𝐂𝐀𝐍 𝐈 𝐌𝐄𝐒𝐒 𝐘𝐎𝐔 𝐔�...

By xElsyLight

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✭ ; ; can i mess you up ? ⋆⭒⋆⭒ ❝ No puedo controlar a la bestia, ni si quiera por ti. ❞ ... More

✮ ; ; 𝘤𝘢𝘯 𝘪 𝘮𝘦𝘴𝘴 𝘺𝘰𝘶 𝘶𝘱 ?
☽ ; ; 𝖻𝗂𝗍𝖾 𝗆𝖾.
✭ ; ; 𝗽𝗿𝗲𝗳𝗮𝗰𝗲 : a perfect being.
𝗔𝗖𝗧 𝗢𝗡𝗘 : " conociéndonos"
✶ | a letter...
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By xElsyLight

☽ | SOPORTAR EL SILENCIO.

⋆⭒⋆⭒


Tras obtener la cena, regateando un poco el precio de los comestibles, Dante se aprisa para regresar al lado de su invitado especial quien lo espera en el centro de la plaza. Nada más salir de la tienda y de cruzar una carretera para llegar hasta su encuentro, lo ve en la distancia charlando gustosamente con otra persona. Esta es mucho más alta, de piel morena y es poseedor de un extraño cabello de tonos blancos y reflejos purpúreos. Viste muy elegante e incluso desde su perspectiva, se ve que está rompiendo el espacio personal con el de cabellos oscuros y largos. Eso no le gusta.

Por ese motivo llama su atención, para que se sepa que su amigo no anda solo.

—¡Vanitas, oye! —El mencionado solo le dedica una ligera mirada antes de devolver la vista al personaje que le acompaña.

Aquello consigue que apresure el paso y cuando de pronto la imagen del más alto se agazapa enfrente de Vanitas, siente que algo en el aire ha cambiado; es más pesado, cargado y oscuro.

Vuelve a llamarle con más fuerza por la repentina sensación de terror que lo invade, y cuando su amigo se devuelve a mirarlo, solo descubre su rostro confuso. En segundos ya está a su lado para contarle las cuarenta al joven que había puesto en esa situación tan apretada a su amigo, pero pronto se dan cuenta ambos de que ha desaparecido por completo. 

Vanitas parece igual de sorprendido que yo, incluso más.

—¿Lo conocíais? —pregunta con tono dudoso el de cabellera anaranjada, con la esperanza de que fuera así y de que sus sospechas se desvanecieran.

No obstante, cuando Vanitas se da la vuelta para responderle, un desagradable olor entra por sus fosas nasales: un hedor que indica peligro, que aclama la llegada de la muerte.

Al momento quiere apartarse porque le causa molestia y consigue que un gran peso se instale en su pecho, pero decide no hacerlo para no hacer creer a su amigo que es culpa suya. Así que decide —mientras Vanitas mira curioso el interior de una de las bolsas que carga— inspeccionar su cuerpo con una vista rápida. No tarda en encontrar la procedencia de ese inusual y exuberante olor; proviene de su brazo, y no le es difícil suponer que probablemente sea culpa del personaje anterior que le acompañaba.

—No, Dante..., Era solo un joven que observaba esta estructura como yo. Pero ya se ha marchado y creo que nosotros deberíamos de hacer lo mismo —le dice su amigo, y porque sabe que no puede hacer nada más con aquel tema, se ponen en marcha.

Dante le tiende una de las bolsas a su amigo y este la sostiene de mala gana, dando unas zancadas graciosas mientras se devuelven por el camino hasta su casa. No obstante, cuando Vanitas se adelanta y el de cabellos anaranjados trata de que la comida que carga no se le caiga, algo llama su atención.

Sin quererlo, se detiene a medio camino y siente que el aire vuelve a cambiar de nuevo.

Las ligeras ráfagas de viento traen ese mal augurio de antes y sus ojos buscan aquello que hace que una presión y dolencia nazca en su cuerpo; es como si un poder mucho mayor lo obligase a sublevarse y a postrarse sobre sus rodillas. De todas maneras, trata de ignorarlo y no tarda en encontrarlo: en lo alto de los edificios próximos, allí está el mismo joven de antes con su cabellera blanca brillante. Se encuentra sobre uno de sus tejados de hormigón y de pintura negra. Ya lo sospechaba por el olor, pero verlo desde esa altura, solo confirma sus suposiciones.

Ambos entonces comparten una penetrante y escueta ojeada, y Dante siente que sus orbes purpúreas lo queman por dentro; sin embargo, lo peor de todo y lo que consigue que un escalofrío se reparta por todo su cuerpo, es la manera en la que desconecta nuestras miradas y le regala una mucho más intensa y larga a su amigo, que anda absorto de todo aquel extraño suceso.

Sus manos se estremecen con fuerza y siente que las piernas le fallan cuando ve que por su rostro indiferente y oscuro se cuela una siniestra sonrisa; es pequeña, pero no por ello deja de verse escalofriante. Su cabello brilla bajo tenue luz lunar, y su expresión se va tornando más tenebrosa a cada segundo que transcurre. Casi parece que su sola presencia está haciendo la noche se torne mucho más oscura de lo normal.

Pero de pronto, antes de que Dante pudiera seguir observando a tan extraño personaje, este interrumpe sus acciones para mirarle. Solo entonces siente que la parca lo atrapa en sus brazos y se siente a su merced. Bajo su contemplación, sintiendo angustia con solo observar sus irises violáceos, todo parece detenerse en el tiempo. Distingue la forma en la que su sonrisa ladina va desapareciendo para recuperar su rostro perlado de indiferencia, y aquel cambio tan drástico solo le hace pensar en el control que tiene sobre si mismo y en que el poder que alberga en su interior es, quizás, el más descontrolado y salvaje con el que se haya podido topar jamás.

No obstante todo vuelve a la normalidad cuando el de cabellos blancos se esfuma de aquel tejado, en solo un abrir y cerrar de ojos. Ha sido como un truco de un espejismo: ya no hay rastro alguno de él. 

Ser consciente entonces de qué es capaz de no ser detectado bajo unos ojos tan expertos como los suyos, le indica a Dante de que se han cruzado con alguien muy fuerte, de otra liga; así que solo puede agradecer que los haya dejado en paz.



Ahora mientras las estrellas bailan en el cielo oscuro, danzado un vals lento y melancólico, Vanitas ha regresado junto con Dante a la casa. Recogen las bolsas con fuerza, ya que pesan bastante y al acercarse al porche, el chico de piel lechosa deja paso primero a su amigo bajito.

Toca varias veces la puerta y unos momentos después, se deja escuchar una voz tersa:

—¿Contraseña? ~ —Aquel tono de voz le demuestra que es algún tipo de broma y algo entre ellos. Decide no poner atención hasta que finalmente, tras unas escuetas palabras bajas, la puerta se abre.

—¿Qué le has dicho? —Vanitas no puede evitar preguntar, muerto de la curiosidad.

Sin embargo, el chico de cabellera oscura solo se encuentra con una mirada seca y unos labios fruncidos. Entiende que no es algo que una persona como él deba saber, y lo deja pasar.

Más tarde, con el estómago lleno, observa a Johann irse al cuarto de baño que esta más alejado de la cocina con la excusa de que tiene indigestión. Dante no ha comido nada y ahora se encuentra enfrascado en una lectura interesante sobre algo sucedido en Francia.

A Vanitas también le interesa y con un movimiento de manos, le insta a leer en alto.

—Tras muchas muertes sucedidas en los últimos días, la ultima acabada en Córcega se llega a la conclusión de que los aldeanos residenciales tomen medidas para evitar algún tipo de accidente semejante. Francia ya no es el país seguro que solía ser, y es tiempo de que el mundo comience a darse cuenta. —A Vanitas se le corta la respiración al escuchar que ha habido un asesinato en el lugar en que esta temporalmente, y tirando del atrevido noticiero, observa la imagen de la asesinada en su pueblo.

Ocupa casi toda la portada.

De inmediato, un nudo se forma en su garganta y siente que se le seca: se trata de la chica que murió ante sus ojos el día en el que conoció a la bestia. Ha tratado de mil formas sacarse aquella horrible imagen de la cabeza, pero sus intentos han sido en vano.

La bilis sube por su garganta, pero ante la presencia de los otros dos, se la traga de nuevo intentando traer consigo todas las fuerzas de flaqueza que puede reunir.

—¿Anda suelto un asesino en serie? —Johann ha vuelto del baño y pregunta, con una curiosa sonrisa.

—Eso está claro, pero..., No puedo dejar de preguntarme cómo demonios ese asesino ha podido viajar en cosa de segundos hacia pueblos o ciudades extremadamente lejanas, y a las cuales tomarían días para llegar. Además —agrega Dante con un tono severo—, recordemos que las estaciones ferroviarias se cierran desde muy temprano.

La sola mención de los continuos asesinatos le revuelve el estómago y hace que recuerde el rostro borroso y perlado de sangre del hombre que asesinó a la última chica, de nombre Emilia Hawkins. Aún es una memoria desagradable, pero en aquellos momentos trata de recodar todo lo posible de ese asesino. Ropas elegantes, cabello blanco, piel oscura (aunque también podría haber sido obra de la poca iluminación de la iglesia abandonada), y unos ojos borgoña y sedientos de poder.

Sin quererlo, el rostro del hombre que conoció antes aparece en su mente y por alguna razón, siente que su pregunta tenía una doble cara. ¿Si se conocían?, quiere saber porque un extraño de la nada le preguntaría algo semejante. Pero antes de poder haber llegado a una respuesta favorecedora, Dante le da una colleja y Johann le llama la atención con voz alta.

Vanitas los mira avergonzado y se excusa con que su falta de atención se debe al sueño que tiene. Por un momento le dan a entender que no le creen ni media palabra, pero luego lo dejan estar y dejan que se marche con viento fresco. Sin más se dirige a su habitación que lo espera esa noche fría y solitaria.

En el camino, Vanitas espera dejar todas sus inquietudes y miedos atrás para darle un poco de espacio a su cabeza. Sus manos enguantadas sostienen el pomo de la puerta algo desgastado, y se promete a que al día siguiente encontrará las respuestas que necesita y, por supuesto, a finalmente comenzar con la misión de encontrar la cura para su familia ya que el tiempo comenzaba a correr con más prisa.




Cerca de la madrugada y en el hogar de Dante Sato, el silencio reina por todo el lugar. La oscuridad de la noche se apodera de cada uno de sus pequeños y desperdigados rincones, y se lleva consigo cualquier luz de esperanza albergada en aquella casa blanca y antigua.

Dante, el propietario de esta, es obligado a permanecer en los brazos de Morfeo mientras que Johann (quien duerme a un lado de su propia cama), prefiere estar leyendo algunos de sus libros nocturnos y preferidos. Por otro lado, cerca del pasillo de la entrada y con doble cerradura en la puerta de caoba, se intenta abrir la habitación reservada para un invitado especial. 

Para la nueva presencia en aquel cálido y pequeño hogar todos los intentos resultan ser en vano. Por ese motivo, decide salir por donde ha entrado (la ventana de la sala de estar), e ingresar por otro lado en busca de no tardarse tanto en las afueras, para evitar ser avistado por alguien indeseado.

Unos segundos más tarde, un fuerte viento lo ayuda a dirigirse a la que piensa que es el ventanal de vidriera clásica que lo llevará a su querido destino. Con cuidado, cuela una de sus uñas largas —tamaño considerado normal en los de su especie— y la abre sin contemplaciones. Cuando esta reacciona ante el deseo que arde en su interior, no tarda en darse a la entrada. No puede desaprovechar una oportunidad tan valiosa como la que se la ha brindado.

Su cabello blanco parece iluminarse bajo el reflejo de la luna blanca, y aquello solo le trae recuerdos amargos y dolorosos de un pasado que no quiere que regrese jamás.

Finalmente ya en el interior del cuarto, se topa con una pequeña figura en el interior de la única cama de la habitación. Se acerca con parsimonia hasta su encuentro, y pasa su lengua sobre sus labios inferiores ante la buena vista que se le ofrece del humano.

Arropado hasta un poco más arriba del pecho con una manta gruesa y realmente cómoda, se da cuenta con una extraña fijación de su larga cabellera oscura, parece infinita de alguna manera. Sin poder evitarlo, sus dedos apartan varios mechones del hermoso cuello blanquecino que ha dejado a la vista. Entonces y solo entonces, puede discernir la sombra de su mano sobre aquel rostro pálido y blanquecino, tan pequeño en comparación y tan blanco como su cabello.

Observa el contraste de pieles que ambos tienen y una misteriosa fascinación le nace en la boca del estómago ante la presencia de aquel chiquillo humano. Sus largos cabellos oscuros y de tonalidades azules profundas se reparten por toda la almohada, sueltos y libres, y sin poder retener sus acciones, sintiendo que algo salvaje se apodera de él, los acaricia suavemente con la intención de peinarlos con sus manos ahora desnudas.

Solo dura unos minutos hasta que se detiene por la ligera arruga formada en su entrecejo; no pretende despertarle, ya que solo quería darle una visita nocturna. Así que se detiene e inclinado sobre su figura acostada, tan pequeña, se dedica a mirarlo hasta ver que su expresión se vuelve a relajar. «¿Por qué motivo llamas tanto mi atención?», se pregunta en su mente sin realmente pronunciar aquella cuestión por lo alto.

Al darse cuenta de que nada puede realmente despertar al pequeño, deja que sus dedos poseedores de largas y finas uñas negras acaricien su rostro. El lado izquierdo para ser exactos, porque el otro es cubierto por la almohada. Arrastra sus uñas por su mejilla, admirando la forma en la que se hunden en su rellenita y lechosa carne. Siente también como arde, su piel es cálida a diferencia de la suya. Luego deja que sus dedos caigan sobre sus labios jugosos, y agazapándose todavía más sobre el diminuto cuerpo, abre estos para ver sus dientes minúsculos y rectos; nada afilados como los suyos. ¿Tan diferentes tenían que ser?

Deja de poner atención en ellos para centrarse hipnotizado en su oreja libre de los cabellos oscuros. En ella reposa un atractivo y precioso pendiente de arena de tonalidades azules.

No se resiste ante la imagen y embelesado ante la extraña e inusitada belleza de aquel humano salido de la nada, acaricia su oreja para con cuidado sacarle el pendiente. Jura haber tenido cuidado de no despertarle, pero cuando este se mueve repentinamente haciéndose más un ovillo, teme haber cometido un error.

Se queda quieto, manteniendo el pendiente en sus garras durante unos momentos a esperas de que se acabe la diversión, más al ver que que nada sucede y que el humano permanece dormido, acerca este hasta su rostro siendo iluminado por su incandescente brillo. Le parece curioso que se ilumine de esa manera sin siquiera recibir algún tipo de luz. Le gusta, así como el humano.

Termina por guardar el pendiente en uno de los bolsillos de su gabardina y bajo la luz de la luna blanca que aparece por la cristalera, siente ese picor familiar en su nuca. El tatuaje lo anda molestando nuevamente. Sus ojos rojos se muestran y no puede evitar clavarlos en aquel cuello y en aquel humano que es la razón de su insatisfacción. Apoya su mano derecha sobre la cabeza del chico, pensando en lo fácil que sería aplastarla para acabar con aquel juego macabro.

Sin embargo, se ve a si mismo inclinado ante la figura y haciendo morritos, detiene tal idea al darse cuenta de que no podría ver de nuevo sus impresionantes ojos azules. Desde que los observó momentos antes, no ha podido sacarlos de su cabeza. Su color lo emboba y por poco le nace la ocurrencia de abrirlos para poder verlos.

Pero le distrae los pasos cercanos a la puerta y termina huyendo por la ventana sin preocuparse por cerrar esta última. Después de eso, abandona aquel pueblo perdido en la nada y marcha a su hogar, preguntándose con verdadero interés cual es la identidad del humano que le hace dar vueltas a su cabeza y si le gustaría volver a verlo.

✮ ; ; Dear, vampires ;

; ; mis ángeles, ¡aquí les traigo una nueva corrección con nuevas partes incluidas! espero de verdad que les guste mucho, es bastante corto, eso es cierto, pero les prometo que no durará mucho esto.

Se despide xElsyLight.

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