada en los labios, la camarera prácticamente me arrastró lejos de la otra mujer. — Mi amiga está borracha, pero ya nos vamos y te prometemos que no volverás a vernos la cara.

— ¿Ella me está acusando de tener una relación con su esposo, si es que lo entendí bien? — entonces tensó la mandíbula en mi dirección, sin sonrisas, guardándose el teléfono en el bolsillo del pantalón como quien sabía que tenía el control de la situación, por eso tanta tranquilidad. Sus ojos verdes volvieron a analizarme de arriba abajo. Siento que transmitían furia y un poco de curiosidad. —¿Hola? Te estoy hablando. ¡¿Puedes al menos molestarte en responderme o solo sabes hablar gritando?!

— Contéstale por el amor de Dios, maldita sea... — Dinah me susurró al oído. —  ¡Contéstale antes de que tengas que contestarle eso a un policía!

— ¡¡¡¡Ella sabe que si!!!! — Lentamente, la zorra negó con la cabeza, notoriamente asustada al nivel al que me bajé. — ¡SI QUE LO SABES, ZORRA! ¡NO ME MIRES CON ESA RIDÍCULA CARA DE ASCO! — Quería escupir en la cara de esa mujer cuando la vi reírse de mi desesperación. Golpearla, darle un puñetazo y escupirla, pero justo cuando iba a hacerlo, recordé que el sexo era de dos y que también debo de estar viéndome patética con todo este escándalo.

Shawn era tan merecedor de unos cuantos golpes como esta mujer. Y desgraciadamente nunca podría tratar a mi marido de una forma tan cruel.

Quiero decir, ¿qué estoy haciendo aquí tratando de cobrar a una sola de las partes?

— ¡Ya basta! — Dinah tiró de mí tan fuerte, pero tan fuerte, que el lugar donde me agarró, se puso roja. — ¡VAMOS CAMILA! ¡SE ACABÓ! — Casi me arranca el hombro con sus tirones. — Oh Dios, qué vergüenza estamos pasando... — se refirió a los vecinos que nos observaba atentamente desde sus balcones.

Tan pronto como escuché las palabras de mi mejor amiga, una dosis de "razón" me golpeó. Razón y vergüenza, para ser más concretos, mientras aún tenía sobre mí la atenta mirada de aquella mujer.

— ¿Vas a disculparte? — ella lo gruñó lo menos audiblemente que pudo, a lo que yo negué rápidamente con la cabeza. — ¡Entonces vamonos!

Al final, solo decido darle las espaldas, cabizbaja y derrotada, seguida por Dinah, que aflojó su agarre en mi cintura, pero lo mantuvo en mi brazo, mientras que con la mano izquierda trataba de cubrirse el rostro.

— Si me tiré a tu esposo, fue porque ciertamente no conocí a su mujer antes...

No necesité mirar a Dinah para saber que ella también estaba estupefacta ante semejante petulancia.

Nos detuvimos inmediatamente después de su impertinente comentario, ahora el misterio estaba en descubrir el sentido en la que se refería: a un piropo barato o en relación con mi temperamento.

— Vienes, haces un escándalo frente a mi condominio y te vas sin al menos explicarme la situación. Con un cumplido me gano al menos tu silencio y tu atención. — Todavía de espaldas a la mujer, escuché el maldito ruido gradual de sus tacones detrás de mí. — No sé tu nombre, ni tú el mío. ¿Qué es lo que justifica toda esta certeza de tu parte?

— No digas nada, solo sigue caminando, Camila... ¡Sigue caminando, pero hazlo rápido! — susurró Dinah, pero la otra mujer continuó siguiéndonos a las dos. Apuesto que con pasos aún más rápidos que los míos y los de Dinah juntas.

— ¿Camila? ¡Entonces te llamas Camila! - pronunció en el momento en la que Dinah y yo subimos al coche aún con la mano en la cara. — Oye. — no me atreví a mirarla a los ojos otra vez. No después de ese "piropo", si es que puedo llamarlo así.

Cierro la ventanilla, aun mirando hacia abajo, mientras Dinah arrancaba el coche. Antes de salir, nerviosa, lo dejó morir unas tres veces.

— ¿Camila? — la voz ronca trató de llamarme la atención del otro lado por segunda vez. — ¡Camila!

— ¡Maldita sea, Dinah! ¡Ahora ella sabe mi nombre! ¡Vamos! —También desesperada, ni siquiera me puse el cinturón de seguridad, donde solo me atreví a cubrir la cara con ambas manos. — ¡VAMOS! —el coche arrancó con tanta velocidad, pero con tanta velocidad, que la mitad de la goma del neumático se quedó en el asfalto, dejando atrás un humo negro para que aquella zorra respirara y tragara mientras gritaba mi nombre en medio de la calle.

— ¡JODER, CAMILA! — Gritó Dinah dándole tres puñetazos a su propio volante, a lo que yo casi salí volando contra el parabrisas. — ¡MIRA LA VERGÜENZA QUE NOS HICISTE PASAR!!!!!!!!!! — Siguió gritando, a lo que no sabía si se arrancaba los pelos o si conduciría.

Por mi parte, apenas me mantuve con la boca cerrada. En realidad, ya había hablado demasiado por hoy. Demasiados disparates.

— ¡MALDITA SEA! ¡¡¡¡¡Insultaste a Lauren Jauregui, ¿te diste cuenta, Camila?!!!!!

Y también la amenacé, si te sirve de consuelo.

— ¿TÚ SABES QUIÉN ES ELLA? — me miró brevemente con esos ojos gigantes. — ¿SABES DÓNDE TERMINARÍA ÉSTO SI ELLA DECIDIERA DENUNCIARTE?

Si ella realmente es conocida, estoy segura de que no deseará que los medios de comunicación la publiciten como una amante.

— ¡¡¡¡MALDICIÓN!!!! ¡¡¡¡¡¡Solo espero que no hayan filmado o fotografiado nuestras caras!!!!!! — Dinah estaba a punto de golpearse la frente contra el volante, pero como el coche iba a toda velocidad, no podría hacerlo o perdería el control. — ¡MALDITA SEA, CAMILA! ¡¿QUÉ CARAJO TENÍAS EN MENTE?!

¿Qué tenía en mente durante la discusión? ¿Sinceramente? Nada.

De hecho, incluso tenía algunas preguntas que hacer, pero el físico de "Lauren Jauregui", quienquiera que sea, las respondió todas en el instante en que pisó el asfalto y decidió abrir la boca.

— ¿EH? ¡CONTESTA! ¡¿QUE NO TE GUSTABA GRITAR DELANTE DE LAS CASAS AJENAS?!

No, no me gusta. Pero en aquel momento pensé que gritar era la única manera de que te escucharan, sobre todo cuando se pierden todos los argumentos.

— ¡MIERDA! ¡TODAVÍA NO ME LO PUEDO CREER!

En mi cabeza yo necesitaba ofenderla. Necesitaba al menos asustarla. Y al final, fui yo la que salió perdiendo en ambos casos.

— ¿DÓNDE TENÍAS LA CABEZA, CAMILA? ¿COMO SE TE OCURRE GOLPEAR A LA AMANTE DE TU ESPOSO MIENTRAS QUE A ÉL LO DEJAS TRANQUILO EN CASA?!!!! — Me masajeo las sienes, suspirando pesadamente por mi error — ¡PODES SUSPIRAR TODO LO QUE QUIERAS, CAMILA! ¡HAZLO BIEN FUERTE PORQUE NO DEJARÉ DE GRITAR!

Y lo merecía escucharlo, así que no discutí la actitud de mi amiga. No es como si estuviera realmente prestando atención, ya que mi mente permanecía totalmente ajena a sus broncas. Dándole vueltas a cómo una mujer como 'Lauren' podía conocer a mi marido y no respetar el anillo que llevaba en el dedo izquierdo.

Que por cierto... Ni siquiera el mío se había tomado en serio después de ese comentario repugnante.

— ¡AHORA YA VETE BUSCANDO UN ABOGADO, PORQUE SEGURO TE GANARÁS UN  PROCESO!

Rica, arrogante, segura de sí misma, guapa y, al parecer, famosa. Pero al final, ¿Quién demonios era Lauren Jauregui, la amante de mi marido?

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