𝐀𝖾𝗒𝗌α𐓣𝗍 ─ 𝐀𝖾ꭑⱺ𐓣ᑯ 𝐓α...

By huneydan

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-Necesitamos aliados Aemond, te casaras con una Baratheon. -Se baratheons issi hollow se unbearable, nyke'd r... More

Foreword
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV
XXV
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIX
XLV
XLVI
XLVII
XLVIII
XLIX
L
LI
LII
LIII
LIV
LV

XXXV

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By huneydan

La novena luna del quinto mes se había hecho presente.

Aeysant estaba con su mano apoyada en una silla, respirando agitadamente agarrándose el vientre con su otra mano libre, intentando no despertar a Aemond.

Gimió presa del dolor, su vientre dolía como sí hubiesen desvainado una espada y la hubiesen clavado en ella.

—¿Esposa?

—¿Umh?

—¿Qué sucede? —el mayor se levantó dirigiéndose a ella. —¿Qué sucedió?

—Mi vientre, duele.

—El único ojo de Aemond se abrió. —llamaré a un maestre.

—¡Llama a Beocca!

—Nuestro hijo ya va a nacer, el primer maestre que venga será el que lo reciba. —dijo. —¡Traigan a los maestres, mi esposa ha empezado sus labores! 

Escuchó voces y murmullos, seguidos de pasos rápidos y agitados, las parteras venían con cubetas llenas de agua, otras con sábanas blancas y limpias, mientras que detrás de todas ellas venían Beocca y Minerva.

—¿Hace cuánto estás así?

—Acabo de empezar.

—El bebé ya viene, Aeysant necesito que estés preparada, tienes que pujar.

—¿Qué? ¿Ya va a nacer? —jadeó presa del dolor. —no se ha cumplido la novena luna.

—Sé cumplió la noche anterior querida, ahora debes pujar.

Aeysant se negaba a pujar, temerosa al estado de su hijo, había escuchado y leído muchos libros en donde describían a los infantes prematuros como dragones, más dragones que humanos.

—Tiene que pujar otra vez. —exclamó una partera detrás de ella, la cual soportaba todo su peso.

—¡No puedo! Siete infiernos.

—Lo está haciendo muy bien, el bebé ya va a salir.

Aeysant gruñó, su camisón estaba a la altura de su cadera, sus piernas estaban completamente abiertas ante las parteras, la cama tenía su sangre, las sábanas que antes eran blancas ahora eran rojizas, su cuerpo estaba bañado en sudor, ambos olores la hacían querer desmayar.

—Aeysant escúchame, sé que tienes miedo, pero no eres tu madre, vas a vivir, ahora puja.

—Lloriqueo pujando. —¿Y sí muere?

—No va a pasar querida, ahora puja.

La castaña tomó aire, pujando nuevamente, su mandíbula estaba tensa y estaba sudando el doble que hacía unos minutos, Aemond estaba a su lado, mirando con preocupación el estado de la menor.

—Avisen a los reyes. —dijo a uno de los guardias.

—Ya Ser Laed fue por ella mi príncipe.

—¿Disculpen?

—Ser Laed escuchó a la princesa Aeysant quejándose, todos la escuchamos, él fue el primero en ir tras un maestre e ir por los reyes.

—¿Escucharon a la princesa quejarse y no dieron alerta?

—Ser Laed se encargó mi príncipe, sabemos que usted no nos permite ingresar a sus habitaciones, y menos en la madrugada.

—¿Qué sucedió? Aemond dime que sucedió.

—Aeysant se ha puesto en sus labores madre.

—¿Seré abuela? —Alicent cubrió su boca con emoción. —¿Hace cuánto está?

—Menos de diez minutos.

—Esperemos que sea un parto dichoso, el sacrifico nunca es una decisión fácil.

—Aeysant no va a morir.

—Aemond...

—Aeysant va a vivir y vamos a criar a nuestro hijo juntos, no tendré que tomar esa decisión.

—Tal vez aún no.

—Padre. —Alicent intervino. —no es momento.

—El sacrificio y el deber es algo a los que estamos expuestos, sí tienes que elegir entre tu esposa y tu heredero, elige a tu hijo.

—No haría tal cosa.

—Puedes tomar otra esposa sí así lo deseas, segunda, cuarta, hasta décima, pero tienes que tener un primogénito.

—No tomaría otra esposa y no dejaría a mi hijo sin madre, soy un hombre Targaryen, pero no soy tan imbécil para dejarme cegar aún más y cometer los mismos crímenes que nos atormentan desde el inicio de la sangre valyria, abuelo.

—Basta ya, tenemos que apoyar a Aeysant. —dijo el rey pasando en medio de aquellos hombres.

Aemond le quitó la mirada a su abuelo siguiendo a su padre quien se quedó al lado de un maestre.

—¿Cómo está?

—Tememos que el infante muera.

—¿Por qué?

—La madre es primeriza y es un hijo Targaryen mi rey, dará a luz a un dragón, tememos lo que suceda con ambos.

—Hagan lo que hagan, no utilicen las técnicas de la ciudadela.

—Pero mi rey...

—Es una orden, obedezcan a su rey. —dijo mirando como la menor tenía las mejillas empapadas en lágrimas mientras su camisón se llenaba cada vez de más y más sangre.

Aemond gruñó mirando a Laed, a pesar de que esté estaba afuera, no lo deseaba en el parto de su hijo.

—Escúchame Aemond, no puedes ir por Ser Laed, tu esposa está en sus labores.

—Se mete en cosas que no le conciernen, madre.

—Agradece que él llamó a los maestres y nos avisó a tu padre y a mí, sólo los Dioses saben que hubiese sucedido sí ese caballero no nos avisaba, tu hijo podría estar muerto, tu esposa también.

—¿Ahora le debo la vida por avisar a los maestres? Es su responsabilidad, es nuestro caballero protector.

Un gruñido se hizo presente llamando la atención de madre e hijo, el cabello que antes era liso estaba ligeramente rizado y las quejas de Aeysant disminuían.

—Y puje. —dijo una partera y Aeysant gruñó, pujando el cuerpo fuera de sí.

—¡Su cabeza! Puje una vez más.

La castaña acató las poderes sin rechistar, pujando una vez más, suspirando.

—Es un niño mi princesa. —dijo y una partera le dio una leve palmada, provocando el llanto del menor.

Aeysant lo tomó, suspirando aliviada al ver como su hijo había nacido sano y fuerte.

El menor tenía los rasgos característicos de un Targaryen, piel pálida y sus hebras platinas, las cuales apenas y se lograban divisar.

—Es un hermoso niño. —Alicent sonrió. —un Targaryen legítimo.

—¿Quieren cargarlo?

—Yo quiero. —dijo el príncipe, tomando a su hijo entre sus brazos, notando sus propias facciones en el menor. —Issa byka zaldrīzes. —mi pequeño dragón, dijo sonriendo.

—Se parece a ti hijo mío. —Viserys sonrió. —un nuevo príncipe, un nuevo caballero que defenderá al reino.

—¿Puedo cargarlo? —Alicent preguntó y el menor se le fue dado a sus brazos. —es igual a Aemond cuando había nacido.

—Se parecen bastante.

—Recuerdo que era más pequeño que Aegon, pero el doble de feroz.

—¿Puedo cargarlo?

—Sí. —dijo Aemond y el menor le fue dado a Viserys.

—Un lindo bebé Targaryen, hace mucho que deseaba otro nieto. —Viserys sonrió. —¿Qué tal fue el parto? ¿Muy doloroso?

—Algo. —Aeysant sonrió.

—¿Te sientes bien? ¿Necesitas algo?

—Gracias, estoy bien descuiden.

—¿Ya ha nacido? —Rhaenyra preguntó llegabfo junto a Daemon.

—Hace unos minutos hija mía.

—Es tan lindo. —Rhaenyra sonrió. —¿Puedo cargarlo?

—Sí. —Aeysant sonrió tocando su vientre, aún adolorida.

—Es un bebé muy lindo y todo lo que ustedes deseen, pero no creo que quiera estar en brazos de tantos desconocidos.

—Somos su familia.

—Es un bebé, tendría que estar con su madre.

—¿Ya nació? —Helaena sonrió corriendo hacía Aeysant. —Aemond. ¿Volviste tan pronto de las tinieblas?

—¿Cómo dices?

—Fuiste por un huevo de dragón y estabas en las tinieblas, creí que no ibas a volver a tiempo.

—Helaena, era sorpresa. —Aegon murmuró.

—¿Cómo se llama?

—Aemon, Aemon Targaryen.

—Un nombre propio de un Targaryen, bienvenido a nuestra rubia familia, pequeño Aemon.

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