Hoy Mick y yo cumplíamos 19 años, él estaba tan emocionado, mientras que yo me retorcía entre las sábanas, muriendo de sueño.
– ¡Mickey! Son las... – descubrí mi cuerpo y con trabajos tomé mi celular. – ¡Son las 7 de la mañana! Es muy temprano. – alargue la "O" con cansancio.
– Eso es lo de menos. – me volví a envolver en las sábanas dispuesta a dormir. – ¡No, no, no!–
Divertido jalo mi cuerpo y aun con cobijas, me cargo como un costal. Y aunque pataleaba, no podía contener mi risa, él tampoco obviamente, despertando a toda la casa con nuestras carcajadas.
– Pareces un gusano. – empezó a dar vueltas aún conmigo en su hombro.
– ¡Mick! ¡Mick! – no podía parar de reír pero comenzaba a marearme.
En un punto, mi inteligente hermanito, tropezó con una de las sábanas que cobijaba mi cuerpo, así que ambos caímos al piso y sin poder parar nuestras risas intente desenvolverme de las sábanas, haciendo un embrollo mas grande. Cuando por fin logré hacerlo me arrastre un poco para poder golpearlo. Parecíamos niños pequeños jugando, corriendo por toda la casa, despeinados y en pijama, sin dejar de reír, con amenazas sin sentido, disfrutando por un momento solo de nuestra compañía, siendo hermanos.
– ¡Niños! – gruñó mamá desde las escaleras al ver cómo ambos estábamos en el piso, yo jalando el pelo de Mick y él mordiendo mi brazo, todo esto sin lastimarnos, pero la escena no dejaba de ser infantil.
Mamá se unió a nuestras risas y con entusiasmo, combinando una falsa molestia, camino a separarnos.
– ¿Cómo amanecieron, mis niños? – se sentó con nosotros en el piso. – ¿Qué tanto hicieron? –
La abrazamos y cada uno le dio un beso en la mejilla, yo me acosté en su piernas y Mick se recargó en su hombro. Empezamos a platicarle nuestra versión de los hechos y porque había cobijas y almohadas tiradas por toda la casa. En el transcurso, papá y su mejor amigo se habían levantado y desde las escaleras nos observaban, riendo al oír nuestras locuras y adorando el brillo que desprendíamos.
Después de un rato mamá dejo escapar lagrimas y papá, quien se había se acercado, ponía atención a cada detalle.
– ¿Por qué lloras mami? – le preguntamos al mismo tiempo.
– Han crecido muy rápido. – respondió mi padre por ella, me sobresalte al escuchar su voz.
Se acercó a nosotros con pesar en su cuerpo, se notaba que le dolía, pero eso no le impidió a unirse a nosotros. Nos pusimos de pie y corrimos a abrazarlo.
Después de ese cálido momento, era hora del desayuno, "desayuno cumpleañero" decía Mick. Así que cuando el servicio acabó de cocinar y acercaron los platos a la mesa, comenzó el desayuno.
Yo había subido a mi habitación a lavar mi rostro y peinar mi cabello. Rociando un poco de perfume, humectando mis labios, en sí arreglando mi presentación.
Una vez baje, encontré sentados a todos comiendo y platicando amenamente. Y ahí estaba él, el hombre que me robaba suspiros y hacía mi corazón dar revuelos de amor.
Sebastian Vettel.
Ahí estaba, tan lindo como siempre, su pelo aun húmedo, una camisa blanca lisa junto sus pantalones de mezclilla. Simplemente perfecto.
– Pequeña. – volteo a verme de arriba a abajo. – Feliz cumpleaños. – se levantó y se acercó a mi.
Me abrazo, recargando su mano en mi espalda y al tener su cuerpo tan cerca, pude oler su perfume, haciéndome sentir escalofríos. Al separarnos, puso ambas manos en mi cintura, dejando un beso en mi frente.
– Te traje un obsequio. – susurro en mi oído. – Pero te lo daré después. –
Yo estaba muy nerviosa como para hablar, así que asentí y le susurré un pequeño gracias. Soltó una ligera risa y se alejo en su totalidad para volver a tomar asiento.
Me senté a su lado, quedando frente a Mick quién comenzaba a contarnos algo mientras yo comía. En ningún momento paramos de reír, con los chistes que hacía Seb o lo infantil que podía parecer mi hermano cuando estaba conmigo.
Y me di cuenta que después de todo, sería un buen cumpleaños.
Después del desayuno, subí a mi habitación a tomar una ducha y escoger un lindo atuendo para ir a comer junto con Mick, mamá y papá, añadiendo a Seb y otros amigos.
Opte por un vestido blanco de satin con la espalda descubierta, el corte que tenia ajustaba mi cintura y dejaba lucir mis piernas. Haciendo que mi cuerpo luciera hermoso, se notaba que había crecido.
Ondulé mi cabello, enchine mis pestañas, pinté mis labios. Bañe mi cuerpo de perfume y me mire al espejo, apreciando mi físico. Intentando averiguar si me convencía. Después de un rato, olvide mis dudas y mejor empecé a preocuparme por mis zapatos y abrigo, en caso de que me diera frío, de igual modo pude haber no escogido una y robar el de papá o el de Mick, aunque mi preferido era el de Seb.
Al final me puse unos tacones del mismo color de mi vestido, abroché la hebilla y volví a ver mi cuerpo en el espejo. Me acerqué al tocador, volví a aplicarme labial y rocié perfume. Me veía bien, fue a la única conclusión a la llegue.
Escaleras abajo, me encontré a Mick ya cambiado platicando con Seb, ambos vestían de traje, con los primeros botones de su camisa desabrochados. Se veían igual de guapos.
Me acerqué a ellos y abracé a Mick por atrás, recargando mi cabeza en su hombro. Él tomó mis manos que estaban recargadas en su abdomen.
– Hola hermanita. – dejó caer su cabeza recargándola en la mía.
Mordí su hombro y también lo salude.
– Qué bueno que bajas, princesa. – esta vez hablo Sebastian, quien abrió los brazos como señal para que lo abrazara.
Obviamente no me negué y con emoción me acerqué a abrazarlo, escondiendo mi cabeza en su cuello.
– Te hace falta algo. – tal y como en la mañana, sentí su aliento rozar mi oído. – Date la vuelta. –
Con nerviosismo hice caso y una vez le di la espalda, formó una coleta con mi cabello, de algún modo comprendí lo que quería, así que tomé la coleta que él había formado. Sus dedos rozaron mi espalda y sentí un frío objeto deslizarse por pecho, agache un poco la cabeza encontrándome con un collar color dorado, con un dije que parecía tener forma de corazón.
– Es muy lindo. – le dije una vez que deja caer mi cabello y voltee a verlo.
– Tal y cómo tu pequeña. – Mick se acercó a mi y reafirmó lo que dijo Seb.
– Mmh, ella es linda, pero no tanto como yo. – me dio un ligero golpe en el hombro y comenzó a reír al ver que le sacaba la lengua.
Llegamos al restaurante, caminamos hacia nuestra mesa y tomamos asiento, tratamos de convivir entre todos, platicando y riendo, después ordenamos algunas bebidas y comida. Seb se había sentado a mi lado nuevamente, al principio estaba emocionada, hasta que apareció una mujer que no reconocí.
Momentos después Vettel la presento, la presento como su pareja y yo sentí mi corazón estallar de dolor.
Pero al menos él parecía feliz y de algún modo eso compensaba mi malestar, puesto que su sonrisa sobresalía. Y con pesadez en mi corazón un compañero de Mick se acercó a mi, aparentemente no solo era conocido de Mick, sino que también era el futuro compañero de equipo de Sebastian.
– Adelaide. – se acercó a saludarme.
– Charles, no sabía que vendrías. –
Ella no lo había notado, pero desde lejos, Sebastian la observaba reír con Charles y no podía evitar apretar los puños al ver cómo él rozaba sus manos o acercaba su cuerpo.
Le estaba coqueteando y detestaba ver cómo ella le seguía el juego.
Estaba demasiado celoso y lo único que lo mantenía cuerdo era la mujer que tenía a su lado, puesto que para mala suerte de todos era su novia. Intentaba engañarse así mismo, pero era obvio que no la quería, la estaba usando para poder sacarse de la mente a la niña que le había robado el corazón.
La hija de su mejor amigo.
Su princesa.
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ᴹʸ ᴮᴱᴸᴼⱽᴱᴰ