Así coincidimos || Terminada

By MsMistery19

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¿Existe el amor de una vida pasada en otra vida? Nadie lo sabe. Sus caminos se cruzarán después de que al par... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capitulo 45
Capítulo 46
Final/Epílogo

Capítulo 39

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By MsMistery19

Pov Poché.

Bajé la velocidad de la moto cuando ya me encontraba cerca de los edificios de mi departamento, estacioné la moto y puse la pata de metal contra el suelo para quitar la llave y mi casco, me bajé del vehículo y comencé a caminar a la entrada.

No puedo evitar sorprenderme cuando de pronto veo la entrada de los edificios repleta de gente, con el ceño fruncido y bajando el cierre de mi chaqueta me acerco a paso rápido, gran error.

De pronto me encontraba en una marea de personas, preguntas al aire y flash de cámaras que me dejaban ciega al instante.

— ¡Poché, Poché! ¡¿Has vuelto con tu ex?!— Soltaba uno de ellos.

— ¡Poché, Poché! ¡¿Qué te pasó en el ojo?!— Exclamó otro, le di un empujón con mi hombro abriéndome paso.

— ¡¿Han compartido cónyuge tú y Daniela?!

No me importó estar rodeada de reporteros cuando tomé al impertinente de esa pregunta de su corbata y le propinaba un golpe certero en la nariz.

Otra vez me hacían golpear a un sapo.

— Imbécil. — Murmuré con dientes apretados.

Me adentré al lobby del lugar escuchando cómo los otros me perseguían, el botones del lobby me abría para cerrar la puerta, suspiré.

— No deje entrar a nadie y tendrá una buena recompensa. — Demandé.

— Si, señorita. — Afirmó.

Me dirigí a los ascensores y presioné el botón del piso de Calle, esperé unos minutos hasta que finalmente las puertas del ascensor se abrieron. Salí del ascensor y toqué la puerta, esperé y la que me abrió fue Valentina.

— ¿Dónde está?— Inquirí a mi hermana entrando al departamento.

— En la cocina hablando por teléfono. — Informó, comencé a caminar hasta allá. — ¿Sabés qué está ocurriendo?

— No, pero me doy una idea y no es bueno. — Repliqué en un suspiro.

Valentina venía detrás de mi cuando llegué a la cocina, podía ver a Milenka con una bolsa de chícharos congelados en la carita de Damon sentado en la mesada de la cocina, mi hijo se quejaba pero mi hermana lo sobornaba con cosas que le daría luego.

— Camz, es que es imposible que la noticia saliera tan rápido....— Escuché a Calle. — Si, pero... Si lo he visto pero nadie nos ha visto juntos... Ok, chau.

Calle colgó la llamada y se giró, al verme su cara fue de sorpresa, alcé una ceja.

— ¿Me vas a explicar qué pasa?— Cuestioné severa.

— María José, no creo que eso te incumba. — Arrojó a la defensiva, suspiré.

— Hermanas, déjenme a solas con Calle por favor. — Pedí viéndolas.

Mis hermanas hicieron caso y se llevaron a mi hijo a su habitación, me quité la chaqueta y puse mis manos en jarras viendo a Calle.

— Estoy esperando. — Mencioné alzando mis cejas.

— Es problema mío, yo veré cómo lo arreglo, Poché. — Dijo con voz terminante.

— ¿Damon tiene qué ver?— Cuestioné, Calle vio a otro lado echándose el pelo hacia atrás.

— María José... — Murmuró negando con su cabeza.

— ¿No quieres decirme?— Inquirí, ella negó con su cabeza. — Ok, voy a investigar por mi cuenta.

Saqué mi teléfono y negué con mi cabeza, me fui hasta la aplicación de contactos y busqué el número de Adam, los tonos comenzaron a sonar.

Fue entonces cuando Daniela caminaba hasta donde estaba arrebatandome el teléfono.

— El padre de Damon me puso una demanda de paternidad. — Confesó apretando la mandíbula.

— ¿Qué? ¿Y no planeabas decírmelo?— Reproché con molestia.

— No sé si recuerdas pero ya no somos pareja, debo solucionar mis problemas sola. — Replicó tajante.

— Damon es mi hijo. — Le recordé golpeando mi pecho con mi dedo.  — No lo es de sangre pero yo cuido y velo por él, todo esto tiene que ver con él y su bienestar. — Acoté, Daniela suspiro.

— Y eso lo sé, nadie te quita el puesto cómo madre de Damon. — Explicó frustrada. — Pero el problema legal es mío y yo veré cómo resolverlo.

Evité rodar los ojos, odiaba cuando Calle se comportaba de esa forma, evasiva y pudiente.

— ¿Ese tipo te ha hecho algo? ¿Por qué volvió?— Cuestioné viéndola a los ojos.

— Volvió para según él recuperarnos a Damon y a mí, pero yo no quiero saber nada de él. — Respondió chasqueando la lengua. — Incluso ni se había acercado en largo rato, Damon ni lo vio, pero decidió joderme de esta forma.

— ¿Qué piensas hacer?— Pregunté, ella caminó al centro de la sala.

— No lo sé, por mientras le llamé a mi abogado y a mi manager. — Dijo con simpleza.

— Déjame ayudarte. — Mencioné.

— Gracias, pero no, María José. — Me encaró con cara seria.

— No hagas eso. — Pedí, ella frunció el ceño.

— ¿Qué cosa?— Replicó confundida.

— Alejarme, actuar cómo si todo lo puedes sin ayuda de nadie. — Arrojé con voz dura.

— Tú no puedes venir a juzgar mis actitudes. — Contestó Calle irónica.

— Daniela, el asunto es de las dos. — Puntualicé, ella suspiró.

— El asunto es conmigo, Alan solo busca una estúpida venganza y se desquita conmigo. — Señaló encogiéndose de hombros.

— ¿Puedes dejar de lado tu orgullo y dejarme ayudarte?— Hablé irritada.

— ¿Para qué? ¿Para irte otra vez?— Arrojó Daniela fría.

Las palabras de Daniela se sintieron cómo cuchillas clavándose en mi cuerpo, apreté la mandíbula.

— Tú no sabes porque razón me fui. — Murmuré entredientes.

— No, no lo sé. — Respondió sonriendo irónica. — Por más que estos meses me comí la cabeza intentando adivinar porque solo viniste para cruzar esa puerta cómo una cobarde.

Entonces exploté.

— ¡Me echaste de tú casa!— Grité con enojo.

— ¡Pero no de mi vida!— Replicó, haciéndome dar un paso atrás.

Daniela dio un resoplido ofuscada y me dio la espalda.

— Tú decidiste irte de ella. — Murmuró viendo la vista de la sala. — Estaba dolida, agobiada por los problemas, además de decepcionada y celosa. — Declaró para negar con su cabeza, ella giró para verme.

»¿Sabes lo insuficiente qué me sentí al verte con Amelia? ¿Lo engañada y derrumbada que me sentí? Y todo pasó cuando mi hijo casi tiene un ataque por llorar al verse rodeado de tanto, lo único que me importaba en ese momento era él.

Pasé una mano por mi rostro frustrada, este asunto seguía poniéndome de mal humor y con los pelos de punta.

— No me dejaste explicar lo de Amelia por más que lo intenté. — Le reproché. — Yo quería sacarte del problema pero nunca dejas que alguien entre más allá de tu vida por miedo a que se vayan. — Añadí con voz severa.

— ¿Y qué esperabas qué hiciera después de venir a reclamarme sobre esa estúpida demanda? ¿De reprocharme la crianza de nuestro hijo?— Vociferó impasible.

— ¡Te pedí perdón por ello!— Grité.

— ¡¿Y luego qué?! ¡Te fuiste!— Me recordó con rencor. — ¡¿Era más fácil dejarme con todo esto sola?! ¡¿Ganarme el odio de mi propio hijo porque creía que por mi culpa te habías ido?!— Soltó caminando y plantarse frente a mí.

— ¡No supe qué hacer, ¿de acuerdo?!— Declaré sintiéndome acorralada. — ¡Creí que al poner distancia todo iba a mejorar con el tiempo, no lo sé tuve miedo y creí que con la distancia todo volvería a la normalidad!— Exclamé dándole la espalda y pasar una mano por mi cabello.

— Claro. — Murmuró sarcástica. — Entonces es fácil aparecer en mi vida, montar un escenario en dónde eres una mujer de ensueño que busca conquistarme de todas las formas posibles. — Acotó, tomándome del brazo para verla.

» Robas el corazón de mi hijo, me ilusionas y por un momento me haces creer que iba a tener un soporte. — Calle negó con su cabeza. — Que después de tantos años no iba a estar sola, pero a la primera oportunidad te fuiste.

— ¿Creés qué fue fácil irme sin ustedes?— Cuestioné en un murmullo. — Daniela, son mi vida, yo levito por ustedes, respiro y camino por ustedes, pero así cómo hago todo eso lo arruiné. — Confesé tragando grueso. — No podía ni verte a los ojos cuando me di cuenta de cuánto lo había arruinado.

Tragué el nudo de mi garganta y no aparte mi vista de la de ella.

— Me odié y me odio por haber desconfiado de ti, por dejarme llevar por mi rabia, decirte todo lo que te dije y sobre todo cruzar esa puerta. — Dije señalando la puerta. — Y sé que tal vez para ti no tenga sentido, que quede cómo una cobarde, pero tú no sabes la valentía que tuve que tomar para dejarte y esperar que en el transcurso no te toparas con alguien mejor que yo.

— Tú eras lo mejor para mí, María José. — Murmuró con voz rota. — Quedé hundida en la nada intentando descifrar que hice mal. — Acotó con voz distorsionada.

— Tú no hiciste nada mal, yo lo arruiné. — Repliqué con culpa, Calle se alejó de mí y puso sus manos en jarras mirando al techo.

— Todas las noches esperaba algo, no sabía qué, pero una noche en específico un dije que volverías. — Me confesó, haciendo el nudo de mi garganta insoportable.

Ella quitó la vista del techo y me vio con ojos llorosos.

— Ahora estás aquí y ni siquiera sé que hacer contigo. — Arrojó, apreté la mandíbula viendo hacia otro lado.

— No dejé rastro porque esperaba que me detuvieras. — Repliqué sintiendo mis ojos picar por las lagrimas. — Pero ni siquiera te inmutaste.

— ¿Y qué esperabas? ¿Confirmar que era la mala del cuento truncando tú sueño al detenerte?—  Arrojó con voz evidente, apreté los ojos.

— ¡No me habría ido, porque no quiero nada de ese sueño si no los tengo conmigo!— Grité con rencor. — ¡No quería irme, me hubieras detenido!— Le reproché viéndola a los ojos.

— ¿Sabes qué? No niego que yo también arruiné esto. — Dijo señalandonos a ambas. — ¡Pero no puedes echarme en cara el no detenerte cuando solo viniste aquí a decir adiós!— Replicó con voz fría.

Daniela se quedó en silencio y limpié la lágrima que bajó por mi mejilla.

No sabía que más decirle cuando ella tenía la razón, porque por más que hubiera interpuesto la distancia entre ambas, la cobarde fui yo por no luchar algo que ya tenía en mis manos, el amor de Calle.

Yo tomé ese amor en mis manos y sin darme cuenta solo lo dejé caer al suelo, y al no saber unir las piezas solo corrí y corrí para que no hubiera un culpable.

No podía volver y luchar por ella cuando había dejado su corazón en el suelo y a ella le tocó unir sus pedazos fingiendo que nada de eso había pasado.

— Si necesitas algo llámame, sabes que siempre estoy para ti. — Murmuré caminando hasta la puerta sin verla.

Salí del departamento de Daniela con el corazón roto otra vez, sintiéndome miserable y una cobarde por haber preferido la fama y el dinero, antes que mi hijo y la mujer que amo.

• ────── ♪ ────── •

Tomé el trago que me ofrecía el barman y le di un trago que hizo arder mi garganta, pasé una mano por mi frente y suspiré, mientras veía mi teléfono, estaba en redes tratando de ver el tipo que demandaba a Daniela.

Me metí a otro artículo y leí este con detenimiento, leyendo lo mismo que los otros artículos y muchos usuarios daban retweet etiquetando a Daniela o incluso a mí.

En menos de 24 horas no sé cuántas notificaciones tenía mi celular, además de ser tendencia en Twitter. Nada de eso me servía porque no llevaban al sujeto que quería ver. Llegué al final del artículo que leía y entonces encontré algo.

“Si quieres saber más de Alan Stewart entra aquí...”

Fruncí mi ceño con la sensación de recordar ese nombre, me metí al link y de forma rápida salté a una página en dónde se daba un tipo de biografía del tipo.

Alan Jackson Hewitt Stewart, conocido como Alan Stewart, es un actor de televisión, cine, naturalizado estadounidense.

Nacimiento: 16 de marzo de 1988 (edad 33  años), Houston, Texas, Estados Unidos.
Estatura: 1.8 m.

Contenta por saber el nombre procedí a buscar una imágen de él, rápidamente tuve varias de ellas pero hubo una en especial que captó mi atención.

Le hice zoom a la fotografía viéndole la cara, era una de él sin barba, llevé una mano a mi frente y rápidamente tomé el trago de un solo golpe.

¡Este infeliz lo conocía!

Este tipo fue con el que Amelia me puso el jodido cuerno. Ahora todo tenía sentido del porque se me hacía conocido nombre.

Muy bien, con esta información podré hacer mucho.

En mi teléfono me dirigí a contactos y llamé a Snake, él sabía todo así que era una gran ayuda, siempre y cuando no lo traicionaras, por mi parte jamás iba a suceder. Snake respondió rápidamente.

— Diabla, ¿qué necesitas?— Respondió con voz alegre.

— ¿Cómo sabes qué necesito algo?— Inquirí divertida.

— Bueno, siempre me llamas por favores, no me quejo porque me das dinero. — Explicó Snake, rodé los ojos.

— Ncesito que investigues a alguien. — Pedí tomando de mi trago.

— ¿Tienes datos?— Inquirió, dejé el vaso en la barra.

— Sí, te los envío ahora. — Repliqué.

— Genial, cualquier cosa te aviso. — Mencionó Snake.

— Bien. — Dije a punto de colgar, pero su voz lo impidió.

— Por cierto, estos días habrá una carrera. — Avisó, fruncí el ceño. — Si quieres no te cobro el favor, pero necesito que vengas por esa carrera.

— No he corrido en meses, Snake. — Puntualicé en un suspiro cansado.

— ¿Y? Tienes el don, anda, es un favor. — Suplicó, dudé pero al final caí en cuenta que se lo debía.

— Está bien, solo dime cuándo y estaré ahí. — Acepté.

— Te mantengo informada, super estrella. — Bromeó Snake.

— Idiota. — Murmuré.

Snake rió y colgó la llamada, dejé mi teléfono en la barra y le pedí otro trago al barman. A los minutos el hombre me dio otro trago, estaba bebiendo de el cuando de pronto alguien se sentó a mi lado.

Fijé mi vista a mi costado y abrí mis ojos grandes.

— ¿Es muy tarde para recuperar a mi mejor amiga?— Cuestionó con voz apenada.

— Nunca es tarde, ¿no creés, puto culon?— Le respondí dándole un golpe en su hombro juguetón.

Miré a Caleb y él me dio una corta sonrisa, pidió una cerveza y revolví su cabello.

— ¿Mal de amores?— Me atreví a preguntar, él asintió.

— Salud por eso. — Dijo alzando su cerveza, tomé mi trago y chocamos las cosas.

— ¿Quieres contarme?— Indagué viendo a Caleb.

Caleb suspiró y tomó de su cerveza pensativo.

— Pues-

Mi teléfono vibró en la barra, me disculpé con mi amigo y respondí la llamada.

— ¿Bueno?— Dije.

— Pouché, ¿dónde estás?— Preguntó mi hermana Milenka.

— En un bar, ¿por qué?— Respondí con el ceño fruncido al oírla con voz apagada.

— Alerta oscura, hermana. — Arrojó.

En nuestro idioma era: nuestra vieja nos mandó al diablo de nuevo sin la esperanza de volver a ver sus calzones.

— ¿Te espero?— Cuestioné.

— Llegaré pronto. — Avisó Milenka.

Colgué la llamada y dejé mi teléfono, está vez le puse atención a Caleb, el cual había terminado su cerveza en minutos y ahora estaba pidiendo algo más fuerte.

— ¿No deberías calmarte?— Solté al verlo beber trago tras trago cómo si fuese agua.

— No quiero, no cuando perdí a ese hombre. — Respondió golpeando su pecho.

— ¿A Cameron?— Cuestioné, él asintió.

— La cagué, maje, la cagué demasiado. — Mencionó con voz triste. — Es que yo soy un dundo, no merezco nada.

— A ver, cálmate y cuéntame bien. — Pedí acomodandome en mi asiento y tomar de mi copa.

— Cameron ya no quiere nada conmigo, justo cuando iba a luchar por él, me mandó al diablo. — Informó, dije un “uuuh”. — Pero es mi culpa, porque cuando me dijo que no luchaba por él no le dije nada, ¡nada!

— Pendejo. — Dije dándole un golpe en su cabeza, Caleb se quejó.

— Ya sé, pero me ganó el miedo y la cagué demasiado. — Habló abatido.

— En lo del miedo te entiendo. — Declaré en un suspiro.

— Estoy que me tiro de un puente por burro vos, es que si soy mongolo. — Expresó Caleb tirando su cabeza en la barra.

— ¿Y estás seguro de qué Cameron ya no quiere nada?— Indagué sobando su espalda.

— Segurísimo, es que está vez fue en serio, no cómo las otra veces, de verdad me mandó a cagar al monte. — Soltó con pesar.

— Auch. — Murmuré.

— Por eso voy a beber, perderé la conciencia. — Dijo alzando su cabeza y pedir otro trago.

— ¿Sabés qué? Te voy acompañar. — Puntualicé con voz firme.

— ¿Problemas con tú hembra?— Cuestionó mi mejor amiga, asentí lentamente.

— Si, pero ella tiene razón con su sentir. — Respondí encogiendome de hombros. — Me comporté cómo una mierda cobarde.

— El amor es una mierda. — Soltó Caleb con una mueca.

— Amén. — Dije convengida. — Por Daniela Calle amén. — Acoté, que no se pierda la costumbre.

Caleb y yo chocamos nuestros tragos para beberlos de golpe, pidiéndole más al barman.

Horas después.

Me llevé el trago número... Ni siquiera sabía que trago era, sonreí y le un solo trago dándome cuenta de que vertia algo de líquido en mi ropa, hice una mueca inconforme y tomé una servilleta para limpiarme.

— ¡Y si tú amor no vuelve! ¡Me toca conformarme con fotografías!— Gritó Caleb bailando con el micrófono.

— ¡Me toca hacerme un álbum con mis alegrías y todos los momentos que viví contigo!— Le siguió Milenka. — ¡Seré un coleccionista si tú amor no vuelve!

— ¡Que alguien la calle!— Gritó alguien en el bar, volteé hacia atrás mareada sacando el dedo medio.

— ¡Cállese usted, triple hijueputa!— Demandé tomando de mi trago.

— ¡Eso!— Celebró mi mejor amigo.

Caleb  tomaba a Milenka y la abrazaba de los hombros totalmente ebrio al igual que ella, suspiré y enchiné mis ojos sintiendo mi mundo girar.

No sé cómo terminamos los tres en un bar, ebrios, escuchando vallenato, sin mencionar que el dueño del lugar estaba a nada de echarnos porque los otros clientes estaban hartos de nuestro show de karaoke con vallenato.

— ¡Te odiare si no vuelves no hay remedio te odiare! ¡Y aunque parezca absurdo al tiempo te amaré! — Cantó Caleb con rabia golpeando su pecho y lágrimas.

— ¡Pues está claro no puedo vivir sin ti!— Gritó Milenka abrazando a Caleb.

Me pedí otro trago y negué con mi cabeza, sintiendo la mala voz de mi hermana calando mi alma, pues la letra de la canción me hacía sentir identificada.

El barman me dio mi trago y lo bebí de golpe, mañana por la mañana probablemente mi hígado me odiara. Seguí escuchando a Caleb y Milenka desde la barra, cuando sentí un dedo en mi hombro clavándose con fuerza.

Me giré en mi asiento, molesta, para ver a un grupo de tipos y mujeres con estilo rockero, seguro eran motoristas, alcé una ceja.

— ¿Qué se les perdió, monos?— Inquirí tambaleando en mi asiento.

— Venimos al bar a disfrutar, no a ver borrachos cantando canciones latinas. — Soltó uno de ellos, moví mi mano desinteresada.

— ¿Me ves con cara de qué me importe?— Arrojé soltandomun eructo.

Me giré en mi asiento dándoles la espalda y seguí bebiendo, pero el tipo seguía insistente, así que me volteaba de golpe haciéndome bajar de la silla y caer al suelo.

Me pare de golpe sosteniendome de la barra.

— ¡¿Cuál es tu problema?!— Exclamé enojada.

— ¡Queremos que se vayan!— Soltó una de las mujeres que hacían el grupito.

— ¡Estoy pagando por estar aquí, así que no me importa lo que piensen, gonorreas!— Demandé señalandolos con mi dedo.

— ¿Qué pasa, Poch?— Escuché una voz arrastrada a mis espaldas, me giré.

Caleb y Milenka llegaban hasta donde estaba el grupo de hombres y mujeres, uno de ellos empujaban a Caleb haciéndolo tambalear.

— ¡Oye! ¡¿Qué te pasa?!— Inquirió mi mejor amigo sacando el pecho enfadado.

— ¡Larguense, por más que estén en América nunca dejarán de ser unos indios!— Gritó una rubia de pechos grandes.

— ¡¿Me dijiste india, pelos de elote?!— Exclamó Milenka con rabia.

— ¡Al ataque!

Caleb hizo un sonido de indio apunto de tener una guerra tomando una silla y lanzarla a uno de los tipos.

— Ay no. — Murmuré al ver el tipo levantarse del suelo.

Entonces todo se convirtió en un desastre.

Los tipos se abalanzaron contra Caleb y las mujeres buscaban romper cervezas para darnos a mi y a Milenka, mientras nos buscaban el cabello para jalar de ellos.

Milenka y yo nos cuadramos y empezamos a pelear con las mujeres, no teníamos otro camino.

— Te toca la chichona. — Dijo mi hermana.

Miré a la mujer de pechos grandes con mala cara, piercings y una botella rota en mano.

— Pero-

De pronto la mujer se me abalanzaba y yo la atrapé en el aire sintiendo sus piernas enganchadas a mi cintura, sintiendo cómo dejaba golpes en mi cabeza y sus enormes pechos me estaban ahogando, los rasguños en mi brazos no faltaron.

Comencé a dar vueltas con la vieja encima, hasta que la tiré detrás de la barra.

— Vieja loca. — Murmuré.

Arreglé mi cabello y fui trás Caleb el cual estaba recibiendo una paliza.

Tomé una botella de cerveza y se la rompí a un tipo calvo en la cabeza haciéndolo caer al suelo inconsciente, Milenka hacía lo mismo que yo dejándonos con dos tipos del tamaño de una palmera viéndonos de mala forma.

— ¡La policía viene en camino!— Gritó el barman asustado.

— ¡Sapo!— Vociferé lanzandole una cerveza.

Milenka y yo al ser tan pequeñas nos escabullimos de los tipos debajo de sus piernas, pero uno de ellos se daba la vuelta así que dejaba un puñetazo en la cara de mi hermana.

Mi hermana cayó sentada en el suelo y yo solo pude soltarle un golpe en la cara al tipo.

— ¡Puta madre, March, me dolió!— Grité quejándome, el tipo tenía cara de hierro.

— ¡Poché, vámonos!— Apuró mi hermana.

Con mi mano adolorida tomamos a un Caleb golpeado, Milenka y yo salimos del bar y justamente escuchamos la patrulla.

— ¡Corran!

Caleb salía corriendo sosteniendo su costilla y cojeando, miré a mi Milenka y me encogí de hombros para ir hasta su coche, nos subimos a el. Mi hermana encontró la llave y arrancó casi llevándose un rótulo de alto en el camino.

Dimos la vuelta y volteé a ver atrás para darme cuenta de que la policía no nos seguía, por suerte.

— Ay mi cuerpecito. — Decía Caleb adolorido en los asientos de atrás.

— ¿Deberíamos ir al hospital?— Inquirí.

— No, nos van a llevar a la cárcel por conducir ebrias y hacer disturbio. — Arrojó mi hermana, asentí de acuerdo con ella.

— Mi moto, la dejé en el bar. — Mencioné al sentir las llaves en mi bolsillo.

— Vas por ella mañana. — Me consoló Milenka, sostuve mi mano la cual me dolía. — Creo que sé quién puede curar a Caleb.

— Me duele hasta el ano. — Comentó Caleb.

— Eres un cerdo. — Repliqué con una mueca, Milenka detuvo el coche en un semáforo.

— Ay wey, por favor ayúdenme que estoy muy ebria. — Dijo mi hermana parpadeando cada dos por tres.

El semáforo pasó a verde y junto con mi hermana evitamos tener un accidente, llegando a nuestro próximo destino a la velocidad de 50 km.

No tardamos mucho, según yo.

• ────── ♪ ────── •

Caleb se quejaba al sentir el alcohol en sus heridas cómo un bebé, mientras en susurros le reclamaba que dejara de lloriquear tanto.

— Soy joto, por lo cual lloriqueo. — Dijo con voz evidente, rodé los ojos con mi mano vendada.

— Caleb, cállate y deja que Carol haga su labor. — Susurré lo suficientemente alto.

Mi cuñada suspiró y negó con su cabeza, ella estaba en bata, era de madrugada y junto con Milenka la habíamos despertado a punta de piedritas por su ventana en casa de su madre.

Si la señora nos encontraba en la cocina, ebrias, golpeadas y su hija haciéndonos la curación, muy seguramente nos echaba a punta de escoba cómo si fuéramos ratas.

La madre de Carol nunca estuvo de acuerdo en que Milenka se casará con ella.

Tampoco estaba de acuerdo en que fuera mi cuñada. Carol, mi hermana y yo nos conocimos al llegar a vivir justamente a este vecindario, ellas eran nuestras vecinas y la madre de Carol era muy sobreprotectora.

Todo lo contrario a mí o mi hermana.

Nunca le caí bien a la señora, y por supuesto le caí peor cuando llevé a mi cuñadita a un bar gay escapando de casa a sus 18 años.

Desde ese día algo cambió dentro de Carol al ver tantos pechos y mujeres en tanga. Además de aceptar que le gustaba mi hermana.

Ese día fue su primer beso.

Recuerdo que Milenka estaba sobre mis hombros, el maldito escenario era muy a lo Aladdin, claro la alfombra era yo y mis hombros, obviamente no soporté el peso y Milenka y yo caímos de golpe al suelo adoloridas.

La señora de Ospina nos encontró en su jardín esa vez.

Al día siguiente papá nos estaba dando una reprimenda y también dando el aviso de que íbamos a mudarnos, una desgracia para Milenka y Carol. Aún así mantuvieron su relación, mi hermana más de una vez se robó el auto de papá y yo la cubría en casa y fingía ser ella.

Dejé de hacerlo cuando papá me obligó a pintarme el cabello y así nos diferenciaba a mi hermana y a mi, luego de ello Milenka decidió casarse y yo me fui de casa.

Pero he sido testigo de cómo esas dos se aman y de paso ser cupido de ambas.

— Ya está listo, los moretones desaparecerán con el paso de los días, debes tomar antiinflamatorios y hacer una radiografía por tu costilla. — Le dijo a Caleb, él asintió.

— Gracias, cuñadita. — Agradecí. — Te debo una.

— ¿Ustedes no quieren que las cure?— Cuestionó, alcé mi mano y moví mis dedos un poco, dolía pero era soportable.

— Estoy perfecta. — Le aseguré con media sonrisa.

— Lo mismo que la duende. — Replicó Milenka a mi lado, Carol la vio mal.

— Tú tienes un moretón. — Reclamó.

— Estoy bien. — Aseguró Milenka con media sonrisa.

— Vale, no es por echarlas pero tengo turno temprano. — Informó mi cuñada en un suspiro, guardando todo.

— Ya reconciliense, ¿no?— Bromeé, Milenka y Carol me vieron mal.

— Poché...— Murmuró mi hermana amenazante.

— Ups, me voy. — Dije divertida.

Tomé a Caleb del brazo y lo llevé a mi hombro, salimos de la cocina por la puerta trasera y dejé a Milenka con su esposa a solas.

— ¿Creés qué vuelvan?— Preguntó Caleb.

— Me corto una teta si no, Carol es la felicidad de mi hermana, su complemento. — Respondí segura.

— ¿Cómo tú con Calle?— Preguntó de la nada, fruncí el ceño.

— Es un milagro que la menciones. — Repliqué dejándolo recargado en el coche.

— Un corazón roto te hace ver cosas, cómo por ejemplo que he sido un mal amigo... — Puntualizó con una mueca de dolor. — Pero solo quiero lo mejor para ti, Poch.

— Lo sé. — Lo tranquilice.

— Lo siento, debí comprender tú dolor y no lo contrario, ahora sé que se siente. — Declaró. — Y de paso me merecía está paliza.

— Si, por idiota. — Contesté.

Caleb y yo reímos, pero él se quejó al instante sosteniendo su costado.

— Milenka no sé apura, iré a ver. — Mencioné comenzando a caminar.

— Cuidado con lo que ves. — Dijo Caleb burlón.

— Conozco el trasero de mi hermana desde que compartimos matriz, por desgracia. — Respondí rodando los ojos.

Me acerqué a la cocina sigilosamente, me asomé por la puerta y ladee la cabeza viendo a Carol con mi hermana, sonreí un poco al verlas abrazadas, cómo si ese abrazo las estuviera uniendo poco a poco.

Ver la escena me generó nostalgia.

Fui hasta donde Caleb otra vez y suspiré, esperando a mi hermana, ella apareció a los minutos más relajada y menos ebria.

— Podemos irnos. — Habló sonriente.

— Picarona. — Soltó Caleb alzando sus cejas pícaramente.

— Ese es mi gallo. — Alabé dándole un abrazo.

Los tres a base de risas y ayudando a Caleb, nos subimos al coche para irnos a dormir a mi departamento.

Cuando llegamos cabe aclarar que Caleb todo moribundo decidió darnos más trago y bueno, mi hermana y yo no íbamos a hacer el desaire.

Pov Calle.

Un sonido perturbaba mis sueños, pero no me importaba seguía soñando con Ian Somerhalder, yo era su Elena y estaba besándome apasionandomente.

— Que bendición... — Murmuré gozando.

— Quieres un amor que te consuma. — Soltaba Ian con sus ojos azules.

— Ay si, papasote. — Acepté gustosa.

Yo seguía besándolo pero un ruido con insistencia hacía que él se separara de mi, lo vi extrañada.

— Volveré. — Me prometió.

— ¿Qué? No, no, no, vuelve. — Suplique al verlo desaparecer.

Fue entonces cuando desperté y mi sueño se iba al quinto carajo, totalmente ensoñada toqué mi mesita de noche, mi teléfono era el que sonaba, lo tomé de mala gana viendo que eran casi las 4:00 am.

Lo extraño es que Poché era la que me llamaba, algo preocupada respondí su llamada.

— ¿Poché?— Solté inquieta.

Mi voz sonó un poco ronca, adormilada, hubo silencio hasta que escuché un eructo y una risa, fruncí el ceño.

— Calleee. — Canturreo con palabras arrastradas.

Me senté en la cama y pasé una mano por mi cabello, la voz de Poché estaba rara.

— ¿Estás ebria?— Cuestioné, oí otro eructo.

— No, eso nunca. — Se negó riendo.

— Si lo estás. — Afirmé.

Suspiré y negué con mi cabeza, estaba ebria y demasiado, ni siquiera sabía dónde estaba para que me llame a esta hora, era muy irresponsable de su parte.

Después de nuestra discusión me quedé muy preocupada y abatida, me sentía mal por Poché, por mi, por nosotras, me dolía mucho cuando discutíamos así.

Había intentado dormir para olvidar todos mis problemas, pero no lo logré porque daba vueltas en la cama a cada hora, fue cómo hasta las 2:30 am que logré conciliar el sueño.

Y ahora la ruina de mis sentires y la personificación de todo lo que anhelo estaba llamándome ebria.

— María José, ¿dónde estás?— Inquirí.

— Eeen, mi casa... — Mencionó con palabras arrastradas. Eso era una buena señal. — No, no, no, en mi antigua casa, o sea tú casa, sip. — Añadió.

Arrugue el rostro y salí de la cama rápidamente con el teléfono en mano.

— Oye, no me cuelgues pero es que te quiero decir cosas y...

Alejé mi celular de mi oreja y colgué la llamada llegando a la puerta de entrada, comencé a quitar los seguros rápidamente, escuché un golpe sordo.

Abrí la puerta y Poché estaba sentada en el suelo, contra la pared y una botella de Ron o algo así, mientras decía algo.

— Mujeres, son unas desgraciadas, te engatusan y ¡tss! te botan cómo si nada, son unas-

Carraspeé mi garganta y ella alzó la vista, al verme comenzó a negar con su cabeza, alcé una ceja cruzandome de brazos.

— Mentira, mentira, yo no dije nada. — Se excusó tapando su boca con su mano.

Tomé una bocanada de aire y me acerqué a ella para ponerme de cuclillas. Su aspecto se veía muy mal, además de que los nudillos de su mano estaban morados y con cortes.

— Mira cómo estás, ¿quién te hizo daño?— Indagué tomando su mano con cuidado.

— Tú. — Soltó, la vi a los ojos.

— ¿Yo?— Vacilé alzando una ceja.

— Pero aquí. — Señaló su corazón. — No aquí. — Y ahora señaló su mano, mientras asentía con su cabeza.

— Vamos, voy a curar tu mano. — Dije evadiendo lo que había dicho anteriormente.

— No, yo eeestoy bien. — Contestó con palabras arrastradas.

— Uy si, muy bien. — Ironicé.

A pesar de sus protestas, logré parar a Poché del suelo, tomé su teléfono y lo metí al bolsillo de mi bata de dormir, mientras ella no soltaba la botella de Ron, rodé los ojos.

Con su brazo rodeando mis hombros y su cabeza en mi cuello, cerré la puerta otra vez para encaminarnos por el pasillo del departamento.

No podía dejarla en la sala, si Damon miraba a María José en este estado la desehereda cómo su madre por un largo rato. No me quedó opción que llevarla a mi habitación.

— Que bonita estás. — Murmuró.

Poché pinchaba mi mejilla y reía por lo bajo, su aliento a Ron y menta golpeando mi nariz.

Finalmente llegamos a mi habitación y la tiré a la cama, ella se quejó para luego quedarse en forma de estrella por toda la cama, resoplé y fui al baño por el botiquín.

Cuando regresé tiré el botiquín al suelo con la boca abierta.

— ¡Poché!— Exclamé en un susurro asustado.

Ella estaba muy tranquila quitándose la ropa, tirando todo lo de mi mesita de noche a su paso al tambalear tanto.

— Tengo calor, mucha calor.

Recogí el botiquín y lo tiré a la cama, me acerqué a ella y quité la camiseta con la que luchaba quedándose en sostén. La vi dirigir sus manos a sus jeans, pero la detuve.

— No, esos se quedan. — Demandé, ella se quejó y quitó mis manos.

— No quiero. — Replicó con voz aniñada.

— Se quedan ahí, Poché. — Advertí tomando sus manos y dejarla solo con el botón abierto.

La senté en la cama y aún tambaleandose, saqué lo necesario para empezar a curar sus heridas con paciencia.

Poché ebria era un niño chiquito.

— Poché, quédate quieta y así terminó rápido. — Murmuré al ver que quitaba su mano al sentir el alcohol.

Ella se quedó en silencio, viéndome con atención, tanto que su mirada estaba colocándome nerviosa, por lo cual mis movimientos eran más torpes.

— Te echo de menos. — Susurró, carraspeé mi garganta nerviosa.

— No digas cosas de las que te vas arrepentir mañana. — Respondí en un suspiro.

— Ya es mañana. — Contestó riendo.

— Astuta. — Alabé con una pequeña sonrisa.

Ella se quedó en silencio, mientras terminaba de curar sus nudillos, terminé de hacerlo y ella se arrastró por la cama, rodé los ojos al verla acomodarse entre las almohadas.

Una vez terminé de guardar todo en el botiquín, me quedé solo con una venda, me ergui y me acerqué a la orilla de la cama colocándome de rodillas para tomar la mano de Poché y comenzar a vendarla, ella se quedó de lado viéndome atenta.

Cuando terminé iba a irme para guardar el botiquín, pero unos dedos rodeando mi muñeca me detuvo.

— ¿Me echas de menos?— Preguntó de repente, traspasandome con su mirada.

— Poché... No estás sobria para decir esas cosas. — Musité viendo sus ojos entre la oscuridad, solo la luz de la luna dando claridad.

— Te extraño demasiado, amore. — Confesó, mi corazón enloqueció. — De día, de noche, en la madrugada, en cada cielo que veo, en cada habitación, en cada canción, en cada respiración.

Poché se arrastró por la cama, mi respiración se aceleró y ella tomó mi mano para llevarla a su corazón, su cara a escasos centímetros de la mía.

— Te extraño en cada latido de mi corazón, el cual es tuyo. — Susurró en mis labios.

— Y-yo-

No me dejó hablar porque sus labios fueron el silenciador perfecto, solté el botiquín cayendo al suelo en un golpe seco, mis dedos se aferraron a su nuca rodearon correspondiendo el beso, el cual era una mezcla de sabor a licor y menta.

Poché se separó de mí y me vio con ojos brillantes, mis manos aún presas en las suyas las cuales reposaban en su pecho.

— Cásate conmigo...



















































• ────── Flow llegando ────── •

Calle con la propuesta de matrimonio:

Meta: 200 votos.

Se me olvida actualizar xd.

¿Snake si va a encontrar a Alan?

¿Calle va a aceptar el matrimonio?

¿Qué creen que pase cuando Poché no esté peda?

No se lo pierdan por el canal de las estrellas ahre.

Dato curioso: El músculo más fuerte del cuerpo es la lengua. ¿Cuándo me la entrenas bb?

Y SI TU AMOR NO VUELVEEEEEEE.

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