El Capítulo de Nuestro Amor ©...

By ponche_26

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"La vida consta de muchos capítulos, pero sin duda el del amor, es el más interesante de ellos." Cuando Ameli... More

1. Un rostro taciturno.
2. Ausencia
3. Una torpe caída.
4. Almuerzos en la oficina.
5. "Déjame dormir en tu auto"
6. A paso de tortugas.
7. El viaje hacia Merrel.
8. Traición, la mía.
9. Isaac en la brecha.
10. Huyendo.
11. Todo mal.
12. Lo único que lamento
13. El parque de las aguas.
14. La familia Taylor
16. Tonto por ella.
17. Una broma de goma
18. "La derribaré"
19. Una publicación inesperada.
20. "Perdón"
21. Una llamada inoportuna.
22. Un panorama confuso y desconocido
23. Propuesta.
24. "Todo un caso"
25. Demostrar lo contrario.
26. Elegir
27. El final de una historia casi real
Epílogo
AGRADECIMIENTOS FINALES

15. Una sola cama.

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By ponche_26

Nuevamente nos encontrábamos en el cementerio de Merrel; habíamos llegado a pie, aprovechando el ánimo por caminar que ambos teníamos.

—Compraré flores en los puestos de al frente. —me ofrecí

—Las compraré yo, no te preocupes.

—Déjame hacerlo, por favor. No quiero entrar con las manos vacías.

—Vamos juntos. —propuso Isaac. Asentí y caminamos hacia los puestos de flores para comprar un arreglo bonito.

Eran las tres de la tarde, el sol alumbraba el cielo cómo una enorme farola; pero el clima frío no nos permitía disfrutar de los rayos del sol. Aquello me sorprendió mucho, ya que Merrel era una ciudad mucho más calurosa que Hopmond.

Caminamos por el pasto, observando las muchas lápidas que yacían sobre éste, y buscando aquella que tenía grabado el nombre de la señora Taylor.

—Siempre me pregunté por qué visitamos a alguien el día en que murió. —hablé pensativa.

—El día en que alguien muere nos recuerda que verdaderamente existió, y lo mucho que lo extrañamos ahora que no está.

—Tienes un punto. — respondí — Cuando me dieron la noticia de la muerte de mi padre, no podía creer que la persona que había visto en la mañana, durante el desayuno, ya no estaría más.

— Lo entiendo a la perfección. — me dedicó una pequeña sonrisa. — Los días cómo hoy recuerdo su esencia, lo que ella era, los días como hoy me doy cuenta del gran regalo que fue aquel último día en donde la vi. En un día como hoy, supe que ya no vería su rostro de nuevo, no de la manera en que quisiera, viva, recibiéndome en casa con un plato de comida caliente.

Guardé silencio el resto del camino, meditando en las palabras de Isaac, ¿qué estaría haciendo mi padre si aún siguiera vivo? Supongo que se alegraría de tenerme de nuevo en casa y organizaría algún paseo familiar, o quizás nos quedaríamos viendo películas hasta tarde en la sala. De todas maneras, no podía saberlo, pero era bonito de imaginar.

—Hemos llegado. —informó Isaac después de un rato.—Es aquí.

Una losa de mármol blanquecino yacía sobre el pasto verde, en frente de ambos. Estábamos en el mismo cementerio en donde estaba enterrado mi padre; aunque un tanto alejados de él.

Leí rápidamente la escritura que yacía labrada en la dureza:

"Bertha Miranda Taylor"

26/07/1965 - 28/07/2009

"Siempre te amaremos"

—¿Murió dos días después de su cumpleaños? —Pregunté un tanto sorprendida. Isaac asintió a mi lado un tanto nostálgico.

—Fue una tragedia.

—Lo imagino. —le dije, rodeándolo con mis brazos por unos segundos.

En los siguientes minutos, me dediqué a esperar a Isaac a la distancia, lo suficiente como para no escuchar lo que tenía que hablar con su mamá. Entendía muy bien lo conveniente que era la privacidad en aquellos momentos.

Por un momento, después de que Isaac había regresado a mi lado, me vi tentada a acercarme a la lápida yo también; pero decidí no hacerlo, podría dejar aquello para otro día.

—Bueno. —habló él. —Iremos donde mi familia, los Anthonyson.

—¿Estás seguro? Sabes que puedo dormir en mi casa si incomodo.

—¿Incomodar? —comenzó a reír ligeramente, entrelazando su mano con la mía. —Créeme que la única incómoda vas a ser tú. Digamos que mi tía es muy... enérgica.

—He convivido con Amanda por mucho tiempo ¿Sabías?

—Bueno, imagínate a una Amanda casi tres veces mayor; ah, y ten en cuenta que jamás les he presentado a una novia.

Una interrogante cruzó mi mente en ese momento, después de escuchar la confesión de Isaac. Pasaron unos segundos cuando finalmente me atreví a preguntar: —¿Y qué hay de Lidia?

Isaac pareció comprender a lo que me refería.

—Lidia fue una novia de la universidad. —habló. —Jamás se la presenté a los Anthonyson porque éramos muy jóvenes y mi tía se emociona demasiado; pero descuida, ya es tema del pasado. Debes saber que estoy muy feliz de llevarte con mi familia.

Asentí en silencio, aliviada y hasta un tanto conmovida por eso. Isaac era el ser más tierno que había conocido, aunque quisiera convencer al resto de lo contrario.

—Ya llegamos. —nos detuvimos frente a una acogedora casa de tejado rojo y techo triangular. Las paredes eran cremas y tenían un gran jardín en la parte del frente. —Esta era la casa de mis abuelos; pero cuando murieron, mi tía Rosy se quedó con ella. Ahora vive junto a su esposo y sus hijos. —Me miró por unos segundos. —Mis primos son muy inquietos por cierto; ten cuidado.

Lo observé curiosa.

Tocamos el timbre de la casa y esperamos a que alguien abriera la puerta. Me sentía tan nerviosa en ese momento ¿Y si no les caía bien?

—¡Isaac! —Un niño cómo de unos nueve años se lanzó encima de su primo. Pude ver cómo él se agachaba hasta quedar a su altura.

—¿Y ella quién es? —le preguntó el niño rubio. Sus ojos eran de un azul muy bonito.

—Hola. —saludé con una pequeña sonrisa.

—Ella es Amelie, Bret, mi novia.

—¡¿Tienes novia?! —Por un momento me vi tentada a reírme de su expresión de sorpresa. —Mi mamá no nos deja tener novia. ¡Wow! Eres muy rebelde.

—Tengo casi tres veces tu edad, duende. Ahora hazte a un lado y déjanos pasar.

Ahí está el cariñoso Isaac Anthonyson.

Ingresamos a la casa después de eso. Me permití observar todo el interior; sin duda era una construcción muy elegante, aunque había muchas cosas fuera de lugar, cómo unos patines en la sala y un mando de consola de videojuegos sobre el sillón.

—Escuché la voz de mi boo boo. —Una mujer regordeta de unos cincuenta años se hizo presente en la sala. Era alta y de cabello rubio, al igual que Bret. Supuse que sería la tía de Isaac y no me equivoqué.

—Rosy, no me llames así, por favor. —Le dijo Isaac entre dientes mientras ella lo abrazaba cariñosamente.

—¿Te avergüenza que te diga boo boo? ¿Por qué? ¿Te preocupa lo que piense tu novia? —Me dedicó una sonrisa y se acercó hacia mí para abrazarme de igual forma que cómo lo había hecho con su sobrino. —¡Eres tan bonita! Me recuerdas a mí cuando estaba joven.

Reí ante sus palabras. Isaac tenía razón con lo de Amanda.

—Buenas tardes. —saludé.

—Hola linda. Vayan arriba a dejar sus cosas en el cuarto de invitados y bajen a almorzar. Han de tener hambre.

Asentimos y dejé que Isaac me guiara hacia arriba.

Por las escaleras había dos grandes ventanales desde los cuales se podía ver el gran patio trasero. Me detuve por un segundo a observar a dos adolescentes luchando con lo que parecía ser barro y agua. Les calculé casi la misma edad que Sophia.

—Son los mellizos. Ella es Mindy y él Max. —Dijo Isaac a mis espaldas. —Siempre se andan peleando como perro y gato. Créeme que a mi tía no le gustará para nada que lleguen mojados y llenos de barro. —Me permití reír a su lado y lo seguí nuevamente escaleras arriba.

Ingresamos a un espacioso y bien mantenido cuarto. Mis ojos recorrieron el sitio inspeccionando su interior; un closet, un baño propio y una sola cama. Sí, una sola.

Me congelé por un momento observando el lugar en dónde debíamos dormir.

—Hay sólo u-una.

—¿Una cama? —Isaac parecía muy tranquilo ordenando su ropa en el closet. —Sí; pido el lado derecho. —Terminó diciendo mientras me observaba sonriendo burlonamente. Enrojecí sobre mi sitio un tanto nerviosa.

El soltó una carcajada después de eso. Quizás mi rostro de sorpresa le parecía gracioso.

—Puedo dormir en la sala, linda. —me tranquilizó. —Sólo estaba bromeando.

Golpeé uno de sus brazos como protesta y salimos del cuarto rumbo a la sala.

—Golpeas fuerte, oye. —se quejó, sobándose.

—Te lo mereces.


...

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