BLEED WITH ME — CAPÍTULO DOS
( ¿tortolitos?)
Ethan Kirsch nunca se había encontrado tan borracho como la noche de la fiesta. Por supuesto que no había sido su plan en absoluto, pero el beer pong era el arma más letal de la fiesta y ciertamente lo había convertido en una víctima.
Parecía que también se había llevado a su crush , víctima , ya que ella tropezaba por todos lados, agarrando periódicamente su brazo para mantener el equilibrio o simplemente para descansar. Lo estaba volviendo jodidamente loco.
Podía ver a chico tras chico mirándola, esperando a que ella se alejara sola, y quería destripar a todos y cada uno de ellos. Pero ella era su primera prioridad, siempre. Si ella lo sabía o no. Y así, a pesar de su rabia y su embriaguez, sus ojos estaban sobre ella en todo momento, como la peste. Como siempre lo fueron.
— No puedo creer que hayamos ganado el Beer Pong.— Ella murmuró, sus brazos envueltos alrededor de su cintura. — Creo que podría haber vodka en un par de esos vasos.
— ¡Puedes apostar tu trasero a que lo había! — Chad soltó una carcajada, alborotándole el cabello. — ¡Deberíamos hacer otra cosa! ¡Algo divertido!
— ¿Podemos bailar un rato? — Ethan sugirió: — Si hacemos mucho más, creo que vomitaré.
— Estoy de acuerdo Lydia sonrió — , sus palabras se mezclaron mientras su peso descansaba únicamente sobre él.
— ¡Vamos, tortolitos, no sean tan aburridos!" ¿Aburrido? Está jodidamente incapacitada.
— ¿tortolitos? — Ella preguntó, y la sangre de E se heló.
¿Estaba realmente a punto de derribarlo? ¿ Mientras se aferraba a él como Rose en la puerta en Titanic? ¿En serio?
— Eso es lindo.
¿ victoria?
— Vamos a bailar un rato hombre, no lo hemos hecho desde que llegamos aquí.
— Está bien, voy a hacerlo
Juntos, los tres amigos saltaban , balanceándose y chocando entre sí a su gusto. Parecían un montón de idiotas, Ethan lo sabía, pero la verdad es que nunca había tenido una noche mejor en su vida. Por mucho que odiara admitirlo.
— ¡Me alegro de haberte conocido Ethan! ¡Eres divertido! — Lyds se lo contó más tarde esa noche, con la música latiendo a su alrededor y sus brazos rodeándolos a él ya Chad. — ¡Creo que te mantendremos cerca!
— ¡Pensé que de todas formas lo harías! Le dijo a ella.
— ¡Sigamos con esta noche! — Chad gritó, trayendo consigo tres shots más aparentemente de la nada. — ¡Mírenme, estoy en Nueva York con mis dos mejores amigos! ¿Qué podría salir mal, eh?
— ¡Salud por eso!
— Y por las nuevas amistades. — Sus ojos encontraron los de él.
— ¿Así que ahora somos amigos?
— Obviamente. — Lyds sonrió y bebió su trago.
Dios, ella era la cosa más hermosa que jamás había visto en su vida.
Si Quinn o su padre la atrapaban, no estaba seguro de lo que haría, probablemente quemaría todo el campus hasta los cimientos. Si alguien iba a matarla tenía que ser él, en el fondo lo sabía, pero lo haría rápido y sin dolor, incluso la dejaría pasar entre sus brazos.
Pero, ¿alguna vez dejaría que eso sucediera? ¿Realmente? Era una respuesta sencilla. Lo más fácil que jamás daría : Sobre su cadáver.
— ¡Hola, Chad! Un par de nosotros jugaremos verdad o reto ¿ quieren unirse? — Uno de los chicos del beer pong asomó la cabeza por la puerta.
— Por supuesto, hombre.
Después de que Chad los empujara un poco más, los tres se dirigieron al sofá donde estaban sentados sus amigos. No quedaba ni un solo asiento en el momento en que Chad tomó el suyo, por lo que Lyds y Ethan se vieron obligados a quedarse de brazos cruzados, observando.
— Oye, rubia, tengo un asiento para ti aquí mismo. — Uno de los chicos llamó a Lyds y señaló su regazo. El asqueroso dejó escapar una risa vil y empujó a su amigo a su lado como si fuera la cosa más divertida del mundo. Podría haber sido para ellos, pero para el propio Ghostface fue la frase más exasperante que alguna vez había agraciado los labios de alguien. Y él le iba a limpiar la boca.
— Maldito cerdo.
Ethan casi se delata en ese momento. Sus manos se cerraron en puños y dio un paso adelante, listo para convertir la cara del tipo en carne picada, pero luego recordó quién se suponía que era.
— No.— Fue todo lo que dijo.
Recordó que no podía hacer eso, no frente a ella, así que se quitó el casco, se lo puso encima de la cabeza y la acompañó en la dirección opuesta, dejando atrás a Chad.
— ¿Por qué hiciste eso?
¿En serio Lyds?
— No iba a dejar que ese tipo te hablara así. Además, ¡te estaba mirando como un pedazo de carne! ¡Literalmente!
— Te vi apretar los puños, ¿sabes? Podrías haberlo golpeado.
— No quiero ser ese tipo de chico — . Admitió, sin saber qué significaban realmente sus palabras.
Lydia no dijo una palabra más, solo envolvió sus brazos alrededor de su cuello y lo abrazó, más fuerte que nunca a nadie. Y Ethan se derrumbó instantáneamente.
— Gracias. — Ella susurró.
Él le devolvió el abrazo, fuerte. Casi levantándola del suelo. — ¿Quieres llamarlo una noche?
— ¿Eh?
— No así, solo quería decir, ¿podría acompañarte a casa? ¿Si quieres salir de aquí?
Por Favor di que sí.
— Por favor.
Y así su mano estaba en la de él, su agarre cálido y apretado, sus dedos entrelazados con los de él. Era perfecto, cada molécula, como si hubiera sido diseñada solo para él. Y solo él.
Cogidos de la mano, se dirigieron al frente de la casa, sonriendo de oreja a oreja. Estaba claro que había algo entre los dos, pero ninguno de los dos estaba preparado para lo cierto que eso podría ser.
— ¿Tienes hambre? Podría comprarte algo-
— ¡Cuidado!
Con solo un momento de aviso, Lyds había tirado a Ethan hacia atrás en sus brazos, tomando todo su peso y lanzando un brazo sobre su pecho como si ese único movimiento pudiera protegerlo de lo que fuera que estaba frente a ellos.
— ¿Qué demonios?
— ¡Chad! — Ella gritó, cuando sus ojos se posaron en su amigo.
Otro tipo estaba agarrado debajo de su brazo, a mitad de un placaje, mientras lo lanzaba contra la pared. Una temblorosa Tara se sentó al pie de las escaleras y Anika y Mindy estaban justo al otro lado de la multitud, preparadas y listas para intervenir a la menor indicación de que algo pudiera pasarle a Chad o a Tara.
Una pelea, por supuesto.
— ¡Vete a la mierda, hombre! — Gritó el otro tipo, y sin dudarlo Lyds se adelantó, listo para hacerle arrepentirse de sus palabras.
— Nuh-uh. No va a suceder . — Ahora era el turno del chico Landry de hacerla retroceder. — No te dejaré hacer eso.
— Ethan, déjame ir. — Advirtió, sus ojos eran como dagas que quemaron en su alma. Conocía esa mirada en cualquier parte, quería matar al tipo.
— No..
Quizás Lyds se parecía más a él de lo que había pensado, pero ¿cómo podía estar seguro de que eso era algo bueno?
— Oigan, perdón por interrumpirlos, solo voy a darte unos toques en las pelotas — La voz de Sam resonó, respondiendo a las oraciones de Ethan como si fuera enviada por los mismos Dioses.
Samanta Carpenter . Por supuesto que debería haber sabido que dondequiera que fuera Tara, ella la seguiría. Al igual que él cuando se trataba de Lyds.
— ¡Vete a la mierda!
En menos de un segundo se escuchó un zap de electricidad y luego el tipo ya estaba en el suelo, agarrándose la entrepierna hinchada como un perro con una infección. Desagradable.
— No vuelvas a tocar a mi hermana — espetó Sam.
— ¡Maldita perra!
— ¡Sam! — Tara se puso de pie, — ¿Estás bromeando? ¿Me estás acechando ahora?
Y así, la hermana Carpenter más joven salió corriendo por la puerta, y todos los demás corrieron tras ella.
No era exactamente el pacífico paseo de medianoche que Ethan había tenido en mente. Pero aun así, ella lo había protegido. Lo conocía desde hacía tres horas ya que a la primera señal de peligro se estaba poniendo en peligro por él. Dios, esto de ganársela iba a ser mucho más fácil de lo que había pensado.
Mientras su familia o sus amigos no se interpusieran en el camino. Y si eso sucedía entonces... bueno, la sangre tendría que ser derramada.