Así coincidimos || Terminada

By MsMistery19

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¿Existe el amor de una vida pasada en otra vida? Nadie lo sabe. Sus caminos se cruzarán después de que al par... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capitulo 45
Capítulo 46
Final/Epílogo

Capítulo 40

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By MsMistery19

Pov Calle.

Me quedé muda, sin habla y un pánico desconocido recorrió cada célula de mi cuerpo, creía que estaba enloqueciendo o tal vez soñando todavía. O que seguramente había escuchado mal.

— ¿Qué dijiste?— Titubeé atónita.

— Cásate conmigo, amore...— Repitió en un susurro.

Me separé de Poché y caí sentada en el piso, con los ojos abiertos, mi corazón galopando a toda velocidad y la manos temblorosas.

¿Era en serio lo qué me estaba diciendo?

No, no podía ser cierto, Poché estaba ebria, cualquier borracho podía decir eso y no ser algo serio o un motivo de peso, seguramente en la mañana se le olvidaría, ¿verdad?

Me acerqué a María José de nuevo y escuché un pequeño ronquido proveniente de ella, sonreí ligeramente y aparté un mechón de cabello de su rostro.

— ¿Poché...?

Por más que la sacudí y llamé ella no despertó, al contrario solo se giró en la cama y su sueño era de piedra.

Suspiré.

¿Cómo es posible que en la tarde Poché y yo estábamos sacándonos los trapitos al sol para luego tener una propuesta de matrimonio?

Muy probablemente éramos la pareja más inestable en estos momentos.

Solo fue una propuesta de momento, una muy descabellada en dónde mi ex estaba borracha, si, solo fue eso, no debía preocuparme tanto, los borrachos dicen tonterías que no recuerdan el 99% de las veces.

Yo también me pediría matrimonio si estuviera borracha, así que no hay nada de que preocuparse –espero–.

Algo cansada de pronto, dejé el botiquín en la mesita de noche y quité mi bata para dormir en el espacio libre de la cama, abrí la sábana y me metí entre ellas dándole la espalda a Poché.

Cerré mis ojos olvidando lo que acababa de pasar y conciliar el poco sueño que quedaba de la madrugada.

• ────── ♪ ────── •

Cuando desperté fue por un rayo de sol colisionando en mi rostro, maldije el no cerrar las cortinas del todo y por más que quería seguir durmiendo no podía, un pequeño demonio debía de estar exigiendo comida.

Rasqué mis ojos y pegué un bostezo largo, me estiré en la cama y por inercia volteé mi vista al otro lado de la cama, y ahí estaba.

No podía negar que después de tantos meses durmiendo sola, el tener a Poché en mi cama la cual dormía plácidamente me parecía algo irreal.

Verla dormir siempre era mi actividad favorita antes de empezar el día, y es que la mayoría de veces ella se levantaba primero, pero cuando no lo hacía me gustaba contemplarla, aún me gusta hacerlo.

Verla dormir era cómo si se tratase de la primera vez en dónde de todas esas mañanas compartidas me di cuenta cuan enamorada estaba de ella.

Seguía enamorada de la pitufo guitarrista.

— Vaya dato aterrador. — Bromeé para mi misma.

Salí de la cama en silencio y tomé mi bata para ponerla sobre mi cuerpo, recordando que en ella estaba el teléfono de Poché, lo saqué de mi bolsillo y lo dejé en la mesita de noche, no sin antes levantar todo el desastre que dejó Poché tirado anoche.

Me dirigí al baño antes de darle un último vistazo a Poché, aún estaba dormida.

Realicé mi rutina de aseo personal sintiendo que iba a morir del sueño hoy, no estaba para trotes madrugadores, estaba vieja. Salí del baño, cuando de pronto escuché la puerta abriéndose.

Abrí los ojos de golpe y Damon venía corriendo con su pijama, le hice una seña de silencio y él se quedó estático en su lugar, señalé la cama y él abrió su boca y llevó sus manos a su cara sorprendido, evité reír.

— ¿Mami, está aquí?— Susurró chismoso.

— Sí, pero shhh. — Afirmé, él se acercó para ver a la cama.

Tomé la mano de Damon y lo saqué de la habitación rápidamente cerrando la puerta, él me quedó viendo y alcé una ceja.

— ¿Mami y tú se quieren otra vez? ¿Mami ya no se va a ir?— Arrojó esas preguntas haciéndome temblar.

— ¿Qué has comido hoy? ¿Loro?— Evadí sus preguntas nerviosa, su estómago rugió.

— Tengo hambre. — Mencionó sobando su estómago, reí.

— Anda, te haré el desayuno. — Apuré dándole una nalga juguetona, antes de que saliera corriendo a la sala.

Por más que quisiera decirle a Damon que Poché no se iría, no sería una verdad cercana, así que cómo la gran madre que era evitaba la conversación a toda costa.

¿Por qué los niños eran tan metiches? Mi hijo lo era y a veces no sabía cómo lidiar con eso.

Me dirigí a la cocina haciéndome una coleta, Damon se había sentado en el piso a ver caricaturas, era fin de semana y no comprendía por qué se despertaba tan temprano los sábados y domingos.

Me dispuse a hacer el desayuno, algo rápido así mi hijo no moría de hambre, saqué todo lo necesario y los ingredientes para hacer todo. Cuando terminé Damon venía corriendo a la cocina y se sentaba en la silla de la isla de la cocina para devorar el desayuno.

Claramente se estaba comiendo sus panqueques con forma de dinosaurios y corazones.

Me sentía enamorada, no me juzguen.

También me dispuse a desayunar algo, no es cómo que tuviera mucha hambre, después de todo fuera de las paredes de mi casa el mundo se me venía encima y no era divertido.

Después de la noticia de Alan, las redes estallaron de nuevo con mi nombre, me había costado meses mantener un perfil en dónde se hablará de mi trabajo, pero bastaba que un imbécil viniera y jodiera todo con asuntos muy personales.

Camila había venido ayer por la noche para ver una solución al asunto, pero sinceramente no había ninguno favorable, y eso era lo peor.

No quería someter a Damon a una prueba de ADN con su padre el cual es una basura, por suerte Alan no se ha atrevido a buscar la forma de hablar con Damon, para mi hijo su padre estaba en la luna o quizás bien muerto.

Ojalá estuviera muerto, así dejaría de joderme la vida.

Por otra parte mi mamá se dio cuenta del problema, ayer cuando me llamó creí que todo iba a empeorar, pero me sorprendí cuando fue todo lo contrario, mi mamá estaba muy dispuesta a apoyarme, incluso se ofreció para venir y cuidar de Damon.

Yo estaba más que impresionada, empezaba a tener una madre comprensiva, no sabía cómo trabajar con eso, es decir, ¿una madre comprensiva? ¿Qué es eso? ¿Se come? En fin, esperaba que ella siguiera así.

Salí de mis pensamientos al oír la puerta, me levanté rápidamente y detuve a Damon con una mirada al verlo que iba a correr a la puerta.

— Cariño, no le abras la puerta a nadie a partir de hoy, ¿ok?— Pedí con voz amable, él asintió.

— Si, mamá. — Afirmó tomando su leche con chocolate.

— Muy bien. — Dije sonriendo.

Me dirigí a la puerta y al llegar me dispuse a ver por la mirilla, rodé los ojos al ver a Lila con Cameron. Quité los seguros y abrí rápidamente, los hermanos Silva me saludaron con una sonrisa antes de adentrarse a mi casa.

— No les voy a dar de comer. — Advertí dirigiendome a la cocina.

— Mierda. — Escuché a Cameron a mis espaldas, reí.

— Cal, no seas así. — Soltó Lila con voz lastimera.

— Aprendan a cocinar, ustedes ni me pagan. — Repliqué, tomando los trastes sucios y ponerlos en el lavavajillas.

— Te pago con mi cuerpo. — Replicó Cameron, me giré y arrugue la nariz.

— No hay mucho que se pueda hacer. — Bromeé, él me vio indignado.

— Que ofensa. — Murmuró, Lila rió.

Solté una risita y los chicos saludaron a mi hijo, Damon terminó de desayunar y se fue a su cuarto a darse un baño y quitarse la pijama.

— ¿A qué debo su visita?— Inquirí viéndolos tomar asiento.

— Bueno, a parte de lo que pasó con Alan y saber cómo estás, nos llegó un rumor. — Comentó Lila, fruncí las cejas.

— ¿Otro más?— Mencioné confundida.

— Evasión, interesante. — Dijo Cameron pensativo.

— ¿Qué?— Inquirí viéndolo.

— Te realizo un estudio de observación, estás evasiva. — Contestó, lo vi raro.

— ¿Qué tan cierto es qué tú ex está aquí?— Preguntó Lila alzando una ceja, carraspeé mi garganta.

— ¿Quién les dijo eso?— Indagué viendo a mis mejores amigos.

— Cuestionante, de acuerdo...— Murmuró Cameron, rodé los ojos.

— Cameron, para. — Exigí, él alzó sus manos inocente.

— ¿Entonces Poché está aquí?— Preguntó Lila con una sonrisa suspicaz.

— Oigan, tengo cosas más graves e importantes que sus rumores en dónde tiene que ver mi ex. — Repliqué tajante.

— Defensiva...— Murmuró Cameron.

— Te voy a golpear. — Amenacé apuntandolo con mi dedo.

— En la cara no porque de eso vivo. — Respondió tapando su cara preocupado.

— ¿Ya te mandaron el citatorio del juzgado?— Cuestionó Lila está vez preocupada, suspiré.

— No, pero por más que intento dar con Alan y cortarle las bolas no puedo dar con él. — Respondí con rabia.

— ¿Qué te dijo Camila?— Indagó Cameron.

— Pues al menos calmó a los medios con el comunicado que subí anoche a redes y logró que los paparazzi no estuvieran fuera de mi casa. — Informé. — Pero no es cómo que haya mucho por hacer.

— Debe haber una solución, ¿te imaginas a mi sobrino favorito en un laboratorio solo porque el imbécil de su padre le dio por saber de él?— Expresó Lila, hice una mueca en mi rostro.

— Horrible. — Concluí. — Es lo que menos quiero, no pensé que mi vida se fuera a complicar tanto y la promesa de proteger a mi hijo a toda costa se viera tan difícil cumplirla. — Acoté con pesar.

— ¿Qué te digo? La universidad de la vida es difícil de pagar. — Declaró Cameron, resoplé.

— Además, has hecho un gran trabajo cómo madre, Cal. — Halagó Lila con una sonrisa, sonreí a medias.

— No sé qué hacer. — Confesé, recargando mis codos en la mesada.

— Bueno... Puede que alguien te pueda ayudar. — Vaciló Lila, la vi rápidamente.

— ¿De verdad? ¿De quién se trata?— Cuestioné con apuro. — Habla, mujer.

— Verónica está al tanto de todo y quiere ayudarte. — Confesó con una sonrisa.

Retrocedí dos pasos hacia atrás, con la cara confusa, alcé mis cejas viendo a Lila.

— ¿Verónica? — Corroboré de haber oído bien el nombre.

— Si. — Afirmó Lila.

— ¿Y tú cómo sabes eso?— Pregunté.

Cameron y yo vimos a Lila expectante.

— Ay, no me vean así. — Murmuró colorada. _ Volvimos, ¿de acuerdo?— Confesó, abrí mi boca sorprendida.

— ¡Ja!— Soltó Cameron riendo. — Entonces era verdad eso de que te vieron en un motel.

— ¡¿Qué?! ¡¿Dónde sale eso?!— Habló Lila preocupada de su dignidad, reí.

— Fuiste viral, hermanita. — Cameron le pasaba el teléfono a su hermana. — Pero Calle te quitó el puesto. — Acotó, bufé.

Lila negaba con su cabeza, me puse a chismosear y no pude evitar reír al ver a Verónica entrar a un motel de mala muerte.

— Por suerte Taylor Swift y Joe Alwyn me quitaron el puesto a mi. — Comenté.

— Ay no, abriste una herida, quedé huérfano. — Replicó Cameron a punto de llanto, rodé los ojos.

— No puedo negar que la noticia de Taylor Swift me ayudó mucho. — Contesté encogiendome de hombros.

— Nos ayudó. — Soltó Lila saliendo de su vergüenza.

— Sucia, busca un hotel más caro para la otra. — Arrojé burlona, ella alzó el mentón carraspeando su garganta.

— Cállate, idiota. — Me regañó, reí. — En fin, el punto es que Verónica es diferente ahora, Dan, ha cambiado mucho te lo juro. — Me aseguró, enchiné los ojos. — Ya no es ambiciosa y solo quiere acercarse a ti otra vez.

— Es mi prima, la mujer ama la plata, ¿comprendes?— Expresé haciendo una seña de dinero con mis dedos. — Es imposible que ella haya cambiado eso.

— Pues lo hizo, debes darle una oportunidad. — Pidió, bufé. — Verónica siempre buscó protegerte.

— Eso es verdad. — Apoyó Cameron.

— Pero por su ambición, por culpa de Verónica yo... Acabé perdiendo la mujer que amo. — Declaré en un suspiro. — Ahora que ella quiere volver ni sé cómo lidiar con su presencia.

— Cal, son errores, todos somos humanos. — Recordó Cameron guiñándome un ojo.

— Allá afuera, en el modelaje puedes ser perfecta, pero recuerda que todos los que te rodean son humanos, no maniquíes que desfilan ropa. — Aconsejó Lila posando su mano sobre la mía.

— Estoy de acuerdo con mi hermanita. — Acotó Cameron sonriendo.

Suspiré y vi a los chicos.

Ellos tenían razón, no podía condenar a mi prima, después de todo los sucesos de mi vida están en el pasado y dar una oportunidad no vendría mal.

Tal vez así se alinean mis chakras y mi vida también.

— Está bien, voy a hablar con Verónica, pero para arreglar diferencias. — Arrojé esperando no arrepentirme.

— Que emoción. — Celebró Lila contenta. — Le voy a decir la noticia a mi biscochito.

— Ay no que ridícula. — Soltó al oír el apodo, reí. — Bueno, me voy yendo debo ver a alguien.

— A Caleb. — Soltamos Lila y yo a unisono.

— No en realidad. — Soltó Cameron arreglando su cabello.

— ¿What?— Soltamos Lila y yo otra vez al tiempo.

— Caleb es historia, él nunca se decidió y no estoy para esperar a nadie. — Dijo Cameron con simpleza. — No cómo otras. — Ironizó.

— Eso no va para nosotras. — Me defendí, Lila asintió estando de acuerdo conmigo.

— Si claro, les recuerdo la apuesta, queridas. — Mencionó, Lila y yo nos vimos asustadas.

«Cera en mi concha otra vez no, maldita sea»

— Tú también te metiste con tu ex. — Le recordé a Cameron, él hizo un gesto desinteresado.

— Una cosa es cogermelo y la otra es volver con él. — Se defendió, abrí y cerré mi boca, tenía un punto. — Así que el ganador soy yo.

— Luego pagamos la apuesta, baboso.— Replicó Lila viendo su celular.

— Genial, ahora sí me voy. — Avisó sonriente. — Saldré con Miguel, un cubano que me enamoró por su gran personalidad. — Mencionó, haciendo separando sus dedos para mostrar algo largo.

— Y soy yo la sucia. — Arrojó Lila, reímos.

— Chao, mis amores. — Dijo Caleb con voz cantarina. — Y recuerden la ley de Pinocho, se va uno y llegan ocho.

Lila y yo nos reímos viendo a Cameron salir de mi casa, negué con mi cabeza y suspiré, Lila dejó su celular y sonrió.

— Verónica vendrá en la noche, traerá la cena. — Informó. — Me voy, quedé de verme con ella.

— Aún no entiendo cómo volvieron. — Manifesté pensativa.

— Pues, unas palabras dulces de una mujer cómo Verónica y un buen cogidón arregla todo. — Dijo mi mejor amiga sin pelos en la lengua.

— Boba. — Solté divertida.

— Estoy feliz y enamorada de dos mujeres, ¿por qué tú no puedes dejar todo atrás y volver con la mujer que viene por el pasillo?— Inquirió sonriente.

Miré al pasillo y mi sonrojo no fue inevitable, Lila había visto a Poché y ahora va a joderme con eso.

— Buenos días, Poché. — Saludó Lila, Poché apenas y estaba agarrando señal. — Bye, usen protección.

Mi mejor amiga me guiñó un ojo, le saqué el dedo medio y soltó una carcajada antes de irse también.

Me quedé a solas con Poché, la cual soltaba un bostezo y sostenía su cabeza con una mueca.

— Hola. — Saludó tímida al sentarse en una de las sillas de la mesada.

— Buen día, ¿cómo te sientes?— Respondí con media sonrisa.

Me acerqué a la alacena y busqué pastillas para el dolor de cabeza, las tenía por alguna emergencia.

Por supuesto que no las tengo en la cocina por las veces que me he emborrachado con vino. Para nada.

— Muy apenada por lo de anoche y cómo si un tren me pasó encima, no volveré a tomar. — Explicó cohibida, reí ligeramente.

Tomé el tarro de pastillas y serví agua a Poché, la cual estaba cómo perrito regañado sentada en la silla de la mesada de cocina.

— Todos los ebrios dicen eso. — Le aseguré con mirada obvia. — Ten, esto ayudará con el dolor de cabeza. — Añadí dándole la pastilla.

— Gracias.

Poché tomó el vaso de agua, se llevó el medicamento a la boca y tomó agua, dejó el vaso en la mesa y me vio para darme una pequeña sonrisa.

— Lamento mucho si te traje inconvenientes. — Se disculpó, negué con mi cabeza viendo las pastillas.

Me giré para dejar las pastillas en su lugar, suspiré.

— Más que eso dudas. — Murmuré por lo bajo.

— ¿Qué dijiste?— Inquirió Poché, me giré cerrando la alacena y negué con mi cabeza.

— Que no trajiste nada de inconvenientes. — Le aseguré, ella asintió no muy segura. — Supongo no recuerdas nada de anoche.

— Pues todo es borroso. — Respondió rascando su cabeza. — Llegué a mi casa, después llegué aquí, me curaste y...— Se calló quedando pensativa. — Ah sí, te pedí matrimonio y me dormí. — Concluyó.

— Poché...— Murmuré colocándome nerviosa ante su mirada.

— Mi propuesta iba en serio. — Aseguró con firmeza.

— Cuando se está borracho nada es en serio. — Repliqué tragando grueso.

— Por eso te lo estoy repitiendo ahora. — Afirmó con media sonrisa.

— Quizás estás borracha aún. — Dije evasiva y nerviosa.

Salí de la cocina huyendo de la situación, efectivamente Poché seguía ebria y por eso estaba diciendo incoherencias.

Iba a terminar en un psiquiátrico si la mujer seguía con ese tipo de propuestas.

Iba hacia la habitación de Damon cuando sentí una mano en mi abdomen, tragué grueso sabiendo que era Poché la que me estaba deteniendo, no era capaz de mirarla a pesar de sentir su mirada.

— No estoy borracha, Dani...— Susurró en mi oído. — De verdad quiero casarme contigo.

— Poché, miranos por favor. — Mencioné volteando mi rostro para verla. — Ni siquiera hemos arreglado nuestros asuntos del pasado, ¿y quieres proponerme matrimonio?— Arrojé con una risita nerviosa.

— Es la única forma que me ocurre de decirte que estoy perdidamente enamorada de tí y que quiero una vida contigo y Damon. — Respondió con una voz tan firme y segura que me daba escalofríos.

— No sigas, por favor... — Murmuré intentando salir de su agarre.

— ¿Por qué...?— Preguntó apretando su mano en mi cintura.

— Porque no quiero ilusionarme otra vez y tú te vayas de nuevo. — Titubeé llenando de aire mis pulmones.

— No, está vez no iré a ningún lado. — Aseguró viéndome la boca. — Solo dame una oportunidad, solo una.

— Yo...— Susurré pérdida en sus ojos.

Ambas pegamos un pequeño respingón cuando la puerta sonó, carraspeé mi garganta y me alejé de María José.

— D-debo ir. — Tartamudee nerviosa.

Ella asintió con su cabeza lentamente, me fui rápidamente hasta la puerta y abrí esta, mi sorpresa fue notoria al ver a nada más y nada menos que a Marcelo.

— Marcelo, hola, ¿qué haces aquí?— Saludé confusa. — ¿Y por qué vienes tan agitado?— Añadí al verlo sudado y con respiración casi nula.

— Me di cuenta de lo que pasó, iba a tomar un avión pero corrí hasta aquí y no puedo más. — Explicó haciéndome fruncir el ceño.

— ¿De qué hablas?— Cuestioné, él dio un paso al frente.

— Daniela, estoy enamorado de ti. — Confesó, dejándome en estado de shock. — No puedo ocultarlo más y no puedo ser solo ser tú amigo, no podía más estar lejos de ti.

Fue entonces cuando un hombre de más de un metro noventa tomaba mis mejillas y estrellaba sus labios contra los míos. Abrí mis ojos sorprendida sin saber reaccionar poniéndome de puntillas.

Me separé de Marcelo de golpe sin procesar mi entorno aún. Él me vio con ojos suplicantes.

— Se mi novia y prometo cuidarte a ti y a Damon, los voy a amar cómo nadie nunca, te lo juro. — Prometió con una sonrisa.

— Marcelo, no-

— ¿Tú? ¿Qué haces aquí?— Preguntó Marcelo de pronto viendo hacia mis espaldas, giré rápidamente y Poché estaba ahí.

— No se preocupen ya me iba. — Soltó ella viéndome, negué con mi cabeza.

El ver cómo María José se está a yendo me hizo reaccionar, salí detrás de ella y la tomé del brazo a medio pasillo, la encaré y ella negó con su cabeza sonriendo sarcástica.

— Ahora entiendo porque no quieres volver conmigo. — Arrojó con voz hostil.

— Claro que no, Poché, no es lo que piensas. — Repliqué intentando acercarme.

— No, no me expliques nada. — Dijo dando un paso atrás, suspiré. — Después de todo estuviste conmigo por un contrato al azar y una jugada del destino.

Poché se soltó de mi agarre lentamente y sin más giró sus talones para irse, me quedé a medio pasillo procesando sus palabras y el dolor de mi pecho contrayendo mis costillas.

Volví al departamento y me adentré a él, cerrando la puerta a mis espaldas.

— ¿Calle?— Escuché la voz de Marcelo sacándome de mis pensamientos.

— Marcelo, voy a ser muy honesta contigo. — Mencioné viendo sus ojos.

— Lo apreciaría. — Respondió sonriendo.

— No niego que eres un hombre maravilloso, cualquier mujer desearía tenerte pero...— Dudé en seguir.

— Tú no eres esa mujer, ¿verdad?— Concluyó él completando mis palabras, asentí lentamente.

— Yo amo a María José, es inimaginable cuánto la amo, créeme. — Declaré. — Y tenemos malentendidos, lo sé, pero es no hace menos mi amor por ella. — Añadí segura.

— Yo creí que podíamos ser algo más. — Murmuró Marcelo cabizbajo.

— Yo a ti te quiero pero cómo amigo. — Aclaré. — Estoy muy agradecida por todo lo que has hecho por mi estos meses, el que cuidaras de mi y de Damon, pero no puedo verte con otros ojos, lo siento.

Marcelo bajó la vista y luego me dio una pequeña sonrisa, se acercó a mí y tomó mi mano, la llevó a sus labios y me dio un beso en el dorso.

— Eres una mujer espectacular y el que ella te tenga hace que sea muy privilegiada entre todos. — Halagó con una sonrisa triste.

Le di una mirada de pena, Marcelo sonrió con ojos brillantes y soltó mi mano.

— Si me necesitas no dudes en llamar, estaré para ti siempre, cómo amigo claro. — Marcelo rió ligeramente. — Gracias por todo. Adiós, Calle.

Marcelo se marchaba dándome la espalda, abrió la puerta y me vio sobre su hombro antes de irse por completo y cerrar la puerta.

Pasé una mano por mi cara y suspire pesado, me lancé al sofá abrumada y sin saber que hacer. Fue entonces cuando escuché pasos correteando por la casa.

Un salto y mi hijo estaba sobre mi estómago, yo estaba sin aire por el impacto de su trasero, mientras él se veía de mal humor, pucheros y brazos cruzados.

— ¿Y tú qué tienes?— Le pregunté revolviendo su cabello.

— El amor apesta. — Murmuró indignado.

— ¿Qué? ¿Y tú qué sabes de amor, pequeño demonio?— Arrojé incrédula.

— Betty no me quiere y yo a ella si, mamá. — Confesó mi hijo dejándome con la boca abierta. — Mientras que Betsabé me da chocolate todo el tiempo, pero solo es mi amiguita, yo no la quiero cómo a Betty.

— ¿Y entonces?— Alenté para que se confesará más.

«Con que novias, pequeño demonio» pensé.

— Betty cree que Betsabé es mi novia y no es así, mamá. — Se quejó llevando sus manos a sus mejillas frustrado.

— ¿Y por qué Betty cree eso?— Cuestioné riendo.

— Porque Betsabé me dio un beso, pero yo no quería, wuacala babas. — Se quejó, alcé una cena.

— ¿Y de quién querías el beso?— Mencioné confundida al no entender el triángulo amoroso.

— De Sofía. — Respondió soltando un suspiro enamorado, fruncí el ceño. — Ella es muy bonita, así cómo tú.

— ¿Pero no qué querías a Betty?— Mencioné con obviedad.

— Pero cómo amiga, mamá, cómo amiga. — Repitió bravo.

— Ush perdón. — Me disculpé riendo. — Yo creo que deberías hablar con las tres.

— Creo que sí. — Murmuró mi hijo pensativo.

— Pero tú tienes prohibido tener novia, no hasta los 30 años, ¿oíste?— Demandé.

Comencé a picar las costilla de Damon y él empezó a carcajearse, lo acosté en el hueco que sobraba del sofá y seguí haciéndole cosquillas.

— ¡Basta, mamá!— Pidió riendo a carcajadas.

Paré las cosquillas y reí, Damon estaba rojo por la risa, se sentó en el sofá y me vio.

— Seré un viejito sin novia, mamá. — Reprochó, le di una mirada inquisidora.

— Tal vez te deje tener una noviecita. — Hablé celosa, mi bebé era mío.

— ¡Yujuu!

Damon celebraba y se levantaba del sofá, me dio un sonoro beso en la mejilla y se fue hasta su cuarto otra vez.

Negué con mi cabeza y resoplé cuando la puerta sonaba por no sé que vez en la mañana, me paré del sofá y caminé hasta la puerta, abrí esta y fruncí el ceño.

— Buen día. — Saludó un hombre de traje.

— Buenos días, ¿qué se le ofrece?— Inquirí.

— Soy del juzgado, señorita Calle. — Informó haciendo que mi corazón se acelere. — Estoy a cargo de su caso con mi cliente Alan Stewart, vengo a dejar este citatorio para que se presente el lunes por la mañana para dar inicio al caso.

El hombre de traje me pasaba un sobre con el sello del juzgado de Los Ángeles.

— ¿Tan rápido?— Mencioné viendo el sobre.

— La orden acaba de ser procesada, por lo cual me encargué de traersela. — Explicó el abogado, bufé. — Pase buen día.

— Buen día mis nalgas. — Murmuré entredientes.

Cerré la puerta de golpe y tiré el sobre lejos, sin ganas de ver su contenido, me recargué en la puerta y sostuve mi cabeza con mis manos.

Definitivamente mi mañana había empezado con demasiadas emociones.

En la noche.

El comedor estaba lleno de personas, Lila, Cameron, Verónica e incluso Rose había venido a mi casa para pasar una cena agradable.

Entre los chicos se encargaron de poner la mesa y servir la comida, mientras yo y Damon jugábamos un rato.

Todos comimos entre risas y demás, poniéndonos al día de lo que pasó en estos meses. Cuando terminamos de cenar, me dediqué a acostar a Damon, para luego lavar los platos junto con Verónica.

— La cena estuvo agradable. — Comentó ella rompiendo el silencio.

— Soy un amor cómo anfitrión. — Bromeé con altivez.

— Presumida. — Murmuró mi prima.

— Un poco, aunque tú elección de comida estuvo muy acertada. — Confesé.

— Los méritos son míos y te los estás llevando. — Arrojó Verónica indignada.

Verónica y yo reímos, mientras le pasaba otro plato, ella me lo devolvió al tener una pequeña mancha de jabón, rodé los ojos.

— Extrañaba bromear contigo. — Murmuró con una sonrisa.

— Yo también. — Confesé. — Aunque se me hace raro no ver a esa Verónica estirada, fría y de negocios.

— Esa Verónica murió, ahora soy otra, Cal. — Aseguró, sonreí.

— Me alegro por ti, en serio. — Felicité dándole otro plato.

— Yo también, aunque me comporté muy mal contigo y sé que no me has perdonado. — Mencionó secando este y ponerlo en su lugar.

— Debes entenderme, no fue fácil procesar lo que hiciste. — Dije en un suspiro.

— Lo sé, me arrepiento mucho. — Declaró apenada. — Nunca debí meterme con tú relación de esa forma, tenía una idea de Poché muy mala.

— ¿Cómo cuál?— Indagué frunciendo los labios.

— No sé, al principio pensaba que era una salida para ti, pero luego creí que se estaba aprovechando de ti por estar enamorada de ella. — Explicó, rodé los ojos.

— Poché no es así. — Aseguré.

— Y ahora lo sé, créeme. — Replicó segura. — Pero cuando me di cuenta era demasiado tarde y lo había arruinado.

— Pues todo es parte del pasado. — Mencioné para tranquilizarla.

— Pueda que si, pero nunca está demás decir que lo siento. — Contestó mi prima poniendo una mano en mi hombro.

Me giré para verla y Verónica me dio una mirada la cual derrochaba sinceridad.

— Perdóname por olvidar que el amor es primero, perdóname por olvidar que somos familia y que te amo. — Declaró con una sonrisa nostálgica. — Siempre voy a querer tu felicidad, Cal.

Sonreí y extendí mis brazos hacia Verónica, ella me abrazó y yo correspondí el abrazo.

— Eso era lo que estaba esperando. — Susurré en su oído.

Verónica rió y me movió de un lado a otro contenta, me soltó para volver a lavar los últimos platos.

Me sentí muy bien y orgullosa de mi al perdonar a mi prima, sentí que estaba dando pasos hacia adelante logrando estabilidad en mi vida, a pesar de todo lo que me estaba pasando justo ahora.

Estaba dejando todo atrás, en lo que era, el pasado.

Después nuestro emotivo momento de perdón, ahora todos estábamos tomando una copa de vino entre risas, los chicos jugaban juegos de mesa.

Cuando les platiqué del citatorio y me vieron triste, hicieron de todo para verme feliz, funcionó por un momento, pero por alguna razón mi mente no estaba en el juego, apenas y había jugado unas rondas.

La verdad es que mi mente estaba en Poché.

— La verdad con la gira pasaron muchas cosas. — Comentó Rose poniendo una pieza en el juego de domino.

— ¿Para bien o para mal?— Me atreví a preguntar.

— Creo que es un intermedio. — Replicó, Cameron puso otra pieza.

— ¿Por qué lo dices?— Indagué, buscando una pieza.

— Bueno, todos de alguna forma maduramos respecto a sentimientos y aprendimos sobre prioridades. — Comentó la brujita divertida.

— Rose tiene razón, más en lo de las prioridades. — Acotaba Verónica poniendo una pieza.

— Si, es decir, con los chicos en la gira pasaron muchas cosas locas, pero entendimos otras cosas más importantes. — Soltó Rose pensativa, puse una pieza en el juego.

— Creo que a todos el tiempo de separación nos hizo bien, a pesar de que en su momento peleamos por eso y nuestras mejores amigas. — Soltó Lila riendo.

— Total. — Añadió Cameron poniendo otra pieza.

— Cerraste el juego, idiota. — Se quejó Verónica.

— ¿Cómo qué pelearon?— Indagué viéndolos a todos.

— Bueno, ahora es divertido pero, en su momento Caleb estaba muy del lado de María José y cómo tú supuestamente le habías mentido no le caías bien. — Soltó Rose arrugando la nariz. — Cameron y Lila estaban de parte tuya y yo no estaba de ningún lado, pero Lila pensó que si y para concluir nos mandamos al diablo todos.

Los chicos rieron divertidos en la mesa, mientras revolvian las piezas del juego.

— Agregando que Rose y yo mandamos a Vero al diablo por lo del contrato. — Añadía Lila, Verónica asintió lentamente.

— ¿Y yo por qué no sabía de esto?— Le dije a todos confundida.

— Porque estabas muy ocupada con tus problemas, tú hijo y el cómo te tomó un poco de odio y esas cosas. — Mencionó Cameron con obviedad.

— Uy si, recuerdo cómo Poché le decía a Damon que tú no tenías culpa de nada. — Contó Rose recogiendo sus piezas. — Que si no cambiaba su actitud iba a tomar medidas drásticas, claro que no lo iba a hacer, pero recuerdo que un día Damon le llamó muy contento y le dijo que había pasado un día increíble contigo. — Sonreí al saber eso. — Poché estaba feliz, aún y cuando había visto una foto de ti y el basquetbolista ese.

— ¿El chisme de la revista esa piruja?— Dijo Lila con el ceño fruncido. — Es chacha. — Añadió poniendo el par de seis en la mesa.

— Si, Poché ese día se encerró todo el día en el estudio y no dejaba de escribir y tocar canciones en honor a la presente. — Mencionó Rose poniendo la segunda pieza.

— Que romántico. — Soltó Cameron riendo.

— Además de que a Damon le mandaba videos de todo lo que hacíamos, conciertos, lugares, premios, entrevistas y demás. — Dijo Rose alzando sus cejas.

— Me tocó un juego de mierda. — Soltó mi prima.

— ¿Y qué más?— Dije a Rose intrigada.

— Los premios siempre se los dedicaba a su amore y a su piccolo diavolo. — Contó con una sonrisa, sonreí igual. — Más de alguna entrevista le preguntaron quiénes eran o las fans que buscaban tirarsela, pero Poché nunca dijo nada y nunca pasaba de beber un trago e ir hablar con Damon.

— El amor es una magiaaa. — Canturreo Cameron. — Mamaron. — Dijo al poner una pieza grande.

— Sigue, Rose. — Apuré pidiendo información.

— También se encargó de Armando, no sé cómo pero el tipo salió corriendo de aquí y ni se diga de Amelia, ellos tuvieron que ver con el problema del vídeo de Damon, la tipa estaba loca. — Informó con una mueca en el rostro.

— Me consta, Poché bajó el vídeo de internet. — Añadió mi prima. — Tomen esta, perros. — Soltó Verónica poniendo par de ceros.

— Amelia le suplicó a Poché que no le hiciera nada, Poché no lo hizo pero la vida se encargó de ella. — Rose se encogió de hombros. — Ahora es mesera del bar en el que trabajamos con las puertas del medio cerradas.

— ¿Poché hizo todo eso?— Arrojé atónita.

— Poché aún estando lejos buscaba darte el mundo a ti y a Damon, pero se detenía porque según ella la odias. — Replicó Rose encogiéndose de hombros.

— No entiendo, ella nunca me dijo nada de todo lo que estás diciendo. — Mencioné pensativa.

— Por favor, Poché jamás presumiría sobre eso o que sé yo, si es por ella nunca se lo diría a nadie. — Aseguró Rose con mirada obvia. — Pero me encanta ser sapa con la mujer que ama a ver si te animas a darle una oportunidad a mi mejor amiga.

Me quedé procesando todo lo que dijo Rose, eché mi espalda contra la silla y alcé mi vista, los chicos me veían expectante.

— Tengo que buscarla. — Declaré rápidamente.

— ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios y sus hijos homosexuales!— Celebró Cameron.

Él ponía una pieza ganando el juego, las chicas se quejaron y Cameron comenzó a perrear.

— Rose, ¿Poché está en el departamento?— Cuestioné.

— En realidad salió desde muy temprano, no sé dónde. — Informó, chasquee la lengua.

— Mierda, ¿dónde podría estar?— Murmuré para mi misma.

— ¿No hay alguien que sepa?— Sugirió Lila.

— ¡Mile! ¡Milenka!— Exclamé.

Corrí hasta la sala y tomé mi celular, busqué los contactos y rápidamente marqué a Milenka, los tonos sonaron hasta que finalmente me respondió.

— Ex cuñadita, que gusto oírte. — Saludó alegre.

— Mile, dejaré de ser tu ex cuñada si me dices dónde puedo encontrar a tú hermana. — Dije directa.

— Omaiga, está potente. — Soltó con acento cómico.

— ¿Ella está contigo?— Pregunté con la esperanza de que si.

— No, pero hoy vino a verme. — Informó. — Sé dónde puede estar. Te veo en unos minutos, paso por ti, chau.

— ¿Qué?— Arrojé, miré mi teléfono y luego a los chicos. — Me colgó.

— Bueno, toca esperar. — Mencionó Lila con media sonrisa.

— Ay hermanas, esto es un milagro. — Añadió Rose. — Señooor, me has mirado a los ojos. — Alabó alzando sus brazos hacia arriba.

— Espero no sea muy tarde... — Murmuré.

Suspiré y le di una sonrisa a los chicos nerviosa.

Si todo salía bien, iba a ser la prometida de María José Garzón, de ese pitufo guitarrista que me vuelve loca.





































































• ────── Flow llegando ────── •

Calle cuando Milenka le colgó:

Meta: 200 votos.

SE ABREN APUESTAS DE LO QUE VA A PASAR.

El Marcelo siempre interrumpiendo.

Rose sapa salvando las Caché.

No hay dato curioso pero si piropo: Y Dios dijo: «Hágase lo más hermoso del universo» y nació la hermosura que está leyendo esto.

Amonooooos.

Ustedes cuando vean que todo es falso:

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