A pesar del tiempo

By bsunset19

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Luego de cinco dolorosos años, las miradas de Gianna Ellis y Julián Burnett se volvieron a encontrar y los se... More

Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo Especial 1
Capítulo Especial 2
Capítulo Especial 3
Capítulo Especial 4
Capítulo Especial 5
Último capítulo especial

Capítulo 1

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By bsunset19

Gianna

Salí rápidamente de mi lugar de trabajo para alcanzar una mesa en mi restaurante de siempre. Había perdido alrededor de 5 minutos de mi tiempo de colación, por problemas con mi jefe. Actualmente soy psicóloga laboral en una sucursal de una empresa de vestuario exclusivo: nuestra mayor ventaja competitiva es que creamos nuestros diseños en baja cantidad, por tanto sería muy difícil que dos personas se encontraran con exactamente la misma vestimenta en una ceremonia; nuestro equipo confecciona alrededor de 40 piezas que son distribuidas entre las 3 sucursales de la cadena, las cuales están ubicadas 2 en el centro de la ciudad y una en la capital del país. Trabajo en el área de campañas publicitarias –debido al magíster que realicé donde obtuve una mención en psicología publicitaria–, estoy encargada de analizar la recepción del público ante el comercial y realizo sugerencias a mis colegas especializados en diseño y publicidad para los próximos proyectos en base a los análisis previos. Lo que más me gusta es que siempre tengo las tardes de los viernes y fines de semana desocupados. Cuando entré a la universidad, jamás creí dedicarme a la psicología laboral y mucho menos a algo relacionado a la publicidad, pues tenía la idea de que un psicólogo debe estar en una sala y atender a una persona durante media hora y nada más. Al parecer nuestro campo es más amplio de lo que creía.

Caminé rápidamente las tres cuadras que faltaban para llegar al restaurante y almorzar una deliciosa cazuela.

Apenas entré en el lugar me golpeó el exquisito aroma a una cazuela casera, muy parecida a la de mi mamá. Cuando me fijé bien, noté que estaba lleno. Todas y cada una de las mesas y asientos estaban ocupados, sólo había una mesa para dos a la que le sobraba una silla, pero había un hombre sentado en una de ellas. No le pude ver el rostro, pues me estaba dando la espalda.

A mí se acercó Guido, uno de los meseros que casi siempre me atendía. Era un pelirrojo de ojos azules bastante guapo, pero era solo un poco más alto que yo y a mí siempre me han gustado los que miden sobre 1.80 –yo mido 1.66 aprox–.

–Hola, señorita Ellis, parece que tardó mucho, como podrá ver, está todo ocupado.

–Hay una silla vacía ahí, ¿la puedo ocupar?

–Tendría que hablar con el caballero, y, si no le molesta, claro que se puede sentar y le prepararé la comida con mucho gusto.

–¿Queda cazuela? –Dije sonriendo esperanzada de poder comer mi comida favorita después del trago amargo que tuve por la discusión con mi jefe–.

–Sí. Enseguida le traigo un plato.

–Muchas gracias.

Guido tiene casi mi edad, pero siempre me trata de "usted", no he podido lograr que eso cambie.

Me acerqué despacio hasta la mesa que tenía una silla extra y le hablé por la espalda, entonces no podía ver su rostro, tan sólo noté un cabello bastante oscuro.

–Hola, disculpe, –miré mi reloj–, tengo veinticinco minutos para almorzar y no hay ningún lugar vacío aquí, ¿podría ocupar este sitio?

Todo sucedió como en cámara lenta. El desconocido se dio la vuelta y sus ojos se encontraron con los míos. Esos delicados ojos azules con tenues toques de verde y gris. Por más que quise, nunca he visto unos ojos exactamente iguales, creo que son únicos. Sentí una fuerte punzada en el pecho.

–Gia...

–Julián –solté con un suspiro–.

–Ha pasado mucho tiempo... –dijo perplejo por mi repentina aparición–.

–Lo... sé –quería decirle tantas cosas, que se agolparon en mi garganta y no dije nada–.

–Amor, ¿quién es ella? –escuché una voz a mis espaldas–.

Me giré y la vi. Era una chica de tez muy clara, de cabello corto y castaño claro, unos bellísimos ojos verdes y un poco más alta que yo. Quizás tiene ascendencia italiana. "Amor" ¿acaso ella era su novia? Aunque me duela, es lo más probable. El tiempo pasa, los sentimientos cambian.

–Ella es...

–Una clienta –me apresuré a contestar mientras la chica me observaba atentamente, como si le resultara conocida, pero jamás la había visto–. Disculpa, es que pensé que este asiento estaba vacío y lo quería ocupar. Vine a almorzar y no tengo mucho tiempo. Otra vez, disculpa, que lo pasen bien. Adiós.

–Espera, no te vayas –dijo la chica que continuaba mirándome–, podemos solicitar otra silla y comes junto a nosotros, ya dijiste que no tienes tiempo.

–Eh... eres muy amable, pero no quiero molestar, lo pediré para llevar.

–No es molestia, se ve que eres muy agradable, anda, come con nosotros –sonrió dulcemente–.

Miré la hora en mi celular y tenía veinte minutos para volver al trabajo. Decliné la oferta y le expliqué la situación. No podía quedarme allí viendo a Julián feliz con su novia, era muy doloroso. La herida es antigua, pero aún no cicatriza del todo.

Pedí la comida para llevar y estuvo lista casi de inmediato –tiene sus ventajas ser cliente habitual–. Espero que no se derrame el líquido de la comida.

Cuando volví a mi auto, sólo sentía ganas de llorar, incluso el hambre se me quitó. Por mi mente pasó toda la situación nuevamente: Julián con sus ojos hermosos ojos azules fijos en los míos, su novia llamándolo "amor" y yo con el corazón hecho trizas intentando ocultar todo mi dolor. Dicen que "quien mucho se ausenta, pronto deja de hacer falta" y creo que es justo lo que aquí pasó. Al menos tengo la tranquilidad de que la chica que está con él, es simpática y se ve que lo quiere. Me llamó la atención que me observara tanto tiempo, pero creo que me confundió con otra persona. Espero que el día en que no me importe esto llegue pronto. No sé si mi corazón resistirá otro encuentro de esos.

Intenté pedir permiso en el trabajo para ausentarme durante la tarde, pero mi jefe se negó, y a pesar de que le prometí recuperar las horas perdidas en mis días libres, recibí un total "no" por respuesta.

Esta tarde debo estar en la tienda observando la reacción del público a nuestros productos y hacer un par de preguntas. Normalmente hago encuestas más formales que se envían por correo a los clientes habituales y otros métodos impersonales, pero mi jefe me pidió ir personalmente a supervisar. Últimamente está bastante tenso y exigente con todos los empleados.

Duele. Duele recordar cada segundo la escena. Duele saber que yo tuve la mayor parte de la culpa. Duele ver que él ya me olvidó y yo sigo sin poder rehacer mi vida después de todo lo que pasó.

Recuerdo noches enteras llorando, con la culpa carcomiendo mi interior. Recuerdo también fingir una sonrisa en más de una ocasión, para no preocupar a mis padres, a mis amigos y también para que Julián siguiera adelante. Puede ser absurdo estar tan triste ahora que tiene novia, pero no lo puedo evitar. Creí haber enterrado ese sentimiento, pero al parecer los años sin vernos no fueron suficientes para apagar esos destellos de amor que volvieron a brotar como un incendio en mi pecho cuando nos volvimos a ver.

Cuando salimos de la universidad ya no lo volví a ver ni a saber de él, de eso ya van cinco años. Pensé que había sido la mejor decisión, pero ahora pienso que quizá me equivoqué... sin embargo, no hay nada que hacer. No podemos vivir del "y si hubiera..." porque sólo sirve para torturarse.

–Disculpe, señorita –una suave voz me sacó de mi ensimismamiento, miré a la dueña de aquella voz y era una ancianita con bastante buen estilo–.

–Dígame –respondí amable–.

–Cualquier hombre que la haga estar así de triste, no vale la pena.

–¿Qué...?

La mujer se alejó y me quedé pensando en sus palabras. Si tan solo ella supiera que fui yo quien causó este sufrimiento...

La vida tiene una forma muy extraña de reunir a la gente.

Continué mi jornada laboral intentando estar más calmada y ocultar que estaba hecha trizas por dentro. Quizá una pequeña parte de mí tenía la leve esperanza de que él aún me amara... como hago yo.

Minutos después de que la mujer se alejó, me acerqué a unas jóvenes de 20-25 años que estaban observando unos blazer, algunos de color gris y otros de color palo rosa, así que les pregunté sus opiniones.

–Hola, chicas, ¿cómo están? Soy Gianna, psicóloga publicitaria de esta empresa. Quería consultarles acerca de este producto –dije indicando la prenda rosada, la cual tenía un entallado que marcaba la zona de la cintura–, pude notar que llamó su atención.

–Lo amé. No sé cómo más decirlo, es precioso el color, además, siento que es muy combinable, el precio es bastante accesible y la tela es de buena calidad. Sin duda es un artículo que compraría si necesitara una prenda de este estilo.

–Lo mismo pienso. Sin embargo, lo compraría en otro tono, quizás más brillante, podría ser un rojo, pues llama la atención y, acompañado de la actitud adecuada, te hace ver más segura.

–Muchas gracias por sus comentarios. Que tengan buena tarde.

–Igualmente –dijeron mientras me alejaba de ellas para anotar en la aplicación de notas de mi celular las sugerencias y comentarios de las jóvenes–.

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