Sentía que se había vuelto enfermizo, prácticamente la había visto crecer, ¿por qué carajos empecé a verla con otros ojos?. Ya no la veía como una niña, en su totalidad había crecido. Su cuerpo era espléndido y sus ojos perfectos, ni hablar de su personalidad.
La veía con deseo.
Me había robado el corazón, hacerla reír es mi mayor victoria. Era perfecta en todo aspecto y había un gran problema.
Era mucho menor que yo.
Y no solo eso, con cara vería a mi mejor amigo sabiendo que fantaseo con su hija. Pero eso no me impedía quererla de la forma en que lo hacía, no refiriéndome únicamente a algo íntimo, si no en general.
Me había robado el corazón.
Por lo mismo, el remordimiento me carcomía vivo; sentir escalofríos al verla usar prendas escotadas o faldas cortas, mi sangre hirviendo de celos por verla rodeada niños inmaduros, mi respiración acelerada al verla reír.
Cómo alguien experimentando en el amor.
Mi mente no la dejaba escapar, pensando en ella todo el tiempo, de mil y un formas, no me dejaba vivir en paz el recuerdo de su sonrisa y su mirada fija en la mía, viendo mis labios, buscando comodidad entre mis brazos.
No podía negarme a ella.
Todo esto junto me atormentaba y no sabía que más hacer para olvidarla, para dejar de verla en la forma en que lo hacía. Me acostaba con distintas mujeres e inclusive intenté entablar una relación sentimental con algunas, más no podía sacarla de mi corazón.
Era imposible y yo haría eso más por ella.
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