Kokushibo veía como Aime caminaba de un lado a otro, soltando mil ideas diferentes de como adornar la casa por la primavera, pues, está ya había entrado bastante rápido, fue en esa misma mañana que abrió las ventanas y la nieve ya no estaba, en sugar, un pastizal largo y reinaba en casi todo el suelo, lo cual, sería un trabajo difícil de quitar. Pero eso no le importo, pues, podría arreglarlo y darle más vida a la casa, como ella siempre quiso.
Mientras ella chillaba, daba saltitos, y anotaba cosas en su libreta, el ya le había pedido que se sentara un rato, debido a las leves quejas que soltaba.
—Aime, ve— Y por quinta vez, ella lo interrumpió.
—¡El verde manzana en la pared queda perfecto! — Pegó la hoja en la pared, y se alejo, viendo en silencio, intentando imaginar la casa de ese color. Hasta soltar un bufido.
Dando pisadas grandes, se sentó al lado del demonio, quien entrecerró los ojos. Ver el puchero en su rostro juvenil, le daba algo, no sabía que exactamente, pero no me agradaba mucho.
—De esa forma tonta no podrás ver el resultado.— El se cruzo de brazos, he ignoro la mirada funesta de la chica.
—Di isi firmi tinti ni pidris vir il risiltidi— Le hizo burla, y miro hacia otro lado, se hacía esperanza, y con tal de contradecir las palabras de el, intentaría de todo para verlo.
El silencio gobernó la sala, ambos se encerraron en sus pensamientos, olvidándose de todo, pero, la tarde cayó, y el sol ya estaba entrando por las ventanas, y Kokushibo se vio obligado a alejarse, y encerrarse en la oscuridad. Aime sonrió divertida.
—Es una verdadera pena que no puedas disfrutar del sol, pero, encontraré alguna forma de que al menos, puedas salir al jardín.— Ella se paró, y fue a preparar la cena, pues, debia de acostumbrarse ya que, en verano las temperaturas aumentaban anormalmente, y la cocina se volvía un infierno.
Por otro lado, Kokushibo se quedó sentado, y con un leve mal humor. Realmente detesto internamente no poder salir, ver a Aime afuera, trabajando y ejerciendo más fuerza de la que no debería, lo hacía sentir un inútil. De repente, un "click" hizo en su mente, ¿El traje de Kakushi servirá como protección? Volteo y miro a la castaña, quien cortaba las zanahorias, y cantaba bajito, no reconoció la canción, pero, se le hizo interesante, sonaba como una canción de cuna.
Se paró luego de pensar en eso, y acomodo la mesa en silencio, fue muy rápido, ya que la casa era considerablemente grande, y la mesa estaba desarmada, dentro de un pequeño armario en el otro salón, que sería el cuarto de ella.
—No se que darte, Kokushibo-San, siendo un demonio...— Lo último salió en un murmullo, no obstante, el lo oyó. Pero no contesto.
...
La cena transcurrió tranquila, mientras Aime comía, prestaba atención a lo que el demonio le explicaba, todo se debió a la curiosidad por el diseño de la Nichirin. La cantidad de ojos en esta, era para ver los movimientos de los oponentes, y así, vencer al enemigo, lo cual lo encontró coherente, incluso por los ojos de su rostro.
—¿Ningún mortal puede manejar tu katana, ¿Verdad?— Le pregunto mientras mastica su bola de arroz. El negó.
—Cada Nichirin está hecha o modificada para uno mismo, al igual que los materiales que son usados para fabricarlas, si cualquier cazador la toca, evidentemente sentirá incomodidad a la hora de agarrarla.— Comentó mientras la meneaba de un lado a otra, y está, emitía leves brillos, y quedó sorprendida cuando se dió cuenta que la luna no aportaba ayuda para eso.
El mundo de los demonios, era genial, misterio y peligroso. Aquí, se dió cuenta que Kokushibo lo hacía ver de esa forma, pero, la realidad es que ella no siquiera había tocado superficie aún, aún no conocía nada, solo a su...especial acompañante, y lo mismo sucedía con el, era alguien tan extraño y a la vez especial, que, una parte de ella temia saber más, pero a la ves, se tiraría al pozo de cabeza sin pensarlo.
El, alzó la vista y la miro a los ojos, se habia perdido en sus pensamientos otra vez, pues, sus pupilas estaban tan dilatadas, que el verde casi no se notaba, y ciertamente, le causó "ternura", parecía un pequeño gatito, mirando su presa.
—Aime.— Dijo su nombre. Y ella, enseguida volvió a la realidad.
—¿Paso algo?— Limpio sus labios con el pequeño pañuelo rojo al lado del plato.
—Te perdiste otra vez.— Ella se encogió de hombros, avergonzada. Le pasaba muy seguido desde que ambos volvieron a verse. A lo mejor era por tener tiempo libre para hacerlo, ya que, tenía una semana libre debido a la entrada de la primera, todo el mundo en general, tenía esa semana de descanso, con el objetivo de fotalecee vínculos y unir a las familias.
Aime se levantó minutos después de haber cenado. Lavo y acomodo todo en su lugar, dejando preparada las cosas para el día siguiente. En el baño, se lavo los dientes, soltó el cabello y colocó su kimono para dormir, bueno, más bien, una bata azulada con el cinturón de lanilla blanco. Ya en el cuarto, acomodo dos futones, sabía que el no dormía, pero, en caso de que el quisiese acostarse, lo tenia todo a su alcance.
Pero, esa noche fue extraña.
Apenas se sentó sobre el futón, el se acercó a ella, y con una extraña suavidad, recorrió su cintura, abrazándola. La piel de ella se erizo, se sentía extraño, pero no malo, ese extraño cosquilleo en el estómago le alzó una vergüenza notable, porque sus labios se apretaron, y sus manos se apoyaron en los anchos hombros de el.
No lo quería alejar, y el tampoco tenía indicios de mantenerse lejos, al contrario, se pegó más a ella, y para peor, el le estaba dando besos debajo del lóbulo derecho, hasta bajar más los besos, y quedarse cómodamente en su cuello.
No pudo evitarlo. Las risas comenzaron a salir de su boca, no por burla, sino por las cosquillas. Estaba claro que las muestras de cariño o la falta de contacto físico con alguien no las había recibido. Una persona que siempre fue lejana a los afectos, tendía a comportarse así, o dar señales de cosquillas, u otros "síntomas".
Esos besos eran suaves, y ante eso, su relación era inevitable.
—¡Kokushibo-San, dame unos minutos para respirar! — Hablo entre risas, y enrolló sus brazos en el cuello de el.
No sé detuvo hasta unos largos minutos después, prácticamente quedó sobre ella, y la vio. El Kimono estaba levemente corrido, dejando su hombro al descubierto, tentador para morder.
Ella lo miro, y su mano izquierda tocó parte de su rostro, igual como la última vez, a diferencia de la temperatura, ahora estaba cálido, y sus ojos brillaban, parecían oro, impresionante.
—Agradece que las patadas no volaron.— Comento ella, con una sonrisa divertida.
El meneó su cabeza, y dejo que ella le quitase la ropa, dejando la parte superior del pecho trabajada a la vista; su dedo índice recorrió todo el abdomen, el notó como la mirada de ella mostró un destello de picardía y tentación, pero, recordó las palabras de Muzan. Y por eso, tomo su mano, deteniéndola.
—Lamento detener esto, pero, no lo tengo permitido.— Ella se sentó, y comprendió, no sé estaba cinculando con cualquier persona, era un demonio, y las reglas eran diferentes para ambos, pero, no sé decía lo mismo de las hormonas.
—¿Por qué?— Susurro ella, sentándose, y dejando prácticamente la parte de arriba de su cuerpo al desnudo.
—Sabemos en qué acabará esto, Aime. Y es peligroso para ti, no para mi.— El entrelazó su mano con la de ella.
—¿Intentar sería peor, verdad? No quiero que te metan en problemas por una idiotez mía.— No mentía, le tenía ganas, y cuando el aliento de el golpeaba su rostro, la tentación de tirarsele encima y seguir el asunto se estaba agradando cada vez más. Volviéndose difícil de controlar.
Ni hablar de el, su imagen lo estaba tentando a tocarla, y darle lo que ella claramente estaba exigiendo, no era idiota, no obstante, vaciló, razonó, y se dió cuenta que, por más que siguiese las reglas, Muzan estaría allí para reclamarle, bien similar a un ex celoso, y ante esa idea, dejo todo lo de líder a un lado, y continuo con lo suyo, que fue besarla, y ella, como el lo espero, y así continuaron en toda la noche.
Las caricias, besos, abrazos, gemidos, los susurros hechos de palabras bonitas, todo reino en aquella casa esa noche, lejana a todos los vecinos, y los demonios.
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Han sido hackeados por la escritora 🏃🏻♀️
PiPiPi.