Rumania High School

By Noemii_R

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¿Ser alumno nuevo en una escuela es lo peor, no? Yo pensaba eso y muchas cosas más, pero no sabía que mi vida... More

1 | Mi beca
2 | Llegada
3 | Conociéndonos un poco
5 | Tres duelos de esgrima
6 | ¿Qué hacen aquí?
7 | Una pijamada divertida
8 | El Boceto
9 | Favor
10 | Prácticas de baile
11 | Una noche de astronomía
12 | La curiosidad mató al gato, casi
13 | Madrugada en el Chat
14 | Sonido Hueco
15 | Mi plan...
16 | Baile de Bienvenida: Yo nunca, nunca
17 | Baile de Bienvenida: ¿Qué había en la Sala Común?
18 | Campañas escolares
19 | Su estúpida cuerda rota
20 | Castigo
21 | ¿Sonidos raros?
22 | Una petición y un encuentro extraño

4 | Galería de arte

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By Noemii_R

Terminé de almorzar y fui en busca de Fernanda a nuestra habitación. Hoy no había venido al comedor porque se sentía ligeramente mal, así que decidió no alimentarse hasta un poco más tarde cuando se sintiera mejor.

En cambio, yo sí fui. Comí junto a Diosito y no me sentí tan sola por eso. Sin embargo, en el camino de regreso, vi una enorme cartelera que colgaba en la puerta de la cafetería, una de la que no me había dado cuenta antes gracias a que tenía tanta hambre que no pensaba en nada más que comer.

La cartelera promocionaba una galería que los estudiantes del club de arte expondrían a las cuatro y media. Abajo de esas palabras, estaba el pequeño conjunto de letras que decía "Hoy no hay clubes!".

Los estudiantes verán si irán o usarán el tiempo libre de la tarde para algo más, pero yo sí necesito ir, aunque no sola. Entiendo bien el idioma y ya no tengo tantos problemas al ubicarme en este castillo, sin embargo quería que Fernanda me acompañara. Sé que será difícil convencerla por su poca convivencia con las demás personas, pero al menos trataré de hacer algo al respecto.

Sí, mi relación con Fernanda había mejorada a tal punto que ella ya me saludaba en las mañanas y a veces íbamos juntas a comer cuando no me quedaba dormida. Puede que no sea la gran cosa, pero para el primer y el segundo día que me ignoró por completo, es un avance.

Casi tumbé la puerta al ingresar y me dejé caer en las suaves colchas de mi cama. Levanté mi cabeza un momento y miré a mi alrededor para ver si había rastro de Fernanda, pero no veía nada que podría significar que ella estuviera aquí. No creo que haya salido, ¿O si?

Cuando me iba a poner de pie para comprobarlo, la puerta del baño se abrió, mostrando a Fernanda del otro lado con una cara no muy convincente. Tenía la nariz levemente roja. Ayer en la noche la había escuchado estornudar varias veces. Eso me preocupó.

—¿Estás bien? .—Le pregunté. Ella solo me miró y asintió sin mucho interés.

—Sí, tengo alergia al polvo y ayer mientras entrenaba esgrima entré en el ático. Ya sabes le que debió pasar después.

Asentí, comprendiendo. Luego formé una sonrisa. Al verla mal, me estaba resignando sobre la idea de llevarla conmigo a la galería de arte, pero ella me dijo que está bien y aparte se ve bien, así que reconsideré la idea sin pensármelo dos veces.

—Oye, ¿Quieres ir a la galería de arte conmigo? Es a las cuatro y hoy no hay clubes porque los estudiantes estarán ahí.

Fernanda se sentó en el borde de su cama y estornudó de nuevo. Tal vez no era una idea tan decente pedirle esto cuando ella ahora debía estar un poco cansada o abatida por esa alergia que le dio de repente. Hice una mueca y empecé a negar con mis manos, de manera muy rápida.

—¿Sabes qué? Mejor...—

—Estoy bien, en serio. —Cortó mis palabras, poniendo su mano enfrente—. Pero que me encuentre bien no significa que quiero ir a esa galería de no sé qué . —Se acostó en su cama y miró el techo, como si fuese lo más interesante de esta habitación. Abrí mi boca con ofensa y me acerqué a ella.

—¡Si estas bien, acompáñame por favor! .—Supliqué—. No quiero ir sola y tú eres la única a quien conozco.

—No. Sabes que no me gustan los lugares donde hay mucha gente.

Rayos, debo hallar una forma de convencerla. Agarré mi mentón con mis dedos, pensando qué podría usar a mi favor para convencer a Fernanda de que me acompañara. Mi mirada recorrió rápidamente el dormitorio, hasta que se detuvo en los dibujos que ella tenía pegados en su pared.

Sonreí. ¿Qué mejor forma de convencerla que con lo que más le gusta?

—Pueden haber cosas de anime. —Eso pareció interesarle—. Y tal vez puedas encontrar algo que te guste.

Sus ojos volvieron a ponerse serios.

—No.

—¡Ay, vamos! .—Como niña pequeña me puse delante de su pared y crucé mis brazos, mirando la estructura y las hojas de dibujos que tenía pegadas en ella—. ¿Quién es él? .—Señalé a un hombre rubio, de ojos verdes, alto y con una pistola en mano. El dibujo estaba muy bien hecho, pero eso no me sorprendió porque ya había visto en vivo y en directo cómo Fernanda los dibujaba.

Ella observó el lugar que señalaba y suspiró.

—Loid Foger.

Ese nombre se me hizo conocido.

—¿No es de ese anime donde hay una niña de cabello rosado que lee mentes? .—Había visto algunos artes conceptuales de eso, además de que en mi celular aparecían bastantes shorts en YouTube de algunos capítulos y escenas épicas y graciosas entre los personajes.

—Sí, ese mismo. —Me respondió.

—¿Y éste quién es?

Esta vez mi dedo apuntó a un chico de cabello negro y ojos rojos con un patrón singular, pálido, alto y de traje un poco extraño.

—Es Sasuke Uchiha.

Hice una mueca de confusión.

—¿Quién?

Se sentó y me miró como si tuviese cuatro cabezas y cinco bocas.

—Sasuke Uchiha. —Repitió hastiada.

—¿De qué anime es?

—De Naruto.

Ahhh, es de Naruto.

—Este chico con cabellos de colores debe ser Shoto Todoroki, ¿No? .—Dije señalando a un tipo de mirada bicolor, cabello mitad blanco y mitad rojo con un traje azul. Ese lo conocía porque Frederick se estaba viendo My Hero Academia y solo se la pasaba hablando de un tal Todoroki.

—Sí.

—¿Y este de acá?

Lo conocía, pero no recodaba su nombre. Era de Demon Slayer. Ella suspiró con cansancio.

—Muichiro Tokito.

—¿Qué? .—Mis ojos se pusieron en blanco—. ¿En serio ese era su nombre? Es un poquito raro.

—Es anime. —Encogió sus hombros—. Obviamente es raro.

—Bueno, como sea. —Puse mis manos en mi cintura, moviendo algunos cuadernos que estaban en la cama de Fernanda para sentarme ahí—. Esta clase de cosas podrías encontrar allá. ¡Es arte, Fernanda! Imagínate encontrarte en medio de ese lío de gente un origami de Susuke.

—Sasuke. —Me corrigió frunciendo el ceño.

—Ese también.

Rodó los ojos y se volvió a acostar. Yo gruñí fastidiada, pensando qué más hacer, pero no hallé alternativas sensatas ni algo que me asegurara 100% que iba a aceptar. Creo que tengo que aplicar la vieja confiable y la cosa más desgastada de toda la existencia del mundo.

—Y hago lo que quieras. —Le dije, con la esperanza de ahora sí convencerla.

—No.

—¡En serio, haré lo que quieras y no me quejaré!, ¡Incluso podría comprarte un peluche de Susuke!

—¡Tengo uno, y no es Susuke, es Sasuke!

—¡Ya te dije que ese también!

Entrecerró los ojos, gruñó irritada y apartó su cabeza, desviando sus ojos marrones de mi intensa y oscura mirada.

—¿Seguro que harás lo que quiera?

—¡Sí, seguro!

No estaba nada asustada. No creo que me haga bailar delante de media escuela las canciones de My Little Pony: La Magia de la Amistad o algo por el estilo, aunque debo admitir que esas eran buenas rolas de tiempos pasados. Sí, me declaro fanática de las ponis. Todavía puedo seguir viendo eso y no me aburriré. Lo sé, soy rara.

—Cada que te pida. —Habló de nuevo, por lo que paré la oreja—, me comprarás chocolate en la cafetería.

—¿No que era gratis la comida? .—Alcé una ceja.

—Los postres de chocolate no lo son. Eso se debe pagar.

—¿Me mandarás con tu dinero?

—No, lo comprarás con el tuyo.

Fruncí mi ceño y la apunté con mi dedo índice, indignada. ¡Eso no era justo!

—¡Oye!

—Solo será por una semana. —Me dijo—. ¿Si?

Suspiré y dejé de exasperarme, cruzando mis brazos por encima de mi pecho. Si es por una semana no puede ser tan malo como suena.

—Lo haré si me acompañas a la galería. —Extendí mi mano hacia ella. No estaba dispuesta a hacer esto si no había promesa de por medio. Después resultaba estafada, porque conociendo a Fernanda es muy posible.

—De acuerdo.

Estrechamos nuestras manos, sellando de esa forma el trato raro que hicimos.

.

.

.

.

.

Sé que deben estar pensando: "¿Por qué estás haciendo esto en vez de pasar las clases de los días que faltaste?". Bueno, la semana pasada me terminé de poner al día en todo. Claro, para eso tuve que escribir y escribir casi sin parar luego de regresar de clases, pero al menos pude vencer la batalla.

Hasta esperar que sea la hora de irnos, Fernanda me convenció para ver un anime en Netflix. Dijo que se llama "Asesina del Romance" y que estaba muy entretenido... Y, era cierto y no mentía. Está 100% recomendado.

En menos de dos capítulos ya me había viciado con la serie. Como Fernanda se la había visto antes no la vio conmigo, así que se fue a practicar un poco de guitarra y a hacer muchos más dibujos, desde distintas perspectivas y poniéndoles ropa diferente a sus personajes. Eso hasta que fueron las cuatro y media.

—¿Tienes fobia social? .—Pregunté, cerrando la puerta de nuestra habitación para comenzar a dirigirnos a los pasillos de camino a la cafetería, donde se supone que estarán los estudiantes exponiendo sus obras de arte.

—No. —Me contestó Fernanda.

—Entonces... ¿Por qué no tienes amigos?

Fernanda bajó la cabeza y bufó.

—Es una historia que no me gustaría contar...

—Ah... Está bien.

No me considero una asocial, pero tampoco me considero social. Simplemente me gusta hablar con las personas con las que conservo confianza. Los amigos me llegaban solos o Frederick me los presentaba, yo no hacía amistades por mi cuenta. Ahora que lo pienso, creo que mi amistad con Fernanda es la única en la que yo he dado la iniciativa.

Con Frederick me conocí desde que era pequeña y somos casi como hermanos, por lo que ese pendejo no cuenta en esta lista. Aunque es alguien muy bueno haciendo nuevos amigos y admito que he aprendido un poco de él.

Quizá Fernanda no tiene relaciones amistosas y evita eso a toda costa porque la marginaron en el pasado, o la traicionaron... ¡No lo sé!, solo sé que veo y leo muchos libros que contienen problemas como esos, así que es imposible para mí no pensarlo. Pero no pregunté más. Sabía que no era de mi incumbencia y si ella me lo quería decir, me lo diría más adelante cuando quiera hacerlo.

Caminamos a la galería de arte en silencio. A veces aquel era mucho mejor que el ruido, y eso lo había aprendido con Fernanda.

Llegamos al lugar, y lo primero que vi fueron los cuadros en los muros. Eran de muchos colores y formas que variaban de la creatividad de sus creadores. Habían dibujos que yacían pegados en la pared, y, como lo supuse, el anime también abundaba. En las mesas reposaban origamis, de igual manera fotografías geniales que parecían sacadas de una película. Las grandes y pequeñas manualidades estaban también, junto a creaciones de papel y tubos de cartón. Todo era increíble, incluso Fernanda estaba sorprendida.

Recorrimos un poco el entorno, hasta toparnos con un dibujo un poco extraño.

—¿Un perro? .—Cuestionó Fernanda, casi a los cuatro vientos.

Pues sí, era un perro, un perro salchicha acostado en la orilla del mar con un sombrero de marinero. 

Un momento...

Perro salchicha gordo bachicha, toma solcito en la orilla del mar, tiene sombrero de marinero...—

—¿Qué estás cantando? .—Me cortó Fernanda, poniendo los ojos en blanco. Yo encogí mis hombros y miré el cuadro.

—Este dibujo está inspirado en esa canción.

—¡Sí, en efecto!

Detrás apareció un chico, con una brillante sonrisa en el rostro. Tenía el cabello azabache y mucho más largo que los demás muchachos que he conocido hasta ahora, sus ojos eran marrones chocolates y su tez era muy, muy blanca. Llevaba pulseras de telas en sus muñecas y un pañuelo envuelto en su cuello, como un vaquero o un sheriff. No era tan alto como otros, pero sí nos superaba de altura a Fernanda y a mí, al menos unos pequeños centímetros.

—No creí que alguien lo notaría.

Sonreí orgullosa.

—Soy una mente maestra para estas cosas.

—¿Tú lo hiciste? .—Preguntó Fernanda volviendo a su habitual seriedad. La pregunta era claramente dirigida al chico, quien asintió.

—Sip, soy Adrián Ramírez, el creador del dibujo "Perro Salchicha" y de algunas obras que están por aquí.

Fernanda sonrió de lado. Se veía a kilómetros que se quería reír por ese nombre. Es que sí estaba algo chistoso y un poco ridículo.

—Tienes talento. —Halagó ella, tratando de disipar la gracia que le había causado el nombre.

—¡Muchas gracias! .—Agradeció con felicidad. Pero así, sin chiste, era verdad lo que Fernanda decía. El chico tenía mucho talento en esto. El cuadro "Perro Salchicha" sí estaba un poco extraño, pero era la esencia y eso lo hacía muy bueno.

Las personas comenzaron a llegar para ver el cuadro. Al parecer no fui la única que logró captar la canción. Reí un poco al darme cuenta de eso, pero en ese instante me  empezaron a empujar hasta que me hicieron salir de ahí. Me enfurecí mucho por eso, aunque lo bueno de ser alta era que podía ver sobre estas personas... Pero era la excepción con la gente montaña. En estos días había conocido a cuatro de esos.

—¡Hey, hola! .—No sabía que me hablaban, pero al sentir el toque en mi hombro me di cuenta que era sí. Me di la vuelta y arrugué mis cejas, extrañada. Frente a mí estaban Violetta y Diana, sonriéndome con amabilidad y energía.

—Eh, hola. —Saludé, sonriéndoles igualmente—. También están aquí, ¿Eh?

—¡Sí!, ni bien nos enteramos y vinimos. —Exclamó Violetta, dando pequeños aplausos de emoción.

—¿Con quién viniste? .—Interrogó Diana.

—Con mi compañera de habitación. Es... ella. —Jalé a Fernanda hacia mí nuevamente, cuando vi que también la habían empujado fuera.

Fernanda las miró con una expresión seria, pero parecía que eso era lo que menos les importaba a estas dos chicas.

—¡Hola, Fernanda! .—Saludaron.

—No se presenten. —Se les adelantó, antes de que ambas dijeran algo más—. Sé quiénes son, y dudo que alguien actualmente no las conozca.

—Bueno, eso es cierto. —Violetta movió su cabello, presumida. Diana, por su parte, rascó su nuca con pena.

—Íbamos al área de fotografías. —Informó Diana—. ¿Les gustaría venir con nosotras?

Miré a Fernanda para ver si no le incomodaba. Ella también me miró y encogió sus hombros. Al parecer le daba igual. Aunque no es como si fuese a hablar mucho con ellas tampoco.

—Bien. —Accedimos.

No nos tomó ni medio minuto llegar allá. Las fotos cambiaban de perspectiva como un simple dibujo o eran tan alucinantes que parecía que en verdad estuvieras viendo algo a través de una ventana. Me costaba creer que todo esto lo hayan hecho estudiantes de mi edad, más grandes o incluso menores que yo.

Pero una fotografía en particular llamó mi atención. Parecía que la habían tomado en el bosque de acá afuera en épocas de invierno, donde nieva. Todo estaba blanco, y en el fondo apenas se lograba apreciar una manada de lobos de nieve que corrían libres como el viento. Realmente la foto estaba increíble.

Debajo de ella habían dos firmas con distintos nombres. Me acerqué un poco para leerlos, pero ahí llegaron algunas personas un poco conocidas.

—¿Les gusta la foto? .—Gemma buscó opiniones, achinando sus ojos en una sonrisa. A su lado estaba Joselyne, la cual asentía a la par de ella con una expresión igual de alegre y amable.

—Está bellísima, Gemma. —Violetta tomó una foto a la foto con su celular. Se oyó rarito, pero ustedes entendieron.

—Gracias, Violetta.

—¿En serio le tomaron una foto a una manada de lobos? .—Diana preguntó, a lo que ambas asintieron—. ¿Cómo hicieron eso?

—Fue el año pasado por esas épocas. —Explicó Joselyne—. Estuvimos desde la distancia en un carro, pero logramos captarlos en el momento perfecto.

Gemma extendió su puño y ambas los chocaron, visiblemente orgullosas por su esfuerzo. Pues sí, estaba demasiado lindo.

—¡Oigan, chicas!, miren, ellas son Ivanna y Fernanda. —Nos presentó Violetta. Eso nos tomó desprevenidas, pero no tardamos en saludar de vuelta. Me sorprendió un poco que Violetta y Diana sean amigas de Gemma y Joselyne. Qué pequeño es el mundo... O la escuela.

—¡Yo te conozco! .—Me señaló Gemma—. Compartes conmigo clases de matemáticas.

—Oh sí, chica calculadora.

Ella sonrió con algo de vergüenza. Sabía a lo que me refería.

—Tranquila, es bueno que seas rápida para los números. —Le dije.

—Sí, Gemma es una bomba para eso. —Me siguió Joselyne.

—Oigan, no es para tanto.

—Sí lo es. —Objetó Diana—. ¿Sabes lo que se nos complica la matemática a otros?

Asentimos, estando de acuerdo con ella. Esa materia era una completa tortura. A veces me gustaba, otra veces tenía ganas de que se las lleve el diablo y que nunca las regrese. La mayoría de los temas eran extraños y difíciles. Yo quiero ser maestra de italiano cuando sea adulta, pero, ¿Para qué me va a servir saber el perímetro del salón o el área de una piscina?, ¿Haré que mis alumnos le saquen la hipotenusa a un objeto mientras me repiten las vocales y letras en italiano o qué? Bueno, no sé, tal vez y sí lo haga.

—Oh, miren.

A un lado, había un papel lleno de grafito del lápiz. Tenía dibujada una inmensa e increíble mesa de dulces, con muchos postres diferentes y realizada a simple vista con borrador.

—Guau, ¿Quién lo hizo? .—Pregunté atónica.

—Aylin y April. —Respondió Joselyne.

—¿Quiénes son ellas?

—Aquí estamos.

A la distancia llegó una chica de ojos marrones, tez bronceada, algo bajita y de cabello castaño, muy esponjoso. Tenía mucha similitud al mío, pero sus cabellos se levantaban más y eran como una esponja, literalmente. Sin embargo se le veía genial con la cola de caballo que llevaba.

Era acompañada por una chica que cumplía con sus mismas características, excepto que era un mucho más bajita que ella y su cabello no era esponjoso, simplemente ondulado en las puntas y muy brillante.

—¿Son las creadoras de esto? .—Diana cuestionó, apuntando la mesa de dulces.

Aylin y (supongo) April asintieron.

—Sí, hecho exclusivamente con una goma de borrar.

—¿Quién es quién?

—Yo soy Aylin. —Levantó la mano la chica de esponjoso cabello.

—Y yo April. —Dijo la otra.

—Oigan, en serio estoy muy sorprendida con todo esto. Tienen un talento asombroso. —Comenté para las cuatro chicas del club de Arte.

—Concuerdo. —Se me unió Diana.

Fernanda y Violetta solo asintieron.

—¿Por qué dulces?, ¡Me hacen dar muchas ganas! .—Se quejó Violetta, haciendo una mueca de lamento. Podía ser un dibujo de borrador, pero los dulces estaban tan bien hechos que parecían reales y muy apetitosos.

—Toma una. —Gemma le entregó una galleta de chocolate. Violetta la aceptó emocionada y en ese momento los ojos de Fernanda mostraron un destello peculiar. Gemma la miró y le tendió una galleta—. ¿Quieres una?

Fernanda dio un paso hacia atrás y negó con la cabeza.

—¡Vamos, Fer!, tu cara dice que quieres. —Insistió Joselyne.

Fernanda no la agarraba por el orgullo, pero al ver que Violetta se comía la suya con tanto gusto, decidió aceptar sin más rodeos, murmurando un lejano y muy bajito Gracias. Ahora me doy cuenta que Fernanda tiene un gusto intenso por el chocolate, así como yo con las fresas.

—Son lindos.

—Ya lo creo.

Las chicas de repente murmuraban, con pequeños sonrojos y con un tono de ilusión muy presente. Fernanda y Violetta dejaron sus galleta a medio comer mientras las demás y yo mirábamos en dirección a la bulla. En ese momento pude ver a los chicos más guapos y encantadores que he visto en la historia de todas las escuelas que hubiesen podido existir.

Mateo, Carlos, Sebastián y Axel estaban parados delante de una pintura de muchos perros pugs. Delante de ellos una chica sonreía orgullosa por su obra de arte. Me asombró que ella no estaba entusiasmada o ilusionada por los chicos como las otras, ella simplemente disfrutaba de la atención hacia su pintura. También tenía ojos cafés, cabello castaño lacio y una piel tan blanca como el papel.

—Vaya, están viendo la pintura de Mayte. —Soltó April mirando interesada lo que pasaba.

—¿Mayte?

—Mayte es la chica que está ahí parada y la creadora de ese cuadro lleno de perros pugs. —Me explicó Aylin, señalando a la pálida chica que continuaba exhibiendo de la mejor manera su obra de arte.

Los observé un rato. Las chicas se los comían con la mirada, y creo que los cuatro sabían eso. Carlos les guiñaba un ojo a sus admiradoras cada que podía y apuesto a que les repetía en voz baja lo guapo que era. Mateo simplemente sudaba frío, mientras una sonrisa de pena se acentuaba en sus labios. Sebastián mordía su labio inferior tratando de calmar sus nervios, con sus mejillas tan rojas como tomates. Y Axel solo ignoraba las presencias femeninas sin expresión alguna en el rostro, aunque de vez en cuando soltaba gruñidos roncos con ganas de exterminar almas... Sí, siempre diré eso, porque si él pudiese hacerlo, lo haría.

Tres de ellos estaban bastante incómodos, y se les notaba.

—Son muy populares. —Solté sin pensar.

—Sí, son como los F4 de esta escuela. —Todas miramos a Gemma con confusión, a lo que ella no evitó abrir su boca con ofensa mientras nos apuntaba con una regla que consiguió de quién sabe dónde—. ¿Nunca han visto Boys Over Flowers?

Yo sí. —Fernanda encogió sus hombros.

—Bueno, es obvio que iban a ser populares. Los cuatro son guapísimos y tienen personalidades variadas, o sea, literalmente las chicas pueden escoger al que más les gusta, como si estuviéramos hablando de pokemons. —Reímos un poco ante el chiste de April, pero lo decía en serio.

—Mateo es el líder amable y apuesto que siempre está dispuesto a ayudar a todos con una sonrisa. Sebastián es un chico muy tímido que no habla con nadie que no sea de su círculo de amigos, y se avergüenza y se sonroja cuando las chicas que no conoce lo miran o se le acercan. Axel es el frío y grosero, el que con una sola mirada te manda a la mierda y que con un par de palabras te baja el autoestima completo. Y Carlos es el mujeriego egocéntrico que se cree el centro del mundo.

—Explica bien, Diana. —La reprendió Violetta.

—Es lo que dicen. —Se excusó—. En realidad Carlos nunca ha tenido una relación con nadie de manera formal y seria. Coquetea con muchas chicas, pero creo que no ha llegado a más de un guiño de ojos o de un "Estas linda hoy" o "¿Te gustaría una cita?".

—¿En serio? .—Crucé mis brazos y alcé una ceja. Sinceramente ahora no sé qué esperar de Carlos.

—Sí. —Afirmó Fernanda, para sorpresa de todas—. Él no es malo y aunque no lo crean, no tiene autoestima como parece.

—¿Y ahora de qué hablas?

—Es cierto. —Insistió, mirando directamente a Aylin. La última se tensó un poco ante su mirada—. Él era mi amigo. —Murmuró, tan bajo que solo yo conseguí escucharla. Creo que Aylin también, por la mueca que formó en su boca.

¿Era... su amigo?

Los volví a mirar, pero ahora ellos estaban hablando con José Daniel, Marcos y Jorge que también habían aparecido ahí. Por un milisegundo conecté miradas con Carlos. Esta vez no se la aparté como antes, se la mantuve con firmeza y fruncí el entrecejo. Carlos sonrió de lado y rompió el contacto visual cuando José Daniel lo tomó del brazo y lo sacudió con energía.

Mateo de igual manera miró hacia acá, pero no exactamente a mí, sino a... ¿Violetta?

Luego solo continuaron hablando mientras José Daniel y Marcos los arrastraban muy emocionados hacia unas esculturas asombrosas que según ellos vieron más atrás.

—No son un grupo de cuatro, lastimosamente. —Gemma me sacó de mis pensamientos —. Pero suelen juntarse bastante con los que forman el equipo de fútbol, como José Daniel, Marcos y el idiota de Jorge.

—Yo digo que son sus ojos. —Dije, ganándome sus miradas de extrañeza—. ¿Qué?, ¿No se han dado cuenta que los cuatro tienen ojos de colores? Mateo grises, Axel azules, Carlos verdes y Sebastián mieles. ¡Capaz y ese hecho hipnotiza a esas pobres chicas y caen redonditas en sus sucias manos!

—No creo que en realidad sea eso. —Opinó Joselyne, con una pequeña mueca.

—¡Y les dicen que serán sus musas, pero las terminan lastimando! .—Seguí con mi drama—. O bueno, Axel capaz y las mata. Porque apariencia de asesino le sobra.

Violetta suelta un bufido.

—Creo que nunca tendrá musas o una novia. A las justas se soporta él.

Lo miré con curiosidad. Es un tipo frío con obviedad, pero tenía un aura tan oscura que asustaba a los demás.

—Jamás entenderé el mundo de los populares. —Renegó Fernanda. A su lado le di la razón. Yo tampoco lo entendería nunca.

.

.

.

.

.

¡Más vale que me mandes las fotos que tomaste!

Sí, tranquilo. Te las enviaré mañana, Frederick.

Fernanda se asomó desde la puerta del baño, saliendo de él con una pijama manga larga.

—¿De quién es esa voz tan chillona?

Es de Ivanna.

Ella hablaba de ti, idiota. —Le recalqué.

Oh... ¡MIS VOZ NO ES CHILLONA!

Sí lo es. —Dijo Fernanda.

—Si, la verdad es que sí un poco, Federico.

¡No me digas así!

Negué y enfoqué a Fernanda.

—Ella es Fernanda, Fred. Mi compañera de cuarto. Fernanda, él es el Frederick, mi mejor amigo.

Hola/Hola. —Se saludaron a la vez.

—Así que tú eres el famoso Frederick.

Y tú la famosa Fernanda.

Sí, suelo hablar mucho de ellos con el otro.

Los tres nos quedamos hablando un rato. Cuando terminamos Fernanda y yo fuimos a nuestras respectivas camas y nos acostamos hasta que nos diera sueño. Supongo que hoy había sido un día bueno, pero muchas dudas me quedaron acerca de varias cosas.

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