The Stripper Ꞝ Sahyo

By Ss0ulx

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❥. ᭄ 𝐒𝐚𝐡𝐲𝐨 ★ Adaptación ❝ ¿Se han imaginado tener dos vidas? ¿Ser dos personas al mismo tiempo? Apues... More

Sinopsis
Capítulo 1- "Doble Vida"
Capítulo 2- "Regreso a Miami"
Capítulo 3- "La Stripper"
Capítulo 4- "Nueva presidenta"
Capítulo 5- "Primer día"
Capítulo 6- "Conversación y más tiempo juntas"
Capítulo 7- "El baile"
Capítulo 8 -"El beso"
Capítulo 9 - "Perdiendo el control"
Capítulo 10 - "Le Coffee"
Capítulo 11 - "Dulce ilusión"
Capítulo 12 - "Confusión"
Capítulo 13 - "Regalo, Paseo, Conversación"
Capítulo 14 - "Juegos perversos"
Capítulo 15 - "Llegada inesperada"
Capítulo 16 - "Reencuentro"
Capítulo 17 - "Conociendo a la familia"
Capítulo 18 - "Un día diferente"
Capítulo 19 - "Un baile"
Capítulo 20 - "Volviendo a la dura realidad"
Capítulo 21 - "La venganza"
Capítulo 22 - "Perdidas"
Capítulo 23 - "Arriesgarse"
Capítulo 24 - "Fuck You All The Time"
Capítulo 25 - "Caminos cruzados"
Capítulo 26 - "Peleas y reconciliación"
Capítulo 27 - "Nueva Alianza"
Capítulo 28 - "Un día diferente"
Capítulo 29 - "Momentos"
Capítulo 30 - "El descubrimiento"
Capítulo 31 - "Confrontación"
Capítulo 32 - "Torbellino de sentimientos"
Capítulo 33 - "Caer en tentación"
Capítulo 34 - "Negociaciones"
Capítulo 35 - "Cosas del pasado"
Capítulo 36 - "Baile de máscaras"
Capítulo 37 - "Propuesta"
Capítulo 38 - "Cuestión de saber"
Capítulo 39 - "¿Quién manda en este juego?"
Capítulo 40 - "¿Todo estará bien?"
Capítulo 41 - "¿Mentir, si o no?"
Capítulo 42 - "Sorpresa"
Capítulo 43 - "El vuelo"
Capítulo 44 - "Secretos"
Capítulo 45 - "Irse ¿Sí o no?"
Capítulo 46 - "Decisión"
Capítulo 47 - "Lap dance"
Capítulo 48 - "Jaque-Mate"
Capítulo 49 - "Estrategia"
Capítulo 50 - "La nueva era"
Capítulo 51 - "Ajuste de cuentas"
Capítulo 52 - "La pérdida"
Capítulo 53 - "Nuevos tiempos"
Capítulo 54 - "La boda"
Capítulo 55 - "El poder"
Dos lados - epílogo pt.2
Querida Stripper - Epílogo pt.3

La familia - Epílogo pt.1

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By Ss0ulx

Park Jihyo's Point of view

Cargué la última caja que quedaba a la habitación. Al fin nos habíamos mudado a una casa de verdad. Por años Sana había logrado detenerme, evitando a toda costa dejar su hermoso departamento en Downtown Miami Palace. Pero en estos últimos meses le di un ultimátum. Ahora con Yunjin debíamos tener un espacio más grande.

—Hyo, Sana dijo que dejara esa caja aquí.— dijo Sooyoung tras entrar a la habitación.

—Déjala en la silla, Sooyoung. Por favor.

Mi hermana asintió y dejó la caja de cartón donde le había indicado. Park Sooyoung ya no era una niña, ya estaba en la adolescencia. He tratado de cuidar de ella a toda costa como siempre lo había hecho desde sus primeros pasos, a la niñez y la adolescencia. Con la muerte de Jiwoo, nuestro lazo se hizo más fuerte, a diferencia de muchos familiares, mi relación con Sooyoung era maravillosa. Siempre manteníamos una conversación amistosa, llena de respeto y afecto. La ausencia de padres en la vida de la más joven no estaba siendo tan perjudicial como lo había sido para mí. Tal vez la nueva estructura familiar que teníamos había beneficiado totalmente el crecimiento de Sooyoung, ya que Sana eran tan fraternal hacia ella como yo. Era maravilloso ver como mi esposa amaba a Sooyoung, y cuidaba de ella como si fuera su hermana.

—¡Iré a ver mi nueva habitación! Sana dijo que había puesto una tina en mi baño, ¿Puedes creerlo? –dijo emocionada.

—Sabes que no es lo suficientemente grande como para meter a Cronos en la tina y darle un baño, ¿cierto?

—Sana dijo que si puedo.

Antes de que pudiera decir algo, la joven había salido de la habitación riéndose entretenida. ¿Debería decir que incluso después de años, ese perro hacia un enorme desastre? ¡Dios! ¡Y no solo el! Ahora no solo tenía una niña en mi casa. ¡Tenía tres!

—¡Atención damas y caballeros! En unos minutos aterrizara el mini aeroplano. ¡Esta es la comandante Sana Minatozaki junto a la piloto Minatozaki Yunjin!

Escuche la voz de Sana viniendo del pasillo, y junto a ella la risa de Yunjin hacía eco por la habitación. Como dije, aquí vienen las otras dos niñas.

En segundos, vi a Sana entrar a nuestra habitación con nuestra hija en la espalda. La pequeña tenía una sonrisa enorme en la cara y sus pequeños brazos alrededor del cuello de mi esposa.

—¡Cancelen el aterrizaje! ¡Cancelen el aterrizaje! ¡Mami Jihyo está en medio de la pista de aterrizaje!

—¡Aterricemos en la pista dos! –dijo Yunjin entre risas.

—¿Qué creen que están haciendo señoritas? –dije cuando me levanté del piso.

—¡Jugando al avión! –dijo emocionada mi hija.

—La última vez que jugaron así alguien salió lastimado.— me acerqué a ellas, y me miraron con cara de aburrimiento.

—¡Me resbalé, no vale! –Se defendió Sana haciéndome reír.— Yunjin, dile a tu mami que no sea aburrida.

—Mami... —dijo Yunjin aún enganchada al cuello de Sana.

Sonreí mientras las observaba así. ¿Había alguna duda de quién era la madre irresponsable? Yunjin besó la cara de Sana, y después me disparó una sonrisa. Tal vez nadie entienda lo maravilloso que era verlas así. Contrario a lo que muchos piensan, Sana era la madre más boba y juguetona de todas. El aire imponente y serio que tenía en Industrias Minatozaki, se desmontaba totalmente cuando estábamos en casa junto a nuestra hija y Sooyoung. Era prácticamente irreconocible para aquellos que solo la conocían en horario de trabajo, y admito que tener ese lado de Sana era lo mejor del mundo.

—¿No me vas a dar uno también? –pregunte con las manos en la cintura.

Sana se acercó para que nuestra hija me depositara un amoroso beso en la cara. Sonreí cuando sentí los delicados labios de la pequeña, inmediatamente me encargué de depositar muchos besos en la cara de la pequeña, quien sonrió.

—¿Qué hay de mí? –pregunto Sana mirándome.

—No sé si te lo mereces, Minatozaki.— pretendí estar seria —¡Mira como esta Yunjin! Toda llena de pintura.

—¡Estábamos haciendo un trabajo de arte, para ti! ¿Cierto, Yunjin?

La pequeña asintió emocionada.

—¡Es hermoso! Mamá Sana escribió nuestros nombres en la pintura, ¡cerca del dibujo que yo hice!

—¿Y Mamá Sana también te dejó ensuciarte así?

—¡Sí! ¡Y ella también se ensucio!

—¡Yunjin! ¡No estás ayudando, Cariño! –gruño Sana, haciéndonos reír.

—¡Lo siento! Mami, dale un beso también a Mamá.— pidió la pequeña con una cara que fue imposible para mi resistirme.

Permanecí mirando unos momentos a esas dos que parecían haber hecho un complot para extorsionarme.

—No lo sé... —me hice la difícil.

—Solo un besito.— dijo Yunjin levantando su pequeño dedo.

—Sí, mami, solo un besito.— repitió Sana haciendo puchero.

—Eres una extorsionista, Minatozaki.— dije con una sonrisa mientras me acercaba.

Sana sonrió enormemente antes de que sellara mis labios con los de ella. Escuché el gritito emocionado de Yunjin en celebración. Lo que me hizo reír y soltar los labios de Sana, quien tenía una enorme sonrisa en la cara.

—¡Lo hicimos! –le dijo Sana emocionada a nuestra hija.

—¿Planearon esto? –pregunté con una ceja arqueada.

—Mamá Sana me pidió que le ayudara a conseguir que le dieras un beso.

—Yunjin, necesitamos volver al club de los secretos.— murmuró Sana.

—¡Las dos necesitan un baño! ¡Ahora!

—¡Tu mami tiene razón! Ve a nuestro baño, en un momento voy a bañarte, Cariño.— dijo mi esposa mientras ponía a Yunjin en el suelo.

—¿Puedo quedarme en la tina? –preguntó mientras sostenía los tirantes de su overol sucio por la pintura.

—Sí, Cariño.— dije acariciando su cabello levemente ondulado.

Yunjin abrazo mi pierna en agradecimiento, y después corrió al baño.

—¿No quieres venir con nosotras?

Fijé mi atención en Sana quien se había acercado, colocando sus manos en mi cintura, de donde me jalo delicadamente hacia ella. Dejé descansar los brazos alrededor del cuello de mi esposa, quien me miraba serenamente.

—Me encantaría. Pero ya tomé una ducha, y tengo que hacer la cena. No tenemos ayuda hoy, ¿lo olvidaste?

Sana frunció el ceño, algo insatisfecha.

—No hagas esa cara.

Sonrió, y acerqué su cara a la mía, besándome en los labios, después la cara, y bajando a mi cuello.

—Estoy tratando de convencerte de que te me unas.— susurró contra mi piel.

Cerré los ojos, dejándola continuar las suaves caricias en mi piel. Podían pasar meses, años o décadas. Sana siempre sería capaz de provocarme las mejores sensaciones del mundo. Estar en sus brazos era una buena razón para estar bien y feliz.

—Nena... —susurré en contra de mi voluntad.

—¿Hmm? –dijo subiendo los besos a mis labios.

Cerré los ojos, sintiendo la suavidad de los labios de esa mujer contra los míos. Sana los delineaba con la punta de la lengua, pidiendo camino para encontrar la mía, e inmediatamente cedi. Suspiré en el momento exacto en que sentí su lengua moviéndose lentamente con la mía. Dios, Sana tenía la forma de besar más increíble de todas, nunca me cansaría de ella.

—Mejor nos detenemos... —susurré contra los labios de mi esposa.

—Yo creo que mejor continuamos.— dijo Sana mientras deslizaba las manos debajo de mi blusa.

—Nuestra hija está en el baño.— susurre entre un gemido cuando Sana succiono mi lóbulo.

—Adora bañarse, estará ahí por un rato.

Sana caminó hacia adelante, haciéndome retroceder. Solo nos detuvimos cuando sentí la espalda chocar contra la pared de concreto. Me soltó los labios, y me miró a los ojos. Tenían ese brillo que conocía muy bien.

—No me mires así, no es momento para esto.— le susurre.

—¿Y desde cuando tenemos un momento para esto?

Sana tenía su cuerpo contra el mío, deteniéndome, sin darme oportunidad de escapar.

—Desde que tenemos una hija.

Eso pareció haberla desmantelado. Sana aflojó sus brazos a mí alrededor, y descansó su cabeza en mi hombro, dejando su cara en mi cuello. Su respiración indicaba que se estaba riendo.

—¿Qué? –Pregunté mientras movía una mano para ponerla en su cabello.

—Si estuviéramos en otra época estarías gimiendo con mis dedos dentro de tu vagina.

—¿Extrañas eso?

—¡Sí! No tienes idea de cuánto.

—Jesús, Sana, lo dices como si no tuviéramos una vida sexual.— dije tratando de contener la risa.

—No como antes, Nena.

—Sana, ahora tenemos responsabilidades. No podemos tener sexo dentro de un elevador, en tu escritorio, o dentro del helicóptero como antes.

—Si por mi fuera lo haríamos todo otra vez.

—¿Te olvidas que tenemos una niña de la cual cuidar? Y hablando de ella debe estar convirtiendo nuestro baño en un océano. Ve ahí.

Le di una palmadita en el hombro, recibiendo una expresión de decepción. Sana me robó un beso antes de alejarse y dirigirse al baño. No iría detrás de ella, no quería ver el desastre que harían esas dos. En su lugar, prepararé la cena. Con la mudanza nuestra empleada pidió el día libre e incluso contra los deseos de Sana, se lo di. No hace daño ensuciarse las manos de vez en cuando. Con la cantidad de dinero que teníamos no hacía falta realmente, pero por un día, no haría ningún daño.

—¿Preparamos la cena? –le pregunte a Sooyoung tan pronto como la vi salir de su habitación.

—¡Claro! ¿Qué vamos a hacer?

—Aún estoy pensando.— dije mientras colocaba el brazo en el hombro de mi hermana —¿Alguna sugerencia?

—Podemos hacer pasta. Fideos con salsa blanca y camarones. ¿Qué piensas?

—¡Excelente idea!

Bajamos las escaleras hacia la cocina. Sana había accedido a comprar una casa, pero según ella tenía que ser una casa hermosa, y para los Minatozaki, ¿pueden imaginárselo, verdad?

—¿Dónde están Sana y Yunjin?

—En el baño, Yunjin estaba toda sucia, parecía que había pintado con el cuerpo, tenía pintura incluso en la nariz.

Sooyoung rio divertida, mientras sacaba una caja de pasta de la alacena.

—Estaban preparando algo para ti, unnie. Una obra de arte.

—Esperemos a ver.

—¿Imaginabas así tu futuro?

Pregunto Sooyoung mientras se recargaba en el mostrador. La mire con una expresión confundida.

—¿A qué te refieres?

—Si imaginaste tu vida así. Casada, con una hija.

Mantuve la atención en la olla con agua que burbujeaba a gran temperatura.

—No. Creo que había imaginado un futuro totalmente diferente para mí.

—¿Mejor que esto? –pregunto Sooyoung con los ojos atento en mí.

—¡No! Sooyoung, para mí no hay nada mejor que esto. Sabes que no tuvimos un buen pasado. Y hoy, no puedo ver un mejor futuro para mí.

Sooyoung dejó una sonrisa salir ligeramente.

—Extraño a mamá.

Sentir el corazón hundirse por un momento. Sabía que incluso entre tantas dificultades, Sinu hizo lo mejor que pudo criando a Sooyoung. Tal vez, en un intento de no cometer los mismos errores que cometió conmigo.

—Me lo imagino, ¿sabes que siempre está contigo, verdad?

—Solo tienes que imaginarlo.— completó Sooyoung.

Me acerqué a ella, jalándola a un abrazo amoroso.

—Sé que no puedo llenar el vacío que dejo nuestra madre, pero sabes que haría todo para que estés bien.

Sooyoung apretó los brazos en mi cintura, abrazándome fuerte.

—Me siento muy bien, unnie. Solo la recuerdo, y sigo pensando que podía haber sido diferente.

Dejé mi barbilla descansar en la cabeza de la pequeña, mientras acariciaba sus mechones oscuros, mis pensamientos volaron al día en que Jiwoo murió:

—Eres una hija maravillosa, estoy orgullosa de ti.

Apreté su mano, dejando salir todo el llanto que estaba atorado. Los sollozos desesperados y las lágrimas violentas.

—Quiero... —gruño con dolor –que cuides de tu hermana, no la dejes con Taeyang. Haz la vida de Sooyoung lo que yo no pude hacer con la tuya.

No podía siquiera pronunciar una palabra. El llanto que salía de mi era desesperanzado. Sinu se estaba despidiendo de mí y yo no podía hacer nada. Aspire, secando las lágrimas que insistían en caer.

—¡Por favor, hagan algo! –dije al médico que estaba tratando de hacer que Jiwoo se detuviera.

—¿Me lo prometes? Que cuidaras de ella.

Asentí.

—Lo prometo, lo prometo, Mamá.

Deposité un beso en la cabeza de Sooyoung, y lleve las manos a su cara, levantándola para que me mirara.

—A veces la vida tiene cosas buenas y malas, y necesitamos tener fortaleza para atravesarlas con resignación. Ambas estamos dando nuestro mejor esfuerzo para que eso pase, ¿estás de acuerdo? –La chica asintió.— entonces continuemos, pequeña. ¡Lo estás haciendo súper bien! Y estoy más que segura que nuestra madre está más que orgullosa de ti.

—También está orgullosa de ti, Jihyo.

Sonreí extrañamente.

—Tal vez.

—¡Nada de tal vez, lo está! Sé que te pidió que me cuidaras, unnie. Y lo haces, de la mejor forma posible. Con Sana y Yunjin.

—Te quiero, Sooyoung.

—Yo también te quiero, unnie.

Mi hermana me abrazó afectuosamente, y yo controle mis ganas de llorar. Odiaba ser tan tonta en estas situaciones. Seguramente, en casa yo era la más llorona, y tenía una niña pequeña, pero creo que ella es mucho más fuerte que yo.

—¡Ahora, hay que concentrarnos en los fideos! –Sooyoung se alejó.

—Sí, señora.— bromee.

Permanecimos como 20 minutos preparando todo. El olor del camarón y la salsa blanca estaban haciendo que me gruñera el estómago. Sooyoung tenía un enorme talento en la cocina, heredado de mí, por supuesto. Vacié la salsa sobre la pasta bien hecha, mientras Sooyoung revolvía todo con un pequeño tenedor.

—Esto huele increíble.— dijo mi hermana aspirando el aroma que venía de la comida.

—Ahora tenemos que ver si sabe increíble, ¿verdad?

—¿Estás dudando de la cocina, Park?

—¿Yo? ¿Nunca? ¡Somos buenas en todo! –dije arrogantemente mientras me quitaba los guantes de las manos.

—¡De eso estoy hablando! –Sooyoung levantó la mano para darme cinco.

—Ahora iré arriba para ver que están haciendo las niñas. Como es Sana, aún deben estar en la tina, Yunjin debe tener los dedos arrugados por el agua.

Me quité todos los prendedores de la cabeza, soltándome el cabello, mientras subía las escaleras. Desde el pasillo ya podía escuchar las risitas viniendo de la recamara. Caminé despacio para no hacer ruido, quería ver que estaban haciendo esas dos.

—¿Estás segura? Tu madre va a darme un sermón si te dejo usar este disfraz, Yunjin.

Escuché la voz de Sana sonar suavemente. Me acerqué a la puerta sin que se dieran cuenta que estaba ahí. Yunjin, estaba parada, con solo la ropa interior, mientras Sana estaba arrodillada frente a ella con un disfraz de princesa en la mano.

—Mamá, por favor.— pidió la pequeña con su famosa cara de perrito.

¿Debería decir que Sana accedía a todo lo que Yunjin le pidiera cuando hacia esa cara?

—¡Bien! Pero tu Mami nos va a reñir, dirá que debí haberte puesto la pijama.

Justo como lo dije, ¿ven?

—¡Puedes besarla, y todo estará bien!

—¿Y tú piensas que todo se resuelve con un beso? –pregunto Sana mientras le ponía el pequeño vestido.

—¡Tú lo dijiste! ¿Recuerdas cuando rompimos el jarrón de la sala? –dijo Yunjin.

—¡Shhh! ¡Baja la voz, Cariño! ¿Quieres que tu Mami sepa que fuimos nosotras? Cronos fue quien terminó siendo el culpable, pobre perro.

Yunjin solo rió divertida.

¿Entonces fueron ellas? Sana tendrá que darme una buena explicación más tarde, me apoyé en la pared junto a la puerta, acercándome. Parecían estar muy concentradas una en la otra. Mi esposa se sentó en la orilla de la cama, y acercó a Yunjin.

—Ven, déjame cepillar tu cabello.

La niña asintió y se acercó a Sana. Amaba ver la manera tan cariñosa en que Sana cuidaba a nuestra hija. ¿Debería explicar el cómo esas dos eran tan parecidas? Nadie podría decir que había sido yo quien había tenido a la pequeña Yunjin. Cuando tomamos la decisión de tener un bebe, la decisión fue unánime, yo tendría a la bebe con el ovulo de mi esposa. Por supuesto, con la ayuda de un donante anónimo, elegido a través de los archivos de la clínica. Por suerte o destino, Yunjin había heredado todos mis rasgos. De acuerdo a mis suegros, Yunjin era una versión miniatura de Sana, con la personalidad de los Minatozaki. Una perfecta y explosiva mezcla.

—Mamá...

—Sí, cariño.— murmuró Sana mientras deslizaba el cepillo a través del castaño y ligeramente ondulado cabello de nuestra hija.

Tenía eso mío, su cabello era extremadamente similar al mío. Y no solo eso. Yunjin no tenía la piel blanca como Sana, su tono era más parecido al mío.

—¿Tú quieres mucho a Mami?

Sana dejó de cepillarle el cabello, quien en ese mismo instante se volteo para ver a su madre. Yunjin miraba a Sana con esos brillantes ojos verdes, justo como los de mi esposa.

—¡Claro que la amo muchísimo!

—¿Qué tanto? –curiosa, como siempre.

—Mucho, hasta el punto de no saber el tamaño exacto para explicártelo. ¿Por qué me preguntas eso?

Yunjin se puso el dedito en la boca, y después lo sacó. Sus ojos parecían estar evaluando, un poco confundidos. No necesitaba verla para saberlo, conocía a mi hija perfectamente bien.

—Mi amiga Eunchae dijo que su mamá ya no quería a su papá. No quiero eso aquí, Mamá.

Sentí que el corazón me fallaba por unos segundos. Pensar en esa posibilidad me asustaba tanto como a Yunjin. Sana y yo unificamos nuestro matrimonio en una roca, que parecía ser difícil de romper. Pero sabía que la vida puede dar un giro de 360 grados fácilmente. Moví la cabeza lentamente, alejando esa idea de mis pensamientos, regresando mi atención a las dos mujeres en mi vida. Delicadamente Sana colocó un mechón de cabello detrás de la oreja de la niña, y para después acariciarle la mejilla.

—No tienes que preocuparte por eso Yunjin. No porque le sucediera a tu amiga Eunchae tiene que pasarte a ti. Ven, siéntate junto a Mamá.— dijo Sana levantando a la pequeña para que sentara junto a ella en la cama, de espaldas a mí. –Déjame decirte algo, pero será nuestro secreto, ¿sí?

La niña asintió frenéticamente, emocionada de compartir un secreto.

—¡Nunca me divorciare de tu Mami! ¿Sabes por qué?

Negó con la cabeza.

—Porque ella es el amor de mi vida, por siempre. Cuando seas grande, una mujer educada, encontraras a alguien que te haga sentir lo mejor de este mundo, quien te de maravillosos momentos. Quien este contigo en las buenas y en las malas.— Sana hizo una pequeña pausa, después hablo de nuevo –lo mejor que pudo haberme pasado en la vida fue haber encontrado a Jihyo. Verás, ella me dio una hija, a ti, cariño. ¡Y no podría estar más feliz! Tengo la mejor familia en todo el mundo, sin ustedes no soy nada.

Sentí los ojos llorosos, emociones mezcladas me recorrían en ese momento. Escuchar esas palabras de una forma tan sentida y sincera viniendo de Sana a nuestra hija me volvía incluso más emotiva. Suspiré suavemente, secando las lágrimas que insistían en caer. No quería interrumpir ese momento.

—¿Entonces estarán juntas para siempre? –pregunto Yunjin pensativamente.

—¡Sí! Para siempre. Hasta que estemos viejas y arrugadas.— dijo Sana haciendo reír a la pequeña –Te estas riendo, pero es verdad.

La mujer se arrodilló en el piso, mirando a nuestra hija.

—No quiero que sigas pensando esas cosas, ¿está bien? Estoy apenada por tu amiga Eunchae. ¡Pero piensa en nuestra familia! Estas tú, tu Mami, tu tía Sooyoung y yo.

—¡Y Cronos!

Sana sonrió abiertamente.

—Sí, amor. Y Cronos.

—Estaremos juntas para siempre. Y haré todo para que suceda. No quiero perder a ninguna de ustedes. De otra forma, tu Mama no estaría feliz.

—Quiero que seas feliz, Mamá.— dijo Yunjin mientras ponía las manos en la cara de Sana.

—Lo soy, Cariño. ¡Soy la mujer más feliz de todo el universo!

—¿Todo?

—¡Todo!

Sana abrazó a la pequeña, hasta que cayeron en la cama, rompiendo a divertidas carcajadas. Me acerqué, literalmente recargándome en el marco de la puerta, simplemente observando la escena.

—¡Ven, Cronos! –gritó Sooyoung entrando a la habitación, subiéndose a la cama.

El enorme perro cruzo la puerta emocionado, saltando a mi cama.

—¡Oh, Dios! –dijo Sana riendo.

Tal vez nadie pudiera comprender mis sentimientos al observar esa escena. ¿Saben, esa sensación de sentirse completa? ¿Cómo si no faltara nada en tu vida? Era como ver justo ahí, delante de ti, las razones para respirar y seguir siendo fuerte, en medio de un mundo tan caótico. Entre sonrisas y una risa sentida, entre un amor infinito e irreal. Sana, Yunjin, Sooyoung e incluso Cronos, eran los ingredientes perfectos de una poción llamada felicidad. Y solo yo los tenía.

—¡Miren quien nos está espiando! –dijo Sana con los ojos en mí.

—¡Estás equivocada!

Sana frunció el ceño y se levantó. Yo retrocedí unos pasos mientras ella se acercaba.

—¿Lo estoy?

—Un poco.

—¿Ahora es un poco?

Tenía una sonrisa traviesa en la cara, y una expresión divertida. Sana tenía el cabello en una cola de caballo bien hecha. Estaba usando unos shorts ligeros color blanco, y una blusa de lino gris, con mangas largas. Se veía hermosa, como siempre.

—Tal vez no lo estés.

—¿Qué escuchó, Señorita Park?

Se mordió el labio y fijo sus ojos marrones en mi rostro. Amaba la facilidad que tenían los ojos de Sana para cambiar de tonalidad. Siempre transmitían sus emociones o deseos.

—Escuche lo necesario, Señorita Minatozaki.— dije sonriéndole.

—Era un secreto.

Me acerqué a ella y rodeé su cintura con los brazos, atrapando el cuerpo de mi esposa contra el mío.

—El mejor de todos.— Susurré.

—¿Ganaré algo por ser una romántica y amorosa esposa?

—¿Necesitas ganar algo? ¿Y qué voy a ganar yo por ser la esposa cuidadora y responsable?

—Mucho desorden que limpiar. Mira esto.— dijo apuntando a la cama donde estaba saltando Yunjin con Sooyoung y Cronos.

—Sana...

—Déjalos, Nena...

Suspiré viendo el desastre en que se estaba convirtiendo mi habitación.

—¡Bien! ¡Pero vamos a cenar!

—Está bien, chicas, corran al comedor.

Vi a Sooyoung jalar a Cronos de la correa, quitando al enorme animal de la cama. Si cuando era solo un cachorro ya tenía problemas, imaginen ahora que ya era un adulto. Yunjin corrió detrás de mi hermana, quien estaba dirigiendo al perro hacia las escaleras. Sana coloco su brazo sobre mi hombro, mientras mi brazo se enredaba en su cintura desde un lado.

—¿Te gusta nuestra nueva casa?

—Es maravillosa, me encanta.— dije depositándole un beso en la cara.

—Me da gusto, elegí la que tu querías.

—Estas siendo una muy buena esposa.

—¡Siempre lo he sido!

Cenamos sentadas a la mesa todas juntas esa noche. Sana nos sirvió mientras alababa las habilidades culinarias de las Park, ahora Minatozaki también. Terminamos de cenar entre una conversación agradable y placentera, que seguimos en el cuarto de video. Ahora estaba recostada en el sofá cama, a lado de Yunjin y Sooyoung que estaban atentas a la película animada que estaba en la televisión. La pequeña aún estaba usando su disfraz rosa de princesa, y como Sana siempre decía:

"Mi princesa rosa"

No tomaría mucho para que se quedara dormida, me acerque y pronto sentí la manita de Yunjin en el cabello, haciéndome pequeñas caricias. ¿Debería decir lo relajante que era recibir afecto de mi hija? Me permití relajarme por unos minutos, hasta que las caricias de Yunjin se detuvieron. Levanté la vista y comprobé que la pequeña se había quedado dormida. Suspiro despacio, con una expresión serena.

—Voy a ver a Sana, en un momento regreso para llevar a Yunjin a su cama.— le susurre a Sooyoung, quien asintió brevemente antes de regresar su atención a la película.

Me levanté lentamente del sillón, poniéndome las pantuflas que permanecían a lado de la acolchada alfombra. Me acomode el suéter negro que estaba usando esa noche, subiendo las mangas hasta el antebrazo, mientras caminaba a la cocina. Mientras me acercaba escuche la suave risa de Sana, y algunos murmullos que no puede descifrar. Fruncí el ceño tan pronto como vi a la mujer recargada contra el mostrador de la cocina, pegada a su teléfono en una entretenida conversación. Parecía ser alguien con quien tenía cierta intimidad, para arrancarle a mi esposa risas tan fáciles como esas. Sana levanto la vista y dejo de sonreír tan pronto como noto mi presencia.

—¡Esta bien, Yeri! No te hagas la graciosa, mi vuelo está programado para mañana.

Me quedé callada, solo mirándola. Si la conocía bien, sabía exactamente que había un poco de nerviosismo y sorpresa por mi presencia. Sana no tardó en decir adiós, cortando la llamada con quien yo pensaba era Yeri. Después del rompimiento con Nayeon, ella había pedido ser transferido a la filial de Industrias Minatozaki que estaba en Canadá, y Sana como buena amiga, acepto sin ningún problema. Kim Yerim era una de sus mujeres de confianza, y tenía la posición de presidenta de la oficina filial.

—¿Yeri? –Pregunté, cerrando la puerta del refrigerador.

Sana alterno su temblorosa mirada de su teléfono a mí.

—Sí, quería saber si todo estaba listo para mi viaje mañana a Canadá.

—¿Te va a recoger en el aeropuerto?

—Sí, desentendió al chofer. Dijo que ella podía hacerlo por mí.

—Está bien.— fue todo lo que dije, sirviéndome un vaso con un poco de leche.

Mi esposa me miraba con ojos evaluativos y temerosos. Después se volteó y deslizó el trapo sobre el fregadero delicadamente. Después de cenar, Sana se había ofrecido a lavar los platos, ya que Sooyoung y yo habíamos cocinado. Y como no teníamos empleada, no podía negarme.

—¿Está todo bien? –me preguntó cuando se giró hacia mí, mientras doblaba el trapo, el cual puso en el mostrador en el cual me estaba recargando.

—Sí, es solo que no quiero que te vayas.

En los últimos días, Sana era una mujer de misterios. Siempre moviéndose por las esquinas, recibiendo textos y llamadas que yo ni siquiera podía preguntar. Tenía el maldito habito de colgar cada vez que me acercaba. Al principio no le puse atención, pero de algún tiempo acá, la acción comenzaba a molestarme. No es que sospechara de Sana, no me cruzaba la cabeza que estuviera engañándome con alguien. Pero sabía que estaba ocultando algo, de otra forma no conocía a la mujer con la que me había casado. Mañana, después de algunos compromisos en Industrias Minatozaki, ella tomaría un vuelo directo a Canadá. Sana se había convertido en la principal responsable de todas las oficinas filiales existentes alrededor del mundo, de cierta forma tenía la labor de aparecer en cada una de ellas por un corto periodo de tiempo para asegurarse que todo estaba fluyendo como debía.

—Jih... —se acercó, pronto sentí su cuerpo unirse al mío por detrás, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura delicadamente –Solo serán dos días, regresaré el sábado por la noche.

—Bien, si no estás aquí el sábado, estarás en muchos problemas Minatozaki.— dije fingiendo un tono autoritario.

Sentí la respiración de Sana cambiar en mi cuello, probablemente se estaba riendo.

—Lo haré, Señora Park Minatozaki.

Me giré, quedando de frente a mi esposa, que mantenía los ojos fijo en mí.

—Sana, lo digo en serio. Dijiste que saldríamos todas juntas el domingo. Sabes que nuestros días son ajetreados y rara vez tenemos tiempo.

—Lo sé, bebe. Saldremos las cuatro. Sé que es tu cumpleaños y te prometí un domingo maravilloso. Confía en mí.

Suspiré pesadamente, y antes que pudiera protestar por algo, sentí los labios de Sana en los míos. Cerré los ojos, permitiéndome sentir la talentosa lengua de mi esposa entrar en contacto con la mía, moviéndose con una precisión que gradualmente hizo que me olvidara de todo. Sana tenía una forma de besar jodidamente perfecta, adictiva, deliciosa. Llevé las manos a su cuello, dejando que mis uñas arañaran la suave piel de la zona ligeramente. Alternaba el movimiento de su cabeza, y en un corto espacio de tiempo suspire pesadamente, sintiendo sus manos colarse dentro de mi blusa, tocando la piel de la espalda.

—¿Qué piensas de mandar a dormir a las niñas y continuar con esto? –susurró mientras bajaba sus besos por mi cuello.

Sentí escalofríos bajando por la columna. ¡Maldita sensibilidad en el cuello!

—Pienso que es una idea maravillosa.

La mujer deslizó la lengua por mi pulso, lo que involuntariamente me hizo agarrarle el cabello fuertemente. Sana clavo los dientes en mi piel ligeramente, para después chuparla.

—Perra... —Suspiré con un poco de razón que se tambaleaba en mi subconsciente.

—Tengo hambre de usted, Señorita Park.

La voz ronca de Sana me causaba muchas cosas, y ahora el famoso "Señorita Park" era usado cuando la imponente empresaria quería algo de mí, y sabemos exactamente qué era eso.

—Te quedarás así hasta que regreses de Canadá.— dije con una sonrisa presumida, buscando fuerza de algún rincón de mi ser. Resistirse a Sana no era una tarea nada fácil.

—¿Qué?

Me zafé de sus brazos, pero me sujeto fuerte del brazo izquierdo, recibiendo una mirada de desaprobación de la mujer frente a mí. A diferencia de hace unas horas, ahora tenía un brillo diferente, propagado en un tono marrón oscuro. Revelando fácilmente que estaba sintiendo en ese momento.

Deseo, coraje y lujuria.

Los juegos no habían cambiado, aún estando casadas seguíamos teniendo nuestras batallas de deseo. Ni hablar de dejarle olvidar que aún tenía el toque, sin importar cuan débil estaba, era Jisoo Estrabao.

—No me hagas eso, estaré lejos de ti por dos días, Jisoo.

—Exactamente por eso, Minatozaki. De esa forma regresaras más rápido, y muy sedienta.— le guiñe un ojo a mi esposa, con una sonrisa cínica en los labios. Y antes de que se quejara o me hiciera cambiar de opinión, me fui de la cocina.

Estábamos a unas cuadras de Industrias Minatozaki. Tendríamos una corta reunión con algunos de los accionistas, y después mi esposa se iría a la pista de despegue, donde tomaría el avión a Canadá. En el auto, Yunjin estaba sentada entre Sana y yo su atención estaba puesta en el IPad que mostraba alguna caricatura que a la pequeña le gustaba ver. Sana estaba concentrada de la misma forma analizando unos reportes que le había entregado esta mañana. Una sonrisa escapo de mis labios cuando me di cuenta de cuan parecidas eran. Yunjin era la mezcla perfecta de una Minatozaki Park, aun sin ser una combinación genética de nosotras, increíblemente la pequeña tenía muchas cosas en común conmigo y Sana.

—¿Ya lo sabes, Yunjin? –Pregunté tan pronto como el auto se detuvo delante de la entrada de Industrias Minatozaki.

—Sí, Señora, no correr por el lugar o hacer un desastre dentro de la compañía.— dijo con un tono aburrido.

Sana la miraba con una sonrisa en la cara, para después depositar un beso en la mejilla de la niña.

—¡Genial! –dije de forma autoritaria.

Aunque aún era pequeña, Yunjin era una niña inteligente y con buena percepción. Desde un principio, Sana y yo buscamos educarla y enseñarle de la mejor forma posible, y estaba funcionando. A pesar de algunos lapsos que eran totalmente normales en un niño, era una hija maravillosa. Acomodé la ropa de la pequeña, quien tenía un semblante alegre. No era ninguna novedad que Yunjin amaba visitar Industrias Minatozaki, decía que cuando creciera, ella se haría cargo de todo, de la misma forma en que Sana y yo lo hacíamos.

—¿Vamos? –pregunto Sana.

Jihoon descendió del asiento del conductor y camino hacia la puerta de lado de Sana, abriéndola delicadamente.

—Buen día Señoras Minatozaki.— dijo el hombre con buen humor.

—Buen día, Jihoon.

Las tres salimos del vehículo, deteniéndonos junto al Mercedes que el chofer solía conducir. Jihoon ya era un hombre mayor, quien seguramente ya tenía derecho de jubilarse. Sana le había dado la oportunidad de dejar de trabajar con buenos beneficios, pero él se había negado. Dijo que era el trabajo lo que lo mantenía vivo, y que conduciría para los Minatozaki hasta el final de sus días.

—¡Jihoon! –dijo Yunjin emocionada, chocando la mano con el hombre quien le sonrió ampliamente a la pequeña.

—¿Cómo esta, Señorita Yunjin?

—¡Muy bien!

Jihoon acaricio el cabello de la niña con cariño, hasta que Sana nos llamó.

—Compórtate, jovencita.— le dijo Sana seriamente a nuestra hija, quien asintió.

Caminamos hacia la entrada principal, siempre recibiendo la misma reacción de los empleados. Podrían pasar años y años, y todos se comportarían de la misma manera. Tan pronto como poníamos un pie en Industrias Minatozaki, los empleados adoptaban una postura seria y sin ningún tipo de distracción. Amaba la forma en que Sana se transformaba ahí. La madre cuidadosa y extremadamente boba se quedaba atrás, mostrando únicamente una postura seria e imponente, con ese jodido aire arrogante que me volvía completamente loca. Lejos de casa, y de nuestro círculo familiar, era solamente la Señora Minatozaki.

Con el paso del tiempo los empleados comenzaron a verme de la misma manera. Ahora como su esposa, y presidenta de la oficina principal. Tenía el respeto que todos ellos le daban a Sana. Y como buena aprendiz, me comportaba a la altura del apellido y la posición que se me había confiado.

—Señoras.— dijo un empleado que se acercó y nos acompañó al elevador. –Los accionistas ya están esperando.

—Muy bien. Dígales que la Señorita Park y yo estamos en camino.— dijo Sana con un tono serio.

La joven nos miró de forma cautelosa, y asintió para después alejarse.

—Apuesto a que te tienen miedo.— dije con una sonrisa, depositando un beso en la cara de Sana tan pronto como las puertas del elevador se cerraron.

—Nos tienen, quieres decir.

—¿Por qué tienen miedo? –pregunto Yunjin aferrada a su IPad

—En realidad no es miedo, ¡mejor dicho respeto! Cuando tienes un trabajo importante como tu Mami y yo, necesitamos ser muy serias, para poder el respeto de todos, ¿sabes? –le explico Sana cuidadosamente.

La niña de cabello castaño asintió con una mirada curiosa.

—Pero parece que tienen miedo. Se quedan muy callados cuando llegamos.

—Es parte de, un día serás tu, Yunjin.— dije acariciando el cabello de mi hija.

Las puertas del elevador se abrieron, haciendo espacio para que nos moviéramos a la sala de reuniones. La secretaria de Sana se encargaría de cuidar de Yunjin mientras nos dirigíamos con los accionistas. En ese momento Sana y yo cortábamos cualquier lazo. Dentro de las Industrias Minatozaki, más específicamente delante de los empleados, solo éramos socias.

—Buen día, caballeros.— dije entrando a la habitación, atrayendo cada mirada.

Sana camino con gracia en sus tacones negros hacia el otro lado de la mesa. Nos sentaríamos en lados opuestos, pero en las orillas de la mesa. Los accionistas presentes nos saludaron amablemente, y después la reunión comenzó. El tema paso con tranquilidad, analizando los costos de la hoja de balance hecha por el nuevo inversor. Mientras uno de los hombres explicaba cuidadosamente los temas de los reportes en nuestras manos, deje mis ojos detenerse en Sana.

Sana era la misma de siempre. Su expresión seria, cargada con ese aire arrogante que me volvía completamente loca, aún estaba ahí. Tenía el cabello suelto, en ondas suaves, echado a un lado. Estaba usando una blusa azul marino de tela fina, y una falda negra que caía perfectamente en su cuerpo. Tenía un maquillaje suave, únicamente resaltando la intensidad de sus ojos. Lo que seguramente no necesitaban, dado que tenían su propio brillo. Suspire por algunos segundos mientras notaba lo hermosa que era mi esposa. Perecía que había regresado en el tiempo, específicamente a los primeros días en que llego aquí, derribando todas mis murallas con su fuerte personalidad. Sana retiro la mirada del hombre, y la puso en mí.

Se formó una pequeña sonrisa en sus labios, causando una en los míos. Me encargué de quitar la mirada de mi mujer, para recuperar la atención que había perdido totalmente. Sana levanto la vista, para comenzar a dar su opinión del reporte. Y así continuo la reunión, hasta que termino.

—¡Por fin! –dijo Yunjin cuando entramos a la oficina.

Nayeon quien estaba jugando con nuestra hija se levantó con una gran sonrisa.

—Yunjin ya quería entrar a la sala de reuniones.— dijo nuestra amiga riendo divertida –La pobre secretaria fue a comer algo y yo me quede con ella.

—Nos tardamos un poco.— Sana sonrió y se acercó, levantando a la niña y poniéndola en sus piernas – ¿Impaciente, mini Minatozaki?

—Un poquito... —susurro avergonzada.

—Te oyes como tu Mami.

—¡Escuche eso, Sana!

Mi esposa rio, y deposito un beso en la cara de la pequeña.

—Sana, acabo de hablar con Hyunjin, el helicóptero te está esperando.— dijo la rubia, mientras le mostraba un pequeño papel con el mansaje.

—¡Oh! Estoy retrasada.

—¿Regresaras pronto, Mamá?

—Sí, cariño. Regreso el sábado por la noche, porque el domingo todas vamos a salir para festejar el cumpleaños de tu Mami.

—¡Siiiii! –grito Yunjin emocionada.

—Dame un beso y un abrazo.

Yunjin besó a Sana, para después abrazarla fuerte del cuello. Las dos se quedaron así por unos minutos, como si nunca se fuerana despegar.

—¿Quiero que cuides a tu Mami, si? Duerme con ella en la cama, para que no se sienta sola.

Sonreí cuando escuche lo que Sana le susurro a Yunjin.

—¡Déjamelo a mí, Mamá! –dijo mi hija tan pronto como la puso en el suelo.

—¿Y usted Señora Park Minatozaki, no me va a dar un beso?

Me alejé del escritorio donde estaba recargada junto a Nayeon, y caminé hacia Sana quien me miraba intensamente.

—Claro que lo haré, bebé.

Sana me envolvió la cintura con los brazos, jalando mi cuerpo más cerca al de ella. Yunjin nos miraba con una sonrisa traviesa, y corrió a lado de Nayeon, quien llevo a la pequeña fuera de la oficina.

—Voy a extrañarte.— le dije triste.

Sana sonrió.

—También voy a extrañarte, Jih. Pero volveré pronto y te prometo que regresare con un regalo de cumpleaños.

Fruncí el ceño, rodeando el cuello de mi mujer con los brazos, acercándome a ella.

—No necesito ninguna sorpresa, sabes eso ¿verdad?

—Esta te gustara, espero.

Antes de que pudiera decir algo, Sana me pidió que me callara.

—Bésame, Jihyo.

—Sana...

—No es una petición, es una orden, Señorita Park.

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